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Tema: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

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    Revista FUERZA NUEVA, nº 478, 6-Mar-1976

    «¡AMIGOS DEL BUNKER!»

    DISCURSO DE BLAS PIÑAR EN GUADALAJARA

    (Discurso pronunciado por Blas Piñar en el Coliseo Luengo, de Guadalajara, el domingo 22 de febrero de 1976)

    “Amigos y camaradas del “bunker” (enorme ovación), señoras y señores:

    Hace unos días se cumplió un nuevo aniversario de la batalla de Krasny Bor, en la que, con sus tres mil bajas y su legendario heroísmo, se cubrió de gloria la casi olvidada División Azul.


    Yo quiero agradecer a la Hermandad que agrupa a los supervivientes de aquella gesta que haya patrocinado el acto de afirmación nacional organizado por FUERZA NUEVA, y que ahora nos reúne, porque FUERZA NUEVA se identifica con los ideales y con las razones que movilizaron a la División Azul, cubriendo el frente antimarxista desde Novgorod a San Petersburgo y desde el Wolchof al Ladoga, con la bandera roja y amarilla en pie, sobre la nieve sucia o brillante de la estepa rusa.

    “¡Rusia es culpable!”, se dijo entonces con arrebato y con énfasis por quien no sé si estaría ahora, después de lo que escribe, dispuesto a mantener la frase y la exclamación (grandes aplausos). Culpable el comunismo y culpable la masonería, como afirmó Franco en su discurso del primero de octubre de 1975 ante la inmensa y enardecida multitud congregada en la Plaza de Oriente. Culpables uno y otra de la gran tragedia de España, del enfrentamiento cruel de los españoles durante una guerra larga y difícil que se hizo precisa para salvar a la nación. (Ovación entusiasta.)

    Una deuda de sangre

    Ahí estaba Europa, después de concluir nuestra lucha, embarcada en una confrontación civil y fratricida, mientras la URSS permanecía expectante para sacar de ella el máximo provecho. La URSS, sin más miramiento que su propio beneficio, no tuvo remilgos y no realizó aspavientos antinazis para pactar con Hitler el reparto de Polonia, permaneciendo neutral en la conflagración, primero, y sumándose, después, a los aliados para extender así su dominio hasta el corazón de Europa. (Aplausos.)

    Por eso, España, que con un gran sentido común –el sentido común, la alta visión y el patriotismo de Franco- no participó en la guerra civil europea e hizo todo lo posible por que terminara, se unió a la gran empresa de la lucha contra el enemigo común de la civilización occidental, enviando a la División Azul, que combatió codo con codo junto a los voluntarios de todas las naciones europeas; de las naciones europeas que estúpidamente combatían entre sí. (Aplausos.)

    Con la presencia en Rusia de nuestros divisionarios, España cumplía también una deuda de sangre y de honor, agradeciendo con la misma moneda, como es propio de hidalgos, la presencia, el sacrificio y hasta la muerte de tantos camaradas europeos como habían luchado en el Ejército nacional durante la Cruzada y, entre ellos, los de la famosa Legión cóndor, de inolvidable memoria para muchos españoles agradecidos. (Inmensa ovación.)

    ***
    La gesta gloriosa y casi olvidada de la heroica División Azul no hubiera sido posible sin las grandes lecciones de la época histórica que inmediatamente le había precedido. La División Azul no fue un hecho esporádico, fue una consecuencia lógica, casi diríamos que necesaria, de nuestra contienda, cuyas dimensiones universales resultan cada día más evidentes. Sólo en el marco de la Guerra de Liberación española, teniéndola presente y como fondo, se puede entender la oleada de entusiasmo de aquella juventud fervorosa que quiso con júbilo alistarse en ella.

    Ese pasado histórico inmediato y precedente ofrecía tres lecciones ejemplares:

    -La barbarie roja, que se cebó sobre España, con decenas de millares de asesinatos, en los que, en muchas ocasiones, concurrieron espeluznantes circunstancias y matices prueba de un odio satánico y de un sadismo increíble.

    La provincia de Guadalajara, por su proximidad a Madrid, donde todas las pasiones y deseos de sangre se habían acumulado, sufrió de una manera singular. Hasta el obispo de Sigüenza, de cuyo martirio por la Fe quizá se avergüencen los monseñores de la Conjunta (inmensa ovación), cayó alcanzado por las balas marxistas; como cayeron, victimados por el odio a Cristo, sacerdotes, religiosas y religiosos, y centenares de alcarreños de toda edad, sexo y profesión, por el solo delito de amar a su Patria. La carretera de Chiloeches aún podría dar testimonio de aquella brutalidad sin límite… ¿Por qué, ahora que se convierte a los asesinos en españoles respetables y en hermanitas de la caridad, no constituimos asociaciones de familiares de caídos, que recuerden, ya que nadie ha agradecido su perdón generoso y hasta su olvido, cómo actúan socialistas, comunistas y anarquistas cuando la democracia liberal los reconoce y alienta? (Ovación entusiasta y prolongada.)

    -El heroísmo político y el heroísmo militar. El primero, porque también en Guadalajara y su provincia, junto a los fieles al carlismo, prendió la semilla de la Falange. La palabra de José Antonio, poeta y capitán de aquella hora (aplausos), cautivó a los primeros escuadristas, como José María Sainz de Baranda y Gerardo Juan García, que con un mesianismo contagioso convocaron entorno a sí a lo más prometedor de la juventud alcarreña, dotándola de una doctrina y de un talante moral para el combate por España, que se percibía próximo. Carlistas, falangistas y cuantos se unieron a los mismos para colaborar con el Ejército, en aquellas jornadas inciertas del comienzo, prueban hasta la saciedad el amor a la Patria y el espíritu de entrega de aquellos valientes alcarreños.

    Heroísmo militar, fruto de unas convicciones políticas profundas y de una moral a toda prueba, que se sublima en muchos hombres ilustres y que yo quiero personificar en el comandante de Ingenieros Rafael Ortiz de Zárate (aplausos), auténtico iluminado, que defiende solo con su ametralladora y hasta el último cartucho la ciudad de Guadalajara. Desde el Pinarcillo, sobre el puente que cabalga sobre el río Henares, se mantiene impávido, como un semidiós dispuesto al sacrificio. Al fin, vadeado el río por la chusma roja, y descendiendo para atraparle por la espalda, Ortiz de Zárate es apresado y asesinado, sin ningún miramiento, sin un proceso, sin un abogado defensor. (Ovación inmensa que impide continuar al orador.)

    -El patriotismo, en suma, del pueblo no sofisticado ni encanallado por la propaganda corrosiva, fiel a sus tradiciones, arraigado a la tierra que le vio nacer. Hubo sitios bajo la dominación roja, en que las milicias no entraron, y si llegaron a entrar no pudieron cometer los desmanes consabidos. Y hubo lugares de la Alcarria que se quedaron sin un solo hombre llamado a filas, porque todos, sin excepción, y por mil medios peligrosos y extraños, se fueron a zona nacional para alistarse bajo las banderas de Franco. (Aplausos.)

    ***
    Aquellas inversiones dramáticas de heroísmo impidieron con un esfuerzo sobrehumano que España fuera definitivamente ocupada y subyugada por el marxismo, contribuyendo así a la defensa de Europa.

    A partir de la Victoria nacional comenzó la gran obra de reconstrucción y engrandecimiento. La alta temperatura moral que se alcanzó durante la contienda, y que durante tanto tiempo se mantuvo, hizo fácil, aun cuando fuera doloroso, superar todas las dificultades: boicot internacional, retirada de embajadores, aislamiento, guerrillas, escasez de alimentos y suministros, que nos obligó a comer borona y a suplir la gasolina con gasógenos para que marchase por nuestras deterioradas carreteras el escaso y desvencijado parque de camiones y automóviles. ¡Pero qué importa el sacrificio cuando se asume y ofrece por una causa grande! (Aplausos.)

    Unidos y en orden

    De este modo, España coronó cotas que parecían insoñables de crecimiento económico, de seguridad individual y colectiva y hasta de religiosidad, colmándose seminarios y noviciados de vocaciones numerosas (ovación). Éramos un pueblo unido y en orden, un pueblo en marcha, con un sistema político original, concorde con nuestro temperamento, fruto de la experiencia, animados por los ideales de la Tradición, puestos en parte al día por la inquietud social de la Falange.

    Nuestra juventud, primavera constante de la Patria, se nutría de espíritu nacional en hogares y campamentos (ovación), y todo, desde la escuela hasta la prensa y la diversión, concurría al noble propósito de forjar las nuevas generaciones ilusionándolas por el servicio a la unidad, a la grandeza y a la libertad de España.

    ***
    ¿Qué ha pasado en los últimos años, durante los últimos años de la vida de Franco, y sobre todo después del asesinato bestial del almirante Carrero y de la muerte del Caudillo victorioso de la Cruzada, artífice de la paz y del Estado? (Gritos de ¡Franco! ¡Franco!)

    Ocurrió y ocurre que la guerra ideológica no terminó al concluir la batalla militar. La guerra ideológica ni terminó entonces ni terminará nunca, y ahora mismo la tenemos planteada otra vez en términos insoslayables –creer lo contrario sería el más grave de los errores- cambiando el signo de la contienda, dilapidando frívolamente el fruto que se logró alcanzar con tanto sufrimiento y heroísmo.

    No estamos solos

    Para llegar a este momento preocupante, en el que se tiene la impresión de que otra vez va a ponerse en juego lo fundamental y con ello, por tanto, la existencia misma de la nación, la libertad y la vida, han tenido que suceder muchas cosas que, estilizando el tema, pueden reducirse a dos: la tenacidad de un enemigo inteligente, que conoce a la perfección la psicología humana, que tiene medios muy poderosos de toda índole para la penetración, y que se puso a trabajar al día siguiente de su derrota, y el aburguesamiento, el abandono, el descanso en la comodidad y en los laureles de los mismos que asumieron la responsabilidad de rehacer España.

    ¿Qué hacer ante esta realidad? ¿También nos aburguesaremos nosotros? ¿Consentiremos que todo quede reducido a la nada, que sea estéril la sangre vertida? Aquí está el problema planteado a cada español de 1976. Sobre nuestros hombros modestos hemos arrojado la gran tarea de tomar contacto con el pueblo, y a pesar del silencio y de la difamación, está claro que nuestro pueblo responde. No estamos solos, somos muchos. El “bunker” existe. (Inmensa y larga ovación del público, puesto en pie, que impide continuar al orador.)

    ¿Y qué es lo que se pretende? Lo que se pretende –aquí y fuera de aquí- es destruir la nación y sus valores constitutivos. Para ello, y por lo que a España respecta, conviene que analicemos cuatro vías de destrucción.

    -La primera, que carece de importancia a primera vista, y a la que hasta nosotros mismos sin quererlo, colaboramos, es la gramatical. Unas palabras, con un sentido claro, con una significación evidente, se soslayan y desplazan, para ser ocupadas por otras distintas.

    En este orden de cosas, la nación ha dejado de ser la Patria, para transformarse en simple “país”, y hasta en el irónico y despectivo “este país”. De Patria, tierra de nuestros padres, con sus tradiciones, su propia idiosincrasia y fisonomía espiritual, y a la vez engendradora y genesíaca, con capacidad de empresa y de futuro, hemos pasado, casi insensiblemente, por la presión de quienes manipulan los vocablos, al país, cuyo enunciado, sin perjuicio de otras etimologías, responde más bien a lo telúrico, material, geográfico y paisajístico, sin un adarme ideológico, sin una cadencia de historia, sin una llamada al destino o a la misión.

    A la nación, que no es Patria sino “país”, se la ridiculiza, despojándola de aureola, desmitizando sus gestos, sus hombres geniales, sus símbolos casi sagrados, reemplazándolos, claro es, inmediatamente, por otros mitos falsos y embaucadores, como el universalismo internacional y la regionalización (ovación), entre otros, que ahora no nos es posible examinar. El internacionalismo pretende destruir la nación por arriba, absorbiéndola y desdibujándola. La regionalización persigue análogo objetivo, simultáneamente, además, desde dentro de la nación misma, fragmentándola y dividiéndola.

    II
    -Fijémonos ahora, por la novedad alucinante de estos días, en la cacareada regionalización de España, porque sólo reflexionando sobre la misma, tal y como en realidad se propone, nos daremos cuenta de su terrible fuerza desintegradora.

    Dijo Franco en su testamento: “Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones”. ¡Naturalmente que nosotros suscribimos sin excepción ni reserva de ninguna especie las palabras del Caudillo! (Ovación.) Y precisamente por ello nos gustaría que se cumpliesen a la letra, y también según el espíritu que las anima, porque a tenor de tales palabras conviene hacer las cinco observaciones siguientes:

    1) Hay que exaltar la rica multiplicidad de todas las regiones y no tan sólo a algunas de ellas (inmensa ovación del público puesto en pie), especialmente de las que ya lo han sido en todos los órdenes, quizá con exceso y, sin lugar a dudas, con perjuicio de las demás. Esto no sería exaltación justa, sino discriminación odiosa. (Ovación.) Más aún, en estricta justicia, y de acuerdo con la línea esencial del mensaje de la Corona, son estas regiones olvidadas las que debieran recibir una atención especial y compensadora, y algunas de ellas debió merecer la primera visita oficial de los Reyes de España [CATALUÑA, FEB. 1976]. (Inmensa ovación del público puesto en pie.)

    2) Hay que exaltar la rica multiplicidad de las regiones, pero no olvidando que con ello lo que se persigue es, en frase de Franco, “la fortaleza de la unidad de la Patria”, y por ello no puede fomentarse hasta límites que la erosionen o la rompan. Si las diferencias regionales alegran el rostro de la Patria, quebrando la monótona y triste uniformidad, su conversión en “hechos diferenciales” e incluso antagónicos, como frutos de campañas insidiosas, que no carecen de financiación abundante, sólo puede conducir a la ruptura de la unidad y, por tanto, al separatismo.

    3) Hay que exaltar la rica multiplicidad de las regiones, como un afianzamiento de su personalidad, que enriquece, con su complemento y su aportación ilusionada y recíproca, la convivencia nacional, el sentimiento de una historia vivida en común, el propósito unánime de cumplir una misma tarea colectiva, pero jamás –por ser contradictorio con todo ello- el fomento del orgullo, de la superioridad o de la autosuficiencia, que acaba encerrando a la región en un narcisismo estéril. Y así como en el matrimonio el amor de los esposos, la creación del hogar y el nacimiento de una familia mueve a sacrificar libertades y a la renuncia de derechos, que poco valen cuando la ilusión existe, de igual modo la exaltación regional supone la exigencia de concesiones mutuas para que la unidad de la Patria se consolida y robustezca.

    4) Hay que exaltar la rica multiplicidad de las regiones, y por ello mismo, para no estrangular a las restantes, dicha exaltación no puede consistir en concentrar riqueza, industria y población en algunas zonas de la periferia, desertizando el interior y provocando con los movimientos migratorios masivos la pérdida de las propias raíces y, al mismo tiempo, problemas casi insolubles, y en cualquier caso de solución muy costosa, de proletarización… de exigencias como las del trasvase del Ebro…

    5) Hay que exaltar la rica multiplicidad de las regiones, pero como fruto del amor a la Patria y desde su unidad, como reconocimiento, tal y como lo demanda el Derecho público cristiano –y la doctrina de la Tradición y de la Falange que en él se inspiran-, de los cuerpos y entidades intermedios, pero nunca como una concesión que se obtiene con amenazas o como un ofrecimiento halagados para captar adhesiones o apoyos coyunturales. (Ovación.)

    Porque amamos a la nación nos oponemos tanto a las corrientes internacionalistas, que pretenden absorberla y borrarla, como a la regionalización, que desde dentro la desintegra, aunque advertimos, como ya indicamos en otra oportunidad, que regionalización y descentralización no pueden identificarse, y que nadie, para hacer su juego, pueda utilizarlas indistintamente.

    La obra de quinientos años de vida en común no puede deshacerse con alegría casquivana o suicida. Logramos la unidad antes que ninguna otra nación de Europa. ¿Vamos a ser los primeros en destruirla? En este trance histórico hay que recordar que las cinco flechas del escudo que la Falange tomó de los Reyes Católicos representan a los cinco reinos de España y que el yugo los prende, ata y unifica. Pues bien, en la medida en que el abrazo se lima y corroe, se está facilitando el desenlace de las flechas, que al despegarse y separarse no sólo pierden su postura erecta, vertical y gallarda, sino que, al mismo tiempo, se envilecen y, faltas de equilibrio, caen, dejando así de ser miembros integrantes de una Patria, para acabar, de un modo o de otro, convirtiéndose en colonias.

    Decía José Antonio que el separatismo es un pecado que la Patria no puede perdonar. ¡Nosotros, tampoco! (Inmensa ovación.)

    III
    Pero no sólo por los métodos citados, que podrían de alguna manera entenderse como metafísicos, se pretende destruir la Patria. También se emplea la vía económica, dilapidando la riqueza acumulada por medio de la inflación…

    Pero el factor más importante, a mi juicio, que coadyuva y determina la inflación, es la inseguridad política, la falta de tranquilidad en el orden, que lleva aparejada la contención inversionista rentable, disminuye el turismo, aumenta el desempleo…, se gasta más de lo que debe gastarse, crece la deuda exterior y se agota la reserva de divisas. De este modo la justicia social, que es uno de los fines del Estado español, cae por los suelos. Todas las reivindicaciones logradas, todos los avances conseguidos se esfuman ante la pérdida del valor adquisitivo del dinero, ante la volatilización del ahorro…

    IV
    Otra vía utilizada para destruir la nación, aparte de las que hemos examinado, consiste en desmantelar el Régimen del 18 de Julio. Si el 18 de Julio, con toda su carga ideológica, es consustancial con la existencia de España como nación, destruir todo cuanto aquella fecha significa es un modo de aniquilarla.

    No voy a hacer aquí y ahora un repaso de los Principios permanentes e inalterables en que el Estado español constitucionalmente descansa. Voy tan sólo a espigar entre tantas declaraciones oficiales como se han producido en los últimos meses, para que vosotros mismos apreciéis la concordancia o divergencia de tales declaraciones con los mencionados Principios.

    El señor Areilza, ministro de Asuntos Exteriores, ha dicho en Bruselas que tendremos en un plazo muy breve elecciones con sufragio universal e inorgánico, lo que es contrafuero (aplausos), y un nuevo Estatuto de Asociaciones políticas, que también puede llamarse, a juicio del señor Osorio, ministro secretario de la Presidencia, partidos políticos. Por otra parte, y según el señor Areilza, es consolador ver cómo Felipe González, en nombre del ilegal PSOE, está haciendo libremente una campaña en favor del ideario marxista, propio de dicho partido, y que la Televisión Española, órgano del Estado español, retransmita, para júbilo y entretenimiento político de los telespectadores, el congreso de los distintos grupos demócrata-cristianos, incluso de signo separatista, celebrado recientemente en Madrid.

    ¡Qué pena ver al máximo representante de nuestra diplomacia recorrer las cancillerías extranjeras con propósito mendicante! Vendedor de humos, le dicen los partidarios de la “ruptura democrática”; peregrino de Europa, le llaman sus amigos…; aun cuando nada se ha dicho en la prensa española, pese al reconocido derecho a la información veraz, nuestro ministro de Asuntos Exteriores no tuvo acceso a la sede de la Comunidad Europea por la puerta principal, obturada por los socialistas, sino por la puerta de servicio. Y aquí tengo, sobre la mesa, periódicos y fotografías de Bruselas que dan testimonio de esta absurda humillación (¡Muy bien! Ovación.)

    Antes, pese a las campañas diplomáticas contra el Régimen, los diplomáticos extranjeros venían a visitar al Jefe del Estado para mantener contactos con España y hacernos patente, aunque no fuera más que por egoísmo, su respeto, su admiración o su amistad. (En medio de una emoción indescriptible, el público, puesto en pie, grita incansablemente: ¡Franco! ¡Franco!) Ahora, que empiezan a apuntar las libertades democráticas, tenemos que recorrer incansablemente Europa, dando explicaciones de lo que se piensa hacer y ofreciendo excusas por no hacerlo tan deprisa como ellos quisieran.

    Es curioso que la prensa oficiosa norteamericana –y algún diario de este tipo también está sobre la mesa- afirme que el Senado americano no tiene prisa en ratificar el Convenio con España, y que tampoco se atosigará el Mercado Común por atender nuestras peticiones. Mientras la implantación de la democracia liberal no sea un hecho garantizado por una Constitución nueva, no se moverá un solo dedo en el sentido que quieren nuestros gobernantes.

    Si del campo de la política exterior pasamos al interior, siempre resulta provechoso pasar revista a la reforma sin ruptura patrocinada por el ministro de la Gobernación, al que considero un hombre muy listo y de una gran capacidad de trabajo al que le pierde su cambio ideológico. (Larga ovación.)

    Lo cierto es que se produjo el secuestro [E.T.A.] del señor Arrasate; que este secuestro extraño produce dudas en amplios sectores de nuestro pueblo (ovación); que en última instancia han salido muchos millones de pesetas en concepto de rescate para engrosar el cajón de los que asesinaron y asesinan sin piedad. (¡Muy bien! Aplausos.)

    Porque los asesinatos continúan. Asesinatos políticos o no políticos, de guardias civiles, de obreros… ¿Os dais cuenta de lo que significa, desde el punto de vista político y moral, el asesinato de Víctor Legorburu, el alcalde de Galdácano? Era un hombre de bien, un esposo ejemplar, un padre de familia modelo, diputado provincial, querido de todos. Y lo mataron por todo eso y por ser un español de apellidos vascos, que amaba entrañablemente a su Patria (Ovación.)

    El ministro de la Gobernación, que tiene tiempo para almorzar con un marxista y para recibir a otro marxista en su despacho, no lo tuvo –pendiente de los mil periodistas que lo tienen asaeteado- para acudir a su funeral y a su entierro, como no lo tuvo tampoco el ministro de Información y Turismo, espectador alegre de un festival de Televisión en el que frívolamente exhibía su desnudez una artista importada. (¡Muy bien! Inmensa ovación que se prolonga largamente e impide continuar al orador.)

    Siguen y se multiplican las huelgas, con el eufemismo, a veces, de conflictividad laboral. El asunto “Matesa” … costó a España unos quince mil millones de pesetas. Pues bien, ahora, y sólo en el mes de enero, las pérdidas por jornales superan los ocho mil millones de pesetas. ¿Sabéis lo que esto supone para una nación que está despegando del subdesarrollo? (Ovación.)

    Lo que sucede en la Universidad es bochornoso. (Ovación inenarrable.) Con la tolerancia del Gobierno y en una de las Universidades madrileñas, se ha celebrado una reunión, presidida y presentada por un catedrático, en la que han intervenido el señor Ruiz-Giménez, Pablo Castellanos, y el señor Sánchez Montero, por el Partido Comunista. Hablaron después representantes de otros grupos marxistas, de la ETA y de una liga femenina. (Ovación.) El diario «Pueblo», de Madrid, ha dado una corta reseña del acto. Yo os voy a leer algunas de las cosas que allí se dijeron, y que van desde la petición de amnistía para los delitos de adulterio, aborto y prostitución, hasta la solicitud de disolución de las fuerzas de seguridad y la policía.

    (El orador da lectura entre la atención, la sorpresa, la indignación, las risas, los gritos del público…)

    ***
    Por este camino de la reforma sin ruptura marchamos mal, porque la ruptura se impone, de continuarlo, y nada se arregla con decir, como ha dicho el señor Fraga en no sé qué declaraciones –porque son tantas que ya uno se olvida de la fecha y del periódico-, que “meterá en la misma cárcel a los de la extrema derecha y a los de la extrema izquierda”.

    Y me permito, con el máximo respeto, hacer dos observaciones al ministro de la Gobernación.

    La primera, que no comprendo cómo después de proclamarse liberal, demócrata, respetuoso, en un Estado de Derecho, de la libertad y de los derechos fundamentales de la persona humana y, sobre todo, de la independencia judicial, se arroga por anticipado las funciones propias de los jueces y de los Tribunales de Justicia, juzgando por sí mismo y haciendo ejecutar lo que él por sí sólo juzga.

    La segunda, que no entiendo cómo estando próxima la fecha en que las cárceles van a quedar vacías y quedando tantísimo espacio libre en los establecimientos penitenciarios, se empeña en meternos a unos y a otros en la misma cárcel, creando problemas innecesarios de hacinamiento. (Risas e inmensa ovación.)

    Si todo esto llega a ser así, acudiremos, aunque me luce que sin éxito, a Amnesty International o al defensor del secretario general del Partido Comunista chileno, cuyo corazón magnánimo se compadecerá también de nosotros. (Risas y aplausos.)

    Ya en serio, el señor Fraga me permitirá que le diga: el Estado que usted representa puede tener –y ello es discutible- el monopolio de la violencia; ahora bien, lo que no puede tener de ninguna manera es el monopolio de la ligereza o de la arbitrariedad, a no ser que por un proceso de cambio ideológico haya usted, entre otras conclusiones, llegado a aquella fatídica de Luis XIV: “El Estado soy yo”. (Risas y aplausos.)

    ***
    El “bunker”

    Frente a todo este panorama inquietante, para los españoles de 1976 aparece, dibujado por el enemigo que arroja la palabra con burla, pero también con miedo, el “bunker”.

    A nosotros no nos molesta la palabra, y hasta la enarbolamos con orgullo. Es una pena que el adversario tenga tanta falta de imaginación y viva en un régimen de colonialismo gramatical. Hasta para el insulto ha tenido que importar el vocablo.

    ¡Bien venido sea el “bunker”! Porque nuestro bunker es un “bunker” a la española. No sólo es lugar de refugio, atrincheramiento y resistencia, sino que es lugar para el abrazo, para la alegría de los camaradas que en él se reúnen y es, más que nada y a un tiempo, fortín, fortaleza y alcázar, puesto de adiestramiento y de partida para el combate.

    Por eso, mientras Hitler se suicida, nosotros, que tenemos un sentido cristiano y providencial de la Historia, no nos suicidamos. Se equivoca la revista que ha hecho público nuestro suicidio en el acto magnífico e inolvidable de Cartagena. Si nos hubiéramos suicidado no nos temeríais, no nos atacaríais, no ensuciaríais vuestras plumas con tanta necedad y con tanta infamia.

    Al contrario. El “bunker”, todos los “bunker” de España, enlazados por un mismo ideal, la lealtad al pensamiento y a la obra de Franco, la lealtad al 18 de Julio, la lealtad a nosotros mismos y a nuestras más profundas convicciones, se hallan en forma y dispuestos y alientan en toda la geografía de la Patria.

    Nosotros, los hombres del “bunker” –cada día nos gusta más la palabra-,
    - no queremos que el halago de las palabras melifluas engañe a nuestro pueblo;
    - no queremos que la amenaza de los asesinos de ayer, de hoy y mañana, le atemoricen y acobarden;
    - no queremos que pierda la noción de su papel en el mundo y la conciencia de la gravedad de la hora en que vivimos.

    Dice San Pablo, en la carta a los Gálatas, que a Dios no se le engaña y que aquello que se cultiva eso se cosecha. Nosotros sabemos que el enemigo cultiva la cizaña, y que el administrador, adormilado o comprometido, lo tolera. Pero sabemos también que nosotros tenemos en nuestras trojes la semilla de calidad. Por eso abrimos los surcos de España, los recorremos con amor y arrojamos el trigo, seguros de que vendrá la lluvia en el momento preciso y de que el sol, al besar el verde pespunte de la sembradura, nos dará las mejores, las más altas y las más doradas espigas de todas las cosechas. ¡ARRIBA ESPAÑA!

    (A continuación, el público, puesto en pie, canta el “Cara al Sol”)
    Última edición por ALACRAN; 29/10/2019 a las 19:12
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  2. #2
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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Preámbulos del Discurso de Blas Piñar en Madrid (cine Morasol) ante 6.000 personas (muchas en la calle) el domingo, 28 de marzo de 1976, conmemorando la liberación de Madrid en 1939.

    Revista FUERZA NUEVA, nº 482, 3-Abr-1976

    FUERZA NUEVA (contra viento y marea) en Madrid

    Por fin FUERZA NUEVA pudo estar presente en Madrid, multitudinariamente –a pesar de todos los inconvenientes- para convocar y celebrar el XXXVII aniversario de la Liberación de la capital por las tropas nacionales.

    “Con las mismas banderas”, aunque con caras nuevas, 6.000 personas aproximadamente, se congregaron en el cine Morasol, único lugar en el que ha sido posible expresar unas ideas sentidas y queridas; eso sí, en su mayoría las escucharon desde la calle, ya que en el recinto se había rebasado el límite y hubo quue cerrar las puertas. Afuera había, a pie, más personas que en el interior.

    Entre un clamor indescriptible, llegó Blas Piñar… Antes, grandes aplausos habían saludado a Raimundo Fernández Cuesta, que llegó acompañado de Manuel Valdés Larrañaga… Y los gritos de Franco, Franco, eran coreados una hora antes de empezar el acto. El primer “Cara al sol” se cantó con el teatro ya completamente abarrotado… y las marchas patrióticas y militares no cesaron hasta el instante de tomar la palabra el primer orador.

    Nunca se ha visto en un acto de FUERZA NUEVA un predominio tan claro de la juventud… Las boinas rojas, las camisas azules fueron la nota a nuestro juicio más importante del acto.

    En la presidencia, guiones y banderas de la Falange y del Requeté eran sostenidos por jóvenes de nuestras delegaciones provinciales…

    Tomaron película del acto las televisiones suiza y alemana… Fuerzas de la Policía Armada vigilaban discretamente el lugar a distancia. Y los autocares que habían traído a los simpatizantes de las provincias se alineaban en un descampado dela prolongación de la calle General Mola.


    Los discursos, tras la presentación de Sol Lafita, quien leyó telegramas y adhesiones de Alemania, Canadá, Paraguay - estos dos últimos de la resistencia Croata- y de los cubanos en el exilio, fueron cuatro, comenzando con el de Luis Valero Bermejo, secretario de la Confederación Nacional de Combatientes quien habló inmediatamente después de darse lectura a otro telegrama de la Hermandad de Caballeros Legionarios de Orense, que nombraba a Blas Piñar miembro de honor de la misma. Después tomaron la palabra Leopoldo Panizo y Juan Servando Balaguer, quienes al igual que el primer orador levantaron a los presentes de sus asientos en más de una ocasión, entre los aplausos y los vítores.

    Por último fue Blas Piñar quien tomó la palabra entre una fuerte salva de aplausos y gritos de ¡Franco! ¡Franco!, que se extendieron a lo largo del acto. Habló durante cerca de dos horas, y las interrupciones fueron tan numerosas que hicieron que en varias ocasiones el orador no tuviese tiempo de terminar con sus frases, cortadas por el clamor, que igualmente se vivía en la plaza pública, a las puertas del cine.

    Con el "Cara al sol" y el "Oriamendi" terminó esta memorable cita de FUERZA NUEVA con la capital de España. Por lo menos y por lo que a esta publicación respecta, Madrid no se ha quedado sin recuerdo de que un día de igual fecha de 1939, hace treinta y siete años, fue liberada por unos soldados y unas fuerzas políticas - la Falange y el Requeté - que no quisieron que fuese presa fácil de las internacionales de ningún tipo, devolviéndole a España su capital después de tres años de trágico cautiverio.

    ***

    Discurso de Juan Servando Balaguer:
    Revista FUERZA NUEVA, nº 483, 10-Abr-1976

    AGRADECIMIENTO A LOS CAMARADAS EXTRANJEROS

    Discurso de Juan Servando Balaguer

    Publicamos a continuación, íntegramente, el discurso pronunciado en el cine Morasol por Juan Servando Balaguer en el acto de afirmación nacional celebrado en Madrid el pasado 28 de marzo para conmemorar la liberación de Madrid por las tropas nacionales. El orador fue interrumpido en numerosas ocasiones por el entusiasmo de la multitud.

    Amigos y camaradas:
    Como ha señalado nuestra gentil presentadora, soy el delegado de FUERZA NUEVA para el Servicio Exterior. Es decir, el ministro de Asuntos Exteriores de nuestro movimiento, pero con una diferencia: que yo nací con la camisa azul, sigo con ella y con ella moriré (Aplausos).

    Y en cumplimiento de mis funciones me es muy grato el dar las gracias por su presencia en estos locales a todos aquellos camaradas extranjeros que, unos residentes en España y otros llegados desde sus Patrias de origen, han venido a demostrarnos que no estamos solos en la lucha por unos ideales comunes y en la defensa de los valores del espíritu.

    A los camaradas:

    Gracias a los camaradas rumanos, supervivientes de la gloriosa Guardia de Hierro que un día fundara y capitaneara Codreanu, el José Antonio de Rumania. (Aplausos.) Vosotros sois seguramente los que mejor comprendéis el significado de este acto, conmemorativo de la liberación de Madrid, ya que muy cerca de la capital de España, en Majadahonda, cayeron por Dios, por España y por una Europa mejor, vuestros más heroicos camaradas: Ion Mota y Vasile Marin. Allí acudimos año tras año un puñado de españoles agradecidos que sustituimos con mucho gusto a los representantes de unos Gobiernos que parecen avergonzarse de sus propios muertos y que no se atreven a comparecer por miedo a ser tachados de ultras y fascistas. (Aplausos.)

    Gracias a los camaradas italianos. Vuestros ascendientes nos ayudaron en nuestra Cruzada a liberarnos del marxismo esclavizante y vosotros, en fechas recientes, compensasteis la campaña internacional antiespañola concentrando, por ejemplo, en Reggio Calabria, a 20.000 patriotas que gritaron incansables y con voces enronquecidas ¡Franco, Franco, Franco!, al igual que aquí, en la plaza de Oriente, lo hicimos nosotros aquel inolvidable 1 de octubre de 1975. (Aplausos.)

    Gracias camaradas croatas por vuestra presencia y voces de ánimo. A nosotros no nos pasó inadvertida la noticia que hace unos días apareció en la prensa sobre la desaparición del programa que vosotros dirigíais desde hace treinta años en Radio Nacional de España para Yugoslavia. Nuestro olfato político nos señaló que algo se tramaba en las alturas. Y en efecto, recientemente el funesto mariscal Tito, el mismo que un día se paseara con las Brigadas Internacionales por las calles de Madrid, ha tenido la desfachatez de pasearse por los cielos de España, intercambiando mensajes con el gobierno de Su Majestad, lo que viene a ser el prólogo de del establecimiento de relaciones diplomáticas con aquel país comunista. Pues bien, sabed, hermanos croatas, que desde ahora nos oponemos resueltamente a ese pretendido establecimiento de relaciones diplomáticas, sobre todo mientras viva José Broz, alias Tito. (Aplausos.)

    Gracias por acompañarnos este día, camaradas cubanos, vosotros que sufrís en una triste diáspora por todo el mundo la persecución implacable de Fidel Castro. Agustín de Foxá decía que, si todas las repúblicas americanas son hijas de España, Cuba es su novia y nosotros nos resistimos a admitir que esta novia siga siendo mancillada y violada por el comunismo soviético, con la impasible actitud de Occidente (Aplausos.)

    Gracias por vuestra presencia, camaradas argentinos. Nunca olvidaremos vuestra pancarta de la plaza de Oriente el 1 de octubre, en la que se leía: "Hoy como ayer, Argentina por España". Pues bien, hoy, en momentos difíciles para vuestra Patria, os decimos que España, como siempre, está a vuestro lado. (Aplausos.)

    Gracias, en fin, a los camaradas franceses y belgas.

    No todo lo que reluce es oro

    Todos vosotros, camaradas extranjeros pensáis que España es la meca de los valores e ideales comunes y que es el último bastión anticomunista que queda en el mundo llamado libre. Seguramente es así, pero pensad que no todo lo que reluce es oro, ya que a la vista está que las fuerzas marxistas y liberales arrecian cada vez más en sus ataques y están consiguiendo sus objetivos. Sobre todo, desde que murió nuestro Caudillo Franco, una quinta columna poderosa, instalada ya en parte del poder, les está abriendo las puertas a estas fuerzas enemigas.

    Porque abrirles las puertas es permitir que vengan a España a decirnos lo que tenemos que hacer el secretario general de la Internacional Liberal.

    Y abrirles las puertas es permitir que vengan a España representantes oficiales del Comité Ejecutivo del Partido Comunista francés.

    Y abrirles las puertas es permitir que venga a España la secretaria general de los "Jusos", o extrema izquierda alemana, la llamada "Heidi la Roja", a indicar en nuestras mismas narices que "mientras el gobierno no rompa totalmente con el pasado fascista, mi partido se esforzará por aislarlo internacionalmente".

    Respecto a esta postura de puertas abiertas, debo traer aquí a colación unas circunstancias que seguramente no conocéis o habéis olvidado. El hoy ministro de Asuntos Exteriores, señor Areilza, siendo embajador de España en Washington, allá por el año 1957, se desplazó a la localidad de El Paso, en Tejas, para asistir a determinados actos, uno de los cuales consistió en ser nombrado, tras la correspondiente ceremonia y rodeado de plumajes multicolores, nada más y nada menos que "cacique honorario de la tribu india de los tiguas". En tales actos declaró el señor Areilza "La amistad de España con los Estados Unidos debe de ser imperecedera, ya que estamos unidos por la común acción contra el comunismo".

    ¿Y cómo se concilia esa pretendida acción anticomunista con las declaraciones del señor Carrillo al decir: "estoy extrañado de que no me hayan dado ya el pasaporte, teniendo en cuenta las relaciones que el conde de Motrico ha mantenido conmigo no hace mucho tiempo"? ¿Y cómo se concilia esa postura con autorizar la venida a España de miembros destacados del Partido Comunista francés? ¿Y cómo se concilia aquello con la presentación pública y oficial de la Organización Revolucionaria del Trabajo que preconiza como objetivos fundamentales el derrocamiento de la Monarquia y la implantación de la dictadura del proletariado? ¿O con la rueda de prensa organizada para la presentación del POUM, al que por cierto perteneció durante la guerra civil Willy Brandt, según un señor que debe más su fama a los continuos escarceos políticos que a sus conocimientos de historia, señor De la Cierva? (Aplausos.)


    Es curioso que continuamente leamos que se presenta el ilegal partido tal o el ilegal partido cual, sirviendo siempre la prensa de caja de resonancia de sus declaraciones. Va a llegar el momento en que para que a nosotros se nos oiga debidamente, para que la prensa nos haga publicidad, vamos a tener que anunciar la presentación pública y oficial del "ilegal Movimiento Nacional nacido del 18 de Julio" (Grande y prolongada ovación.)

    Estamos hartos

    Camaradas: la subversión está en la calle y en el poder. Las huelgas revolucionarias arruinan la economía de la Patria; las luchas callejeras se multiplican. Ya estamos hartos de oír por los pasillos las quejas lastimeras de plañideras que repiten sin cesar "esto se hunde", "esto no tiene solución". Esta es una postura cobarde e inútil. Hay que encuadrarse y luchar. Frente a una subversión organizada, disciplinada y jerarquizada, no se puede oponer una masa amorfa e invertebrada. La consigna de hoy es ésta: hay que encuadrarse, convertirse en militantes, unirse en un Frente Nacional y atacar, porque las posturas meramente defensivas suponen de aceptar de antemano la derrota.

    Hay que seguir el ejemplo de FUERZA NUEVA. Nosotros tenemos una organización, unos cuadros, unos ideales por los que luchar; un periódico, alimento espiritual, que es nuestra revista, y, sobre todo, un jefe insustituible: Blas Piñar, al que seguiremos hasta la muerte si es preciso. (Aplausos.)

    Camaradas: con optimismo y esperanza, adelante siempre. ¡Por Dios, España y la Revolución Nacional- Sindicalista! ¡Arriba España!
    Última edición por ALACRAN; 05/12/2019 a las 19:24
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en Madrid, el 28 de marzo de 1976, con motivo del 37º aniversario de la Liberación de la capital por las tropas nacionales:
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    Revista FUERZA NUEVA, nº 483, 10-Abr-1976

    LA LIBERACIÓN DE MADRID, CONMEMORADA

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en el cine Morasol de Madrid, el 28 de marzo de 1976, con motivo del 37º aniversario de la Liberación de la capital de España por las tropas nacionales.

    El consejero nacional del Movimiento y fundador de FUERZA NUEVA, luego de saludar a las representaciones cualificadas de Unión Nacional Española y de Frente Nacional Español, a Luis Valero Bermejo, secretario de la Confederación Nacional de Combatientes, y a Raimundo Fernández Cuesta, al que el público tributó una cariñosa ovación, pronunció el siguiente discurso.

    Señoras, señores, amigos y camaradas:

    28 de marzo de 1939, 28 de marzo de 1976. ¡Y con las mismas banderas! Nosotros, al menos, no las hemos olvidado, ni abandonado, ni arriado, ni enlodado, ni pisoteado. Nosotros, al menos, las seguimos manteniendo en pie, alzadas, erguidas, enhiestas, con el mismo ímpetu fervoroso, juvenil e ilusionado con que fueron enarboladas el 18 de Julio, al ponerse en marcha la Revolución nacional; con el mismo ardor y la misma esperanza con que entraron en Madrid hace 37 años; con el mismo coraje e idéntica gallardía con que fueron izadas para recibir la caricia suave de todos los vientos de España, en aquella mañana inolvidable del primero de Abril, cuando se hizo tangible, palpitante, estremecedora, con el último parte de guerra firmado por Francisco Franco, caudillo de la Cruzada, la profecía del Cara al Sol: “Volverán banderas victoriosas al paso alegre de la paz”.

    Así entraron en Madrid el 28 de marzo de 1939, para liberarla de la esclavitud marxista, los ejércitos nacionales.

    Y ahora, cuando nosotros quebramos el silencio cómplice y cobarde, para conmemorar, recordar y reflexionar sobre la alta significación de aquel glorioso acontecimiento, dirijamos, aunque sea con brevedad, nuestra mirada agradecida hacia las trincheras nacionales, donde se prodigó el heroísmo hasta límites extremos, y nuestra mirada dolorosa hacia la ciudad subyugada por la peor y la más sanguinaria de las tiranías.

    I LAS TRINCHERAS NACIONALES EN TORNO A MADRID

    Sería interminable el repaso de los episodios que se suceden desde la llegada a la Casa de Campo, el 7 de noviembre de 1936, con la liberación de los arrabales madrileños, hasta las 3 de la tarde de aquel 28 de marzo de 1939, en que se dio la orden de entrar en Madrid; pasando, naturalmente, por los enfrentamientos con las Brigadas Internacionales, reclutadas por los enemigos de la Patria, en las que se enrolaron muchos de los que hoy ocupan puestos clave en la política oficial europea; lo que explica, naturalmente, la hostilidad continuada contra el Sistema creado por quienes con valentía y con honor supieron derrotarlas.

    Batalla de Brunete.
    Batalla del Jarama, con Joaquín García Morato y su escuadrilla azul: por el azul mahón de sus camisas y por los girones de azul con que el cielo premiaba sus combates victoriosos.
    La Cuesta de las Perdices, con el padre Huidobro, capellán legionario, cuyo proceso de beatificación está en marcha; cuyo monumento inaugurábamos, con el patrocinio de García Lomas, el hombre leal, en la carretera de La Coruña; y del que tantas y tan bellas y tan emotivas cosas podrían decirnos el padre Valdés, postulador de la causa, y el padre Caballero, su camarada de la guerra.
    La Ciudad Universitaria y la guerra subterránea de minas, en la que se disputaba palmo a palmo el terreno, en sentido vertical y horizontal y en la que se mantuvo la guardia con derroche de sangre, sin medida.

    “Cómo es posible resistir tanto y llevar tan lejos el heroísmo?”, se pregunta Manuel Aznar. “Explíquelo España, y en nombre de España hable Franco, el Caudillo, que sabe hasta el fin los misterios de la Legión y la gloria de estos hombres incomparables para la guerra”.

    El general Duval contempló el trazado de las líneas nacionales y de las trincheras rojas: “Je ne comprend plus rien”.

    “Efectivamente -dice Aznar-, si aquel espectáculo se miraba con ojos de técnico, no podía entenderse. Había que poner miradas de espíritu, contemplaciones morales, porque sin este elemento ideal, puro e inefable, nadie puede entender lo que en aquel trozo de tierra española aconteció”.

    Por eso nos indigna, y diría que nos enfurece, que la abdicación de los que propugnan las reformas pero que han jurado defender un orden constitucional que aún no ha sido jurídicamente reformado, y nuestra propia e imperdonable abulia tolere, con unos u otros pretextos miserables, que sobre ese trozo de tierra sagrada, en el que se vertió la sangre a raudales para liberar a Madrid del comunismo, se enseñoreen las banderas rojas del odio y la revancha; se exhiban con descaro hoces y martillos; se amenace con los puños en alto; se venda sin cortapisas el «Mundo Obrero»; se reúnan con permiso de la autoridad gubernativa y académica quienes piden la disolución de las fuerzas de orden público y hacen la apología de los asesinos de ETA…

    La ciudad subyugada

    Las matanzas. Las checas: “Amanecer”, García Atadell, el S.I.M… Paracuellos del Jarama. El “túnel de la muerte”. La Cárcel Modelo. «Madrid de Corte a checa” de Agustín de Foxá. «Una isla en el mar Rojo», de Fernández Flórez, y «El pimpinela de la guerra española», de Lucas Philips, que tan verazmente relatan lo que fue aquello.

    ¡Todos cayeron! Con Ramiro Ledesma, el jonsista, y Albiñana, el fundador del Partido Nacional español, los ministros de la República: Salazar Alonso, Rico Avello, Álvarez Valdés; y Melquiades Álvarez, presidente del partido republicano liberal demócrata. ¡Así trata el marxismo a los liberales! Pero la lección, al parecer, resulta inútil, si vemos cómo vuelven a repetirse los abrazos que fingen amor para ocultar la táctica de dominio sin compasiones agradecidas.

    Aún espera Madrid la bendición e inauguración del Monumento a los Caídos, terminado pero olvidado, allí donde parece que se juntan el martirio de la Cárcel Modelo, el heroísmo de la Ciudad Universitaria y el arco triunfal de la Victoria. Hasta los pueblos diminutos tienen el monumento, como lo tiene José Antonio. ¡Ay de las ciudades que olvidan o se avergüenzan de su Historia, porque se verán obligadas a repetirla!

    Y el encuentro de la trinchera con la ciudad

    Se produjo a las tres de la tarde por el frente de la Ciudad Universitaria. ¡A Madrid! ¡No pasarán!, decían. Y se pasó, como el cinturón de hierro de Bilbao.

    “La capital, hambrienta, mordida por la metralla, emplea los pocos restos de su energía en aclamar a los soldados”.

    Madrid se cubre de banderas, de brazos en alto, de caras macilentas y afligidas, por los que fueron arrancados y asesinados en calle y caminos, pero sonrientes por haber dado algo muy querido, por haber sacrificado tanto por España. España, en aquel momento, bajo el sol luminoso de la primavera profetizada, no era un nombre geográfico, ni un ente histórico, ni siquiera una unidad de destino en lo universal; era todo eso y mucho más: era la propia conciencia, la entraña misma de cada madrileño, el alma y la sangre, el corazón y el nervio de cada español, que otra vez sentía el arrebatado orgullo de serlo, de pertenecer a una estirpe capaz de dar la existencia por la esencia, la propia vida para que España, fiel a su misión, continuara viviendo.

    ¡Cómo recogió el insigne poeta Manuel Machado, el instante del encuentro entre los libertadores y los liberados! ¡Cómo cifra en el Caudillo, dirigiéndose a él, su salutación poética en aquel 28 de marzo!

    “¡Bien venido, capitán!
    Bienvenido a tu Madrid,
    con la palma de la vid
    y con la espiga del pan.”

    II LAS RAÍCES ÚLTIMAS DE LA CRUZADA

    No basta para entender la guerra española -que terminó como conflagración bélica el Primero de Abril, pero que no ha terminado y está más viva que nunca como enfrentamiento ideológico y vital- con el examen de los hechos, con la exposición meticulosa de los ejércitos en presencia. Ello es importante para la milicia, aunque también ha sido en parte olvidado en los planes de enseñanza de nuestros centros castrenses de formación. Pero desde el punto de vista ideológico, trascendente, por su influencia en el curso de la Historia, ese planteamiento exclusivamente profesional no arrojaría demasiada luz sobre el tema puesto a debate…

    La causa de la enfermedad

    La causa de la enfermedad que exigió la guerra (“No fue posible la paz” se titula el libro-testimonio de José María Gil Robles –el que dice ahora que prefiere colaborar con los comunistas a con los conservadores, «Ya», 24-I-76- hay que buscarla bastante atrás. La temática política, aseguraba Donoso Cortés, entraña no sólo una interrogación filosófica, sino una cuestión grave incardinada en el campo teológico.

    Hoy son muchos los que han calado y comprobado la exactitud y la clarividencia de Donoso Cortés, en España y fuera de España. Soljenitsin lo ha expuesto muy bien, entre nosotros y más allá de nuestras fronteras, con un valor ejemplar y en medio de una horrible campaña inmisericorde de difamación y de injurias. La pérdida del sentido sobrenatural de la vida, la construcción de una sociedad laica, cerrada en sí misma, que niega a Dios, huye de Dios o le desprecia, no ha nacido como propósito ni aquí ni ahora.

    Es la tentación del Paraíso que se repite, a la que no son ajenos ni el hombre ni la comunidad en que el hombre habita. “Seréis como dioses”, dice el padre de la mentira. Y ante la tentación renovada, cada hombre, cada comunidad política… tiene que responder… o con el ascetismo moral de la obediencia a la ley divina, o con la soberbia del ángel caído, soberbia que acaba degradando al hombre, animalizándole por la codicia desordenada de bienes temporales. Desde la proclama de Proudhon, “ni Dios ni amo”; desde el “superhombre” de Nietzsche; desde “la religión opio del pueblo” de Carlos Marx, a la corrupción de Sodoma y Gomorra, a una sociedad freudiana o al existencialismo ateo de Sartre, que hace de la vida náusea y eleva a categoría moral el suicidio, no hay más que un paso…, y concluye en la explotación del hombre por el hombre, sigue con la explotación del hombre por el Estado, y termina explotándose a sí mismo con la desesperanza nihilista o el uso y abuso de la droga.

    … Si el libre examen se levantó frente al principio de autoridad y magisterio en el ámbito de lo sagrado, ¿por qué no había de admitirse el liberalismo en el campo político… Si mi conciencia crea la norma moral… la ruptura de los valores éticos, sobre los cuales se funda la honestidad personal y la civilización cristiana, se produce de inmediato. A la ética sustituye la economía; al modo de ser, la forma de estar; a lo bueno, lo lucrativo; al deber que con renuncia ascética se cumple, el solo placer que se exige como derecho de la propia personalidad que se realiza.

    Ahí está el origen del mal

    El liberalismo levantó un altar a la razón humana; el capitalismo financiero levantó un altar al becerro de oro; el erotismo levantó un altar al sexo. De este modo, el hombre se arrodilló ante sus tres concupiscencias, y esclavizado, envilecido, arrebatado por ellas, destruyó el amor –palabra que Stalin no quiso que figurase en la Enciclopedia soviética- y se postró ante el comunismo, al que Ion Mota, el legionario rumano que murió luchando por Cristo y por España en Majadahonda, llamó la bestia roja del Apocalipsis.

    Ahí está el origen del mal. El que no contemple la última razón de nuestra guerra desde ese ángulo, ni entiende nada ni puede asumir posturas consecuentes. San Pablo… que vivió el drama completo de la humanidad, a lo que se ha llamado teología de la Historia, lo interpreta muy bien, cuando nos deja en sus epístolas… con una incidencia temporal bien marcada: “el combate que libráis no es contra la carne ni la sangre sino contra el espíritu del mal”.

    No se trata, pues, de una elección entre la derecha y la izquierda; entre el Este y el Oeste; entre el capitalismo y el marxismo. Este planteamiento está equivocado de raíz. La solución no está, por ello, en la postura centro, postulada por algunos de no alinearse, en la síntesis de ambas concepciones, y ello porque:
    · El centro no tiene consistencia propia, busca equidistar de un lado y de otro, se vuelve estrábico, sin poder mirar, lleno de temor hacia adelante.
    · La no alienación en un mundo radicalizado y hostil es inútil, porque no hay torres ebúrneas que garanticen la neutralidad, y se quiera o no… o se hace la historia o se padece.
    · La simbiosis es imposible, porque si de un bando hay espíritu de entrega, de otro hay la decisión firme de dominar el mundo, como lo demuestran Yalta y Postdam, que dejó en manos soviéticas a una gran parte de Europa, sin oír democráticamente a sus ciudadanos; Cuba bajo la férula férrea de Fidel Castro; China, parte de Corea, Laos, Vietnam… Mozambique y Angola enajenados a Portugal, para caer bajo dominio comunista…
    ***
    La solución única y posible, y con la ayuda de Dios viable, ha consistido y consiste en no entrar en esa área equívoca de juego o en salirse de él; en el trasplante… hacia un área distinta que nos depare una perspectiva diferente.

    Esto fue… lo que hizo España con sus teólogos en Trento, en la Europa que comenzó a disgregarse con la falsa y herética interpretación del “libero arbitrio”. Esto fue lo que hizo España con los carlistas, en las guerras del siglo XIX frente a los principios liberales de la Revolución de 1789 y a los afrancesados europeizantes de su tiempo. Esto fue, en fin, lo que hizo España con los carlistas, las escuadras juveniles de Falange y las Fuerzas Armadas en 1936, al alzarse en uso de su derecho de rebelión, que tan acertadamente ha estudiado Castro Albarrán, contra un ejército visible, pero también invisible, como ha escrito García Morente, que aspiraba a destruirla como reserva espiritual de Occidente y como último baluarte de la civilización cristiana.

    No fue un enfrentamiento entre capitalistas y trabajadores

    Falsean deliberadamente la verdad los que entienden que nuestra guerra fue… una lucha cruenta y descarada de clases… de izquierdas y derechas. Lo que de esto hubiera podido existir es tangencial y accesorio. En el campo marxista hubo señoritos, intelectuales, burgueses y capitalistas. En el campo nacional hubo artesanos, obreros, industriales y campesinos. El diagrama, sin embargo, no puede presentarse así, porque no reflejaría la hondura…, el clima de tragedia que empapa el episodio que ahora recordamos.

    De una parte, en efecto, los tradicionalistas permanecieron, por razón de su origen, extraños y enemigos de la perspectiva derecha-izquierda del liberalismo. De otra, la Falange y José Antonio con ella se desprendieron de la ganga liberal en que germinaron, y desde el discurso fundacional de La Comedia hasta su última voluntad en la prisión alicantina, marcharon hacia un terreno político de contornos nacionales, no sólo radicalmente antimarxista sino ajeno a aquella perspectiva liberal.

    La clave del pensamiento joseantoniano, fiel a la savia tradicional de que se nutre… se halla en que, al afirmar que su Movimiento nace como antipartido y que no es de derechas ni de izquierdas, no asume la posición centro, totalmente insostenible, sino que, rechazando las fórmulas mágicas de derecha, izquierda y centro, hace tránsito a una cota diferente, desde la que, y bajo un halo de luz no sólo temporal sino metafísico, contempla a España para amarla… con amor ascético y de perfección… como ha dicho mons. Marcelo González, con la virtud religiosa del patriotismo.
    ***

    Esta es la España fiel a sí misma y fiel al pensamiento cristiano, la España que hemos recibido rehecha y recobrada, admirada u odiada, como signo de contradicción, pero nunca despreciada. Esta es la España que merced a tanto heroísmo, a tanto martirio, en tantas guerras divinales, no se dejó arrastrar por la corriente del laicismo y del ateísmo, guardando como un tesoro la levadura intacta que puede salvar al mundo de la confusión ideológica y de la corrupción moral.

    Tienen en parte razón los que a esta España quijotesca y mítica la tachan de inmóvil e incluso la denigran, porque, consumida –pero también consumada- en un combate secular, perdió el tren de la industrialización y de las comodidades. Pero este inmovilismo no es un fallo sino un triunfo, un signo de virilidad y de entereza, un seguro, a la larga, de salvación… ¿Acaso lo admirable no es quedar ahincado como la roca de granito, impávida y fija…? ¿Quién acertó ante el diluvio… los frívolos o indiferentes o Noé y los suyos que fabricaron el arca y guardaron las fuentes de la vida? Europa, podemos decir, pereció en el diluvio materialista y ateo. La Europa auténtica está en España brindando su ejemplo para el rearme y la reconstrucción moral del Continente.

    ¡Qué bien lo entiende Ignacio Anzoátegui, el argentino de palabra de hierro que sacude y electriza, al darnos su interpretación de la guerra! “La España noble estaba en vigilia, en su dial, inmóvil, anclada, no por falta de movimiento, sino porque había superado el movimiento. Se mueve el que busca una meta; está quieto quien la logra. Por eso, España es escándalo. La Historia de Europa tiene edades; la de España, no. España tiene una sola edad, donde todas las edades se confunden. España no envejece nunca, está joven, eternamente joven

    Y esa España intemporal, metafísica, inmóvil por haber superado el movimiento y saberse anclada en el mundo real aunque invisible de la Verdad, a cuyo servicio se entregó siempre; esa España núbil, que cantara el uruguayo José Enrique Rodó, esa España que tiene para la hora difícil del mundo un mensaje que conmueve, se levantó en nombre de la lealtad a sí misma, de una lealtad, ha escrito Anzóategui, “íntegra y a fondo, a la cual horroriza la prudencia, porque a la prudencia la han desacreditado los hombre “prudentes”. España, en su lealtad indomable, prefirió, a una prudencia dudosa que encubre la cobardía, la imprudencia que puede convertirse en pecado, porque sabe que Dios perdona todos los pecados cuando el pecador se porta como un héroe y se arrepiente como un miserable, que son las dos formas más altas de heroísmo”.
    ***

    Por eso España, aunque el griterío de los que manipulan la opinión lo ahogue y oculte, en verdad no está sola: está sola en apariencia. Las miradas de todos los hombres de buena voluntad se dirigen a nosotros… De nuestra renovada fidelidad depende que el mundo se levante o definitivamente se hunda.

    Paul Claudel, entonces, escribió anhelante y estremecido:
    Santa España,
    en la extremidad de Europa,
    trinchera de la Virgen Madre,
    En esta hora de tu crucifixión, hermana España;
    cuando todos los cobardes te traicionan
    y ha llegado, por fin, el momento de que se conozca
    el color de vuestra sangre;
    nos ponen el cielo y el infierno en la mano
    y tenemos cuarenta segundos para elegir.
    ¡Cuarenta segundos!
    Hermana España, Santa España: Tú ya elegiste.
    Decían que dormías, hermana España,
    dormías como quien finge un sueño.”

    Y si esto es en Europa, imaginaos lo que será en América. El colombiano José Joaquín Casas nos dirá a todos los hombres de una y otra orilla del Atlántico: “Somos hermanos en España”.

    Acontecimiento número uno

    La guerra española –Cruzada por los ideales que allí se defendieron; Cruzada por la santidad y las virtudes heroicas de muchos de los que dieron su vida; Cruzada, porque así la definió la Iglesia- constituye así, en frase comunista, el acontecimiento número uno de la Historia universal, después de la revolución burguesa de 1789 y de la revolución marxista de 1917. Las dos últimas conflagraciones universales no plantearon de modo directo el problema fundamental a debate, y buena prueba de ello es que sucesivamente pactaron con el comunismo la Alemania de Hitler y las potencias aliadas. El debate de fondo que subyace en el ambiente de guerra civil universal en que vivimos, se plantea entre una concepción espiritual del hombre y la comunidad política y una concepción atea; entre el hombre portador de valores eternos… y el ‘homo faber’, ‘homo aeconomicus’, bestia evolucionada, que tiene aquí abajo su único posible paraíso.

    ¡Qué estupidez la afrenta que se hace a José Antonio de totalitario! ¿Totalitario el que quiso un Estado totalmente al servicio de España y del bien común; el que propuso como cauces de participación política las estructuras básicas de la sociedad…?

    III JOSÉ ANTONIO Y FRANCO

    José Antonio profetizó, predicó, era como la voz que clamaba en el desierto y, al igual que el Bautista y que todos los profetas, dio testimonio de… la verdad política, que también existe, con su propia sangre. Y no fue pura casualidad, sino más bien signo fraterno y arra precisa de la unidad, que José Antonio cayese entre aquellos falangistas de la Vega del Segura, que habían alimentado el sueño imposible de liberarle.

    José Antonio, frente a la generación desmayada del 98, entendió, con Vázquez de Mella, que no era posible ser pesimistas; con Aparisi y Guijarro, que sobre España no había sentencia condenatoria; con Machado, que ni el pasado había muerto ni el mañana estaba escrito; con Antonio maura, que era precisa y hasta inevitable la revolución, pero que antes era necesario recobrar la fe en los destinos de la Patria; con Ganivet, que esa fe debía ser activa, militante, conquistadora, capaz de convertir a cada español, como quería Menéndez Pelayo, en un nuevo Josué, con vigor bastante para detener el sol en su carrera, al saberse, como ansiaba Unamuno, el genial equivocado, un español de nacimiento, de educación, de cuerpo y de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio.

    Sólo a Francisco Franco

    Y José Antonio, el precursor, sabía que detrás de él –el profeta- venía el elegido –el artífice-. Y lo señaló con claridad. Su carta del 24 de septiembre de 1934 no se dirigía a cualquiera de los generales prestigiosos de su tiempo. La dirige sólo y en exclusiva a Francisco Franco, el legionario de Marruecos; al director de la Academia General Militar de Zaragoza, que habló de disciplina, pero también de sus límites, porque la obediencia formal no puede conducir nunca a la traición; al jefe del Alto Estado Mayor, que luego se enfrentaría con la revuelta criminal del socialismo en Asturias y del separatismo en Barcelona; al capitán general de Canarias, que encabezaría, al fin, el Alzamiento Nacional del 18 de Julio.

    Franco recoge la España invertebrada y, con el armazón doctrinal del Tradicionalismo y la Falange, la vertebra con autenticidad y originalidad…

    El último éxito de Franco coincide con el desconcierto en que sumió a sus intérpretes, que se sienten obligados después de su muerte, a replantearse una personalidad que destroza sus parámetros intelectuales. Porque la inteligencia moderna rechaza y niega lo que no comprende, y ciertamente no comprende la grandeza, el heroísmo, la santidad, la guerra religiosa. Ni la simplicidad sin estulticia, ni la habilidad sin astucia.

    Además, Franco fue venciendo, a lo largo de su carrera de estadista, los desafíos de sus adversarios. A los que apostaban su caída a cada momento, les respondió con una permanencia pétrea de casi 40 años; a los que pedían seguridad, les respondió con un orden casi intocado en medio de las más belicosas circunstancias; a los que reclamaban libertad, les respondió con un estado de derecho que hizo la felicidad concreta de los españoles durante dos generaciones; a los que exigían prosperidad, les respondió con la puesta en marcha de una economía secularmente pobre, hasta llegar al “boom” que desespera a sus soberbios vecinos del Mercado común Europeo.

    El Caudillo se fijó sus etapas. La guerra fue la cruzada religiosa, mística, luminosa, trascendente, tajante, transida de amor y metafísica, donde todo se jugó a la española: a cara o cruz, a muerte o vida. Pero la reconstrucción exigió la brega por el honor de España y su soberanía, y Franco se enfrentó en 1945 con los vencedores. Una vez más, como en Hendaya, el Franco gallego aportó sus virtudes aldeanas al Franco estadista, y le acercó esa suerte de tozuda lealtad al ideal y de plástico realismo para transitar por entre las circunstancias; y España se incorporó al concierto de las naciones sin dejar de ser ella misma.

    No se equivocó José Antonio

    Cuando José Antonio pensó en Franco no se equivocó. La revolución que él soñara era la de su poeta. Necesitaba no sólo quien la encabezara sino quien la encarnara. Franco era ese hombre. Y Franco brindó los más grandes servicios que un hombre –un militar- puede ofrecer a su Patria, a su cultura y a sus contemporáneos. Rescató a España para la verdad católica, salvó su unidad, la hizo grande y próspera, y dio a Occidente el ejemplo aleccionador de que al marxismo perverso y al liberalismo entreguista no se les vence en la convivencia sino en el campo de batalla.

    Si todo es así, se comprenderá que la identificación de España y de Franco sea absoluta. Si España ha sido y es piedra de escándalo, signo de contradicción, bandera discutida, Franco lo ha sido también: en vida, en el momento de morir y después de su muerte.

    Entre la devoción y el odio, se ha escrito, discurre la estela de Franco. Nosotros estamos en el terreno de la devoción, que no pretende mitificarlo, pero tampoco achatar su empresa.

    Franco, en el «Diario de una bandera» (recuerdo de la Legión y de la guerra de África); en el guión de “Raza” (la bella película de la Cruzada); en su «Pensamiento político» y sobre todo en su “Testamento”, nos ha dejado motivos excelentes para reflexionar.

    Franco sabe que va a morir. De noche, en su cuarto, delante de Dios, con pulso tembloroso escribe: “En el nombre de Cristo me honro. Perdono y pido perdón. Los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta”.

    Nos amó hasta el fin

    Y nos amó hasta el fin, y su pueblo respondió a su amor con amor, unido a cuanto él representaba. A un legionario le falló el corazón, y al pueblo, alguien, astuto, trata de que también le falle. Se habla así de un poder personal, encubriendo, sólo a veces, el calificativo de “dictador”.

    Por eso, si Franco ha muerto, no ha muerto el franquismo. Lo afirmamos en Badajoz (1975); y nosotros, y cuantos quieran acompañarnos en la tarea, vamos a recoger con afán constructivo y para la continuidad perfectiva del Régimen y para bien de España, el sentimiento franquista y la lealtad a su nombre y a su obra.

    El “¡Viva Franco!” -¿cuándo supisteis de un vítor para un jefe muerto?- nosotros lo dimos en la portada de FUERZA NUEVA. Hoy se escribe y se canta por la nación, como una llamada de combate, como un clarín que convoca a la unidad.

    Más aún: hoy el franquismo, por lo que encierra y simboliza, no es un fenómeno español, sino que es un movimiento universal. La Europa afligida ante la perspectiva de su propio suicidio, y la Europa subyugada [comunista] y la América española se unen al vítor de nuestro pueblo, como se unían al cortejo funeral de despedida.

    IV PANORAMA ACTUAL. NUESTRA POSTURA

    No estamos dispuestos a permanecer como espectadores ante la obra de destrucción del franquismo; a contemplar en silencio la puesta en práctica de unas reformas hechas en nombre de la democracia, sin que el pueblo haya sido escuchado; a consentir la ruptura del Régimen por la violencia, la tergiversación o el cambio reformista.

    En los últimos años de Franco, aprovechó el enemigo, encubierto o no, abusando de su ancianidad y contando con nuestro respeto por su figura, para iniciar las dos crisis del sistema: una crisis de identidad y una crisis de homologación europeísta. En ellas estamos, y de ellas se trata de salir por el camino de la “reforma”. Pues bien, entre la “reforma” que acaba con la identidad y el renacimiento que lo depura, estamos con el renacimiento, porque la reforma es una rectificación que busca patrones ajenos en trance de rechazo y por ello mismo de convulsión fratricida, mientras que el renacimiento trae a la mesa el patrón de origen, acude al manantial originario y puro y rehace la autenticidad adulterada; y adulterada precisamente por los que fueron antes ministros y embajadores de Franco y que ahora, como ministros de la Corona, denuncian los errores a ellos imputables.

    Y ya no faltaría más sino que los defectos de su propia construcción política quisieran desviarlos sobre los que, como nosotros, desde el primer número de FUERZA NUEVA (Ene. 1967) hasta el acto de Zaragoza (Nov. 1975), pocos días antes de la muerte de Franco, pasando por “Señor Presidente” (1974), hemos denunciado por lealtad, que nunca confundimos con la adulación, el alejamiento en la práctica de los Principios nacionales.
    ***

    Las dos crisis, de identidad y de homologación, están dando lógicamente su fruto: el brutal asesinato de Carrero, que hizo las delicias de la Europa oficial; el crimen de la calle del Correo; las matanzas de policías, guardias civiles, ciudadanos de toda clase y condición se suceden sin abortarlos; los nombres de Víctor Legórburu y Manuel Albizu aumentan la lista bien larga de caídos; el ataque bestial a nuestro camarada Eloy Ruíz Cortadi, en Portugalete, los secuestros, las huelgas salvajes, los sucesos de Vitoria; las bandas que imponen por la violencia el paro; el separatismo sin freno, la pornografía que todo lo invade, el espectáculo inmoral, donde se exalta el vicio y se ofende al Ejército, revelan que por el camino de la reforma marchamos al caos, a la parálisis de la economía, al despilfarro de la reserva de divisas, al paro, a la inflación, al miedo en suma de una sociedad desarmada ideológicamente y materialmente desprotegida, a las condiciones objetivas que señalaba Lenin para garantizare el éxito del golpe marxista.

    Con las mismas banderas

    Ante esa realidad, nosotros permanecemos con las mismas banderas, con idéntico bagaje doctrinal, con las lealtades que proclamamos en el discurso de Pedreguer (*): a la carga ideológica del 18 de Julio, al recuerdo y a la obra de Franco, a la Monarquía tradicional.

    “España –dijo Juan Carlos- nunca podrá olvidar a quien como soldado y estadista ha consagrado toda la existencia a su servicio”. Pues bien; nosotros, con España, no le olvidamos.

    “Su recuerdo –dijo Juan Carlos- constituirá para mí una exigencia de comportamiento y de lealtad”. Pues bien; para nosotros como para Vos, constituye la misma exigencia.

    Por eso, Señor, nos preocupa que la realeza que encarnáis, coronando la Monarquía que todos debemos a Franco, sea gobernada por quienes sin rubor se proclaman liberales dentro y fuera de España; ya que proclamarse liberal es tanto como confesar su repudio por la Monarquía en la que el Rey reina y gobierna, con la unidad de poder, característica de la institución monárquica sin la que, como dijo José Antonio, al quedar viciada por el liberalismo, se convierte en cáscara vacía, sin encontrar adictos que la defiendan, como le ocurrió a la Monarquía de vuestro ilustre abuelo un 14 de abril.

    Lo que sucede, nos preocupa, pero no nos atemoriza ni nos desazona, porque no hemos perdido el planteamiento sobrenatural del tema.

    Tiempo cuaresmal y penitencial de España, en el que es preciso resistir con fortaleza y con un corazón limpio a la tentación del escándalo. Y por ello, también tiempo de Arcángeles, como decía José Antonio. Por eso, nosotros elegimos al Arcángel San Miguel como guía y patrono de FUERZA NUEVA. Para que él, en la hora difícil, nos dote del carisma hispánico, nos impregne con el perfume del heroísmo, nos eleve por encima de nuestras imperfecciones y flaquezas… y nos mantenga en el servicio a España –sacrificando mucho- en espíritu y en verdad.

    V CONVOCATORIA

    Hoy conmemoramos la Liberación de Madrid. En aquella jornada memorable, y en el nombre de Franco, Madrid encontró la Patria, el pan y la justicia.

    No lo olvidemos. Y no olvidemos que en el Valle de los Caídos duerme hasta el día de la Resurrección. Nosotros hubiéramos querido ir, en este 28 de marzo, a visitar su tumba. No ha sido posible, como no lo ha sido por mil circunstancias, que conocéis o vislumbráis, que nos reuniéramos en un local más amplio. Pero la mortificación endurece y purifica. Y no viene mal, en un tiempo, como éste, de penitencia.

    Pero con la imaginación, y en silencio, conscientes de la gravedad densa de esta hora de España, vamos a peregrinar hasta Cuelgamuros. Iremos procesionalmente, desde el pórtico, bajo las miradas de los evangelistas y de los ángeles, atravesando la basílica hasta la losa funeral de José Antonio. Dejaremos allí las cinco rosas legendarias, con pétalos de sangre. Marcharemos después hasta el sepulcro del Caudillo, y besaremos con amor la losa sencilla que cubre sus restos mortales. Nos retiraremos a un lado, para contemplar bajo la bóveda el Cristo crucificado, sobre la cruz de madera hecha de un enebro, que Franco eligió de la espesura del monte. Arriba, los santos de España; abajo, el poeta y el artífice de la Patria, y al fondo, las cenizas de los que cayeron por una España mejor. ¡Te pedimos por todos ellos y por nosotros!

    ¡Y a ti, Señor, que custodias con tus brazos amorosos tanto sacrificio, te prometemos no llevar la cuenta de los nuestros, por penosos que sean, para continuar y perfeccionar la obra de Franco!

    ¡Señoras y señores, camaradas y amigos!: Si esta promesa os sale del alma, y supone de verdad un compromiso de por vida, contestad a mi grito de ¡ARRIBA ESPAÑA!

    (Los aplausos y vítores, las interrupciones –causa de la profunda emoción en algunos momentos- del discurso en ciertos instantes, el calor que en el cine y en la calle se vivió en todo momento, produjeron en esta ocasión un clima especial, difícil de expresar por escrito. Las lágrimas saltaron en ocasiones, asomando a la cara de muchos presentes y también de los que en la calle escuchaban a través de altavoces. El “Cara al Sol” fue entonado al final del discurso, y también en la plaza pública al aparecer el consejero nacional.)
    Última edición por ALACRAN; 05/12/2019 a las 19:17
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en el teatro Circo de Albacete el día 25 de abril de 1976

    9
    Revista FUERZA NUEVA, nº 488, 15-May-1976

    DIEZ AÑOS DE EXISTENCIA

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en el teatro Circo de Albacete el día 25 de abril de 1976

    Amigos y camaradas: Pronto se cumplirá el décimo aniversario de la salida de FUERZA NUEVA. En la portada de su primer número podía leerse, sobre un fondo lleno de simbolismo y a todo color, la siguiente frase: “El 18 de Julio ni se pisa ni se rompe”.

    Alguien, en aquella oportunidad, prejuzgándonos antes de conocernos, nos llamó “fuerza bruta”; hubo quien se escandalizó, calificándonos de cazadores de fantasmas; y no faltó quién, dándoselas de augur y de profeta, despectivamente, quiso concedernos, como máximo, seis meses de vida.

    Aquí estamos, cada vez con más ímpetu

    Pero vamos a cumplir diez años de existencia. La revista ha sido, y está siendo cada vez con más ímpetu, un revulsivo de la conciencia nacional, y en la medida en que el Movimiento se ha ido adocenando, desvitalizando y burocratizando, nosotros hemos ido recogiendo amorosamente, porque seguimos manteniendo la fe que a otros les falta, la historia, los ideales y las banderas del 18 de Julio. (Grandes aplausos.)

    Y aquí estamos, en Albacete, con vosotros, hombres y mujeres de España, como en este curso político hemos estado en Burgos y en Valencia, en Zaragoza, Badajoz y Pedreguer (Alicante), en Cartagena, Las Palmas de Gran Canaria y Puerto de la Cruz, en Guadalajara, Toledo y Madrid, conmemorando el aniversario de la liberación de la capital de España, anuncio de la jornada inolvidable de la Victoria nacional.

    Y estas conmemoraciones hacen falta: porque una cosa es el perdón, que generosa y cristianamente había concedido nuestro pueblo, y otra el olvido, que sería realmente imperdonable, porque sin la memoria histórica las naciones sufren y se torturan ante el aniquilamiento de su propia experiencia, del mismo modo que se tornan seniles o subnormales los hombres que pierden la memoria personal. Por eso tenemos que agradecer, en medio de la zozobra que nos produce, los graves errores políticos que detectamos, pues ellos nos permiten recordar lo que ocurrió en tiempo reciente, y que por espíritu de comodidad, por un progresivo aburguesamiento, parecía que hubiésemos olvidado del todo.

    En Albacete

    “Los enemigos de España y de la civilización cristiana (no sólo) están alerta”, como nos decía Franco en su testamento, sino que después de su muerte se pasean desafiantes y amenazadores entre nosotros.

    Pocas ciudades y pocas provincias sufrieron tanto como sufristeis vosotros bajo la pesadilla de la dominación roja. Fracasado el Alzamiento, después de la declaración del estado de guerra el 17 de julio de 1936, al que se sumaron, con el Ejército y la Guardia Civil, los grupos falangistas que acaudillaba Luis Herrero, comenzaron las matanzas. Albacete, dice un historiador de la época, ofrecía un aspecto dantesco. Ni siquiera fueron respetadas las mujeres. Carmen Llanos, modista, fue bárbaramente asesinada. En Hellín, los guardias civiles fueron arrojados al fondo de la mina y lapidados sin piedad hasta darles muerte. El campo de aviación de “La Torrecilla” y el cementerio son testigos de la vesania y crueldad marxistas; y ahí está, como aldabonazo a la conciencia ciudadana, el evocador “Paseo de los Mártires”.

    Pero el martirologio de Albacete no quedó ahí. Aún tuvo una segunda vuelta, provocada por la ubicación en la ciudad del cuartel de las Brigadas Internacionales y por la presencia del famoso general Kleber, seudónimo que encubría a un judío húngaro, especializado en revoluciones, y del tristemente famoso André Marty, “el carnicero de Albacete”.

    Todo esto, que parecía esfumarse en un ayer que considerábamos irrepetible, parece que se anuncia como algo próximo, al contemplar con indignación cómo se enaltece a los que hicieron posible tanta brutalidad, y cómo se alzan sin recato las hoces y martillos, las banderas rojas y los puños en alto que enmarcaban el ambiente oscuro de tragedia de lo que fue en todas partes la llamada zona roja.

    Devolver las alas a la Victoria

    Se debe todo ello, sin duda, a que se ha pretendido arrancar las alas a la Victoria (aplausos), deparándonos una paz sin alma, amputada de toda vinculación al sacrificio inmenso que la hizo posible. Pero una Victoria sin alas es algo así como un ave majestuosa en apariencia, que, privada de un punto de apoyo en el aire, se torna, rastreando el suelo, torpe y patizanca, y termina por caerse. De aquí que nosotros, por justicia a los que cayeron para lograrla y como garantía de futuro y de continuidad, hayamos hecho el propósito firme de devolver las alas a la Victoria que rehízo una patria a punto de perecer.

    En aquella ocasión difícil, el asesinato de Calvo Sotelo por agentes del Gobierno, encargados de la seguridad y protección de los ciudadanos, fue revelador y produjo el Alzamiento Nacional. José María Gil-Robles, ante la Comisión Permanente de la Cámara de los Diputados, se expresó de manera clara y rotunda dirigiéndose al Gobierno: “Tenéis la enorme responsabilidad moral de patrocinar una política de violencia que arma la mano del asesino. La sangre de Calvo Sotelo está sobre vosotros… y no os la quitaréis nunca”.

    Entonces, el asesinato se produjo desde el poder. Ahora, otro asesinato, no menos brutal que el de Calvo Sotelo, se produjo en fecha cercana: el de don Luis Carrero Blanco, jefe del Gobierno. Le precedieron actos de terrorismo en toda España y le han seguido muchos más, con víctimas cuyo número espanta. Los crímenes se han concebido, preparado y ejecutado contra las personas y contra lo que dichas personas representan, es decir, contra la seguridad del Estado nacido del 18 de Julio y de la Victoria, con el objetivo esencial de derribarlo. (Aplausos.)

    Pero ahora, después de muchos lavados de cerebro y de conciencia, aunque alarmados, permanecemos dormidos, y no sólo las rectificaciones políticas necesarias en una situación herida de gravedad no se producen, sino que, por el contrario, so pretexto de una reforma declarada urgente, se trata de estimular el proceso demoledor. (Aplausos.)

    Tres temas: exiliados, amnistía y ruptura sindical

    Hace meses, en vida de Franco, se hablaba de un entendimiento explícito o tácito entre los medios oficiales y la subversión. En ese pacto, se convenía por las partes la transformación del Régimen mediante la implantación del sufragio universal, la democracia inorgánica, la legalización de los partidos políticos, la abolición del Decreto-ley contra el terrorismo, el regreso de los exiliados, la amnistía y la ruptura del sindicalismo nacional.

    No es posible ocuparnos de temas tan sugestivos. Vamos a detener nuestra atención en el regreso de los exiliados, en la amnistía y en la ruptura del sindicalismo vertical, preanunciada no sólo por declaraciones oficiales, sino por el XXX Congreso de la UGT que acaba de celebrarse en Madrid.

    Regreso de los exiliados

    Vaya por delante que yo no me opongo a dicho regreso cuando quien vuelve lo hace agradecido o al menos con humildad y respeto, buscando un lugar, que la añoranza le recuerda constantemente, para pasar los últimos años de su vida y morir en tierra española.

    Pero de esto a lo que realmente sucede media un abismo. Es el Gobierno el que con actitud mendicante busca en el exilio y ofrece pasaportes que no se pidieron, y es el Gobierno el que autoriza que los exiliados de algún renombre regresen a España con aire triunfalista, pretendiendo incluso que se forme en su contorno algo así como una aureola popular.

    La hija de Casares Quiroga, al regresar, desde la portada de un semanario capitalista, nos asegura que su padre no ordenó matar a Calvo Sotelo. Si esto es así, y resulta, como sostiene cierto anarquista en un libro publicado en Barcelona, que los sacerdotes y religiosos no fueron asesinados por los marxistas y los ácratas, llegaremos a la conclusión teórica, a pesar de tanta evidencia, que Calvo Sotelo murió de una caída al pisar una cáscara de plátano (risas) y que los sacerdotes y religiosos que cayeron en zona roja no fueron sino las víctimas de una epidemia de gripe maligna…

    ***
    Claudio Sánchez Albornoz, aunque distante de la realidad, no ajustándose a los hechos, y en discordancia con cuanto ha escrito y hablado durante su exilio, estuvo recatado en sus declaraciones y tuvo el buen gusto, que le honra, de no descender al terreno de lo personal y de no zaherir con insultos y ofensas.

    ***
    Salvador de Madariaga ha sido todo lo contrario. En Zaragoza, traído y tratado a cuerpo de rey o de caudillo por su Caja de Ahorros, hizo unas manifestaciones hirientes para Francisco Franco. “Considero al Caudillo como el hombre más funesto que ha tenido España a lo largo de su vida política”, dijo como un exabrupto. Y añadió: “Cuando le he visto morir… he sentido piedad por esta alma torturada. Él ha sido funestísimo, pero sus últimos cuarenta años han sido una tortura”. (Gritos de indignación y repulsa general en el auditorio.)

    Doloroso resulta constatar que una institución benéfica, que recoge el ahorro popular, haya patrocinado y abonado el viaje de Salvador de Madariaga, a conciencia –pues su modo de pensar y actuar es sobradamente conocido- de que podría pronunciarse en los términos en que lo hizo; y doloroso también que el Gobierno tolere o autorice tamaños insultos a Francisco Franco, cuando se ha comprometido a mantener su recuerdo y su obra. (Grandes aplausos.)

    Uno de sus compañeros de la República llamó a Madariaga “tonto en siete idiomas”. Él sabrá los motivos. Lo que nosotros sabemos es que Madariaga no hubiera podido volver si la guerra la hubieran ganado los rojos, y que Franco no debió ser ni tan dictador ni tan funesto como él le ha calificado con frecuencia, cuando consintió sus habituales colaboraciones en un diario de la amplia difusión de “ABC”. (Ensordecedores aplausos y gritos de ¡Franco!, ¡Franco!)

    Amnistía

    La pregunta que la demanda de amnistía sugiere, hasta cuando la solicitan, en momentos solemnes y paralitúrgicos (risas), determinadas autoridades eclesiásticas, es la siguiente: ¿Para quién?

    Porque es evidente que… hoy por hoy lo que se pretende con la amnistía es el borrón y cuenta nueva, la libertad y la impunidad, por consiguiente, de los asesinos de Carrero Blanco, de los de la calle del Correo de Madrid, de los guardias civiles, policías, taxistas, trabajadores, vigilantes, alcaldes, industriales…

    Quizá la fuga, en parte frustrada, de los presos de Segovia hubiese paliado la insistencia en la amnistía… pero el asesinato del señor Berazadi ha replanteado las cosas. Como si los muertos fueran de distinto valor, este asesinato cobarde ha llenado de estupor a muchos de los que solicitaban la amnistía…

    Menos mal que el propio Fraga (ministro de la Gobernación) ha dicho que “si la ETA quiere guerra la tendrá”. ¿Pero es que no sabía que la ETA nació para hacer la guerra a España, para conseguir por la violencia lo que sus progenitores querían lograr por las urnas y el compromiso? (Aplausos.) … La guerra, sin embargo, que hará el Gobierno será una “guerra civilizada” (grandes risas), conocida así por el número considerable de guardias civiles que han perecido en la misma. (Aplausos.)

    Congreso de la UGT

    ¡Señor ministro de la Gobernación [M. Fraga Iribarne]! ¿Con quién se está usted jugando los cuartos? ¿Puede habar algo más anticonstitucional, que coloque al Gobierno fuera de la ley e incluso “contra legem”, que el XXX Congreso de la UGT? La interpretación derogatoria del ordenamiento político fundamental es evidente. ¿Cómo podrá pedir obediencia y disciplina quien, con escándalo grave, por añadidura, ni obedece la ley que ha jurado ni se atiene a la disciplina que ese juramento exige?

    La UGT, mientras el Régimen no sea liquidado por la ruptura o por la falsa reforma, es una institución ilegal, enfrentada con los Principios que animan al Estado. Ningún gobierno que sirva al Estado puede consentir –salvo que acepte una calificación que no puede honrarle- que los enemigos del Estado, tal y como el Estado se halla constituido doctrinalmente, conspiren contra él de forma abierta, con amplia difusión de sus acuerdos y con protección policial.

    Para que veáis hasta qué punto se ha llegado y para que el liberalismo en marcha no mantenga oculto lo que no le conviene, vais a conocer algunas de las cosas que se dijeron en el restaurante Biarritz, de Madrid, durante la Semana Santa.

    Herman Rebhan, extranjero, y secretario general de la Federación Internacional de Trabajadores de las Industrias Metalúrgicas, se produjo en términos tan elegantes y diplomáticos como los siguientes:
    “Hace 40 años, cuando la luz de la democracia se apagó en España y la barbarie fascista, con su triste secuela de víctimas, se desencadenó por Europa, todos los trabajadores del mundo se inquietaron y sufrieron por la suerte de sus compañeros españoles.”
    “En los años que siguieron, cuando la paz y la democracia volvieron a brillar en los demás países europeos, Franco y sus sicarios (debe referirse a los que ahora permiten este Congreso, añado yo) (aplausos) siguieron arrastrando su régimen nefasto y anacrónico.”
    Pero nosotros nunca hemos perdido la esperanza. Y los españoles demócratas prosiguieron valientemente su lucha”.
    “Su lucha se convirtió en nuestra lucha. Y hemos sufrido cuando la brutal policía fascista encarceló, torturó y asesinó a los jóvenes héroes de la clase obrera. Y hemos gozado también con ellos cuando han sabido arrancar, a tan alto precio, sus primeros logros, del déspota arrogante, despiadado y sediento de sangre que tenía entre las manos las riendas del poder”. (Gritos indignados de la totalidad del auditorio que puesto en pie prorrumpe en nuevos gritos de ¡Franco!, ¡Franco!)
    Hemos podido comprobar, por desgracia, hasta qué punto la influencia nefasta del déspota general Franco perdura aún en vuestro país.”
    “Es indudable que el fascismo se debate ya en vuestro país entre los estertores de la muerte”.
    Hemos luchado… en los innumerables conflictos de Altos Hornos de Vizcaya, los astilleros de Bilbao y El Ferrol, las fábricas de la ITT Standard, General Eléctrica y FASA Renault: lo mismo en el sector aero-espacial que en el metalúrgico, el siderúrgico y el del automóvil...”

    ¿Qué os parece? (Ambiente indescriptible de seria pero recia y viril repulsa que se refleja en las caras de los presentes.)

    Si esto fue lo más sustancioso del discurso de un extranjero en España, con el visto bueno gubernativo, Nicolás Redondo, español, dijo entre otras cosas, las siguientes, en el discurso de apertura del Congreso de la UGT:
    “… Con este Congreso se pone ahora de manifiesto el fracaso del fascismo en su afán de eliminar a la UGT por decreto y por una represión sin precedentes…”

    Por su parte, en la declaración de “principios fundamentales de la UGT” y en la llamada “resolución política”, se exigen, con la ruptura del Sistema –no dándose crédito alguno a los proyectos reformistas del Gobierno Arias-, los tres separatismos condenados por José Antonio: el de los hombres, las tierras y las clases, puesto que se solicita un régimen de partidos políticos que dé paso a la República y al socialismo; el reconocimiento y autodeterminación de las nacionalidades, y la desaparición del sindicato vertical.

    El cierre del Congreso, como era de suponer en caldo de cultivo semejante, terminó con el puño en alto y la “Internacional”. (Nuevos gritos aislados.)

    Claro es que, como precedente estimulante, se puede contabilizar la política gastronómica, que ha dado como consecuencia los diálogos amistosos del ministro de la Gobernación [M. Fraga Iribarne] con Tierno Galván, Rodolfo Llopis, Pablo Castellano y Manuel Murillo, todos ellos socialistas marxistas.

    Por cierto que el señor Murillo, según la prensa, después de su amplia conversación con don Manuel Fraga Iribarne, dijo que éste “no pondría obstáculos al desarrollo del Partido”, y Felipe González, en declaraciones a “El Sol”, de Méjico, aseguró –y a mi juicio con acierto- que “el Gobierno ha levantado la guardia”.

    ***
    ¿Cómo se concilia todo esto con lo que Fraga Iribarne dijo no hace mucho en Albacete?

    Creo que, literalmente, sus palabras fueron: “Tenemos que administrar una gran herencia, que recibimos con el respeto y la esperanza profunda de que sobre ella podemos construir el futuro. Ninguna clase de intento de ruptura o de destrucción de lo que tenemos tendrá la posibilidad de llevarse el poder, ese poder que se debe a la legitimidad histórica”.

    Pues bien, a la ruptura de lo que tenemos se va no solo por el camino de la destrucción violenta sino también por el de la reforma sustancial, es decir, por el desmonte pacífico –aunque con gravísimas consecuencias a la larga- del Régimen del 18 de Julio.

    Lo atado y bien atado se puede desatar, lo mismo cortando la atadura con una navaja que deshaciendo con paciencia y con las uñas el nudo que protege el contenido. (Aplausos.)

    Y con paciencia cautelosa unas veces, y con torpe y agitado apresuramiento nervioso otras, vemos cómo se desata el orden constitucional. Detalles mínimos: desde la desaparición de los símbolos del Movimiento en la televisión, hasta las dificultades puestas por una circular gubernativa a los monumentos al Caudillo, pasando por las citas, un tanto vagas, al anterior Jefe de Estado y el olvido de la magna demostración sindical de todos los años en el estadio Bernabéu, de Madrid. Y detalles de mayor calibre, que van desde la antes aludida interpretación derogatoria de los Principios Fundamentales, hasta la última asamblea de la CNT presidida por el antiguo exiliado Diego Abad de Santillán, pasando por la presencia del director del “New York Times” en Madrid para vigilar nuestra evolución democrática; la invitación hecha a Fraga Iribarne por el príncipe Bernardo de Holanda para asistir a la próxima reunión de los famosos y temibles “Bilderberger”, y la visita programada para Juan Carlos, durante su viaje a los Estados Unidos, a la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso que, como es público y notorio, interviene en la marcha y en los cambios de la política de muchas naciones.

    ***
    Se dice oficialmente que la apertura y la reforma tienen su frontera y que la misma deja extramuros al Partido Comunista. La verdad es, sin embargo, que con esta postura no coinciden las manifestaciones de algunos de los ministros del gabinete actual, hechas antes de su toma de posesión; que la legalización proyectada de los que públicamente quieren legalizar al Partido Comunista hará visible dicha legalización; y que el propio Fraga Iribarne, en declaraciones a “La Vanguardia” de Barcelona, publicadas el 5 de diciembre de 1975, afirmaba: “No he dicho en ningún momento que la exclusión del Partido Comunista tenga que ser definitiva”.

    Los viajes del señor Areilza

    La misma impresión de violentar lo que se halla atado y bien atado, produce nuestra política internacional y especialmente los viajes del señor Areilza al extranjero. Se ha dicho que Godoy vendió España a Europa. Ahora bien, la Europa de entonces era fuerte y poderosa, mientras que la Europa oficial de hoy, la que nos ofende e insulta, es una Europa caduca y corrompida (aplausos), traspasada de un complejo de inferioridad que la debilita y sentencia. Por eso es incomprensible que España, en este momento de su Historia, mendigue el aplauso de quienes por una parte nos odian y por otra se entregan. (Grandes aplausos.)

    En esta línea de pensamiento y de acción se enmarca también, a nuestro juicio, el tratado de cooperación y amistad con Norteamérica. Y no es que nosotros nos opongamos a la inteligencia y ayuda recíproca con los Estados Unidos. En repetidas ocasiones hemos dicho que España no puede renunciar a su propia defensa y a la defensa de Occidente. Pero una cosa es adoptar una postura gallarda en esta confrontación ideológica universal, y asumir las obligaciones que lleva consigo, y otra dejar a un lado nuestros legítimos y sagrados intereses para lograr la mirada benévola y protectora de la gran nación americana. En este sentido no es admisible que tengamos que importar material de guerra usado, con cargo a los créditos que se conceden a España, ni estimamos justo que, al tratar globalmente con los Estados Unidos, se olviden los aranceles prohibitivos con que se recarga el ingreso en aquella nación del calzado o las conservas españolas…

    ***
    Con la mejor voluntad por parte de quienes nos gobiernan, se está socavando el cimiento mismo de la nación. Decía Carrero Blanco que para conseguirlo hay que incidir en los elementos materiales, morales y orgánicos que la constituyen e integran. De aquí que los enemigos de la nación pretendan la ruina económica mediante las huelgas que disminuyen o anulan la productividad y agotan el espíritu empresarial, creador de riqueza y de puestos de trabajo; su ruina moral, mediante la corrupción administrativa y las publicaciones y espectáculos obscenos, amén de los actos de terrorismo; y su ruina orgánica, atacando y abrogando su orden constitucional, para producir la apertura de un nuevo periodo constituyente.

    La Corona

    De seguirse una política semejante, se pondría en juego la Corona. Ya sabéis que la subversión tolerada o combatida no se contenta con una consulta electoral sobre ciertas reformas, sino que pide y exige una votación sobre la subsistencia de la Monarquía.

    El dilema, pues que la Corona tiene planteado –ya lo dijimos en el almuerzo de Guadalajara- es muy simple: o se considera continuadora del régimen de Franco, de acuerdo con lo establecido constitucionalmente y con lo explícitamente jurado, o acepta, mediante la reforma proyectada, su distanciamiento del mismo, buscando en otra parte su propia legitimidad.

    En el primer caso, las fuerzas políticas del 18 de Julio, incluso aquéllas que habían mostrado reservas a la Monarquía, prestarán al Rey su apoyo, al descubrir, los unos, que la Monarquía instaurada responde a las características de la Monarquía tradicional, y al entender, los otros, que en la nueva Monarquía concurre aquella unidad de mando y de poder de que hablaba José Antonio y que la inmuniza del virus liberal que acabó con ella el 14 de abril, víctima de su contradicción interna.

    En quienes militamos en esas fuerzas políticas leales al Alzamiento Nacional, encontrará la Corona sus más esforzados luchadores, sus militantes entusiastas, dispuestos a todos los sacrificios que sean necesarios y que la lealtad propia y la lealtad superior postulan. (Aplausos.)

    Si, por el contrario, por un error de principio o por presión de las fuerzas ocultas que han jugado un papel decisivo en nuestra historia o por las evocaciones y amenazas del exterior, se quisieran apoyos distintos para lo que se llama consolidación de la Monarquía, tales apoyos no pueden ser más, en el panorama que nos rodea, que los siguientes: el del liberalismo, el de la democracia cristiana y el del socialismo.

    Ahora bien: el liberalismo es liberal antes que monárquico y no movilizó ni a uno de sus hombres para mantener a don Alfonso XIII, antes bien pactó sin escrúpulos con sus enemigos acudiendo a la cárcel y abandonando a su arbitrio todos los resortes del poder; la democracia cristiana, según afirmó José María Gil Robles, era aséptica e indiferente con relación a las formas de gobierno, y en los países donde ha tenido oportunidad de acceder al mismo, como en Chile e Italia, ha comprometido seriamente la paz y la economía, creando un ambiente propicio para la revuelta y la penetración marxista; los socialistas, por último, que colaboraron con don Miguel Primo de Rivera, le abandonaron después y trajeron la República, habiendo reafirmado, a través del XXX Congreso de la UGT, clausurado hace tan sólo unos días, su vocación republicana.

    ¿Es posible que haya monárquicos auténticos que quieran apoyar a la Corona sobre pilares tan quebradizos o tan hostiles? ¡Hace falta estar ciegos, demostrando poco cariño a la Corona, para propugnar una política semejante! (Aplausos.)

    Y, sin embargo, las cosas discurren por ese camino. Un periodista mejicano, que sigue con la máxima atención nuestro momento difícil, acaba de escribir: “La sociedad española contempla estupefacta la proliferación de las ratas en el fango de la traición” …

    ***
    Y puesto que hemos aludido y citado en repetidas ocasiones a dos ministros del Gobierno, hagamos también mención de otro, del ministro del Ejército, teniente general Alvarez Arenas, miembro ilustre de una estirpe militar. El ministro del Ejército, en unas declaraciones muy recientes, contestaba a una pregunta de su interlocutor sobre los enemigos de España, clasificándolos así: “El comunismo, la masonería los revanchistas y los despechados”. ¿Verdad que sabemos a la perfección a quiénes podríamos encasillar en esos cuatro grupos? (Aplausos muy vivos.)

    Para terminar

    Quiero terminar refiriéndome a un asunto de poca importancia, pero que revela, como tantos, la nueva situación política. En una reunión celebrada en una librería de Albacete, alguien, según afirma un periódico de la localidad, dijo que no intervendría y que guardaría silencio en señal de protesta por el acto de “afirmación nacional” de FUERZA NUEVA, en el que yo iba a hacer uso de la palabra, y por la no autorización formal de la reunión que se estaba celebrando.

    Yo creo, con el mayor respeto para tal postura, que quien la asumió públicamente no ha comprendido la magnitud del cambio, cambio que invalida su protesta. En efecto, en esa reunión expusieron libremente sus opiniones personas ligadas a distintos grupos políticos, incluso a la Coordinación Democrática, en la que se integra el Partido Comunista. Esa reunión pudo celebrarse sin autorización formal, pero no sin el consentimiento gubernativo…

    Lo que ocurre es que, en virtud del cambio que se ha producido entre nosotros, ese tipo de reuniones no requiere autorización formal previa, mientras que las nuestras, en las que habla un consejero nacional del Movimiento, que tiene el derecho y además el deber de propagar los Principios nacionales, velando por su aplicación, requieren la autorización gubernativa previa, sin la que no hubiéramos podido celebrar el acto al que ahora concurrimos. (Estruendosa ovación.)

    Lo que me ha entristecido es que, al presentar la noticia de la reunión a que hago referencia, se rotule con letra gorda: “Silencio por Blas Piñar”. Y me apena porque el silencio, el silencio laico de un minuto, se pide por los muertos, y nosotros, gracias a Dios, estamos vivos (grandes risas) y en pie, luchando por unos ideales que hemos jurado defender hasta la muerte. ¡ARRIBA ESPAÑA!

    (Terminado el discurso, una ovación larga surgió del auditorio con el público puesto en pie. Los tres pisos del teatro Circo se venían debajo de adhesión y entusiasmo a lo que allí se había dicho, y espontáneamente el “Cara al Sol” y el “Oriamendi” fueron entonados como cierre a este acto de Albacete.)

    Última edición por ALACRAN; 27/01/2020 a las 19:02
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en el cine Apolo de Sevilla, el 23 de mayo de 1976:

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    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 491, 5-Jun-1976


    BLAS PIÑAR EN SEVILLA

    HEROÍSMO Y MARTIRIO

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en el cine Apolo de Sevilla, el 23 de mayo de 1976

    “Hace aproximadamente dos años –camaradas y amigos- nos reuníamos en Sevilla en una cena de confraternidad. Las cosas habían ya comenzado a deteriorarse seriamente en España. La ancianidad de Franco era aprovechada por sus enemigos de siempre y por la deslealtad ya iniciada por algunos de los que fueron sus colaboradores.

    Después de la inmensa campaña de difamación contra nosotros, con motivo del único homenaje celebrado hasta la fecha en honor al almirante Carrero Blanco, asesinado brutalmente por la ETA el 20 de diciembre de 1973, se llegó a decir, en un diario de Sevilla, que en aquella cena de confraternidad no se produjo como se esperaba un “piñarazo”. ¿Pues qué se creían?, ¿que éramos gentes de bomba de mano y metralleta? Lo que en realidad éramos y somos es un equipo de hombres y de mujeres dispuestos a luchar por los ideales del 18 de Julio. (Aplausos.)

    Contacto con Andalucía

    De entonces acá ha transcurrido el tiempo suficiente para que la cena se transforme en un acto multitudinario, rebosante, colmado y entusiasta, en el que se revela que el contacto directo con Andalucía ha producido ese conocimiento por amor que en aquélla oportunidad anunciamos. Hacíamos referencia antes a lo que en realidad éramos y somos, y conviene que ahora lo subrayemos aclarando lo que, aunque se haya propagado con propósito de tergiversación, no hemos sido nunca.

    Nosotros, en efecto, no hemos sido jamás: ni un grupo protegido de forma subterránea; ni un acantilado próximo a la costa del capitalismo reaccionario; ni una partida de aguafiestas y cazadores de brujas, milenaristas del caos; ni unos listillos avispados prestos a apoderarse de banderas y símbolos que no nos pertenecían.

    Síntesis principal

    Lo que somos y éramos desde el principio puede sintetizarse así:

    Un grupo independiente, no burocratizado y mucho menos sistemáticamente gubernamental, que con sus propios medios y su propio sacrificio, recogiendo agravios de todas partes, defendemos a la intemperie y a cuerpo limpio los ideales de la Tradición y del Nacionalsindicalismo.

    Si en religión, como dice el apóstol San Juan, sólo la verdad nos hace libres, en el servicio a la Patria sólo la independencia responsable es garantía de auténtica libertad.

    Por eso distinguimos siempre entre los ideales y el Régimen y el Gobierno. Por eso, leales al Caudillo, jamás fuimos sus aduladores, y por eso, ahora que tantos abominan de su recuerdo o callan cuando se ofende su memoria, nosotros salimos a defender su nombre. (Grandes aplausos.)

    La lealtad no puede confundirse con la adulación, del mismo modo que la crítica constructiva no puede confundirse con la infidelidad.

    Recuerdo que, al debatirse en la Comisión de Asuntos Exteriores de las Cortes el Tratado con la URSS, un periódico marcadamente capitalista, y nada simpatizante con el Régimen, me hizo saber poco más o menos lo que sigue: “Si usted se opone a la ratificación del Tratado con la URSS, usted se sitúa contra Franco”.

    Naturalmente que al defender mi enmienda a la totalidad negué las razones de esa admonición, y añadí que, aun cuando el Tratado tuviese el apoyo incondicional del Caudillo, yo seguiría votando en contra, esgrimiendo, a tal fin, entre otros, los argumentos que literalmente reproduzco de mi discurso:
    “1) Porque sería una ofensa al Jefe del Estado pensar que los instrumentos que su Gobierno envía a deliberación o dictamen deben ser aprobados sin el contraste de pareceres que la ley autoriza, y, por tanto, sin votos en contra. Tales instrumentos llegan aquí no para que los aplaudamos, sin más, como borregos (aplausos), sino para ser estudiados, discutidos, modificados o devueltos. De este modo, las Cortes y el Régimen salen fortalecidos.

    2) Porque siendo verdad que el que os habla es procurador en Cortes, por ser consejero nacional del reducido grupo de designación directa, lo cual me honra y enorgullece a un tiempo, también es verdad que no he recibido jamás “mandato imperativo” que me obligue a formular mi voto, como no sea aquél muy genérico de expresarme conforme a conciencia, y a conciencia formada.

    Porque una cosa es la lealtad y otra la disciplina. Aquella me obliga a exponer con respeto, pero con libertad, mi modesta opinión, cuando se me pide, y ello aun cuando sea, que no creo que lo sea, distinta y aun opuesta a la del Jefe del Estado.

    Yo no soy de aquellos que proclaman que “el jefe no se equivoca”. Yo sé que el jefe puede equivocarse y tengo la obligación, por lealtad, de evitarlo; y luego, si a pesar de no seguir el consejo, se equivoca –lo que es humano-, respaldarle, para rectificar la equivocación si es posible, y para evitar, si se puede, las consecuencias de su equivocación, que llenan de alegría a los desleales”. (Gran ovación.)

    • (Somos) hombres y mujeres de la clase media, profesionales, empleados, pequeños empresarios, trabajadores y campesinos y una oleada creciente de juventud no dispuesta a envilecerse, orgullosa del sacrificio de sus mayores, dispuestos a luchar y a morir por Cristo y por España. (Ovación grande y prolongada que levanta al público de sus asientos, en especial al piso de arriba, donde exclusivamente aparecían caras muy jóvenes.)

    ¿Capitalistas? Hemos marchado y seguimos marchando con los medios justos y precisos, escasos en muchas ocasiones, administrando con rigor. El ascetismo es una vía penitencial que nos madura y perfecciona. ¿Dónde están las ayudas y la publicidad de los auténticos capitalistas, de las multinacionales, de las grandes empresas con aportación de divisas? No precisamente en un semanario que se llama FUERZA NUEVA, sino en algunas publicaciones hostiles al Régimen, partidarias de la ruptura, abiertamente antifranquistas, eróticas o pornográficas y hasta a veces blasfemas.

    ¿Reaccionarios? Sí, efectivamente, si se trata de la reacción sana, que es símbolo de salud en el cuerpo social contra todo aquello que pretende aniquilar la nación. No, como conservadurismo de lo que se halla enclenque, caduco, envilecido y acartonado, como fruto del liberalismo, que termina con las verdaderas libertades, y del capitalismo, que acaba confiscando el capital por medio del monopolio o de la inflación.

    Nosotros estamos –lo hemos dicho muchas veces- al lado del capital que es fruto del ahorro y del trabajo, frente al capitalismo que destruye progresivamente las pequeñas y medianas empresas, en las que el llamado equívocamente patrono es el primero, el más eficaz de los trabajadores, asumiendo el riesgo de la obra que puso en marcha y ha de mantener y desarrollar.

    • (Somos) un equipo de vigías a los que el tiempo ha dado, por desgracia, la razón, porque resulta evidente que cuando la doctrina se enuncia pero no se aplica, se deteriora, y el vacío político se llena por los adversarios, a los que ya ni siquiera les merece respeto.

    ¿Acaso el panorama político actual no refleja esa falta absoluta de respeto por la doctrina política fundamental del sistema? La aparición, aunque ilegal, oficialmente autorizada, de los partidos políticos radicalmente opuestos a los ideales de la Cruzada, el congreso reciente de la UGT, la tolerancia de las manifestaciones separatistas, la oleada de huelgas…, ¿qué significan sino la falta de aplicación de una doctrina y la falta de respeto de los que se declaran beligerantes contra ella? (Aplausos.)

    • (Somos) una gavilla, en fin, de hombres y mujeres veteranos y bisoños, que identificados plenamente con el 18 de Julio, acudió y acude, con voluntad de acero, a reemplazar a los desalentados que abandonan, a ayudar a los vacilantes que dudan.

    Comprendo que alguien se alarmara y preguntase sobre nuestra procedencia y nuestra vocación, si tratáramos o hubiéramos tratado de subirnos en tiempo triunfalista al carro de los vencedores. Pero nosotros, que no hemos sido ministros ni embajadores de Franco, surgimos a la vida pública cuando los vencedores se sintieron fatigados o incómodos por la Victoria, cuando empezaron a dudar de sus razones, o cuando comenzaron a discutir entre ellos sobre el “modus operandi” para el futuro, dejando, mientras discutían, que el enemigo se infiltrara o se rehiciese. (Aplausos.)

    Discutirnos, y hasta acusarnos, cuando venimos a cubrir el hueco de los desertores, abandonando tantas cosas agradables, es fruto de una falta de camaradería o de un complejo de inferioridad.

    Aparte de que esas banderas, las del 18 de Julio, son tan nuestras como de todos. La única diferencia pudiera hallarse en que nosotros no estamos en los afluentes, sino en el caudal que los mismos originaron. La Tradición y la Falange no son más, para nosotros, que vías distintas para descubrir la misma España; sus diferencias no se hallan en lo esencial, sino en el tiempo y en el tono, y para mí, el arquetipo de la Patria nueva radica en el hombre traspasado del espíritu tradicional –bravo y cristiano, como un requeté dispuesto para la batalla- que alza su brazo sin complejos y grita como un adolescente de la Falange difícil el ¡Arriba España! de José Antonio. (Gran ovación.)

    ***
    Esos ideales galvanizaron al pueblo y al Ejército, porque constituían el alma de la nación, y mientras una nación mantiene su alma, no muere. España, con un esfuerzo sobrehumano y heroico, se recobró a sí misma.

    Ahora, en un momento de tinieblas y de confusión, como decía Arias Navarro, en que la subversión ideológica y caliente nos desafía, en que los aprovechados del Sistema piden perdón y se abrazan con los verdugos de ayer, conviene que volvamos la mirada –no para descansar y recrearnos, sino para tomar ejemplo- a las jornadas iniciales y duras a partir de las cuales en España comenzó a amanecer.

    Sevilla: heroísmo y martirio

    En Sevilla, como en tantas ciudades españolas, hubo heroísmo y martirio, entre cobardías y vacilaciones. No es posible ser exhaustivos enumerando a quienes de un modo o de otro supieron estar a la altura del momento. Me vienen a la memoria los nombres de Vara de Rey, Cuesta Monereo, Alvarez Rementería, Redondo, Miranda, El Algabeño, José Ignacio Benjumea (el primer caído sevillano el 18 de julio de 1936), Bassols y Castejón, que llegan con su pequeño grupo de legionarios.

    Se salvó el cogollo de la urbe. El resto hubo que rescatarlo con sacrificio y con esfuerzo. Los templos incendiados, los sacrilegios más espantosos, que dejaban confusos a los libertadores. Martirios brutales, como el del párroco de San Bernardo, o el del joven salesiano Antonio Fernández Camacho, que se niega a blasfemar, o el de el Libertario, que abandonó el anarquismo para militar en la Falange, difícilmente dejarán de estremecer al que los conozca. ¡Hasta se entronizó en el Hospicio a Satanás, retirando y destrozando las imágenes de Cristo y de la Señora!

    ¡Qué bien recoge esta presencia demoníaca la pastoral colectiva del Episcopado español, que algunos maestros actuales de la Iglesia desconocen o menosprecian!

    El general Queipo de Llano

    Mas todo esto, la salvación de Sevilla, la liberación de sus barrios y de su provincia, el socorro a otras ciudades andaluzas, la cooperación de la juventud sevillana a la Cruzada nacional, fue posible porque hubo un puñado de hombres –quizá no excedieran de doscientos- que con ánimo decidido y fe absoluta se dispusieron a la tarea; y porque, al frente de los mismos, un general inolvidable, Gonzalo Queipo de Llano, dirigió las operaciones militares y psicológicas que la compleja situación demandaba. (Aplausos.)

    El general Queipo de Llano fue, sin duda, el primer locutor militar de España, el pionero de la charla amiga y habitual con el pueblo, el que mantuvo, en medio de la incertidumbre, la esperanza contra toda desesperación, el que en aquella época y durante muchos años recogía el efusivo agradecimiento de la ciudad. Pero seamos sinceros: ¿qué ha pasado para que no sea una realidad, y en sitio de honor, el monumento que se había acordado erigirle? ¿Dónde está la magnífica talla de Enrique Pérez Comendador? ¿Cuándo la veremos en Sevilla? ¿Es que quedará arrinconada e inédita como el monumento a los Caídos de Madrid o el tantas veces prometido a José Antonio en la capital de España? (Grandes aplausos.)

    Aquel esfuerzo heroico, gigantesco, en cierta manera sobrehumano, se hizo imprescindible para que España, dormida, sesteante, no fuera aniquilada durante el sueño. ¿Se parecerá la situación presente a la que entonces superamos con sangre y con dolor?

    José Antonio habló de la España agarrotada, cosida al suelo por los enanos, con los gusanos babeantes que recorrían su piel; Carrero Blanco, en uno de sus bellos artículos, nos refería cómo un hombrecillo untuoso, con la escuadra y el compás, sonreía con sarcasmo al contemplar a España impotente, victimada de muerte por quienes no perdonan su existencia; y el texto sagrado alude a los diablos que regresan a su antiguo hogar luego de haber sido expulsados del mismo.

    Una orden: ¡Terminemos con España!

    Hasta el nombre de España resulta para algunos insoportable. La palabra España encierra tal cantidad de vida y de reactivos, incide de tal modo en la conciencia personal y en el mundo, que se hace preciso, por razones cautelares, esquivarla o eludirla. Por eso se habla con insistencia despreciativa de “país” o del “Estado español”, o de los pueblos y nacionalidades ibéricas. La orden de los conjurados es tajante: ¡Terminemos con España!

    Pero terminemos con España como vocablo y como nación, es decir, con sus tres unidades: unidad histórica, unidad de convivencia y unidad de destino, y sobre todo con su alma, con su unidad metafísica, que ha hecho y hace posible aquéllas.

    España sólo se entiende en la línea de su misión, concorde con su historia, desde Covadonga a la Cruzada contra el marxismo.

    España sólo se entiende a través de los arquetipos españoles que compendian y personifican el alma nacional: Don Pelayo (el “ultra” de la Reconquista); el Cid (exigiendo la jura de Santa Gadea); Fernando III el Santo (que rescata Sevilla para la Cristiandad), los Reyes Católicos (fundadores de la Patria), Hernán Cortés (quemando sus naves al iniciar la epopeya de Méjico), Velázquez (dando con sus magníficos pinceles un realce y un brillo mayor a la rendición de Breda), el Gran Capitán (anunciando a sus huestes como luminarias de la victoria la explosión de los polvorines del ejército), Don Quijote (sublimando literariamente a la estirpe, en la gran aventura de desfacer entuertos), San Juan de la Cruz y Santa Teresa (los grandes contemplativos), el tambor del Bruch, el Palleter, Agustina de Aragón, Daoíz y Velarde o el Alcalde de Móstoles (convocando y luchando hasta la muerte, con el pueblo, contra el invasor napoleónico), y el capitán Cortés (en el santuario de la Virgen de la Cabeza) y Moscardó (sacrificando la vida de su hijo al honor del Alcázar), o Franco (Caudillo de una nación que no se resigna a la esclavitud y nos deja un patrimonio espiritual y político, que hemos jurado defender y mejorar). (Ovación de gala.)

    ¿Qué tiene todo esto que ver con el comunismo, que niega a Dios y esclaviza al hombre? Una nación de ese temple, forjado en el curso de los siglos, probados en las más terribles encrucijadas, con unos arquetipos ejemplares como los que acabamos, entre tantos, de enumerar, no pueden subsistir, debe ser destruida.

    Ahora bien; el ataque frontal contra España ha sido siempre inútil: la invasión árabe, la penetración de los ejércitos napoleónicos, la agresión roja durante la Cruzada fracasaron al fin, se estrellaron contra el espíritu indómito de nuestro pueblo, que unido y obediente a los que intuye y considera como sus jefes naturales se torna monolítico e invencible.

    El método disociativo

    De aquí que se intente y se ponga en práctica un método distinto de aniquilamiento, una táctica sinuosa, solapada, que incide, como ha expuesto Horia Sima en su precioso trabajo “¿Qué es el nacionalismo?” (editado por FUERZA NUEVA), en los puntos de intersección en que se encuentran y anudan los ingredientes nacionales, con el propósito de dislocarlos, disociarlos y convertirlos en instrumentos de lucha, a fin de lograr que la nación, en sí misma, se destruya.

    El método disociativo actúa por tal razón sobre los individuos, las clases, las regiones, las generaciones y sobre aquella relación íntima y profunda que existe entre la nación y el Estado.

    Individuos: El ataque disgregador incide sobre todo aquello que imprime en el hombre personalidad y carácter. El liberalismo, en su sentido más amplio, acaba transformando al hombre en un “autónomo”, eje y centro de sí mismo. En este orden de ideas, progresivamente, el liberalismo religioso, es decir, el libre examen, no acepta en último extremo la verdad revelada, sino que la crea en conciencia; el liberalismo político no admite, en orden a la edificación de la comunidad, un índice de verdades objetivas, sino que se remite a la voluntad manifestada por el voto, para proclamar verdades que por el mismo método se cambian y derogan; el liberalismo económico, en fin, entiende que la única verdad, en su órbita, no se halla en hacer de su complejo engranaje un instrumento al servicio del bien común, sino en orientarlo a la obtención del beneficio más alto posible, aunque de ese propósito de lucro se deriven graves perjuicios para la comunidad.

    El individuo, de este modo, liberalizado, movedizo, se atomiza y desarraiga, pierde su autenticidad y se convierte en una ficción. De hombre, pasa a ser, para unos, “elector” y, para otros, “homo faber”; deja de ser persona, sujeto de derechos y obligaciones, ser social y real, miembro de una familia, de un municipio, de una corporación profesional, de una Iglesia, portador de valores eternos, capaz de condenarse y de salvarse y esclarecido por el ”lumen gloriae” de contemplar y gozar eternamente de Dios.

    Clases: Cuando hablamos de las clases nos referimos no sólo a las que se definen y discriminan por razón de los bienes materiales que poseen, sino también a las que se dibujan en función de los bienes espirituales, y de un modo especial por la cultura, que es, indudablemente, un signo claro de diferenciación social.

    La proclama marxista: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”, tiene su origen en la afirmación absurda de que los trabajadores no tienen patria y de que el triunfo de la revolución obrera exige la destrucción de las naciones, aunque a la hora de la verdad los trabajadores, al quedarse sin patria y sin Estado, se encuentren con que nadie saldrá en el futuro en su defensa frente al monopolio capitalista y omnipotente de un gobierno único y mundial.

    Frente al esfuerzo disgregador que se intenta sobre la clase trabajadora, conviene subrayar el fracaso de las tesis marxistas. La realidad prueba que hoy ya no se invoca, y aunque se invoque, ello es pura ficción, la conciencia de clase como estímulo para la lucha revolucionaria, sino simplemente la conciencia de lucha, con independencia de la clase social a que pertenezca el militante: burgueses, hijos de papá, artistas millonarios, aristócratas rojos y hasta, por desgracia, sacerdotes. (Aplausos.)

    Por otra parte, el argumento esgrimido por los marxistas, cerca de la clase trabajadora, podría ser cierto parcialmente si de verdad la nación perteneciese a los llamados explotadores. Ahora bien; la nación es de todos, y si alguien, con abuso, la hubiera expropiado para sí, nuestro deber, el deber de todos, no consistiría en disolverla, sino en rescatarla. Más aún, la Patria pertenece con más arraigo a los humildes, porque el hombre rico puede acomodarse en otro lugar, lo que no es posible para el que sólo puede vivir de su trabajo. Por eso, el español humilde, no sofisticado, el que no tenía demasiadas ataduras materiales, el que veía limpiamente a España y limpiamente la amaba, el campesino y el joven estudiante, fueron, en su mayoría, los que se alistaron voluntariamente en el Ejército nacional y los que ganaron, sin compromisos ni reservas, a España para España. (Gran ovación.)

    Los marxistas no perdonarán nunca a José Antonio que anudase en una misma empresa política lo nacional y lo social, bajo el imperio de lo espiritual, hablando a sus jóvenes escuadras de Dios y de patria, de pan y de justicia.

    Pero no sólo el intento disgregante de la nación actúa sobre la clase trabajadora, sino que rodea y actúa sobre los capitalistas. El deseo de lucro, que puede ser inagotable, llega, como antes decíamos, a absorber el capital necesario, indispensable, para las pequeñas y medianas empresas, que constituyen un ingrediente necesario del tejido básico de la comunidad.

    Por otro lado, el eslogan “Bien venido sea el dinero venga de donde venga”, es peligroso y acaba hipotecando a la nación al poder económico extranjero.

    ¡Y qué decir de la presión psicológica sobre los intelectuales! A veces, la amenaza del descrédito o la promesa de la fama, les aturde y obnubila, haciendo tránsito a posturas ideológicas que jamás compartieron y que en época anterior vituperaron. En la mente de todos están casos y nombres demasiado conocidos y hasta escandalosos para que yo precise enumerarlos. (Aplausos.)

    Regiones: La patria, como se nos dice de un modo o de otro, no es una mancomunidad de regiones, fruto de un pacto entre las mismas, para administrar servicios generales, y con facultad implícita para disolverse por mutuo disenso o denuncia unilateral.

    Para nosotros, la Patria es una fundación, y a diferencia de los negocios contractuales subsiste en una voluntad fundacional que le dio vida y que es inderogable. La unidad de las tierras de una Patria muestra la unidad metafísica de que hablábamos al principio, y es el resultado de la fuerza genesíaca y creadora del espíritu nacional.

    El separatismo, y la llamada regionalización que conduce a aquél y lo prepara, se inscriben en el proceso desconstituyente de la nación, supone una negativa del camino histórico cubierto, una marcha atrás, una regresión demoledora que corroe y centrifuga los materiales de origen, fragmentándolos y desperdigándolos y dejándolos en disposición de ser arrebatados o utilizados por otros.

    ¿Acaso la reiteración con que se nos habla hoy –según advertíamos- de pueblos ibéricos, de regímenes especiales para las regiones, de “pueblos y nacionalidades del Estado español”, no son síntomas reveladores de esta campaña destructiva? Una cosa es la “exaltación de la rica multiplicidad de las regiones” que pedía Franco en su testamento y otra es la demolición de la unidad de la Patria, enfrentando y contraponiendo a aquéllas. (Grandes y prolongados aplausos.)

    Generaciones: La ruptura generacional, los hachazos en la línea de las generaciones, declarando a la presente insolidaria con la anterior, es uno de los objetivos del plan disolvente. Todo lo que sea burla, ironía, sarcasmo del esfuerzo que se realizó por nuestros mayores, goza del honor de la propaganda y de la publicidad. El traspaso de la antorcha es una fábula. Cada generación –para los que se suman a la insidia- debe construir la suya y encenderla en su propio fuego, aunque, a tal fin, sea preciso apagar la llama que se ofrece y envolvernos angustiados en la oscuridad, abrumados por la desesperación o la histeria.

    Para nosotros, al contrario, cada generación, cuando es fiel al estilo de vida nacional, recoge la antorcha ofrecida, para levantarla con un músculo joven y recio, y para auparla con un ímpetu juvenil y ardoroso. Las nuevas generaciones, en esta línea de pensamiento, añaden de su propia cosecha todo aquello que la cambiante coyuntura temporal demanda, permaneciendo fieles a la constante histórica.

    Nuestros jóvenes, enrolados en esta idea, tienen, por ello mismo, que alejarse de todo aquello que pueda identificarlos con la otra juventud envejecida. La presencia, el vestido y la conducta deben ser índices y expresión del grupo a que pertenecen y de la noble empresa de continuidad que libremente asumieron.

    Se ha hablado así, y a mi juicio con exactitud, de una generación permanente, que se mide, no por los años cumplidos, sino por el ideal que abnegadamente sirven. El joven que hace suyas doctrinas bastardas, ajenas a su nación, disgregadoras de la misma, que se aleja de la verdad y se identifica con sucedáneos, más que un joven se asemeja espiritualmente hablando a los vejestorios políticos que hoy se nos exhiben como modelo: Salvador de Madariaga, José María Gil-Robles o Claudio Sánchez Albornoz.

    Sucesos de Montejurra. A la luz de esta generación permanente, calificada por el noble ideal que se sirve, es clara la diferencia entre el asesino de la ETA, que ataca con alevosía, premeditación y nocturnidad, mata sin misericordia, se envanece del crimen y huye buscando la protección de Francia, y la figura, entrada en años, del que fue voluntario de la guerra de Liberación, José Luis Marín García-Verde, que cercado en la ascensión a Montejurra por una multitud rojo-separatista que parecía dispuesta a exterminarlo, permanece sereno, dispara –quizá en legítima defensa, lo que los Tribunales de justicia decidirán en su momento-, permite, sin disparar de nuevo, según las referencias, que evacúen al herido y se presenta a la policía –sin rehuir responsabilidades- en cuanto supo que la policía le buscaba.

    Entre el asesino de ETA, que acabamos de describir, y la conducta de Marín García-Verde, cualquiera que sea la resolución judicial que se dicte y que nosotros respetamos, pues sabemos de la independencia y honorabilidad de nuestros jueces, hay una diferencia abismal y a todas luces visible. (Grandes y prolongados aplausos.)

    Lo que ocurre es que, por razones que a nadie se le escapan, Marín García-Verde ha sido presentado por algunos periódicos como pistolero de extrema derecha, en una fotografía en la que aparece en solitario, como si el arma la manejase por exhibición o por placer, recortando con torpe habilidad el contorno que le rodeaba y en el que aparecen los grupos compactos que se aproximaban a él en actitud no precisamente amistosa.

    Lo que importaba no era tanto informar y esclarecer los hechos, como aprovechar la trampa de Montejurra y los acontecimientos dolorosos allí ocurridos, cuya responsabilidad se encuentra en otra parte, para echar lodo sobre personas cuya reputación personal y política era inmaculada, como los hijos de Fal Conde, el carlista inolvidable, o Pepe Arturo Márquez de Prado, del que se ha dicho que es un terrateniente riquísimo, cuando la verdad exacta es que se arruinó ofreciendo durante años todo su caudal a la causa gloriosa de la Tradición. (Ensordecedora ovación.)

    Nación-Estado: En pura doctrina ortodoxa, la nación crea el Estado como instrumento a su servicio. En esa concepción doctrinal, en la que José Antonio militó, el Estado no puede ser totalitario; es decir, panteísta y absorbente, sino hechura totalmente eficaz para ofrecer custodia y protección vitalizante a la sociedad entera: hombres y cuerpos intermedios. El Estado que perfila José Antonio no es totalitario sino subsidiario, no destruye, ni encorseta, ni nivela, presionando, el tejido social, sino que lo reconoce y desarrolla.

    De aquí que el tema delicado de la Banca no se resuelva con una fácil y simplista estatificación burocrática, a todas luces nada beneficiosa, sino en la nacionalización del crédito público y en la existencia de una banca no sometida a intereses foráneos y ordenada íntegramente al servicio de la nación y de la economía nacional.

    Ocurre que en este binomio Nación-Estado puede producirse o forzarse también el conflicto disociador a que venimos aludiendo. Tal sucede cuando el Estado propone a la nación lo que García Morente llamaba “el imposible histórico”; es decir, una tarea radicalmente discordante con su estilo de vida. La República, con su sectarismo, y la “Reforma” del Régimen instaurado por Franco que ahora se nos ofrece, son dos casos genuinos de situación trágicamente conflictiva entre la nación española y el Estado. García Morente decía que en los supuestos de “imposible histórico”, el Estado pierde su legitimidad moral, jurídica y política, y ello, añadimos nosotros, aunque, para su disculpa, recibiese el mandato de ese “imposible histórico” del voto unánime, aunque transeúnte, de una estadía temporal de la nación, y ello porque el Estado, según nuestro punto de vista, no se ordena sólo a la dimensión social transitiva, sino que se ordena y ha de mantener su fidelidad a la nación completa y entera, que es unidad de historia y de destino, que han de mantenerse superando la posibilidad de una coexistencia dispersadora. El Estado, en suma, creado por la nación, ha de servir, en última instancia, su unidad metafísica, consolidándola y vigorizándola.

    Precisamente por eso, el Estado del 18 de Julio, que era una institución embrionaria y en periodo constituyente, tuvo, en medio de tantas dificultades, el apoyo de la nación en armas, al proponerla, por medio de sus cuadros representativos, una tarea concorde con el estilo español de vida y con su genuina constante histórica.

    Si esa concordancia deja de existir, como parece que ahora ocurre, la noche pierde su estrella polar; el piloto, la brújula; el barco, su timón, y el buque navega a la deriva, a meced del viento y del oleaje, a merced de todas las tormentas, sin ruta propia, sin puerto a la vista, sin singladura lógica a recorrer. Todo predice el encallamiento, el naufragio o quizá el desguace: ¿Para qué vivir en común? Venimos de un error y no tenemos ni meta a alcanzar ni empresa colectiva que acometer. ¡Sálvese el que pueda! Lo importante es la autodeterminación, que cada uno haga lo que más le guste, lo que le parezca más cómodo, buscando su propia y personal andadura y logrando como le venga en gana su objetivo personal o de grupo. La lucha de clases, los partidos políticos, las nacionalidades independientes, acaban deshaciendo a la nación, cuyo Estado, lejos de salvaguardarla, se convierte, por un fenómeno de inversión, en su primer enemigo.

    La nación, lenta o apresuradamente, en función de factores muy diversos, endógenos y exógenos, vegeta, se mineraliza y, como una roca erosionada, ahuecada y sin cohesión interna, se pulveriza y evapora.

    ***

    Tal es el fruto ya iniciado por el proceso de descomposición en marcha: los insultos a Franco que nadie se encarga de reprimir, aunque se le dediquen algunos elogios oficiales; la prohibición a los combatientes de exaltar la memoria y el recuerdo del Caudillo con una manifestación en las calles de Madrid; la pobreza de los argumentos gubernamentales para justificar dicha prohibición; el homenaje autorizado a Tierno Galván, con los discursos de sus antiguos y nuevos admiradores, y entre éstos últimos el de Ruiz Giménez, dando a entender que seríamos incapaces de comprender su postura, cuando está claro que esa postura consiste, sencillamente, en el abandono de una trinchera política para pasarse a la del adversario y disparar dialécticamente desde ella contra sus viejos amigos… (Aplausos.)

    El señor Areilza, rector de nuestra política internacional, regresó no hace mucho de Marruecos, prometiendo un maridaje feliz de España con el país que acababa de visitar; pero no muchas horas después, las lanchas militares marroquíes expulsaban del mar sahariano a los pesqueros españoles. (Aplausos y gritos de indignación.)


    ¿Cuántos farsantes hubo?

    Estamos, amigos, en una época decisoria para la Humanidad, y ante un momento en el que España, otra vez va a jugarse todo, hasta su propia existencia a cara o cruz.

    En esta hora conviene que acertemos a distinguir entre la farsa, el mito y la mística.

    Los farsantes, luego de terminar el espectáculo, de fingir y disimular, de poner en escena el papel que asumieron, vuelven a su propia personalidad. ¿Cuántos farsantes hubo bajo el Régimen de Franco? (Gritos en la sala.)

    Los que viven del mito, de la ficción artificialmente creada, fruto de una imagen más que de una ideología, decaen y regresan descorazonados a sus casas, cuando el mito se hunde, cuando la figura se desvanece. ¿Cuántos vivieron en función del mito bajo el Régimen de Franco?

    Finalmente, los místicos son los que se hallan traspasados por una vida interior, oculta, pero real, los que en el jefe aciertan a ver personificada la idea pero no la confunden con él, los que saben de la imperfección de toda empresa humana por noble que sea, pero no se escandalizan de las imperfecciones, sino que tratan de corregirlas, los que continúan luchando, inasequibles al desaliento, con fortaleza y alegría sobrenatural, porque han sentido en el alma una vocación sugestiva y trascendente. ¿Dónde están los místicos que han trabajado por España mientras Franco vivía y después de la muerte de Franco?

    Frente a la moral democrática que trata de invadirnos, nosotros preconizamos una moral heroica, no para pusilánimes, sino para magnánimos, porque hemos identificado nuestro destino personal con el destino de la nación.

    José Antonio hizo referencia a las vías misteriosas, religiosas, a través de las cuales se propagaba su doctrina y su Movimiento. Nosotros estamos convencidos, porque sabemos de nuestra pequeñez y de nuestra debilidad, de que algo semejante le sucede a FUERZA NUEVA en la España tensa de hoy.

    España está en espera, Europa en esperanza, obsesivamente mirándonos, para conocer la respuesta española al tremendo desafío que nos aguarda, e Hispanoamérica, o al menos una gran parte de ella, su cono sur, en acción reconstructiva y militante.

    “Una nación es grande –decía José Antonio- cuando traduce en realidad la fuerza de su espíritu.” Pues bien, nosotros empeñamos nuestra palabra y nuestra vida al servicio de la unidad de historia, de convivencia y de destino de nuestra Patria, y en prueba de ello, clamorosamente, gritamos, ahora más que nunca, como reza el repostero que nos preside:
    ¡ARRIBA ESPAÑA!

    (Una ovación encendida y final cierra el grito del orador. Se mezclan algunos gritos patrióticos, llenos de fervor político y nacional, y surgen espontáneas las estrofas del “Cara al Sol”. Inmediatamente después se canta el “Oriamendi”.)
    Última edición por ALACRAN; 26/06/2020 a las 17:24
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    ...
    Última edición por ALACRAN; 10/09/2020 a las 18:23

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Se había generado cierta polémica por las manifestaciones del discurso Blas Piñar en Sevilla, referentes a Montejurra, imaginando algunos que hizo apología del "hombre de la gabardina". autor de los disparos homicidas...


    Revista FUERZA NUEVA, nº 492, 12-Jun-1976


    Una canallada imperdonable

    Blas Piñar a la prensa leridana (“decir que yo he hecho la apología del delito”)

    En el reciente viaje de Blas Piñar a Lérida para intervenir en el acto de afirmación nacional celebrado el domingo pasado en el teatro Principal, la prensa local entrevistó al consejero nacional y fundador de Fuerza Nueva. Dicha entrevista tuvo lugar, al mismo tiempo, con los dos diarios de la capital, “La Mañana” de la cadena del Movimiento y “Diario de Lérida”.

    -La prensa ha aireado estos días unas palabras suyas referentes a Montejurra…
    -Sí, la prensa desconoce las palabras auténticas. Yo ya estoy harto y cansado de tener que hace rectificaciones que a veces no se publican o se publican en lugar distinto, se publican con comentarios que sirven para seguir dándole al tema más vueltas. Pero me remito estrictamente a las cintas magnetofónicas que recogieron el discurso mío de Sevilla sobre el acto de Montejurra. Las palabras que ese sector de prensa a que usted se refiere ha dicho, no coinciden en absoluto con la realidad, y además, lo que estimo que es una falta de caballerosidad y de lealtad es que en “Arriba” se diga que yo he hecho la apología del crimen. Si la he hecho, el que ha escrito ese editorial o el director debería tener el valor suficiente como para llevarme a los tribunales de justicia (sube el tono de voz…)

    -¿Usted no llamó héroe a nadie, señor Piñar?
    -Yo comparé a los asesinos de la ETA, que asesinan con nocturnidad, con premeditación y en cuadrilla a personas que muchas veces ni conocen, que buscan el refugio y el amparo para su crimen de la frontera francesa y del gobierno francés, con la postura del señor Marín García Verde, voluntario de la Cruzada española a los dieciséis años de edad en un tercio de requetés, a quien yo no conozco y del cual nunca había oído hablar, que es militar en situación de retiro, que se siente carlista y que trata de rescatar el monte sagrado de Montejurra para el carlismo, profanado por las banderas marxistas, por la hoz y el martillo, por las banderas separatistas, por los gritos hostiles a la religión, y que se ve brutalmente amenazado –yo no he hablado de fotografías trucadas, sino que no reflejan la realidad-, porque se ha dado en un periódico la fotografía de este hombre solo, con la pistola, y alguien me decía: este hombre o es un ciego o es un héroe; sin embargo, otras publicaciones han reflejado las fotografías auténticas y este hombre está rodeado de una jauría que va con garrotes tremendos a pegarle o a matarle a palos. Pero este hombre, sereno, creo yo, tendría que disparar en legítima defensa; los tribunales de justicia lo dirán, yo lo respeto.

    Pero entre la figura de ese asesino de la ETA y la figura de este hombre, que se mantiene sereno, que posiblemente disparara en legítima defensa, que cuando van a evacuar al herido no dispara más, sino que permite que sea retirado, y que cuando se ve fotografiado en la prensa, que dice que la policía le busca, espontáneamente se presenta a la policía para que le juzguen, hay una diferencia tan enorme, que me parece que hay que hacer una distinción… Ahora, de eso a decir que yo he hecho la apología del delito, eso es una canallada imperdonable y más cuando se hace en la prensa del Movimiento, a un consejero nacional del Movimiento y no se tienen las agallas y el valor de que si eso es cierto ir a los tribunales a denunciarlo. Puede usted recogerlo literalmente.


    Última edición por ALACRAN; 10/09/2020 a las 18:25
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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Blas Piñar en Lérida:

    Revista FUERZA NUEVA, nº 494, 26-Jun-1976

    BLAS PIÑAR EN LÉRIDA

    EN “TERRA FERMA”

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en el teatro Principal de Lérida el 6 de junio de 1976

    En pocas ocasiones como ésta –camaradas y amigos- me hubiera gustado seguir siendo espectador. Comparto de tal forma cuanto han dicho, con elegancia y arrebato, Simón Clavera y Magín Vinielles, que el ideal, para mí, sería continuar escuchando, aplaudiendo y compartiendo el entusiasmo reinante entre la multitud apiñada en este local.

    Pero es preciso cumplir con el programa, levantarse y pronunciar el discurso prometido, discurso en el que he de recordar la cena que celebramos el 1 de diciembre de 1973, luego de soslayar numerosas dificultades y luego de las tres prohibiciones gubernativas para un acto como el que hoy se celebra.

    En aquel discurso, luego de unas notas sentimentales, de la intervención de Magín Vinielles, del comentario de su precioso libro “La sexta columna”, del homenaje a los cien mil voluntarios catalanes que, después de abandonar la zona roja –doblemente voluntarios por ello-, se alistaron en el Ejército nacional, de referir las proezas del famoso Tercio de Requetés Nuestra Señora de Montserrat y de la Bandera catalana de la Falange, hice una exposición de las cuatro grandes propuestas que dos catalanes insignes, y a la vez cardenales primados, hicieron para la reconstrucción de España después de la Victoria nacional: Isidro Gomá y Enrique Pla y Deniel.

    Estas grandes propuestas, a modo de coordenadas fundamentales, eran y son las siguientes:

    I.-Restaurar el alma de la nación, herida por campañas descristianizadoras y disolventes. No era bastante haber ganado la guerra en el campo de las armas. No era suficiente la recuperación física y militar del suelo de la Patria. No podíamos contentarnos con la geografía. Era necesario llevar a término feliz, sin fisuras ni dejaciones, la restauración metafísica. “La civilización no es la molicie –afirmaban-, sino un estado heroico y combativo contra la barbarie ajena y contra la desgana propia”, es decir, contra la desilusión y la pereza.

    II.Montar la guardia de las ideas, que no son cambiables a capricho, porque las que triunfaron en la contienda, avaladas por el testimonio de la sangre de tantos cientos de miles de españoles, son consustanciales con el ser mismo de la Patria. De no ser así, hubiera sido absurdo e injustificable el Alzamiento Nacional. Por eso no me es posible compartir el punto de vista del ministro señor Garrigues, cuando, luego de invocar al Dios del Sinaí, asegura que sólo los Mandamientos contenidos en las Tablas de la Ley son inderogables. Y no estoy de acuerdo con el ministro de Justicia, por las siguientes razones:

    Primero: porque los Principios del Movimiento, que se pretende derogar, y que de hecho han sido conculcados y derogados por el Gobierno, no son inderogables por decisión de una persona, por elevada y noble que sea, sino “per se”, a menos que la Patria se liquide.

    Segundo: porque aun suponiendo, a fines puramente dialécticos, que tales principios pueden ser derogados, son inderogables para el Gobierno, ya que, con independencia de su valor intrínseco, tienen para los ministros un valor subjetivo y personal: los han jurado; y de ese juramento no les puede relevar ni siquiera el referéndum derogatorio y unánime de todos los españoles. (Aplausos.)

    Tercero: porque, pese a cuanto nos dicen los demócratas y liberales, en todas las naciones hay unos principios que el Régimen no pone jamás a votación: la filosofía marxista en los países soviéticos, la República en Francia, la Corona en Inglaterra y la Constitución en los Estados Unidos.

    III.Mantener la unidad de la Patria, exaltando, como nos pidió el Caudillo en su testamento, la rica multiplicidad de sus regiones, pero fortaleciendo con ella, y a la vez, los lazos de confraternidad entre las mismas.

    Por ello, cuando vuelve a hablarse de autonomía, en lenguaje tolerado, y de regímenes especiales, en lengua oficial, no puede olvidarse que podrá llegar un momento en que la única región con régimen especial sería la que no lo hubiera solicitado y siguiera sometida al que en un principio tuvo carácter común. (Grandes y prolongados aplausos.)


    IV.Culto y veneración a los muertos de la Cruzada, por lo que tiene de exigencia religiosa, por lo que tiene de ejemplo estimulante y por lo que tiene de lección, que tanto se precisa, para mantener la fortaleza en el momento duro y difícil que hemos comenzado a vivir. Ellos murieron por los amigos y los enemigos, y hora es de recordarlo, cuando nos pasean con reto a García Lorca o a Miguel Hernández. (Ovación de gala.)

    ¿Y acaso Lérida, como todos los pueblos de España, no tuvo sus mártires y sus héroes? ¿Y acaso cuando se pide amnistía, o quizá amnesia, para los asesinos de Carrero Blanco, de las víctimas numerosas de la calle del Correo de Madrid, del alcalde Víctor Legorburu, de tantos agentes del orden, trabajadores de toda profesión y oficio, no debemos pensar que quienes realizan tales crímenes acampan ideológicamente en los grupos que cometieron tales delitos monstruosos en la zona roja durante la Guerra de Liberación? (Gritos y ovaciones.)

    Permitidme por ello que rinda homenaje al concejal Antonio Hernández Palmés, que votó en contra de la petición de amnistía formulada no hace mucho por el Ayuntamiento de Lérida. (El público, puesto en pie, aplaude enardecido.)

    Sólo junto a las tapias de vuestro cementerio se fusiló sin causa y sin juicio a 536 personas, amén de las que fueron cazadas de modo salvaje por las calles y plazas de la ciudad. Claretianos en Lérida, carmelitas calzados en Tárrega, franciscanos en Balaguer, sacerdotes seculares, sacrificados en la saca brutal de la noche del 20 al 21 de agosto de 1936. No se ahorró ni siquiera la vida de vuestro obispo, don Silvio Huix Miralpeix, que como buen pastor no pensó abandonar a su rebaño perseguido.

    Hubo martirio y no hubo apostasía. Cuando pase este tiempo oscuro, la Iglesia, ante la imposibilidad de seguir tanto proceso individual de canonización, proclamará al mundo la santidad de «los innumerables mártires de la Cruzada española», para alegría de muchos y vergüenza de los que hoy tratan de olvidarlos y hasta de escarnecerlos. (Aplausos.)

    Y con los religiosos y los sacerdotes, cayeron inmolados por Dios y por España tantos y tantos cuyo nombre deberíamos citar aquí con emoción y reconocimiento: Casimiro de Sangenís, el diputado carlista; Arcadio Agelet y Salvador Ruiz, de la Falange leridana; Ramos Arques, el piloto civil que prefirió el martirio a cumplir la orden de bombardear Zaragoza; los jefes y oficiales de la guarnición, que se habían unido al Movimiento salvador de la Patria y que fueron fusilados frente a la puerta del Campo escolar.

    ¿Pero quién ordenó estas ejecuciones? ¿No hubo en Lérida, sujeta al Gobierno autónomo, una Junta Militar del Comité de Salud Pública, que entonces se constituyó? ¿Y quién formaba ese Comité? ¿No estaban representados los partidos políticos cuya legalización hoy se pretende?

    ¡Buena levadura la de Lérida! ¡Buen martirologio el de los leridanos! ¡Cómo se descubre la vieja solera tradicionalista, de la que en parte, como fruto del genio de España, nació la Falange! Las páginas de «El Correo Leridano», de «Terra ferma» y de «Toca ferro», ofrecían, en serio y en broma, buena doctrina y espíritu de combate.

    • • •

    ¿Habremos aprendido la lección? Unos, sí; otros, no. El Gobierno, desde luego, no, puesto que el enemigo derrotado en la guerra, y al que hay que imputar los crímenes citados, sale de sus covachuelas, se le anima a organizarse y hasta, en cierto modo, se le invita para que acepte puestos de confianza y honor a la vez que se margina y se consiente que se viertan toda clase de infamias sobre las personas y los grupos políticos que salvaron a la nación de tanta ignominia y de tanta maldad.

    ¿Qué ofrecieron y lograron para España los enemigos del Régimen? ¿Qué pueden brindarnos en orden a la paz, el bienestar y la prosperidad de los españoles? ¿Qué metas alcanzaron durante el tiempo que detentaron el poder? No es un problema sólo de confrontación de doctrinas, sino de confrontación de realidades.

    Y en vista de todo ello toleran los insultos a Franco: de Salvador de Madariaga, en Zaragoza; del Congreso de la UGT, en Madrid; de Jiménez de Parga, en su conferencia de Orense; de Antonio Gala, en un semanario madrileño, y del rector de la Universidad ovetense, que ha retirado no hace mucho el retrato del Caudillo de su aula magna. (Gritos unánimes de ¡Franco! ¡Franco!)

    En este orden de cosas se exalta a los poetas de la subversión, Alberti incluido, se celebra el festival de música de los llamados pueblos ibéricos, se autorizan las reuniones y asambleas de los partidos políticos ilegales, se solicita el cambio de denominación de ciertas vías públicas, se pretende terminar con el desfile de la Victoria y con la conmemoración del 18 de Julio, se conculca el ordenamiento jurídico vigente apelando al ordenamiento jurídico futuro, se pone de manifiesto la sumisión a las cancillerías extranjeras cuya sonrisa y beneplácito se pretende. (Aplausos.)

    ¿Os figuráis al presidente Ford explicando en España su plan de gobierno para los Estados Unidos y la reacción del pueblo norteamericano al conocer dicho programa a través de la información facilitada desde Madrid?

    A mi modo de ver, hay que destacar hoy en la política española tres signos alarmantes: la abdicación del Movimiento, la claudicación del Estado y la posible falta de independencia de la nación.

    El proceso electivo para la designación de un consejero nacional del llamado «grupo de los cuarenta» ha puesto de relieve que tanto dicho grupo como el Consejo apoyan al ministro secretario general [Adolfo Suárez, poco antes de ser nombrado presidente del Gobierno], que propugna, con sus compañeros de Gobierno, una reforma que, de prosperar, lleva consigo la desaparición del propio Consejo y del Movimiento mismo. Es decir, que implícitamente la representación colegiada del Movimiento, a escala nacional, ha acordado su liquidación. La cosa me parece muy grave.

    El Estado nacional, por otro lado, al convertirse en Estado liberal, niega sus orígenes, su partida de nacimiento y renuncia al equipaje doctrinal constituyente que le ha dado savia y vida durante años.

    Por último, España, a mi modo de ver, se engancha plenamente y sin reservas a los Estados Unidos, olvidando que una cosa es el pueblo norteamericano, que merece nuestro respeto y nuestra simpatía, y otra los cuadros oficiales de gobierno que lo sacrifican en aras de intereses extraños a aquella comunidad.

    Y no es que nosotros nos opongamos al entendimiento con Norteamérica. Son tan duros los momentos que vivimos, que una política de amistad con los Estados Unidos será conveniente. Pero una cosa es la conversación y el tratado entre dos potencias soberanas, y otra la entrega con armas y bagajes al poderoso, que sabemos por experiencia cómo nos trató en otras ocasiones. (Grandes aplausos.) Ahí está nuestra lista de agravios, más que suficiente para que nos comportemos con cautela que no impide la cortesía:
    • Les ayudamos en la lucha por la independencia y nos contestaron con la invasión de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. (Aplausos.)
    • Les ayudamos en la última guerra con nuestra neutralidad y nos bloquearon, reduciéndonos al hambre. (Gran ovación y algunos gritos.)
    • Se proclaman los campeones de la descolonización, pero no nos prestaron ayuda, ni poca ni mucha, para la descolonización de Gibraltar. (Ensordecedora ovación.)
    • Se dicen amigos y nos dejaron solos cuando la «marcha verde» sobre el Sahara y no se pronuncian con claridad cuando surge el tema de Ceuta o Melilla.
    • Prometen, pero en Asia abandonaron, después de una guerra inútil en la que hubieran podido fácilmente conseguir la victoria, Vietnam, Laos y Camboya, y en África, en contactos ocultos, entregaron a Rusia las provincias portuguesas de Ultramar.

    • • •

    Tengamos presente, al mirar a España con amor, que hoy no caben compartimientos estancos, que la importancia geográfica y cultural de nuestra Patria se conjuga con la dialéctica ideológica que conmueve al mundo. Por eso, aquí se libró y se continúa librando un combate de dimensión universal. Esto es lo que algunos, obnubilados por los temas próximos y que suponen más acuciantes, ni siquiera imaginan o vislumbran. En la línea de pensamiento que nosotros seguimos está claro que para dominar a España lo mejor es dividimos y escindirnos y si, con evidencia que salta a los ojos, el Régimen de Franco nos dio unidad y nos arrancó de la miseria, lo que urge y conviene al adversario es destruirlo, y con la máxima rapidez posible.

    Los tres motivos de división condenados por nuestra doctrina constitucional, vuelven a ser declarados lícitos. Creo que fue José Antonio Primo de Rivera el que dijo lo siguiente:
    • Se abolirá implacablemente el sistema de partidos políticos.
    • Organizaremos corporativamente a la sociedad española mediante un Sistema de Sindicatos verticales, por ramas de producción, al servicio de la integridad económica nacional.
    • Todo separatismo es un crimen que no perdonaremos.

    Hablando precisamente del fenómeno separatista catalán, el mismo José Antonio aseguraba que era una especulación de la alta burguesía capitalista con los más nobles sentimientos de los catalanes. El separatismo, que tan escasamente ama a Cataluña, acabó por convertirla, no ya en una Cataluña de papel, como decía Torras y Bagés, sino en una Cataluña sovietizada y roja. (Aplauso unánime.)

    No juguemos con las palabras

    Cataluña, dijo Calvo Sotelo en su discurso de Tarrasa de 28 de abril de 1935, es España, por ser y seguir siendo Cataluña.

    Por eso no cabe seguir jugando con las palabras regionalismo, nacionalismo y separatismo, sin darnos con exactitud su significación. Así, cuando se habla de nacionalidades del Estado español, parece incontestable que el Estado es uno y las naciones varias; y como el Estado no es más que una investidura jurídica, un instrumento, nada más viable que la pretensión de que a cada nacionalidad corresponde un Estado diferente.

    Para nosotros, la nación, aunque diversa, es una, y esa nación única, que es España, tiene un Estado, que podemos y debemos configurar de aquel modo que mejor la sirva. En este orden de cosas el propio Calvo Sotelo pedía la descentralización administrativa y social y repudiaba la descentralización económica y política.

    En esta hora en que, de nuevo, hablando de autonomía, estatutos y regímenes especiales, se intenta deshacer España, a Cataluña le corresponde un papel excepcional. «Hay que salvar España, y Cataluña debe aprestarse a ello, con cariño, con hegemonía inclusive —solicitaba con exaltación el protomártir de la Cruzada—. Porque España en ruinas, Cataluña será puro escombro; y Cataluña destruida será la ruina de España.» (Aplausos muy fuertes y prolongados.)

    Dadnos, pues, catalanes, para la tarea difícil y hasta dolorosa que hemos asumido, vuestra tenacidad, vuestro espíritu de trabajo, vuestra vocación por el arte, vuestra sensibilidad poética, de igual modo que habéis arrancado el rojo y el amarillo de vuestra bandera para darnos la enseña nacional. La bandera catalana es así una bandera española reiterada; multiplicada, como un refrendo de españolismo de Cataluña. Por eso yo os pido que no os la dejéis arrebatar por nadie, y menos por los separatistas: que la enarboléis con orgullo, porque es vuestra, porque es tributo permanente de amor a España, e izada por el viento junto a la enseña nacional, repite al mundo que aquí, como en la Patria entera, hay sangre dispuesta a verterse para que no se la ofenda y no habrá oro bastante para pretender comprarla. (Gran ovación y algunos gritos.)

    • • •

    Se anuncia, bajo el signo que todos conocéis, una marcha, a la que se denomina «marcha de la libertad». Si llega a efectuarse, yo os invito a que convoquéis otra de signo diferente: la «marcha de la unidad». (Gritos ensordecedores en toda la sala). Y por el mismo itinerario, y recorriendo los mismos lugares y con la meta de Montserrat, donde nos aguarda el monumento del requeté caído, la cripta donde yacen aquellos combatientes heroicos de la Cruzada y la «Mare de Deu», Patrona de Cataluña.

    • • •

    Habéis respondido, catalanes de Lérida, a nuestra llamada. El acto que nos congrega es consolador, por la multitud aquí reunida, por el entusiasmo colectivo que a todos nos embarga. Decía José Antonio, y creo que es aplicable a nuestra conducta, que «estamos sirviendo, al par que nuestro modesto destino individual, el destino de España y de Europa, el destino total y armonioso de la creación».

    i Y qué bello es pensarlo y sentirlo en medio de tantas y tan diversas tribulaciones!

    Lérida es, en Cataluña, la capital de la «terra ferma», ¡y cómo hace falta pisar tierra firme, segura, en esta hora de vacilación y de cobardías I No abandonéis nunca la recia capitalidad de la tierra firme, vuestra capitalidad interior. No dejaros arrebatar por el centralismo que se disfraza de autonomía.

    Recordad la obra de Franco, la prosperidad alcanzada, el sacrificio de los que fueron victimados por la horda, el patriotismo de los que, salvando mil peripecias, consiguieron alistarse en el Ejército nacional, y disponeos a defender y mantener lo alcanzado con tan indomable espíritu.

    Una buena amiga me entregó en FUERZA NUEVA un soneto que voy a leer como conclusión de mi discurso. Tiene una sencillez encantadora y contagia una emoción indecible de agradecimiento. Se titula «Lección de una madre española a su pequeño». Y dice así:

    «Franco crece en mi alma cada día
    y se eleva, coloso sin frontera;
    pienso en él y, sencilla, a mi manera,
    quisiera yo sentir como él sentía.

    Amar a Cristo, como nos decía
    con su vida entregada y ¡tan austera!;
    ser, del amor a España, prisionera,
    sin vacío, barrera o lejanía.

    Y mirando la efigie del Ausente,
    quiero grabar su ejemplo en la memoria
    del hijo que Dios puso a mi cuidado:

    ¡Este es Franco, mantenlo así en tu mente!,
    —único en los anales de la Historia—:
    mitad, monje —mi bien—; mitad, soldado.»

    (Una ovación cerró los versos, poniéndose inmediatamente en pie la totalidad del auditorio, que interpretó
    las estrofas del «Oriamendi» y el «Cara al Sol».)
    Última edición por ALACRAN; 24/09/2020 a las 20:03
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    ... "el 9 de junio de 1976 hubo en las Cortes una votación histórica. Por mayoría, los procuradores decidieron volver a un régimen de partidos, abrogando el Movimiento Nacional. Os confieso que lloré..." :


    Revista FUERZA NUEVA, nº 495, 3-Jul-1976


    “UNA SESIÓN DE CORTES”

    (Discurso pronunciado por Blas Piñar en Villavieja, Castellón, el 13 de junio de 1976)

    No sé –amigos y camaradas- si habéis caído en la cuenta de que hoy se cumple un nuevo aniversario de la entrada en Castellón, capital de la provincia, de una avanzada del Ejército nacional, que izó la bandera de España en una ciudad dominada por el marxismo y el miedo, sobre la torre del campanario de una de sus iglesias.

    La avanzadilla de Franco fue entonces alivio y promesa. ¿No será hoy cuando la zozobra y la inquietud sacuden a nuestro pueblo, este acto de “afirmación nacional”, que celebramos en Villavieja, alivio y promesa también para muchos que, a juzgar por los acontecimientos y por la propaganda tendenciosa, pudieran creer que el esfuerzo de tantos años se halla en trance de resultar baldío? ¿No seremos nosotros, los hombres y las mujeres de FUERZA NUEVA, la avanzadilla ideológica y dialéctica que, en 1976 continúa convocando a la lucha por Dios y por la Patria, por el Pan y la Justicia?

    La provincia de Castellón está llena de hitos recordatorios de la Cruzada. El 15 de abril de 1938, Viernes Santo, llegaba a Vinaroz la cuarta Brigada de Navarra, y al frente de la misma el entonces coronel Camilo Alonso Vega. El Mediterráneo se ofrecía en su ancha y diáfana transparencia, como un augurio de la victoria final. Por el Mediterráneo nos vino la fe y la cultura, como nos llega el amanecer de cada día. El coronel Alonso Vega, al igual que los héroes de la conquista americana, penetró en el mar, y con su espada sobre las olas que se iban acercando a la playa, trazó la señal de la cruz. Los soldados le siguieron, y arrodillándose en el mar, tomaron agua con los dedos de la mano derecha y se santiguaron con agradecimiento y con amor. Pío XI, emocionado al conocer la noticia, regaló un Santo Cristo, llamado de la Paz, para que todos los años saliese, como recuerdo, en procesión.

    La liberación

    Luego de aquellas jornadas, vino la liberación, hacia arriba y hacia abajo, de los pueblos de la Plana. El Ejército nacional se detuvo por aquí, en las proximidades de Villavieja y de Nules. Nules fue tierra de nadie, ciudad destruida y arrasada, en cuyo frente se cubrió de gloria la Bandera valenciana de la Falange.

    Con la liberación quedaron atrás meses de angustia y pesadilla. La vacilación y la duda –tan nefastas en momentos decisivos- habían dado al traste con el Alzamiento nacional en Castellón, donde los carlistas –de tanta solera entre vosotros- al mando de José Gómez Aznar, y los grupos falangistas, nacidos al calor del acto de Burriana, en que intervino José Antonio, estaban prestos para lo que fuera menester.

    La capital y la provincia saben de memoria los brutales asesinatos cometidos, la actuación vesánica de la Columna de Hierro, de las checas “Amanecer” y “La Desesperada”, de los fusilamientos del “Isla de Menorca”, convertido en prisión flotante.

    Una mujer anciana, tradicionalista fervorosa, Josefa Martínez Caballer, fue paseada por los pueblos, insultada, escupida y al fin martirizada y muerta, clavándole en el cerebro, y a martillazo limpio, un punzón de acero.

    ***
    De aquella España en ruinas de todo cariz, surgió una España nueva, distinta y próspera, recobrada para sí misma, independiente y soberana. Fue la obra del Régimen, con defectos, claro es, como propios de una empresa humana, pero con logros visibles que jamás se habían conseguido.

    ¿No habéis sido vosotros beneficiarios de esa obra? Aquí, gracias al Instituto Nacional de Colonización y a vuestro sacrificio, desapareció el proletariado agrícola y todos os habéis convertido en propietarios. Los naranjos cubren vuestra tierra, y si alguna vez, voces malintencionadas se atrevieron a insinuar que sólo con la caída del franquismo el fruto de vuestro trabajo tendría un precio remunerador y podría exportarse a Europa, hoy sabéis por propia experiencia, cuando Franco ha muerto y el franquismo con urgencia suicida trata de desmontarse, que los precios bajan para vosotros, aunque suban para el consumidor, y que jamás como ahora la naranja tuvo tantas dificultades para llegar a los mercados exteriores.

    No penséis en el Mercado Común como solución. El Mercado Común es una suma artificial de intereses en muchos casos antagónicos. Vosotros sabéis cómo acaban de ser -como en tantas ocasiones- asaltados y quemados en Francia los camiones que transportaban frutas y verduras españolas, pero no ignoráis tampoco las batallas campales contra los respectivos Gobiernos de los agricultores franceses, belgas e italianos. Y es que Europa no puede concebirse sólo como una empresa económica, sino que, para que la misma sea viable, es preciso que antes se construya espiritualmente Europa y surja la vocación europea de cada una de las naciones que la integran. En este sentido podemos afirmar que España es quizá el único país de Europa en que ese espíritu fue salvaguardado y sobrevive como una esperanza para todos.

    Aunque no fuera más que por este motivo, el Régimen de Franco merecería nuestro generoso agradecimiento, como lo merece –y tenemos pruebas evidentes de ello- de muchos hombres de Europa, de la llamada Europa libre y de la Europa sojuzgada por el marxismo.

    No se puede adivinar el futuro

    Pero el Régimen, cuya labor no podemos ensalzar aquí y ahora por extenso, ha realizado un avance social tan enorme, que cuesta trabajo pensar que la locura, la ambición, el revanchismo y las corrientes inflacionistas del nuevo sistema liberal que pretende implantarse, se ceben y complazcan en destruirlas.

    Ante esa batalla social ganada, que ha rebasado incluso las aspiraciones teóricas, y a fines propagandísticos de los grupos marxistas, yo no puedo adivinar cuál sea para el futuro el programa, en este orden de cosas, de la oposición. Porque se han quedado sin programa, a no ser que éste no aspire a otra cosa que a dejar sin eficacia las reivindicaciones conseguidas en un ambiente de paz, de entendimiento y de justicia, sin recurrir a las huelgas salvajes, a la lucha fratricida y al deterioro de las empresas […]

    ***
    Pero volvamos a la realidad acuciante de los últimos días. El 9 de junio de 1976 hubo en las Cortes una votación histórica. Por mayoría, los procuradores decidieron volver a un régimen de partidos, abrogando el Movimiento Nacional. Os confieso que lloré, tanto por la decisión lamentable como por la falta de pudor ajeno. No voy a entrar en el análisis de lo que un juramento solemne exige. Hay reflexiones en voz alta absolutamente inútiles cuando, como aquí ocurre, todos los presentes tenemos una conciencia clara de la valoración moral que merecen los sufragios emitidos en la sesión de Cortes que acabamos de citar.

    Valga nuestro reconocimiento y homenaje a los procuradores que dijeron gallardamente que no, y en especial a Raimundo Fernández Cuesta, primer secretario general de la Falange, que supo exponer, con lógica diáfana, una argumentación jurídicamente irrebatible, ofreciendo a todos, incluso a los adversarios, una lección de ortodoxia y de lealtad a la doctrina profesada y jurada.

    Al lado del discurso de Fernández Cuesta, y por contraste, hay que destacar, para comentarlo, el del ministro secretario general del Movimiento, don Adolfo Suárez, discurso que, con todos los respetos para la persona, yo me atrevo a calificar de hueco, por retórico; pesado, por reiterativo; absurdo, por incongruente, e insostenible, por sofístico.

    Vayan por delante tres observaciones que estimo fundamentales:

    • Se ha hurtado a la Cámara política [Consejo Nacional del Movimiento] un asunto de su exclusiva competencia –y no de la competencia de las Cortes-, de conformidad, claro es, con la legislación vigente, que es la única observable. En efecto, el artículo 4º de la Ley Orgánica del Estado dice que el Movimiento Nacional promueve la vida política, y a su representación colegiada, es decir, al Consejo Nacional, se atribuye, por el artículo 21 de la misma Ley, el estímulo de la participación auténtica y eficaz de las entidades naturales y de la opinión pública en las tareas políticas y de encauzar el contraste de pareceres.

    • Por una Ley aprobada por las Cortes y que no va a referéndum, se modifican dos leyes fundamentales, a saber, la Ley Orgánica del Estado y la del Fuero de los Españoles (al menos en sus artículos 10 y 17) y se deja sin efecto el Principio VIII del Movimiento Nacional.

    Claro es que el argumento, aunque frágil, no se elude. La reforma, en virtud de la cual se vuelve al sistema de partidos, no deroga ni modifica nada, tan solo aclara y desarrolla una normativa potencialmente inserta en nuestro ordenamiento constitucional.

    • La urgencia con que la reforma-ruptura se produce contradice, de una parte, la mesura y reflexión con que la misma, de reputarse necesaria debiera hacerse y, de otra, produce la impresión de que se realiza con esta rapidez por razón de compromisos serios contraídos con fuerzas políticas y económicas que actúan dentro y fuera de nuestra Patria y que en ocasiones parece que exigen y hasta ordenan.

    Sobre esta triple argumentación de base, el discurso del ministro secretario general del Movimiento [Adolfo Suárez] puede analizarse sin dificultad.

    A primera vista resulta evidente que ha prescindido de toda alusión a la legalidad. Y es lógico, porque en este terreno no era posible conseguir ni una sola adhesión. Todo el encaje legal que el señor Suárez hubiera pretendido se le hubiera vuelto radicalmente en contra. Por eso rehuyó medrosamente el tema y acudió al terreno de las realidades, o, al menos, de las realidades que a él le interesa imaginar. Estas realidades son, para el ministro, las siguientes:

    Hay, de hecho, partidos políticos. Pues bien, los hay porque el Gobierno los ha convocado y estimulado, aunque no sean más, en ciertos casos, que unas siglas y unos cuantos recortes de prensa. Si, como el ministro dice, “ante los partidos, el Gobierno puede hacer tres cosas: combatirlos, ignorarlos o legalizarlos”, salta a la vista que el Gobierno de un Régimen “anti-partido” ha incumplido con su deber: primero, al ignorarlos y, ahora, al querer legalizarlos.

    La legalización no es, sin embargo, una panacea universal. Por ese procedimiento se acabaría con el delito, desde el robo a la fabricación de moneda falsa. Para ello bastaría una modificación del ordenamiento jurídico; pero antes sería preciso abdicar del bien común, que es la razón de existencia del Estado y de la comunidad política.

    Los partidos no son malos, pues dice el señor Suárez, ya “no son grupos ideológicos que se enfrentan violentamente, sino diversidad de acciones programáticas”. Yo no sé qué información tiene el ministro sobre los programas de los grupos políticos que actúan en el mundo y comienzan a actuar en España. Pero un examen, por superficial que sea, sobre su comportamiento en el Líbano, en el Ulster o en Italia, por no citar el muy reciente de Chile, sería bastante para entender que tales programas conllevan un enfrentamiento ideológico radical y conducen inexorablemente a una lucha cargada de violencia.

    Por si eso fuera poco, tenemos en España no sólo la experiencia reciente, que nos condujo a un doloroso trauma en el que se puso en juego la existencia de la nación y la vida de cientos de miles de españoles, sino las proclamas bien conocidas, carentes de rectificación y a todas luces desafiantes, de algunos de los partidos políticos que ahora renacen, impulsados por el Gobierno, y a los que hay que imputar aquel trauma doloroso, haciéndoles responsables del mismo.

    Los partidos recogen el pluralismopara someter a debate lo que es accidental. Al legalizarlos, dice el ministro, estamos en la línea del Estado al que servimos, que nació plural”. ¿Por qué hemos de insistir –concluye el señor Suárez- en la uniformidad?

    En primer término, será usted, y algunos como usted, los que han insistido en la uniformidad. Nosotros, que estamos en desacuerdo con la ley que autoriza los partidos políticos, nunca hemos querido, ni menos aún impuesto, la uniformidad; y ello, entre otras razones palmarias, porque no hemos formado parte de ningún Gobierno del Régimen.

    Una cosa es que la vida política de una nación discurra a través de los partidos políticos y otra que se anquilose y encorsete a través del partido único; una cosa es el partido único y otra es el Movimiento. Los que han confundido el partido único con el Movimiento, habrán sido ustedes, nosotros no, y sólo a ustedes habría que hacer responsables de las consecuencias nefastas de la uniformidad pretendida.

    Desde que nacimos a la vida pública, hemos dicho que la unidad no podía confundirse con la uniformidad, de igual modo que la diversidad, que es inevitable y conveniente, no podía, ni puede, confundirse con la desunión.

    Naturalmente que lo accidental hay que ponerlo a debate. Si no fuera así estaríamos ante una tiranía. Pero eso, que es posible en el Movimiento, no lo es en un régimen de partidos, porque ideológicamente los partidos que cuentan ponen a debate lo fundamental; y eso equivale a la anarquía y al caos.

    No entenderlo así supone que se construye con entes irreales y que se desconoce, por error o por habilidad dialéctica, el mundo de las realidades a que, primariamente, se hizo apelación.

    Los partidos legalizados responden a nuestro compromiso histórico, “terminando la obra realizada por el Régimen mediante la consolidación definitiva de una democracia moderna, que ofrezca al 70 por 100 de los españoles que no conocieron la guerra los instrumentos precisos para la conservación de la paz, rompiendo de una vez los círculos viciosos de nuestra historia”.

    Las frases, entresacadas del amplio discurso del señor Suárez, son, al menos para mí, ininteligibles: porque entiendo que Franco rompió de una vez por todas, esos círculos viciosos de nuestra historia, que ahora se trata de repetir; porque entiendo que la democracia inorgánica que se persigue ni es la mejor, ni es, siquiera, la más moderna; porque, precisamente porque muchos millones de españoles son beneficiarios de la paz lograda por el Régimen, son tributarios de la Victoria que conquistó esa paz y de la ideología que la sirvió de base y fundamento; porque siendo ello así, no comprendo cómo a las nuevas generaciones se le arrebatan los instrumentos de la paz conocida y se le entregan los instrumentos de la subversión que acabará con ella; y porque no llego a entender tampoco que la coronación de una obra consista en el retorno al punto de arranque y de partida.

    Los partidos legalizados cumplen una de las cláusulas del “pacto” entre quienes detentan el Poder y quienes militan en una oposición todavía no reconocida. El “pacto”, asegura el señor Suárez, pretende una síntesis del pensamiento colectivo de las distintas fuerzas políticas.

    La ventaja de estas afirmaciones del ministro secretario general del Movimiento [Adolfo Suárez] está en que ya sabemos, sin remilgos, a qué atenernos.

    Hay, en primer lugar, un pacto, y este pacto no es el de las fuerzas nacionales que se dieron cita, con el Ejército, para la Cruzada. Este pacto no es de los Principios del Movimiento. Se trata de un pacto distinto entre el Poder y la oposición no reconocida legalmente. En virtud de ese pacto se va a una síntesis ideológica. Como propuesta teorizante podría admitirse. Como realidad es imposible. ¿Cómo va a hacer esa síntesis el señor Suárez, cuando en torno a la mesa de la reconciliación unos partidos políticos expongan en su programa que la vida individual y comunitaria se ordena conforme a una concepción espiritual, que arranca de la existencia de Dios, de una ley moral objetiva, de un destino trascendente del hombre, portador de valores eternos, y otros, hasta golpeando la mesa, aseguren que Dios no existe, que no hay otro derecho que el positivo, que la ley es pura decisión de la voluntad, que la conciencia o el Estado o el partido o la clase crean los baremos morales, y que el hombre no es otra cosa que un animal biológicamente evolucionado, cuya existencia termina con la muerte?

    Preguntas

    ¿Qué síntesis hará el señor Suárez entre los que estiman indisoluble el matrimonio por derecho natural y los que exigen la ruptura del vínculo por mutuo disenso o por un índice más o menos largo de causales?

    ¿Qué síntesis hará el señor Suárez entre los partidos monárquicos y los que, como el socialista, reiteran su vocación republicana y su propósito de abolir la Monarquía, a la que el propio señor Suárez ha jurado servir?

    Entre la “Comunión” en los ideales de la Cruzada, que uniforma el Movimiento, tal y como está definida en nuestro Derecho constituido y la “Síntesis del Poder con las fuerzas políticas adversas, en un Derecho constituyente, yo me quedo, naturalmente, con la primera.

    Pero si éstas son las conclusiones elementales de un análisis del discurso del ministro secretario general del Movimiento, lo que no atino a vislumbrar que pueda sufrirse es que el regreso a un sistema de partidos políticos, abierto a los que militan contra el Régimen, pueda producirse, como ha dicho el señor Suárez, “sin renunciar a ninguna de nuestras convicciones”.

    La “contradictio in terminis” es flagrante y para mí escandalosa, ya que si las convicciones oficiales del ministro coinciden con las mías, y las mías coinciden con las de la Comunión Tradicionalista; con las de José Antonio, que concibió a la Falange, desde el discurso fundacional del Teatro de la Comedia, como un anti-partido; con las de Franco, que con insistencia machacona los repudió, y con la doctrina informadora del Estado nuevo, no comprendo cómo es posible, sin abdicar de las propias convicciones, propiciar desde el Gobierno, y aún más, desde la Secretaría General, la formación, legalización e institucionalización de los partidos políticos.

    Que esto, además, sea, según el ministro, para mantener la obra de Franco, al que se juzga y califica de “hombre irrepetible”, que llevó a cabo “una obra gigantesca, de la que todos somos beneficiarios y al que se debe un continuo homenaje de gratitud”, es inaudito. Y es inaudito, porque elogiar a un hombre y enaltecer su obra no se concilia bien con la destrucción de la misma, poniendo en práctica lo que él aborreció. Y porque si es cierto que se debe a Franco ese homenaje de gratitud, no se acierta a vislumbrar por qué se prohibió a los combatientes que lo llevaran a cabo en Madrid al cumplirse un semestre del fallecimiento del Caudillo.

    ¿Es ésa la libertad?

    Por último, asegurar, como lo hizo el ministro, que de este modo se levanta “el edificio de la concordia nacional, en el que habrá un lugar holgado para cada español”, fue, sin duda, profético, porque la Providencia, que nos mira con afecto, quiso, para avisar a todos y al que hablaba con representación tan llena de responsabilidad, que pocas horas después de aprobarse ese “edificio para la concordia nacional”, que son los partidos, Luis Carlos Albo, jefe local del Movimiento de Basauri, cayera cosido a balazos por los pistoleros de la ETA, y de acuerdo con su “opción programática” hallase en el cementerio sitio holgado para su cadáver.

    Si esa es la democracia moderna a la que el Gobierno nos empuja, yo, personalmente, no quisiera vivir bajo su sombra, que tan escasa libertad para vivir me ofrece.

    ¡Qué tremenda lección para la clase directora del país! ¡Qué advertencia! Porque morir en la lucha, por una causa que los capitanes asumen y por la cual pelean, situados al frente y en el puesto de mayor peligro, tiene, en medio de su dolor, su alegría y su júbilo; pero morir por una causa entregada, poco después de que los mandos de la más alta significación rindieron sus banderas y estimaron errónea la razón del combate, y confraternizaron con los enemigos, es rabiosamente heroico y dolorosamente indignante.

    Por eso nosotros reclamamos como un timbre de honor la sangre vertida por nuestro buen camarada Luis Carlos Albo, suscriptor y entusiasta de FUERZA NUEVA. A su esposa y a sus hijos les enviamos desde aquí, con nuestro pésame, el perfume de una oración muy sentida, y la promesa de nutrirnos espiritualmente de su ejemplo.

    “Familia inmensamente cristiana y española”, que perdonó cristianamente, pero que tiene el deber cristiano también de no olvidar; familia, en fin, que ha hecho suya la hermosa frase del testamento de Franco: “Mi marido, mi padre, no tuvo más enemigos que los enemigos de Dios y de España”. ¡Qué contraste entre el holocausto de un camarada de filas del Movimiento Nacional y la votación de las Cortes, con el discurso del señor Suárez, del 9 de junio de 1976!

    • Vamos a tener ahora, dijo el ministro, “una política de rostros descubiertos”; y ello ha comenzado a cumplirse, pues hemos sabido, en aquella histórica jornada, quién es quién, cómo piensa realmente, cuál es su criterio sobre las lealtades prometidas.

    • “La política o está asentada en la piedra angular de la autenticidad o no es política”, aseguró el ministro. Pues bien, si la autenticidad doctrinal de antes no coincide con la autenticidad doctrinal de ahora, la autenticidad no existe, y por ello, ni antes ni ahora hubo, en manos de ciertos gobernantes, una política verdadera, ¡y así, como es lógico, han marchado las cosas!

    • “La subversión, la excluirá la sociedad misma cuando pueda organizarse con fórmulas civilizadas y atractivas”, concluyó, para quitar temores, el ministro secretario general del Movimiento fenecido [Adolfo Suárez].

    ¡Pero qué ligereza! Hasta ahora la sociedad española, por lo visto, y “a sensu contrario”, no había podido organizarse de una manera civilizada. Ahora, indudablemente, sí. Sin embargo, la subversión no se autodestruye, sino que aumenta, no sólo fuera de España –con fórmulas tan organizativas, tan envidiables-, sino en España misma, donde al amparo de las falsas libertades proliferan los asesinatos y los secuestros terroristas. Yo no sé en qué mundo vive el señor Suárez, pero lo que sí sé es que en la fórmula que el Gobierno Arias nos ofrece habrá más sobresaltos que atractivos, aunque las atracciones sean muchas, a base de columpios, tiros al blanco, y tíos vivos que se aprovecharán de las circunstancias, con notable perjuicio para España y para los españoles.

    ***
    Ante la situación real, no la imaginada retóricamente, nosotros hacemos hincapié en nuestra postura conocida.

    Escribió Benavente que “el enemigo sólo empieza a ser temible cuando comienza a tener razón”. Pues bien, nosotros, que no somos enemigos del Sistema, sino que hemos sido, a la intemperie y al margen del oficialismo, los guardianes de la doctrina, comenzamos a ser temibles, no porque tengamos razón, sino porque estamos hartos de razones. Por eso nuestros actos públicos son multitudinarios y entusiastas, y pese al silencio y a la difamación casi generales, nuestra marcha es incontenible y arrolladora.

    Desde la lealtad que debemos al jefe del Estado, y desde las razones que nos asisten ante el desgobierno suicida que padecemos, le decimos con la esperanza inicial que en él depositamos: “Cuenta con nosotros para mantener, continuar y perfeccionar la obra de Franco, que hizo posible la Monarquía y la Corona; no cuentes con nosotros para alentar y avalar con nuestro aplauso o nuestro silencio a los que tratan de destruirla”.

    A esa línea de pensamiento responde la existencia de FUERZA NUEVA, su comparecencia en las grandes ciudades –el cine Morasol, de Madrid, o el Palau de la Música, de Barcelona- o en los pueblos pequeños como Talarrubias, en Badajoz; Pedreguer, en Alicante, o Villavieja, en Castellón.

    Aquí, entre vosotros, como en tantos lugares, os recordamos a la avanzadilla que, hoy hace años, izara la bandera nacional, como una esperanza, o mejor, como un adelanto de la Victoria.

    ¡ARRIBA ESPAÑA!

    (Fuertes aplausos cerraron el discurso del fundador de FUERZA NUEVA, cantándose a continuación el “Cara al Sol” por todos los presentes.)
    Última edición por ALACRAN; 07/11/2020 a las 18:29
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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en la Puebla de Almoradiel (Toledo), el 20 de junio de 1976


    Revista FUERZA NUEVA, nº 496, 10-Jul-1976


    “EL FUTURO ES DE LOS QUE CREEN”

    Discurso pronunciado por Blas Piñar en el teatro Maestro Guerrero, de la Puebla de Almoradiel (Toledo), el 20 de junio de 1976

    Camaradas, amigos, paisanos:

    Hoy se cumplen siete meses de la muerte de Franco. Mas parece que transcurrió mucho tiempo, a juzgar por el cambio que se impone con urgencia democrática y suicida. El cambio ha sido tal en la gobernación del Estado, que los antiguos colaboradores de Franco, por una parte, tratan de deshacer su obra, y por otra, de que su nombre se olvide (grandes aplausos).

    Ejemplo de lo primero: la Ley de Asociaciones Políticas. Ejemplo de lo segundo: la prohibición a los combatientes para manifestarse en Madrid el 20 de mayo. Pero, por contraste, se autorizan los homenajes a García Lorca y a Miguel Hernández, transformándolos en mítines subversivos.

    Me decía un amigo: “Si un combatiente nacional caído antes del primero de abril de 1939 levantara la cabeza y contemplase el espectáculo que tenemos a la vista, llegaría a la conclusión de que la guerra la ganaron los rojos”.

    Hoy celebramos un acto político de signo nacional en La Puebla de Almoradiel, que recordará a muchos, sin duda, por su talante y por su momento histórico, el 22 de abril de 1934, en el que habló José Antonio.

    Tres afirmaciones de José Antonio

    No conservamos su discurso. No hubo taquígrafos ni había entonces cintas magnéticas para grabarlo. Pero nos queda un resumen, del que entresaco tres afirmaciones que hacemos nuestras:

    1.”Emoción y orgullo al dirigir la palabra a los campesinos, depositarios del verdadero espíritu nacional, en los que se conservan puras, en lo profundo del ser, las virtudes de la raza”.

    Por eso, FUERZA NUEVA toma contacto con los pueblos: Talarrubias, El Entrego, Pedreguer, Vall de Uxó, Valdepeñas…

    El Ejército nacional, fundamentalmente, fue un ejército de campesinos y estudiantes. Aquéllos confían en el Dios Todopoderoso, que envía soles y lluvias para la granazón de la cosecha. Estos, con el alma limpia e inquieta, saben ofrecerse con generosidad por las causas nobles y grandes que demandan sacrificio y esfuerzo.

    2.Concepción de la política, no como arte de componendas o como camino de acceso a los cargos públicos, sino como una empresa al servicio de España.

    Por eso nuestra oposición a la vuelta al sistema de partidos, aceptado con júbilo por nuestra clase directora.

    3.La vida sólo es aceptable para asumir esa empresa noble.

    Por eso abandonamos la vida muelle, confortable, y damos un paso hacia adelante desde la mayoría silenciosa, desde la fiesta y la siesta que susurran voces tentadoras en nuestros oídos, para andar por las tierras de España, para galvanizar y advertir y organizar a nuestro pueblo en esta hora doblemente difícil: porque Franco ha muerto y porque los enemigos de la Patria y de la civilización cristiana, que en sus cubiles vigilaban con acecho, pasaron a la ofensiva y atacan con furor.

    Nuestra ascética religiosa y política nos exige alejarnos de la devoción falsa por un cielo fácil –el reino de Dios pertenece a aquellos que se hacen violencia-, y dedicarnos a la conquista del paraíso que se alcanza con dificultad y hasta con sangre –sin sangre no hay redención-, de ese paraíso en cuyos puestos hay, como decía José Antonio, y la basílica del Valle de los Caídos nos recuerda, ángeles erectos y firmes, con espadas (gran ovación).

    Origen de la situación actual

    Los problemas que hoy contemplamos no han surgido de la noche a la mañana. Durante los últimos años de Franco, la presión internacional, el despegue ideológico de muchos de sus colaboradores, la actitud oficial de la Iglesia, erosionaron la arquitectura del Régimen.

    La confianza de la nación en Franco, en su patriotismo, en su experiencia y hasta en su habilidad pudo ser motivo justificante de la orientación hacia temas no esencialmente políticos, de las preocupaciones generales. El pueblo, contra lo que de ordinario se dice, no aspira a gobernar, sino que lo único que desea es ser bien gobernado (aplausos).

    Esta confianza de la nación tuvo su parte positiva evidente, pero tuvo también su aspecto negativo. De una parte:
    1) Franco no era eterno,

    2) las fuerzas vencidas en la Cruzada no renunciaron al desquite,
    3) en la clase directora del Régimen cundían el desaliento y la voluntad de “pacto” a través de la reconciliación, de los cambios y de las reformas,
    4) los gobiernos de las naciones liberales, de un lado, y los marxistas, de otro, no podían resistir el desafío de una España unida y en orden, con un creciente poderío económico y un extraordinario prestigio internacional.

    • Así, los veinticinco años de la victoria (1964), es decir, las bodas de plata, con la paz lograda por la victoria, no se celebraron de acuerdo con las exigencias requeridas. En un acto inolvidable celebrado en aquella ocasión, bien significativa, en el teatro Calderón, de Valladolid, pusimos de manifiesto cómo desde los medios oficiales quería identificarse a la efemérides con una paz amputada de la guerra, surgida por generación espontánea, poco menos que regalada, sin heroísmo y sin esfuerzo, una paz burguesa y aséptica, conmemorada por unos carteles sin banderas, pero plagado de palomas y cornúpetos, a manera de anuncios de un circo pobre o de unas fiestas patronales con tiro de pichón y corrida de toros.

    Pero la verdad es, aun cuando haya querido ocultarse, que sin la victoria la paz hubiera sido imposible. La victoria sin alas no estremece porque le faltan las alas, porque alguien por sorpresa o con ira se las haya arrancado, porque mientras haya vida interior en ella, las alas retoñarán con brío. Lo lamentable e irremediable sería que, sin savia genética, las alas se cayeran por sí solas, luego de perder su lozano color de origen. La victoria sin alas sería entonces una victoria muerta, puro cadáver entregado sin resistencia al enemigo de ayer y de hoy para que la despedace (gran ovación).

    • Así, los medios de información, de diversión y de formación, en ese clima de olvido y dejadez, han ido pasando poco a poco, y últimamente con una rapidez que parecía imposible, a poder de los adversarios del Régimen. No había partidos políticos, pero había órganos de expresión y de difusión de sus respectivos idearios. No había mítines, pero la pantalla y el escenario los suplieron en gran medida. Los centros escolares y la Universidad incluida asumieron la misión de inculcar en nuestras juventudes el patriotismo, pero los acontecimientos nos dicen hasta qué punto se han convertido, por causas de las que los estudiantes son los menos responsables, en incubadoras marxistas.

    • Así se ha ido deteriorando la paz y el bienestar de los españoles, especialmente después del brutal asesinato de Carrero Blanco y de la muerte del Caudillo.

    Los asesinatos y los secuestros se han convertido, de tanto repetirse, en pura noticia, y la frase del ministro Fraga, dirigida al terrorismo: “¡Si quieren la guerra la tendrán!”, está demostrando con los hechos, o que no se hace la guerra o que el Gobierno la pierde cada día (ovación de gala).

    • Así, la paralización y la crisis económica debidas esencialmente a la inseguridad en el presente y en el futuro, y reflejada: en las huelgas que se estimulan y mantienen desde el exterior, contra la propia voluntad de los propios obreros, que cuando se liberan, como ocurrió en HUNOSA, de la presión de los piquetes marxistas, acuerdan reintegrarse al trabajo, en el freno de las inversiones empresariales, en el aumento progresivo y alarmante del paro, en la disminución de la reserva de divisas, en la evasión de capitales, en la inflación creciente, en el endeudamiento exterior, en la próxima apertura de poderosos bancos extranjeros, en el pago con anticipo de contribuciones no liquidadas, en la hipoteca, en fin, de nuestra soberanía.

    • Así, la confusión política, que va desde los vocablos, cuya profunda y auténtica significación desconocen las gentes sencilla, al ser manejados por personas de calificación política u moral diferente (evolución, cambio, reforma, ruptura, pacto…) hasta las siglas de grupos y grupúsculos políticos significación antagónica, pasando por la legalización o no legalización, y en todo caso por la tolerancia, del Partido Comunista y el separatismo, puesta de relieve en actos como los del frontón Anoeta de San Sebastián y el campo de fútbol del Barcelona, con ocasión del último partido entre un equipo de la URSS y una selección catalana.

    Según la referencia de la agencia Cifra, en el frontón Anoeta “se guardó un minuto de silencio en recuerdo de los muertos en el País Vasco, por los presos actualmente en la cárcel y por los exiliados”. Hubo “gritos de amnistía, el himno de los gudaris y banderas nacionalistas”, y entre los oradores, Francisco Idiáquez, del Partido Comunista de Euzkadi, pidió “un estatuto de autonomía, similar al de 1936, como un primer paso hacia otros logros, como son el socialismo y una sociedad comunista”.

    • Así, por último, el declive de España en el plano internacional. Hemos perdido el Sáhara tan pronto como se descubrió por la plutocracia internacional (aplausos) el valor de los superfosfatos; sigue pendiente de ratificación el famoso Tratado con los Estados Unidos, y se interrumpen con facilidad, por la intervención de Santiago Carrillo, las negociaciones con Rumanía para la elevación a embajadas de los respectivos consulados generales (aplausos muy vivos).

    ***
    ¿Volveremos al caos después de cuarenta años de paz? ¿Se repetirán las matanzas de la provincia de Toledo? ¿No nos dicen nada, frente a los comentarios de la falsa reconciliación, las cruces de nuestras sendas, las listas de nombres fijadas a los muros de nuestras iglesias, los monumentos a los caídos de nuestros pueblos y ciudades, las criptas donde aguardan la resurrección nuestros héroes y mártires, la basílica inmensa, impresionante de Cuelgamuros? ¿Nos avergonzaremos de todo ello?

    La Iglesia, antes de la defección de algunos de sus estamentos, pidió en España, por boca del cardenal Gomá, en agosto de 1939, que los victimados por la vesania roja pudieran descansar “bajo las bóvedas de los templos, para que los mismos sepulcros testifiquen a las generaciones futuras el temple de la Cruzada española contra el comunismo”.

    Y Pío XI, en su “Divini Redemptoris”, escribió, hablando de la España de entonces: “No se ha destruido una que otra iglesia, uno que otro claustro, sino que, cuando ha sido posible No se ha limitado a derribar alguna que otra iglesia, algún que otro convento, sino que cuando ha sido posible, se arrasaron todas las iglesias, todos los claustros y todo vestigio de religión cristiana (grandes y prolongados aplausos. Esta espantosa destrucción se ha llevado a cabo con un odio, una barbarie y una ferocidad que se consideraban imposibles en nuestros tiempos. El comunismo es intrínsecamente perverso y no se puede admitir en ningún campo la colaboración con él, de parte de los que quieren salvar la civilización cristiana. Y si algunos, inducidos al error, cooperan a la victoria del comunismo en su país, serían las primeras víctimas de su error, y cuanto más se distingan las regiones en que el comunismo logre penetrar por la antigüedad y grandeza de su civilización cristiana, tanto más devastador se manifestará el odio de los sin Dios”.

    ¡Qué actualidad la de esta encíclica para los políticos católicos de España y sobre todo para Italia, que hoy decide su destino!

    Nosotros no olvidamos ni la lección de entonces ni el mensaje del Vicario de Cristo. Son otros los que lo han olvidado y hasta insultado.

    De aquí nuestro combate por España, con medios escasos, pero justos, entre el silencio y la difamación, sin tiempo para contestar, porque el amor a la España en peligro nos impide detenernos para defender nuestro honor. ¿Qué importa perder un coche?(*) ¡Y los que dieron y dan la vida! Nosotros tenemos el respaldo de todos los muertos por Dios y por España. Y esa sangre no reclama venganza, pero sí reclama fidelidad. Por eso recordamos la oración de Sánchez Mazas: “Víctimas del odio, los nuestros no cayeron por odio, sino por amor” (aplausos). “Tú nos elegiste, Señor, para que fuéramos soldados ejemplares; custodios de valores augustos; números ordenados de una guardia puesta para servir, con amor y valentía, la defensa suprema de la Patria”.

    Danos, Señor, perseverancia:
    Para resistir a las tentaciones de la huida o el escondite, de adaptarnos a la nueva situación, de hablar y murmurar tan sólo.
    Danos perseverancia:
    • convencidos de que habitamos en la verdad,
    • convertidos y transformados para servirla en
    • militantes inasequibles al desaliento
    • tenaces y fuertes hasta pasar de bisoños a veteranos,
    • conscientes de sabernos guía de un mundo que sigue confiando en la misión universal y salvadora de España.

    El porvenir es de los que creen, no de los escépticos. Sólo nuestra debilidad interior puede depararnos la derrota. Pero nuestro pulso no temblará.

    Por desgracia, el frente rojo se perfila. Habrá que oponerle un frente nacional, porque las medias tintas no cuentan, como no cuentan los Pilatos. Sardá y Salvany dijo de ellos que “no aborrecen la verdad, pero no quieren ser aborrecidos por causa de ella; quisieran que el error y la verdad viviesen amigos, hermanos; el error, por tolerante, y la verdad, por caritativa. Nada de asperezas, de intransigencias, de actitudes claras y definidas. En todo, el equilibrio, el justo medio para el bien y para el mal. La falta de consideración, el despecho, los dicterios, guárdense para quienes en su política no se avengan a seguir ese meloso procedimiento de las transacciones. ¡Duro con éstos!” (grandes aplausos).

    El hibridismo suele ser estéril. El sincretismo no prospera como no prosperó el esperanto, ni a nada conducen el falso irenismo o el ecumenismo dogmático.

    El frente nacional de hoy, que nosotros pedimos, no sólo en la base, sino también en la cabeza, con el mismo tesón con que en su tiempo lo pedía José Antonio, supone no sólo que se depongan actitudes personalistas, sino también determinados límites históricos y morales.

    Desde el punto de vista histórico, a mi manera de ver, no cabe el regreso a los afluentes que dieron origen al 18 de Julio. La fecha es un punto de arranque y de partida, una diana divisoria del acontecer nacional. La marcha atrás, la recomposición de las fuerzas públicas originarias, con independencia de sus propias dificultades, implicaría un retroceso, una abrogación lamentable de los conseguido y alcanzado.

    Desde el punto de vista moral, el frente que propugnamos tiene dos limitaciones elementales: del mismo deben excluirse aquellos cuya conducta en el manejo de los negocios públicos no fue limpia, y aquellos otros que demostraron su verdadera ideología o su falta de lealtad a los Principios que juraron, diciendo que “sí” en el pleno de las Cortes del pasado día 9 de junio, a los partidos políticos (gran ovación).

    ***
    Decía Onésimo que los problemas graves de España se habían planteado porque faltaban hombres. Afortunadamente, esos problemas graves se resolvieron en un trauma doloroso, porque hubo los suficientes para levantar a la nación. Esperamos que ahora los haya también. Y recordemos, con esta finalidad, la anécdota de José Antonio: una de las hermanas Aramburo le preguntó por qué no se casaba. José Antonio respondió decidido que no quería dejar viuda joven y que le quedaba el consuelo de que a su muerte le lloraran todas las mujeres de España. Yo creo que a José Antonio le lloramos todos, los hombres y las mujeres, los amigos y los enemigos a los que todavía quedaba un adarme de caballerosidad. Lo que importa en este momento es el sentido y el alcance de las lágrimas. Porque a la hora de luchar por España, las lágrimas de dolor son insuficientes; las que urgen son las lágrimas que prueban la resolución varonil de continuar el combate.

    ¡Arriba España! (una larga y prolongada ovación del auditorio –dos mil quinientas personas puestas en pie- cerró el grito del orador, cantándose el “Cara al Sol” a continuación).


    (*) Se refiere Blas Piñar a su propio coche (Seat 1430), robado e incendiado poco tiempo atrás.
    Última edición por ALACRAN; 05/12/2020 a las 17:35
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Palabras pronunciadas por Blas Piñar en el restaurante El Bosque, de Madrid, el 25 de junio de 1976


    Revista FUERZA NUEVA, nº 496, 10-Jul-1976


    Clausura del VII Ciclo de Conferencias de FUERZA NUEVA

    ÉXITO CRECIENTE

    (Palabras pronunciadas por Blas Piñar en el restaurante El Bosque, de Madrid, el 25 de junio de 1976, con motivo de la cena de clausura del VII Ciclo de Conferencias del aula de FUERZA NUEVA)

    “Podemos decir que el curso político 1975-1976 ha sido un curso fuerte, jalonado por tres acontecimientos: la muerte del Caudillo, el primer Gobierno de la Corona y la puesta en marcha de la aventura reformista. Por cierto, que esta aventura ha pasado desde la evolución del sistema a partir de sus raíces institucionales, al cambio; del cambio a la reforma propiamente dicha; de la reforma a la ruptura democrática; y de la ruptura al “pacto”.

    En esta línea, la jornada del 9 de junio en el pleno de las Cortes fue decisiva; allí se liquidó el Movimiento Nacional y se dio paso a un régimen de partidos políticos, con derogación anticonstitucional, pero a todas luces evidente, del Principio VIII.

    El análisis de la votación sería curioso. Yo os confieso que me sentí avergonzado de la falta de pudor ajeno. Hubo ausencias y abstenciones incomprensibles. Hubo “noes” rotundos, categóricos, gallardos, varoniles. Y hubo “síes” de análogo cariz por parte de quienes procedían de acuerdo con un talente político jamás ocultado. Pero hubo asentimientos casi silenciosos, vacilantes, dubitativos, cargados de temor, que apenas se oían y que provocaban llamadas de atención por parte del secretario, que no percibía con claridad el sentido del voto (risas y algunos aplausos).

    ***
    Hace un año nos reuníamos aquí con finalidad análoga a la presente y, entre otras cosas, hacíamos referencia a unas afirmaciones del presidente Arias, que han quedado incumplidas o que las últimas disposiciones y acontecimientos han contradicho de un modo terminante. Estas afirmaciones fueron las siguientes:
    1) Nos negamos a arrinconar nuestros Principios.
    2) Pongo en cuarentena la eficacia de las empresas reformistas.
    3) Cometen un error los que pretenden replantear los fundamentos de nuestro vivir colectivo.
    4) Se pretende el derribo de nuestro edificio constitucional para edificar sobre su solar el ágora de unas supuestas libertades democráticas.
    5) Quedará radicalmente excluido el comunismo por su inspiración marxista.

    ***
    Mientras acontecimientos y disposiciones han dejado reducida a la nada las afirmaciones del presidente, nosotros hemos celebrado con normalidad y éxito creciente nuestro acostumbrado ciclo de conferencias; en una veintena de actos de afirmación nacional nos hemos puesto en contacto directo con más de cuarenta mil españoles; tenemos en marcha la ampliación de capital de la empresa; hemos inaugurado la nueva aula, con ocasión del décimo aniversario de la fundación de FUERZA NUEVA; hemos soportado las campañas de difamación que han llegado a límites que no podíamos imaginar, como la publicación en exclusiva en un semanario erótico de Madrid, de unas declaraciones que jamás hice ni en ningún caso haría a semejante publicación.

    ***
    Mientras tanto, también, luego de reflexionar sobre el tema, y pese al desagrado que la decisión lleva consigo, hemos resuelto, sin perjuicio de nuestra actividad editorial, constituir a FUERZA NUEVA en partido político. Nadie nos negará que hemos llegado hasta la situación límite prevista, y que con todos los medios lícitos a nuestro alcance nos hemos opuesto a un sistema de partidos. La nueva ley nos plantea tres posibilidades: renuncia a la actividad política, paso a la clandestinidad y configuración asociativa.

    Es lógico concluir que hemos aceptado la última. Cuatro argumentos la avalan:

    1) No queremos quedarnos sin cobertura legal.
    2) Debemos recoger con ilusión y esperanza el fruto de diez años de intensa labor.
    3) Conviene una presencia organizada de FUERZA NUEVA para, en la contienda electoral o en el referéndum, propugnar una reacción concorde con los ideales del 18 de Julio.
    4) Demostrar que hemos repudiado los partidos porque de acuerdo con la doctrina recibida, con el pensamiento de Franco y con la experiencia, son perjudiciales para España; no porque nosotros personalmente los temamos o no quisiéramos –por miedo- llegar a las urnas a través del sufragio universal.

    Que nos dejen la libertad prometida, que los medios de información se comporten con objetividad y que las propuestas oficiales sean claras e inteligibles, y veremos el resultado.

    Camaradas y amigos: ¡arriba España!

    (Grandes aplausos surgieron del numeroso público presente, que acto seguido entonó el “Oriamendi” y el “Cara al Sol”)
    Última edición por ALACRAN; 21/12/2020 a las 19:58
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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Para mayor sarcasmo la prensa progre repetía que la cadena de atentados cometidos aquel 18 de Julio en distintos puntos de España provino de la “extrema derecha”; o sea, el bulo de que la extrema derecha dinamitaba sus propios monumentos para poder culpar de terrorismo a los comunistas.



    Revista FUERZA NUEVA, nº 500, 7-Ago-1976

    DESAGRAVIO AL MONUMENTO A LA VICTORIA (LA MANCHA, 28 DE JULIO)

    Más de 2.000 personas en Valdepeñas (Ciudad Real), al pie de la figura escultórica dinamitada el pasado 18 de Julio

    El acto comenzó con el rezo de un misterio del Rosario y un responso, dirigidos por el padre Venancio Marcos, secretario de la Hermandad Nacional Sacerdotal. A continuación, y sobre la estructura descubierta por la voladura, se depositaron docenas de coronas de laurel, claveles, las cinco rosas, que portaban jóvenes de ambos sexos, y que representaban la ofrenda floral de las delegaciones provinciales de FUERZA NUEVA. Acto seguido, Juan Carlos Huertas, por enfermedad de su padre, Francisco Huertas –que, a pesar de ello se hizo presente-, delegado provincial de Ciudad Real, pronunció unas emotivas y gallardas palabras, aplaudidas y vitoreadas por el público (…)

    Cuando tomó la palabra Blas Piñar para cerrar el acto, todavía subían personas por la loma, y también a lo largo del discurso (…)

    Habla Blas Piñar

    “Así dejaron el monumento al Ángel de la Victoria en la madrugada del 18 de julio de 1976, cuando se cumplía el 40 aniversario del Alzamiento Nacional.

    Nos hemos reunido aquí los hombres y las mujeres de FUERZA NUEVA, no sólo para poner de manifiesto nuestra lealtad a los ideales del Alzamiento y de la Victoria, ganada a pulso por la mejor juventud de España, sino para decir a los cuatro vientos que todo lo que simboliza esta imagen, deshecha hoy, continúa en pie. De no ser así, el odio y el afán de revancha no se hubieran desencadenado con la furia que aquí se hace tan hiriente y reveladora.

    Nos hemos reunido para formular un escalafón de autorías y responsabilidades. Porque ha habido, claro es, unos autores materiales del delito. A tales autores, al menos, hay que reconocerles el valor y la gallardía del riesgo, del riesgo a ser detenidos y del riesgo a que les estallara la dinamita.

    Pero también hay unos autores morales, por inducción y por deserción.

    Autores morales por inducción podemos considerar a aquellos que asumen el papel hipócrita de dar la orden en secreto y en voz baja, mientras continúan sonrientes en sus puestos cómodos y protegidos y ponen en juego una campaña difamatoria en la que, con ausencia de coraje, imputan a los que ellos llaman la extrema derecha -y que no es otra cosa que la extrema fidelidad-, los crímenes de que son responsables.

    Autores morales por deserción podemos considerar a quienes han olvidado el 18 de Julio, a quienes niegan su propia legitimidad, su partida de origen y nacimiento, dejando un vacío político que el adversario aprovecha y sabe llenar. Decían los periódicos que este año la conmemoración del 18 de Julio fue muy escasa. ¡Ni siquiera tuvo lugar la recepción en La Granja!

    El espectáculo de la conmemoración hecha por el enemigo con bombas y dinamita, con destrucción de monumentos, cruces y edificios, se completa con la España silenciosa en torno.

    Yo no puedo creer que ese silencio sea el silencio de la indiferencia, más bien será el silencio de la consternación y del asombro, el silencio contenido que precede al llanto, al sollozo, al grito de rebeldía y de protesta. Porque España no sólo les duele a los españoles, sino que comienza a hacerles llorar lágrimas de ira.

    Mientras tanto, continúa su marcha el proceso “reconciliador”. ¿Cómo contesta el adversario, cómo replican las fuerzas de la oposición no legalmente reconocidas, como las llama el señor Suárez? Sencillamente así:

    La amnistía es muy pobre, hay que aplicarla, globalizarla, universalizarla, como pidió monseñor Suquía durante la ofrenda al Apóstol Santiago. Habrá que incluir en ella a los asesinos de Carrero Blanco, a los de las víctimas de la calle del Correo, a las de tantos y tantos españoles modestos, trabajadores, guardias civiles y de la Policía Armada, taxistas, alcaldes y jefes locales del Movimiento, etc.

    De esta forma, los maestros oficiales del espíritu se constituyen en adalides de una religión invertida. El cristianismo, que es la religión del amor, se convierte en una religión de la impunidad, y el amor a los enemigos se distorsiona tanto que obliga a pasar a las trincheras de enfrente y a escupir, con un complejo de inferioridad que sobrecoge, a los hermanos en Cristo y en el Evangelio.

    • Hacéis concesiones, dicen al Gobierno los que se agrupan en la oposición al Sistema, porque constituís un equipo de transición, puente efímero para una situación nueva que nosotros dominaremos.

    ***
    (…) De entre tantos lugares heridos por la metralla roja, hemos elegido éste: por lo mucho que el Ángel de la Victoria representa, en un tiempo de Arcángeles, como el nuestro, en el que está planteada a fondo y a lo ancho del mundo una batalla ideológica y espiritual; por tratarse de un lugar visible para todos, en la carretera de Andalucía, paso constante, y ahora en especial, de españoles y extranjeros; en lo alto de un cabezo, en el que fueron sacrificados, por los que ahora se yerguen con rencor, tantos y tantos españoles; por tratarse de un monumento erigido en honor del Ejército, para el cual el Ángel de España consiguió la Victoria.

    Como la Providencia es infinita, la metralla y la pólvora dejaron en pie lo sustancial del monumento, que yo no reconstruiría, sino que convertiría, tal y como ahora se halla, en lugar de peregrinación para nuestras juventudes.

    Queda la armadura de hierro de la arquitectura interior, y las alas que representan el genio de la estirpe, y la espada del combatiente.

    Con ello nos sobra para continuar la empresa y para asumir la aventura de despertar a España en la siesta del largo y oscuro verano que vivimos. Y si España no despertara, o si despertando quisiera continuar perezosa y en bostezo, entonces, ¡Señor!, por medio del Ángel de España, del Ángel de la Victoria, danos la fortaleza de hierro, las alas del espíritu y la espada del soldado, para testimoniar nuestra fe en unos ideales por los que estamos dispuestos a luchar, y si fuera necesario, a morir.

    ¡Arriba España!

    Última edición por ALACRAN; 20/02/2021 a las 18:06
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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    Re: Discursos de Blas Piñar (durante y contra la "transición")

    Evocación del 1 de octubre de 1936



    Revista FUERZA NUEVA, nº 509, 9-Oct-1976

    «FUERZA NUEVA» Y EL MOMENTO POLÍTICO ESPAÑOL

    Discurso pronunciado por Blas Piñar, el 1 de octubre de 1976, XL aniversario de la exaltación de Francisco Franco a la jefatura del Estado, en el salón de actos de FUERZA NUEVA.)

    Hoy, hace exactamente cuarenta años, en Burgos, capital entonces de la España renacida y en guerra, Franco, al asumir la tremenda responsabilidad de ganarla, ofreciendo la victoria a todos los españoles, dijo, cortado por la emoción de aquel trance histórico: «Me entregáis España, y yo os aseguro que mi pulso no temblará, que mi mano será siempre firme. Llevaré a la Patria a su punto más alto o moriré en el empeño.»

    Permitidme que, al conmemorar este cuarenta aniversario de la exaltación del Caudillo, por una España en armas, a la jefatura del Estado, próximos a recordar el primer aniversario de su muerte, me ponga en pie, y os invito a poneros en pie a todos (todos los presentes se levantan) como signo público de admiración y de respeto hacia el hombre extraordinario, el militar prestigioso, el español fuera de serie, el gobernante cristiano, el símbolo para un mundo en lucha, que cumplió su promesa en plenitud, ya que si por una parte llevó a España a su cota más alta de paz interior, de bienestar económico y de respeto internacional, de otra, murió en el empeño, pues su muerte, deseada por sus enemigos, que jamás se atrevieron a atentar seriamente contra su vida, fue el toque de llamada para que todos los resentidos y revanchistas, todos los desleales y traidores, todos los que han arrancado de su pecho las nobles virtudes de la gratitud y del honor, se avalancen, con premura y con odio, sobre lo que es más importante que su vida, sobre la obra genial que Franco levantó con paciencia heroica y con patriotismo sin límite, para destruirla y desarraigarla, para cubrirla de insultos y de injurias, para profanarla y difamarla. (Grandes aplausos.) ¡Qué huecas y falsas suenan las tímidas frases laudatorias para el Caudillo muerto —para el anterior Jefe de Estado— en boca de quienes luego de haber jurado ante Dios, y reiteradamente, fidelidades absolutas se prostituyen en alianzas torpes, en elogios encendidos para sus adversarios, en colaboraciones increíbles, con quienes ofenden y siguen ofendiendo, en España y fuera de España, el nombre y la obra de Francisco Franco.

    ¡Cómo se levanta y encrespa la indignación ante el espectáculo que ofrece al pueblo sencillo el comportamiento público de un sector desgraciadamente mayoritario de nuestra clase directora!

    Por eso, para frenar en lo posible los extravíos verbales a que la emoción oratoria pudiera dar origen, espoleada por esa indignación santa y legítima, he preferido hacer ante vosotros, más que un discurso, un informe; más que una arenga, una meditación en voz alta, que comprenda, desde el relato y examen del momento político español, hasta la postura de FUERZA NUEVA, que, como es lógico, será en todo congruente con las afirmaciones doctrinales y tácticas que asumimos con nuestra partida de nacimiento en 1966.

    A este informe, aparentemente frío, no le faltará calor interno, como no falta el arrebato fervoroso de la contemplación al silogismo perfecto que descubre la verdad, o a la fórmula matemática que se logra después de ahondar en el cálculo y que nos brinda la solución ambicionada para un problema que parecía totalmente insoluble.

    • • •

    El momento político español en que conocéis el informe que ahora os ofrezco, a los cuarenta años del 1.° de octubre de 1936, y ante el propósito bien visible de desmontar con urgencia la obra realizada, me obliga, para deducir las consecuencias lógicas y fijar con toda precisión la postura de FUERZA NUEVA, a señalar, como antecedente necesario, qué España recibió Franco, y las razones últimas por las cuales hubo que llegar al drama doloroso y sangriento de la guerra de Liberación.

    Este análisis será un repaso de la historia última, un recuerdo de su filosofía inmanente y una proyección de luz, en alzada, sobre la situación actual, en la que el tema de España vuelve otra vez a plantearse en términos dramáticos.

    • • •

    «Me entregáis España», dijo Franco. ¿Pero qué España? Sencillamente, la España de la Monarquía de Sagunto.

    El 29 de diciembre de 1874, el general Martínez Campos proclamó como rey de España a don Alfonso XII. Se pretendía así acabar con una situación de anarquía y pobreza, poniendo de paso punto final a la guerra carlista. El artífice, el «deus ex machina» de la solución, fue un político hábil, inteligente, laborioso, de buena fe indudable: Antonio Cánovas del Castillo.

    Alfonso XII firmó el manifiesto preparado por Cánovas, el famoso manifiesto de Sandhurst. «No dejaré nunca de ser buen español; ni, como todos mis antepasados, buen católico; ni, como hombre del siglo, verdaderamente liberal», afirmó el nuevo rey, con el estilo grandilocuente de la época. Y en París, contestando al saludo de una representación española, que acudió para anticiparle la bienvenida, aseguró con énfasis que tenía la intención de «ser rey de todos los españoles».

    iCurioso lenguaje que volveremos a encontrar años después, en situaciones históricas distintas, pero en coyunturas similares de tránsito!

    ANÁLISIS HISTÓRICO

    Pero lo que importa aquí es analizar el planteamiento mismo de la Monarquía de Sagunto. La Monarquía de Sagunto restauró la Monarquía derribada en Alcolea, es decir, la Monarquía de Isabel II,la reina que, después de la famosa batalla que le privó del Trono, tuvo que marchar a Francia.

    La Monarquía de Sagunto restauró, pues, la Monarquía de Isabel II, y, por tanto, los principios en que doctrinalmente se inspiraba. Así resulta de las líneas maestras del manifiesto de Sandhurst, origen de la arquitectura política que ampara la Constitución de 30 de junio de 1876.

    Ahora bien, ser buen español, católico y liberal a un tiempo era y es algo imposible. Si es difícil servir a dos señores, aún es más difícil, por no decir inalcanzable, servir a tres, y en este caso, a España, al catolicismo y al liberalismo.

    Liberalismo y catolicismo, según el magisterio tradicional y contemporáneo de la Iglesia, son incompatibles. (Gran aplauso.) La encíclica «Libertas», de León XIII, habló del «vicio capital del liberalismo», asegurando que «distan de la prudencia y de la equidad... los que profesan el liberalismo».

    Pues bien, los que en 1874 restauraron en España la Monarquía comenzando por Alfonso XII, profesaron públicamente, y en abierta contradicción con cuanto enseñaba el magisterio católico, la doctrina liberal.

    Podría esgrimirse —si se pretendiera entender que con las afirmaciones hechas tratamos de desaprobar conductas políticas del momento— que, en la actualidad, la contraposición catolicismo-liberalismo está superada por el cambio de orientación de la Iglesia en los últimos tiempos.

    Tal argumentación, sin embargo, no es válida, ya que no obstante la crisis profunda que la Iglesia católica padece, la verdad es que la doctrina sobre el tema no sólo no ha variado, sino que ha sido ratificada.

    En la Carta Apostólica «Octogésima Adveniens», que el Papa dirigió al cardenal Maurice Roy, presidente de la famosa Comisión «Justicia y Paz», se lee: «el cristiano que quiera vivir su fe en una acción política, no puede adherirse a la ideología liberal».

    Por si ello no bastase, hay otro hecho singular que confirma la tesis ortodoxa. Lo cito porque hace referencia a un español beatificado por Pablo VI, el 1 de noviembre de 1975, el padre agustino Ezequiel Moreno, obispo de Pasto, en Colombia. Pues bien, al obispo de Pasto, que se opuso con la máxima energía a la turbia maniobra de la «Concordia nacional», que propugnaban los liberales colombianos, se le difamó por éstos e incluso se le denunció a Roma, calificándole de catequista del odio y de nuevo Torquemada.

    Pues bien; el padre Moreno, que en su testamento declaró: «confieso, una vez más, que el liberalismo es pecado... y ruina de los pueblos y naciones», ha sido llevado a los altares, no por Pío XII, el Papa intransigente, sino por Pablo VI, el Papa que algunos consideran liberal.

    Alfonso XII, como hombre de su época, se apresuró a servir al liberalismo y, por ello, no pudo comportarse con lo que habría de serle exigido como buen español. El liberalismo, «ruina de los pueblos y de las naciones», iría, pese a las buenas voluntades, arruinando moral y materialmente a España, de tal modo que, en 1931, la Corona, olvidada la lección de Alcolea, tuvo que repetirla. Si Isabel II, entonces, tuvo que refugiarse en Francia, en esta ocasión Alfonso XIII abandonaría el Trono el 14 de abril, abriendo paso a una República sectaria que puso a la nación en crisis total, en trance de ser o no ser como entidad histórica, como unidad política y como país soberano. Esa fue la España que Franco recibió en Burgos el 1 de octubre de 1936.

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    El enfoque de la restauración era falso y equívoco a la vez. Su gran error estuvo en proponer a la nación, por puro mimetismo, una empresa reñida con su talante, lo que García Morente llamaría después «un imposible histórico». La fidelidad al estilo de vida, y a la transmisión de ese estilo de vida de una generación a otra, para mantener el «yo» metafísico de España, lo idéntico, personalizante e infungible a través de los estratos históricos pasajeros, fue menospreciado, descartado, combatido. Lo importante era estar al día, jugar al estilo europeo, confesarse liberal de acuerdo con la época. Entre el tradicionalismo y el liberalismo, que en 1874 todavía se enfrentaban a sangre y fuego en España, los restauradores de la Monarquía se abrazaron al liberalismo.

    A la España fiel a sí misma se la arrinconó. José María Pemán, cuya filiación es bien conocida, tuvo que reconocer que «la verdadera Historia de España, la de la Reconquista, la de los Reyes Católicos, la de Felipe II, y la Independencia, no estaba en Madrid (sino que seguía) corriendo por el Norte, por los montes de Navarra y las Vascongadas, donde los carlistas se habían levantado en armas contra el gobierno liberal y revolucionario».

    Y Franco, que pudo tocar a fondo los tejidos vitales de la nación durante su largo período de caudillaje en la guerra y en la paz, proclamó, sin reservas y con una claridad meridiana, que los carlistas habían representado a la España ideal «contra la España bastarda, afrancesada y europeizante de los liberales» (Salamanca, 19-4-1937). (Aplauso ensordecedor.)

    A esa España ideal se sumaron muchos de los que, como Zumalacárregui, combatieron a Bonaparte y a los afrancesados, por entender que a la guerra de la Independencia, que quiso rescatar el suelo de la Patria, seguía la guerra carlista, que aspiraba a liberar de su rapto ideológico el alma de la nación. (Se repite el aplauso.)

    LA MONARQUÍA AUTENTICA

    El propósito de arrinconar, descartar y combatir la solución tradicionalista al trágico problema de España, condujo no sólo a la movilización militar para derrotar a los ejércitos de don Carlos, sino también a la intriga, al soborno, a la difamación doctrinal. Los carlistas, cara al público, serían presentados como defensores de la Monarquía absoluta y despótica, frente a la Monarquía parlamentaria, liberal, culta, moderna y de corte europeo propugnada por los restauradores.

    Donoso Cortés, en una síntesis sugestiva, nos ha demostrado que la Monarquía absoluta y la Monarquía liberal son, por exceso o por defecto, formas viciadas de la institución. En la Monarquía auténtica no hay división de poderes. En ella, el poder único, y no dividido, se ejerce a través de funciones distintas. En la Monarquía absoluta ese poder no tiene límites y degenera en tiranía. En la fórmula liberal, en evitación de la tiranía posible, se rompe la unidad de poder, y el monarca, que reina pero no gobierna, se convierte en arbitro y moderador, al que se excluye teóricamente de responsabilidad.

    La Monarquía que defendieron y siguen defendiendo los carlistas responde a su configuración doctrinal auténtica y a su perfil histórico tradicional. En ella, la unidad de poder no se rompe, y el rey reina y gobierna, pero no goza de un poder ilimitado. Su pacto con el pueblo, es decir, no con la masa, ni con los partidos o grupos de presión, sino con una sociedad emancipada, organizada y jerarquizada, que tiene sus propios cuerpos jurídicos, asegura no las llamadas libertades democráticas, pero sí la auténtica libertad del hombre.

    El lema carlista, «Dios, Patria, Fueros, Rey», señala, por su orden, una jerarquía, y en ella los Fueros, es decir, lo que es propio de la autonomía, individual y corporativa, está por delante del Rey, porque en la Monarquía tradicional la sociedad no se ordena al soberano, sino que el soberano, la Corona, existe para el servicio de la nación, a la que representa, encarna y personifica. ¿Y es ésta la Monarquía tiránica, despótica y absoluta que han defendido y defienden los auténticos carlistas españoles?

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    Sin embargo, la solución de la Monarquía tradicional fue desechada por los restauradores, desoyendo la lección de Alcolea y tratando de congraciarse con Europa. Pero lo gracioso es que los ingenieros de la restauración, un militar y un político. Martínez Campos y Cánovas del Castillo, no tenían fe en la obra que habían puesto en marcha. Cánovas, en el Ateneo de Madrid, se expresó de este modo: «soy enemigo declarado del sufragio universal, pero su manejo patriótico no me asusta». Y Martínez Campos confesó, con lenguaje figurado, que en su gorra militar había tres cuartas partes de boina roja.

    Con esta falta de fe en la obra iniciada, rompiendo con el talante y el estilo nacional de vida, quebrando la continuidad histórica, que es el más grave de los separatismos, consagrando constitucionalmente el desprendimiento de España de sus raíces vitales y configuradoras, se puso en marcha la Monarquía de Sagunto.

    La entrega de puestos rectores de la cultura y de la política a los enemigos de la Corona; la aparición del cacique como instrumento idóneo para manejar el sufragio; el enfrentamiento sin contemplaciones de los partidos; los asesinatos de Canalejas y de Dato; la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas; la semana trágica de Barcelona; las campañas de odio contra la nación, fustigadas por las sectas, y que culminaron con el monumento a Ferrer Guardia, en Bruselas; el clima de inseguridad; el retraso económico; el reto del separatismo; la presión marxista; las huelgas salvajes, no eran sucesos anecdóticos, sino síntomas reveladores del cáncer que corroía a la nación, amenazando con destruirla.

    PACTAR CON LOS ENEMIGOS

    La Monarquía restaurada había perdido su viabilidad en 1923. A partir del 13 de septiembre de aquel año, subsistió gracias al esfuerzo sacrificado, meritorio y poco agradecido del general Primo de Rivera. Su «dictadura», o mejor su «dictablanda», como algunos la denominaron y la realidad comprobó, fue un parche, una operación quirúrgica, una prótesis en el sistema. La obra eficaz de la Dictadura quedaría frustrada; y esta frustración fue lógica, porque no era una operación quirúrgica lo que precisaba el sistema liberal, sino su rápida y completa sustitución; y esto, don Miguel, por muchas razones, pudo intuirlo, pero no podía conformarlo, como lo intuyó, con la fórmula de la «revolución desde arriba», don Antonio Maura, quedándose en la pura enunciación de la fórmula.

    Vázquez de Mella, el gran tribuno del tradicionalismo, el de los tres dogmas nacionales, que respetó y admiró profundamente al político conservador, dijo de él que era «un águila enjaulada. Águila, por el vuelo audaz de su pensamiento y su deseo, pero metido en la jaula de la idea liberal y parlamentaria». Maura, añadiría Vázquez de Mella, es un regalo que Dios nos envía para demostrarnos que el mal se halla en el sistema y no en los hombres.

    El desenlace de las elecciones del 12 de abril fue congruente. La Monarquía, al perder su viabilidad, se hallaba en dimisión. El Gobierno de la Corona pactó con sus enemigos.

    Los ministros del nuevo régimen entraron en el edificio de Gobernación, sin obstáculos, y la fuerza pública se cuadró para recibirlos. Los consejeros del monarca, con sólo dos excepciones, le aconsejaron que se marchase. El director general de la Guardia Civil dijo que no obedecería más órdenes que aquellas que recibiese del nuevo ministro de la Gobernación. Los que habían declarado irresponsable al monarca echaron sobre él toda la responsabilidad. Los liberales se quedaron, y el rey, en el crucero «Príncipe Alfonso», marchó al exilio. Produce lágrimas su patético mensaje de despedida: «Soy el rey de todos los españoles»; un rey sin reino y sin súbditos, porque el liberalismo, «ruina de los pueblos y de las naciones», acaba devorando a los que se apoyan en él.» (Aplausos.)

    EL LIBERALISMO ES ASI

    Yo estoy seguro que hubiera bastado una voz llena de autoridad moral y de prestigio para que muchos españoles hubieran acudido a defender la Corona. Pero el liberalismo es así: por una parte alienta y pacta con los enemigos del rey; por otro lado abandona a éste en el instante peligroso y difícil y, por añadidura, crea un clima de derrota paralizante que acalla la rebeldía, aun a sabiendas del penoso resultado que el silencio y la entrega de ahora producirán mañana.

    Don Alfonso, abandonado, equivocado y bueno, no quiso «lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil»; pero la guerra fue inevitable y más dolorosa. El general Sanjurjo, arrepentido, se sublevará sin éxito. Y los oficiales del «Príncipe Alfonso», que regatearon al monarca una bandera bicolor y enarbolaron la bandera republicana, caerían asesinados por la chusma roja, víctimas de su error, en 1936.

    11 de mayo de 1931, quema de conventos; 6 de octubre de 1934, revolución marxista en Asturias e insurrección de la Generalidad en Barcelona; 16 de febrero de 1936, triunfo del Frente Popular; 13 de julio siguiente, asesinato por las fuerzas de Orden Público de la República de don José Calvo Sotelo. «Ese hombre ha hablado por última vez», dijo La Pasionaria en el Parlamento. Y cumplió su palabra.

    Esa es la España epiléptica, ocupada por sus enemigos, convulsa, espiritual y materialmente, esquilmada y empobrecida, que el liberalismo monárquico o republicano entregó en Burgos a un general sin mancha, a Francisco Franco, para llevarla, como dijo, al punto más alto o morir en el empeño. (Grandes y prolongados aplausos.)

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    Yo no voy a hacer aquí una valoración del Régimen de Franco. La realidad es tan evidente, la transformación del país tan clara, las cotas que se alcanzaron en todos los sectores tan llamativas, que sólo la ceguera voluntaria o el rencor que repudia lo que salta a los ojos puede desconocerlo. ¿Que ha habido lagunas y errores? Naturalmente. El que no los haya cometido que arroje el primer guijarro. Pero el balance es tan positivo, que hace falta un enorme caudal de resentimiento para fustigar la obra gigantesca de Franco, desde la ideología contraria, que sólo nos dejó inseguridad y miseria.

    Ese balance positivo es el fruto de un sistema nuevo, no de una dictadura que se cierra para volver a la «normalidad»; es el resultado de una arquitectura política ajena al liberalismo, creadora de un Estado que eleva a la categoría de dogmas un haz de principios inderogables y consustanciales con la nación.

    El Régimen de Franco se nutre ideológicamente de la doctrina inspiradora de las fuerzas políticas que concurrieron al 18 de Julio: el tradicionalismo carlista, el grupo de Acción Española y la Falange de José Antonio. Los Principios del Movimiento Nacional y el pensamiento político de Francisco Franco están al alcance de todos, y en aquéllos y en éste se va perfilando, en Constitución abierta, pero en desarrollo lógico, un esquema en el que a las columnas quebradizas del artilugio liberal sustituyen los pilares robustos del Estado nuevo. No habrá partidos, pero a la solución totalitaria del partido único se opone la solución armónica del Movimiento, en el que las corrientes de opinión distintas dentro del marco constitucional se manifiestan y actúan. No hay sufragio universal, pero la voluntad del pueblo se recoge a través de los cauces naturales de representación. No hay pluralismo de sindicatos patronales y obreros, pero los derechos del trabajador, las exigencias económicas de la empresa, el servicio supremo a la nación se garantizan por el sindicato vertical y único, y por una Magistratura especializada en el contencioso laboral.

    Me diréis que este esquema ha tenido fallos. Y yo lo reconozco, a la vez que declaro que los mismos son imputables a quienes, habiendo asumido la misión de depurar y perfeccionar el Régimen, han permanecido con pereza y desidia en sus puestos de mando, o, lo que es peor, han contribuido con su actitud a hacerlos más graves, para luego, ya en la oposición, gritar como desaforados energúmenos contra lo que ellos mismos hicieron al iniciar su deslealtad al franquismo, desde esos puestos de responsabilidad que el propio Franco les entregó confiando en su palabra y en su juramento. (Atronadores aplausos.)

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    «Nuestra razón de ser», como escribíamos hará diez años en el número uno de FUERZA NUEVA, estaba ahí. La discordancia creciente que iba separando la filosofía del sistema de su concreción en la práctica fue, para el grupo inicial de FUERZA NUEVA, el revulsivo y el aglutinante. En el fondo, teníamos la impresión de que el Estado nacional y sus resortes iban cayendo en manos liberales, desde la Universidad hasta el ejecutivo. No pudo extrañarnos, por ello, que la asepsia terminase con la política, sustituyéndola por la tecnocracia, y que un ministro, que se proclamaba hombre de Franco, cometiese la contradicción de calificarse públicamente como liberal reprimido. (Risas y aplausos.)

    Un ambiente de subversión ideológica se produjo en España desde que el liberalismo se institucionalizó para la prensa y el espectáculo, con Fraga Iribarne (1966) . No había partidos políticos todavía, pero había órganos de expresión al servicio de su equipaje doctrinal, enemigo a muerte, en muchas ocasiones, de los Principios consagrados como inamovibles en que el Estado se inspiraba. Al liberalismo en la prensa y en el espectáculo, con su influencia notable en la mentalidad y en el comportamiento ciudadanos, siguió, en etapas sucesivas, el liberalismo económico, con la tendencia a incorporarnos a una sociedad consumista y capitalista; el liberalismo religioso, que ha permitido la legalización y actuación sin trabas de agrupaciones cuyos postulados doctrinales y éticos contradicen las bases de nuestra comunidad; el liberalismo político, con la vuelta a un régimen de partidos y la inauguración de un periodo constituyente: y el liberalismo, en fin, para al crimen impune de Carrero Blanco y para tantos crímenes a punto de amnistiarse. (Aplausos.)

    Nuestra observación de la vida española nos deparó un diagnóstico veraz y preciso. Sólo quedaba actuar de una manera congruente. Para ello había que hacer acopio de entusiasmo y de fortaleza, porque la lealtad al Régimen llevaba consigo la oposición continua al Gobierno. Este, como custodio del sistema, trató de acallar nuestra postura contestataria, y los enemigos del Régimen, con una maniobra hábil e hipócrita, asumieron, frente a nosotros, la defensa de Franco, al que éramos desleales, según decían, al combatir a sus más Íntimos colaboradores.

    No fue fácil ni carente de riesgos nuestra actuación. Desde «Hipócritas», que pertenece a la prehistoria de FUERZA NUEVA, hasta «Señor presidente» (1974) , corren unos años que, en gran parte, conservan en las páginas de nuestra revista toda la entrañable y azarosa vibración del momento.

    En el semanario, en la calle, en actos públicos por toda España, en las Cortes y en el Consejo Nacional, mientras otros sesteaban o colaboraban con los Gobiernos que iban preparando la entrega, nosotros mantuvimos una postura refractaria a la complicidad. Secuestros, suspensión de reuniones, procesamientos, presentación de querellas ante la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, campañas fabulosas de injurias, retirada en bloque de la publicidad, amenazas y atentados. Pero FUERZA NUEVA continuó su lucha. Capitalizó para si el odio a Franco y la ira de quienes no podían tolerar, desde los puestos oficiales, que tomáramos con valentía las banderas de que ellos se avergonzaban; pero capitalizó también la adhesión entusiasta, varonil y contagiosa de una España joven que no se resignaba ni se resigna al engaño, y que se negaba y se niega a tolerar una nueva etapa de sangre, de postración y de miseria.

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    Me interesa muy mucho, a estas alturas, y en una época en que los contornos se hacen aún imprecisos, definir con exactitud nuestro enfoque del tema asociativo.

    Cuando el espíritu fantasmal del 12 de febrero (1974) , que ha terminado con su creador, patrocinaba el Estatuto Asociativo del Movimiento, nosotros nos opusimos a él. Nos dimos cuenta de la maniobra. Se trataba de desunir a los hombres del Movimiento, de agruparlos en corporaciones distintas, de alejarlos y contraponerlos. Si para conseguirlo, aparte de una dialéctica capciosa, había que ofrecer la financiación necesaria, ésta se ofreció. Asociarse, dijimos entonces, es dividirse, de manera que si se consuma, como se está consumando ahora, la suplantación del Estado nacional por el Estado liberal, autorizándose los partidos políticos adversos a lo que significó la Cruzada, el frente ideológico y táctico de la misma se hallará, como actualmente se halla, disperso y debilitado.

    No quisimos aceptar la propuesta oficialista, y con un «NO», digno y solitario, nos opusimos a las asociaciones en un pleno del Consejo Nacional.

    Alguien ha dicho que, siendo ésta nuestra actitud, no se acierta a comprender cómo adoptamos la contraria, al querer constituimos en partido político. La cosa es muy sencilla y no hay contradicción alguna. Mientras el Estado nacional y el Movimiento han conservado un mínimo de autenticidad, nos hemos negado, con todas sus consecuencias, a apoyar su último desmantelamiento. Pero cuando el Estado nacional deja de existir, y cuando el Movimiento se abroga y cancela, declarándose oficialmente la entrada en un sistema liberal, de sufragio y partidos, nosotros, que tenemos unas convicciones políticas bien claras y unas lealtades, que en nuestra Declaración doctrinal figuran en cabeza, tenemos que aceptar, como lo aceptaron los tradicionalistas y lo aceptó José Antonio, la fórmula instrumental del partido, para combatir por los ideales por los que unos y otros lucharon en la paz y en la guerra. (Gran aplauso.)

    Que nadie diga que nosotros, al elegir este camino, rompemos la unidad. La unidad de los hombres del Movimiento quedó rota antes, y no por nosotros, que nos opusimos en solitario a la ruptura. (Aplausos.) Más aún, previendo lo que iba a ocurrir, y antes de que las agrupaciones que se acogieron al Estatuto asociativo buscaran, mediante el diálogo coordinador, recobrar de algún modo la unidad tan lamentablemente perdida, lanzamos antes que nadie el llamamiento y la idea del Frente Nacional. Fue en el Valle de los Caídos, en la clausura de las VI Jornadas Nacionales de Delegados de FUERZA NUEVA, el 11 de febrero de 1974. En aquella ocasión dijimos: «Desde el instante de nacer, nosotros hemos querido siempre un Frente Nacional, y un Frente Nacional no pasivo o teórico, sino un Frente Nacional activo, dinámico, proselitista, en línea de combate. Hemos aspirado a ser movimiento del Movimiento, agilizador de su estilo y de su temple, oponiéndonos a cualquier actitud puramente defensiva, a cualquier tentación de abandonismo, al complejo, en suma, de desfase, inactualidad o arteriosclerosis. Hasta las letras iniciales de las dos palabras que cifran nuestro nombre «F» y «N» aluden a ese objetivo. El Frente Nacional que nosotros propugnamos no debiera ser tan sólo una coordinación de grupos, una alianza circunstancial, táctica y esporádica, para un cometido pasajero. Nosotros ambicionamos un movimiento de camaradas que luchan con fe, que dan ejemplo con su conducta y que no desmayan ante el peligro.» El silencio más absoluto coreó la propuesta.

    OBSERVACIONES NECESARIAS

    ¿Puede alguien que haya seguido nuestra línea de actuación, transparente en todo momento, sorprenderse de la solicitud presentada por FUERZA NUEVA, el 7 de julio de 1976, en el Registro del Ministerio de la Gobernación, en la que manifestamos nuestro propósito de constituirnos en partido político?

    A este respecto juzgo del máximo interés subrayar las siguientes observaciones:

    1) Que la discordancia entre la ley, las declaraciones oficiales y la realidad política en España son desmoralizadoras. Que sepamos, aparte de las asociaciones nacidas bajo el Régimen anterior, se han acogido a la hoy vigente: F.N., el P.A.N., el Partido Popular, el P.S.O.E. y la Falange hedillista.

    Las agrupaciones políticas, al rechazar su legalización, incluso, por ejemplo, Reforma Democrática, de Fraga Iribarne, autor de la ley (risas) se hallan al margen de la misma. ¿Pero qué importa? Aceptar la ley en la democracia que se comienza a vivir trae poca cuenta. Los medios de difusión, hasta los que el Gobierno maneja, os ofrecerán a diario noticia meticulosa, ampliada y exagerada, de las actividades ilegales, pero consentidas, públicas y casi oficializadas, de grupos y dirigentes de los partidos políticos contrarios a los ideales del Movimiento, sin exceptuar, claro es, a los comunistas.

    2) Nosotros, que por las razonas apuntadas nos constituimos en partido político, no abandonamos la idea del Frente Nacional en los términos que conocéis.

    En el acto de Colmenar Viejo, de 4 de julio de 1976, y en unas declaraciones a Radio Nacional de España, expresamos, como siempre, nuestro deseo de unidad, matizando que esa unidad arrancaba no de alguno de los afluentes que coincidieron en el 18 de Julio, sino del 18 de Julio mismo, cuya significación histórica, política y -creadora no puede desdibujarse, a no ser que se quiera reducirlo a un episodio fugaz o a una simple hoja de calendario.

    Según nuestro punto de vista, algo peor que el inmovilismo seria el retroceso, y retroceso es, conforme a nuestra opinión, borrar y olvidar la tarea integradora de la guerra de Liberación y de la paz de Franco. (Aplauso atronador.)

    A estas alturas, cuando el peligro crece, por la erosión interna y la presión foránea, la idea del Frente Nacional, tal y como lo propuso inútilmente José Antonio, cara a las elecciones de 1936, debe considerarse seriamente. Aquella lección no debe ser olvidada. En la coyuntura actual, y con el pasado histórico inmediato, nuestra declaración programática refleja, lo creemos sinceramente, las tres lealtades mínimas sin las que el Frente Nacional sería imposible. Lealtad al 18 de Julio, al nombre y a la obra de Franco y a la Monarquía que Franco quiso, como continuadora de la Monarquía tradicional y no de la Monarquía de Sagunto, cascara desprendida por dañosa del alma de la nación, como con otras palabras dijo José Antonio.

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    Ante el periodo constituyente que se avecina, en medio de un caos social y económico que crece por momentos y que el poder público, por razón de su propia filosofía y de sus contradicciones fundamentales, no puede contener ni resolver, FUERZA NUEVA, cuya trayectoria es conocida por diez años de actuación, cuya presencia en la vida pública no es posible ignorar, cuya capacidad de convocatoria es indiscutible, que ha hecho patente su propósito de no vivir en la clandestinidad, sino dentro de la ley, ha sido soslayada, desconocida, ignorada, peyorativamente discriminada, y no sólo por el Gobierno de la más amplia apertura democrática, como lo es, en apariencia, el segundo Gobierno de la Monarquía, sino también por las agrupaciones que podemos llamar afines.

    LOS DEL DIALOGO NO HAN QUERIDO DIALOGAR CON NOSOTROS

    El jefe del Gobierno y algunos de sus ministros han celebrado reuniones y almuerzos de trabajo con los dirigentes de los grupos políticos legalizados o al margen de la ley, incluso con los comunistas (el señor Lamata con las Comisiones Obreras), en los despachos oficiales y fuera de ellos. El señor Suárez y sus ministros han mantenido diálogos con el F.N.E., con la U.N.E., con la A.N.E.P.A., con la U.D.P. y también con Gil-Robles, Ruiz-Giménez y todas las gamas del socialismo, incluyendo a los que se profesan marxistas, como Tierno Galván y Felipe González.

    Los hombres del diálogo no han querido dialogar con nosotros. Este rechazo «ab initio» nos deja el consuelo de que la petición que hacemos al Padre: «no nos dejes caer en la tentación», ha sido escuchada (gran aplauso), porque en política también la respuesta divina tiene dos modalidades: una, la gracia, ante la tentación, de rechazarla con fortaleza y sin vacilar; y otra, la de no caer en ella, porque la tentación no llegue a producirse.

    FUERZA NUEVA no ha caído en la tentación o en las tentaciones que hubieran podido surgir del diálogo con quienes de un modo oficial proyectan y han puesto en marcha la liquidación del franquismo, porque ese diálogo se nos negó de partida. Nos queda el consuelo de que cuantos en España comulgan con el franquismo estarán seguros de que nosotros no hemos llegado por vía de concesión, arreglo o «do ut des» a ningún pacto o inteligencia con el Gobierno de la ruptura democrática.

    Pero tampoco, y lo decimos con tristeza, las agrupaciones afines han contado con FUERZA NUEVA para nada. ¡ Y bien sabe Dios que la presencia de nuestros hombres y mujeres ha sido masiva y entusiasta en los actos públicos organizados por ellas, ya que es España y no el «fulanismo», como se expresó con acierto, lo que interesa e importa!

    No hemos estado presentes en las reuniones coordinadoras de tales agrupaciones que, a nivel nacional o a nivel provincial, como en el caso de Santander, se han venido celebrando.

    LA BASE ES LA MISMA

    Yo sé que, en esencia, la base de nuestras agrupaciones políticas es la misma. La inscripción en cualquiera de las llamadas Asociaciones del Movimiento, salvo excepciones, no es consecuencia de una ideología diferenciada netamente, sino fruto de la invitación hecha con anticipo, o de la vinculación personal o de las «suaves» presiones oficialistas de un momento que pasó. De aquí que la base, nuestra base, se pregunte, sin respuesta convincente, por las razones de la atomización, y urja a conseguir de algún modo la unidad perdida, no entendiendo, por otra parte, por las razones de nuestro alejamiento y ausencia.

    En más de una publicación, y en alguna entrevista, se ha insinuado que la exclusión de FUERZA NUEVA del diálogo fraternal se debe o bien a que a las asociaciones coordinadas no les interesa, cara al Gobierno —con el que se hallan en situación de diálogo—, mantener enlaces de cualquier signo con FUERZA NUEVA, para evitar inconvenientes, o bien a que, por razones tácticas, es aconsejable que, más allá de su Coordinadora, quede un grupo al que se pueda libremente calificar de ultraderecha y que cargaría con los sambenitos molestos que a todos ofenden y fastidian.

    El Gobierno, como ya lo hizo Arias, podría seguir hablando de los dos maximalismos, implicando con esa calificación, que le permitiría jugar a centro, al grupo de FUERZA NUEVA, y los «coordinados» serían así la derecha culta, intelectual y civilizada, dispuesta a una participación en el régimen y a un juego de derecha contrapesadora y hasta turnante.

    Yo no sé hasta qué punto esta tentación ha entrado en juego. Lo único que me consta positivamente es que si FUERZA NUEVA existe y ha realizado a la intemperie, al margen de los Gobiernos de Franco, y, por supuesto, sin ayudas oficiales, oficiosas o privadas que hipotequen su libre voluntad de servicio, una defensa de los postulados ideológicos del franquismo, FUERZA NUEVA no ha sido llamada a ningún género de conversaciones, ni siquiera preliminares. (Aplausos.)

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    La enorme responsabilidad que a todos nos corresponde en un momento de cambio, que nosotros no hemos querido, me obliga, en mi nombre y en el de mis amigos, pensando en España y teniendo a la vista las grandes lecciones de la Monarquía de Sagunto y de la II República, a exponer con la mayor objetividad nuestro punto de vista.

    Si por razones que ya hemos considerado muchas veces, y están en la memoria de todos, se destruye el Estado nacido de la guerra y se le sustituye por una democracia liberal y coronada, la tentación puede ser la misma que hizo de Maura el jefe de un partido conservador, dentro de la Monarquía de Sagunto, o de Gil-Robles el jefe de la derecha española, previa su aceptación o acatamiento del régimen republicano.

    Maura arrastró tras su personalidad, honorabilidad y valía indiscutibles a lo que podría hoy ser identificado con nuestra «base». Pero el grito de «¡Maura, no!» tuvo eco y acogida en el Palacio Real. El propósito colaboracionista, cargado de nobilísimas intenciones, fracasó, porque la Monarquía de Sagunto era inviable.

    Gil-Robles, de abolengo tradicionalista, organizador nato y orador vibrante, polarizó en torno a su figura y a la CEDA a muchos patriotas. Su propaganda electoral: «Estos son mis poderes», «A por los trescientos», «Con-tra la revolución y sus cómplices», hizo impacto en las duras campañas electorales de la época. Pero el esfuerzo colosal realizado fue ineficaz y desembocó en posturas inelegantes. El gobierno de católicos y masones le obligó a actitudes confusas e hirió a la doctrina. Al final, todos lo sabemos, «no fue posible la paz», y mientras decenas de millares de «populistas» eran asesinados por la República, las juventudes de A. P., las que concurrían llenas de pasión a sus actos de masas, acertaron a comprender, en el duro yunque de la realidad, la enorme equivocación del jefe que no se equivocaba, y marcharon al frente, encuadrados en los Tercios del Requeté o en las Banderas de la Falange y de la Legión, a luchar y a morir por Dios y por España. (Aplausos muy fuertes y prolongados.)

    Las consideraciones que acabamos de hacer vienen a cuento porque, concluida la etapa de la evolución del Régimen a partir de sus raíces institucionales, que quiso Arias y que fue la trampa inicial; periclitado el ciclo de la reforma sin ruptura, que preconizó Fraga y que era, sin duda, contradictoria e irrealizable, y puesta en marcha, bajo el patrocinio de Suárez y su Gobierno, la ruptura desde la legalidad, como se ha escrito en un diario de tono conservador, estamos en presencia, a poco que se observe el panorama, y de un modo especial el proyecto de ley de Reforma Política, ante una situación semejante a la que, en su día, contemplaron don Antonio Maura y José María Gil-Robles.

    Los cuadros dirigentes de las agrupaciones políticas a que nos hemos venido refiriendo, y de un modo especial quienes por su talento y su influencia pueden orientar la conducta de una gran masa de signo nacional, deben plantearse, en conciencia, ante Dios y ante España, por encima de cualquier oportunismo, sí otra vez, a esa masa inmensa de españoles que Franco aglutinó, aturdida después de su muerte y confusa ante la deslealtad de los unos y la división de los otros, conviene arrojarla de nuevo en una empresa colaboracionista, que so pretexto del mal menor o del bien posible, de algún modo contribuya a consolidar un sistema que terminaría definitivamente con España, o, por el contrario, de una vez, y con gallardía, que logra respeto y contiene actitudes adversas, decir —a las alturas que sea necesario— que se oponen radicalmente a la ruptura y desean la continuidad perfectiva del Régimen del 18 de Julio.

    CON EL ENTONCES PRINCIPE DE ESPAÑA

    Una representación numerosa y a la vez cualificada de FUERZA NUEVA acudió a visitar al entonces Príncipe de España, el día 7 de diciembre de 1973. Le expusimos entonces, con toda lealtad, nuestro entendimiento sobre el papel de la Corona en la Monarquía de la Ley Orgánica del Estado, en los siguientes términos, que reproduzco a la letra:

    «Pese a los mejores deseos, no podréis ser, inicialmente, el rey de todos los españoles, porque aun cuando la inmensa mayoría de los ciudadanos ya os aceptan y muchos están dispuestos a serviros, aún quedan quienes por su vinculación ideológica a grupos antimonárquicos, totalmente definidos por su postura beligerante durante la guerra que la segunda República hizo necesaria, o por los recelos suscitados por el sistema liberal que derrocó a la Monarquía y fue causa de la grave confrontación que sufrimos, no os considerarán como «su» rey, al menos de momento, o con el énfasis posesivo que quisierais.»

    «Pero lo posesivo no es lo urgente. Lo inmediato y lo urgente, lo que imprime dinamismo es lo ideológico, la noción de fin que impulsa a la institución que encarnáis. Os diría más: un descanso posesivo en la idea de ser ya un rey «de» todos los españoles sería paralizante. Por el contrario, la savia creadora de ser un rey «para» todos los españoles, parece que eleva, sin desencarnarla, la institución que representáis, imprimiéndola ese carácter de servicio que tanto se acomoda al tiempo en que, con la ayuda de Dios, habréis de dar cumplido tributo a las obligaciones de vuestro grave ministerio.»

    «En este sentido no nos importa tanto la realeza del Jefe del Estado como un Jefe de Estado real, con el título de Rey; y más que una corona, que puede quedar reducida a un símbolo inoperante, queremos una cabeza sobre la cual puede asentarse la corona, como una pública demostración y un solemne reconocimiento de autoridad.»

    «Nadie mejor que en vos, por ser cabeza fundacional de una Monarquía, puede darse la figura concreta de un Jefe de Estado real, órgano, el más alto, de un Régimen que no puede ser transparencia de cualquier ideología, ni indumentaria ajustable para cualquier tipo de estructura, sino servidor ejemplar de la propia filosofía política animadora del Régimen, que a sí mismo quiso darse una configuración monárquica.»

    «La Monarquía, de esta forma, se arraiga y fortalece, porque está pronta a recibir y a alimentarse de la sustancia vital que le dio vida y existencia. El rey, en esa Monarquía, que es la única viable entre nosotros, como ha demostrado la experiencia, no es un rey pantalla, que expone ante la opinión, haciéndolo fríamente suyo, el programa del partido triunfante, conservador, unas veces, y socialista, otras, sino un rey caudillo, intérprete y guía, que hace propio y embandera el programa político, social y económico de un Régimen que ha dado ya sus definiciones dogmáticas esenciales y que el rey ha aceptado con un juramento de honor ante la Patria.»

    «Lo atractivo para nosotros, los que hemos llegado hasta aquí en la mañana de hoy, consiste en saber que estamos ante quien por designio de la Providencia, y obra y gracia del pueblo español que se alzó en armas para liberarse de la tiranía marxista, puede ser y debe ser la garantía de la continuidad del Estado; y también la de su homogénea perfección sucesiva, de acuerdo con la imperfección de toda empresa humana y de las nuevas necesidades que a la empresa demandará sin duda el tiempo que ha de venir

    Más tarde, en una encuesta de Radio Nacional sobre el futuro de España, el 24 de noviembre de 1975, dijimos: «el futuro estará garantizado en España en la medida en que se conjuguen los tres factores siguientes: 1) que no haya ruptura política o social, sino desarrollo y evolución homogénea; 2) que las fuerzas de marcado signo nacional se aglutinen en respaldo de la continuidad; 3) que la Monarquía, fiel a su legitimidad de origen, busque ese respaldo militante, sin aturdirse ante campañas que, con pretexto de ampliar la base, acabarían erosionando el sistema».

    Manifiesto está que hasta la fecha no se han conjugado ninguno de estos factores, y que el motor de la llamada reforma, se halle donde se halle, dirige su fuerza en dirección muy distinta, por no decir contraria. (Aplausos.)

    • • •

    Cuando las sábanas fantasmales del 12 de febrero (risas) comenzaron a turbar la alegría de los españoles y a oscurecer su futuro, ante unas declaraciones de su inspirador, que demostraban, de una parte, el golpe de Estado ideológico y, de otra, el comienzo, ratificado por el terrorismo creciente, de la democracia liberal, escribimos lo que ahora, a la luz de los hechos dolorosos que contemplamos, cobra un renovado valor:

    «Señor presidente: "Nos autoexcluimos de su política. No podemos colaborar con usted, ni siquiera en la oposición. No renunciamos a combatir por España, pero hemos comprendido que nuestro puesto no está en una trinchera dentro de la cual se dispara contra nosotros y se airean y enarbolan estandartes adversarios".»

    «Señor presidente: en un diario catalán, que no se destaca precisamente por su adhesión al Régimen, se dice: "Arias ha mojado su dedo índice, lo ha levantado y ha dicho: Por ahí." Pues bien, nosotros no queremos ni obedecerle ni acompañarle. Pero fíjese bien en quiénes le acompañan y adonde le acompañan. Piense si le dirigen o le empujan. Y no se lamente, al final, si contempla cómo ese tipo de democratización, que tanto urge, se levanta sobre una legión de cadáveres, de los que son anuncio y adelanto, cuando esa democratización se inicia, los que se sacaron de los escombros, el 13 de septiembre (Atentado terrorista de la calle del Correo) , del corazón mismo de la capital de España» (FUERZA NUEVA, 28-9-74).

    ¿No creéis que los hechos han desbordado nuestras previsiones? Cuando se ha multiplicado desde aquella fecha el número de mártires; cuando se pide públicamente la amnistía total y la desaparición de las fuerzas de Orden Público; cuando se grita en manifestaciones autorizadas o toleradas «Franco, asesino»; cuando ciudades y provincias enteras se hallan bajo el terror; cuando se desarticula y arruina al país con huelgas que se mantienen bajo la amenaza y la ausencia de autoridad; cuando se cumplen las demandas de los enemigos del Régimen, desde la derogación de la ley antiterrorista hasta la apertura de un proceso constituyente; cuando se dialoga con el separatismo; cuando el ministro de Relaciones Sindicales acude al despacho de un conocido dirigente comunista para dialogar y pactar con las Comisiones Obreras; cuando el presidente del Gobierno, también fuera de su despacho oficial, se reúne con Felipe González, y sabiendo que acaba de presidir puño en alto una manifestación en Sevilla, y que hace muy poco había dicho que «la muerte de Franco cerraba un capítulo negro de la Historia de España», le califica de inteligente y de patriota, asegurando la identidad de puntos de vista en muchos aspectos; cuando la literatura disolvente y pornográfica nos ahoga, pervirtiendo a nuestra juventud; cuando, ante un panorama tan triste —destruir en diez meses la obra de cuarenta años— aún se atreve a decir el ministro de Asuntos Exteriores, ante la Asamblea de la ONU que España camina hacia un régimen democrático con apoyo en la soberanía popular (se inicia un rumor fuerte de indignación en el auditorio), tenemos derecho a levantar nuestra voz para replicarle: «No, señor ministro, España no camina hacia un régimen democrático. A España, vosotros y quien os respalde, la estáis empujando precipitadamente y con urgencia hacia el caos.»

    ¿Cómo colaborar, con algún género de asistencia, al suicidio de España? Nuestra oposición no puede ser una simple oposición a una línea de Gobierno, a unas actuaciones concretas del poder ejecutivo. Nuestra actitud rechaza este tipo de oposición. La nuestra, nuestra oposición, se proyecta en un frente más amplio, se sitúa fuera de la mecánica usual, y se levanta contra una situación totalmente de contrafuero, en la que los Principios nacionales se conculcan sin que hasta la fecha nadie, con autoridad, por razón de oficio —ahí está la Ley Orgánica del Estado— y en virtud de una palabra que se juramentó ante Dios, lo evite o rechace. (Gran aplauso.)

    LA MISMA RESPUESTA

    Ahora, como en aquella ocasión del espíritu del 12 de febrero, podrán preguntarse algunos: si ustedes no colaboran con el Gobierno, ni tampoco se oponen, ¿qué hacen?, ¿en qué postura se colocan? Pues bien, ahora como entonces, la pregunta tiene, por alzada, la misma contestación que dimos el 12 de octubre de 1974: «Cuando en los templos católicos de los países ganados por el movimiento reformista, en vez del párroco apareció el pastor, y en lugar de la misa empezó a conmemorarse la cena, los fieles que continuaron católicos dejaron de ir al templo reformado. No discutieron con el pastor, porque la discusión no era ya sobre el método, sino sobre el dogma, y no se acercaron a comulgar, porque en la Eucaristía no había presencia, sino simple memoria de Cristo. Pero ese grupo católico que no colaboró con la Reforma, ni siquiera con la oposición «ad intra», a la obra de demolición de la Iglesia, fue el que mantuvo a la Iglesia en su país, el que permaneció en la Verdad y al servicio de la Verdad.»

    José Antonio dijo en cierta ocasión («Arriba»,28-11-35): «¿Qué pasaría si alguien, de pronto, pusiera fin al baile y empezara a llamar a las cosas por su nombre? Pues, sencillamente, que entraría un aire nuevo a depararnos una atmósfera respirable.»

    Yo creo que acabamos de llamar a las cosas por su nombre, y que un aire limpio y fresco nos alegra el alma.

    No nos engañemos. A Franco, en su venerable ancianidad, presionado por las fuerzas secretas, traicionado por algunos de sus colaboradores, privado de la asistencia de Carrero Blanco, no se le escapaba lo que ocurría. El odio contra España, el propósito de escindirla y empobrecerla, tiene sus raíces en un mundo metafísico, en el que España desempeña un papel importante. El que olvide este planteamiento está condenado «ab initio» a la derrota.

    «Los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta», nos dijo Franco en su testamento. Y para mayor evidencia, el 1 de octubre de 1975 —hace ahora un año—, ante un millón de españoles, que en la plaza de Oriente le ratificaba su adhesión frente a la chusma internacional que nos insultaba (y a la que ahora nos abrazamos), enumeró a tales adversarios inmisericordes: la masonería y el comunismo.

    No; la guerra no ha terminado, pues el enfrentamiento ideológico entre dos concepciones antagónicas del hombre y de la comunidad política se halla en todas las latitudes sobre el plano vivo de una actualidad decisiva.

    NO VAMOS A AVERGONZARNOS DE NADA

    Son muchos los que han querido que nos avergoncemos de nuestra guerra de Liberación, llamándola despectivamente guerra civil. Olvidan los que así se comportan que las únicas guerras importantes en el tiempo cercano han sido las civiles. Las guerras entre naciones o grupos de naciones obedecen a causas económicas, a pujos de influencia, a deseos de reivindicación territorial, pero no influyen de manera notable en la mentalidad de los pueblos. En las guerras civiles, por el contrario, lo que hace surgir el conflicto es algo que atañe profundamente a los valores primarios. Por ello, de su desenlace depende el modo de vivir, la cultura y la civilización del futuro.

    En 1789 hubo una guerra civil en Francia, y la abolición del antiguo Régimen dio paso al triunfo de los ideales de la Enciclopedia. En 1861 una guerra civil dividió a los Estados Unidos, y la victoria del Norte abolió la esclavitud. En 1917 una guerra civil puso en armas al pueblo ruso, y la derrota del Ejército blanco permitió que la doctrina de Marx se implantase en lo que hoy llamamos la URSS y de allí irradiara con sus tanques y filosofía por el mundo entero. En 1936 una guerra civil —Cruzada para nosotros— liberó a España del liberalismo y del comunismo, constituyéndole en norte y guía de aquellos países que quieren salvarse.

    ¿Y vamos a avergonzarnos de nuestra guerra?, ¿y de la Victoria?, ¿y de la sangre vertida para lograrla?, ¿y de los héroes y de los mártires?, ¿y de los cuarenta años de paz y de progreso?, ¿y de Francisco Franco?, ¿y de las banderas que la simbolizan?

    No se cuente con nosotros para tarea semejante de olvido o menosprecio, ni para un entendimiento más o menos sigiloso con los centristas que lo propugnan. Luis Bolín escribió un libro precioso sobre nuestra guerra. Se titula: «España, los años vitales». En la dedicatoria se lee: «A la juventud de España, para que perdone todo y no olvide nada.»

    Nosotros lo perdonamos todo, pero no olvidamos la lección de la historia, ni las consecuencias nefastas del pacto con los eclécticos, ni nuestro compromiso con España, ni el juramento de lealtad que prestamos, ni aquello que Dios, en esta hora de cobardía, nos demanda. Por eso huimos de toda colaboración —que sería complicidad— con la tragedia de la ruptura, con la suplantación por el Estado liberal del Estado de la Cruzada. No queremos ayudar de ningún modo, ni siquiera con nuestro silencio, a quienes, sean quienes sean y se hallen donde se hallen, están dando pruebas de una capacidad para destruir sólo equiparable a su ineptitud para edificar.

    Nosotros, como dijo Carlos VII al abandonar a España, derrotado por el liberalismo, nos negamos a suscribir con éste pactos deshonrosos; y no sólo por la deshonra que ello implicaría, sino porque no es prudente fiarse de una palabra sin otra exigencia moral que el interés, cuando se tomó a la ligera la palabra que Dios demandará por haber empeñado un juramento con ella.

    • • •

    La lucha en que España y el mundo están empeñados es ahora más que nunca una guerra civil universal. Esa lucha, que previo José Antonio, profeta aquí, como tantas veces, es más dramática que la contienda electoral que se propone y que parece obsesionante para muchos. «Esa lucha está planteada —dijo José Antonio— entre el frente asiático, torvo y amenazador de la revolución comunista —que ya se pasea desafiante otra vez por nuestros pueblos—, y el frente nacional de los mejores hijos de España en línea de combate.»

    Camaradas y amigos. En este cuarenta aniversario de la exaltación de Franco a la jefatura del Estado, invocando a nuestro patrono San Miguel Arcángel, por Dios y por la Patria, gritad conmigo: ¡FRANCISCO FRANCO!, ¡PRESENTE! ¡ARRIBA ESPAÑA!

    (Otra atronadora ovación cierra las últimas palabras del consejero nacional Blas Pinar, cantándose a continuación las estrofas del «Cara al Sol».)



    Última edición por ALACRAN; 12/07/2021 a las 14:16
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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