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Tema: LA ALTERNATIVA NEOFRANQUISTA: el intento de concreción política

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    LA ALTERNATIVA NEOFRANQUISTA: el intento de concreción política

    LA ALTERNATIVANEOFRANQUISTA: el intento de concreción política durante la construcción del sistema de partidos en la Transición (Fuerza Nueva 1966-1982)

    Francisco Torres García
    Historiador.
    (Artículo publicado en la revista Aportes, nº 45- 2001)

    Es, sin lugar a dudas, la consolidación del sistema de partidos, a finales de los años ochenta, lo que nos permite considerar realmente cerrada la transición política española desde el régimen de Franco al sistema democrático liberal. Proceso que se desarrolla al mismo tiempo que se da fin a lo que López Pintor denomina un “prolongado proceso constituyente”, que en realidad no se daría por concluido hasta la realización de las primeras elecciones autonómicas, y que debería ampliarse hasta la concreción de los tiempos para el traspaso definitivo de competencias a las Comunidades Autónomas. Transición institucional prolongada, porque el régimen del general Franco era un sistema plenamente institucionalizado que, como reconoce Juan J. Linz, requería poner en marcha “un complejo proceso” para desmantelar “las instituciones dentro de la legalidad”, conjugando “la legitimidad del pasado unida a esa legalidad, con el ansia de ruptura”.[1] De hecho, hasta la década de los noventa pervivirían restos de la estructura político institucional creada por el franquismo.
    El proceso de construcción del sistema de partidos significó la reducción del amplísimo número de partidos surgidos, a partir de ser autorizados en 1976, a poco más de una docena con presencia parlamentaria, junto con unos pocos más presentes en niveles autonómicos o municipales. De ellos, en realidad, a penas si media docena podrán alcanzar un verdadero peso político nacional, y solamente dos presentarán posibilidades objetivas de ser núcleo de gobierno. Un elemento clave, en ese proceso reduccionista de la pluralidad política, ha sido la fundamental intención legislativa de reducir al máximo, a través de la práctica, el número de fuerzas políticas presentes en los distintos niveles de representación del sistema político, al entender que la excesiva fragmentación política conducía a inexorablemente a la inestabilidad; por ello se escogió un sistema electoral que ha acabado forzando la implantación del denominado bipartidismo imperfecto que caracteriza al sistema político español. Lo que ha supuesto, por un lado, la progresiva convergencia de la multiplicidad de partidos original, y, por otro, la asunción por parte del electorado, que no comparte la globalidad de las propuestas de esos partidos, de la sociología del voto útil.
    Al margen del esquema apuntado, tras veinticinco años de práctica electoral, han sido muy pocas las opciones o partidos que, desde posiciones extraparlamentarias, han tratado de ocupar un espacio político, con una cierta continuidad, tras no conseguir consolidar una opción a lo largo de ese proceso de concreción del sistema de partidos. Dentro de esas opciones quizás la más importante o significativa haya sido la que comúnmente se etiqueta bajo la definición de extrema derecha. Entre otras razones porque el caso español parece recorrer un camino inverso al que se observa en muchos países de Europa, donde se ha producido un crecimiento y consolidación de esas opciones en el mismo período. Es el caso de Francia, Italia, Bélgica, Austria y de algunos países del este europeo. Sin embargo, el análisis y el estudio de la presencia de esta opción política en el último tramo de la historia española del siglo XX todavía no nos ha permitido realizar una evaluación completa de su influencia y su significado a lo largo del final del régimen de Franco y la Transición.[2]
    Durante los años de la Transición la posibilidad de constituir en este espacio una alternativa política con capacidad de alcanzar niveles de representación y por lo tanto entrar en un proceso de consolidación política, estuvo ligada a un grupo surgido a mediados de los años sesenta: Fuerza Nueva. Alrededor y muchas veces en función de esta opción se concretaron otros partidos o agrupaciones de tendencia falangista, tradicionalista o simplemente de derecha autoritaria. Este espectro político, a diferencia de la evolución experimentada por centro derecha, que tenderá hacia la confluencia (primero en torno a la UCD y después en Alianza Popular para llegar al Partido Popular), se caracterizará por el continuo incremento de la divergencia, cuando no el enfrentamiento por la hegemonía, lo que, a la larga, debe ser interpretado como uno de los factores esenciales que explican su fracaso al intentar consolidarse como opción política.
    Los primeros estudios con que contamos comparten un apriorismo esencial que no puede ser ignorado en el análisis: Fuerza Nueva fue, apunta Payne, “el único sector de la extrema derecha con posibilidades de obtener algún apoyo popular durante los primeros años de la transición”. El movimiento fundado por Blas Piñar en 1966 logró convertirse, anota Casals, en el “partido hegemónico de ese espacio ideológico”.[3] Entre 1975 y 1982 consiguió, pese a su reducida representación, una notable capacidad de movilización política que se extendía hasta gran parte de las bases sociales de la derecha española inmersas en Alianza Popular. Parece evidente que a los multitudinarios actos de Fuerza Nueva acudían hasta votantes de la UCD. Sin embargo, el partido de Blas Piñar, fracasó en dos aspectos esenciales: primero, no logró vertebrar un gran partido-coalición, como era su intención, que superara la creciente atomización de su espectro político; segundo, no pudo transformar el importante respaldo que obtenían sus comparecencias públicas en votos.[4] De una forma u otra, tanto quienes se han ocupado del tema formando parte de ese espectro ideológico como los periodistas o historiadores que han abordado la cuestión, consideran a Fuerza Nueva como la “oportunidad perdida” en la consolidación de una fuerza política presente en el sistema de partidos. De hecho, desde su disolución en 1982, los diversos grupos subsistentes y los muchos que han aparecido y desaparecido con la intención de nuclear ese espacio vacío a la derecha del Partido Popular, no han logrado superar ni la marginalidad política ni la invisibilidad mediática o social.
    Entre 1966 y 1982, y aún después, ese espacio político se encuentra vinculado, en gran medida, a la presencia de la personalidad de Blas Piñar, hasta tal punto que su análisis está indisolublemente vinculado al estudio de la biografía política del propio Piñar.[5] Desde 1970 la influencia que FN ejercerá sobre los medios políticos del régimen, sobre los sectores militantes del Movimiento, sobre la cúpula militar, y sobre el entorno del propio Franco permite al historiador explicar algunos momentos oscuros de los finales del régimen de Franco y el origen de algunos de los problemas que presentó la Transición.
    Entre 1967 y 1975 Piñar y su revista-partido Fuerza Nueva se configuraron como oposición interna a los sucesivos gobiernos de Franco -con la relativa excepción del periodo Carrero,- en defensa del propio sistema político vigente, oponiéndose al aperturismo, y dando vida a lo que se podría calificar como la opción neofranquista en respuesta al difundido “¿y después de Franco, qué?”.[6] Las bases programáticas de esta opción durante este periodo serían: la lucha contra la subversión; la denuncia de las corrientes aperturistas; la revitalización del Movimiento; la reideologización del régimen y la reforma de las instituciones. Un proyecto político que cristalizará entre 1964 y 1971. Este neofranquismo, sin embargo, será consciente del proceso de desmantelamiento del franquismo, por lo que a partir de asesinato del Almirante Carrero Blanco comenzará a organizarse para transformarse en un partido político capaz de nuclear ese espacio político. Ese será su objetivo entre 1975 y 1982. De hecho Fuerza Nueva sería el segundo partido registrado, cuando estos fuesen autorizados, una vez aprobada la Ley para la Reforma Política.
    ¿Por qué fracaso Fuerza Nueva en su intento de consolidar una alternativa neofranquista cuando parecía lógico pensar que existía una base sociológica suficiente para ello tras la muerte de Franco? El intento de responder a esa pregunta ha guiado los trabajos de Casals, Rodríguez Jiménez, Milá o el colectivo Flamel. Casi todos han incidido más en las causas endógenas que en las exógenas: falta de programa político; imagen excesivamente nostálgica; falta de renovación ideológica; táctica indefinida; vinculación a sucesos violentos... Por su parte, tanto Piñar como los escritores de Fuerza Nueva han preferido destacar los aspectos exógenos: atomización de las llamadas fuerzas nacionales; recelos ante la figura de Blas Piñar; falta de recursos económicos; existencia de una campaña destinada a impedir la consolidación de una alternativa neofranquista; la actuación de Manuel Fraga que, según él mismo, ha impedido que España tenga una extrema derecha; y sobre todo la imposibilidad de contrarrestar la presión del voto útil sobre su propio espacio electoral. Resulta interesante, en este sentido, traer a colación las conclusiones de un informe socialista de circulación restringida elaborado en 1982 por Alfonso Guerra, en el que se señala que en contra de FN “juega la tendencia al voto útil o a la abstención que suele haber en ese sector, y también su imagen de violencia y extremismo... su adversario electoral número uno es AP”.[7]
    ¿Cuál de estas tesis es la más próxima a la realidad? Probablemente la que asumiendo la parte de verdad que subyace en las aportaciones de cada uno sitúe a cada una de ellas en su punto exacto. Eso es lo que vamos a tratar de hacer de forma sintética a lo largo de este trabajo. Para ello es preciso recorrer la evolución de Fuerza Nueva desde sus orígenes hasta su disolución.[8]

    Los orígenes de Fuerza Nueva.
    La aparición de Fuerza Nueva como revista y editorial a mediados de los sesenta debe explicarse como una de las respuestas afirmativas al proceso de denuncia que los sectores militantes del franquismo inician a finales de los años cincuenta. Estos grupos, formados básicamente por excombatientes, entienden que, “so pretexto de ampliar la base del Régimen” se están “corroyendo los cimientos mismos de lo que tanto costó edificar”, siendo su consecuencia más inmediata una lenta desviación de la línea ideológica que dio vida al 18 de Julio y que se encuentra recogida en la Ley de Principios Fundamentales (1958): “cuidado con esos que, llamándose liberales o neoliberales, están preparando el caballo de Troya que introducirá al enemigo en nuestros propios reductos”.[9] Para tratar de frenar ese proceso se invitaba a la movilización. Sin embargo, lo que se impondría a lo largo de los sesenta sería la desmovilización política, la inmovilización definitiva de un Movimiento básicamente burocratizado.
    “Fuerza Nueva quiso ser –escribe Piñar en una ajustada síntesis-, y lo fue sin duda, aglutinante y portavoz a la vez de una corriente de opinión que comenzaba a dibujarse en la segunda mitad de la década de los sesenta, y que estimaba que la evolución política, propia de una sociedad en pleno desarrollo, no podía transformarse en ruptura.... Nuestra razón de ser -la que dio origen a la revista- se hallaba en el deseo vehemente de que esa evolución fuese perfectiva y se operase a partir de la carga ideológica del 18 de julio”.[10]
    El proceso de gestación y puesta en marcha de Fuerza Nueva, concebida por Piñar como una revista con vocación de ser un instrumento para la movilización política, se abre a finales de 1963 y se cierra en mayo de 1966. Desde las primeras reuniones parece evidente que se tiene la intención de crear un movimiento más amplio. Prueba de ello es la decisión de crear la Hermandad Nacional Universitaria, al objeto de lograr una presencia en los ambientes universitarios; de dicha Hermandad nacerá el grupo Defensa Universitaria, cuyas actividades a favor del régimen y en contra de la oposición marcarán los años finales del régimen en muchos recintos. También se creó el Centro de Información y Orientación (CIO) que desaparecería unos años más tarde, pero cuya actuación radicaba en la edición de un boletín de denuncia de las actividades de la oposición y de los avances de la misma.
    Piedra angular de la gestación serán las conversaciones mantenidas durante unos ejercicios espirituales celebrados en mayo de 1964 en el monasterio de San Miguel de las Victorias (Cuenca). No todos los asistentes trataron el tema al plantearse una general preocupación ante la crisis religiosa y política del momento, lo que para los reunidos era una misma cosa. La reflexión se centró en “la actitud que deberíamos adoptar ante una situación ya iniciada de crisis en la Iglesia y de crisis de la Nación”. Pero como reconoce el propio Piñar la idea de Fuerza Nueva era todavía “vaga e imprecisa”, aunque en el fondo subyacía la idea de crear un “movimiento político nacionalista y cristiano”, cuyo objetivo sería enfrentarse a las tres “revoluciones anticristianas y antinacionales: la liberal, la marxista y la erótica”.[11]
    La revista sería, en un principio, el eje de la actividad. El nombre de la misma, Fuerza Nueva, fue obra de Piñar, inspirándose en una publicación argentina que tenía un reducido grupo político detrás dirigida por el militar Tito Guevara componente del levantamiento de Leonardi y embajador en Bogotá. Piñar consultó a Guevara si podía usar el nombre obteniendo una respuesta afirmativa: “por supuesto, quisiera que lo que en Argentina no tuvo éxito lo tenga en España”.[12]
    Fuerza Nueva Editorial era formalmente fundada el dos de mayo de 1966 publicándose el número cero de la revista. En este periodo Piñar recibirá varios apoyos indirectos a su labor. El 18 de junio de 1964 se nombró el X Consejo Nacional, Piñar fue nuevamente designado por Franco, Consejero Nacional y procurador en Cortes. En 1965 se da por cantado el próximo nombramiento de Piñar como Ministro de Justicia.[13] En 1967, don Casimiro Morcillo, en el diario YA, definía la palabra de Piñar como “precisa y exactamente cristiana” (18-III-67). El fundador de FN era considerado entonces como una figura destacada del catolicismo militante que usualmente se incluía en la familia tradicionalista del régimen.[14]
    La gestión de poner en marcha la revista fue encargada a Jesús María Zuloaga, quien contrató a un joven periodista de la revista Semana, Luis Fernández-Villamea; inicialmente la dirección recayó en Julio Jesús Mora, que venía del diario Madrid. Piñar ha referido en diversas ocasiones la dificultad que tuvo para encontrar plumas para la revista. El equipo de la misma tardó en completarse. La revista salió a la calle con 6.000 ejemplares de tirada. Pronto pasó a desempeñar la dirección de la misma el periodista y militar Manuel Ballesteros[15]. Después lo harían Waldo de Mier y Pedro Rodrigo.[16] Una vez en la reserva tornaría el ya general Ballesteros. Finalmente y hasta la actualidad desempeñará esta función el periodista Luis Fernández-Villamea de tendencias joseantonianas.
    La portada del número cero de la revista era todo un editorial que apuntaba directamente a la política del gobierno y a la orientación del régimen. Sobre una hoja de calendario con la emblemática fecha del dieciocho de julio aparecía un titular: “El 18 de Julio, ni se pisa ni se rompe”. El editorial interno estaba firmado por el propio Piñar y en él afirmaba: “por nuestra adhesión cordial (al régimen) nos vemos precisados, públicamente desde ahora, a mantener una postura crítica ante quienes, desde cualquier puesto, desfiguren tales ideas, pues entendemos que muchos de los fallos que la conciencia nacional pone de relieve son imputables a quienes por cambio de mentalidad, razones tácticas, o alegando una visión profética del futuro, han hecho posible que cundan los rebrotes de indisciplina, disolución moral, contra los cuales España luchó con el propósito de extirparlo para siempre”.[17] La revista se colocaba en una postura crítica frente a la evolución política y a las líneas de actuación del gobierno, lo cual no era usual en la época. En su número dos se planteaba el después del referéndum que significaba el “fracaso de la oposición y el rotundo sí de los españoles a la obra de Franco y a su continuidad”.[18]
    Según los datos de la propia editorial la revista tardó en consolidarse unos dos años. Piñar inició una campaña personal a la búsqueda de suscriptores y colaboradores económicos. Entre otros visitó a Manuel Fal Conde, quien no sólo estuvo de acuerdo con los fines de la publicación sino que facilitó a Piñar una lista con mil carlistas para que en su nombre les solicitara la suscripción. Los suscriptores se transformaron en el sostén del semanario ya que la publicidad en sus páginas siempre fue escasa. Durante los años del régimen, y a excepción del periodo Carrero, varios ministros utilizaron su influencia para que se retirara la publicidad de las grandes empresas o de los organismos oficiales. A principios de los setenta la publicación contaba con 6851 suscriptores y pronto comenzaron a llegar suscripciones genéricas de locales del Movimiento, acuartelamientos militares y centros religiosos. La revista llegaba al entorno de Franco, a la cúpula militar y a la clase política del régimen, de ahí que su influencia fuera durante años superior a lo que de su tirada podría esperarse.[19] Lo que parece evidente es que la publicación no pasaba inadvertida, lo que ampliaba su influencia y propaganda.[20] Esto hacía viable cumplir uno de los objetivos que se habían propuesto sus fundadores: “empujar a los responsables a cumplir”. Cada vez que el editorial de la revista anuncia que estaban ahí “para ocupar trincheras y taponar fisuras”, se producían pequeños revuelos en la clase política del régimen que se veía atacada y censurada. Quizás por ello el nombre de Piñar volvería a sonar como ministrable entre 1968 y 1969 para las carteras de Justicia o Información y Turismo. “La revista ha sido –recordaba Piñar en 1976-, y está siendo cada vez con más ímpetu, un revulsivo de la conciencia nacional, y en la medida en que el Movimiento se ha ido adocenando, desvitalizando y burocratizando, nosotros hemos ido recogiendo amorosamente, porque seguimos manteniendo la fe que a otros les falta, la historia, los ideales y las banderas del 18 de julio”.

    El líder carismático.
    El sistema de partidos español ha estado marcado por un fuerte presidencialismo en sus estructuras y por la nuclearización de la vida política en torno a sus respectivos dirigentes. Solo a partir de la segunda victoria electoral del Partido Popular se han podido observar signos de cambio en este panorama. El hecho es que, durante el proceso de construcción de los partidos en España, la figura del líder adquirió una enorme importancia. Bastaría con repasar la propaganda de las sucesivas campañas electorales desde 1977 para observar la acusada centralización de las mismas en la figura del líder.[21] Si esto se producía en fuerzas con importantes recursos económicos, con hombres dedicados exclusivamente a la acción política y con una burocracia de partido en toda la geografía, por fuerza y en mayor grado, tenía que darse en opciones con muchísimos menos recursos. Tal fue el caso de Fuerza Nueva, cuya dependencia con respecto a la figura de Piñar fue absoluta, pero sin olvidar que, en gran medida, su expansión y presencia en la vida pública española era efecto de las continuas intervenciones públicas de Piñar, quien desde 1970 hasta 1982 desplegó una intensa campaña de actos por toda España.[22]
    La biografía de Piñar explica, en parte, la concreción ideológica de Fuerza Nueva. Nacido en 1918 en el seno de una familia militar asumió, al igual que les sucedió a otros personajes de la época como José Antonio, una serie de conceptos implícitos en el discurso militar del primer tercio del siglo XX. A ello se sumó muy pronto la impronta católica que, en definitiva, será la que le lleve a entrar en la vida pública. Como en otros casos su experiencia personal en el agitado panorama de la II República y de la guerra civil, que para Piñar será siempre la Cruzada, marcará su cosmovisión política.
    Estudiando bachillerato fundará la Federación de Estudiantes Católicos en Alicante, incorporándose en Toledo a las Juventudes de la Acción Católica, donde encontrará un modelo a seguir en la figura del presidente de la misma Antonio Rivera. Probablemente a él se deba la inclinación de Piñar por el derecho.[23] Allí asistirá al mitin que José Antonio pronuncia en el cine Moderno en 1935.[24] Entre los hechos que marcaron su vida Piñar siempre suele recordar su detención tras intervenir en un acto de la Acción Católica, las “porras pertrechadas con cuchillas de afeitar” que utilizaban las juventudes socialistas y el asesinato de un sacerdote. Su padre participaría en la defensa del Alcázar mientras con su familia se refugia en Madrid en la embajada de Finlandia. Están a punto de ser fusilados. Se refugian en casa del general Vicente Rojo. Después peregrinan de embajada en embajada. Piñar entra a formar parte de la Quinta columna. Como a tantos otros españoles la guerra y sus antecedentes marcarían tanto la vida como las ideas de Piñar.[25]
    Estudiará Derecho convirtiéndose en un notable jurista. Alcanzará la Vicepresidencia Nacional de la Junta Técnica de la Acción Católica, cargo que desempeñará hasta 1957. Durante estos años Piñar se revela como un orador notable, de profunda formación teológica y como uno de los propagandistas más activos. A esta trayectoria vital del presidente de Fuerza Nueva será imputable el discurso religioso que llenará a la extrema derecha entre los años sesenta y noventa. Hasta tal punto que, como anota Casals, planteará un problema ideológico importante en la evolución de la ultraderecha española: la imposibilidad de generar un movimiento político disociado del universo religioso”.[26] Piñar forma parte de lo que se ha venido a llamar, aunque son muchos los que rechazan este término, el nacionalcatolicismo. Creía en la conjunción de las fuerzas políticas coaligadas durante la guerra. Siempre que ha tenido ocasión se ha definido como “joseantoniano y tradicionalista en una sola pieza”. Fuera de estos parámetros la única influencia que ha recibido proviene del movimiento rumano de la Guardia de Hierro.
    Reacio a entrar en la vida política, rechaza la oferta de Ruiz Jiménez para que ocupe la Dirección General de Primera Enseñanza. También rehusa la Delegación Nacional de Asociaciones. En 1957, Alfredo Sánchez Bella le propone a Martín Artajo como director del Instituto de Cultura Hispánica, aceptando tras diversas consultas, sin duda de carácter religioso. Durante los cuatro años que dirigió el centro trabó una serie de amistades que serán la base de futuros contactos políticos de lo que en Sudamérica se articula sobre dos ejes: el catolicismo político y la Hispanidad. La Hispanidad y la comunidad hispánica son conceptos que, aunque ya conocía,[27] Piñar incorpora a su cosmovisión como elementos antagónicos a lo anglosajón, proponiendo “la continuación de esa sinfonía inacabada que es la Hispanidad” dando “plenitud de vigencia al ser histórico de las naciones hispanas”; creando un bloque “cultural, económico y castrense”, rechazando tanto el panamericanismo como el indoamericanismo.[28] El Instituto abre a Piñar el mundo político del régimen. En 1958 Franco le designa Consejero Nacional del Movimiento.
    A principios de los sesenta Blas Piñar había adquirido una cierta notoriedad. A nadie que le conociera o hubiese leído algunos de sus discursos sobre la situación en Hispanoamérica bajo la influencia de la cultura y la economía estadounidense, así como su rechazo al “anticomunismo coyuntural” americano, podía sorprenderle el tono de un artículo publicado con su firma en ABC (17-I-62), titulado Hipócritas, denunciando la política exterior de los EEUU, pero su contenido le obligó a presentar la dimisión. Lo que más impactó a Piñar del revuelo formado por el artículo fue la campaña mediática que se levantó en su contra: “la primera de muchas”, suele comentar cuántas veces se han referido a éste artículo en las numerosas entrevistas que le han hecho.[29]
    Tras el incidente Piñar no regresa a la dirección de la Acción Católica. Colabora con el padre José María Llanos, con quien ya había trabajado en el Servicio Universitario de Trabajo del SEU, en el Colegio Mayor Antonio Rivera.[30] También volvió Piñar a sus tradicionales intervenciones públicas en actos de propaganda religiosa. La oratoria de Piñar encandilaba y era el orador preferido para actos multitudinarios como el celebrado en el Palacio Nacional de Montjuich en 1964 ante veinticinco mil personas y con gran parte del episcopado presente. No dejó de colaborar en la prensa con artículos de raigambre religiosa o hispanista.
    Es probablemente la desintegración de sus referentes religiosos y políticos lo que impulsa a Piñar a volver a la política activa. A mediados de los sesenta se hacía evidente la disgregación de la Acción Católica y la aparición de una corriente opositora al régimen en el seno de la Iglesia. La crisis que se comenzaba a palpar en lo que había sido su medio ideológico básico se fue haciendo patente desde comienzos de los sesenta. La suspensión de la revista Signo fue como la eclosión de ésta quiebra. A partir de esos años muchas de las organizaciones de la Acción Católica fueron cayendo en crisis y separándose de sus presupuestos iniciales. Tanto la HOAC como la Juventud Obrera Católica fueron derivando hacia la oposición al régimen y la colaboración con la oposición de izquierdas, sobre todo comunista, contemplando un importante trasvase de dirigentes a partir de mediados de los sesenta.
    Por otro lado comenzaba a aflorar la crisis del propio régimen que para Piñar se manifestaba en el “desarrollo de la subversión”, inicialmente en los ambientes universitarios -tema que le preocupó de forma obsesiva en estos años-; en el abandono progresivo que los gobiernos hacían de los ideales del dieciocho de julio, en el vacío político que se estaba produciendo y la desmovilización auspiciada por los sucesivos gobiernos de los años sesenta.[31] Todo ello conducirá a la creación de Fuerza Nueva.

    Un partido encubierto.
    Entre 1969 y 1971, Fuerza Nueva empezó a revestir la apariencia de un partido político encubierto. El punto de partida puede fijarse en la conmemoración, con un acto público, de la salida del número cien de la revista. A partir de aquí y a lo largo de un año empieza a perfilarse el embrión de lo que en realidad será un “partido político”. A ello contribuye, sin duda, el hecho de que ya se ha planteado abiertamente la cuestión de las Asociaciones en el seno del régimen; pero sin lugar a dudas lo que marcará un punto de inflexión serán los acontecimientos derivados del proceso de Burgos, la manifestación de la Plaza de Oriente en 1970 y la oposición a la solución arrancada a Franco del caso MATESA. Estos hechos van a provocar la primera gran ruptura pública con un gobierno de Franco y la decisión de intervenir directamente en la política, para oponerse a la línea aperturista que aparece en el seno del gobierno, del Movimiento o de los medios de comunicación.
    Es en esta coyuntura cuando, en torno a Fuerza Nueva, se pone en marcha, entre 1968 y 1972 una reagrupación de entidades que conforman lo que pronto será conocido como el “búnker” o los “ultras” que constituyen la base de lo que será el neofranquismo. Todas ellas encontrarán en Piñar su dirigente ideal ante el anquilosamiento del Movimiento, lo caduco de su discurso y la voluntaria desaparición de la escena política de los dirigentes tradicionales básicamente falangistas. Como apunta certeramente Rodríguez Jiménez: “En una época en que una gran parte de la clase política franquista sólo ofrece repetitivos discursos en las conmemoraciones oficiales, o intervenciones en conferencias y ‘cenas políticas’, el carácter público del posicionamiento crítico de Piñar contrasta con el asentimiento generalizado de un gran número de consejeros nacionales, procuradores en Cortes y burócratas vinculados al inmovilismo. Esto fue haciendo que su figura resultase atrayente para un conjunto de militantes y simpatizantes del falangismo, el carlismo o el ‘franquismo político’, al tiempo que despierta el recelo y la envidia del sector duro del franquismo, los cuales tratan de aislar las iniciativas de Fuerza Nueva y los actos protagonizados por Blas Piñar”.[32]
    En 1969 se produce la primera vertebración de FN a nivel nacional al crear una pequeña red de delegados provinciales, cuya misión es formar grupos locales en torno a los planteamientos de la revista. En ese mismo año se celebran las Iª Jornadas de Delegados de Fuerza Nueva, equivalentes a un congreso político. En octubre se funda el Centro de Estudios Ético-Sociales Nuestra Señora de Wladimir, cuya función es organizar un grupo juvenil. También se inauguran nuevos locales que bendice el padre Venancio Marcos. Piñar se reúne con periodicidad con miembros de Fuerza Nueva para exponer temas doctrinales. A las actividades editoriales se ha sumado la puesta en marcha de un Aula de Conferencias. Se organizan grupos en Madrid, Aragón, Cataluña y Valencia. Al mismo tiempo se continuó con la labor de denuncia a través de la remisión de informes a las máximas autoridades del régimen que parece tuvieron una cierta influencia. [33]
    El gobierno surgido tras las crisis de 1969 encontrará en Fuerza Nueva su máximo opositor. Algunas de las actuaciones del mismo son para la revista un claro indicio de la puesta en marcha de una apertura que, de no frenarse, conduciría a la desintegración del régimen. En los medios oficiales y cerca de Franco se trata de presentar a Piñar como un enemigo. Por esta razón, en enero de 1970, firma un editorial donde diferencia lo que es la oposición al régimen de lo que es la oposición al gobierno en defensa de ese régimen.[34] A partir de ahí se planteará una disidencia en función del tema de las asociaciones y de la apertura hacia los países del Este preconizada por López Bravo.
    Esta posición crítica va hará que la revista sufra varios secuestros, el primero en su número 163. Entre 1970 y 1972 la revista sufrirá: dos secuestros, tres expedientes administrativos, tres denuncias ante el TOP y diez comparecencias judiciales. Pese a ser Consejero Nacional por designación de Franco, Piñar se encontrará con numerosos impedimentos a la hora de celebrar actos. En esas mismas fechas los diarios del Movimiento lanzarán una durísima campaña contra Fuerza Nueva.
    Mientras, Fuerza Nueva sigue creciendo. En abril se reúnen en Madrid delegados de Logroño, Soria, Vizcaya, Guipúzcoa, Alava, Navarra, Zaragoza, Huesca, Barcelona, Lérida, Tarragona, Valencia y Madrid. Ente los objetivos que se fijan figura el de proponer un ideario, un programa que presentar al pueblo español. El tono de los ataques al gobierno continúa subiendo. En un mitin, en Zaragoza, Piñar sentencia: “algunos cuadros directivos del país han sido ganados ideológicamente por el adversario”. Unos meses después escribe: “el peor servicio que se puede ofrecer a Franco consiste en que sus colaboradores acaben, no perfeccionando sino desmantelando por completo su obra”.[35] En el número 189 de la revista, Piñar firma un editorial en el que prácticamente pide la dimisión del gobierno. En ese objetivo va a centrar FN sus actividades. Al mismo tiempo inicia una denuncia sistemática de los contenidos de publicaciones vinculadas a la oposición moderada como Triunfo y Cuadernos para el diálogo, esta última acusará, en mayo, al Estado y a la banca de financiar los “exabruptos del incomparable semanario Fuerza Nueva”.
    Las batallas políticas en el franquismo se libraban en torno a Franco. Por eso Fuerza Nueva y Piñar buscan hacer llegar sus tesis a las más altas instancias y saber si cuentan con algún respaldo. Sobre todo ante la pública hostilidad que muestran los medios de comunicación del estado. Piñar se entrevistó con Carrero quien le dijo: “Siga. No olvide que detrás de usted hay mucha gente y el primero yo”. Sin embargo, como unos meses después explicaría en una reunión celebrada en Valencia, la situación “me planteó donde termina la colaboración y donde comienza la complicidad, dónde está uno sirviendo y dónde está cometiendo una indignidad”. El 25 de noviembre escribía una carta a Franco rogándole que aceptara su dimisión como Consejero Nacional al entender que “había perdido su confianza”.[36] Poco antes, en unas declaraciones públicas, había insistido en sus acusaciones y en su posición: “si los ideales que justificaron la Revolución no hubieran sido torpedeados, ironizados, y en última instancia desfenestrados Fuerza Nueva no habría surgido y el que ahora te habla se hubiera ahorrado infinidad de disgustos. Nuestros gobernantes han dejado entibiar la filosofía política del Régimen”.[37] La revista alcanzaba la tirada de 20.000 ejemplares.
    En este ambiente Piñar no es recibido por Franco sino por doña Carmen. En el transcurso de una larga conversación le explica que “el gobierno está repudiado por el país: por la situación y por colocar a Franco en una posición difícil”. Presenta el proceso de Burgos como una “bofetada al Ejército que ha causado indignación en las Fuerzas Armadas”, y que ha llegado el momento de “apoyar un gabinete civil digno. El gobierno de un Frente Nacional sin concesiones al progresismo político o religioso”. De no rectificarse pudiera quedar en “entredicho la figura y la conducta de Franco” pues “el país no responderá a un nuevo llamamiento al sentirse defraudado”. También denunció la apertura hacia el Este a la que prácticamente se oponía en solitario. Doña Carmen le dijo que estaba muy preocupada. Piñar le manifestó que si no se rectificaba y esa era la política oficial, deseaba ausentarse de la política oficial. Piñar recuerda bien su respuesta: “ella me rogó con lágrimas en los ojos que no abandonara a su marido jamás. Ella simpatizaba mucho con nosotros”.[38] Poco después le visitaba el secretario de Franco, general Franco Salgado-Araujo, viene a decirle que “el Generalísimo como Jefe Nacional del Movimiento, no aceptaba su dimisión, que tenía una absoluta ratificación de su confianza y que le pedía que interviniese en el Consejo Nacional”. La visita a Carmen Polo de Franco no había sido en balde. En la reunión secreta del Consejo Nacional, Piñar pedirá la dimisión del gobierno tras una larga argumentación. Carrero estará de acuerdo.
    Parece evidente que son esos pequeños apoyos obtenidos en El Pardo y en Carrero los que impulsan el nacimiento de Fuerza Nueva como “partido”, aunque como anota Ricardo de la Cierva se tratara de un partido efectivo en un régimen sin partidos. La pequeña organización que se ha puesto en marcha cuenta ya con grupos juveniles y con el denominado “Grupo de Acción Política” encargado de la propaganda. Todo esto indica que entre marzo y abril de 1971 Piñar ha tomado la decisión de poner en marcha Fuerza Nueva como grupo político activo y definido. El dos de marzo, en la reunión periódica que Piñar sostiene en la sede de la editorial se toman los siguientes acuerdos: formar Fuerza Joven sobre la base de los grupos juveniles que ya operan en torno a FN; segundo, hacer un carnet de suscriptor; tercero, crear insignias para identificar al movimiento; cuarto, preparar reuniones de delegados; quinta, crear una serie de comisiones para trabajar en la puesta en marcha del proyecto. Una semana después se procede a reunir el “Grupo de Acción Política”. Piñar habla de la necesidad de trabajar en “silencio, orden y paciencia”, pero sin pausa porque el Movimiento ha entrado en un proceso de autoliquidación, aunque reconoce que aún “somos pocos y hemos de administrarnos bien”. El objetivo de todo este programa no es otro que tener preparado un grupo, con representación en toda España, para actuar en política cuando se legalicen las Asociaciones. “El Grupo de Acción Política ha de servir de modelo a los que han de constituirse en toda España y deben estar preparados y en funcionamiento para el instante en que se constituyan las asociaciones políticas de opinión pública”. Los pasos iniciales debieron darse con cierta rapidez porque a principios de abril ya se propone un programa de visitas por toda España y el nombramiento de delegados.[39] El siete de junio Piñar visita a Carrero exponiéndole sus planes de cara al futuro y la extensión de su movimiento. El 28 de Junio de 1971 se celebran en Almagro las Iª Jornadas Nacionales de Fuerza Joven. Finalmente, Piñar publica lo que es el embrión de un programa político a través de una serie de artículos en su revista bajo el título genérico: “Después del indulto”.
    Lo que parece deducirse de la red de actos que con asistencia de Piñar se desarrollan entre 1971 y 1973 es la expansión del “partido” encubierto que es Fuerza Nueva. El discurso de FN se caracteriza por: primero, durísimos ataques al gobierno personalizándolos en algunos ministros, en especial López Bravo; segundo, la denuncia constante de las actividades de la oposición y de la escasa respuesta del gobierno; tercero, la situación de la Iglesia y su despegue del régimen; cuarto, el abandono de los principios del Movimiento y su intento de disolución. En muchos lugares FN encuentra la colaboración, para la realización de sus actos, de las hermandades de ex-combatientes o de jefes locales del Movimiento. Los actos de Piñar se convierten en un problema ya que para quienes defienden tendencias aperturistas constituyen una barrera cuya influencia es difícil de calibrar, de ahí que tanto sectores de la Iglesia, como del Movimiento o del propio Gobierno intenten que estos no se celebren.[40] El proyecto aperturista hacia el exterior que López Bravo preconizaba iba a encontrar en Fuerza Nueva su única oposición. En gran medida, uno de los factores que explican la caída de dicho gobierno será la actuación en la calle, en las Cortes y en la prensa de Fuerza Nueva.
    Del 27 al 29 de junio se celebran en Almagro las III Jornadas Nacionales de Delegados de Fuerza Nueva que demuestran su expansión e implantación. Durante la inauguración de los nuevos locales de Fuerza Nueva, Piñar se encuentra flanqueado por varios generales, consejeros nacionales y por el vicepresidente del Movimiento Social Italiano, Pino Romualdi.[41] Poco después Franco le vuelve a nombrar Consejero Nacional del Movimiento, lo que sirve de excusa para convocar un homenaje a Piñar. Lo importante son las personalidades que acuden o se suman al homenaje porque nos dan una idea del grado de influencia que FN había adquirido: Rodríguez de Valcárcel, los tenientes generales Barroso y Ramírez de Cartagena, José Utrera Molina, Dionisio Martín Sanz, varios procuradores y el médico de Franco, Vicente Gil.
    El protagonismo que Piñar estaba asumiendo en las filas del franquismo militante, despertó recelos entre quienes se consideraban sus representantes tradicionales; recelos en los que está el origen de la profunda división cuando no enfrentamiento interno que acompañó a este espacio político durante el periodo objeto de análisis. Parece evidente es que la notoriedad de Fuerza Nueva contribuyó o empujó a otros a volver a la actividad política directa. En 1972, José Antonio Girón inicia una lenta reactivación política con parámetros bastantes similares a los del presidente de Fuerza Nueva. Esta resurrección de Girón despertó el interés del jefe del SECED que se entrevistó con él en julio del setenta y dos. Allí le manifestó Girón que no estaba dispuesto a aliarse con Piñar.[42] Entre la clase política de primera línea Piñar no despertaba grandes simpatías, como recuerda San Martín: “durante la época que estuve al frente del servicio abundaban quienes le combatían hasta con saña, pero no eran capaces de hacer lo que Blas Piñar hacía. No tenían poder de convocatoria. Pedían simplemente su cabeza o la clausura de la revista”.

    Las relaciones con Carrero.
    Resulta al historiador muy difícil de precisar cuál era el grado de influencia que Fuerza Nueva había alcanzado en 1973. La revista, según Fernández-Villamea, “se leía mucho”, al menos lo era en las esferas de influencia del régimen. Llegaba a un sector importantísimo de la Iglesia, su grado de penetración entre los jefes y oficiales del ejército muy alto, también aparecía en los locales del Movimiento y por supuesto era leída por la clase política del momento, o al menos aparecía, en los recortes que se suministraban. En el entorno más cercano a Franco también había penetrado, Piñar gozaba de simpatías entre los ayudantes de Franco, contaba con un cierto apoyo por parte de doña Carmen Polo o de la mujer de Camilo Alonso Vega. Su grado de penetración en la sociedad era menor, sus veinte o veinticinco mil ejemplares le conferían una influencia limitada, pero la presencia de Fuerza Nueva se veía amplificada por la polémica que casi siempre acompañaba sus actos públicos y por ser objeto, con cierta asiduidad, de controversia en la prensa del momento.
    Uno de los puntos a tener presentes a la hora de valorar esa influencia creemos viene determinado por las relaciones que con Carrero sostuvo Piñar hasta su asesinato. Tanto siendo vicepresidente como presidente, el Almirante no ocultó sus simpatías por Piñar. Sobre las simpatías que despertaba en Carrero existen numerosos testimonios que nos inducen a admitirla como cierta. Los informes-denuncia que Piñar redactaba coincidían con la visión de los problemas que tenía Carrero. Según San Martín, ambos coincidían ideológicamente. Javier Tusell admite la existencia de puntos de coincidencia, pero de carácter limitado y parcial. Para Casals es evidente que Carrero, probablemente, tuviera una “voluntad de promoción política de Piñar”, lo que se encuentra avalado por sus intentos de nombrarle Ministro. Lo que es evidente es que Piñar encontró en Carrero un interlocutor accesible. Preston entiende que existió una importante vinculación entre el Almirante y FN. Desde 1971 las entrevistas entre Carrero y Piñar tuvieron cierta continuidad. Por otro lado, el ministro de Hacienda, Bueno Monreal confirmó a Piñar la defensa que Carrero realizaba de FN cuando su actuación era censurada por los miembros del gobierno. Para el fundador de Fuerza Nueva, que juzga equivocada la tesis de Tusell, “don Luis hizo cuanto estuvo en sus manos para aumentar el peso y la influencia política de nuestro grupo”.[43] Que esto preocupaba en otros sectores del régimen parece confirmarlo el hecho de que López Rodó intentara alejar a Piñar del centro político proponiéndole, “en nombre del Caudillo”, que aceptara la embajada en Manila, intento que ha desaparecido de sus memorias. Piñar expuso a Franco las razones de su rechazo: “no era que yo disintiera de los ideales del Movimiento, en absoluto, pero que dada la postura de la política oficial en ese momento no deseaba colaborar en el desguace del régimen”. Franco lo entendió.
    El nombramiento de Carrero como Presidente del gobierno fue bien acogido por FN ya que representaba la continuidad y dada la edad de Franco era previsible que fuera el destinado a presidir la transición. De forma global se podría decir que se alejaba tímidamente del aperturismo. El asesinato de Carrero puso fin a esta vía y a la posible ascensión de Fuerza Nueva en el panorama de la política oficial española.
    La última batalla política de FN en el régimen de Franco estaría en función de los avances del aperturismo en el gobierno de Arias Navarro. El nuevo presidente había sido cooperante modesto en la financiación de Fuerza Nueva. En pocas semanas destruyó su crédito y para todos acabó resultando ser el hombre inapropiado, decepcionando tanto a los aperturistas como al entorno de Franco que le había aupado. Para Piñar, Arias era un hombre que se movía en la duda permanente. Su programa reformista, conocido como el “espíritu del doce de febrero” encontró la más absoluta oposición en FN. Es esta revista la que inicia una serie de ataques que a la larga acabarán con al apertura. El nueve de abril se puede leer: “Quisiéramos que de una vez alguien nos explicase claramente, y con la consiguiente autoridad en el juicio, en qué consiste realmente el ahora tan cacareado y ensalzado por algunos -más bien enemigos del Régimen- espíritu del 12 de Febrero. Nosotros vemos por las muestras que nuestros ojos contemplan sólo confusionismo, posturas equívocas… lo único que parece desprenderse de los devotos de ese espíritu es un afán desmedido de iniciar un nuevo período político tangencialmente distinto al seguido por el Almirante”.
    Girón, que está vertebrando la Confederación de Excombatientes como un nuevo partido no declarado dentro del régimen, también es contundente: “nos hemos propuesto -anuncia Girón- defender nuestro desarrollo político incluso frente a los que desde dentro o desde fuera nos incitan a la confusión atomizadora o nos aconsejan convertirnos en un reducto romántico o inoperante”. Poco después, Piñar, en un homenaje a Carrero al que asisten varios exministros lanza un durísimo ataque al presidente. El día 28 la revista publica el editorial Señor Presidente anunciando su ruptura con el gobierno. [44] Una y otra vez Arias será acusado de desviacionismo. En la clausura de las VI Jornadas Nacionales de Delegados en el simbólico Valle de los Caídos, Piñar prácticamente propone la puesta en marcha de una acción conjunta. “hemos querido siempre un Frente Nacional”.[45]
    Esta propuesta, por lógica, debía dirigirse a quienes también estaban poniendo en marcha un movimiento de opinión que operase de forma similar a Fuerza Nueva. Entre ellos destacaban los excombatientes. La inteligencia con Fuerza Nueva podía ser posible, entre otras razones, porque muchos de los delegados y de quienes formaban los grupos en provincias eran excombatientes. En noviembre de 1974 resultaba elegido presidente de la Confederación, José Antonio Girón de Velasco.[46] La Confederación contará, a partir de junio del 75, con el diario El Alcázar que jugará un papel importante en la oposición a la Transición.[47] Pero la inteligencia entre la Confederación y Fuerza Nueva se iba a mostrar muy difícil, no solamente durante el final del franquismo sino durante la misma transición.[48]
    La oposición de Fuerza Nueva al gobierno en el último año de Franco no cedió. Cuando la enfermedad de Franco se haga pública, FN ya cuenta con delegados en toda España y con una pequeña infraestructura, la revista se encuentra estabilizada. Su posición cada vez más crítica ante lo que ya considera el inevitable desmantelamiento del régimen.
    El desenlace de la enfermedad de Franco sorprende a Fuerza Nueva con sendos actos convocados en Zaragoza y Badajoz que van a servir a Piñar para precisar alguno de los elementos de lo que será el discurso del neofranquismo en la Transición. En Zaragoza se pronuncia por la continuidad frente al cambio y declara a Fuerza Nueva “abiertamente franquista”. En Badajoz, ya muerto Franco, se manifiesta contra la idea de que la fecha del 22 de noviembre (proclamación de don Juan Carlos) sea una fecha fundacional. Fuerza Nueva es partidaria de reformar cuanto se quiera pero “lo único inamovible es el fundamento de la constitución, es decir, los principios Fundamentales del Movimiento”, y esa será la base de su oposición a la Reforma Política.[49] Pero lo que va a marcar el discurso neofranquista será el tema de Franco cuyas líneas maestras dibujara Piñar en un artículo publicado en la edición especial de Fuerza Nueva con motivo de la muerte del Jefe del Estado: “Lo que Franco simboliza, nosotros, en cuanto nos sea posible, lo seguiremos sirviendo con la misma lealtad que lo hicimos durante su vida. Los hombres pasan, pero lo que ellos representan, en ocasiones a pesar de sí mismos, eso perdura y de algún modo se eterniza”.
    A tenor de lo expuesto es posible afirmar que Fuerza Nueva alcanzó un grado de influencia mayor del que habitualmente se le presupone. Esta influencia no le sirvió para acceder a cotas de poder dentro del régimen, en el que como anota Casals siempre ocupó una posición periférica, lo que indudablemente le hubiera colocado en una posición distinta en la primera fase de la Transición. Su labor se centró más en la denuncia que en la construcción de una alternativa y en función de esa denuncia adquirió una notoriedad que excedía el marco de actuación de un revista. Sin esa labor sería complejo explicar la situación en que se desenvolvió el gobierno surgido en 1969; los frenos a las tendencias aperturistas; la caída de algunos ministros y el naufragio final de la apertura propuesta por Carlos Arias en febrero de 1974. En el enfrentamiento interno en el que el régimen se debatirá a partir de 1970, entre aperturistas y ultras, Fuerza Nueva y Piñar jugarán un papel destacado en las filas de los segundos. Probablemente, de no haber sido asesinado, Carrero hubiera aumentado el peso político de este grupo dentro de su idea de rearme ideológico como respuesta a la decadencia del sistema. También contó con un cierto apoyo por parte de Franco y su entorno.
    La oposición fue planteada por Fuerza Nueva en tres niveles: primero, en la calle a través de la organización o participación en actos públicos don de mostró una elevada capacidad de movilización y convocatoria; segundo, a través de publicaciones como la propia revista o mediante la elevación de informes-denuncia a las más altas autoridades; tercero, en las instituciones del régimen donde se opuso a la cesión de Ifni y Sahara, a la independencia de la Guinea, a la Ley de objeción al Servicio Militar, a la apertura de relaciones no comerciales con los países del Este, al concesión de ayudas económicas al Chile de Allende, a la ruptura de relaciones con Formosa y al reconocimiento de China, a la Ley de Libertad religiosa y a la Ley de Asociaciones.
    Debido a la desaparición de la primera línea política de los dirigentes tradicionales de este espacio político, como Arrese, Girón o Fernández Cuesta, Piñar se convirtió en el único referente público para el franquismo militante. Pese a lo que se ha dicho su discurso resultaba renovador con respecto al del propio régimen o a sus figuras históricas. Sus reconocidas capacidades oratorias dieron un nuevo atractivo a sus actos. Debido a esto y al hecho de que sus intervenciones eran las únicas con una cierta continuidad el discurso del neofranquismo fue, en su mayor parte, de forma inconsciente, obra suya. Este discurso está indisolublemente a la propia trayectoria vital de Piñar que hemos recorrido, siendo sus bases esenciales: catolicismo, concepto tradicional de España, renovación joseantoniana del tradicionalismo, visión orgánica de la sociedad, defensa de la Cruzada y sus ideales, hispanismo, Monarquía del Movimiento y defensa de la persona y la obra de Franco. Con este discurso logró una movilización importante y propició el retorno de otros dirigentes.
    Con este bagaje y con una estructura que le permitía actuar intentó convertirse en el elemento aglutinador del franquismo militante frente al franquismo sociológico durante la Transición, buscando consolidarse como una opción política.

    La oposición a la Reforma.
    Que la muerte de Francisco Franco ponía en marcha un proceso político que no iba a suponer la continuidad del régimen era algo evidente, no en vano contribuir a evitarlo había sido la razón fundamental de la creación de FN. Ante el proceso de reforma-ruptura que se abre Fuerza Nueva adoptará cuatro posiciones: a) defender la continuidad del régimen; b) transformar, si es necesario, FN en partido; c) contribuir a la formación de un bloque con fuerzas afines; d) defender la figura y la obra de Franco.[50]
    La primera concreción de ese partido la hace Piñar un mes después de la muerte de Franco en la clausura de las VII Jornadas de Delegados.[51] El programa de FN será presentado como de “continuidad”, opuesto al continuismo, edificándose sobre tres fidelidades: a la carga ideológica del 18 de Julio; al recuerdo de la obra de Franco; y al rey de la Monarquía Tradicional. Con respecto a esto último Piñar fija una postura que se mantendrá invariable: “mientras la institución que representa Juan Carlos encarne en serio y de verdad el Estado monárquico del 18 de julio, con unidad de mando y de poder, los hombres y las mujeres de FN estaremos con Juan Carlos a vida o muerte. Seremos sus soldados, sus adelantados, sus apóstoles, sus militantes. Pero si la institución deserta, y por presiones internas o externas Juan Carlos no fuese el Rey de la Monarquía tradicional, de la Monarquía de la Ley Orgánica, de la Monarquía del 18 de julio, entonces, manteniendo nuestra amistad y nuestra devoción personal, en nombre del juramento que el Rey y nosotros hicimos, de velar por los Principios del Movimiento -que no pueden ser desconocidos ni arrumbados- no podríamos mantener nuestra lealtad a la institución”.[52] Lo que le llevará en 1980 a defender una república presidencialista.
    Las bases que deberían nutrir el programa de FN serían:
    - Sentido espiritual y providencialista de la Historia Universal.
    - Catolicismo frente a laicismo
    - Unidad de la Patria, concebida como unidad de historia, de convivencia y de destino en lo universal.
    - Vocación Europea (Europa cristiana dotada de valores universales).
    - El hombre es portador de valores eternos y eje del sistema político.
    - Economía al servicio del hombre (“la economía no puede adueñarse de la política y ponerla a su servicio, subordinando el bienestar de los ciudadanos al espíritu de lucro, utilidad y ganancia de los grandes monopolios, nuevos señores feudales sin límite ni frontera, que acaban con la soberanía del Estado”).
    - Sindicalismo vertical.
    - Defensa de la empresa agrícola y ganadera. Fomento del cooperativismo.
    - Cultura para todos los españoles (“no queremos solo una cultura informativa, que en muchos casos se está volviendo corruptora. Queremos también una cultura formativa en lo físico y en lo moral, de manera que la tarea educadora adopte como lema el mens sana in corpore sana o, mejor aún, el de un hombre honesto en una sociedad honesta”).
    - Prestigio y dotación de las Fuerzas Armadas.
    - Estado Nacional (“actor, protagonista y promotor de la justicia, del bien común.”)[53]

    En enero de 1976 se pone en marcha la delegación de Madrid. FN, al igual que la oposición está en un proceso organizativo, dispuesta a “recoger con ilusión y esperanza el fruto de diez años de intensa labor”. Sin embargo, la estrategia de Piñar, tal y como se desprende de sus intervenciones en los numerosos actos de propaganda que se organizan, tiene como objetivo la formación de un gran bloque político: “Ya sabéis que no vamos a regatear esfuerzos para que surja el Frente Nacional que venimos propugnando desde hace mucho tiempo. Yo no seré nunca obstáculo, sino estimulo para que se constituya, y no me importará, si es preciso para lograrlo, desaparecer de escena”. Estrategia que mantendrá hasta poco antes de las elecciones del ochenta y dos y que a la larga impedirá a FN desarrollar un programa autónomo. El siete de julio de 1976, FN presenta en el registro su documentación para acceder a la legalización como partido. Poco después se publica su Norma Programática, que no es sino un actualización dialéctica de los conceptos neotradicionalistas. Esta declaración se mantendrá invariable hasta la disolución del partido. La primera concreción de Piñar se completaría con las siguientes aportaciones:
    -El Estado español será confesionalmente católico.
    -Defensa de la unidad de la patria, sin la menor concesión a cualquier forma de separatismo o de ruptura, dentro del respeto a la rica variedad de sus regiones, lenguas, usos y costumbres.
    -Creación de un Estado nacional, con unidad de mando y poder, como una Monarquía en la que el Rey reina y gobierna. La soberanía política del Rey limitada y controlada por la soberanía social de las Cortes. Un Estado nacional y unitario que aplicará los principios de subsidiariedad (autonomía de los distintos entes sociales) y totalidad.[54]

    Piñar es Consejero Nacional y Procurador por lo que desde las instituciones será una de las voces que se opongan al proceso reformista. Frente al mismo, FN opta por una estrategia de denuncia en torno a tres ideas básicas: primera, la reforma no es sino una ruptura encubierta; segunda, ésta es sólo posible por la traición o el perjurio;[55] tercera, el proceso reformista es contrario a la ley (“el cambio no se está haciendo desde la legalidad sino quebrantándola y ahogándola”).
    El debate de la Reforma Política podría servir para asentar las bases de la colaboración con otros grupos para poner en pie una coalición de cara a las previsibles elecciones constituyentes al clarificar las posiciones políticas. En el seno de las Cortes funcionan, al menos, tres grupos con entidad: Reforma Democrática de Manuel Fraga; la Unión del Pueblo Español de Martínez Esteruelas y la Unión Nacional Española, de signo tradicionalista, a cuyo frente se encuentran Zamanillo y Fernández de la Mora. Este último, como FN, defiende la “continuidad perfectiva del régimen” y se ha mostrado favorable a la creación de un Frente Nacional.[56] Finalmente, la UNE acabará admitiendo la Reforma como irreversible y sumándose a Alianza Popular, aunque ante el Referéndum daría libertad de conciencia a sus seguidores. Ahora bien, entre enero y noviembre de 1976 se hacen presentes los recelos que despierta la figura de Piñar. El intento de constituir un bloque en este ámbito ideológico se realiza pero marginando a FN. Incluso se llegan a emitir unas notas conjuntas suscritas por la Unión Nacional Española (Fernández de la Mora), la ANEPA (Enrique Thomas de Carranza), la Unión del Pueblo Español (puesta en marcha por Solís y dirigida por Martínez Esteruelas) y Falange Española (Raimundo Fernández Cuesta). La aparición de la Federación de Partidos de Alianza Popular[57] pondrá fin a este proyecto y la Falange de Fernández Cuesta, enfrentada a otros grupos falangistas, se inclinará por el intento de acuerdo con Fuerza Nueva. La aparición de AP provoca la fractura en el seno de la Confederación de Excombatientes, cuyo proyecto pasa por la formación de un bloque antimarxista en el que podrían estar hasta sectores del futuro centrismo.
    La intervención de Blas Piñar para defender su enmienda a la totalidad no es sino el resumen de los argumentos que FN ha venido manteniendo: la reforma es una ruptura encubierta que no viene a desarrollar el régimen sino a desmantelarlo; vulnera la legalidad al violar la Ley de Principios Fundamentales (al menos sus principios II, IV, V, VII, IX y X); está en contra de la filosofía política del Estado, siendo jurídicamente nula.[58] La intervención de Piñar en el pleno fue muy aplaudida pero el voto afirmativo ya estaba asegurado al ser ésta la postura del grupo mayoritario en la cámara, el de AP. Incluso partidarios absolutos del No se entrevistaron con Piñar para intentar convencerle de que apoyara la Reforma para luego inferir en la estructuración del proceso.
    La campaña a favor del NO pondrá de manifiesto tres realidades: primero, que FN es el grupo que cuenta con una cierta estructura en España y con una importante capacidad de convocatoria; segundo, que es poco imaginativa en su propaganda; tercero, que se moverá siempre con medios económicos insuficientes.[59] El argumento base de la campaña será: “Franco hubiera votado NO”.[60] Pero los escasos medios ahogan esta postura frente al subliminal “Franco hubiera votado Sí” que auspician tanto el gobierno como AP. De hecho, por ejemplo, José María de Areilza afirmará que José Antonio o Calvo Sotelo hubieran votado Sí.

    La estrategia de la unidad (1976-1982).
    Desde los inicios de su andadura como partido, Fuerza Nueva se inclinó por la vía electoral para conseguir sus fines, lo que, sin embargo, motivó numerosas críticas a Piñar por parte de los sectores más radicales de la extrema derecha, así como diversas escisiones. A diferencia de los grupos de su entorno, FN partía de un análisis bastante realista de la situación política española y de la posible distribución del cuerpo electoral. El éxito de sus convocatorias públicas le indicaba que existía una base sociológica más que suficiente, idea que Piñar reiteraría en sus discursos de 1976. Base sociológica que iba a tener su gran termómetro en la manifestación conmemorativa que cada años se celebraría en la Plaza de Oriente en recuerdo de Franco. Allí llegaron a reunirse hasta más de medio millón de personas, siendo las más multitudinarias las celebradas en 1980 y 1981. Para lograr el voto de esa base, que en gran medida votará a Alianza Popular y a la propia UCD, FN estima que la única estrategia posible es la de presentar una alternativa única y unida. Ya en febrero de 1974, en las IV Jornadas de Delegados de FN, Piñar había explicado que el objetivo político debía ser la constitución de un Frente Nacional. Idea fija en sus discursos hasta los años ochenta.
    Tras la celebración del referéndum, Piñar, al que algunos periodistas llaman “mister 2.5%”, al otorgarle la paternidad de los votos negativos, pronuncia una conferencia-reflexión bajo el título de Reflexiones sobre el Referéndum y para después del referéndum.[61] Ante las próximas elecciones no plantea, en ningún momento, un movimiento autónomo sino la creación de un Frente Nacional. Fuerza Nueva no se siente derrotada por los resultados, e incluso entiende que avalan su posición de continuidad, ya que la mayor parte de los votos afirmativos lo eran por esa continuidad, tal y como se había reiterado por parte del gobierno en la campaña, ya que ese Sí lo habían pedido “los exministros y antiguos y devotos colaboradores de Franco”. Entiende, también, que la mayor parte de los votos negativos son seguidores potenciales de FN y a partir de esos resultados es preciso ponerse a trabajar. A lo largo de su exposición Piñar fija cuál será el método de acción que seguirá su partido:

    1º) Fuerza Nueva, como tal, deberá “organizarse hoy para vencer mañana”, para lo que se pondrá en marcha una campaña de afiliación y búsqueda de militantes, de creación de delegaciones. Al mismo tiempo, para asegurar el contacto directo con las gentes, que rompa lo que en sociología se denomina el vértigo electoral, se “multiplicarán los actos de afirmación nacional”, se incrementará la difusión de la revista y se intentará la puesta en marcha de un diario.
    2º) Ese esfuerzo particular tendrá como objetivo la formación de un Frente Nacional, sin ningún propósito de encabezamiento o hegemonía”, compuesto por la Confederación Nacional de Excombatientes, la Falange, la Comunión Tradicionalista y cuántos guarden lealtad a Franco.
    3º) Finalmente, concretar la alianza electoral en un único partido: “el frente electoral del 18 de julio, puede ser ahora, o más tarde, una federación de agrupaciones políticas con una actuación coordinada y común, sin perjuicio de la autonomía de las partes, Y pude ser –nosotros en aras de la unidad y por el bien de España estamos dispuestos- la fusión en un partido único en el que se integren todos los militantes... Estoy seguro que si el Frente Nacional cuaja y se presenta ante el pueblo atraerá a sus filas a muchos de los que confusos aún, creen en la fracasada postura derechista del mal menor... Tengo para mí que si los jefes políticos de las agrupaciones que a sí mismas se califican ahora de derechas mantienen su alianza con quienes asumen tesis tan contrarias a lo que han venido diciendo y escribiendo, los que les han seguido y respaldado tendrán que incorporase a las filas de quienes, como nosotros, no están dispuestos a transigir en cuestiones que reputamos fundamentales”.
    A la propuesta unitaria parece responder la Confederación de Excombatientes en el transcurso de una conferencia pronunciada por Girón en el aula de FN. De hecho, la convocatoria del primer 20-N se hará bajo el lema de la unidad. Tema que acompañará a las manifestaciones de la Plaza de Oriente a lo largo de su historia. Ahora bien, entre los cuadros dirigentes de la Confederación abundan los miembros de Alianza Popular, despertando ésta numerosas simpatías. La cúpula de excombatientes, muy marcada por la experiencia de la guerra, entiende que sólo existen dos frentes: el marxista y el antimarxista.[62] Por ello es preciso que la unidad llegue hasta el partido de Fraga, donde también existen sectores dispuestos a esa inteligencia.[63] Hasta tal punto es así que en sucesivos 20-N, Excombatientes intentará la adhesión de AP e incluso la participación de Manuel Fraga entre los oradores, aún a costa de marginar a Piñar. Naturalmente el presidente de AP declinará la invitación: “no acudiré en evitación del confusionismo, y porque, además, la inmensa mayoría de los concentrados en la Plaza de Oriente me votará a mí”; idea que reiterará en 1980: “posiblemente hubiera muchos seguidores de AP en la Plaza de Oriente, pero yo siempre he dicho que ese acto no tenía absolutamente nada que ver con su presidencia”. De todos modos, hasta las elecciones de 1979 existió en el seno de Alianza Popular una corriente que prefería el entendimiento con FN a la evolución hacia el centrismo. El artífice de los intentos de confluencia en 1977 fue Julio Iranzo, uno de los desconocidos organizadores de AP. No hubo posibilidad de acuerdo y Silva explicó a Piñar que la oposición de Fraga era de carácter personal, “por viejos agravios”. Una entrevista proyectada para el 29 de marzo fue suspendida.
    Ya, ante las primeras elecciones, Fraga declaró que uno de los objetivos de AP era aislar a la extrema derecha. Años después reiteró que gracias a su actuación, España no tenía una extrema derecha: “hemos impedido que España tenga, a diferencia de Italia o Francia, una extrema derecha. Hemos logrado absorber toda la derecha nacional, pero dentro del marco democrático”.[64] En 1986 afirmó que “Alianza Popular no tolera un fenómeno Le Pen”. A lo largo de las memorias de Fraga, pese a lo escueto de las referencias, es fácil percibir el rastro de las actuaciones de Fraga en este sentido. En diversas ocasiones se reunió con dirigentes de la Confederación o de Falange con intención de lograr su apoyo a través de la aplicación de la doctrina del voto útil y el mar menor.[65] Lo que se pondría de manifiesto en las elecciones de 1982. En el comunicado emitido por la Confederación, tratando de aclarar su postura todavía se percibe que ésta era partidaria del entendimiento entre FN, Falange y AP, considerando a todas estas fuerzas en el mismo plano, tal y como lo demostró el tratamiento que dio a las elecciones el diario El Alcázar, rompiendo con su anterior línea de abierta crítica a la postura de Fraga.[66]
    La iniciativa de la gestación de una alianza electoral de cara a las elecciones del 77 partió de Excombatientes. A la reunión asistieron, entre otros, Girón, Fernández Cuesta, Emilio Romero y Blas Piñar. Se acordó formalizar una coalición encargándose de redactar su manifiesto al periodista Emilio Romero. Las reuniones preparatorias se realizaron en Fuerza Nueva. Piñar intentó que la Comunión Tradicionalista participara, pero ésta entendiendo que al ser unas cortes ilegales, de carácter constituyente, las que se iban a reunir no quiso participar. Una gestión personal de Piñar con el príncipe Sixto daría como resultado la inclusión de algunos carlistas como independientes en las listas. En el número 539 de la revista se anunciaba que se iba a formalizar un Frente Nacional compuesto por Fuerza Nueva y Falange apoyado por la Confederación. Los problemas surgieron a la hora de confeccionar las candidaturas. Fernández Cuesta explicó que, en determinadas provincias, no se podría mantener la alianza ya que se habían cerrado acuerdos con Alianza Popular, que incluía a varios significados falangistas en sus listas (por Lérida concurría un vicepresidente de Falange y por Málaga Utrera Molina). A la hora de tratarse la candidatura por la capital, Raimundo exhibió un documento firmado por falangistas madrileños en el que en nombre de “la pureza doctrinal” rechazaban ir con Fuerza Nueva. Ésta sólo presentaría senadores mientras que la candidatura de Falange la formaban Eduardo Urgorri, Antonio Gibello y Eugenio Lostau. Tácticamente era un despropósito ya que Piñar tenía un nombre en la escena política y esa candidatura no podía competir con la de Fraga ante el electorado franquista. Finalmente tampoco se aceptaría que Piñar encabezara la lista al Congreso por Toledo, lugar que ocuparía Valdés Larrañaga. El dirigente de FN iría al Senado, con nulas posibilidades de salir elegido.[67]
    Como coalición electoral era en realidad inexistente y lo único que revelaba era la profunda división existente a la derecha de AP. Realmente solo concurrió en 17 provincias. Probablemente, de haber concurrido en solitario, Fuerza Nueva hubiera obtenido mejores resultados. Por ejemplo, Fuerza Nueva logró llenar en su mitin, porque los actos no fueron conjuntos, la plaza de toros de las Ventas, pero ese público no podía votar a Piñar. No es aventurado afirmar que se buscó la marginación de Piñar. Algo que indirectamente sugiere Fernández Cuesta en sus memorias al explicar que la estrategia de Falange pasaba por la consecución del “fortalecimiento de la organización”.
    En estas circunstancias, y teniendo presente una parte del discurso de AP, era natural que el voto del neofranquismo se decantará hacia un partido en el que figuraban varios exministros de Franco; en cuyos mítines se podía oír el grito de “¡Franco, Franco, Franco!”; y en cuyo Congreso, celebrado en marzo de 1977, Silva Muñoz pidió “lealtad al Caudillo”. En algunos actos Fraga no negó los elogios a Franco. En su discurso, AP, explicaba que “los cuarenta años de paz, orden y trabajo son el principio y fundamento que ahora nos permite construir una democracia” (Martínez Esteruelas), y por lo tanto “Alianza Popular garantizaba la continuidad” (Fernández de la Mora). Más allá iban los independientes de sus listas: así Utrera Molina afirmaba: Franco devolvió a España su dignidad y su independencia”.[68] Y finalmente, aunque en ninguno de los catorce puntos que formaban la base programática de AP se mencionaba a Franco, una parte de la prensa y la izquierda calificaba su candidatura como franquista. Como sentenciaba Piñar poco después: en aquellos momentos, “La masa fundamental de votantes para unos y otros era común”
    El negativo resultado electoral no desanimó a FN. Era incluso lógico. La revista destacaba como elemento positivo el incremento constante del número de asistentes a sus actos. Entre líneas, el 24 de junio, Piñar reconocía su equivocación a la hora de aceptar la frágil Alianza Nacional 18 de Julio: “creo que hemos jugado limpio y en aras del Frente Nacional hemos sacrificado mucho. Cada grupo político deberá hacer examen de conciencia sobre las negativas, los apoyos, más o menos explícitos pero nunca integradores, las reservas y los vetos que han impedido la presentación conjunta en circunscripciones electorales de suma importancia; la demora, hasta el límite mismo de los plazos, de conversaciones y posibles acuerdos. Quede claro que nosotros lo hemos sufrido todo, aceptado todo, transigido todo, hasta el latigazo moral, por la constitución de ese frente, reducido, y sólo en algunas provincias. Hemos aprendido: que la unión no siempre hace la fuerza, y que no basta con que la base diga que es preciso llegar a la unión. Por otro lado, aún existiendo la comunidad ideológica en temas fundamentales, no basta la misma para que la unión surja, cuando hay recelos de carácter personal o de grupo”.
    Para FN la campaña electoral venía a demostrar que existía una base y que el problema radicaba en transformar el apoyo popular en votos. Ernesto Milá, en un largo artículo, explica cuál debía ser la línea de actuación e indirectamente situaba cuál era en ese momento el estado de organización del partido: a) aumentar la preparación de los cuadros; b) organizar a los militantes; c) recuperar la iniciativa; d) los polos de atracción serán las capas juveniles y los descontentos del sistema. La puesta en marcha de este programa de expansión debería comenzar en septiembre.[69]
    La puesta en marcha de la Constitución, el debate de las autonomías, la ruptura de AP tras su decisión de pedir el sí en el referéndum constitucional y la decisión de ésta de desplazarse hacia el centro van a llevar a FN, nuevamente, a la estrategia de la unidad. Fuerza Nueva va a realizar su primera gran campaña pidiendo el No a la Constitución.[70] Tras el referéndum, el diario El País analiza los resultados estimando que 1.200.000 noes corresponden a la extrema derecha y los descontentos de AP. Un número similar de sufragios permitió al PCE obtener 20 diputados. Por ello estima que en Madrid una candidatura de este signo obtendría de dos a tres escaños, al mismo tiempo podría alcanzar uno en las circunscripciones de Barcelona, Santander, Toledo, Guadalajara, Cuenca y Ciudad Real. Ese año, las cifras menos favorables hablan de doscientos mil asistentes al 20-N. Fuerza Nueva se extiende rápidamente por la geografía española y el diario El Imparcial muestra una clara sintonía con Piñar desmarcándose cada vez más de las posturas de Fraga.
    Desde finales de 1978 se está planteando, en el seno de las fuerzas nacionales, ensayar a fondo la estrategia de la unidad.[71] Serán precisamente los descontentos de AP, encabezados por Silva Muñoz y Luis Jaúdenes, quienes propongan la creación de la coalición electoral que será Unión Nacional. A tal efecto Silva prepara las bases programáticas que servirán de base a la coalición. Tras varias reuniones se cerraron los acuerdos iniciales dándose una nota a la prensa. Sin embargo, en los últimos momentos y por razones nunca aclaradas –probablemente por presiones externas a muy alto nivel en el caso de Silva- Fernández de la Mora y Silva Muñoz no suscribieron el pacto y Jaúdenes retiró su firma. La coalición estaría formada por Fuerza Nueva, Falange Española, la Comunión Tradicionalista, la AJT, los Círculos José Antonio y la Confederación de Excombatientes. Además contarían con el apoyo de los diarios El Alcázar y El Imparcial. Piñar encabezaría la lista por Madrid. Cualquier entendimiento con AP era inviable. López Rodó afirmó: “nosotros nos sentimos más inclinados hacia UCD que hacia FN, con la que nunca pactaremos”. Manuel Fraga, desde el diario ABC, en una serie de artículos titulados La Derecha posible anatemizó a los “que quieren remplazar la Constitución por un sistema de los años cuarenta... los que lo persiguen con movimientos uniformados... los que mantengan concepciones integristas en canto a los fines de la sociedad”. Piñar, consciente de que disputan el mismo electorado, contestó: “me basta decirle que yo no me vestí jamás con el uniforme del Movimiento, mientras que usted juró con él lealtad al mismo hasta saciarse, y que con el sistema que nació en los años cuarenta fue ministro y embajador en Londres y yo no”.
    El catorce de enero de 1979, en el cine Europa, Piñar expone el programa político de Unión Nacional: Unidad no negociable de España; eliminación del terrorismo con implantación de la pena de muerte; rearme ideológico y moral de las FOP y de los españoles en Vascongadas; inspiración de las leyes en los principios católicos; desarrollo del estado nacional y social; reformas económicas con reapertura de empresas, revisión del seguro de desempleo, vigilancia del absentismo laboral, disminución de la presión fiscal, búsqueda de los equilibrios regionales; lucha contra la corrupción y reforma de la Constitución.[72] La campaña de UN fue imaginativa, con un lema moderno, hasta lo era el diseño de los carteles: “España en tus manos”. Si en 1977 sumando los resultados de todas las candidaturas se obtuvieron 110.000 votos, en 1979 se alcanzaban los 379.000 y Piñar salía diputado por Madrid.[73]
    El relativo éxito electoral no hizo sino reafirmar a FN en la necesidad de alcanzar un entendimiento político definitivo. El 15 de marzo de 1979, en una conferencia titulada Lecciones de unas elecciones, propondrá la conversión de UN en algo más que una coalición, pues mantenerla acabaría llevando a la lucha interna por la hegemonía por parte de los grupos: “yo estoy dispuesto, si para lograrlo fuera preciso, a quedar en posición de militante”. Piñar extendía su llamamiento hasta los grupos escindidos de AP haciendo especial mención a la Derecha Democrática de Silva Muñoz, para quien se reservaba “un puesto de dirección, responsabilidad y honor”. Ese futuro partido aglutinaría a cuantos “no estamos de acuerdo con la Constitución, precisamente porque excluye la concepción cristiana del hombre y de la política, y porque destruye la unidad de la Patria”.[74]

    La estrategia autónoma: el desarrollo de FN (1979-1982)
    La respuesta a la convocatoria de unión en una sola fuerza o fue negativa o no existió. Lo cierto era que el peso de la campaña, en la mayor parte del territorio, correspondió a FN. En muchos lugares la coalición sólo fue nominal, pero esto era suficiente para decidir a su favor a una parte del electorado cautivo existente en AP pero también en la UCD. En realidad la UN solo se mantuvo viva por la existencia de un diputado bajo estas siglas. Ni tan siquiera se mantuvo el acuerdo de cara a las inmediatas municipales cuando un éxito, aunque fuera pequeño en las mismas, hubiera asentado un electorado que se inclinó por las candidaturas aliancistas.
    Sin abandonar la idea de la unidad pero estimando que ahora se derivaría del crecimiento de FN y de su posición hegemónica, el partido de Piñar se inclina por continuar con la estrategia autónoma que había emprendido tras la derrota de 1977. Tras las elecciones Piñar realiza un recorrido por la geografía española inaugurando sedes e incluso realiza una gira por diversos países hispanoamericanos. De los continuos actos de propaganda FN obtiene sus mejores rendimientos políticos. Conforme la crisis se asiente en los gobiernos de Suárez, la crisis económica se incremente, siga la escalada terrorista, crecerán los actos de Fuerza Nueva y su presencia en los medios de comunicación ahogando en la derecha al partido de Fraga.[75] Aunque sea difícil de cuantificar esta realidad, siguiendo las fuentes de FN es posible establecer el siguiente cuadro de mínimos para tener una idea de lo que estas campañas significaron (no se incluyen ni las cifras de los asistentes al 20-N ni la globalidad de los datos correspondientes a las elecciones del 82).

    AÑO
    Actos con Piñar
    Asistentes
    1976
    23
    43.000
    1977
    32
    113.000
    1978
    32
    162.000
    1979
    35
    203.000
    1980
    36
    220.000
    1981
    45
    200.000
    1982
    35
    165.000
    A estas cifras sería necesario añadir los actos realizados sin Piñar. En la revista se recogen unos treinta actos significativos por año en 1981 y 1982, lo que demuestra que el partido había entrado en una fase de consolidación y expansión a nivel regional. Porque, en realidad, son las elecciones de 1979 las que permiten una implantación real a niveles provinciales del mismo. En muchos pueblos la Unión Nacional ni tuvo medios ni personas para realizar la más elemental de las propagandas.
    Junto con los actos públicos, FN comenzó a desplegar una importante actividad: en al menos diez provincias se realizaban ciclos de conferencias con continuidad; los actos del 20-N eran asumidos en provincias por la organización; a partir de 1980 se hizo usual, en muchas provincias, la convocatoria de una manifestación anual bajo el lema “Día de la Patria española”; también a partir de esas fechas comenzó la presencia de FN a través de asociaciones universitarias capaces de obtener representación. En sus secciones juveniles abundan los campamentos, grupos de coros y danzas, teatro... Pese a las muchas deficiencias estructurales, la realidad es que es a partir de 1980 cuando FN comienza su transformación en un partido político estable.
    Aunque no existen datos reales sobre su militancia ésta se encontraba dividida en dos grupos: militantes de FN y militantes de Fuerza Joven.[76] Es probable que en el momento de la disolución entre ambos grupos se sobrepasaran los 50.000 afiliados divididos prácticamente al 50%. De cara al exterior era esa importante presencia juvenil lo que más destacaba de Fuerza Nueva, de hecho en muchos lugares toda la actividad del partido residía en sus juventudes, pues como subrayan Rodríguez Jiménez y Casals, existía un vacío generacional dado el bajo número de militantes entre los treinta y los cincuenta. Es evidente que esta masiva presencia juvenil acentuó el radicalismo de FN. Radicalismo que por otro lado intentó ser controlado, mostrando además una permanente obsesión por la necesidad de formación del aluvión de militantes juveniles.[77]
    Las bases sociales de FN fueron definidas por Piñar como “hombres y mujeres de la clase media, profesionales, empleados, pequeños empresarios, trabajadores y campesinos y una oleada creciente de juventud”. Abundaban los excombatientes, familiares de asesinados por los republicanos durante la guerra civil, funcionarios de sindicatos y familias de militares.
    Pese a su crecimiento FN adolecía de importantes deficiencias estructurales. Uno de los principales problemas del partido era el económico. El partido era sostenido por sus militantes, carecía de financiación externa lo que limitaba sus posibilidades a la hora de comparecer electoralmente.[78] Esto supuso una acumulación de deudas que en 1982 superaban los trescientos millones de pesetas, lo que para FN era insostenible siendo uno de los factores que pesaron a la hora de decidir la disolución. La falta de recursos económicos le hizo imposible generar la burocracia mínima; aunque las labores eran realizadas por los militantes esto no permitía generar la estabilidad suficiente.
    En segundo lugar, tampoco se contaba con liberados por lo que la mayoría de los dirigentes de FN acabaron siendo políticos de fin de semana o en ratos libres lo que dificultaba las labores de estructuración del partido. Pero la deficiencia más grave –tercera- de cara a la consolidación de FN eran sus limitaciones a la hora de generar una propaganda propia. En gran medida el material, cuya venta reportaba unos importantes ingresos, no era diseñado por FN en función de una estrategia de propaganda sino adquirido a particulares que se habían dedicado a ello a la vista del potencial mercado que la presencia de FN significaba. Esta propaganda, básicamente llaveros, pegatinas, insignias, que estaba muy presente en las calles de las ciudades por su difusión entre un sector amplio de la juventud, acentuó una imagen nostálgica del partido.
    Finalmente se descuidó la difusión de la propuesta de FN; de hecho sólo se publicó la citada Norma Programática de 1976, esto ha hecho que se afirme que el partido nunca elaboró un programa político. No es cierto. El desarrollo de la estrategia autónoma implicó la concreción de ese programa, que de hecho se preparó de cara a las elecciones del 82. Pero FN no lo editó por lo que prácticamente es desconocido. En realidad la propuesta de FN fue explicada una y otra vez por Piñar en sus discursos, pero estos solo llegaban en su integridad a los asistentes a los mítines, que por otro lado distaban de ser repetitivos, siendo parcialmente reproducidos en la revista. Fuerza Nueva no pudo contrarrestar la imagen mediática que sobre ella se daba.[79]

    El problema de la violencia.
    Han sido muchos los que han subrayado cómo la vinculación de hechos violentos o de una imagen de extremismo y violencia a las fuerzas nacionales fue uno de los factores que actuaron más negativamente actuaron sobre las posibilidades de asentamiento de una alternativa neofranquista. Pese a que en la inmensa mayoría de las ocasiones tuvieran escasa relación con el partido de Piñar, lo cierto es que cuando se introducía el vocablo extrema derecha todo el mundo señalaba directamente a Fuerza Nueva.
    Los dirigentes de FN siempre han mantenido que existió una auténtica campaña mediática y política en su contra que aprovechó y aumentó estos hechos. En 1987, Piñar explicaba: “La primera campaña contra nosotros fue cuando lo de Atocha, un despacho cuya existencia yo desconocía. El primer sorprendido por el crimen fui yo. Luego se dijo que en él había gente de FN, aunque FN no existía aún como partido. Nunca he negado que estaban implicadas personas que habían frecuentado esta casa, pero que se habían separado hacía bastante tiempo. Entre otras cosas porque los servicios oficiales de información (y de acción como se ve) buscaron gente en esta casa. Personas que, entre defender el ideal que nosotros defendíamos aquí o hacerlo en los servicios paralelos del oficialismo optaron por lo último. Es absolutamente cierra la conexión de algunos de ellos con nosotros antes de la época del partido. A partir de entonces nos se quedaron y otros se marcharon… y así terminaron ellos, claro... se nos acusó sin fundamento de las matanzas de Atocha, de la muerte de Yolanda, de la colocación de las bombas que tantas víctimas produjeron en la Cafetería de Goya, California 47” (donde precisamente solían reunirse los militantes y simpatizantes de FN).[80]
    Desde los gravísimos sucesos de Atocha la postura de FN fue siempre invariable: “condenamos, sin reservas de ninguna clase, todos los hechos terroristas ocurridos en nuestra Patria. Los de estos días y los de fechas aún más lejanas y al parecer por muchos olvidados”.[81] Además, FN reiteró, una y otra vez, que se investigaran los hechos y en sus comunicados exigía “a los medios de comunicación social, que continuamente vierten especies acusatorias contra la que denominan extremaderecha, que tengan el valor cívico, en razón a la convivencia a la que tanto aluden, de concretar con exactitud quienes la integran ya que las acusaciones públicas que formulan revisten suma gravedad”. Al mismo tiempo entendía que con estas acusaciones genéricas y los actos de protesta que de ellas se derivaban se estaba impidiendo “el ejercicio de los derechos cívicos y políticos a FN”. Además, entienden que estas campañas “intentan paliar o a veces ocultare los crímenes probados de la ETA, FRAP o GRAPO”.[82]
    Piñar reiterará la oposición ideológica de FN a la acción directa: “nuestra concepción cristiana nos veda, categóricamente y sin la menor reserva mental, estar con el crimen, sea cual sea la adscripción de los supuestos delincuentes y la de las víctimas. “Los asesinatos de Madrid son todos repudiables y condenables. Matar a sangre fría revela una catadura moral incalificable. Nadie más que nosotros –difamados hasta la náusea- desea, quiere y urge que los hechos se clarifiquen y que se descubra y se castigue a los asesinos... Nuestra formación cristiana nos impide la utilización de métodos inconfesables”.[83]
    Como consecuencia de los incidentes y de las sucesivas campañas, entre 1978 y 1982, se amenazará a FN con la disolución. Ésta será pedida en el parlamento por los partidos de izquierda y cobrará especial fuerza entre 1980 y 1981, pero en realidad lo que se pretendía era, tal y como se deduce de los artículos del borrador, evitar que en España se pudiera organizar una fuerza neofranquista. Ya en 1978 circuló un “Proyecto de Ley sobre organizaciones de carácter fascista” cuyos artículos eran:
    “Art. 1 Las organizaciones y asociaciones de carácter fascista serán prohibidas en virtud de la siguiente ley
    Art. 2. Son organizaciones y asociaciones de carácter fascistas las que en sus estatutos o en su conducta política, declaraciones o escritos de sus dirigentes o comportamiento de sus asociados, adopte, defiendan o difundan la doctrina características de los regímenes fascistas conocidos en la historia, caracterizada por el belicismo, el colonialismo, el racismo, el nazismo, el corporativismo o la exaltación constante de las personalidades más representativas de tales regímenes antidemocráticos como Hitler, Mussolini, Salazar o el general Franco.
    Art. 3 Se consideran de carácter fascista, de modo particular, aquellos que hagan apología de los rasgos fascistas y represivos del régimen político que encabezó el general Franco o que, en su acción política actual, propugne la negación de las libertades ciudadanas o el ascenso del Ejército al poder político mediante un golpe de estado.
    art. 4 Las organizaciones y asociaciones de carácter fascistas serán disueltas por la autoridad judicial competente.
    Sus dirigentes y miembros serán juzgados como tales con arreglo a lo dispuesto en la legislación penal vigente.
    Serán también prohibidos los órganos de la prensa que hagan apología de la ideología fascista caracterizada por la presente ley”.
    De hecho las actividades de FN se vieron sometidas a constantes dificultades. Actos prohibidos sin justificación alguna que luego eran recurridos ante los tribunales fallando la audiencia a favor de FN; militantes, sobre todo jóvenes, que eran detenidos en funciones de propaganda para ser luego puestos en libertad sin cargos; importantes multas, entre ellas la más alta impuesta a un partido político, por incidentes en actos públicos.[84]
    A pesar de las denuncias, de las notas aclaratorias, de recurrir a los tribunales y de incluso pedir Piñar “que se abriese una investigación judicial sobe FN y sobre mi propia persona. No hay nada que ocultar”, Fuerza Nueva no logró disociarse de esta imagen, lo que le perjudicó notablemente. Lo que no se aireó fue que entre 1977 y 1982 Fuerza Nueva denunció el asalto o incendio de 32 de sus sedes y la agresión a medio centenar de militantes, así como la violencia policial.

    La disolución.
    En las riberas de la conmemoración del 20-N de 1982, que ese año se suspendería, FN anunció su disolución como partido político. La razón fundamental era su fracaso electoral y la pérdida del escaño obtenido en 1979. Era evidente que las elecciones no habían hecho sino confirmar lo que ya se había demostrado en las elecciones andaluzas, que FN continuaba manteniendo su poder de convocatoria pero que el proceso de disolución de la UCD y la vertebración del esquema bipartidista AP-PSOE había hecho que primaran las tesis del mal menor y el voto útil en el electorado. Por otro lado, el intento de reeditar la coalición de 1979 fue imposible ya que las relaciones con Falange se habían deteriorado a lo largo de todo el período. Además el frustrado golpe de Estado del 23-F, que nada había tenido que ver con FN, probablemente produjo un retraimiento en el electorado neofranquista que prefirió la carta más segura de AP. Tampoco FN logró el apoyo de Excombatientes y muchas de sus organizaciones pidieron el voto al mal menor.
    Ni la estrategia de la unidad y ni la estrategia autónoma habían logrado consolidar una alternativa neofranquista, pese a existir bases para ello, en el momento que se producía la primera estabilización del sistema de partidos en España.











    [1] López Pintor, Rafael, “Los cambios políticos: transformaciones en cadena y política de cambio”, en Diez años en la vida de los españoles, Barcelona 1986, pp. 29-30; Linz, Juan J., “La Transición en perspectiva comparada”, en Tusell y Soto, Historia de la Transición 1975-1986, Madrid 1996, p. 27.

    [2] Parece evidente que el interés por el estudio de esta corriente viene determinado por la relativa expansión de este fenómeno político por la Europa actual, junto con el fenómeno de la violencia urbana que estéticamente se identifica con motivos tradicionales de la extrema derecha y la aparición de movimientos neonazis, que muchas veces son reprobados por esos grupos. El debate actual se articula en torno a cuatro aspectos: primero, la discusión sobre si es posible trazar una serie de características comunes que globalicen a estos grupos; segundo, la existencia de una vieja y una nueva extrema derecha; tercero, el fenómeno de la violencia política ligada a muchos de estos grupos; cuarto, las posibilidades que tiene esta opción de consolidarse dentro de los actuales sistemas democráticos.
    Las aportaciones básicas para el caso español se deben a Xavier Casals i Meseguer y José Luis Rodríguez Jiménez. En su obra La extrema derecha española en el siglo XX, Madrid 1977, Rodríguez Jiménez ha realizado un análisis de lo que ha sido la evolución de esta corriente política prestando especial atención al discurso y actividades de la misma. Casals i Meseguer, La tentación neofascista en España, Barcelona 1988, ha buscado respuestas al por qué en España no se ha consolidado una opción neofascista o de derecha radical analizando la evolución de esta corriente tomando como base la evolución y el fracaso de Fuerza Nueva. Ambos se han ocupado de las relaciones de la extrema derecha europea con los grupos españoles. Casals i Meseguer, ¿Qué era? ¿Qué es? El fascismo. Entre el legado de Franco y la modernidad de Le Pen (1975-1997), Barcelona 1998. El fenómeno de la violencia lo aborda Casals en su obra, Neonazis en España. De las audiciones wagnerianas a los skinheads (1966-1997), Barcelona, 1995. Con menor precisión cabrían señalarse los trabajos de Mariano Sánchez Soler: Los hijos del 20-N. Historia violenta del fascismo español, Madrid, 1993; Descenso a los fascismos, Barcelona, 1998.

    [3] Stanley G. Payne, prólogo a la obra de Casals, op. cit. p. 27; Ibidem. p. 49.

    [4] Casals, quien más profundamente ha abordado la historia de Fuerza Nueva, comparte la tesis que una y otra vez ha repetido Piñar: las simpatías estaban con FN y el voto útil era para Fraga, op. cit. p. 49.

    [5] No existe en la actualidad ninguna biografía ni opúsculo que recoja la vida del fundador de Fuerza Nueva de forma completa. Contamos la aportación realizada por Victoria Prego, cuyas fuentes de elaboración han sido los textos citados de Casals y los que figuran en la nota siguiente de Rodríguez Jiménez, junto con las noticias de prensa y lo recogido cuando elaboró su conocida serie para Televisión Española vertida luego en su obra Así se hizo la Transición (1995); curiosamente, pese al protagonismo que le confiere, Victoria Prego no quiso entrevistar a Piñar: Diccionario de la Transición, Barcelona, 1999. Con notables desenfoques puede citarse el texto que aparece en la obra de José María Bernáldez bajo el título de “Blas Piñar. El Crepúsculo de los dioses”, ¿Ruptura o reforma?, Barcelona 1984. A lo largo de los números de la revista Fuerza Nueva el historiador puede encontrar diversas referencias biográficas; en la misma aparecen reproducidos gran parte de sus discursos o al menos sus esquemas. Piñar ha escrito varios libros de interés para el historiador: Combate por España, (4ª ed.) 1980; ¿Hacia la Tercera República?, Madrid, 1980; Hacia un Estado Nacional, Madrid 1980; Tiempo de Ángeles, Arca de la Alianza, Madrid 1987; Curso Breve de Formación Política, Madrid 1991; El Derecho a vivir, Madrid 1987; Mi réplica al cardenal Tarancón, Madrid, 1998. Recientemente ha aparecido el primer tomo de sus memorias bajo el título de Escrito para la Historia, Madrid 2000.

    [6] Sobre este período el único análisis histórico específico se corresponde con la tesis doctoral de José Luis Rodríguez Jiménez, Reaccionarios y golpistas. La extrema derecha en España: del tardofranquismo a la consolidación de la democracia (1967-1982), Madrid 1994. También son importantes su artículos “Ideología y léxico político de la extrema derecha española (1967-1989)” en Investigaciones políticas III. 53 Seminario (Bilbao, octubre, 1990), Asociación Española de Estudios de Mercado, Marketing y Opinión, 1991; “Origen, desarrollo y disolución de Fuerza Nueva (una aproximación al estudio de la extrema derecha española)”, Revista de Estudios Políticos, nº 73 (julio-septiembre 1991); “L’extrema dreta en la transició política a la democràcia”, L’Avenç, nº 186 (noviembre 1994). Resultan interesantes para el estudio de la evolución de Fuerza Nueva las sucesivas aportaciones de Ernesto Milá, siempre teniendo presente su enemistad política con Piñar y su disidencia con la línea política de Fuerza Nueva a la que consideró anticuada y moderada. Muchas de sus apreciaciones, que han sido seguidas por Casals y Rodríguez Jiménez, son erróneas al estar basadas en sólo una parte de la realidad que él mismo conoce: Ante la disolución de FN. El porqué de una crisis, Barcelona, 1984; El Frente Nacional de la Juventud en su historia y sus documentos. Un nuevo estilo en las fuerzas nacionales, Barcelona, 1985.

    [7] Guia de Campaña. Elecciones 1982, PSOE. Madrid 1982. Archivo del autor.

    [8] Constituyen las fuentes de este análisis: a) la prensa de la época; b) la revista Fuerza Nueva; c) el archivo de Fuerza Nueva; d) los documentos del propio Piñar e) las entrevistas efectuadas a don Blas Piñar, don Luis Fernández-Villamea (director de la revista), don Angel Ortuño Muñoz, Vicepresidente y durante muchos años Presidente del Consejo de Administración; don Ramón María de la Calzada (delegado provincial de Murcia y miembro del Consejo Político en los años del partido) y a numerosos dirigentes regionales del partido; y finalmente el propio archivo del autor.

    [9] Calzada, Luciano de, Reseña de los actos de la III Asamblea y 1ª Concentración Provincial. Hermandad Nacional de Alféreces Provisionales, Murcia 1959, p. 19.

    [10] Blas Piñar, “Nuestra razón de seguir”. Fuerza Nueva, nº 1000 (3-II-1990).

    [11] Discurso de Blas Piñar en Cuenca con motivo del 25 aniversario de Fuerza Nueva. Fuerza Nueva, nº 1031 (25-V-1991); Piñar, Escrito..., op. cit. pp. 435-442.

    [12] Sobre el origen de Fuerza Nueva tanto el análisis de Casals como el de Rodríguez Jiménez presentan inexactitudes o son incompletos. Tampoco es exacto que la mayor parte de los miembros iniciales de Fuerza Nueva pertenecieran en exclusiva a la Acción Católica como anota Rodríguez y suscribe Victoria Prego en su Diccionario de la Transición. En ocasiones se ha especulado, en el origen del nombre, con una frase de José Antonio en la que afirmaba: “no existe más fuerza nueva que nosotros y los carlistas”; también se ha aludido a unas palabras de Franco hablando de una fuerza nueva. Ambas referencias han sido utilizadas a posteriori en el discurso de Fuerza Nueva pero no tienen nada que ver con el origen del nombre de la organización. En total 92 personas fundaron Fuerza Nueva, entre ellas figuraban militares, falangistas, tradicionalistas y hombres de la Acción Católica. Conversación con Piñar.

    [13] Iturmendi, ministro saliente, lo confirmó en una reunión celebrada en Albacete, según comunicó a Piñar el decano del Colegio de Notarios de Albacete, Juan Martínez.

    [14] “Blas Piñar, discutido o no, es hoy una egregia figura del catolicismo español”. La Provincia (febrero de 1967), reproducido en”Fuerza Nueva cumple diez años”. Sobre su vinculación al Tradicionalismo resulta interesante resaltar su discurso,”Juan Vázquez de Mella, el orador de España” Piñar, Combate por España, pp. 3-29. A principios de los sesenta Carlos Hugo de Borbón quiso nombrarlo delegado de la Comunión Tradicionalista.

    [15] La persecución que sufría la revista llevó a la intervención del ministro del Ejército Francisco Coloma Gallegos, quien ordenó al director que cesará en el puesto o iría a un castillo. Piñar conserva el escrito del Ministro. Ballesteros tuvo que dejar temporalmente la dirección siendo trasladado a Mallorca. Fue una medida discriminatoria ya que no se tomó con otros militares. Piñar, Escrito..., op. cit. pp. 440-441.

    [16] Procedía del campo católico, había desarrollado su carrera como periodista en los medios del Movimiento. Durante muchos años dirigiría la revista Iglesia-Mundo.

    [17] Los editoriales de la revista estuvieron firmados casi siempre por Piñar. También algunos sin firma fueron obra de Fernández-Villamea o Ballesteros. Durante la transición y después, esporádicamente, Piñar volvió a ocuparse del editorial, siendo la mayor parte obra de Pedro Rodrigo hasta su muerte.

    [18] Piñar, “Prestidigitación” Fuerza Nueva nº 2 (21-1-1967). En su interior explicaba como la prensa extranjera reconocía el triunfo de Franco merced a su prestigio personal.

    [19] La revista mantuvo su periodo álgido entre 1970 y 1982 llegando a los catorce mil suscriptores y a una edición cercana a los cuarenta mil números. La primera gran crisis se produjo cuando se prohibió su entrada, ya en la Transición, en los recintos militares por orden de Manuel Gutiérrez Mellado: un muestreo realizado en los ficheros de suscripción de la revista muestra, por ejemplo, que en la ciudad de Cartagena, plagada entonces de unidades y recintos militares, la mayoría de las unidades estaban suscritas y algunas con varios números, lo que es un dato sobre la influencia que la revista ejercía en los ambientes militares. La segunda gran crisis de la publicación se iniciaría en 1982 con la disolución del partido, desde entonces el descenso de suscripciones, una vez retirada de su venta en la calle, se mantuvo hasta lograr una cierta estabilidad en los años noventa. En los años noventa su tirada ha oscilado entre los 5000 y los 3500 ejemplares. Datos obtenidos de FN Editorial.

    [20] La revista empleaba un lenguaje contundente y directo. Sus portadas eran de por si un editorial muy beligerante y llamativo que contrastaba con los del momento, que muchas veces se tornaba en una advertencia. Los temas de la revista se podrían agrupar del siguiente modo: un bloque estaría dedicado a los actos que protagonizaba su presidente que empezaron a adquirir una cierta continuidad a partir de 1970, a sus intervenciones en las instituciones; otro bloque, a la reproducción de artículos y conferencias de Piñar; constituía otra parte esencial la dedicada a la información internacional; y finalmente se dedicaban varias páginas a denunciar la subversión y las actividades de la oposición. Quedaban otros espacios para cuestiones de orden religioso, las cartas y las denuncias de los lectores. Este esquema se mantendría con pocas variaciones hasta 1982.

    [21] Cfr. Mairo Caciagli, Elecciones y partidos en la Transición española, Madrid 1986, pp. 51-54.

    [22] Entre 1979 y 1982 el calendario de mítines de Piñar se elaboraba con muchos meses de antelación en función de las numerosas peticiones provinciales. Cada fin de semana, Piñar, que nunca abandonó su profesión, intervenía en dos o tres actos públicos como mínimo.

    [23] Muerto -para Piñar- “en olor de santidad” a causa de sus heridas en la defensa de El Alcázar un veinte de noviembre, fecha de la muerte de Francisco Franco y de José Antonio Primo de Rivera, lo que constituye una de las simbologías de unidad más queridas y reiteradas en los discursos y escritos de Piñar.

    [24] Por radio escucharía el discurso de la Comedia (“yo tenía catorce años, los suficientes para captar la hondura y la alegría del mensaje”). Su novia y futura mujer, María del Carmen Gutiérrez Duque sería fundadora de la Sección Femenina en Toledo. Algunos datos sobre este periodo se encuentran en los prólogos escritos por Piñar para las obras de Ximénez de Sandoval, José Antonio (Biografía apasionada) y de José Luis Jérez, Falange Imperial. Madrid 1999.

    [25] Con palabras similares aunque con tono distinto, según el momento y el medio, Piñar será constante: “no he olvidado ni olvidaré la guerra, ni he olvidado ni olvidaré donde estuvo en vida y donde se hallan los restos mortales de mi padre. Y mientras quede el recuerdo del Alcázar, yo estaré con las ideas y con los hombres que las simbolizan”, Combate por España, pp. 126.

    [26] Casals, La Tentación…, op. cit. pp. 42.

    [27] Piñar ha comentado como entre sus lecturas juveniles figuraba la obra de Manuel Siurot, La emoción de España, que despertó su “vocación hispánica”. A esto se añadirían los textos de Maeztu y las reflexiones de Monseñor Zacarías de Vizcarra, obispo consiliario de la Acción Católica, y las tesis de García Morente. En la actualidad Piñar mantiene numerosos contactos con grupos que defienden la Hispanidad como base ideológica en Sudamérica, especialmente en Argentina. En muchos de esos grupos militan antiguos becarios del Instituto de Cultura Hispánica. Siendo diputado por la coalición Unión Nacional, en 1979, realizó una extensa gira política que le llevó a pronunciar diversos discursos en Paraguay, Chile, Argentina y Brasil. Fuerza Nueva nº 643-645 (mayo 1979).

    [28] Piñar, Combate por España, pp. 64-117.

    [29] López Rodó, Memorias, Barcelona 1990. pp. 304-305; Piñar, Escrito..., op. cit. pp. 42-47.

    [30] Llanos fue el alma de quienes decidieron constituir un grupo para ayudar a Manuel Hedilla una vez que terminó su destierro en Canarias; para este grupo llamó a Piñar. Probablemente por ello Hedilla decidió tomar contacto con Piñar, que ya había fundado Fuerza Nueva, en 1968 cuando puso en marcha el Frente Nacional de Alianza Libre (FNAL). Aunque Piñar no se integró mantuvo buenas relaciones y la revista dedicó varios artículos y reportajes a Hedilla.

    [31] Ese conjunto de ideales están conformados en la visión piñarista por: la herencia tradicionalista (Balmes, Vázquez de Mella, Pradera); la tradición política cristiana; el pensamiento tradicionalista a través de la nueva lectura realizada por José Antonio; y los aportes ideológicos del grupo Acción Española. Curiosamente, andando el tiempo, un desengañado Eugenio Vegas recalaría en Fuerza Nueva, en la que militaban algunos de sus familiares. Un resumen de esa concepción en el artículo “¿Qué fue el 18 de Julio?”, Fuerza Nueva, nº 1147 (23-VII-1996).

    [32] Rodríguez Jiménez, La extrema derecha…, op. cit. pp. 369.

    [33] Piñar, Escrito..., op. cit. pp. 215-235; Franco Salgado, Mis conversaciones…, pp. 538. En lo que conocemos del informe presentado por Carrero a Franco, en octubre de 1969, con respecto a la situación del Movimiento, las actividades de Solís y los efectos de la Ley Fraga y la situación política en la calle es fácil percibir la similitud con las denuncias de Piñar y Fuerza Nueva. Cfr. Preston, Franco. Caudillo de España, Barcelona 1994. p. 925; Tusell, Carrero. La eminencia gris del régimen de Franco, Madrid 1992. pp. 354-369 López Rodó, Memorias. Años decisivos, pp. 690-696.

    [34] Piñar, “Régimen, Gobierno, Oposición” Fuerza Nueva nº 156 (3-I-1970).

    [35] Fuerza Nueva nº 168 (28-III-1970), 170 (2-IV-1970) y 179 (13-VI-1970).

    [36] De las explicaciones a un grupo de personas en casa de Angel Ortuño en Valencia (1-III-1971) no se publicó referencia alguna. Copia consultada por el autor en el archivo de Piñar.

    [37] Fuerza Nueva nº 200 (7-IX-1970).

    [38] Conversación con Blas Piñar y guión para la entrevista que Piñar conserva en su archivo.

    [39] Todos los datos referidos provienen de los esquemas de Piñar para sus intervenciones en las reuniones de Fuerza Nueva y del Grupo de Acción Política entre marzo (dos y nueve) y abril (trece) de 1971. Documentos procedentes del Archivo de Blas Piñar.

    [40] En junio de 1971 Piñar tendrá el primer choque con el episcopado español. Durante una visita a la Cuenca Minera asturiana, donde tiene previsto pronunciar un discurso y celebrar una misa en Entrego, el arzobispo, monseñor Gabino Díaz Merchán, ordena al párroco de San Andrés cerrar las puertas del templo. “Se prohibe rezar a los muertos” Fuerza Nueva nº 233 (26-VI-1971)

    [41] En este año se iniciarían las relaciones internacionales de Fuerza Nueva. Las manifestaciones del MSI en favor de la España de Franco y la solidaridad que Piñar transmitiría en lo que los misinos denominan los “años de plomo” por los diversos asesinatos que sufrieron dieron paso a una colaboración. En octubre de 1972 una delegación de FN se trasladaría a Roma para entrevistarse con Giorgio Almirante. Posteriormente Almirante se desplazaría a España para asistir, ya en la Transición, en los actos conmemorativos del 20-N. Con él y con los representantes del partido francés Fources Nouvelles, fundaría Piñar la Eurodestra, a la que por cierto se negó a pertenecer Jean Marie Le Pen, que en un principio trataría de contactar con Manuel Fraga. Con el MSI las relaciones permanecieron intactas hasta la muerte de Almirante y la reforma de Gianfranco Fini que ha abierto lo que en Italia se llama el posfascismo aceptando la definición del presidente de la Alianza Nacional que forma parte del bloque que preside Silvio Berlusconi.

    [42] San Martín, José Ignacio, Servicio especial, Barcelona 1983. p. 219 y 246.

    [43] Ibídem. P. 245; Casals, op. cit. p. 45; Preston, op. cit. pp. 939-940; Las declaraciones de Piñar con respecto al texto de Tusell en Fuerza Nueva nº 1092 (26-II-1994), La Nación, nº 123(23-II-1994); Piñar, Carrero y nosotros (3-X-1996); Fuerza Nueva, nº 1199 (4-I-1999). Por el artículo se pidió el procesamiento de Piñar.

    [44] Fuerza Nueva, nº 386 (1-VI-1974)

    [45] Fuerza Nueva nº 411 (28-IX-1974)

    [46] Rodríguez Jiménez, La extrema derecha…, op. cit. pp. 392-398; Fernández, Carlos, “Llanto por el franquismo perdido”. Historia 16 nº119 (marzo.1996), pp. 63-69.

    [47] El diario pertenecía a DYRSA, empresa fundada una vez que el periódico fue recuperado de las manos de una empresa próxima al Opus Dei, gestiones en las que jugó un papel importante el propio Piñar quien desde entonces figuraba en el consejo de administración.

    [48] Victoria Prego, que recoge las impresiones de Girón, escribe en su Diccionario de la Transición, “No es que Blas Piñar y José Antonio Girón participen de las mismas actitudes ni formen exactamente equipo político porque tan sintonía no existe en la práctica. Es sencillamente que coinciden muchas veces en su alegato de intransigencia frente a cualquier movimiento político que consideren que pone en peligro el franquismo o la supervivencia del régimen”. Prego, Diccionario…, op. cit. p. 466.

    [49] Discursos en Fuerza Nueva, nº 463 (22-XI-1975), 465 (6-XII-1975), 466 (13-XII-1975).

    [50] Fuerza Nueva, nº 460 (1-XI-1975), nº 463 (22-XI-1975)

    [51] Fuerza Nueva, nº 467 (20-XII-1975).

    [52] El nº 466 de la revista rotulaba en portada, siguiendo lo manifestado por Piñar en Badajoz: “La Monarquía no es solo la Corona” (13-XII-1975)

    [53] Fuerza Nueva, nº 468 (27-XII-1975)

    [54] Declaración Programática de Fuerza Nueva, Madrid 1976.

    [55] En unas declaraciones al diario ARRIBA que fueron censuradas Piñar afirmó: “Carezco de inteligencia suficiente y no tengo tampoco imaginación para entender cómo se compaginan el juramento de lealtad a los Principios, la permanencia e inalterabilidad de los mismos y la realidad de cuatro o cinco partidos funcionando en una nueva democracia española”. Fuerza Nueva nº 471 (17-I-1976).


    [56] Con esta intención FN sondea, mediante entrevistas, a varios políticos del momento. Fuerza Nueva, nº 470-476 (enero-febrero 1976).

    [57] Esta coalición la formaban: Reforma Democrática de Fraga, UNE, UDPE, ANEPA, Derecha Democrática Española de Silva Muñoz, Democracia Social de Licinio de la Fuente y el Grupo Regionalista de López Rodó.

    [58] Boletín de las Cortes Españolas, nº 1532, (21-X-1976). Resultan interesantes las reflexiones de Piñar sobre este momento contenidos en su conferencia en la Universidad de Gijón, Fuerza Nueva nº 956; Piñar, Escrito..., op. cit. pp. 536-560; Victoria Prego, Así se hizo la Transición, Barcelona 1995, p. 550.

    [59] Piñar afirmará en Huelva (5-XII-1976): “no cabe duda que frente a la campaña del gobierno a favor del Sí apoyada con sus más gigantescas de dinero, nosotros podemos hacer poca cosa”.

    [60] Las bases de la campaña de Fuerza nueva se encuentran en los números 518 y 519 de la revista. La posición de la Confederación de Excombatientes en El Alcázar (15-XII-1976)

    [61] Fuerza Nueva, nº 524 (22-I-1977).

    [62] Hasta tal punto que en las primeras conmemoraciones del 20-N se enviará una circular a las delegaciones provinciales para que guardaran sitio en la presidencia de las misas en recuerdo de Franco a las autoridades de UCD.

    [63] Tras la conmemoración del 20-N se celebra la III Asamblea de la Confederación. Clausura la misma su presidente José Antonio Girón. En las primeras filas están: Pilar Primo de Rivera, Raimundo Fernández Cuesta, Enrique Thomas de Carranza por parte de Alianza Popular y miembros de UNE, FN y la Comunión Tradicionalista. Girón pide la formación de un Frente Nacional que encuadre a todas las fuerzas que no sean marxistas ni separatistas, un “bloque nacional monolítico”.

    [64] Diario 16 (17-VI-1986). Piñar, en declaraciones al mismo diario (3-III-1987), recordaría: “Nunca, no sólo en conversaciones particulares conmigo, sino en sus declaraciones públicas siempre nos excluyó radicalmente de cualquier tipo de entendimiento. Es más, incluso ha presumido de que uno de sus triunfos era el haber impedido que en España surgiese un grupo poderoso de lo que él llama despectivamente ultraderecha. Ha sido su propósito”. El Alcázar, (7-X-1986).

    [65] El 21 de febrero de 1980 se reúne con dirigentes de Excombatientes y de la Falange: trató de “convencerles de que no se puede actuar como lo hace Blas Piñar, critico la línea de El Alcázar... me reconocen que Blas Piñar no les representa, que está encaudillado y les fuerza la mano. El problema estriba en que se ha llevado un sector importante de la juventud”; anota, “son patriotas, miran al pasado, se les escapa el presente”. El 28 de febrero se entrevista con Fernández Cuesta y un grupo de falangistas: “su romántica nostalgia está igualmente teñida de impotencia frente a Blas Piñar que tiene revista, jóvenes y dinero. Sigo no obstante mi indicación de que por lo menos se aplique la doctrina clásica del mal menor”. Fraga Iribarne, Manuel, En busca del tiempo servido, Barcelona 1987, pp.193-194

    [66] La VIII Asamblea de la Confederación se clausura durante las elecciones del 82. Girón acusa las críticas por el comunicado ante las elecciones, que muchos tachan de ambiguo, y por no apoyar sin reservas la candidatura de Fuerza Nueva. Incluso, Antonio Izquierdo, director del Alcázar, ha forzado una interpretación del mismo explicando que se trata de una apoyo a las candidaturas piñaristas. En su discurso Girón afirma: “permitidme ejercer el derecho de una serena réplica a quienes se apresuraron, probablemente movidos por impulsos emocionales legítimos y lógicos dada la circunstancias que vivimos a levantar su dedo acusatorio frente al acuerdo mediante el cual al Confederación dio a conocer su posición ante las Elecciones Generales. Una posición, moral ética y práctica. Nadie puede dudar, por supuesto, que el ideal de todos residiría en certificar que el insistente anhelo popular de unidad, hubiera sido un hecho después de transcurridos siete años de una transición tan penosa, triste y agitada para nuestro pueblo. Pero esa certificación ha resultado imposible, porque imposible ha resultado unir a quienes manteniendo unas mismas creencias y unos análogos ideales, tal vez no han encontrado la fórmula idónea para una táctica común.”


    [67] Conversaciones con Blas Piñar.

    [68] El Alcázar, (19-IV-1977).

    [69] Fuerza Nueva, nº 549 (16-VII-1977)

    [70] Fuerza Nueva, nº 591-623 (mayo-diciembre 1978)

    [71] El Alcázar, (26-XI-1978)

    [72] Discurso integro en FN (20-I-1979)

    [73] Fuerza Nueva, nº 627-634 (enero-marzo 1979). El Imparcial (II-IV-1979)

    [74] El tema de la unidad de España y la oposición al concepto de Estado de las Autonomías se convertirá en uno de los ejes del discurso de FN, siendo uno de los recursos para atraer a los votantes de la derecha: “comenzó a hablarse de país, borrando del léxico la palabra nación; de las nacionalidades del Estado español, borrando del léxico el nombre de España. El cambio de mentalidad que con el cambio de léxico se pretendía no era otro que transferir el concepto de España como nación a las regiones convertidas en nacionalidades; el de transformar España, que es algo sustantivo, en la adjetivación circunstancial y provisional del Estado. La verdad es que entre nación y nacionalidad no existen diferencias. La nacionalidad y la nación postulan y requieren un Estado, porque es el Estado el que surge como custodio de la nacionalidad, poniéndose a su servicio para consolidarla y defenderla. Por eso es una farsa que denuncia un propósito taimado y astuto de embaucamiento hablar de las nacionalidades del Estado español”. Discurso en el cine Morasol (2-X-1977) en el que Piñar explica el programa político de FN.

    [75] Aunque solo sirva como ilustración anecdótica de lo apuntado cabe reseñar que en septiembre de 1980 Piñar y Fraga coincidieron en dos poblaciones próximas de Jaén, mientras en Villacarrillo, Piñar concentraba 2000 personas en el polideportivo, Fraga en Villanueva de la Reina tiene que celebrar el acto en el aula del instituto asistiendo solo 177 personas. Fuentes de AP informaron a FN que se prohibió que volvieran a coincidir los actos de Fraga con los de Piñar. Fuerza Nueva, nº 716 (27-IX-1980).

    [76] Los militantes registrados de Fuerza Joven no eran todos los existentes ya que muchos se encontraban en la categoría de adheridos (a partir de 1980 sería necesario superar un curso para obtener el breviario ideológico que hacía las veces de carné denominado Moral y Estilo, cuyos principios alejan mucho a FJ de la imagen violenta que se daba en la prensa).

    [77] El autor de estas líneas posee en su archivo una larga serie de circulares internas del partido y de sus juventudes desde 1979, de ellas, en ningún momento se puede deducir que FN apostara por una línea de actuación radical o de acción directa. De hecho es evidente la intención de reducir en algo el paramilitarismo inicial de la organización juvenil: por ello se dieron normas para eliminar los correajes, pantalones militares enfundados en botas, etc. También se dieron instrucciones para intentar evitar los numerosos incidentes que acompañaban los actos de FN. Incluso se modificó el tono de las denominadas Ordenanzas de Fuerza Joven. Esto provocó la escisión de los sectores más radicales que crearon el Frente Nacional de la Juventud que monopolizó los actos violentos de la extrema derecha y que desapareció al disolverse FN. Desde el partido siempre se sospechó que estaban manipulados por los servicios paralelos del estado.

    [78] Cuando se decidió presentar candidaturas parciales en las autonómicas gallegas ni tan siquiera se logró reunir dinero suficiente para realizar carteles.

    [79] De hecho, de cara a las elecciones del 82 FN empezó a trabajar en la confección de ese programa, así como en instrucciones para intentar optimizar los recursos. Todo este material sirvió de base a los Congresos Provinciales que se celebraron en el curso 81-82. El autor posee en su archivo copia de todos esos documentos.

    [80] Declaraciones de Blas Piñar a Diario 16, (3-III-1987)

    [81] Fuerza Nueva, nº 526 (5-II-1977).

    [82] En una de las notas emitidas con motivo del caso Atocha se recordaba que “FN no se puede responsabilizar, ni jamás lo va a hacer de las acciones que elementos incontrolados realicen fuera de la ley, aunque aparentemente demuestren determinada simpatía por nuestra organización política”.

    [83] Sería muy prolijo entrar a analizar el fenómeno de la violencia en relación a FN y al momento político que se vivía en España. Dos décadas después, cuando la investigación sitúa las cosas en su lugar, se hace evidente que se utilizó a la extrema derecha como pantalla para encubrir actividades de guerra sucia. Baste un ejemplo, la revista Cambio 16, que como todo su grupo mantuvo una clara beligerancia contra FN salpicada de sensacionalismo, publicaba en su número 561 un amplio reportaje titulado Los niños del terror ultra, arquetípico de las continuadas denuncias genéricas que aparecían en la prensa. En el mismo se incluía una lista de asesinados por el denominado “terror azul”, donde figuraban 19 personas asesinadas por el denominado Batallón Vasco Español, por los Grupos Armados Españoles o por la Triple A (en realidad el BVE en sus diferentes formas asesinó a 25 personas). Años después, los periodistas Melchor Miralles y Ricardo Arques, ambos habían trabajado en el Grupo 16 y estaban en El Mundo, publicaban su libro Amedo. El estado contra ETA, Barcelona 1989, en ningún momento se vinculaba a estos grupos con FN o la extrema derecha y sí con las fuerzas de seguridad o con los servicios del Estado. En realidad todos los nombres utilizados (BVE, ATE, ANE, GAE) eran lo mismo y no fueron sino la primera fase de la guerra sucia que se ha librado en España, en silencio, contra el terrorismo.

    [84] Piñar denunciará, tanto en la prensa como en el Parlamento, lo que considera una persecución. En su artículo El gobierno y Fuerza Nueva sostiene: “la hostilidad del gobierno de la Corona es evidente”, esto se demuestra en, “las notas de algunas autoridades, en las que, con alusiones más o menos directas, se afirma que somos un conjunto de bandas armadas”, en “las detenciones de los muchachos de FJ”, en “las sanciones impuestas a los asistentes a los actos del Día de la Victoria en Madrid”, en “la querella presentada contra mí a instancias del gobierno”, en la “reiteración con que los medios informativos oficiales transmiten o publican comunicados difamatorios contra nuestro grupo”, en los indicios de un proyecto de cerrar nuestros locales por un período más o menos largo de tiempo, y aún de disolver el partido”, en el “desmonte de los puestos de propaganda” por la fuerza pública. El Alcázar (31-IV-1978)
    Pious dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: LA ALTERNATIVA NEOFRANQUISTA: el intento de concreción política

    Aprovechando estos posts que ha colgado Kontrapoder, añado este, que si bien difiere un poquito en la temática de los anteriores, creo que tiene cierta relación.

    El movimiento nacionalsindicalista durante la transición.Una aproximaciónRafael Ibáñez HernándezUniversidad de Verano de laFundación José Antonio4 de agosto de 1997Castilnovo (Segovia)
    1. Precisiones previas
    Prácticamente desde el momento en que el proceso de transformación política del postfranquismo superó las diatribas en torno a su planteamiento reformista —defendido desde las esferas del poder establecido—rupturista —propio de la izquierda radical y la ultraizquierda— o de ruptura pactada —planteado por algunos sectores liberales avanzados y, sobre todo, por una socialdemocracia aún imperfecta, no desligada completamente del marxismo—, la profundización en el fenómeno que comenzaba a denominarse la transición comenzó a traducirse en numerosos textos. Lo que en un principio se limitaba al desarrollo de propósitos políticos, económicos y sociales fue concretándose —muy especialmente desde la promulgación de la actual Constitución en diciembre de 1978— en estudios parciales, limitados en el tiempo, el espacio o el propósito, que darían lugar a una ya amplia bibliografía1. Con la llegada de los socialistas al poder tras su victoria electoral en octubre de 1982 —momento que puede considerarse como hito del fin de la transición, aunque lógicamente sólo un paso más en la lógica evolución política continua de la sociedad española— se abre ya la etapa en que la transición pasa a ser objeto de investigación histórica, coincidiendo con la recuperación en España de la Historia Política y el auge en nuestro ámbito cultural —occidental y mediterráneo— de la Historia del Tiempo Presente.
    En esa abundante bibliografía, acrecentada en los últimos tiempos con motivo del vigésimo aniversario de la muerte del general Franco, encontramos obras de las más variadas características, aunque entre las más populares se hallan las memorias, las recopilaciones de artículos y los relatos periodísticos2. Tanto en obras de este calibre como en otras de mayor profundización metodológica3 se ha destacado el papel del rey en este proceso —curiosamente, fueron autores extranjeros los primeros en profundizar en esta línea4—, sin olvidar la trascendencia de la Unión de Centro Democrático y —por qué vamos a negarlo— del mismo Partido Socialista. Sin embargo, el papel jugado por la Falange resulta prácticamente silenciado, incluso por los propios falangistas que tuvieron algún tipo de protagonismo en alguna de las etapas del período y que han publicado con posterioridad sus memorias5. Posiblemente, la razón estribe en que el papel jugado por estos personajes no resultó a la postre demasiado brillante, como tampoco lo fue el de aquellos falangistas que se encontraban en la otra orilla del poder. No fue aquella la oportunidad de la Falange; durante el franquismo pasó el tiempo de intentar —al menos— la revolución nacionalsindicalista, y a la muerte del Caudillo otras fuerzas reclamaron para sí el protagonismo histórico que los falangistas habían dilapidado.6
    Con estos condicionantes, es inevitable creer que la historia del falangismo se cierra lustros atrás, con la muerte de Franco o incluso en el fracaso institucional de Arrese. Pero lo cierto es que la bandera rojinegra de la Falange siempre ha encontrado alguien que —con mayor o menor acierto— la ondeara frente a las adversidades y también —por qué no decirlo— quien la enarbolarse errónea o espuriamente. De forma que existe una historia falangista que llega hasta el día de hoy, aunque los historiadores apenas le hayamos prestado atención7. Hoy, cuando el pasado más inmediato reclama su justo lugar en la historia, la transición política en España parece un proceso definitivamente cerrado y nacionalsindicalismo un proyecto político que al menos merece el derecho a ser conocido —tanto más por quienes desean proseguir la aventura de la Falange—, parece llegado el momento de reconstruir ese pasado. Ardua tarea es ésta, en la que el primer paso será la recopilación de materiales muy dispersos, fuera de archivos, recogidos si acaso en colecciones particulares de difícil acceso, dada la escasez y reducida fiabilidad de fuentes bibliográficas, como las obras de Enest Milá o los volúmenes de la editorial Albia8. Por eso, en esta intervención de hoy apenas nos proponemos una primera aproximación a la historia del movimiento nacionalsindicalista durante la transición, abriendo una línea de investigación social, política e histórica de la que quizá dentro de algunos años podamos comenzar a recoger frutos.
    Existe un detalle intencionado y en absoluto nimio al que entiendo debe prestársele cierta atención. Cuando hasta ahora nos hemos referido a la historia de la Falange no hemos querido circunscribirnos a los estrechos límites de un nombre o una sigla. La Falange fundacional desapareció con el Decreto de Unificación de 1937, y la posterior conversión del partido único en el Movimiento Nacional disolvió aún más la posibilidad de aludir con el nombre de Falange a un grupo político concreto. Además, las peculiares circunstancias que ha atravesado la familia falangista —no sólo durante el franquismo, sino con posterioridad, e incluso también durante el período republicano— hace que nos parezca más correcto la utilización de la expresión movimiento nacionalsindicalista para aglutinar bajo su aparente ambigüedad a cuantos personajes, corrientes y grupos se hayan autoproclamado falangistas.

    2. Componentes del movimiento nacionalsindicalista
    Ya en otro lugar tuvimos ocasión de referirnos a esta cuestión9, pero es esta una oportunidad en la que nos parece útil recordar los diferentes sectores en que el movimiento nacionalsindicalista se desgajó como consecuencia de la Unificación. No nos confundamos. Tampoco el movimiento nacionalsindicalista durante el período republicano fue el frente monolítico que todos han presentado. La disparidad de orígenes de sus militantes —desde upetistas y fascistas al uso hasta cenetistas—, la variedad conceptual y de personalidad de los Fundadores y la propia evolución de los sucesos —la aparición de La Conquista del Estado hasta la clausura definitiva de locales en la primavera trágica de 1936, con la creación de las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalistas, el Movimiento Español Sindicalista y posteriormente de Falange Española, la intervención de monárquicos reaccionarios, la fusión de los grupos liderados por José Antonio Primo de Rivera y Ramiro Ledesma, la posterior exclusión de este segundo...— son factores que hicieron del movimiento nacionalsindicalista una pluralidad desde sus mismos orígenes, y es ésta una circunstancia que no ha variado hasta el presente.
    Cuando realizamos nuestro primer acercamiento a la oposición falangista al régimen de Franco, establecimos para su análisis tres bloques en absoluto estancos, más bien categorías permeables, a la que habría que sumar la familia de los falangistas colaboracionistas, aquellos entregados al régimen franquista, acomodados en las estructuras del régimen, prácticamente conformes con el papel meramente coreográfico que a la Falange se le había otorgado cuando definitivamente fue postergada en beneficio de católicos, tecnócratas y otras especies. Hablábamos entonces de la Falange crítica, encarnada por quienes desde dentro de la estructura del Movimiento Nacional aspiraban al cumplimiento de los postulados doctrinales nacionalsindicalistas, prescindiendo de vías clandestinas y radicales. Normalmente, estos falangistas se encontraban encuadrados en las organizaciones juveniles del Movimiento y en las Asociaciones discrepantes del oficialismo movimientista. El sector más ligado al mito hedillista aglutina a los falangistas que actuaron en la clandestinidad y al margen de las escasas vías que proporcionaba el Movimiento, aunque no perdieran el contacto con él de forma absoluta nunca. Es lo que llamamos entonces Falange alternativa. Junto a estos bloques, existió un grupo de militares más o menos cercano a la Falange que en su momento pudo asimilarse a la Falange crítica, representado fundamentalmente por los generales Juan Yagüe Blanco y Agustín Muñoz Grandes y del que formarían parte jóvenes oficiales surgidos de las filas del Frente de Juventudes. De todos estos bloques, acaso el único que se desactivó con el paso del tiempo fue el de los militares, sobre los que se cebó el espíritu de cuerpo, de forma que el período de la transición se abrió con la presencia de las familias alternativa —que, aunque sólo sea a efectos expositivos, relacionaremos con experiencias como la de Falange Española de las JONS (Auténtica) o Falange Española Independiente—, crítica —en la que podemos destacar por su importancia a los Círculos José Antonio— y, lógicamente, la Falange colaboracionista, que quedaría aglutinada entonces en torno a la personalidad de Raimundo Fernández-Cuesta.
    Además, debemos considerar un factor de cierta trascendencia para comprender no pocas actitudes personales, y cuya valoración escapa a cualquier capacidad de medida. Nos referimos a una cierta corriente de asimilación que arrastró a no pocos miembros de la Falange crítica —especialmente a los excombatientes— a alinearse en las posiciones de los colaboracionistas a la vista de los ataques que padeció desde su muerte la figura del general Franco. Pese a su posicionamiento inicialmente crítico —conocemos varios casos de falangistas recluidos en su vida profesional o aún perseguidos por el régimen franquista—, a partir de ese momento pesó sobre ellos su condición de soldados de Franco, cerrando filas en torno a la memoria del general que les llevó a la victoria y que proporcionó a España —estos son los términos de su discurso— cuarenta años de paz. Como reacción irreflexiva que es, resulta muy difícil comprenderla desde postulados racionalistas, y esto fue causa de no pocos conflictos en el seno del movimiento nacionalsindicalista durante el período, cuando esta humana fidelidad se convertía en el cuerpo de una actividad política que debía mirar hacia el futuro.

    3. Los precedentes de la transición
    Aunque bastantes autores señalan el comienzo del período de la transición en el momento mismo del fallecimiento del general Franco —registrado oficialmente en las primeras horas del 20 de noviembre de 1975, el trigésimo noveno aniversario del fusilamento de José Antonio—, no hay quien duda en señalar sus orígenes con anterioridad, retrotrayéndose incluso a hechos como el conocido como Contubernio de Munich10. Nosotros preferimos situarlo —especialmente en el caso que nos ocupa— en el año 1972, cuando José Antonio Girón de Velasco pronunció un discurso en Valladolid ante más de cinco mil falangistas —convocados por los excombatientes de la Primera Bandera de Castilla— en el que planteaba la canalización de la pluralidad en el seno del Movimiento Nacional a través de tres tendencias, algo que suponía la racionalización del régimen pero que, sin duda alguna, no satisfacía las aspiraciones democráticas liberales.
    El siguiente hito se encuentra dos años más tarde, en 1974, con las primeras actuaciones de Carlos Arias Navarro como Presidente del Gobierno en sustitución del Almirante Carrero Blanco, asesinado por ETA en diciembre del año anterior. El 12 de febrero de aquel año, el presidente Arias proclamó en su discurso ante las Cortes algunos principios aperturistas que dejaban paso al asociacionismo político. La reacción de ciertos sectores involucionistas del Movimiento —entre los que se encuentran los falangistas colaboracionistas— no se hizo esperar mucho tiempo. Hasta el propio ministro Secretario General de Movimiento, José Utrera Molina, se sorprendió cuando, coincidiendo con la fecha de conmemoración de los combates de la Sierra de Alcubierre, Girón de Velasco hizo pública una declaración política, reproducida íntegramente en el diario oficial Arriba —a la sazón, dirigido por Antonio Izquierdo—, en la que se acusaba al Gobierno de pretender «que los españoles pierdan la fe en Franco y en la Revolución Nacional». El Gironazo contra el espíritu del 12 de febrero surtió su efecto, pero el proceso aperturista sólo se retrasó.
    De hecho, poco tiempo después se pusieron en marcha en el seno del Movimiento las primeras asociaciones políticas, con el fin de abrir una senda para la —como se decía entonces— «concurrencia de criterios y contraste de pareceres». Comenzó así la larga marcha para la recuperación del nombre de Falange Española de las JONS, algo que —según el testimonio de Raimundo Fernández-Cuesta11— Franco sólo estaba dispuesto a que se concediera a la asociación en que figurasen José Antonio Girón —acaso el falangista con mayor ascendencia sobre el viejo general— y el propio Secretario General de la Falange en tiempos de José Antonio. Aún así, la asociación promovida por los citados y otros históricos falangistas como Manuel Valdés Larrañaga —primer Jefe Nacional del SEU—, Agustín Aznar Gerner, José María Gutiérrez del Castillo y Eugenio Lostau, y en la que figuraban otros falangistas de la siguiente generación, no pudo inscribirse con el histórico nombre en virtud de la interpretación oficial del Estatuto Regulador de las Asociaciones, de forma que se constituyó finalmente bajo el nombre de Frente Nacional Español.

    4. En el inicio de la transición

    Muerto Franco y, meses después, puesto Adolfo Suárez al frente del gabinete ministerial, se produce el primer avance de la transición, al aprobar las Cortes Españolas, con el sólo voto en contra de 92 procuradores, el hasta entonces proyecto de Ley del Derecho de Asociación Política. Una de las enmiendas a la totalidad del proyecto fue presentado y defendido por Fernández-Cuesta. No es cuestión de resumir ahora su intervención, en la que abogó por el carácter perfectible de las instituciones del franquismo, pero acaso resulte ilustrativo este párrafo con el que justificaba su actitud:

    Libre mi ánimo del influjo de cualquier egoísmo o ambición personal, al presentar esta enmienda, lo hago en definitiva, por la firmeza de mis convicciones en punto tan trascendental de la doctrina de la Falange, como es la admisión de los partidos políticos, por lealtad a ella; no por sentimientos nostálgicos, sino en razón de la valía intrínseca de esa doctrina, por el deseo de que quede bien definida la posición de cada uno, y de que se oigan en este recinto esas palabras de afirmación y lealtad; sin gran esperanza de la eficacia de las mismas en el presente, pero con mucha sobre el juicio que merecerán en el futuro. Y por el deseo, también, de servir al pueblo español y al Rey, como antes he servido a ese mismo pueblo y a Franco.12

    Mientras tanto, otras organizaciones falangistas trataban igualmente de acomodarse a la nueva situación. Se trata de un período sumamente confuso, en el que el trasvase de hombres y siglas es continuo. La permanente e indiscrimanada utilización del nombre de Falange Española de las JONS por diversas organizaciones no facilita la labor de identificación, y sólo un pormenorizado análisis cronológico y nominativo de los sucesos —con la colaboración de los protagonistas— permitirá algún día el esclarecimiento de los hechos, algo que no es nuestro propósito realizar en este momento. Sin embargo, es preciso dibujar al menos las líneas seguidas por los grupos más importantes, para conocer su situación en el momento en que la transición política en España rueda a mayor velocidad, el segundo lustro de los años setenta.
    Los Círculos José Antonio —nacidos al amparo del Movimiento, pero integrados por falangistas que se querían libres de lo que el Movimiento significaba— crearon en 1970 las Juntas Promotoras de FE de las JONS, posicionándose de esta manera en una situación que creían ventajosa para recuperar el viejo nombre cuando se iniciase la liberalización efectiva del régimen franquista, al tiempo que preconizaban una unidad de los falangistas que estaban muy lejos de lograr. Los incidentes de Alicante de ese mismo año —cuando la policía bloqueó la ciudad levantina para impedir que la Falange no oficial conmemorara allí el aniversario del fusilamiento de José Antonio— creó para las Juntas Promotoras un halo que atrajo a numerosos falangistas dispersos. En 1972 alcanzaría la presidencia Diego Márquez, momento en que aquellas demostraciones pasaron a denominarse Concentraciones Nacionales de Falange Española, si bien los problemas se cebaron sobre su organización, hasta el punto de que cuando en la IV Concentración —celebrada en Toledo— tomó la palabra el titular de la Secretaría General del Movimiento, Manuel Valdés Larrañaga fue interrumpido. El tumulto consiguiente se saldó con la suspensión temporal de los Círculos y la definitiva de las Concentraciones.
    Por otra parte, un grupo de falangistas pretendió durante todo el franquismo mantener viva la llama del nacionalsindicalismo al margen del movimiento. Herederos de la tradición de la Falange Española Auténtica nacida como respuesta a la forzada Unificación13, actúan con el común referente de la figura del segundo Jefe Nacional, Manuel Hedilla, lo que no quiere decir con su apoyo o respaldo. Así, surgen esfuerzos aislados de muy diferente carácter, como la Alianza de los Sindicalistas, la Organización de Recobro Nacional Sindicalista (ORNS), las Juntas de Agitación Nacional Sindicalistas (JANS), el Frente Nacional de Trabajadores (FNT) o el Frente de Estudiantes Sindicalistas (FES). En la década de los sesenta se crea el Frente Sindicalista Revolucionario (FSR), en el que participan Narciso Perales y hasta el propio Manuel Hedilla, quien dos años más tarde creará el Frente Nacional de Alianza Libre (FNAL), que pasará a ser dirigida por Patricio González de Canales a la muerte de éste en 1970. De la estrategia de ambas organizaciones surgirá más adelante Falange Española de las JONS (Auténtica).14
    El Frente de Estudiantes Sindicalistas tuvo como inspiradores a Sigfredo Hillers de Luque y Ceferino Maestú, y en su inicio se nutrió de alumnos disidentes de la Escuela Nacional de Mandos "José Antonio". Durante muchos años, el FES fue la viva voz del movimiento nacionalsindicalista en la Universidad, ahogada en la manipulación de unos y el desprecio de otros hacia el SEU. Su actividad se incrementó durante un tiempo con la creación de la Unión de Trabajadores Sindicalistas y las Juventudes Falangistas, mientras buscaban una cierta cobertura legal a través del Círculo Ruiz de Alda y la Asociación Juvenil Octubre. Acaso su principal preocupación fuera el dogmatismo doctrinal y la pureza de estilo, algo que resultaría poco compatible con sus esfuerzos unitarios, en los que al parecer se empeñaban todos los grupos falangistas... por separado.
    No obstante, las reuniones, los encuentros y aún las actividades conjuntas fueron nota predominante de este período de la historia del movimiento nacionalsindicalista. Las discrepancias —empero— fueron siempre mayores que la voluntad de unidad, y ninguno de esos intentos alcanzaron definitivamente el objetivo propuesto. Algunos, incluso, acabaron en auténticas batallas campales entre camaradas, reiterándose una y otra vez el referente histórico de los sucesos de Salamanca de 1937, aunque afortunadamente sin víctimas mortales. Acaso uno de los intentos que más posibilidades tuvo de prosperar fue el de las sesiones unitarias del llamado Club Don Hilarión, organizadas a instancias del FES, y a las que inicialmente asistieron representantes de los dos extremos del movimiento nacionalsindicalista, tanto los llamados hedillistas del FNAL como los colaboracionistas. Pronto los primeros se desligaron del proyecto de constitución de lo que sería el Frente Español por la común intransigencia entre estos y los históricos del Movimiento Nacional. Al poco tiempo, los Círculos José Antonio anunciaron su intento de legalizar la asociación Falange Española, desvinculándose así de los resultados de estos encuentros. El enfrentamiento entre Raimundo Fernández-Cuesta y los representantes del FES no se hizo esperar, y se tradujo incluso en roces con miembros de la Vieja Guardia. Al final, aquel proyecto político lo llevaron adelante sólo los hombres de Raimundo.
    En toda esta historia de desencuentros, sólo fue posible un acuerdo, el Pacto de Matute, llamado así por haberse firmado en los locales de la antigua Delegación del SEU en la citada plaza madrileña el 28 de junio de 1976. Lo hicieron las Asociaciones Juveniles Amanecer y Octubre, así como las Juventudes Falangistas y Jóvenes Falangistas; la Asociación de Antiguos Miembros del SEU; los Círculos José Antonio, Ruiz de Alda y Cuatro de Marzo; las Agrupaciones Bandera Roja y Negra y Nacional de Hermandades de Banderas de Falange; el Frente de Estudiantes Sindicalistas y el Frente Nacional Español. De esta forma, quedaron prácticamente autoexcluidos los falangistas de tradición hedillista, mientras que los seguidores de Hillers suplían su ya escasa fuerza militante con la presencia de todas sus entidades organizativas. Estos grupos acordaron que aquel que obtuviese legalmente la denominación Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista abriría el oportuno proceso constituyente para la integración de todos los españoles fieles a las doctrinas de José Antonio.
    Lo importante es conseguir este objetivo. De lograrse, y nos parece que nadie podrá impredirlo, tomamos la firme resolución de reunirnos bajo nuestra bandera roja y negra todos los Nacionalsindicalistas, en igualdad de condiciones, sin privilegios jerárquicos o condicionamientos de cualquier clase. Sin Jefaturas establecidas de antemano, los falangistas, democráticamente, fijaremos nuestra posición política y elegiremos los cuadros de mando.15

    Con manifiesta habilidad gubernamental, el histórico nombre fue finalmente concedido al Frente Nacional Español de Raimundo Fernández Cuesta, lo que se hizo efectivo en el Registro de Asociaciones Políticas el 1 de octubre de 1976, por otra parte cuadragésimo aniversario de la exaltación de Franco a la Jefatura del Estado. A partir de ese momento, la interpetación que el grupo de Raimundo realiza de lo pactado no concuerda con el sentir general, exigiendo la integración sin más de los restantes grupos en la nueva FE de las JONS, al tiempo que mantenía conversaciones preeelectorales con diferentes asociaciones políticas surgidas del seno del Movimiento —como la suya— y de claro tinte conservador. Las protestas fueron tales que no pudo negarse a la celebración conjunta del 29 de octubre mediante un gran mitin unitario que podía significar —esta vez sí— el comienzo del final de la dispersión, en el que tomarían la palabra Sigfredo Hillers, Eugenio Lostau, Tomás Marco y el propio Raimundo Fernández-Cuesta. Lo que allí ocurrió fue en realidad el final del principio. Invitados unos, emboscados otros, allí estaban mezclados Blas Piñar y Gonzalo Fernández de la Mora, neo-nazis, falangistas históricos... Una aséptica alusión a Franco por parte del primer orador —Hillers de Luque— provocó un inmenso altercado que acabó finalmente con el acto y con todas las esperanzas de revalidar el Pacto de Matute.16
    Para favorecer aún más la confusión, las autoridades gubernativas concedieron el empleo de variantes del histórico nombre a diferentes grupos. Así, los miembros del FES —ahora transformado en Frente Español Sindicalista— y sus entidades satélites crearon la Falange Española Independiente, que sin embargo careció siempre del impulso de su organización predecesora, encerrada en cierto sectarismo doctrinal. Sin apenas práctica en la vida política activa, su existencia se mantuvo lánguida por años. Los Círculos José Antonio se legalizaron el 14 de noviembre de 1976 como Partido Nacional Sindicalista, pero jamás lograron estabilizarse en la nueva situación política. Sólo Falange Española de las JONS (Auténtica) se encontraba en aquellos momentos en cierta situación de privilegio. Mientas los demás grupos se afanaban infructuosamente en la recuperación del nombre histórico y la unidad, los hombres del FNAL, junto con las Juntas de Oposición Falangista (JOF) y el Frente Sindicalista Unificado (FSU), comenzaron a actuar como si de hecho ellos fueran los continuadores de la histórica Falange, claramente dentro de lo que llamamos la tradición hedillista. Consecuentemente, en un congreso celebrado en mayo de 1976 quedó designada la nueva Junta Nacional, presidida vallisoletano Pedro Conde Soladana, considerado el IV Jefe Nacional tras José Antonio, Hedilla y Narciso Perales.
    Mientras tanto, el proceso de transformación política seguía su curso, y la Ley de Reforma Política abrió paso a los partidos. Fue uno de los momentos de gran paradoja, pues mientras FE de las JONS defendía en las Cortes su posición contraria al proyecto de ley17 y pedía el voto negativo en el referéndum convocado al efecto para el 15 de diciembre de 1976, FE de las JONS (Auténtica) —sin representación en la cámara pero con mayor presencia en la calle— propugnaba el boicot a lo que entendía como un plebiscito, coincidiendo así con las principales fuerzas de la izquierda española.
    Las elecciones celebradas seis meses después clarificaron enormemente el panorama en el seno del fragmentado movimiento nacionalsindicalista. Además de Reforma Social Española —partido de extraña ideología aparentemente socialdemócrata liderado por Manuel Cantarero del Castillo, quien acabaría en la conservadora Alianza Popular, y constituido a partir de la Asociación de Antiguos Miembros del Frente de Juventudes—, concurrieron a la convocatoria los Círculos José Antonio, Falange Española de las JONS (Auténtica) y la Alianza Nacional 18 de Julio, de la que formaba parte Falange Española de las JONS junto con lo más granado de la tradición carlista y Fuerza Nueva. Aunque esta Alianza fue —de todas estas fuerzas citadas, y con el apoyo de la Confederación de Combatientes— la que obtuvo mayor número de sufragios —algo más de sesenta y siete mil en toda España—, la que logró mejor posición fue la Falange auténtica, que presentada en solitario superó por poco los cincuenta mil votos.18 ¿Todo un triunfo?

    5. El período de desarrollo constitucional

    Lo cierto es que, a partir de este momento los problemas en FE de las JONS (Auténtica) no iban sino a multiplicarse. Un desmedido afán por radicalizar su discurso de izquierdas, un cierto maximalismo doctrinal, continuas crisis entre dirigentes de diferente nivel... crearon un ambiente nada propicio para aprovechar su ventajosa situación de liderazgo del movimiento nacionalsindicalista. De hecho, la escisión que pondría fin a esta situación no debe sorprendernos hoy a nadie.19 El tercer Congreso de la organización —febrero de 1978— se saldó con la ruptura definitiva, pese a la vida independiente que aún llevarían ambos sectores durante un tiempo. El grupo aglutinado en torno a la figura de Miguel Hedilla, Falange Española Auténtica (FEA) —que inicialmente arrastraría al veinte por ciento de los efectivos auténticos—, eligió como Jefe Nacional a Ana María Fernández Llamazares, desarrollando una ilusionada pero surrealista actividad política. Con el tiempo, se hizo cargo de la dirección del partido José Luis Puértolas hasta su extinción. Por su parte, Pedro Conde abandonaría a mediados de 1979 la dirección de FE de las JONS (Auténtica), siendo sustituido por Jesús Esteban, a quien sólo unos meses después seguiría el aragonés José Manuel Bardají. La Falange autoproclamada "de izquierdas, revolucionaria y autogestionaria" fracasó en su empeño, pero tuvo la nobleza de reconocerlo, al darse por extinta el 23 de diciembre de 1979. La mayor parte de los militantes de estas organizaciones que realmente aspiraban a reconstruir el complejo la tradición de la vieja Falange con los mimbres de los tiempos nuevos —hacemos excepción de los evolucionaron hacia militancias extremas en la izquierda— se replegaron en lo que podríamos llamar sus personales cuarteles de invierno.
    Indudablemente, el sector del movimiento nacionalsindicalista más beneficiado por esta situación fue Falange Española de las JONS, la organización liderada por Raimundo Fernández-Cuesta. Pese al exclusivismo de su actitud frente a otros grupos que reclamaban igualdad de condiciones para acceder a la pretendida unidad, lo cierto es que a su seno fueron llegando —poco a poco, y en muchos casos por iniciativa personal— falangistas provenientes de diferentes organizaciones, muchos de ellos con la secreta esperanza de modificar la línea del partido desde dentro, algo a lo que el propio Fernández-Cuesta animaba verbalmente, pero a lo que oponía todas las trabas posibles. Su primer gran triunfo vino de la mano de la Agrupación Nacional de Hermandades de Banderas de Falange, que el 12 de noviembre de 1976 ingresó en bloque en FE de las JONS, corroborando con su actitud la interpretación realizada por los históricos colaboracionistas del conocido Pacto de Matute.
    Lo cierto es que Falange Española de las JONS fue en aquellos sus reinicios una organización fácilmente adscribible a la extrema derecha. Su actitud era acorde con los sectores más inmovilistas del extinto Movimiento Nacional, y en muchas ocasiones actuaba como mera acólita de Fuerza Nueva, el hermano mayor. La parafernalia de sus actos pretendía ser mal remedo, no ya de la propia de los tiempos heroicos, sino de la estética fascistizante de la postguerra. Con una visión política que hoy a todos se nos antoja claramente errónea, FE de las JONS trató de recrear los referentes históricos de la Falange fundacional, prácticamente limitando su actividad pública al mantenimiento del calendario de los fundamentales actos de su breve vida: aniversarios de la Fundación, de la muerte de Matías Montero, de la fusión con las JONS, de la batalla de Alcubierre, el Día de las Falanges Gallegas, el asalto al Cuartel de la Montaña... Incluso, asumió para sí la organización de un acto necrológico cuyo desarrollo resultaba trascendental para la identificación del grupo: el traslado a pie desde la Ciudad Universitaria de Madrid hasta el Valle de los Caídos, en la noche del 19 al 20 de noviembre, de dos coronas: una para José Antonio Primo de Rivera y otra para Francisco Franco. Su primer periódico se proclamaba heredero de la histórica cabecera F.E., mientras las referencias al Régimen del 18 de Julio y el Caudillo Francisco Franco eran una constante.
    La falta de visión política resultaba palmaria, y las contradicciones en su seno eran cada día mayores. Por iniciativa de jóvenes universitarios valencianos, en 1977 renacería el SEU, aunque entonces como un mero apéndice del partido. Con esto, comenzaron a ingresar en sus filas jóvenes falangistas que no habían vivido ni la República, ni la Guerra, ni el Movimiento, y que poco a poco demostraron que eran capaces de pensar por sí mismos. Por esta y otras vías, en FE de las JONS recalaron numerosos falangistas que —sin las premuras de la edad o las urgencias revolucionarias de quienes llevaban ya mucho tiempo luchando por los mismos objetivos— estaban dispuestos a cambiar la Falange desde dentro. Así, se abrió una fase de expansión del partido por todo el territorio nacional, que poco a poco fue sustituyendo a los auténticos en su papel de máximos representantes del movimiento nacionalsindicalista. Este crecimiento —no espectacular, desde luego— actuaba como imán para atraer a más falangistas, incluso a algunos que abominaban de la dirección encabezada por Raimundo Fernández-Cuesta.
    Una vez más, con ocasión de las elecciones generales de 1979, Falange Española de las JONS se alió con Fuerza Nueva, contando en esta ocasión con la colaboración de los Círculos José Antonio, que buscaban en ésta ocasión para sobrevivir. Fernández-Cuesta —segundo en la lista por Madrid— estuvo muy cerca de conseguir su escaño, objetivo que sólo logró Blas Piñar, quien de esta forma confirmaba su liderazgo en la extrema derecha. La Falange acusó el golpe, pero fueron los Círculos José Antonio los realmente perjudicados, padeciendo por este motivo una tremenda sangría en sus ya exiguas filas de militantes. Posiblemente fuera ésta la razón de mayor peso que llevó a sus dirigentes a optar por la integración de los Círculos en FE de las JONS, lo que finalmente ocurriría el 28 de abril de 1979, alcanzando Diego Márquez la Subjefatura Nacional, compartida con Manuel Valdés.20 Paradójicamente, este hecho provocó que algunos militantes —con Antonio Jareño a la cabeza— abandonaran la disciplina del partido y, unidos a organizaciones marginales como el Frente de Unificación Falangista Aragonesa o la Unidad Falangista Leonesa, formaron el Movimiento Falangista de España (MFE).21
    La intentona golpista del 23 de febrero de 1981 fue una auténtica sorpresa para la Falange, cuya capacidad política era tan reducida que ni siquiera era capaz de prever lo que se anunciaba en la prensa. De hecho, su actuación siempre iba a remolque de los acontecimientos, y su discurso resultaba monocorde, con continuas referencias a los escritos clásicos de José Antonio. Falange Española de las JONS seguía siendo la organización de los falangistas colaboracionistas con el régimen de Franco; pero estos poco a poco dejaron de tener la exclusiva, y comenzaron a oírse voces de protesta, tímidas y fácilmente acalladas en un principio, pero más ardorosas a medida que transcurría el tiempo.
    En esta compleja situación —en la que convivían el exaltado discurso de tono revolucionario con la efigie del Caudillo en los bazares provinciales— se convocaron las elecciones generales de 1982. En esta ocasión, las reticencias falangistas y el engreimiento de Blas Piñar impidieron la habitual coalición, y Falange Española de las JONS presentó candidaturas de forma independiente. Con la tradicional escasez de fondos, FE de las JONS estuvo presente en los medios, ocasión que dilapidó sin remedio. Y ello, por dos razones. La primera, porque la imagen ofrecida en nada favorecía a la organización. ¿Qué podía decir al elector una imagen de Raimundo, con gorra de plato, junto a Franco, en el estadio del Real Madrid, durante la celebración del Congreso Nacional de Falange en 1953? La otra razón, porque al finalizar la campaña propagandística, el Jefe Nacional anunció por televisión la retirada de las candidaturas con el fin de no restar vigor a otras fuerzas antimarxistas que podrían hacer frente al PSOE, cuya victoria electoral parecía inevitable. Esta decisión levantaría no pocas ampollas entre aquellos falangistas que la entendieron como una nueva claudicación ante los conservadores.
    Finalmente, Fernández-Cuesta optó en 1983 por retirarse de la vida política activa. Aunque hizo su anuncio en el mes de febrero, no sería hasta el 23 de julio cuando se efectuase el relevo. Cuatro candidaturas fueron presentadas y aceptadas por el Consejo Nacional: la de Antonio Gibello, quien se retiraría en el momento de exponer su programa ante la Asamblea; la de Manuel Valdés, claramente continuísta; la de Dionisio Martín Sanz, que se entendió entonces como una maniobra de Girón de Velasco, aún no sabemos con qué intenciones; y la de Diego Márquez Horrillo, que en aquel momento —pese a las acusaciones de falta de carisma22— representaba una verdadera posibilidad de cambio. El candidato oficialista quedaría en el último lugar, mientras que Diego Márquez doblaría en número de votos —obtuvo 81— a Martín Sanz.
    Con el triunfo socialista en las elecciones del 28 de febrero de 1982, se abría el epílogo de la transición en España. Comenzaba el momento del cambio. ¿Lo era también para la Falange?

    6. La oportunidad del cambio

    Lo cierto es que el sector más reaccionario de la Falange saludó al nuevo Jefe Nacional con una verdadera carga de profundidad. A los pocos días de la elección, el SEU celebró en Candelario (Salamanca) un campamento en el que, además de las tradicionales actividades de este tipo de reuniones, pretendía estudiar el proyecto de Ley de Reforma Universitaria. Durante aquellos días, las presiones de los seuístas contra su Jefe Nacional, Antonio Tuero González —impuesto por la antigua dirección del partido—, crecieron de forma alarmante al oírle criticar sin mesura al nuevo Jefe Nacional y afirmar que éste había rechazado su renuncia al cargo. Cuando Diego Márquez asistió a la clausura del campamento, tuvo que reconocer que dicha renuncia no se había efectuado en la debida forma, y se vio obligado a anunciar que lo haría de manera expresa en lo siguientes días. Pero no fue así, y en el mes de septiembre la revista Tiempo publicaba un extenso reportaje sobre aquel campamento plagado de mentiras e inexactitudes proporcionadas —junto con unas fotografías ad hoc— por un supuesto falangista arrepentido.23
    La Asamblea Nacional del SEU celebrada poco tiempo después pareció liquidar los problemas con la expulsión de Tuero y el nombramiento —tras reñida elección— de Juan Oliveros como Jefe Nacional. Sin embargo, la historia fue muy diferente. La actitud de los nuevos dirigentes del SEU no parecía resultar muy acorde con el espíritu que se pretendía insuflar a la nueva FE de las JONS, y las tensiones personales afloraron en la organización universitaria con una fuerza inusitada. A medida que transcurrían los meses, la situación se fue deteriorando hasta tal extremo que, cuando al fin se afrontó el relevo en la Jefatura Nacional del SEU —lo que se hacía coincidir con un movimiento estatutario dirigido a independendizarlo orgánicamente de Falange—, la reunión acabó en batalla campal a las puertas del local de la Cuesta de Santo Domingo. Tras unas escasas semanas de reconstrucción urgente de la estructura nacional del Sindicato, se alzaría con la Jefatura Nacional el estudiante madrileño Miguel Muñiz García, elegido en Asamblea el 14 de abril de 1984.
    Pese a estas y otras dificultades, los nuevos dirigentes de Falange Española de las JONS —en su mayor parte vinculados a lo que fueran los restos de los Círculos José Antonio— iniciaron una tímida modificación de planteamientos en la histórica organización, en muchos casos arrastrados por las circunstancias y empujados por el ímpetu de los falangistas que creían al fin llegado el momento de cambiar las cosas. Aunque Diego Márquez solicitó un plazo de un año antes de efectuar un relevo general en los cuadros provinciales de mando, el discurso general del partido fue variando con rapidez. Acaso el ejemplo más palmario de cuanto decimos se encuentre en el análisis de la prensa editada por la Jefatura Nacional.
    Ante los reiterados fracasos de FE de las JONS en su intento de recuperar las históricas cabeceras periodísticas de la organización —en manos del organismo Medios de Comunicación Social del Estado24—, se había optado por la política de hechos consumados, iniciando la edición de una publicación que remedaba el título del más importante semanario del período republicano: Arriba... los valores hispánicos. Para este proyecto, la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda recabó la colaboración de prestigiosas firmas periodísticas pretendidamente azules de su entorno. El resultado no podía ser otro: el nuevo Arriba parecía un suplemento del órgano de los excombatientes, El Alcázar. Incluso, se imprimía en los talleres de Dyrsa, la sociedad editora de aquél. Con la llegada del nuevo equipo, el tono del periódico comenzó a cambiar, e incluso su aspecto externo. Poco a poco, las relaciones entre FE de las JONS y El Alcázar fueron haciéndose cada vez más difíciles. El primer paso para la ruptura definitiva surgiría con la aparición de un nuevo grupo político que —jugando con la idea de la unidad de las llamadas fuerzas nacionales— intentaría cubrir el espacio dejado por la disolución de Fuerza Nueva. Ante las pretensiones de la Confederación Nacional de Combatientes de que Falange Española de las JONS se integrase en las nacientes Juntas Españolas, la negativa fue rotunda, sin ofrecer oportunidad a la más mínima duda:
    Ante la noticia aparecida en la prensa sobre la aparición de un nuevo partido político que recibirá el nombre de Juntas Españolas de Integración, con la pretensión de "adaptar a 1984 la doctrina del fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera", la jefatura nacional de FE de las JONS desea manifestar, con todo el respeto que merece la nueva formación política y los hombres que la configuran, que sólo a los falangistas que como tales actúan bajo la disciplina de la organización que fundara José Antonio les cabe el honor y la obligación de actualizar la doctrina nacionalsindicalista, labor en la que están empeñados actualmente los militantes de FE de las JONS.
    Si a los promotores del nuevo partido les preocupa el vacío creado por la desaparición de determinadas fuerzas nacionales, consideramos que difícilmente podrán llevar a cabo esta labor, pues parte de una premisa totalmente falsa al entender que los militantes de dichos partidos desaparecidos aceptaban pura y totalmente la ideología nacionalsindicalista.
    En cualquier caso, Falange Española de las JONS no entrará a formar parte de las JEI, en contra de los rumores que sobre esta cuestión hayan podido circular.25

    Rotas de esta forma las hostilidades, sólo faltaba desenganchar el vagón del tren ultraderechista. Los enfrentamientos con El Alcázar eran permanentes, aguardando a la oportunidad más propicia, que llegó con la reunión de la VII Asamblea General, en enero de 1985. La información aparecida en el órgano de la Confederación sobre el desarrollo de la primera jornada no fue satisfactoria para la Falange, de forma que la propia Asamblea acordó por unanimidad dirigirse al director del citado medio —el mismo Antonio Izquierdo que propició el Gironazo— para expresar su malestar. Ante la negativa del director de El Alcázar a recibir copia del acuerdo de la Asamblea, la Jefatura Nacional decidió insertarlo en la portada del siguiente número de Arriba. El número fue compuesto en los talleres de Dyrsa en la forma habitual, pero a la vista de su contenido Antonio Izquierdo exigió la retirada de aquel texto. Aquella actitud —claramente improcedente, a los ojos de los falangistas— ofreció la oportunidad de oro, y ya aquel número de Arriba fue definitivamente impreso en otros talleres.
    Lo cierto es que aquella etapa de la Jefatura Nacional de Diego Márquez supuso un cambio de orientación política trascendental, aunque no exenta de peligros que —a la postre— acabarían manifestándose como más que puras entelequias. En un comienzo, apenas parecían haber cambiado las cosas. En noviembre de 1983, la Falange volvió a portar las dos coronas hasta el Valle de los Caídos —no sin fuertes reticencias por parte de la juventud militante— y la organización estuvo presente en la tradicional conmemoración del 20-N. Pero al año siguiente todo fue distinto, en un inequívoco gesto por recuperar la identidad perdida de FE de las JONS. «La Falange y los falangistas estamos hartos de que todo el mundo se crea con derechos suficientes para decidir lo que la Falange tiene que hacer, tiene que pensar y tiene que creer», fue la respuesta del Jefe Nacional ante las públicas protestas de la extrema derecha por la negativa a portar un año más una corona hasta la tumba de Francisco Franco y asistir a la manifestación del 20-N.26 Esta resuelta actitud hizo saltar de ira a los representantes de aquella Falange colaboracionista que aún copaban el Consejo Nacional de FE de las JONS. Veinticuatro consejeros nacionales encabezados por Raimundo Fernández-Cuesta —y entre los que se encontraban personajes de renombre y trayectoria como Pilar Primo de Rivera, José María Gutiérrez del Castillo, Diego Salas Pombo, Dionisio Martín Sanz, José Utrera Molina, Jesús Suevos o Manuel Valdés—, a través de un escrito publicado a toda plana en El Alcázar conminaron al Jefe Nacional a un pública rectificación, al tiempo que afirmaban salvar su responsabilidad «retirándose de los cargos que ostentan en la organización». Una sacudida de este calibre pudo hacer temblar las estructuras de la Falange, pero en aquel momento Diego Márquez se supo apoyado por la militancia más activa y respondió punto por punto a todas las acusaciones, aceptando expresamente la dimisión colectiva27.
    Aún perduró durante algún tiempo esta política de gestos. Surgió una nueva oportunidad con la convocatoria del prometido referéndum sobre el ingreso de España en la OTAN. En ocasiones anteriores, FE de las JONS se había manifestado con confusas declaraciones partidarias del ingreso, previo cumplimiento de determinadas condiciones —de carácter plenamente nacionalista— que desde luego no se hallaba en condiciones de exigir. En esta nueva etapa, se reabrió nuevamente el debate y —ante las presiones de ciertos sectores recalcitrantes— daba la impresión de que se resolvería nuevamente por la senda de la dialéctica perversa. Finalmente, ante la Asamblea Nacional —y tras un agrio debate— Diego Márquez y otros miembros jóvenes de la Junta Nacional del partido no votaron a favor del texto oficial de resolución, optando por apoyar la moción alternativa —partidaria del rotundo voto negativo en la inminente consulta popular—, que resultó mayoritariamente apoyada.
    Gestos como éste abrieron posibilidades para la integración de ciertos sectores minoritarios del movimiento nacionalsindicalista en FE de las JONS. Grupos como Unidad Falangista Montañesa se incorporaron a Falange sin apenas resistencia, favoreciendo de paso el relevo en una conflictiva provincia como era la de Cantabria. En cambio, la aproximación del Movimiento Falangista de España resultó inviable. Como consecuencia de un casual encuentro en los pasillos de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense entre Diego Márquez —que acudía a pronunciar una exitosa conferencia— y Sigfredo Hillers —profesor en aquel centro—, éste último apoyó la incorporación de sus muy exiguas huestes a FE de las JONS, aunque nunca disolvió formalmente FEI.
    Lamentablemente, aquellos fueron los únicos logros de aquella política efectista, que no efectiva. La recuperación de la identidad de FE de las JONS exigía un esfuerzo callado y diario que no se realizó con el suficiente vigor. El necesario relevo en las estructuras provinciales del partido no se realizó, y los Jefes Territoriales fueron convirtiendo sus respectivas jurisdicciones en auténticos virreinatos. De esta forma, surgieron contradicciones como las planteadas en Galicia, donde en nombre de FE de las JONS se continuaba exaltando innecesariamente al régimen del 18 de Julio, sin que desde la Jefatura Nacional se produjese reacción alguna. Esta indefinición real, junto a la falta de apoyo por parte de aquellos otros miembros del movimiento nacionalsindicalista que ya habían caminado esta senda años atrás y no parecían dispuestos a volver a recorrerla, facilitó que colaboracionistas de segundo orden —auténticos inasequibles al desaliento— recuperaran parte del peso específico perdido en los primeros momentos de la Jefatura Nacional de Diego Márquez.
    La falta de sentido político real resultaba evidente, y el primer gran fracaso vino de la mano del Primer Congreso Ideológico. Era éste un proyecto que Diego Márquez diseñó dentro del plan de recuperación de la identidad, y que puso en marcha en los primeros momentos. Pero aquella ocasión de crisis no resultaba la propicia para la serena actualización ideológica, y el proyecto fue discretamente aparcado. Cuando la ilusión renovadora comenzó a dar paso al desencanto, la reacción de los dirigentes fue reactivar el Congreso Ideológico como una vieja promesa pendiente de cumplimiento. Mas continuaba sin ser el momento, y desde luego no eran aquellos los métodos. Lo que pudo ser una oportunidad trascendental de sosegado estudio se convirtió en una concatenación de reuniones asamblearias y seminarios desordenados que concluyeron con la redacción de unas ponencias definitivas, resumidas en 33 Afirmaciones Fundamentales que terminaron por no contentar a nadie.28 En un tremendo error de cálculo, se intentó proporcionar cierta espectacularidad a la aprobación de aquellas Afirmaciones, organizando un acto en la explanada de la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Pero la asistencia de militantes no fue tan amplia como se esperaba, y aquella mañana fría de octubre los cielos se abrieron sobre la sierra madrileña y diluvió cuanto quiso.

    7. El final de una etapa

    Aquél era el momento para cerrar una etapa con balance —pese a todo— ciertamente positivo. Así intentó hacérselo ver el Presidente de la Junta Política y responsable del Congreso Ideológico —Santiago Fernández Olivares— al Jefe Nacional al presentarle su dimisión, al tiempo que solicitaba a Diego Márquez que hiciese lo propio. Pero las cosas transcurrieron por otros cauces.
    Con la permanencia de Felipe González en la Presidencia del Consejo de Ministros hasta 1996 puede darse por cerrado definitivamente el período de la transición democrática en España, límite cronológico de esta exposición. Lo que ocurriera en el seno del movimiento nacionalsindicalista tras la clausura de aquel Congreso Ideológico en realidad está todavía sucediendo hoy. Este tiempo que acabamos de repasar resulta —como hemos visto— harto complejo. No es posible buscar culpabilidades absolutas ni eximir de total responsabilidad a nadie. Posiblemente, los más inocentes fueran los falangistas de a pie, que han padecido durante estos años una proverbial desorientación. En todo caso, con sus renuncias y errores, retrocesos y rectificaciones el movimiento nacionalsindicalista ha pervivido en un mar de dificultades, lo que ya es de por sí un pequeño pero suficiente triunfo que puede proyectarse hacia el futuro.
    A partir del 2 de julio de 1995, Gustavo Morales es elegido jefe nacional y termina la Falange del Silencio para dar paso a la Falange de la Calle.












    1 José A. GÓMEZ YÁÑEZ, "Bibliografía sobre la Transición a la Democracia en España" en Fosé Félix TEZANOS, Ramón COTARELO y Andrés de BLAS (eds.), La transición democrática española, Madrid : Sistema, 19932, p. 807-855, recoge numerosos textos aparecidos hasta 1982.
    2 Por referirnos a algunos títulos, señalaremos la recopilación de Carlos SECO SERRANO Al correr de los días : crónicas de la transición, Madrid : Complutense, 1994; la obra colectiva coordinada por Santos JULIÁ, Javier PRADERA y Joaquín PRIETO Memoria de la transición, Madrid : Taurus, 1996; el reportaje de Julia NAVARRO Nosotros, la transición, Madrid : Temas de Hoy, 1995; o el reportaje de Victoria PREGO Así se hizo la Transición, Barcelona : Plaza & Janés, 1995.
    3 Javier TUSELL, La transición española a la democracia, Madrid : Historia 16, 1991, fue el primer manual monográfico sobre el tema.
    4 Philippe NOURRY, Juan Carlos : un roi pour les républicains, Paris : Centurión, 1986; Charles T. POWELL, El piloto del cambio : el rey, la monarquía y la transición a la democracia, Barcelona : Planeta, 1991; Joaquín BARDAVÍO, Las claves del rey : el laberinto de la transición, Madrid : Espasa Calpe, 1995.
    5 Manuel VALDÉS LARRAÑAGA, De la Falange al Movimiento (1936-1952), Madrid : Fundación Nacional Francisco Franco, 1994 ; Pilar PRIMO DE RIVERA, Recuerdos de una vida, Madrid : Dyrsa, 1983; Raimundo FERNÁNDEZ-CUESTA, Testimonio, recuerdos y reflexiones, Madrid : Dyrsa, 1985. Sólo algunos detallan aquellos sus últimos momentos de vida pública con informaciones de cierto valor. Es el caso de José UTRERA MOLINA, Sin cambiar de bandera, Barcelona : Planeta, 1989 ; o José Antonio GIRÓN DE VELASCO, Si la memoria no me falla, Barcelona : Planeta, 1994.
    6 Luis GARCÍA SAN MIGUEL, Teoría de la transición : un análisis del modelo español, 1973-1978, Madrid : Editora Nacional, 1981, p. 158: «La Falange pudo haber hecho (o intentado al menos) su revolución bajo el franquismo, pero no pasó de ser el sector 'social' del Movimiento.»
    7 Apenas unas líneas le dedica a la Falange de la transición Sheelagh ELLWOOD, Prietas las filas : historia de Falange Española, 1933-1983, Barcelona : Crítica, 1984.
    8 Ernest MILÁ, Falange Española, 1937-82. Los años oscuros, Barcelona : Alternativa, 1986; Pedro CONDE SOLADANA, F.E. de las J.O.N.S. (Auténtica), Bilbao : Albia, 1977; Diego MÁRQUEZ, Círculos José Antonio, Bilbao : Albia, 1977.
    9 Rafael IBÁÑEZ HERNÁNDEZ, "La oposición falangista al régimen de Franco (1937-1975) : consideraciones sobre una cuestión inédita" en Congreso de Jóvenes Historiadores y Geógrafos : actas, Madrid : Universidad Complutense, 1989, p. 625-637. Con posterioridad, Francisco BLANCO, "Grupos falangistas opuestos al franquismo, 1963-1975" en Javier TUSELL, Alicia ALTED y Abdón MATEOS (coords.), La oposición al régimen de Franco. Estado de la cuestión y metodología de la inbestigación, Madrid : Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1990, t. I, vol. 2, p. 453-467.
    10 Véase la obra colectiva Cuando la transición se hizo posible : el "Contubernio de Múnich", Madrid : Tecnos, 1993.
    11 FERNÁNDEZ-CUESTA, op. cit., p. 261 y ss.
    12 Citamos partir de la versión incluida en Las asociaciones políticas en las Cortes, [Madrid] : Frente Nacional Español, [1976]. También en FERNÁNDEZ-CUESTA, op. cit., p. 381-390.
    13 Armando ROMERO CUESTA, Objetivo: matar a Franco (La Falange contra el Caudillo), Madrid : Barbarroja, 19942.
    14 Además del ya citado libro de Pedro Conde, podemos encontrar una versión oficial en el libro de Javier MORILLAS Una brecha para la revolución de España, [Madrid] : Falange Auténtica, 1978.
    15 El texto íntegro del acuerdo aparece reproducido por Manuel Antonio TUERO MADIEDO, ...Y traerán prendidas cinco rosas(Falange: la historia, la doctrina), [Barcelona : autor], [1979], p. 254-255, aunque no cita a todos los firmantes antedichos.
    16 Versiones de lo sucedido en el libro de MILÁ, op. cit., p. 34-36, y José Luis RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, Reaccionarios y golpistas. La extrema derecha en España: del tardofranquismo a la consolidación de la democracia (1967-1982), Madrid : Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1994, p. 198-199.
    17 Raimundo FERNÁNDEZ-CUESTA, Observación general al proyecto de Ley de Reforma Política, [Madrid] : Falange Española y [sic] de las JONS, [1976].
    18 Alianza Nacional 18 de Julio, 67.326; FE de las JONS (Auténtica), 50.926; Círculos José Antonio, 8.184; Falange Española Independiente, 855. FE de las JONS se presentó en solitario en tres provincias, recabando para sí 20.639 votos. Fuente: Base de Datos de Indicadores Sociales y Económicos.
    19 Con todos sus errores de calificación, puede verse la anticipación del hecho en el libro de Ernesto Cadena (seudónimo de Ernest MILÁ) La ofensiva neo-fascista, Barcelona : Acervo, 1978, p. 169.
    20 El texto del acuerdo en FERNÁNDEZ-CUESTA, op. cit., p. 395-396.
    21 Mariano SÁNCHEZ SOLER, Los hijos del 20-N. Historia violenta del fascismo español, Madrid : Temas de Hoy, 1993, p. 102.
    22 ELLWOOD, op. cit., p. 260.
    23 Carlos CARNICERO, "La nueva Falange prepara guerrillas urbanas" en Tiempo 71 (19 sept. 1983), p. 24-29. La portada de la revista presenta este escandaloso titular: "La Falange se echa al monte".
    24 Juan SÁNCHEZ RADA, Prensa: del Movimiento al Socialismo. 60 años de dirigismo informativo, Madrid : Fragua, 1996.
    25 "Aclaración necesaria" en Arriba... 7, p. 1.
    26 "Carta del Jefe Nacional a Antonio Izquierdo" en Arriba... 8, p. 1.
    27 En Arriba... 8, p. 2-3. Con posterioridad, la hermana de José Antonio fue aceptada nuevamente como miembro del Consejo Nacional del partido.
    28 Véase, a modo de ejemplo, el trabajo de Luis Miguel VILLEGAS MARTÍNEZ Comentario al Primer Congreso Ideológico Nacional Sindicalista, Madrid : Proyecto Fénix, 1989.

  3. #3
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    Re: LA ALTERNATIVA NEOFRANQUISTA: el intento de concreción política

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    Excelente texto.

    De todos modos la perspectiva del análisis es exclusivamente histórica y aséptica, y no entra en valoraciones (lo cual es lógico, por ser obra de un historiador).

    Lo que falta aquí (y que sería decisivo para un verdadero juicio sobre lo que pudo significar Fuerza Nueva) es el punto de vista de la concordancia que tuvieron sus postulados con la Doctrina tradicional de la Iglesia y su defensa, hecho que debería ser la cuestión básica para defender aquellos postulados de Fuerza Nueva como, al menos, un auténtico y verdadero “mal menor” irrenunciable dentro de la debacle de la “derecha” a la muerte de Franco.

    El autor del texto parece considerar todas las opciones políticas, como absolutamente lícitas y legítimas para cualquier tipo de votante, ignorando cualquier tipo de limitaciones por razón de su licitud moral.
    Ahora bien, el problema decisivo es otro: no se trataría tanto de averiguar el calado y aceptación de Fuerza Nueva entre los electores derechistas de entonces sino de probar cómo Fuerza Nueva (u otras organizaciones similares) defendían unos postulados con una fundamentación religiosa y moral acordes, más bien, con la Tradición de España y de la Iglesia y que, por tanto, hubieran debido ser irrenunciables y obligatorios para todo católico; es decir para la mayoría de los españoles de entonces.

    Y ese era el drama fundamental que se ventiló (y que se perdió): que por aquellos mismos años se comprobaba la traición de los obispos y del clero posconciliar a los postulados del Magisterio y del Catolicismo tradicionales, deslegitimando y desmarcándose de cualquier opción política tradicional y de orden que los defendiera o aplicara (caso de Fuerza Nueva o del Carlismo, en España).

    Es evidente que, de no haberse celebrado el Vaticano II, la opción de aquellos obispos españoles probablemente se hubiera encaminado a apoyar tendencias mucho más tradicionales y a condenar opciones liberales (como UCD y PSOE) con el consiguiente reflejo en votos de esos (previsibles) apoyos y condenas episcopales.

    Y es obvio que Fuerza Nueva, el Carlismo o la Falange incluso, en tal caso, habría obtenido amplísimo apoyo católico y que la UCD no habría sido ni sombra de lo que llegó a ser. Y, en definitiva, que la transición (que la hubiera habido) habría sido otra.
    Última edición por Gothico; 18/07/2007 a las 00:26

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