... V PRECEDENTES REVOLUCIONARIOS
Hasta entonces –y por mucho tiempo después- Barcelona iba a la cabeza en cuanto a acciones revolucionarias. Las más importantes fueron:
1890.-Huelga general. Paralización total de la vida ciudadana. Construcción de barricadas y choques con la fuerza pública. Explosión de una bomba en “El Fomento del Trabajo Nacional”. Huelga en Manresa y bombas en las calles de Caspe, Blasco de Garay y Pasaje de la Merced.
1891.-Colisión entre manifestantes y la fuerza pública, con motivo de la llegada de Salmerón. Cartuchos de dinamita ante el Gobierno civil y el convento de los jesuitas de la calle de Ausías March. Detención de los portadores de once bombas y explosión y hallazgo de seis más el mismo día, junto a otras seis poco después. Bomba en la fábrica de Salvá.
1892.-Numerosas huelgas y choques callejeros. Bombas en la plaza Real y mercado de San José, en la calle de Jaime Giralt y en Marqués del Duero. Asalto por los huelguistas del domicilio del abogado señor Mascaró.
1893.-Tumultos estudiantiles. Choques con la fuerza pública. Bomba en la calle Baja de San Pedro. Muerte del anarquista Momo y descubrimiento de su laboratorio para fabricación de explosivos. Petardo en la iglesia de San Justo. Atentado de Pallás contra Martínez Campos. Hallazgo de una bomba en el palacio de Bellas Artes y otras en Gracia y Monjuich. Atentado del teatro Liceo. Bombas en el Círculo Liberal y en Villanueva y Geltrú. Descubrimiento de bombas y de un taller dedicado a su fabricación.
1894.-Atentado contra el gobernador civil, señor Larroca.
1895.-Sucesión de motines estudiantiles, con pedreas al palacio del Obispo, en la Universidad y en las calles.
1896.-Bomba contra la procesión de Santa María del Mar, en la calle de Cambios Nuevos.
1897.-Atentado de Ramón Semplau contra el teniente de la Guardia civil Portas. Manifestaciones catalanistas contra el gobierno por haber prohibido la publicación de “La Renaixensa”. Hallazgo de dos bombas Orsini y otra de mecha.
1898.-Campañas contra los supuestos tormentos de Montjuich. Colisiones en las calles. Absolución de Sempáu. Mítines revisionistas del proceso de Montjuich, produciéndose tumultos. Manifestaciones antiespañolas en presencia de la escuadra francesa. Pedrea contra la casa del alcalde.
1900.-Agitación revisionista de Montjuich por parte de los radicales. Asesinato del fusionista señor García Victory, con absolución del asesino, que es ovacionado en la calle. Coacciones el 1 de mayo. Manifestaciones agresivas contra el ministro de la Gobernación, señor Dato. Pedreas contra tranvías y fuerza pública.
1901.-Mítines anticlericales, salpicados de desórdenes. Huelga casi general. Pedreas a “La Publicitat”, a los faroles, a los tranvías y a los guardias. Cargas de caballería en los juegos florales. Elecciones municipales con muertos y heridos. Cierre de la Universidad.
1902.-Huelga general durante siete días, con un balance que arroja diecisiete muertos y numerosos heridos. Tumultos a la llegada a Barcelona de don José Canalejas. Varios intentos de huelgas. Frecuentes revueltas y desordenes estudiantiles.
1903.-Nueva tentativa de huelga general. Huelgas parciales de bastante consideración. Hallazgo de un cartucho de dinamita. Manifestación en honor de Blasco Ibáñez. Explosión de un petardo en la línea del ferrocarril de Sarriá. Bomba en casa del jefe de policía, señor Tressols.
1904.-Atentado contra don Antonio Maura. Bombas en la redacción de “Las Noticias”, en el colegio de jesuitas, en la Gran Vía Diagonal, en el Palacio de Justicia, Orfelinato de San José, almacenes “El Siglo”, en calle de Fernando y Rambla de las Flores, además de numerosos petardos en el Ensanche.
1905.-Grave tumulto a la salida de un mitin anarquista en el Palacio de Bellas Artes. Petardo junto a la antigua estación de Mataró. Bomba en la Rambla de las Flores. Descubrimiento en el Coll de un depósito de bombas. Atentado contra el cardenal Casañas.
1906.-Hallazgo en el Llano de la Boquería de una tremenda máquina infernal. Otros hallazgos de bombas y botellas explosivas; y bombas y petardos en la Rambla de las Flores.
1907 a 1909.-Bombas y petardos en la Rambla de las Flores, calles Hospital, SanPablo, Peu de la Creu, Call, Carders, San Ramón, Boquería, Marqués del Duero, Cortes, Salón de San Juan. Tiroteo a los católicos a la salida de un acto. Lo mismo a los carlistas y catalanistas. Manifestación en honor de Ferrer a su regreso de Madrid. Huelga general en San Feliú de Codinas y otras huelgas parciales.
Esta era, en grandes rasgos, la preparación revolucionaria.
Por eso, Ossorio y Gallardo, gobernador civil dimitido al iniciarse los sucesos, escribió: “En Barcelona, la revolución no se prepara, por la sencilla razón de que está preparada siempre. Asoma a la calle todos los días. Si no hay ambiente para su desarrollo, retrocede; si hay ambiente, cuaja. Hacía mucho tiempo que la revolución no disponía de aire respirable. Encontró el de la protesta contra la campaña del Rif y respiró a sus anchas.”
VI POSICIÓN DE DIVERSOS POLÍTICOS
Mientras a la ‘Soli’ y sus militantes podía considerársela en permanente tensión revolucionaria y dispuesta a aprovechar la más mínima coyuntura para producir el estampido, existían en Barcelona entidades políticas con destacadas figuras en el ámbito nacional, a las que, lógicamente, había que considerar al margen de los acontecimientos.
Sin embargo, hubo sorpresas, como, por ejemplo, la del señor Roig y Bergadá, monárquico y ex diputado de Canalejas, que en una interviú concedida a ‘La Tribuna’ (21 de julio), terminaba sus manifestaciones diciendo:
“… El Gobierno carga toda la responsabilidad sobre la Corona, porque hace responsable al Poder ejecutivo de la catástrofe que puede venir, porque creo que la guerra de Marruecos la parará el pueblo yendo a la revolución”.
Asimismo, un grupo de parlamentarios catalanes, afectos a la ‘Solidaridad Catalana’, dirigió un telegrama al presidente del Consejo de Ministros, don Antonio Maura, solicitando inmediata reunión de Cortes. Firmaban Vallés y Ribot, Carner, Abadal, Corominas, Calvet, Rodés, Hurtado, Marial, Moles, Torras Sampol, Llari, Caballé, Salvatella, Miró, Maciá, Cruells, Odón de Buen, Bertrand Serra, Ventosa, Sebastián Torres, Rius, Jover, Farguell, Girona y Raventós.
La estupefacción general provino de que Abadal, Maciá, Bertrand, Ventosa, Torres, Rius, Farguell, Girona y Raventós eran derechistas significadísimos y no se comprendía realmente su aportación al intento de crear una situación difícil al Gobierno.
Hubo, claro, los que no causaron sorpresa, como Emiliano Iglesias, lugarteniente de Lerroux en Barcelona, que en el mitin celebrado en la Casa del Pueblo el día 15 hizo constar: “No queremos la guerra y contra ella debe levantarse el pueblo en masa”.
En otros lugares de la provincia, como Tarrasa, Igualada, Mataró y Sabadell, la agitación de la capital era secundada con el mayor entusiasmo, demostrándose plenamente que la campaña contra la guerra era un simple pretexto para interesar a sectores de masas. Y catalanistas y lerruxistas, habitualmente en las mismas relaciones que el perro y el gato, no tardaron en limar sus diferencias para lanzarse a la preparación de la revuelta.
VII MEDIDAS GUBERNATIVAS
Ya hemos dejado constancia de que el gobernador civil de Barcelona era Ángel Ossorio y Gallardo, político que a principios de la segunda República se declaró “monárquico sin rey”, y al que el marxismo, en la que fue zona roja, premió los servicios que le había prestado nombrándole embajador en Ginebra, París y Buenos Aires. En aquel tiempo pertenecía al maurismo, en el que no tardó en“chaquetear”.
El día 22 dictó instrucciones especiales para el servicio de vigilancia, y en las primeras horas de la tarde el ministro de la Gobernación, don Juan de la Cierva y Peñafiel, le dirigió un telefonema indicador de que el Gobierno conocía a fondo la conjura. Su texto lo explicará por nosotros: “Vigile V. S. mucho a los republicanos y anarquistas y observe sus movimientos y viajes al extranjero. Temo que en el extranjero estén laborando con motivo sucesos Melilla, y hay que cuidar mucho de ello”.
Pese a lo extraordinariamente explícito de este comunicado, Ossorio se limitó a adoptar las precauciones que normalmente se tomaban en caso de huelgas generales. Y resistiéndose a creer en la fuerza de lo tramado, cuando la junta de autoridades acordó por mayoría la declaración del estado de guerra, sintióse ofendido y dimitió.
* * *
El lunes 26 de julio (1909) empezaron los sucesos. Mantuvo el mismo Ossorio que lo iniciado era una huelga de carácter social y protestatario, y que “la revolución no estaba preparada, sino que surgió espontáneamente”, para lo que él se consideraba “perfectamente prevenido”.
Como se deduce, el oportuno aviso del ministro le tuvo sin cuidado en todo momento, ya que de haber sido lo contrario, hay que suponer que hubiera calado bastante más hondo.
Desde la noche del domingo 25, el domicilio social de Solidaridad Obrera fue visitadísimo de sus elementos más significados. Entre lo más importante de lo allí fraguado figuran las presiones a tranviarios y carreteros para que secundaran el paro acordado en otras ramas profesionales. Terminó la reunión a las tres de la madrugada, en cuyo momento los agitadores abandonaban la entidad. Pero como Ossorio consideraba que no se podía “denunciar y encarcelar a las gentes por el delito de discutir”, merced a tan peregrino concepto de la preparación de un movimiento revolucionario, el cerebro de la insurrección quedó en amplia libertad para actuar.
El hecho de que el paro en las industrias no fuera absoluto, lejos de considerarlo como motivo de desunión, hay que valorarlo como estrategia. La fuerza pública se concentraba en los puntos donde los obreros no habían entrado al trabajo, pero dejaba libres a los que en apariencia se negaban a secundar el paro. En suma, una simple maniobra de “diversión”. La prueba es que en Sabadell sí hubo huelga general, impidiendo los revolucionarios la marcha de los trenes. De ahí que los conventos empezaran a arder veinticuatro horas más tarde, o sea, cuando se comprobó que la idea revolucionaria había cuajado.
Un informe de los sucesos publicado por “El Socialista”, de Madrid (17 de noviembre) concretaba:
“Sindicalistas, socialistas y libertarios, esto es, todas las fuerzas obreras militantes barcelonesas, estaban conformes en que aquél (se refiere al movimiento) adquiriese matiz republicano, siempre que alguna de las personalidades aludidas quisiera aprovechar las circunstancias para la implantación de sus ideales.
El Gobierno dispuso la declaración del estado de guerra en Sabadell y Barcelona, pero la orden no sentó bien a Ossorio, que aun participando al ministro que el paro se generalizaba por momentos, manifestó criterio contrario a lo que se le indicaba, aunque hubo de hacerlo.
Era capitán general don Luis de Santiago Manescáu, quien, en unión del general jefe del Estado Mayor, señor Rodríguez y Rodríguez Escalera, acudió al despacho del gobernador civil, reuniéndose con el auditor de Guerra, señor Pastor; el presidente interino de la Audiencia, don Elpidio Abril, el teniente fiscal señor Valdés, con el jefe superior de Policía, señor Díaz Guijarro, y el coronel de la Guardia Civil señor Ibáñez, más el propio Ossorio. De allí salió el acuerdo de declarar el estado de sitio.
Y para mayor abundamiento de que las violencias formaban parte de la huelga, relataremos el hecho ocurrido el día 26, por la tarde, cuando no se había hecho otro que declarar el paro.
A la vista de un grupo numeroso de individuos que ejercían coacciones a la entrada de la calle Mayor de Gracia, la patrulla de la Guardia Civil hizo una descarga. Los huelguistas huyeron a la plaza de Jesús, y como la caballería iba a darles alcance, el párroco de la iglesia de Santa María de Jesús, humanitario y humilde, les abrió las puertas del templo, diciéndoles: ¡Entrad, hermanos!, cosa que los perseguidores hicieron,volviendo a la vía pública inmediatamente de conocer que la fuerza se había retirado. Uno de los refugiados dijo al sacerdote: “Hemos de acordarnos de quien nos ha hecho bien”. Y, efectivamente, todos los conventos e iglesias circundantes sufrieron, a partir del siguiente día, la ira de los pirómanos, excepto el templo de Santa María de Jesús.
VIII LA REVOLUCIÓN EN MARCHA
Desde las primeras horas de la mañana del martes 27, los rebeldes comenzaron a preparar la resistencia, removiendo los adoquines para construir barricadas y explorando las terrazas de las casas a fin de instalarse en ellas para mejor combatir a la fuerza pública. Un cronista de sucesos escribió:
"El movimiento sedicioso corrióse cual reguero de pólvora por todos los ámbitos de la ciudad. Levantáronse barricadas en todas las calles de los barrios populosos utilizando los adoquines del empedrado y las tapas de hierro de los albañales. Los faroles del alumbrado público fueron arrancados y los incendios de templos y conventos se simultanearon en todos los distritos de la capital. En los barrios de San Pedro, San Agustín y Puerta Nueva, poco propensos en otras ocasiones a la sedición, las barricadas levantadas fueron muchas, algunas de gran elevación.
Se asaltaron las armerías y atacaron con preferencia las Delegaciones de Policía. Las mujeres tuvieron parte tan activa, que el senador republicano don José Sol y Ortega les dedicó un artículo en el periódico madrileño ‘El País’.
"Las mujeres –decía- han sido las más bizarras, las que más denuedo han demostrado. Sacaban a los hombres de sus casas y les obligaban a pelear."
La noche del 27 de julio no tuvo otro alumbrado que el proporcionado por el resplandor de los incendios, pues las fábricas de gas y una de las dos de electricidad existentes pararon.
Y también, aquella misma noche, los habitantes de las casas de la montaña vieron perfectamente, igual que en las siguientes, que en Montjuich y algunos puntos de la ciudad aparecían luces semejantes a señales, algo parecido al sistema de hogueras empleado por los rifeños para reclutar gentes de las cabilas.
* * *
El día 28 Barcelona quedó totalmente incomunicada, ya que los ferrocarriles habían sido cortados, y lo mismo, en partes diversas, el telégrafo y el teléfono. Incluso durante algunas horas estuvo interrumpido el cable submarino.
La actuación del Ejército hubo de ser más intensa, publicándose un bando de mayor rigurosidad que el declaratorio del estado de guerra. La acción de los revolucionarios también fue de extraordinaria fuerza; barricadas, azoteas, esquinas, todo se empleó para el ataque. Incrementado su armamento por el asalto al cuartel de Veteranos de la Libertad, que incendiaron seguidamente, y por el producto del saqueo de armerías, la acción violenta cobró excepcional intensidad, manteniendo combates en distintos puntos de la capital. La artillería hizo su aparición en el Paralelo, llegándose a hacer diez disparos de cañón. También prosiguió, sistemáticamente, el incendio de iglesias y conventos.
Hasta el jueves 29 el problema de la represión no tuvo enfoque exacto. Desde por la mañana de dicho día, fuerzas militares contrarrestaron el hostigamiento de los rebeldes desde las azoteas, tomando posiciones en otras. La fuerza de los choques tuvo su escenario en las afueras de la capital. En Pueblo Nuevo mantuvieron tales características, que a fuerza de cañonazos se barrió la calle mayor del Taulat, repitiéndose el caso en el Clot y, mediada la tarde, en el Paralelo. Prácticamente quedó dominada la rebelión, aunque el viernes 30 todavía se produjeron colisiones. La Guardia Civil asumió la tarea de eliminar los ‘pacos’ que desde las azoteas acostumbraban a obrar sobre seguro.
Publicado el 31 un bando ordenando la apertura de los comercios y aconsejando la vuelta a la normalidad, la única consecuencia seria de la jornada consistió en la intervención de la Guardia Civil contra los grupos dedicados a saquear las ruinas de un convento en la calle de Roger de Flor.
El balance total de víctimas creemos no ha sido posible fijarlo. Por las fuerzas uniformadas resultaron muertos un oficial y cinco soldados, y heridos cuatro oficiales y sesenta y un soldados, de los que veintiuno lo fueron gravemente; cuarenta y uno contusos, tres de bala y los restantes de piedra. A los rebeldes se les calcularon cien muertos y trescientos noventa heridos; al menos, de éstos se tuvo noticia; pero hay que suponer que muchos rehuyeron la asistencia facultativa para eludir también las posibles responsabilidades.
Por parte de la Policía gubernativa resultó muerto el agente del cuerpo de Vigilancia don Santos Juanes de Elera, de la delegación de Pueblo Nuevo; otro funcionario –don Rafael Molina-, que estuvo batiéndose en las barricadas, enloqueció; don Manuel Cordero, afecto a la Delegación del Norte, desapareció sin dejar rastro, y al también agente señor Barrojo hubo necesidad de amputarle una pierna. Don Melchor Acción salió con las piernas atravesadas por un balazo. A los citados hay que añadir seis agentes más, heridos de menor consideración. Y en el Cuerpo de Seguridad hubo veinticuatro bajas, repartidas así: un muerto, cinco heridos graves y dieciocho contusos.
(continúa...)
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