Bueno. Pero lo que yo quería subrayar es que precisamente no es una empresa utópica querer restaurar el orden social cristiano.
Por eso ponía el ejemplo de "los otros", que demostraron con su ejemplo y paciencia (dignas de mejor causa) que no era algo utópico querer restaurar un antiguo orden social (el pagano) que se creía ya feliz y definitivamente arrumbado y finiquitado por otro orden social distinto que le sustituyó (el de Cristiandad).
La promesa divina no es una invitación a hacer nada, sino todo lo contrario: nos permite no caer en la desesperación ante la vista de una empresa
supuestamente difícil desde un punto de vista meramente humano.
Evidentemente, cuando se habla de reconstrucción del orden social cristiano, es necesario referirse a la previa restauración del poder legítimo, es decir, del sostenedor de las únicas bases y fundamentos socio-políticos que han de guiar dicha reconstrucción, sin perjuicio de la necesaria imperfección de toda obra humana en esta vida terrena. Lo que fue factible durante el régimen de Cristiandad (con todas sus accidentales imperfecciones humanas), también puede volver a ser factible otra vez (también con sus inevitables y accidentales imperfecciones humanas), actualizado y desarrollado al momento actual mediante la incorporación de todo legítimo progreso o modificación perfectiva.
Por otro lado, dicho sea de paso, ésa es precisamente la única función para la que nació la Comunión: para restaurar el poder legítimo. Si consideramos que ésa es también una empresa utópica, entonces tendríamos que llegar a la absurda conclusión de que nuestros Mártires de la Tradición se esforzaron, sufrieron y murieron por una utopía, y que, por tanto, habría de procederse a la disolución de la Comunión, la cual luchó por algo utópico. Huelga decir que eso no es verdad, y que la victoria en esta lucha (que ya dura 185 años) es perfectamente factible (requisito sine qua non para la posterior reconstrucción del orden social cristiano, con todas sus accidentales imperfecciones humanas).
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