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Tema: El equívoco acto en que D. Juan “cedió sus derechos” a Juan Carlos, rey “franquista”

  1. #1
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    El equívoco acto en que D. Juan “cedió sus derechos” a Juan Carlos, rey “franquista”

    Es decir, Juan Carlos, gracias a esa especie de "bendición" de su padre D Juan dejó de ser ya rey "franquista", quedó limpio de "totalitarismo", tras recibir los carismas liberales consustanciales a su maldita dinastía borbónica, cuya capital hasta entonces era Estoril.

    Hasta la llegada de Juan Carlos al trono a finales de 1975, se mantenía, y así constaba en textos oficiales, que Juan Carlos era el rey elegido para la INSTAURACIÓN de la Monarquía del 18 de Julio, una monarquía nueva que no tenía nada que ver con la fenecida monarquía alfonsina, caída con la república en 1931, abandonada de todos y sin visos de haberse vuelto a hablar en España de ella sino por la pura y simple voluntad de Franco una vez que el nuevo Régimen se iba institucionalizando. (Hay varios documentos y comentarios en el foro enviados sobre el tema ( La Monarquia española y el pensamiento de Franco).

    En base a ello, por dos veces, tanto cuando Juan Carlos fue designado por las Cortes en 1969, en vida de Franco, como tras su jura y proclamación en noviembre de 1975, juró guardar fidelidad a los principios del Movimiento y Leyes Fundamentales. Es decir, aun siendo de la misma dinastía borbónica-liberal juraba como rey de una Monarquía sin ningún vínculo con la alfonsina-liberal anterior.

    Sin embargo, el círculo absolutamente minoritario de los monárquicos juanistas mantenía que el rey legítimo seguía siendo D. Juan de Borbón, más cercano a la sucesión de Alfonso XIII y que no mantenía ningún vínculo ni simpatía con Franco ni su Régimen. Estos estaban por la RESTAURACIÓN de la antigua monarquía y obviamente por el liberalismo que siempre la acompañó.

    Entre medias de ambas posturas algunos personajes relevantes y aperturistas del Régimen (el presidente Arias…) solían hablar de una “REINSTAURACIÓN”, que consistiría en permitir a Juan Carlos rey instaurado del 18 de Julio y a la vez restaurado de una dinastía liberal, una conveniente y moderada apertura hacia la democracia europeísta.

    Así tras haber sido coronado Juan Carlos como rey en 1975, estar suficientemente consolidado y siendo aprobada la ley de reforma política en referéndum y a la vista las primeras elecciones libres, la postura de su padre D. Juan como alternativa para la democracia era ya insostenible, y debía ceder todo el protagonismo a Juan Carlos: acto que se realizó públicamente y ante la TVE en mayo de 1977.

    Obviamente, a esa altura, en sus respectivos discursos ya ni padre ni hijo apelaron a lo bien que les vino Franco, al 18 de Julio y las Leyes Fundamentales (… precisamente la causa de que ellos no estuvieran de permanente y forzoso veraneo en playas y palacetes de Estoril, la Costa Azul francesa o el Caribe), discursos liberales en toda regla como si en cuarenta años no hubiera pasado nada, ni la II República ni Franco, y fueran ambos inocentísimos herederos de Alfonso XIII dispuestos ... a repetir los errores de éste corregidos y aumentados…

    Quien oyera entonces a D. Juan, sin mayores datos, hubiera creído que ese señor (que nunca fue nada, que sólo se representaba a sí mismo, y que sólo se enteraba la gente de él por el diario monárquico ABC) abdicaba de algo que hubiera ejercitado de pleno derecho décadas y décadas …

    Y es que la intencionalidad política y manipuladora de tal acto, emitido por TVE, pero que hubiera debido ser sólo acto privado entre padre e hijo, supuso normalizar públicamente el papel político de D. Juan y su discurso como simpático rey "legítimo" e "injustamente" postergado por culpa... , faltaría más, ... del "dictador".

    En definitiva, la traición y perjurio de Juan Carlos se acbaría camuflando y diluyendo a medida que los escandalizados de su perjurio a la Monarquía instaurada por Franco se iban resignando a la Monarquía reinstaurada y finalmente a la Monarquia restaurada y liberal-masónica-europeísta, totalmente opuesta a la instaurada, y en la cual Franco ya no pintaba absolutamente nada.

    Una tomadura de pelo, digna del reino de chirigota si no hubiera sido trágica para España y sus principios y valores históricos.
    Última edición por ALACRAN; 13/02/2023 a las 19:30
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  2. #2
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    Re: El equívoco acto en que D. Juan “cedió sus derechos” a Juan Carlos, rey “franquis

    Artículo acertado de “El Pensamiento Navarro”.
    Sin embargo, en los párrafos finales, con alabanza irónica y algo cobarde, denuncia las medidas democratizadoras de Juan Carlos, contrarias a la Tradición, “llamándole al orden”



    Revista FUERZA NUEVA, nº 543, 4-Jun-1977

    Don Juan de Borbón acepta la Monarquía en la persona de su hijo, don Juan Carlos, y renuncia a sus reservas dinásticas

    Celebramos la “normalización de relaciones” que se ha producido el sábado pasado entre S. M. don Juan Carlos y S. A. R. el conde de Barcelona. Nos satisface, como españoles, que se haya puesto fin, con ese acto, a una situación ambigua que podía perjudicar al normal funcionamiento de nuestras instituciones públicas. Y nos congratulamos de la insigne calidad espiritual que revistió tan emotivo encuentro familiar.

    Ahora bien, seríamos infieles a nuestra trayectoria de pensamiento político si omitiéramos algunas consideraciones críticas a que, en nuestra opinión, se prestan los discursos pronunciados en la citada ocasión por las dos augustas personalidades.

    Habló don Juan de Borbón, y con toda razón, de un “depósito acumulado por la historia”, que don Alfonso XIII le había confiado para el momento en que España lo juzgase oportuno.
    Si por tal depósito se entienden los valores esenciales y permanentes del ser de España, y NO un supuesto señorío familiar sobre ella, es de toda justicia reconocer que, por razones histórico-políticas harto conocidas, don Juan Carlos de Borbón recibió YA la transmisión de ese legado con base en nuestras Leyes Fundamentales y en la propuesta de sucesor que hizo Franco a las Cortes y que éstas aceptaron (1969) en nombre del pueblo español.

    Así lo reconoce de hecho don Juan en su discurso, cuando categóricamente afirma que ha sido “instaurada y consolidada la Monarquía en la persona de mi hijo y heredero, don Juan Carlos”. Porque, en asunto tan serio no se puede separar la sustancia de la forma.

    En consecuencia, si don Juan ha podido ahora ceder algo a su hijo, no habrá sido otra cosa que el remanente de una pretensión suya al Trono de España por consideraciones hereditarias, encerradas en el marco privado de una familia.

    Recordó igualmente don Juan sus ideas relativas a la imagen del Rey como titular de un “poder arbitral por encima de los partidos y clases sociales sin distinciones”.
    Sobre este punto estimamos oportuno -por lo que en él pudiese ocultarse de intención definitoria sobre la posición institucional de don Juan Carlos- puntualizar dos cosas.
    -Primeramente, dicha interpretación de la Monarquía podrá ser la preferida por don Juan, pero no forma parte del legado histórico que su hijo el Rey recibió en su día ni fue tampoco sostenida en las respectivas épocas por los más esclarecidos representantes de la Casa de Borbón que han reinado en España o que pudieron haber reinado según la línea del Tradicionalismo.
    -En segundo lugar, la eventual implantación práctica de dicha idea podría provocar graves quebrantos políticos en el más próximo futuro, de los que no se vería libre la propia institución monárquica. En efecto: si ésta quisiere estar “por encima de todos los partidos” que tolerase incluso a las organizaciones anticristianas y contrarias a la unidad de España, a más de estar faltando a su deber de velar por el legado antes considerado, se expondría a quedar tan vacía de contenido que su falta de peso específico la llevaría a perder todo contacto efectivo con los problemas reales de la vida política y a que se hiciese cada vez más dudosa la justificación de su existencia. Y otro tanto se diga, si ese “estar por encima de todas las clases” hubiese de significar indiferencia hacia la gestión ordinaria de gobierno, en cuanto ha de preocuparse muy especialmente de la más progresiva realización de la justicia social.

    En cuanto al discurso de respuesta de don Juan Carlos, nos ha llamado primeramente la atención su idea de que “el pueblo español, con su fina sensibilidad, ha percibido claramente los grandes sacrificios que hemos tenido que afrontar”. Como parte que somos de ese pueblo español nos gustaría dar muestra de la citada sensibilidad al entender que dichos sacrificios son, ante todo y sobre todo, los que miles y miles de españoles, guiados con voluntad de servicio por Franco y el Movimiento Nacional han debido hacer para lograr la paz, el orden y el bienestar que permitieron en su día instaurar de nuevo una Monarquía concedida con arreglo a nuestras mejores tradiciones.

    Queremos creer por ello que, tras dichas palabras de don Juan Carlos, hay una velada expresión de gratitud hacia quienes con su tesón y sus obras han facilitado su acceso al Trono dentro de un clima de normal aceptación popular. Y fruto lógico del reconocimiento de esa obra sería la voluntad de don Juan Carlos de servir a ese gran ideal que es nuestra Patria, con su espléndido pasado.

    Por todo esto, aplaudimos la voluntad de don Juan Carlos de “respetar la voluntad popular, defendiendo los valores tradicionales y pensando sobre todo que la libertad, la justicia y el orden deben inspirar mi reinado”. España puede sentirse de enhorabuena con un rey que, sin prejuicios de indiferentismo liberal (…) sin fisuras sirve auténticamente, sin demagogia ni dogmatismos democráticos trasnochados, a la libertad y la justicia. A la espera quedamos de las obras con que deben hablarse las palabras.

    “El Pensamiento Navarro”
    (19 V 77)


    Última edición por ALACRAN; 13/02/2023 a las 17:46
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  3. #3
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    Re: El equívoco acto en que D. Juan “cedió sus derechos” a Juan Carlos, rey “franquis

    Más sobre la ceremonia del Palacio de la Zarzuela del 14 de mayo de 1977. Pese a las sobradas evidencias en contrario, el articulista, sr Tarragó, seguía creyendo o presuponiendo que Juan Carlos todavía seguía siendo fiel al juramento que fingió a las leyes fundamentales de Franco. Precisamente esa ceremonia era la que plasmaba la ruptura total con aquello y enlazaba definitivamente a Juan carlos, quitada la careta, con el consabido liberalismo borbónico "tradicional". La cabra, como no, tiraba al monte,

    Ojo, que algo similar habrían hecho Carlos Hugo y don Javier, en la misma situación.


    Revista FUERZA NUEVA, nº 544, 11-Jun-1977

    (…) En el Palacio de la Zarzuela el pasado 14 de mayo

    Como es de dominio público, en el palacio de la Zarzuela, el pasado 14 de mayo, don Juan de Borbón cedió sus derechos dinásticos a la Corona.

    Somos sumamente respetuosos con los legados familiares y los patrimonios privados. Pero con la misma sinceridad hemos de subrayar que tal transmisión tiene una carga afectiva y sentimental, pero que no añade ni un adarme a la absoluta, indestructible e indiscutible legitimidad de origen de la Monarquía instaurada por Franco.

    Ordenamos nuestras consideraciones sobre este acontecimiento en tres apartados:

    I
    La Monarquía no necesitaba este gesto para legitimarse. Es de agradecer una nueva adhesión a la obra de Franco. Pero con meridiana claridad, repitamos que la Monarquía se consolida únicamente la luz del juramento que, por dos veces ha prestado don Juan Carlos, con estas palabras: “Juro por Dios y sobre los Santos Evangelios, cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los Principios que informan el Movimiento Nacional”.

    Lo que puede impedir el avance y la firmeza de la Monarquía es la tolerancia de los partidos políticos, del marxismo, de la ikurriña, de las luchas sindicales, de la pornografía, de las propagandas divorcistas y del aborto, del ateísmo organizado, de las banderas rojas y de los trapos republicanos por las calles de España, del hundimiento económico, del vasallaje a humillaciones extranjeras, de obediencia a sectas del color que sean, de las huelgas políticas, del separatismo creciente, del espionaje soviético, de las actividades de fuerzas no españoles dentro de la nación.

    Que aplaudamos que don Juan de Borbón reconozca la Monarquía instaurada por Franco, no puede borrar los imperativos de unos juramentos que obligan delante de Dios, para que la Monarquía sea tradicional, católica, social y representativa, y no una Monarquía parlamentaria, liberal y democrática del sufragio universal. (…)

    II
    Don Juan de Borbón, conde de Barcelona, en su alocución del palacio de La Zarzuela, lamentó que “no siempre su pensamiento político llegó exactamente a conocimiento de los españoles, a pesar de haber estado en todo momento presidido por el mejor deseo de servir a España. También sobre mi persona y sobre la Monarquía se vertieron toda clase de juicios adversos, pero hoy veo con satisfacción que el tiempo los está rectificando”.

    No justificamos ningún exceso, provenga de donde provenga. Pero digamos al señor conde de Barcelona que sus manifiestos de 1945 y 1947, mejor que nunca se hubieran producido. Y que los auténticos monárquicos suscribimos plenamente lo que decía Franco: “Nosotros vamos a la instauración, pero nunca iremos a la restauración, que llevaría otra vez a la Monarquía al caos, como en 1931, y para ello no hubiera sido necesaria la guerra civil”. (9 de marzo de 1957).

    III
    Es de muy mal gusto que José María Pemán, a la instauración de la Monarquía hecha por Franco, concorde con los ideales de “Acción Española” y del propio Pemán en otros tiempos, pueda escribir que fue una “operación de deformación dinástica” a raíz del “montaje sobre la base de un Príncipe presente a toda hora y un Rey ausente a toda hora” (“ABC” 15-V-77).

    Una instauración no es una restauración. Y por ello, con millones de españoles, nos causó extrañeza que el nombre y la maravillosa obra de Franco fueran ausentes en las palabras pronunciadas en el acto del palacio de la Zarzuela. No podemos menos que reproducir. Lo que dijo don Juan Carlos al ser proclamado Rey:
    "Una figura excepcional entra en la historia. El nombre de Francisco Franco será ya un jalón del acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para entender la clave de nuestra vida política contemporánea. Con respeto y gratitud quiero recordar la figura de quien durante tantos años asumió la pesada responsabilidad de conducir la gobernación del Estado. Su recuerdo constituirá para mí una exigencia de comportamiento y de lealtad para con las funciones que asumo al servicio de la Patria. Es de pueblos grandes y nobles el saber recordar a quienes dedicaron su vida al servicio de un ideal. España nunca podrá olvidar a quien como soldado y estadista ha consagrado toda la existencia a su servicio".

    Nosotros recordamos a Franco y su mensaje. Creemos que la Monarquía instaurada es legítima absolutamente, por la limpieza del Alzamiento Nacional y del Estado surgido de la Victoria. Y que la legitimidad de ejercicio de la Monarquía está cuestionada por la fidelidad a los juramentos. Por esto, con don Juan Carlos, recordamos a Franco. Para que ningún “Filósofo Rancio” con versos de Pemán, pueda repetirnos la impiedad de esta vileza:

    Y que aprenda España entera
    de la pobre Piconera,
    cómo van el mismo centro
    royendo de su madera
    los enemigos de dentro,
    cuando se van los de fuera.
    Mientras que el pueblo se engaña
    con ese engaño marcial
    de la guerra y de la hazaña,
    le está royendo la entraña
    una traición criminal…
    ¡La Lola murió del mal
    de que está muriendo España!”

    Y con Le Play, nuevamente, nos hacemos suya esta sentencia: “No son los vicios, sino los errores, los que corrompen a los pueblos”. Y el error para la Monarquía y España es el liberalismo, la democracia inorgánica, los partidos políticos, la tolerancia del comunismo. Los maestros de la Monarquía instaurada son la escuela contrarrevolucionaria, con Franco y con Maurras. Y también con don Juan de Borbón, cuando estaba entusiasmado con “Acción Española”. Pero no con el que firmaba los manifiestos de 1945 y 1947. Entonces y para el futuro, la Monarquía ha sido posible, por obra y gracia de la Cruzada y de Franco.

    Jaime TARRAGÓ

    Última edición por ALACRAN; 27/02/2023 a las 14:55
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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    Re: El equívoco acto en que D. Juan “cedió sus derechos” a Juan Carlos, rey “franquis

    Sobre la frase 100% equívoca de don Juan de Borbón: “España, lo más importante”; ¿a qué “España” se refería, en concreto?

    Revista FUERZA NUEVA, nº 544, 11-Jun-1977

    “… LO MÁS IMPORTANTE, PERO ¿CUÁL?”

    Esta fue la frase feliz que oímos los espectadores de TVE el día de la “abdicación” o renuncia de don Juan, conde de Barcelona, en favor de su hijo, nuestro Rey Juan Carlos I.

    Lo más importante, España, pero ¿cuál? ¿La que forjó Francisco Franco durante cuarenta años, o la que ahora, a carrera contra reloj se está dividiendo en partidos?

    Lo más importante, España. ¿Pero la asentada en la fidelidad a los Principios del Movimiento, que Su Majestad Juan Carlos I juró solemnemente, o la “democrática” que Adolfo Suárez está promocionando?

    Lo más importante, España. ¿Pero la que no admitía la huelga, la que encarcelaba a los asesinos o la que declara la huelga legal, que da carta de libertad a antiguos convictos y confesos de asesinatos?

    Lo más importante, España. ¿Pero la de una sola bandera, la de un solo pensamiento de unidad o la de banderas plurales y autonomías separatistas?

    Lo más importante, España ¿Pero la de España una, grande y libre o la comunista y atea?

    Lo más importante España. ¿Pero la de la tranquilidad de nuestras calles, en las fábricas o la de los desórdenes callejeros, casi diarios?

    Lo más importante, España… La España que forjó el Caudillo, la España que surgió del 18 de Julio, la que en la unidad entre los hombres y las tierras de España cifró sus esperanzas... ¿Cómo puede ser lo más importante España cuando se insulta nuestra bandera, cuando se destruyen los símbolos de la Cruzada, cuando al hombre que salvó los templos y reconstruyó las iglesias se le vitupera impunemente?

    Alguien ha apuntado que en el acto de la “renuncia” de don Juan no hubo juramento a los Principios del Movimiento… ya no necesario jurar, lo más importante es España¿Pero cuál?

    J. CANTACLARA

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    Re: El equívoco acto en que D. Juan “cedió sus derechos” a Juan Carlos, rey “franquis

    ¿Cómo se pudo llegar a tal burda teatralización que suponía presentar a don Juan (que nunca fue nada), de facto, como un rey legítimo designando sucesor? He aquí un repaso a la teoría de la monarquía entre la caída de Alfonso XIII y la designación de Juan Carlos como sucesor, tal como significativos personajes y especialmente Franco y el ordenamiento de entonces la concebían.

    Repásese como, a nivel oficial al menos, la monarquía instaurada y preparada para Juan Carlos (y que él juró por dos veces en 1969 y 1975) no tuvo nada que ver con la que después el Borbón nos obsequió:

    Revista FUERZA NUEVA, nº 544, 11-Jun-1977

    “SI LA MONARQUÍA HA DE VENIR, HA DE VENIR CON FRANCO, O NO VENDRÁ” (Esteban Bilbao, 7 de junio de 1947)

    El 23 de julio de 1969

    Franco designaba a don Juan Carlos de Borbón como sucesor suyo en la Jefatura del Estado, como fundador de la nueva Monarquía. En 23 de julio de 1969, en su presentación a las Cortes, don Juan Carlos, solemnemente, afirmaba:
    Mi aceptación incluye una promesa firme que formulo ante vuestras excelencias, para el día, que deseo tarde mucho tiempo, en que tenga que desempeñar las altas misiones para las que se me designa, dedicando todas mis fuerzas no sólo al cumplimiento del deber, velando porque los principios de nuestro Movimiento y Leyes Fundamentales del Reino sean observadas, sino también para que, y dentro de esas normas jurídicas, los españoles vivan en paz y logren cada día un desarrollo creciente en lo social, en lo cultural y en lo económico”.

    Y en la misma circunstancia, también dijo don Juan Carlos:
    A pesar de los grandes sacrificios que esta tarea pueda proporcionarme, estoy seguro de que mi pulso no temblará para hacer cuanto fuere preciso en defensa de los Principios y Leyes que acabo de jurar”.

    Y en 3 de marzo de 1970, el propio don Juan Carlos exhortaba así a los alféreces provisionales:
    He jurado lealtad a los Principios Fundamentales del Movimiento, ideales por los que murieron vuestros compañeros en la Cruzada. Sobre estos ideales tenemos que basar el desarrollo del país, buscando sin desmayo la grandeza de España”.

    Y lo propio juró el 22 de noviembre de 1975, al ser proclamado Rey. (…)

    ***

    (Remontándonos a los inicios del proceso)

    Esteban Bilbao, presidente de las Cortes, el 7 de junio de 1947, al aprobarse la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, pronunció estas apodícticas palabras:
    Si la monarquía ha de venir, ha de venir con Franco o no vendrá”.

    La historia, confirmado esta fácil predicción. La Monarquía liberal (Alfonso XIII), corrompida por sus propios defectos intrínsecos, cayó. Mejor dicho, entregó España a la República sectaria, antiespañola, masónica y antesala del comunismo. Una figura egregia como José Calvo Sotelo, que fue ministro de Alfonso XIII, en su “Escrito a las Cortes en defensa del Rey”, cuando la convención republicana lo enjuiciaba, como argumentos que invalidaban los ataques contra el Monarca liberal, esgrime los siguientes:
    No trataré de las culpas que se atribuyen a don Alfonso XIII. No es ésa mi misión. Sostengo, únicamente, que la República es desleal al pedir para don Alfonso XIII nuevas penas personales y patrimoniales. La historia de lo ocurrido el 14 de abril la han escrito dos de los principales personajes que en ella actuaron: don Gregorio Marañón y don Niceto Alcalá Zamora. Dice el primero en uno de sus famosos artículos, el titulado “Las dos y cinco de la tarde”:
    14 de abril de 1931: “Nosotros cumplimos nuestro deber advirtiendo desde primera hora lo que iba a suceder al conde de Romanones, que representaba en realidad la cabeza y el alma del Gobierno entero. Tres horas después se iniciaban las negociaciones y ocurría la entrevista entre Romanones y Alcalá Zamora, que éste ha referido al pormenor. Fue emocionante y patético para los testigos el duelo entre la Monarquía que iba a desaparecer y el nuevo régimen que se alzaba… Alcalá Zamora… pintó con palabras enérgicas y rapidísimas la situación de España… "¿Qué solución? -preguntó el conde-. Porque el Rey se presta a cumplir todos sus deberes". "La marcha rapidísima del Rey", contestó Alcalá Zamora… "Yo pido un armisticio de unas semanas” argüía el jefe monárquico. El republicano insistía en la prisa inaplazable. Duró el forcejeo. Reducía Romanones el plazo y las condiciones. Redoblaba el interlocutor su exigencia. Y, al fin, la Monarquía cedió. Se iría el Rey aquella tarde. Primero se pensó que a Portugal. Luego que a Cartagena. No había abdicación, sino una resignación del poder real en su último Gobierno, para que éste lo transmitiese al de la revolución… Eran las dos y cinco exactamente cuando toda la historia giraba ágilmente sobre sí misma
    ”.

    Don Niceto Alcalá Zamora, en el artículo que publicó “El Sol” del día 17 de mayo, dice:
    En Madrid, las primeras noticias recibidas decidieron el ánimo vacilante del Régimen caído, y, hacia la una, el insigne médico doctor Marañón me buscó, de parte del conde de Romanones, para que, en la casa de aquel médico, escogida como terreno neutral, aunque él era también republicano, se negociara la transmisión de poderes de la Monarquía a la República. Breve, cordial y emocionante fue la entrevista.
    No hace falta mayor prueba de que la República pactó con la Monarquía el día 14 de abril. Cualquiera que fuera la delincuencia imputable a don Alfonso, es evidente que en aquella jornada la República consideró sanción suficiente y ejemplar el destronamiento”.

    De ahí que los monárquicos seguidores de don Alfonso XIII que no se pasaron a la República, en “La Época”, y “Acción Española”, como desde el partido “Renovación Española”, entonaron durante los años de la República solemnes actos de contrición o de atrición respecto del liberalismo, de la democracia inorgánica, del constitucionalismo, del parlamentarismo, como causas de deshonra y de hundimiento de aquella Monarquía.

    Hablan los monárquicos arrepentidos

    En “La Época”, del 16 de junio de 1934, se escribía en un artículo titulado “Instauración, sí”:

    Restaurar quiere decir tanto como volver a poner una cosa en aquel estado que antes tenía. Así, hablar de restaurar la Monarquía, sin más aclaraciones, equivaldría a continuar entregados a las instituciones democráticas y parlamentarias que nos han arrastrado a la situación actual. Nadie pone en duda, excepto los usufructuarios actuales de los resortes del Poder, que España vivía mejor, muchísimo mejor, en los tiempos anteriores al 14 de abril… No podemos pensar restaurar la Monarquía liberal y democrática caída el 14 de abril, ni tampoco la absoluta de Carlos III y Fernando VI...
    Mando de uno transmitido hereditariamente; Consejos técnicos en torno al Rey; Cortes corporativas en que se refleje la organización corporativa de la sociedad; continuidad en la gestión; responsabilidad en los actos de Gobierno; competencia… Tales son las características de la Monarquía nueva que deseamos ver instaurada en España”.

    En “La Época”, del 3 de abril de 1934, bajo el epígrafe “Fin del liberalismo”, se puede leer:
    Ha sido preciso que la Monarquía liberal se hundiera para presenciar también la bancarrota absoluta de los principios y de la filosofía que provocaron su caída. La Monarquía liberal autorizó y amparo -incluso durante los siete años de la Dictadura del general Primo de Rivera- que se minaran sus bases. Los enemigos del régimen eran introducidos dentro de los organismos públicos y encumbrados a los puestos más relevantes de la jerarquía administrativa”.

    También en “La Época”, del 22 de marzo se escribe con indudable acierto:
    La Revolución, incapaz de vencer en campo abierto y lucha franca a la Monarquía católica española para derrocarla, se propuso adulterarla y democratizarla, para hacerla impopular e impedir que el pueblo, sumido en el caos, pudiera volver a ella sus ojos. La táctica de los revolucionarios ha triunfado hasta ahora y el pueblo sigue ciego, vuelto de espaldas a la Monarquía, por creer que esta institución representa la restauración del régimen que cayó en abril de 1931, régimen que, si bien hoy se añora por algunos, no despierta bastantes entusiasmos para pensar en su restauración”.

    Y habríamos de prolongarnos mucho si tuviéramos que recopilar lo mucho y bueno, que de doctrina monárquica se escribió en “La Época”.

    No podemos menos que destacar la postura de “Acción Española”, que reunía a un grupo selecto de pensadores contrarrevolucionario. Eugenio Vegas Latapié, que goza todavía de lucidez -y hacemos votos para que Dios se la conserve muchos años-, en un editorial de “Acción Española”, escribía:
    El 14 de abril no fue sino la consecuencia lógica de los principios doctrinales en que se basó la Restauración canovista; y los incendios del 11 de mayo, como los tiránicas y persecutorias leyes posteriores, no eran más que la consecuencia inevitable de las propagandas que durante largos años gozaron del consentimiento y aun de la protección de los ministros de la Monarquía liberal”.

    Todavía con más ufanía de seguridad y de aplomo poético, José María Pemán escribía en “Acción Española”, del 16 de diciembre de 1933:
    La idea monárquica, sustancial y verdadera es desconocida por el pueblo. Durante los largos años de Monarquía liberal y parlamentaria -y esto fue lo que trajo la República-, no había republicanos, pero tampoco monárquicos. Quiero decir que no había más que Monarquía de sentimiento, de inercia o de frivolidad estética. Luego llegó la República, y con ella la Revolución… En el 14 de abril perdió España una Monarquía liberal y parlamentaria, es decir, una Monarquía casi sin sustancia monárquica: una Monarquía de malos gobernantes, de desaciertos, de complacencias con el enemigo”.

    Esta breve antología se podría multiplicar hasta formar un volumen que sería muy curioso, para comprobar la veleidad de ciertos cerebros. Pero para nosotros nos basta, porque rúbrica lo que Francisco Franco, Caudillo de España, dijo el día 1 de marzo de 1955, en “Arriba”:
    Todos estamos conformes en que en el reinado de Alfonso XIII y su augusta madre lo que hubo fue la crisis de todo un sistema”.

    O sea, del sistema liberal y abominaban “La Época”, “Acción Española” y “Renovación Española”. Y don Juan de Borbón, conde de Barcelona. En carta publicada en la misma “Acción Española”, de octubre de 1935, con motivo de un banquete celebrado por un grupo de amigos de la revista en Roma, el actual conde de Barcelona envió una carta de elogio a la revista en la que decía:
    Yo tengo hacia Acción Española especiales y personales deudas de gratitud y era el momento de reconocerlas… La lectura de vuestra revista y de vuestros libros me traía el aliento de la Patria lejana… y la visión de aquella otra España que inspira vuestra obra, y que surge cada vez con más vigor en vuestras páginas”.

    Y lo que inspiraba las páginas de “Acción Española” era rehacer “la sinfonía que se interrumpió en 1700, al cerrarse para siempre los ojos del Monarca hechizado”, como escribió Maeztu, en el primer editorial de la revista. “Acción Española” era una trinchera contrarrevolucionaria, antiliberal, antidemocrática del sufragio universal y de los partidos políticos. Y a esta revista y a este movimiento, se adhería don Juan de Borbón el 11 de octubre de 1935.

    Cruzada y Monarquía verdadera

    Las consecuencias del abandono del trono por Alfonso XIII fueron las tremendas desgracias de la República, con lágrimas, sangre y barro. España estaba fatalmente condenado a convertirse en una colonia soviética. Don Juan de Borbón, conde de Barcelona, pudo decir:
    “¿Por qué es tergiversado tanto el Alzamiento de julio de 1936? ¡Es aterrador! La mala fe de unos, la falta de sentido político de otros, la sugestión de modas políticas extranjeras lo han empequeñecido. Porque, en realidad, la guerra civil era, en su principio, una guerra contra lo antiespañol y un movimiento elemental de salvación contra la anarquía en que había desembocado la República. ¿Quién lucha en el bando que iba contra la anarquía, el comunismo, el caos? Pues todos los españoles que tuvieron sensibilidad política para ver el alcance de la guerra y comprendieron de qué se trataba: monárquicos de todas clases, desde los tradicionalistas a los más liberales; falangistas, republicanos de derecha y hasta bastantes de izquierda y la enorme masa neutra. Fue una auténtica Cruzada, y allí fuimos todos”. (En el opúsculo “El Rey”).

    Ya a estas horas (1977) se puede decir que Franco ha sido el artífice y el propulsor más singular de la Monarquía en toda la historia de España. La Monarquía, para siempre fracasada por sus errores fatales, tras la Cruzada y como remate del Estado, estuvo siempre el programa político de Franco, según sus auténticos postulados. En 19 de abril de 1937, Franco ya anunció que:
    No cerramos el horizonte a la posibilidad de instaurar en la nación el régimen secular que forjó su unidad y su grandeza histórica”.

    El 17 de julio de 1945, ante el Consejo Nacional de Falange, Franco decía:
    De los sistemas más universalmente aceptados para la gobernación de los pueblos, solamente uno se presenta a nosotros como viable: el tradicional español que, de acuerdo con los principios de nuestra doctrina, propugnan muchos de los sectores que combatieron en nuestra Cruzada que forman hoy parte integrante de nuestro Movimiento. La República en España fue por dos veces lo que tenía que ser: un sistema artificial en pugna con nuestra historia y con nuestras tradiciones; si tantas veces se repitiese su ensayo, tantas otras haría caer a España en el mismo grado de ludibrio”.

    En el preámbulo de la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, Franco, puntualiza:
    Lo interesante para la nación es el contenido, el que no se desvirtúen los principios espirituales, patrióticos y sociales que el Movimiento alumbró, sin cerrarle el camino a que en cada coyuntura pueda regir los supremos destinos de la Patria quien, fiel a aquellos principios, cuente con mayores garantías de acierto y con la asistencia y confianza de todos los españoles, salvando con ello las crisis humanas que puede entrañar la herencia y los desvíos, justificados, de la opinión”.

    Y la Ley de Sucesión fue aprobada por referéndum nacional, a petición de Franco. Era el 6 de julio de 1947. Franco continuaba su elección sobre la Monarquía, entendida según los grandes tratadistas políticos, los filósofos más destacados y el pensamiento español del tradicionalismo, y de “Acción Española”, a la que tan vinculado se mostró don Juan de Borbón, conde de Barcelona. Franco, el 25 de enero de 1955, declaraba en “Arriba”:
    La Monarquía que en nuestra nación pueda un día instaurarse no puede confundirse con la liberal y parlamentaria que padecimos, ni con aquella otra influida por camarillas de cortesanos que la crítica republicana y liberal nos presentó con objeto de estigmatizarla”.

    ***

    Jaime TARRAGÓ


    Última edición por ALACRAN; 08/03/2023 a las 14:48
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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    Re: El equívoco acto en que D. Juan “cedió sus derechos” a Juan Carlos, rey “franquis

    … tendenciosa opinión de José María de Areilza, conde de Motrico, común a muchos “juanistas” históricos (pero que acabaría imponiéndose, muerto Franco):

    Revista FUERZA NUEVA, nº 60, 2-Mar-1968

    MONARQUÍA Y LEGITIMIDAD

    En una entrevista concedida a Del Arco y publicada en varios periódicos, el conde de Motrico afirma que “si se afecta la forma monárquica del Estado, ello lleva anejo el concepto de dinastía, que tiene, como es natural, una cabeza, un jefe”. Añade el conde de Motrico que “la Ley de Sucesión en su versión actual (1968), no es opuesta ni incompatible con el principio de legitimidad histórica”. Y, más adelante, califica de “esquema abstracto” el punto octavo de los Principios Fundamentales, “que reduce los cauces políticos a familia, Municipio y Sindicato”, pareciéndole seguidamente “un empeño arriesgado y difícil el que una sola entidad, el Movimiento, aspire a representar todas las opiniones legítimas y plurales que existen en un país desarrollado”.

    Entendemos nosotros que una de las funciones de un periódico consiste en clarificar las cosas cuando es evidente el riesgo de confundir a la opinión interpretando erróneamente leyes vigentes, o quitándole o añadiéndole significados de cosecha propia; máxime cuando se trata de leyes fundamentales, inscritas en nuestro orden constitucional (*). Esta es la razón por la que pensamos que piden ciertas declaraciones las citadas palabras del conde de Motrico.

    Así, negamos, con los textos de la ley a la vista, que la aceptación de la forma monárquica del Estado lleve anejo el concepto de dinastía. El artículo 9º de la Ley de Sucesión exige que los requisitos que ha de reunir la persona del Rey son los siguientes: ser varón y español; haber cumplido la edad de treinta años; profesar la religión católica; poseer las cualidades necesarias para el desempeño de su alta misión; jurar las Leyes Fundamentales, así como lealtad a los Principios que informan el Movimiento Nacional; no haber sido expresamente excluido de la Sucesión, y ser de estirpe regia.

    Los seis primeros requisitos de los siete es evidente que pudieran ser satisfechos por millares de ciudadanos españoles. Solo el séptimo es excluyente, puesto que exige la “estirpe regia”. Pero es también evidente que esa condición no lleva anejo el concepto de dinastía, como afirma el conde de Motrico. Es, en cambio, cierto que la Ley de Sucesión no excluye en modo alguno la elegibilidad de un miembro de la dinastía a que el conde de Motrico se refiere. Sobre este punto, las Cortes tienen la última palabra e incluso una capacidad de opción en el examen del candidato propuesto, que sería denegada si tuviesen que decidir sobre una concreta línea dinástica.

    Por otro lado, la citada Ley de Sucesión no habla para nada de legitimidad histórica; parte de una legalidad no historicista, no referida a precedentes históricos ni vinculada a familias ni personas. La legitimidad, como la elegibilidad, las determinan los siete requisitos exigidos, y entre ellos la lealtad a los Principios que informan el Movimiento Nacional, algunos de cuyos puntos, según el conde de Motrico, parten de una “concepción teórica de la sociedad”, calificando de “empeño arriesgado y difícil” el que el Movimiento aspire a “representar todas las opiniones legítimas y plurales que existen en un país desarrollado”.

    Estas opiniones condicionan claramente la lealtad a los Principios Fundamentales citados, y sugieren su corrección o supresión, cuando en el artículo primero de la parte dispositiva de la Ley de Principios del Movimiento Nacional se dice que dichos principios, “síntesis de los que inspiran las Leyes Fundamentales son, “por propia naturaleza, permanentes e inalterables”.

    Nos preguntamos, pues, si quien compartiese los criterios del conde de Motrico podría jurar lealtad a algo que responde a una “concepción teórica de la sociedad”, y a lo que comportaría “un empeño arriesgado y difícil”.

    “ARRIBA”

    (*) “Orden constitucional”: entiéndanse Régimen político del 18 de Julio
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    Re: El equívoco acto en que D. Juan “cedió sus derechos” a Juan Carlos, rey “franquis

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Más sobre los interesados y contradictorios devaneos ideológicos de don Juan de Borbón


    Revista FUERZA NUEVA, nº 552, 6-Ago-1977

    ¿POR LA MONARQUÍA CONSTITUCIONAL AL EUROCOMUNISMO?

    Don Juan de Borbón, conde de Barcelona, ha declarado al director de la revista “Posible” que:

    Una Corona de derechas carece de sentido. Tampoco puede, ni debe apoyarse en la derecha. La Corona no se debe a ninguna opción política concreta. La Corona está por encima de los enfrentamientos políticos partidarios. La Corona no debe ser de izquierdas ni de derechas ni de centro. La Corona debe posibilitar el juego de todos sin inclinaciones partidarias ni partidistas”.

    Con toda la cordura, queremos examinar estos asertos. Nos apremia decir que es muy difícil detectar el permanente pensamiento de don Juan de Borbón, conde de Barcelona. Todos conocemos aquella carta suya de 7 de noviembre de 1936, en que, dirigiéndose al Generalísimo Franco, le pedía poder servir en el crucero “Baleares”, haciéndole partícipe de “este anhelo mío de servir a España al lado de mis compañeros” y expresándole sus “votos más fervientes para que Dios le ayude en la nueva empresa de salvar a España”. Si don Juan de Borbón ahora opina que la Monarquía no debe ser ni de derechas, ni de izquierdas ni de centro, desconocemos con qué fuerza moral tal forma de gobierno se habría podido batir contra la colonización soviética que España sufría en 1936.

    Es más, en el folleto titulado “El Rey”, don Juan de Borbón afirmaba:

    Pero, ¿por qué se ha tergiversado tanto el Alzamiento de julio de 1936? ¡Es aterrador!... La mala fe de unos, la falta de sentido político de otros…, la sugestión de modas políticas extranjeras lo han empequeñecido. Porque, en realidad, la guerra civil era, en su principio, una guerra contra la antiespañol, y un movimiento elemental de salvación contra la anarquía en que había desembocado la República. ¿Quién lucha en el bando que iba contra la anarquía, el comunismo, el caos?... Pues todos los españoles que tuvieron sensibilidad política para ver el alcance de la guerra y comprendieron de qué se trataba; monárquicos de todas clases, desde los tradicionalistas a los más liberales: falangistas, republicanos, de derecha y hasta bastantes de izquierda y la enorme masa neutra. Fue una auténtica Cruzada y allí fuimos todos. Yo como tú, por ejemplo. Fui como un español más, como cualquier mozo de mi edad”.

    En 1946, se reunieron en Estoril el conde de Rodezno, José María Gil-Robles, Pedro Sainz Rodríguez, Eugenio Vegas, José María Oriol, Juan Ángel Ortigosa, Ignacio de Satrústegui, Luis Arellano, y redactaron lo que titularon “Bases Institucionales de la Monarquía Española”. Don Juan de Borbón y Battenberg asumió tales principios y los remitió al Generalísimo Franco. Como algo indiscutible se aseguraba para la futura monarquía: “la religión católica, la unidad sagrada de la Patria, la Monarquía representativa”. En la base sexta, se lee: “La monarquía española será representativa, moderada por limitaciones éticas y legales, y hereditaria”. Y en la “base octava” se proclamaba que “la función de hacer las leyes corresponderá al Rey, con la necesaria colaboración de las Cortes. Las Cortes estarán constituidas por un solo Cuerpo Legislador. Un tercio de sus miembros será elegido por sufragio popular directo; otro tercio, por los municipios y provincias integrantes de la nación; y el tercero, por las entidades culturales y profesionales”.

    Cualquiera diría que el Caudillo estaba ya perfectamente interpretado, con antelación, en este ideario, casi de manera completa.

    Estoril, diciembre de 1957

    Un grupo de miembros que habían pertenecido a la Comunión Tradicionalista, se presentó el 20 de diciembre de 1957 en Estoril, ante don Juan de Borbón. Allí, don Juan de Borbón confesó con gallardía:

    Don Alfonso Carlos, en su Decreto de 23 de enero de 1936, fijó con ponderada amplitud los Principios fundamentales de la doctrina tradicionalista que YO ACEPTO sinceramente, por creer que deben orientar la legislación que haga viable su realización en la sociedad actual. Esa gran masa que hemos dado en llamar neutra es la que cuando se moviliza decide la suerte de los regímenes y de las instituciones. No bastan las coincidencias de los partidos y de las minorías si no se acierta a provocar la adhesión leal y convencida de esa masa a las instituciones. Después de tantas vicisitudes históricas y de atravesar el ambiente de un siglo normalmente opuesto a la doctrina de la Comunión Tradicionalista, parece milagroso que ésta haya podido subsistir y que estuviese viva y alerta en el momento del Alzamiento Nacional, siendo ella sin duda la que hizo posible su realización. Seguramente este fenómeno histórico se ha producido por conservar la Comunión Tradicionalista ciertos Principios y ciertos sentimientos que responden a la constitución interna del pueblo español. También, como España, tiene el Tradicionalismo su leyenda negra. Es preciso desengañar a mucha gente y convencer a los que desconocen la verdad del Tradicionalismo de que éste no es algo anticuado y reaccionario, y que su doctrina y su sentimiento es absolutamente incompatible con una concepción tiránica del poder público, y que los tradicionalistas aman, por encima de todo, sus libertades, como católicos que son. Tres notas esenciales hacen eficaz para las necesidades del momento actual de nuestra Patria el tradicionalismo español: su indiscutible raigambre popular, su repugnancia a la política partidista, coincidiendo en esto, según creo, con la gran masa anónima del pueblo español, y, finalmente, la certeza de que nunca será obstáculo -antes bien, siempre lo propugnó- a la política social justa que es absolutamente necesaria en nuestro siglo, y que debe realizarse, no por una conveniencia de táctica, sino porque emana como un deber ineludible de nuestra conciencia de cristianos”.

    Comprendemos que don Juan de Borbón estuviera sorprendido de la vitalidad del carlismo, poniendo en pie de guerra a miles y miles de voluntarios cuando “no se consiguió una unidad alfonsina, por más que se abrió el alistamiento, no fallaron los medios y que puso gran empeño en conseguirlo”, como registra Luis Ortiz Estrada, en “Alfonso XIII, artífice de la República”.

    Y también Fal Conde, en la carta dirigida a José María Arauz de Robles, del 3 de enero de 1938 la recuerda:

    “¿Viste en Somosierra el alma de la dinastía de Sagunto? ¿De las familias reales, por cuyas causas España había mantenido tremendas guerras, cual dio alientos a la Cruzada? ¿O es que no te acuerdas de los chistes que tú mismo sacabas de aquella infortunada banda de músicos con boinas verdes, que reclutaban para un banderín de enganche, que acabado de reclutar pegó el bote y se fue a los rojos?”

    Y con esto no negamos que hubo algunas individualidades heroicas que procedían de la dinastía alfonsina, que se metieron heroicamente en la Cruzada.

    Pero, cerrando ya esta digresión, honremos a don Juan de Borbón y Battenberg con la referencia de la carta de José María Arauz de Robles, dirigida a Fal Conde, dándole cuenta de su trasbordo dinástico:

    Don Juan avanzó al centro y con unas palabras cargadas de emoción, cosa que digo por pura objetividad y porque éste fue el ambiente completo de todo el acto, habló de la importancia que para la Monarquía tenía todo esto, y contestó a nuestro requerimiento leyendo un documento en el que decía, después de citar el Decreto de don Alfonso Carlos, que él aceptaba sinceramente los principios enumerados en el mismo, y tras unas consideraciones sobre la importancia del Tradicionalismo y la imposibilidad de la restauración sin él, transcribió dos párrafos de Carlos VII, al que nombró con sus cifras correspondientes, y nos entregó el documento signado, firmado por él y con su sello. Después dijo que no se sabía lo que a Alfonso VI le habría dado al Cid, pero que no recordaba de ningún rey que hubiera firmado documento pactado, porque los reyes lo que hacían era jurar… Tengo que volver a decirte, en servicio de la objetividad, que el momento fue de una emoción enorme. A don Juan se le saltaron las lágrimas; doña María lloraba a moco tendido, aunque sea una frase poco protocolaria, y todos los demás, pues poco más o menos. Un requeté de Bilbao le entregó dos boinas, una encarnada para él con los emblemas de capitán general y otro blanca para la reina. Se las pusieron inmediatamente… Finalmente se cantó el “Oriamendi”… En la comida, en la que yo estuve a su lado, entre muchas cosas interesantes que me dijo, y que demostraron que está mucho más formado de lo que suele creerse, fue algo tan importante como la de que él era el encargado de hacer aceptar el Tradicionalismo a toda España”.

    Quien sea capaz de coordinar los manifiestos de don Juan de Borbón y Battenberg de 1945 y 1947 con estos hechos que reseñamos y con la opinión últimamente dictada de una Monarquía ni de izquierdas ni de derechas, ni de centro, abierta al socialismo, le pedimos que tengan la caridad de catequizarnos. De otra manera, llanamente confesamos que no entendemos nada. (...)

    Los comentarios brotan solos. De la Monarquía que don Juan de Borbón y Battenberg defendió al querer incorporarse como voluntario en la Cruzada, en las “Bases Institucionales de la Monarquía Española”, en su discurso a los que le visitaron en Estoril en 1957, a sus manifiestos y posturas de signo contradictorio, hay simas incomprensibles.

    De la Monarquía jurada por don Juan Carlos ante el Caudillo y en el día de su coronación, a la realidad actual, se ciernen ya oscuridades y amenazas tremendas. España, destartalada doctrinalmente y con todas las tempestades acumuladas del marxismo, de la masonería y del separatismo, está tristemente en un callejón sin salida. Balmes escribió: “Este país es muy desgraciado. Repetidas veces se han presentado excelentes ocasiones para acabar con la revolución, fundar un Gobierno e inaugurar el imperio de la justicia y de la ley, y otras tantas se ha malogrado la oportunidad, si no es que se haya agravado el mal, esparciendo para más adelante las semillas de mayores calamidades”. (...)

    Jaime TARRAGÓ


    Última edición por ALACRAN; 23/06/2023 a las 14:49
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