Revista FUERZA NUEVA, nº 529, 26-Feb-1977
Extracto del discurso pronunciado por Blas Píñar en el cine-teatro Brisamar de Comarruga (Tarragona), el 13 de febrero de 1977
(…) De todas las frases publicitarias que se utilizaron por el Gobierno para la propaganda masiva y obsesionante del “Sí”, no cabe la menor duda que aquella que decía, ampulosamente, “Habla, pueblo, para que la violencia calle” debe ser tenida como la menos afortunada. En plena orgía de carteles invitando con dicha frase a la aprobación de la ley de reforma, se produjo el secuestro de Oriol; después, entre atracos y actos diversos de terrorismo, el secuestro del teniente general Villaescusa, y la semana trágica y sangrienta de Madrid, que nada tiene que envidiar a la que hace muchos años vivió estremecida Barcelona. Por si fuera poco, anteayer caía asesinado un inspector de Policía en la Ciudad Condal, víctima del tristemente famoso GRAPO.
¿De qué nos sirve la reforma democrática, se preguntan hoy muchos de los que víctimas de la manipulación votaron que “sí” cuando su voluntad era lo contrario? (…)
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Un balance sintético de lo acaecido desde la puesta en marcha por el segundo Gobierno de la Monarquía de su proyecto de reforma, se vislumbra el discurso pronunciado por el presidente Suárez al concluir la semana trágica madrileña.
Es curioso advertir el juego drástico que el señor Suárez hizo de las palabras “todo” y “nada”; y digo que es curioso, porque después de tantas y tan reiteradas condenaciones de los extremismos y de los ultraísmos, y de la elevación a dogma de los vocablos “centro”, “moderación”, “equilibrio” y “serenidad”, se recurre oficialmente, y no sin subrayados de entonación, a posiciones maximalistas y en absoluto confrontadas.
Como el presidente del Gobierno sólo dialoga con quien le parece oportuno, y de un modo especial y casi a diario con partidos políticos en su mayoría ilegales, y algunos radicalmente enemigos de la Monarquía, negándonos incluso el saludo político, procuraremos desde aquí -pues hasta las Cortes parece que no son cauce adecuado a los ojos oficialistas- contestar y comentar algunos de los pasajes de su discurso ante las cámaras de Televisión.
I. Dijo el señor Suárez: (Con estos crímenes) “se trata de hacer inviable nuestro camino hacia una convivencia civilizada”.
Por lo visto, antes de la Reforma no había convivencia; y si ésta existía, no era civilizada. Pues bajo ella, y en ella, transcurrió la vida del presidente Suárez y del pueblo español. Pues bien, a mi juicio, es el Gobierno el que está quebrantando con su torpe política la convivencia civilizada en que vivíamos.
II. Dijo el señor Suárez: “Ustedes han decidido su destino como nación”.
Lo que, a mi juicio, equivale a esta deducción lógica: primero, se os hace decir lo que no queréis; luego, hago lo que me parece oportuno; y después, cuando salen mal las cosas, os echo la culpa. Algo parecido, aunque no idéntico, hizo Pilato: “Vosotros quisisteis crucificar a Jesús; no os quejéis si al morir, en el Calvario, se rasga la cortina del Templo”.
III. Dijo el señor Suárez: “conseguirán su objetivo si ustedes se atemorizan, si consiguen hacerles creer que se han equivocado al aprobar la reforma”.
Pero ¿cómo no se van a atemorizar?, ¿quién los defiende?, ¿quién defiende al obrero apaleado por no querer secundar la huelga?, ¿a la empresa que quiere anunciarse en una publicación de signo nacional?, ¿a la familia de los asesinados en el País Vasco?
Sin duda, señor presidente, que usted está atemorizado. Si no ¿por qué ha abandonado su casa y el edificio de Castellana, 3, para refugiarse entre policías con metralletas en el búnquer del Palacio de la Moncloa? ¿por qué ha sustituido su automóvil por un Mercedes blindado y antibala?
Claro que la mayoría que el señor presidente alude se ha equivocado con el “sí”. Pero esa conclusión ha llegado tal mayoría no por el clima de inseguridad que los asesinos han creado, sino por el clima de incertidumbre y de abandono que ustedes han creado y que los terroristas, lógicamente aprovechan.
IV. Dijo el señor Suárez: “No estamos ante un problema de autoridad, porque allí donde hay un criminal dispuesto a matar, existe la posibilidad de que se cometa un crimen”.
¡Valiente perogrullada! Porque allí donde hay una nube existe la posibilidad de que llueva. Pero para tal fin están los paraguas, los impermeables, las canalizaciones, los aljibes, las presas y las obras hidráulicas. (…)
V. Dijo el señor Suárez: “Sí, tenemos conciencia de todo ello, yo les aseguro que el terrorismo será desplazado”.
Ya lo saben ustedes: es un problema de conciencia. Si ustedes tienen conciencia de que ha comenzado un incendio; si tienen conciencia de que sus llamas invaden las habitaciones de su casa; si tienen conciencia de que los incendiarios lo que pretenden es dejarles en la ruina; si tienen conciencia de que hay unos extintores que pueden apagarlo; si tienen conciencia de todo ello, y además, mientras el incendio sigue, ustedes están atentos a lo que el presidente les dice por televisión, estén seguros de que la piromanía, al haberse quemado la nación entera, habrá sido definitivamente desplazada. ¡Palabra de honor! (…)
¿Y qué nos dicen, entre otras, algunas de esas realidades que, en evitación de todo engaño, no se deben ni se pueden escamotear?
• Los asesinatos de Madrid (abogados comunistas de Atocha) son todos repudiables y condenables. Matar a sangre fría revela una catadura moral incalificable. Nadie más que nosotros -difamados hasta la náusea- desea, quiere y urge que los hechos se clarifiquen y que se descubra y castigue a los asesinos.
Pero, sentado esto, la diferencia de trato, el privilegio que condenó el primer mensaje de la Corona, ha sido evidente. Los (abogados) comunistas, que no cayeron con la toga puesta, tuvieron un cortejo triunfalista por las calles más céntricas de la capital de España. Los cadáveres de los soldados del orden, que cayeron en acto de servicio y vistiendo uniforme, fueron sacados del hospital Gómez Ulla a deshora, en descampado, sin anuncio previo, para que nadie se enterara. ¡Pues claro que el honor está -y sobre todo en situaciones como ésta- mucho más alto que la pura disciplina!
• Anteayer ha sido asesinado un inspector de Policía, en Barcelona, por militantes de un partido comunista. Estoy seguro de que tampoco se paralizó la vida ciudadana para que el pueblo pudiera rendir su último homenaje al que dio su vida por la Patria; y dejó viuda y un pequeñín, para el cual su padre solo será una fotografía añeja.
• Ya sé que los partidos marxistas han condenado todos los crímenes y han puesto esquelas sin cruces en los periódicos, dedicadas a los policías victimados. Es curioso que no las pusieron antes; y es más curioso que acudan conmovidos a las exequias, y a continuación pidan, con la insistencia y el reto de siempre, la amnistía inmediata para los asesinos.
No hay concordancia entre la condenación del crimen y la impunidad que solicitáis enseguida. Esa conducta, en castellano, si la estudiáis con detenimiento, os llevará a calificaros de hipócritas. (…)
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