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Tema: ¿Qué se hizo de los "Caídos por Dios y por España"? ¿Qué "Dios" y qué "España"?

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    ¿Qué se hizo de los "Caídos por Dios y por España"? ¿Qué "Dios" y qué "España"?

    En líneas generales, esta fue la génesis del homenaje y reverencia a los Caídos en la Cruzada de Liberación, que en España se mantuvo (aunque en permanente declive) durante el mandato de Francisco Franco para finalmente desaparecer con él, en 1975:

    El final de la guerra de España, que proclamó el último parte del Cuartel General Militar del Generalísimo en la noche del 1 de abril de 1939, Sábado Santo, hizo inmediatamente presente el dolor y el duelo a los Caídos en la terrible contienda.

    El 16 de abril de 1939 el papa Pío XII expresó radiofónicamente a los católicos españoles su congratulación por «el don de la paz y de la victoria, con que Dios se ha designado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probado en tantos y tan generosos sufrimientos». En el mensaje, manifestó sus halagüeñas esperanzas de que el camino de la tradicional y católica grandeza de España había de ser el norte que orientara a todos los españoles, amantes de su religión y su patria, en el esfuerzo de organizar la vida de la nación en perfecta consonancia con su nobilísima historia de fe, piedad y civilización católicas. Pío XII no olvidó reverenciar la memoria de los mártires que habían muerto por su fe y amor a la religión católica.

    En la política de pacificación, el Episcopado aconsejó a todos que siguiesen los principios inculcados por la Iglesia y proclamados por el Generalísimo Franco: justicia para el crimen y benévola generosidad con los equivocados. No había que olvidar a quienes habían sido engañados por una propaganda mentirosa y perversa, conduciéndoles nuevamente con paciencia y mansedumbre al seno regenerador de la Iglesia y al tierno regazo de la patria.

    Ya en la inmediata posguerra, la Jerarquía Eclesiástica se ocupó de la rehabilitación del recuerdo de los mártires de la Iglesia. Ello ocupó la consideración de la Conferencia de Metropolitanos españoles. En la reunión que se celebró en Toledo, presidida por el Cardenal Isidro Gomá, Arzobispo Primado, los días 2 a 5 de mayo de 1939, fueron varios los acuerdos que se tomaron para la ejecución de los que se habían adoptado en la conferencia de noviembre de 1937, para cuando acabara la guerra.

    En primer lugar, se convino nombrar una comisión que se encargase de recoger todo el material posible que ofreciera los datos fehacientes para la historia de la persecución que la Iglesia había padecido en España durante aquellos últimos años, particularmente «con fines de apologética y de glorificación de nuestros mártires y singularmente de los obispos y sacerdotes». Fundamentalmente podrían servir los cuestionarios remitidos o que se enviaran a las últimas diócesis que habían sido liberadas. Fruto de los trabajos de la comisión, podría ser la publicación de uno o varios folletos o libros sobre la naturaleza, extensión y magnitud de la persecución sufrida por la Iglesia en España y sobre el número y la magnificencia de sus mártires.

    Otro resultado especial sería la publicación de un libro de síntesis sobre la historia de la catástrofe que había sufrido la Iglesia española, añadiendo a la parte histórica el estudio de sus causas morales y sociales. Asimismo, y como tributo del episcopado a sus hermanos difuntos, podría publicarse una monografía sobre su historia y martirio. Por último, cada diócesis publicaría un opúsculo semejante dedicado a sus sacerdotes, seminaristas y religiosos martirizados.

    - Se acordó también proponer a todos los prelados que,como homenaje a los eclesiásticos asesinados por los marxistas, se celebrara un funeral solemne en todas las catedrales, iglesias parroquiales y conventuales. Asimismo, se dispuso que se celebrase otro funeral por todos los españoles que habían sucumbido por Dios y por España. La Conferencia propuso igualmente que se colocara, en el interior de las catedrales, una lápida en la que estuviesen inscritos los nombres de los sacerdotes asesinados, de las diócesis respectivas, figurando a la cabeza el del prelado, si hubiera sido asesinado también. Ello sin perjuicio de que se inscribieran, en sus respectivas parroquias, los nombres de los sacerdotes que allí ejercieron su ministerio. Además,donde hubiese constancia de que hubiera sucumbido algún sacerdote, si fuese un sitio público, se señalaría el lugar al menos con una cruz y una sencilla inscripción.

    Estos acuerdos fueron una réplica a la disposición legal, por Decreto de 16 de noviembre de 1938, de que figurase una inscripción en los muros de cada parroquia con los nombres de los caídos durante la guerra.

    De igual forma se decidió la celebración de funciones de desagravio a Dios, como reparación de los sacrilegios cometidos en España por la Revolución, en la forma que cada prelado ordenase para su diócesis, y se propuso que se hicieran en toda España durante la novena y fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, dándoles solemnidad extraordinaria y fervor de expiación y penitencia.

    - Por Ley de 10 de diciembre de 1938 se restableció la integridad, propiedad y jurisdicción eclesiástica en los cementerios parroquiales, poniendo fin a su secularización. Se recuperó la práctica de los enterramientos ad santos, o al menos dentro del espacio sagrado de los templos, criptas y casas religiosas.

    - Al margen de la autoridad eclesiástica sobre los lugares sagrados, desde el Nuevo Estado se homenajeó a los Caídos. Por Ley de 16 de mayo de 1939 se facultó a los ayuntamientos para dispensar o reducir las exacciones municipales que gravaban las inhumaciones, exhumaciones y traslados de los cadáveres de los Caídos por la barbarie roja o en el frente; lo que fue justificado en el breve preámbulo de la Ley por «la necesidad de rendir el postrero homenaje de respeto a los restos queridos de personas asesinadas en circunstancias trágicas o muertas en el frente y cuyo enterramiento se ha verificado muchas veces en lugares inadecuados».

    - En 1939, en carta pastoral, el Cardenal Isidro Gomá afirmó que una lección altísima de la guerra era la fuerza religiosa del espíritu español, ejemplificada en el martirio: «Nos referimos al volumen imponderable del número, del heroísmo, de las formas inverosímiles de tormento, de paciencia invicta que nos ofrece el martirio de millares de españoles sacrificados por su profesión de cristianos». Hasta el punto que, tal vez, lo que diese definitivamente su eficacia al Movimiento Nacional fuera el martirio que sufrió por Jesucristo un gran número de millares de católicos españoles, que como testigos eran prueba invicta del arraigo de la fe colectiva de todo un pueblo.

    El Cardenal Gomá expresó su pesar por ciertas formas de traducir este pensamiento y hecho universal ante la muerte que tal vez desdecían del pensamiento cristiano sobre Dios y patria, y hasta de la idea cristiana del heroísmo y de la muerte:
    «Una llama que arde continuamente en un sitio público, ante la tumba convencional del «soldado desconocido», nos parece cosa bella, pero pagana. Es símbolo de la inmortalidad, de la gratitud inextinguible, de un ideal representado por la llama que sube, pero sin expresión de una idea sobrenatural. Un poema ditirámbico que se canta en loor de los “caídos”, con pupilas de estrellas y séquito de luceros, es bellísima ficción poética, que no pasa de la categoría literaria: ¿Por qué no hablar el clásico lenguaje de la fe, que es a un tiempo el clásico lenguaje español?
    Más cristiano es lo que hemos visto en las parroquias de Francia, en las que se ha esculpido en mármol el nombre de los feligreses que sucumbieron en la gran guerra, con los símbolos y fórmulas tradicionales de la plegaria cristiana por los difuntos: es una forma de memento que al par que fomenta el espíritu de parroquia, recuerda a la feligresía el heroísmo cristiano de sus muertos y el deber de dedicarle soraciones y sufragios»

    El entierro con honores fúnebres del general Sanjurjo encuadró la celebración del 29 de octubre, día de los Caídos, en aquel Año dela Victoria. Tras haber sido trasladados sus restos mortales desde el cementerio portugués de Estoril, se dijeron misas sin interrupción en la capilla ardiente instalada en la madrileña Estación de Mediodía. Desde aquí se organizó la comitiva que trasladó sus restos hasta la Estación del Norte. El convoy fue recibido en acto de homenaje a pie de andén a su paso por las estaciones de Villalba, El Escorial, Ávila, Valladolid, adquiriendo los actos especial relevancia en Burgos y, tras su paso por Vitoria, en Pamplona.

    El periodista Francisco de Cossío subrayó, en el artículo «Un entierro histórico», que los restos mortales se hacían símbolo y, descendiendo de nuevo el espíritu, vivificaba cuanto el hombre muerto representó en la vida. El entierro de Sanjurjo era no sólo el homenaje que se debía a un héroe, sino el acto de adhesión profunda y grave que España debía a su Ejército. Apiñados en torno al féretro, iban todos los Caídos por España, los supervivientes y héroes. Un acto que era estimado por el columnista del ABC como un buen reactivo para los desmemoriados («Un entierro histórico», ABC, Madrid,21-X-1939).

    El deber de recordar, sobre todo a los muertos anónimos cuyos cadáveres no habían sido recuperados, fue señalado también por Francisco de Cossío, el 28 de octubre, en el artículo «Los caminos sagrados».

    En 'La Vanguardia Española', de Barcelona, ese día 29 de octubre, escribió Jacinto Miquelarena que el grito «¡Presente!» no había de convertirse en la fórmula de un rito sin calor, pues era la esencia misma de la Nueva España y exigía cumplir con el deber: «Los Caídos cumplieron con su deber y exigen que cumplamos con el nuestro».
    El editorial de 'La Vanguardia Española' del 29 de octubre de1939 destacó aquel origen, que daba sentido al martirio de muchos antes y después del 18 de Julio:
    «Caídos por Dios y por España. Hoy hace seis años que José Antonio os trazó, con su mano de profeta y de precursor, el camino del martirio, al trazaros las normas para vuestra voluntad de servicio. ¡Caídos que asistíais al discurso fundacional de nuestra Falange! Muchos de vosotros sucumbisteis en la altiva intemperie de la primera hora; a otros os cupo mayor notoriedad en el sacrificio, aunque no mayor gloria en el mérito, porque el mérito de todos se iguala en la sublimidad del martirio común. Hoy hace seis años que la mano del maestro, del apóstol y del camarada os trazó la ruta por donde él mismo os había, como siempre, de acompañar» ("In hoc signo vinces", La Vanguardia Española, 29-X-1939.)

    Luis de Galinsoga, director del diario barcelonés, escribió, en su columna periódica «Los hombres y los días», que aquel acto fundacional fue germen del Nuevo Estado («Semilla y fruto», La Vanguardia Española, 29-X-1939.)

    El escritor Eduardo Marquina afirmó en otro artículo en el mismo diario barcelonés: "No hay otro modo de culto que vivir a imagen y semejanza de los Caídos, debiéndose confirmar y renovar los votos periódicamente en el aniversario ante la Cruz de los Caídos". («Renovación de votos», La Vanguardia Española, 29-X-1939).

    -El editorial de ‘Arriba’ de aquel 29 de octubre de 1939 destacó en José Antonio Primo de Rivera su santidad por el sacrificio de su muerte el 20 de noviembre de 1936 y por su entrega voluntariamente aceptada a la causa de España ya desde el acto de fundación del partido. Desde el 19 de noviembre de 1939, el culto del 'Ausente' alcanzó su mayor exaltación en el ritual de traslado de sus restos mortales a hombros de militantes falangistas con todo el ceremonial y sentimiento por carreteras y pueblos desde Alicante (donde había sido fusilado y enterrado) hasta El Escorial (Madrid).

    Tras la sepultura del cadáver de José Antonio Primo de Rivera, se incidió en la localización del recuerdo a los Caídos, señalando y delimitando los emplazamientos que debían acoger los restos mortales de todos ellos.

    El lugar de Paracuellos de Jarama (Madrid) se situó en el centro de aquella exigencia. Por Decreto de 3 de febrero de 1940 se concedieron honores de capitán general, con mando en plaza, a los restos de los españoles asesinados en Torrejón de Ardoz. Con anterioridad, en diciembre de 1939, la Asociación de Familiares había llevado a cabo la exhumación de restos mortales en ese término municipal, siendo recuperados 414 cadáveres, de los que se lograron identificar 64. En el acto de homenaje celebrado el 18 de febrero de1940, seis cadáveres, a los que se les dio sepultura con honores de capitán general, fueron trasladados al cementerio de Paracuellos.

    En el editorial de ‘La Vanguardia Española’ del martes 20 de febrero se destacó que la ceremonia había sido, de manera digna a la memoria que se evocaba, “un tácito juramento de guardar el legado de los «mártires que murieron por la patria haciendo imperecedera, con el recuerdo del crimen sin nombre, la voluntad tensa e irrevocable de defender a España contra todos los enemigos más o menos larvados del pensamiento y de los amores en cuyo holocausto aquellos compatriotas heroicos dieron su sangre generosa».

    Cada homenaje fúnebre en toda España era —subrayó el editorial de la edición madrileña de ABC del día siguiente— una lección alentadora para alcanzar el porvenir de España. Cada fosa debía ser un ejemplo, y no un símbolo funerario. Multiplicándose así los monumentos a los Caídos» en todas las localidades de nuestra geografía.

    Sin embargo, tal homenaje también conllevaba la focalización en un único punto espacial de la Península. Así, el Decreto de 1 de abril de 1940, de la Presidencia del Gobierno, dispuso, con objeto de perpetuar la memoria de los que cayeron en la Cruzada, la elección como lugar para su reposo la finca situada en las vertientes de la Sierra de Guadarrama, conocida como Cuelgamuros y declaró de urgente ejecución las obras para alzar una basílica, un monasterio y un cuartel de Juventudes. La necesidad particular de este lugar respondía, según el preámbulo justificativo del Decreto, a la dimensión de la Cruzada, la heroicidad de los sacrificios que la victoria encerraba y la trascendencia de esa epopeya para el futuro de España, que no podían quedar perpetuados por los sencillos monumentos conmemorativos alzados en villas y ciudades. Por su capacidad de rememorar la enormidad del acontecimiento de la guerra y la magnitud del sacrifico de las víctimas, se concluía:
    «Es necesario que las piedras que se levanten tengan la grandeza de los monumentos antiguos, que desafíen al tiempo y al olvido y que constituyan lugar de meditación y de reposo en que las generaciones futuras rindan tributo de admiración a los que les legaron una España mejor. A estos fines responde la elección de un lugar retirado donde se levante el templo grandioso de nuestros muertos en que por los siglos se ruegue por los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria. Lugar perenne de peregrinación en que lo grandioso de la naturaleza ponga un digno marco al campo en que reposen los héroes y mártires de la Cruzada».

    Si el Generalísimo Franco como jefe del Estado encabezó la suscripción para alzar un altar en Paracuellos, la Presidencia del Gobierno —que Francisco Franco ocupó junto a la Jefatura del Estado— impulsó este otro magno proyecto de panteón bajo su control a través del Consejo de Obras del Monumento. Este fue un gesto para la perpetuación del recuerdo de la Cruzada y de los Caídos en defensa de la causa nacional. Así, se previó el traslado de los restos de víctimas no identificadas, que hubieran padecido bajo la dominación roja, al Panteón de los Caídos.

    En la Orden de 4 de abril de ese año 1940 se expuso que la diversidad de lugares donde la saña marxista condujo a sus víctimas para darles muerte había motivado la existencia, en muchos términos municipales, de sitios con restos humanos que, al no ser posible su identificación, no habían sido reclamados por familiares para trasladarlos al cementerio. El debido homenaje a los Mártires exigía que, hasta que pudieran ser recogidos esos restos en el Panteón de los Caídos, se adoptasen medidas para evitar posibles profanaciones y asegurar el respeto debido.

    El Monumento Nacional a los Caídos
    Próxima la terminación de las obras en el Valle de Cuelgamuros se creó una Fundación, que había de ejercer, bajo el patronato del Jefe del Estado, la titularidad del monumento con todos sus bienes y pertenencias. Por Decreto-Ley de 23 de agosto de 1957 se creó la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Sus fines serían rogar a Dios por las almas de los muertos en la Cruzada Nacional, impetrar las bendiciones del Altísimo para España y laborar por el conocimiento e implantación de la paz entre los hombres sobre la base de la doctrina social cristiana.

    Para el cumplimiento de estos fines, el Patronato de la Fundación concertaría, con la abadía benedictina de Silos, el establecimiento en el Valle de Cuelgamuros de una abadía benedictina de la «Santa Cruz del Valle de los Caídos», que tendría carácter independiente. En el preámbulo de esta disposición, el significado del monumento se justificó por la fe religiosa del pueblo español, el sentido profundamente católico de la Cruzada y el signo social del Nuevo Estado que nació de la guerra.

    Pero este recuerdo debía ir acompañado del perdón que impone el mensaje evangélico. Además, los lustros de paz tras la Victoria vieron el desarrollo de una política guiada por el más elevado sentido de unidad y hermandad entre los españoles: «Este ha de ser en consecuencia, el Monumento a todos los Caídos, sobre cuyo sacrificio triunfen los brazos pacificadores de la Cruz».

    La inauguración del monumento ocurrió el 1 de abril de 1959, en el vigésimo aniversario del final de la Cruzada. El Jefe del Estado, Francisco Franco, fue recibido a la entrada de la cripta por la comunidad benedictina del monasterio del Valle de los Caídos, con su abad mitrado al frente, fray Justo Pérez de Urbel, que le ofreció agua bendita y le dio a besar el Lignum Crucis. Seguidamente, bajo palio, y a los acordes del himno nacional, entró en la cripta acompañado por su esposa, Carmen Polo. El funeral fue oficiado en el interior de la basílica por el cardenal primado Pla y Deniel. Tras finalizar elacto litúrgico, y salir del recinto de la cripta bajo palio, el general Franco se dirigió al templete instalado en la explanada de la basílica para pronunciar un discurso ante una explanada concurrida de excombatientes.

    El acontecimiento de la guerra de España conservaba el mismo sentido original, como Franco remarcó en su discurso. La guerra no fue una mera contienda civil, sino una verdadera Cruzada, que había adquirido la dimensión de una epopeya que trajo la mayor y más trascendente independencia contra la anti-España.La reactualización de aquel conflicto se imponía en el presente, pues el enemigo continuaba al acecho, sobre todo envenenando y avivando la curiosidad y el afán de novedades de la juventud:

    Mucho fue lo que a España costó aquella gloriosa epopeya de nuestra liberación para que pueda ser olvidado; pero la lucha del bien y del mal no termina por grande que sea su victoria. Sería pueril creer que el diablo se someta, inventará nuevas tretas y disfraces, ya que su espíritu seguirá maquinando y tomará formas nuevas de acuerdo con los tiempos.
    La anti-España fue vencida, y derrotada, pero no está muerta. Periódicamente la vemos levantar cabeza en el exterior y en su soberbia y ceguera pretender envenenar y avivar de nuevo la innata curiosidad y el afán de novedades de la juventud. Por ello es necesario cerrar el cuadro contra el desvío de los malos educadores de las nuevas generaciones».

    "La unidad que trajo la victoria en la guerra hay que mantenerla, pues la victoria no se ha administrado a favor de un grupo ni de una clase, sino en el de toda la nación. No cabe el descanso y no pueden desmovilizarse los espíritus después de la batalla.”

    Franco acabó haciendo un llamamiento a mantener la hermandad original forjada en las filas de la Cruzada; “a evitar que el enemigo, siempre al acecho, pueda infiltrase; a inculcar en los hijos y aproyectar en las generaciones venideras la razón permanente del Movimiento”.

    En el acto ceremonial de inauguración del Valle de los Caídos destacaba una novedad al respecto conforme se manifestó en el discurso legal y político: si la redención de penas había sido el centro de la política penitenciaria del Nuevo Estado en sus inicios, aparece ahora el acto del perdón de los culpables como imperativo moral cristiano.
    Última edición por ALACRAN; 16/12/2018 a las 13:33
    Donoso dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: ¿Qué se hizo de los "Caídos por Dios y por España"? ¿Qué "Dios" y qué "España"?

    El olvido de la Iglesia española a los Caídos por Dios y por España no fue inmediato. Como tantas y tantas veces ante situaciones incómodas, la Jerarquía disimulaba ambigüedad dejando "sabiamente" correr el tiempo para que, desapareciendo los obispos leales al 18 de julio, los advenedizos se desentendieran cada vez más, sobre todo tras el Vaticano II.

    En definitiva, desde los años 60, el culto a los Caídos pasó a ser un evento oficial del Régimen; y casi ni eso, sino un evento de la Secretaría del Movimiento y excombatientes, solo en días señalados (18 de julio y 20 de noviembre), pasando las misas a los Caídos a decirse solo por encargo ( ... y por curas predispuestos a ello, algo cada vez más difícil) y casi siempre al margen de la colaboración episcopal.

    Pero, ya de modo definitivo, sí es posible señalar un año, una fecha, desde la que la Iglesia española, oficialmente se desenganchó de la Cruzada y de los Caídos; la desvergüenza sucedió en 1975, año que desde Roma fue declarado "Año de la Reconciliación" y que en España tomó un cariz político antifranquista por Tarancón y su cuadrilla de sinvergüenzas. Se plasmó en una declaración de la Conferencia episcopal del 20 de abril de aquel año, "La reconciliación en la Iglesia y en la sociedad" aprobada por mayoría absoluta del episcopado y en la que lisa y llanamente se mutaban radicalmente los términos del conflicto de 1936-39, desde una postura radicalmente mentirosa, bastarda y anticatólica (... aunque sí 100% "católica-conciliar", acorde con los cambios de chaqueta vaticanos).
    Puntos nº 27 y 28:

    “...27
    En nuestra Patria, el esfuerzo progresivo por la creación de estructuras e instituciones políticas adecuadas ha de estar sostenido por la voluntad de SUPERAR LOS EFECTOS NOCIVOS DE
    LA CONTIENDA CIVIL QUE DIVIDIÓ ENTONCES A LOS CIUDADANOS EN VENCEDORES Y VENCIDOS,Y QUE TODAVÍA CONSTITUYEN OBSTÁCULO SERIO PARA UNA PLENA RECONCILIACIÓN
    ENTRE HERMANOS.

    LA FIDELIDAD AL MANDATO DE CRISTO, QUE NOS URGE AL MUTUO PERDÓN
    debe hacer posible, en la vida privada y pública, lo que tan duro y dificil es para el corazón del hombre.

    LAS NUEVAS GENERACIONES QUE NO VIVIERON AQUEL CONFLICTO NOS PIDEN, Y CON RAZÓN, LA GENEROSIDAD SUFICIENTE PARA CONSTRUIR, UNIDOS EN LA ESPERANZA, UN FUTURO MÁS JUSTO Y MÁS FRATERNO
    .

    28. PARA AVANZAR en nuestro pais por eI CAMINO HACIA LA RECONCILIACIÓN, ES NECESARIO LOGRAR UN RECONOCIMIENTO MÁS EFECTIVO DETODOS LOS DERECHOS DE LAS PERSONAS Y DE LOS GRUPOS SOCIALES...

    Edición del domingo, 20 abril 1975, página 7 - Hemeroteca - Lavanguardia.es

    Vaticano y obispos, aventajados perrillos falderos de las masónicas instancias internacionales, degradaban la Cruzada por Dios y por España a simple "contienda civil" egoísta y partidista..., nuevo y falsísimo punto de partida necesario para la mojiganga democrática que se nos iba a vender: "el reconocimiento efectivo de todos los derechos de las personas y de los grupos sociales".
    O sea, vuelta al mismo punto de partida que en 1936; en definitiva, que el bando democrático (...rojo) tuvo más razón que el bando nacional...

    En fin, la más peligrosa y contundente de tantas y tantas barrabasadas taranconianas (teledirigida a distancia por su amo Pablo VI), sumada a las consabidas sacristías y conventos ocultando armamento y explosivos etarras, detenciones de curas etarras o alborotadores, innumerables homilías multadas a párrocos de toda España (que sin pestañear pagaba Tarancón), algaradas y amotinamientos en seminarios, huelgas de hambre de curas vascos en la cárcel de Zamora, en el país Vasco, Madrid y Barcelona (el pacifista mosén Xirinachs), la escandalosa 'Asamblea de Vallecas' de mons Iniesta, etc

    Eran tantos los focos conflictivos con curas al fondo, que esta declaración no tuvo toda la resonancia que debió; ¡menos mal que no predicaba el levantamiento armado contra Franco! (aunque ello tampoco hubiera extrañado gran cosa...).


    Última edición por ALACRAN; 22/12/2018 a las 00:51
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: ¿Qué se hizo de los "Caídos por Dios y por España"? ¿Qué "Dios" y qué "España"?

    ...Año 1975... nada menos que "Año Santo de la reconciliación" en todo el orbe católico, y que en España, además de la anterior declaración conllevaba la petición de amnistía para los presos políticos (etarras, marxistas...) por instancias de los obispos más progres, de Justicia y Paz (Ruiz Giménez), 'Cristianos para el socialismo' y alguna otra... que finalmente la conferencia episcopal no se atrevió a proponer a Franco. Políticamente, el horno no estaba para bollos aquel año en España (terrorismo, fusilamiento de terroristas, campañas internacionales contra el Régimen, muerte de Franco)

    ¡¡"Contienda civil" pues, a secas, declaraban los obispos taranconianos a la Cruzada de 1936-39!!
    Pero para resaltar la desvergüenza, confrontemos ese calificativo con otros anteriores sacados de Papas, Cardenales primados y documentos colectivos de los obispos españoles :
    La actual lucha ... reviste forma externa de guerra civil, pero en realidad es una Cruzada. Sublevación no para perturbar el orden, sino para restablecerlo " (Pío XI, 1936)

    “Debe reconocerse en esta guerra un espíritu de verdadera cruzada en pro de la religión católica(Mons. Gomá, Cardenal Primado, nov. 1936)

    “El sano pueblo español, ...se alzó en defensa de los ideales de fe y civilización cristianas... (Pío XII 1939)

    "El carácter de guerra civil del primer momento se transformó en Cruzada". (Mons. Pla y Deniel, Cardenal Primado, agosto de 1945)

    "Dolorosa y sangrienta operación quirúrgica de nuestra Cruzada" (Mons. Eijo Garay, obispo de Madrid-Alcalá, agosto de 1949)

    “La Iglesia no hubiera bendecido un mero pronunciamiento militar ni a un bando de una guerra civil. Bendijo, sí, una Cruzada. ... Fue una guerra ideológica, y por ello una verdadera Cruzada por los que COMBATÍAN POR DIOS Y POR ESPAÑA”. ESO ES LO QUE HOY ALGUNOS OLVIDAN Y OTROS QUIEREN TERGIVERSAR” (Mons Pla y Deniel Cardenal Primado, “A los alféreces provisionales en homenaje a la memoria del General Moscardó, 1958)

    Fue una santa Cruzada que frenó en Occidente el ímpetu arrollador del marxismo, enemigo de la Cruz de Cristo" (Cardenal Ottaviani, 1961)

    (Tomado de aquí: https://es.slideshare.net/el--exclau...ntextos-193645 )

    Sobre los antecedentes republicanos que provocaron y precipitaron la Cruzada, del que los obispetes taranconianos no decían ni pío, así se expresaban las autoridades eclesiásticas decentes de otras épocas:

    “La guerra pudo preverse desde que se atacó ruda e inconsideradamente al espíritu nacional desde el año 1931(Carta colectiva de los obispos españoles”, Julio de 1937)

    La revolución de 1931 conmovió los fundamentos de la nación española por la sustitución brusca de sus instituciones políticas y la inesperada acometida del ateísmo legal (Mons. Gomá, Cardenal Primado de España, 1939)

    Quinquenio oprobioso de 1931 a 1936, en algunas épocas, cerraron escuelas y colegios de la Iglesia, suprimieron la prensa católica, amordazaron la radio y quemaron muchos templos” (Mons. Morcillo, 1956)

    “¿Quién puede dudar que, en 1936, se había llegado en España a estado de subversión y de anarquía, cuando se habían cometido desmanes, incendiado iglesias y los mismos agentes armados del Gobierno allanaban moradas para cometer asesinatos nocturnos? A esto se había llegado antes del 18 de Julio. ... Pudimos los obispos españoles declarar el derecho que se tenía a un justo alzamiento contra el terror y la anarquía por el bien común y por la salvación de España” (Mons Pla y Deniel, Cardenal Primado de España, 1958)

    ...
    Y sobre la rimbombante calificación del bando rojo, llamado por los taranconianos nada menos que "ciudadanos... vencidos", los antiguos prelados los tachaban de muy otro modo, algunos hasta como demonios o anticristos:

    Todo lo más divino: reliquias santísimas, vidas consagradas; destruido del modos más villano y bárbaro, jamás visto, de fuerzas salvajes y crueles que pueden creerse imposibles hasta a la misma naturaleza humana... preparación satánica ...
    Han asesinado obispos y sacerdotes, incendiado y saqueado templos... horribles y sacrílegos atentados... sacrílegos asesinatos e incendios se han verificado antes de todo apoyo oficial de la Iglesia (Pío XI, 1936)

    "Cristo y el Anticristo se dan la batalla en nuestro suelo. (Cardenal Gomá 1936)

    El dolor de España! Dolor de la sangre de nuestros hermanos, que han caído por millares... Dolor de las piedras calcinadas de nuestros templos,.. Dolor del ultraje hecho a Dios, perpetrado en las formas más antidivinas, y, por lo mismo, más repugnantes... cometido en las personas de sus sacerdotes, en la profanación de sus templos, en robos horrendos de vasos, reliquias, ornamentos. Porque esta guerra, por parte de los enemigos de nuestro Dios, ha sido un sistema vastísimo de sacrilegios, perpetrados a sangre fría, y que culminaron en el más simbólico y clamoroso: el fusilamiento del Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles... Dolor de millares de sacerdotes asesinados, con saña inhumana,... Nunca en la historia se vio una matanza de sacerdotes como la hemos visto en España (Cardenal Gomá “El sentido cristiano español de la guerra”, enero de 1937)


    Misterio de nuestra Cruzada y el hecho de los miles de mártires que sucumbieron por la causa de Cristo, bien sea en lugares de tormento, bien sea en los campos de batalla. (Mons Arriba y Castro, arzobispo de Tarragona, Mayo de 1951)

    ¡¡Vaya con los asesinos de católicos reciclados por Pablo VI, Tarancón y compañía a "ciudadanitos vencidos" y dignos de compasión... ¡Qué "minucias" cometieron, los pobrecitos!

    Ah, y si se protestaba por la monstruosa injusticia y abuso de Tarancón y los suyos, respuesta sencilla: se era un repugnante bunkeriano, un mal católico, sectario, rencoroso, intransigente, y hasta digno de condenación eterna, etc.
    O sea: "... a baculazo limpio contra el disidente justo por lo contrario por lo que te sacudían 20 años antes" (R. García Serrano)

    Y por supuesto, a seguir año tras año pidiendo y viviendo del dinero presupuestado para los eclesiásticos por el bando "vencedor". Eso no lo "perdonaban", no...

    Última edición por ALACRAN; 28/12/2018 a las 02:04
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  4. #4
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    Re: ¿Qué se hizo de los "Caídos por Dios y por España"? ¿Qué "Dios" y qué "España"?

    Si de 1975 pasamos a 1986, se celebraba en dicho año el 50º aniversario de la Cruzada de Liberación (ya"Guerra Civil" a secas desde hacía bastantes años).

    Para entonces ya no estaba Tarancón, pero la Conferencia Episcopal publicaba el documento "Constructores de la paz" con un apartado para la reflexión sobre dicha Guerra de 1936-39, manteniendo el cambio de chaqueta y el característico embrollo de textos confusos y contradictorios.
    https://www.conferenciaepiscopal.es/documentos/Conferencia/pdf/LIBRO06.PDF

    Esto decían sobre el tema:

    ...DIFICULTADES INTERNAS PARA LA PAZ Y LA CONVIVENCIA
    ... 78. En este mismo año (1986) celebramos el cincuenta aniversario de la guerra civil. El recuerdo de aquella trágica experiencia pesa todavía, quizá excesivamente, sobre la vida social y política de nuestra Patria. La misión pacificadora de la Iglesia nos mueve a decir una palabra de paz con ocasión de este aniversario. Tanto mas, cuanto que las motivaciones religiosas estuvieron desgraciadamente presentes por ambas partes en la división y enfrentamiento de los españoles.
    ¡¡O sea, que falsa y maliciosamente achacan los obispos también al bando nacional la culpa del enfrentamiento!! Pero ¿acaso no empezó a provocar el bando rojo quemando iglesias sin motivo desde 1931 a solo un mes de proclamada la II República?

    ¿Y cómo nada menos que unos obispos se atreven a decir que las motivaciones religiosas pueden ser una "desgracia"? En todo caso, desgracia fueron las motivaciones antirreligiosas de uno de los bandos para crear el conflicto, como siempre entendió todo católico con dos dedos de frente. Nunca hubo entonces quema de sedes socialistas o comunistas en represalia, para hacer la culpabilidad de los bandos equiparable.

    79 . No sería bueno que la guerra civil se convirtiera en un asunto del que no se pueda hablar con libertad y objetividad. Los españoles necesitamos saber con serenidad lo que verdaderamente ocurrió en aquellos años de amargo recuerdo.

    Los estudiosos de la historia y de la sociedad tienen que ayudarnos a conocer la verdad entera acerca de los precedentes, las causas, los contenidos y las consecuencias de aquel enfrentamiento. Este conocimiento de la realidad es condición indispensable para que podamos superar la de verdad. Por ello hay que desautorizar los intentos de desfigurar aquellos hechos, omitiendo o aumentando cualquiera de sus elementos, en favor de una posición determinada o la desautorización de personas, ideologías o instituciones. En ningún caso se debe utilizar una imagen desfigurada de lo ocurridocomo argumento en favor o en contra de nadie en la actual situación española. Tal procedimiento podría avivar los rescoldos de la división todavía no apagados del todo y perpetuar en las generaciones jóvenes actitudes de intolerancia de consecuencias insospechables.

    Saber perdonar y saber olvidar son, además de una obligación cristiana, condición indispensable para un futuro de reconciliación y de paz.

    Así que “necesitamos saber con serenidad lo que verdaderamente ocurrió”... por tanto, nada de apelar a la "carta colectiva de los obispos españoles" de 1937, y a excluir, pues, TODOS los documentos incluso episcopales y papales que tocaron el tema y lo habían dejado zanjado, católicamente hablando.
    Ahora, debe el rebaño católico escuchar "con serenidad" y aceptar el dictamen de “estudiosos”... afectos al bando republicano, se sobreentiende (los Southworth, Preston, G. Jackson , Tuñón de Lara, etc.) ... pues de la otra parte, por descontado, la verdad católica siempre había coincidido con los historiadores del bando nacional.

    ¿Evitar una “imagen desfigurada de lo ocurrido”, “la intolerancia”...? decían ¿Por ejemplo... la de la "Carta colectiva de los obispos de 1937", o la de los textos papales?
    O sea, para los obispos de 1986, el punto de vista de los historiadores rojos “moderados” sería aceptable... ¡pero NUNCA lo serían los “intolerantes” Cardenales Gomá o Pla y Deniel o nada menos que los papas Pío XI y Pío XII que justificaron la Cruzada!

    Para acabar la tontería, sorprendentemente, tras haber pontificado que “necesitamos conocer la verdad” y bla bla bla de aquel conflicto... hete aquí que apelan como conclusión a... “saber olvidar...”(¡¡¡)
    Menuda ridiculez ¿En qué quedamos? ¿Es que nadie revisó el escrito?


    80. Aunque la Iglesia no pretende estar libre de todo error, quienes reprochan a la Iglesia el haberse alineado con una de las partes contendientes deben tener en cuenta la dureza de la persecución religiosa desatada en España desde 1931. Nada de esto, ni por una parte ni por otra, se debe repetir. Que elperdón y la magnanimidad sean el clima general de los nuevos tiempos.
    Más medias verdades y más humo...
    Dicen “persecución religiosa desatada en España desde 1931”, pero, añadimos, agravada salvajemente desde julio de 1936 por una de las partes contendientes,la misma que quería aniquilar a la Iglesia y en ello estaba, asesinando a miles de religiosos.
    Pero para estos obispos cobardes, aunque un bando estaba matando curas por miles lo ideal era que la Iglesia ¡¡hubiera sido neutral (o mejor, antifranquista)!!

    80... Recojamos todos la herencia de quienes murieron por su fe perdonando a quienes los mataban

    y de cuantos ofrecieron sus vidas por un futuro de paz y de justicia para todos los españoles.
    Aquí se ve claramente la consecuencia del nuevo punto de vista episcopal: Desaparecen los caídos por Dios y por España en bloque: ya se será o caído por Dios ("muerto por la fe") o bien caído por España ("por un futuro de paz y justicia").

    - Y es que los religiosos de 1936 “muertos por su fe” (o sea, caídos solo "por Dios") servirán a la Iglesia actual para desengancharse de su participación y responsabilidad en aquel conflicto: la Iglesia solo habría padecido entonces por causa "de la fe", nunca por España ; habría estado al margen de toda política, etc. Conclusión: para esos muertos eclesiales, se pedirá la beatificación (como santos de pro que eran);

    - ... Pero no así para carlistas, falangistas, soldados católicos de a pie y hasta gente del bando rojo (todos “caídos... solo "por España” al margen de la fe), que habrían muerto por motivos políticos, por culpa propia, mala suerte, y que habrían sido belicosos, interesados, hasta usar de la Iglesia para sus turbios e inconfesables fines y hasta serían culpables con su obcecación de la respectiva furia del bando rojo... pero nunca por la fe... Se les despacha con un eufemismo piadoso: murieron "por la paz y la justicia", y punto. Para estos: curso acelerado de "reconciliación" (...que, como es sabido, habrían sido algo gamberretes..)

    La primera beatificación de mártires de la Guerra civil (de religiosos, por supuesto) comenzó el siguiente año, 1987...
    Última edición por ALACRAN; 08/01/2019 a las 01:35
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  5. #5
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    Re: ¿Qué se hizo de los "Caídos por Dios y por España"? ¿Qué "Dios" y qué "España"?

    Crítica a la Conferencia Episcopal por su vergonzante pedido (abril de 1975) de “reconciliación” del bando vencedor franquista (que llevaba décadas ya reconciliado) con los derrotados del bando rojo derrotado en 1939.
    Bando "derrotado" que no estaba, ni mucho menos, por reconciliarse sino por vengarse, como hemos acabado viendo estas últimas décadas:

    Revista FUERZA NUEVA, nº 438, 31-May-1975

    RECONCILIARSE SÍ, PERO NO CON EL ERROR

    Es el que ofende el que debe solicitar el perdón

    ¿Quién tiene que reconciliarse con quién? Parece ser que lo que ha pedido la Conferencia Episcopal es que los vencedores nos reconciliemos con los vencidos. ¿Y es esto de aplicación para la verdadera justicia? Voy a demostrar que no.

    Cuatro puntos

    1.Esto no sería justo, puesto que nosotros, los vencedores, desde el día 1 de abril de 1939, día de la Victoria, nos reconciliamos con los vencidos, y les abrimos los brazos para abrazarlos como hermanos, y así lo hicimos con los que, limpias sus manos de sangre de mártires, se quedaron en España para sacarla, en unión de los vencedores, del marasmo en que había quedado. Franco firmó un decreto por el cual se pedía a todo aquel del bando vencido que quisiera quedarse en España que lo podía hacer, con la única condición de que tenía que estar limpio de sangre derramada por los miles de martirios cometidos durante el Poder Rojo. El que no se quedó fue porque no quiso; quizá porque su conciencia no estaba limpia, o porque así le pareció oportuno... Es decir, se negó a la reconciliación, aunque nosotros, los vencedores, seguimos con los brazos abiertos, y los hemos ido cerrando en fuerte abrazo cada vez que uno de los huidos ha ido viniendo para acogerse en el regazo de la Patria.

    2.Que nosotros, los vencedores de la Cruzada, habíamos olvidado y perdonado todo lo pasado lo demuestra el hecho de haber llegado a la situación actual, pues si no hubiéramos perdonado y olvidado no hubieran entrado en España los que no han olvidado y perdonado -los vencidos- a subvertir el orden establecido. Luego son estos últimos los que tienen que pedir la reconciliación, por seguir, todavía, con el espíritu revanchista de volver a lo de antes. La reconciliación no debe partir del justo, sino del injusto, volviendo a la justicia. Jesucristo, cuando habla de la reconciliación, no habla de reconciliarse Él con la humanidad, sino de la humanidad con Él, si ésta quiere entrar en el Reino de la Justicia, para lo cual instituyó el sacramento de la confesión. La verdad no puede perder su justa razón reconciliándose con el error, sino al contrario.

    ¿Porqué no se habla de otros?

    3.Que nuestra Cruzada fue justa, no cabe duda. Esta fue consecuencia de una situación nacional de verdadera injusticia, en la que vivir llegó a ser un hecho de pura casualidad... Persecución religiosa, quema de conventos, asesinatos, injusticia social, hambre, desgobierno, dictadura de gobierno partidista; es decir, injusticia en todas sus gamas.

    4.Hoy se habla del asesinato de García Lorca como de algo terrible, aunque la cosa no está todavía muy aclarada. Pero ¿por qué no se habla también de los asesinatos de Calvo Sotelo, José Antonio, Ruiz de Alda, Muñoz Seca, Melquiades Álvarez, José Martínez de Velasco, Fernando Primo de Rivera, Rafael Esparza, Manuel Rico Avelló, Ramón Álvarez Valdés (ministro de Justicia y miembro del Partido Republicano Liberal Demócrata), José Mª Albiñana, Oswaldo Fernández Capaz (general y colonizador de Ifni), todos hombres ilustres, abogados, juristas, ministros, diputados a Cortes, intelectuales de prestigio (tanto como lo pudiera ser García Lorca) y tantos y tantos más difíciles de recordar, así como los once obispos y cardenales, los diez mil sacerdotes, religiosos y religiosas, y los miles y miles de ciudadanos españoles que fueron martirizados y después muertos por Dios y por España en Paracuellos del Jarama, Torrejón de Ardoz, Cárcel Modelo de Madrid, Colmenar Viejo, Úbeda (Jaén), Cárcel Provincial de Castellón de la Plana, Castillo de Montjuich, Prisión de Ocaña, etc.?

    Todos estos lugares que nombro son de asesinatos en masa, colectivos, sin contar los asesinatos cometidos en las checas de Fomento, Bellas Artes, Dirección General de Seguridad, García Atadell y las 250 más que funcionaron durante toda la Cruzada en Madrid. Ahí están, en el Servicio de documentación del Ministerio de la Gobernación y Presidencia del gobierno, los testimonios fotográficos en cientos de álbumes, y escritos en miles de documentos, de muchos miles de españoles mártires, con los destrozos de sus caras y cuerpos causados por el martirio y las balas asesinas...

    Y dígame la jerarquía de la Conferencia Episcopal si por parte nuestra, por parte de los mártires y de sus familiares supervivientes a aquellas masacres, por parte de los vencedores, no ha habido verdadera reconciliación al olvidar todo aquello, desgraciadamente, y haber permitido que en España se haya llegado a la situación actual de subversión, provocada por los que no han querido reconciliarse, pues su rencor y falta de arrepentimiento no les ha dejado. ¿Ya sabe la jerarquía de la Conferencia Episcopal que hay muchos de aquellos mártires que están en proceso de beatificación y santificación? ¿Tendrán estos mártires que reconciliarse con sus asesinos? ¿No serán, en todo caso, los asesinos los que tendrán que reconciliarse con Dios y con los mártires?

    ¿Con los errores?

    Y hablando de la reconciliación dentro de la Iglesia, ¿debemos reconciliarnos con la herejía y los errores? O ¿serán más bien la herejía y los errores los que tengan que reconciliarse con Dios y con los hombres que siguen a pie firme los mandatos y dogmas de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana? Tenemos la tristemente célebre “Asamblea de Vallecas”. En las materias religiosas que se iban a tratar, aparte de las puramente políticas (de carácter marxista), figuraban seis herejías, veintidós errores graves y otros cinco puntos contra la religión instituida por Jesucristo.

    Y yo pregunto a la Conferencia Episcopal: ¿Debemos, bajo deber de conciencia, reconciliarnos con el cisma, la herejía y el error?, o ¿son el cisma, la herejía y el error los que tienen que reconciliarse con Dios y el resto de los españoles que comulgamos con la Verdad instituida por los dogmas católicos? El que ofende tiene la obligación de pedir la reconciliación para que el ofendido pueda hacer uso de la caridad del perdón. Cuantos más vengan, mejor. Serán bien recibidos.

    Debe quedar claro

    Es este un punto que, con urgencia, debe poner en claro la Conferencia Episcopal, pues los católicos españoles estamos en un verdadero lío de conciencia, y esto sí es responsabilidad de la jerarquía eclesiástica, que por olvido de la Justicia está cayendo a veces en el error y en la falta de caridad.

    Todo ello sirve también para contestar al editorial del diario “Ya”, del día 24 de abril del presente año 1975, titulado “TODOS TIENEN QUE SUPERARLO”, y que por ser periódico de significación cristiana -aunque no se sabe si de los cristianos católicos o de otra rama- debe reconocer todo lo que aquí digo. ¿O no? ¿No le parece a “Ya” que nosotros, los vencedores, lo tenemos todo esto “superado”? ¿No lo demuestra el que, nosotros, los vencedores, hayamos ido consintiendo que en ese diario se hayan dicho cosas como las que refleja su editorial y que, en vez de reconciliarse con nosotros, los vencedores, nos ataque hasta llegar, en muchos casos, al desprecio y al insulto?

    César CASANOVA GONZÁLEZ MATEO

    Última edición por ALACRAN; 04/05/2020 a las 17:50
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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  6. #6
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    Re: ¿Qué se hizo de los "Caídos por Dios y por España"? ¿Qué "Dios" y qué "España"?

    Otro artículo en la misma línea que el anterior, poniendo en guardia ante los obispos, "cabeza de puente" de la subversión en ciernes:


    Revista FUERZA NUEVA, nº 448, 9-Ago-1975


    “RECONCILIACIÓN”, O ¿PERDÓN Y CONVIVENCIA?

    “La agudización de las tensiones entre vencedores y vencidos no se debe a una continuidad natural, sino a la agitación subversiva calculadamente programada”.

    Hace bastante tiempo, y ahora, especialmente con motivo del Año Santo, nos martillea los oídos la palabra “reconciliación”.

    Creo que es un magnífico. caballo de Troya para introducir, con el disfraz. de cristianismo, los principios que necesariamente provocarán, de ser admitidos, la disolución del Estado nacido el 18 de julio de 1936.

    El intento más calificado en esta dirección es el último documento de la Conferencia Episcopal Española, que dice ser la reconciliación “posible y obligatoria”. Así lo decidieron los obispos en el último mes de abril, con el voto en contra de once prelados.

    Envuelta la tesis en nubes de humo (que dudo sean de incienso), se quiere comparar nada más y nada menos que con la famosa Carta colectiva de los obispos españoles de 1937, firmada “nemine discrepante” por todos los que en España se hallaban con posibilidad de ejercer sus funciones y que costó la vida al heroico obispo de Teruel, Fray Anselmo de Polanco.

    El referido documento, de carácter meramente pastoral, confunde evidentemente cosas tan importantes como la predisposición y práctica del perdón -que es de fuero interno- con el ejercicio de los derechos políticos de carácter liberal o socialista.

    Se enlaza nada menos que con la célebre declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de la Asamblea Constituyente francesa de 4 de agosto 1789, revalidados por la ONU en la Declaración universal de los derechos del hombre en 10 de diciembre de 1948,

    Anticipando con claridad y lealtad mi parecer, creo que carece de los requisitos necesarios para imponerse a las conciencias de los católicos españoles.

    El documento episcopal y sus comentarios

    Con la invocación a la conciencia fraterna y a la voluntad de superar los efectos nocivos de la guerra civil, hace declaraciones de envergadura, como la necesidad de admitir la pluralidad sindical y los llamados derechos de. reunión, expresión y asociación, y de oír la voz de la juventud en el momento presente, como estímulo hacia una meta de sociedad o estado más justo y más humano.

    Menos mal que respecto al famoso documento, el benemérito obispo de Cuenca, señor Guerra Campos, ha hecho unos comentarios colocando los puntos sobre las íes y haciendo presentes los aspectos dudosos, por no decir otra cosa, que contiene.

    Ni es una pastoral colectiva, ni se puede comparar con la de 1937 (personalmente firmada por aquellos obispos) “ni se puede aceptar que los cristianos regresen a fórmulas de origen decimonónico, de ideología marxista y liberal, que se opone sustancialmente (sic) a las exigencias de la fe”.

    Uno de los tópicos más difundidos entre ciertos activistas católicos dentro y fuera de España, escribe el obispo de Cuenca, es declarar superadas las enseñanzas dogmáticas de los Concilios anteriores (en especial el de Trento y el Vaticano Primero) por las tesis actuales; principalmente por las constituciones pastorales (digo yo) del Vaticano Segundo.

    Que durante siglos y siglos la Iglesia haya estado desviada de su misión es imposible de aceptar. Los frutos de santidad que ha dado durante dos mil años es cosa que con tal tesis sería inexplicable.

    Los Papas (infalibles de siempre, aunque la declaración dogmática tuviera lugar en el Concilio Vaticano Primero) ya nos advirtieron, y nos han advertido suficientemente durante más de un siglo, de los peligros de la democracia liberal y de las doctrinas marxistas, según iban apareciendo sus errores.

    Es cosa corriente en la doctrina pontificia del siglo XIX llamar a las libertades que ahora se propugnan “libertades de perdición”. Gregorio XVI con la encíclica “Mirari vos”, Pío IX con la “Quanta cura” y su anexo “Syllabus” y León XIII con la “Immortale Dei” y la “Quod Apostolici Muneris”, advirtieron a los fieles de los errores contenidos en las proposiciones liberales y socialistas.

    Los Papas del siglo XX tampoco se han callado. San Pío X con la “Pascendi” (y otros documentos) condenó el modernismo, modesto resfriado al lado de la actual septicemia progresista. Y Pío XI con la “Divini Redemptoris” e incluso el tan traído y llevado Juan XXIII en la “Mater et Magistra”, hacen presente la inaceptabilidad por la Iglesia de las doctrinas comunistas.

    Destaca, sobre todo, el decreto de la congregación del Santo Oficio de excomunión de los católicos que se afilien a partidos comunistas o les den apoyo, confirmado ex cathedra por Pío XII en 1 de junio de 1949.

    Esta doctrina de la Iglesia sigue siendo válida.

    No obstante, la historia moderna de Italia (cuya unidad política se hizo al toque de la trompeta de Garibaldi y con la interna labor de las logias masónicas), pasados más de treinta años de la pérdida de los Estados Pontificios, hizo que los movimientos inicialmente pensados para defensa y difusión de la fe católica, los llamados primero. “acción de los católicos” y después Acción Católica se contaminarán de liberalismo con matices marxistas, primero en el partido populista y hoy con la democracia cristiana. Pero lo peor es que se quiere hacer de su credo político, artículo de exportación.

    El Concilio Vaticano II, convocado con fines meramente pastorales (no ha hecho ninguna declaración dogmática), ha dado base a los progresistas -principalmente manejando la constitución “Gaudium et Spes”- para defender a capa y espada los llamados derechos de libre expresión de pensamiento, de asociación y de reunión.

    Es oportuno recordar que, de antaño, los canonistas se han quejado de que, en base del catolicismo, la Curia Romana dictara leyes iguales para todas las latitudes. Lo mismo para Europa que para China (recuérdese el problema de los ritos chinos y malabares). Y esto es lo mismo que ahora quiere hacerse en cuestiones políticas y sociales. Aplicar en todos sitios el demo-liberalismo en maridaje con los marxistas.

    Los resultados no pueden ser peores. Mucho hablar, por ejemplo, contra el régimen de Salazar, y, una vez derrocado a causa de la “apertura” de su sucesor, Caetano, todo para en Portugal (1975) en una dictadura comunista, bajo cuyo imperio las turbas intentan asaltar el edificio del Patriarcado de Lisboa.

    Trece obispos y más de siete mil sacerdotes asesinados en zona roja durante nuestra guerra de liberación del comunismo no han impedido -en contraste a la famosa Asamblea Conjunta celebrada en Madrid (1971), discutir la petición de perdón oficial y colectivo por el supuesto apoyo que la Iglesia dio a los nacionales, aunque se quisiera disfrazar con otras palabras.

    Un gran amigo mío, capellán que fue de un Tercio de Requetés, me comentaba indignado: “¿Pedir perdón por la guerra? ¡Es el colmo!

    Procuraremos impedir (incluso con “uñas y dientes”, según la famosa frase Labadie) el ejercicio de los derechos de libre emisión del pensamiento, de reunión y de asociación sin cortapisas, ya que, según las Leyes Fundamentales del Reino (artículos 12 y 33 del Fuero de los Españoles), no pueden atentar a los principios fundamentales del Estado, o sea, a la Unidad espiritual, nacional y social de España. Nos llaman los del bunker, pero, sin despreciar el ejemplo, propongo una expresión referente a un suceso anterior y español por los cuatro costados: “Los de Santa María de la Cabeza”. (1)

    Defenderemos la situación política actual a toda costa, pero, si fracasamos en el empeño, ya verán los votantes mayoritarios de la “reconciliación” lo que ocurre cuando Santiago Carrillo levante “la veda del cura”.

    (…)

    Convivencia de los españoles

    Dice el señor obispo Guerra Campos que “algún texto de los atribuidos a la Conferencia Episcopal se muestra reticente ante los que viven con los recuerdos de la guerra 1936-1939”. Y que “el texto episcopal puede admitirse siempre que los recuerdos no se utilicen para alimentar odios u otras actitudes no cristianas. Pero no se olvide que aquel gran esfuerzo nacional tuvo también valores positivos: impedir la dictadura anarquista o marxista y tender a integrar la tradición espiritual del país y la promoción de la justicia social, que los obispos españoles exaltaron en su día solemnemente. Muchas familias y pueblos han dado pasos heroicos para perdonar y reconciliarse”.

    La agudización de las tensiones entre vencedores y vencidos no se debe a una continuidad natural sino a la agitación subversiva calculadamente programada
    ”.

    Nunca se ha podido decir nada más cierto ni mejor dicho. (2)

    Quienes han convivido durante más de veinte años como amigos, sin rozar la política en sus conversaciones, debido a su encuadramiento en bandos opuestos ahora se distancian.

    Los hijos no obedecen a sus padres ni se recatan de profesar doctrinas marxistas imbuidas en las Facultades o en los colegios mayores universitarios.

    La postura de quienes seguimos creyendo en la “legitimidad de nuestra victoria” es naturalmente la contraria. Cerrar filas y adoptar actitudes de defensa.

    Quedaría incompleto este trabajo sin unas breves consideraciones bíblicas. Es conocida la parábola del rey que perdonó a su siervo los diez mil talentos que le debía, y después éste no quiso perdonar cien denarios (Mt. 18 21-35). Pero antes había dicho Cristo: “Si pecare tu hermano contra ti, ve y repréndele a solas... Si no te escucha toma contigo a uno o dos, para que la palabra de dos o tres testigos sea fallado todo el negocio. Si los desoyere, comunícalo a la Iglesia, y si a la Iglesia desoye, sea para ti como gentil o publicano (Mt 18, 15-17).

    Puede perdonarse incondicionalmente, de todo corazón. Pero no hay necesidad, antes bien creo que existe la obligación contraria de rechazar las doctrinas erróneas y de no permitir su difusión. Pues para perdonar a los que mataron a nuestros padres no hay necesidad ni deber de pasarse al enemigo.

    Yo, por mi parte, he de decir, que respecto a los que asesinaron a nuestros padres y ahora en la Universidad están matando el alma de nuestros hijos (tanto que quizá tengamos que decir como en la obra de Giménez Arnau “Murió hace 15 años”, puedo perdonar. Pero mientras los contrarios no rectifiquen sus doctrinas, si admitirlas a la vida pública es la reconciliación, no debo, ni puedo ni quiero reconciliarme.

    José ESTEPA

    ***

    Notas
    (1) Hace falta visitar el famoso santuario de Andújar para darse cuenta de la grandeza de ánimo del capitán Cortés y de los guardias civiles a sus órdenes. Contra toda esperanza resistió un largo asedio. Cinco días antes de la caída en poder de la horda roja de las ruinas en que estaba convertido el convento e iglesia, cursó por heliógrafo a las líneas nacionales de Porcuna el siguiente mensaje. “Adiós, hasta la eternidad”. Fue el 25 de abril de 1937. Todavía aguanto cinco días más; y aún defendió personalmente, con solo doce guardias de los doscientos que había al comenzar, los últimos reductos, la tarde del 30 de dicho mes, en cuya acción fue herido. Sólo al siguiente día pudieron los atacantes dominar la resistencia. Pocas veces se habrá concedido una laureada con más justicia. Allí demostró la Guardia Civil que “El honor es su divisa”.

    (2) Tan cierto es lo que alega el señor Guerra Campos, que en la votación de una petición de amnistía total y modificación de la legislación antiterrorista, en cierto Colegio de Abogados se votó hace pocos meses afirmativamente por algunos, cerrando el puño. El ambiente empieza a recordarme el de junio del 36, cuando, al volver los estudiantes de las facultades en tren, éramos saludos puño en alto en los pasos a nivel, a lo que contestábamos con el saludo a la romana.




    Última edición por ALACRAN; 06/09/2021 a las 14:32
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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    Re: ¿Qué se hizo de los "Caídos por Dios y por España"? ¿Qué "Dios" y qué "España"?

    "Réquiem por los Héroes y Mártires de la Cruzada", lamentando la inexorable revancha que la llegada de la democracia liberal traía contra los que lucharon y forjaron la España nacional.

    Revista FUERZA NUEVA, nº 517 4-Dic-1976

    RÉQUIEM POR LOS HÉROES Y MÁRTIRES DE LA CRUZADA

    Por Rafael Gambra.

    Hoy doblan por vosotros las campanas. No es un réquiem por vuestras almas, que éste ya se rezó cuando abandonasteis esta vida, y vuestra alma gozará en la eternidad. Es un réquiem por vuestra condición pública de héroes y de mártires. Por ella doblan hoy las campanas.

    Ya no seréis héroes y mártires de Dios y de la Patria, sino unos muertos cualesquiera, unas víctimas más de los “bandazos pendulares y absurdos” en que -al parecer- se ha debatido nuestro pueblo hasta este “venturoso” momento. Quizá más tarde se os considere “criminales de guerra”.

    Vosotros no fuisteis vencidos por las minas del Alcázar, ni por los “cinturones de hierro” de Bilbao ni por los hielos de Teruel. Os quitaron la vida terrenal, pero no la victoria, porque vencisteis. Tampoco el enemigo os quitó otra cosa que la vida, puesto que al hacerlo os confirió el título de héroes o de mártires. Son vuestros “amigos” los que recibieron de vuestro sacrificio poder y medro los que ahora os quitan victoria y honra.

    Ellos declaran hoy que van a devolver España al pueblo. Que la soberanía popular, origen de todo poder, ha de recuperar su protagonismo.

    El dolo se viste de frases hermosas. Y va agazapada la muerte detrás…

    ***
    Porque vosotros luchasteis, moristeis y obtuvisteis victoria precisamente contra eso, y a favor de los derechos de Dios. La voluntad popular ya fue consultada en febrero de 1936, y España se hundió en la anarquía y el horror. (Porque la voluntad popular es un monstruo artificial y veleidoso que crean los periodistas y políticos profesionales sobre la ignorancia y las pasiones de los más). Vosotros representasteis la voluntad profunda de un pueblo, la que entrega la vida y no meramente un voto, la que sabe luchar y vencer. Vuestra victoria trajo cuarenta años de paz y prosperidad, y, de haber sido rectamente administrada, hubiera comportado una permanente paz interior, como la que establecieron los Reyes Católicos para casi cuatro siglos de nuestra historia.

    Ningún Ejército como el vuestro ha combatido en el último medio siglo con la certeza de hacerlo por Dios y por el deber patrio. Por eso, la inmensa mayoría de vosotros gozará de una gloria que nadie podrá quitaros.

    Sin embargo, aunque victoriosos en el campo del honor y gloriosos en la gloria eterna, vuestra posteridad ha sufrido que una extraña Iglesia rehúse sistemáticamente considerar y reconocer la santidad de vuestros santos, precisamente por ser de los vuestros. Y que unos legatarios políticos, tras larga y pingüe carrera en vuestro nombre, entreguen públicamente vuestra victoria al enemigo y os desposea de vuestro nombre y vuestra memoria.

    Ahora quitarán vuestros nombres de sus lápidas, desharán vuestras cruces y monumentos. Pero no saben ellos que eran vuestros méritos ante Dios lo que contenía la ira de ese mismo Dios y que haya de ser en su carne donde ellos sufran lo que a vosotros os infieren en el mármol de las tumbas.

    ***
    Se ha dicho que los pueblos que no conocen ni honran su pasado se ven condenados a repetir la historia. Ahora vendrán unas elecciones (de 1934); después, las de 1936 (o tal vez éstas es sin pasar por aquéllas). También vendrá otro 14 de abril “voluntariamente aceptado”. Y líbrenos Dios después de una zona roja, una zona roja sin límites, sin zona nacional de la que poder esperar…


    Rafael GAMBRA


    Última edición por ALACRAN; 16/11/2021 a las 18:35
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: ¿Qué se hizo de los "Caídos por Dios y por España"? ¿Qué "Dios" y qué "España"?

    El olvido y desprecio a los Caídos: su segundo martirio


    Revista FUERZA NUEVA, nº 112, 1-3-1969

    El segundo martirio

    Le conocí en Barcelona, a primeros de septiembre de 1936. Era un hombrecillo flaco y desmedrado, con cierto andar inseguro. Llevaba un pequeño bigote rubio y vestía el uniforme ciudadano de entonces: pantalón desgalichado y una vieja camisa abierta por el cuello. Parecía un dependiente de ultramarinos en paro forzoso, cosa natural en una época en que no había ultramarinos que vender. Sin embargo, aquel hombrecillo tenía para nosotros una importancia excepcional. Llevábamos dos meses en absoluta carencia de gracias sacramentales, de consuelo litúrgico, de unción religiosa que no fueran los angustiados rosarios musitados en la noche. Aquel pequeño hombre era un SACERDOTE.

    He escrito esta palabra con mayúscula: es por algo. Se dijo la misa sobre el aparador del comedor, sirviendo de cáliz una copa de vino y de patena un plato de postre. Inolvidable, alucinante misa de catacumbas, murmurada “sotto voce” para que el rumor del “in nomine Patris” no traspasara las paredes y nos expusiéramos a una delación. Misa del siglo I o del III bajo los edictos de Diocleciano. Misa que yo pondría por modelo a los que ahora (1969) juegan a ágapes de “primeros cristianos”. Unos primeros cristianos sin sicarios, sin mazmorras, sin leones esperando en el circo. Así, cualquiera es “primer cristiano”.

    Terminó la impresionante ceremonia; sacamos un par de onzas de chocolate rancio y las desleímos en agua, único obsequio que podíamos ofrecer a aquel pobre hombre, que parecía llevar cuatro días sin comer. “Padre, se expone usted mucho saliendo a la calle. Debería usted permanecer escondido unas semanas, unos meses, hasta que pase lo peor…” “Soy sacerdote -fue la respuesta- me ordenaron para llevar consuelo y gracia a la grey, no para esconderme”. Se hizo un silencio tras la sencilla y sublime contestación. Tres días después, el hombrecillo apareció detrás de una tapia con un tiro en la nuca.

    Y así, uno, dos, tres, cien, quinientos, hasta siete mil. Siete mil auténticos testigos de Cristo. Siete mil mártires desde cualquier aspecto. Siete mil religiosos junto a muchos millares más de seglares que amaron a Dios y al hombre hasta la muerte. Que dieron por su fe y su ideal todo cuanto el hombre puede dar. La sangre y la vida, no unas horas de detención en una comisaría o una multa, como son los baratos martirios con que algunos quieren aureolarse en el día de hoy. La sangre y la vida. Muchos de ellos pudieron salvarse con una apostasía simulada, pronunciando una sola blasfemia. Dándose a una claudicación sexual propuesta por los sayones como precio de perdón. No lo hicieron. Murieron como el Maestro, perdonando a sus enemigos.

    Estos mártires del 36 no están sólo en la sala de espera de la santidad. Mucho peor: están en el desván del olvido. Mucho peor aún: están a veces en la mazmorra del escarnio. Personas que se dicen cristianas y aun algunos que llevan la misma marca divina indeleble, afirman que aquellos titanes de la fe y del valor no son santos, ni siquiera mártires. Fueron víctimas de una convulsión irremediable de la que tenían la culpa ellos mismos… ¡Eran fascistas! Así lo he oído o leído a veces, de labios o de pluma de sacerdotes o de católicos actuales (1969). Personas que parecen avergonzarse de su ministerio divino, denigran a las que lo honraron hasta entregar la vida, el mayor ejemplo de sinceridad que nadie puede dar.

    Fabián, Sebastián, Lorenzo, Vicente, Inés, Lucía, Eulalia, Anastasio (*)… vosotros tuvisteis mejor suerte. Hubo fieles que recogieron vuestras reliquias, catecúmenos o diáconos que honraron vuestra memoria y pusieron encendidos epitafios en vuestras tumbas, prelados que escribieron vuestros nombres en los martirologios, pintores y escultores que figuraron vuestro martirio, celebrantes que quemaron incienso en vuestras conmemoraciones.

    Obispos santos Irurita y Polanco, sabio P. García Villada, incansable apóstol Berrón, hermano de San Juan de Dios fusilado en una playa, que expiaste tu infinito amor al prójimo; Margarita, de Acción Católica, joven y bella, que desapareciste de tu casa una madrugada sin que haya sido encontrado tu cuerpo hasta el día de hoy. Más obispos, más sacerdotes, más religiosos y monjas, más hombres y mujeres que murieron por Cristo en España hace treinta años. Para vosotros no hay gloria, ni incienso, ni celebridad ni año cristiano. Para vosotros -salvo el recuerdo emocionado de algún pariente o hermano de religión- no queda nada, al menos en la tierra, en esta tierra de la injusticia y de la farsa. A veces, peor que nada: la agria sonrisa despectiva o el juicio blasfematorio de los nuevos arrianos, iconoclastas y gnósticos

    Carlos A. CALLEJO


    (*) Mártires del calendario católico tradicional

    .
    Última edición por ALACRAN; 05/04/2024 a las 14:06
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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    Re: ¿Qué se hizo de los "Caídos por Dios y por España"? ¿Qué "Dios" y qué "España"?

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    ... "El hecho cierto es que al cabo de 38 años se ha regalado el poder al enemigo, después de pedirle humildemente perdón. Los vencedores estamos ahora merced de los vencidos. Todo se ha trastocado... La tomadura de pelo ha sido fenomenal..."


    Revista FUERZA NUEVA, nº 580, 18-Feb-1978

    La gran estafa

    Desde la imperial Tarraco, recibo una carta extensa y entrañable que me remite un antiguo compañero de fatigas, en recuerdo de una conversación que mantuvimos el verano pasado, en un atardecer inolvidable (…)

    La carta, escrita con acentos patéticos y sinceros, en esta hora triste que ha caído sobre España, dice así:

    “A mí me han engañado, o, por decirlo más exactamente, me han estafado de un modo inicuo. Reclamo, pues, daños y perjuicios por este timo de que he sido objeto.

    Alguien se ha aprovechado de mi buena fe y tiene que resarcirme, abonándome hasta el último céntimo.

    Alguien tiene que devolverme el ojo perdido, restituir la movilidad a mi antebrazo y mano izquierda, y borrar la metralla alojada en mi cráneo y cuero cabelludo.

    Alguien tiene que pagarme por las noches sin sueño y por el envite, a vida o muerte, a lo largo de casi tres años.

    Y, finalmente, alguien tiene que responder del incumplimiento de las promesas que me fueron hechas.

    ***
    La historia es muy sencilla. Sin necesidad de jurar sobre los Santos Evangelios, puedo asegurar que yo no fui el causante de la guerra de España. Yo era un chico de veinte años, algo soñador y romántico, cuyo único pecado consistía en ser español e ir a misa. Ni molestaba a la gente ni me metía con nadie. Lo puedo certificar.

    Pero un buen día estalló la tragedia y tuve que esconderme para no ser pasaportado al otro barrio. Por fin, después de muchas peripecias, conseguí llegar a los valles andorranos, nueva tierra de promisión en aquellos inefables tiempos de Generalidad y autonomía (sin "amnistía").

    Una vez a salvo en Andorra, tenía ante mí cuatro alternativas, perfectamente realizables:

    a) Olvidarme de las cosas de España y empezar una nueva vida en tierras andorranas o francesas. (Así lo hizo un compañero mío de evasión, al que por cierto le ha ido fenómeno, económicamente hablando).

    b) Permanecer en el Principado todo el tiempo que durara la guerra y regresar sin el menor peligro, una vez finalizada la contienda.

    c) Cumplir con mis deberes militares al llamamiento de mi reemplazo. Como el puerto de Valira estaba cerrado -entonces no había máquinas quitanieves- podía residir tranquilamente en los Valles, desde noviembre de 1936 hasta la primavera o verano de 1937.

    d) Desafiar los elementos -atravesé el puerto con nieve hasta la cintura-; correr el riesgo de que los franceses me mandaran a un campo de trabajo por indocumentado; exponerme a que en la frontera española me rechazaran o detuvieran por falta de “papeles” -como así habría acontecido de no haber mediado mi Ángel de la Guarda-, y pasar a la zona nacional para alistarme voluntariamente en el Ejército.

    Opté por la última solución. España y yo éramos así. Ahora (1978), a la vista de lo ocurrido, no estoy tan seguro de que acertara. Mi equivocación, en todo caso, es disculpable, dada mi juvenil inexperiencia. ¡Ah, si yo hubiese sabido algunas cosas! Pero entonces yo no podía ni remotamente sospechar lo que luego sucedería.

    La patria estaba en peligro y acudí presuroso a su llamada. Esto es todo. Otro supuesto cualquiera me habría, sencillamente, abochornado.

    Ignoraba, es cierto, muchas cosas, pero lo mismo les ocurría a los demás muchachos de mi generación. No éramos adivinadores del porvenir sino combatientes. Combatientes por Dios y por España. (Con perdón).

    Yo no sabía, por ejemplo, que los hombres valiesen tan poquita cosa. En realidad son unos pobretes como yo (y menos que yo).

    Tampoco sabía la propensión que tienen a cambiarse de chaqueta y de camisa a cada momento.

    Igualmente desconocía la poca vergüenza que tienen algunos cuando cambian las circunstancias.

    Ignoraba que el juramento sobre los Santos Evangelios era un simple formulismo, sin valor alguno.

    También ignoraba que eso de los altos ideales de la patria es un eslogan que los políticos -no todos afortunadamente- utilizan para su particular provecho.

    ****
    El hecho cierto es que al cabo de 38 años se ha regalado el poder al enemigo, después de pedirle humildemente perdón. Los vencedores estamos ahora merced de los vencidos. Todo se ha trastocado. Franco es escarnecido y difamado.

    Los rojo-separatistas -los mismos de antes y no otros- son los dueños de la situación. Los españoles renuncian a su unidad y el marxismo ateo campa por sus respetos. La tomadura de pelo ha sido fenomenal.

    Ante una estafa semejante, tan escandalosa como evidente, me veo obligado a exigir la reparaciones consiguientes.

    Yo soy un hombre honrado y nadie tiene derecho a jugar con mis sentimientos. Que me restituyan lo que es mío y solamente mío: la fama, el honor, y casi la vida.

    A cambio de ello, estoy dispuesto a devolver todos los honores y medallas ganadas en la guerra”.

    Por la transcripción:
    DONATO


    Última edición por ALACRAN; 16/07/2024 a las 13:58
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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