MUERTES.- ASOLAMIENTOS.- FIEROS MALES DE LA INVASIÓN DE LOS BÁRBAROS CRÓNICA DE IDACIO[1]
Los bárbaros que habían penetrado en las españas las desvastan en luchas sangrientas. La peste hace, no menos rápidos estragos.
Desparramándose furiosos los bárbaros por las Españas, y encrueleciéndose al igual el azote de la peste, el tiránico exactor roba y e soldado saquea las riquezas y los mantenimientos guardados en las ciudades; reina un hambre tan espantosa que, obligado por ella, el género humano devora carne humana, y hasta las madres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse con ellos. Las fieras, aficionadas a los cadáveres de los muertos por la espada, por el hambre y por la peste, destrozan hasta a los hombres más fuertes, y cebándose en sus miembros, se encarnizan cada vez más para la destrucción del género humano. De esta suerte, exacerbadas en todo el orbe las cuatro plagas: el hierro, el hambre, la peste y las fieras, cúmplense las predicciones que hizo el Señor por la boca de sus Profetas.
Asoladas las provincias de España por el referido encruelecimiento de las plagas, los bárbaros, resueltos por la misericordia del Señor a hacer la paz, se reparten por la suerte las regiones de las provincias para establecerse en ellas: los wándalos y los suevos ocupan la Galicia, situada en la extremidad occidental del mar Océano; los alanos, la Lusitania, y los wándalos, llamados silingos, la Bética. Los españoles que sobrevivieron a las plagas en las ciudades y castillos, se someten a la dominación de los bárbaros que se enseñoreaban de las provincias.
Gunderico, rey de los wándalos, tomada Sevilla, habiéndose atrevido en su soberbia a poner mano impía en la iglesia de la misma ciudad; al instante y por disposición divina, es castigado por el demonio y muere. Le sucede en el reino su hermano Gaiserico, el cual, como algunos refieren, hecho apóstata, dícese que dejó la fe católica para abrazar la pérfida herejía arriana.
El rey Gaiserico, dejando las Españas, se embarca en el mes de mayo en la costa de la provincia de la Bética con todos los wándalos y sus familias, y pasa a Mauritania y al África; más advertido, antes de haber llegado allá, de que el suevo Hermigario asolaba a su paso las provincias vecinas, vuélvese con algunos de los suyos, le da alcance en la Lusitania y, no lejos de Mérida, le acomete, matando a muchos de los que acaudillaba. Hermigario, que había menospreciado aquella ciudad con agravio de la Santa mártir Eulalia, no quedándole a su juicio otro recurso que la fuga, huye más veloz que el Euro, y perece precipitado por el brazo divino en el río Guadiana. Muerto de éste modo Hermigario, Gaiserico se da poco después a la vela con rumbo al punto que antes se dirigía.
Los suevos, que bajo el mando de su rey Hermerico asolaban el interior de Galicia, muertos muchos de ellos y hechos cautivos otros por la plebe que conservaban los castillos más seguros, renuevan la paz que habían quebrantado mediante la devolución de las familias que habían sido hechas prisioneras.
Poco después Theudorico se encamina con su ejercito a Braga, última ciudad de Galicia, y el día quinto antes de las calendas de noviembre, que era domingo, entra en ella y la saquea de manera incruenta, pero bastante triste y lamentable. Apoderándose los godos de gran número de cautivos romanos; destruyen las basílicas de los Santos; roban y derriban los altares; arrojan de allí a las vírgenes del Señor, pero sin deshonrarlas; despojan a los clérigos de sus vestiduras, llegando hasta la desnudez del pudor; tienen a hombres mujeres y niños confundidos unos con otros; expulsan de los lugares santos a todos los que en ellos se habían refugiado, y convierten los templos en horribles establos de jumentos, ovejas y camellos; todo lo cual trae a la memoria lo escrito acerca de los castigos con los que la ira del cielo afligió a Jerusalén.
Aterrado Theudorico ante los castigos que le amenazaban, sale de Mérida poco después de la pascua, que fue el día quinto antes de las calendas de abril, y regresando a las Galias, envía a los campos de Galicia, con algunos de sus generales, parte de su ejército, compuesto por gentes de varias naciones.
Hábiles aquellos en el dolo y el perjurio y atento a lo que se les ordenaba, dirígense a Astorga –la cual había sido saqueada ya por tropas del mismo Theudorico que, so color de cumplir órdenes de los romanos, habían penetrado en ella-, y fingiendo arteramente, con su acostumbrada perfidia, que iban en son de paz, y que la expedición que les estaba confiada tenía por objeto combatir a los suevos que habían quedado, entran en la ciudad e inmediatamente pasan a cuchillo a gran número de habitantes de todas las clases y condiciones; destruyen las santas iglesias; destrozan y derriban los altares, apoderándose de todos los ornamentos y objetos sagrados; hacen cautivos a dos Obispos que allí encontraron, a todo el clero y, lo que es más lamentable aún, a las personas más débiles e inofensivas de uno y otro sexo; incendian las desiertas casas que aún quedaban en la ciudad, y llevan la desolación por los campos.
La ciudad de Palencia perece a manos de los godos de análoga manera que Astorga, Únicamente el castillo Coviacense, distante trece millas de ésta última ciudad, al cual ponen aprieto por largo tiempo, con sus acometidas, resiste y prevalece con el auxilio de Dios, de tal suerte que, muertos muchísimos de ellos en la lucha, los demás se vuelven a las Galias.
Exacérbase el espíritu de hostilidad entre los suevos y los gallegos a consecuencia de haber sido muertos algunos (de éstos) de origen ilustre.
Madras perece degollado a fines del mes de febrero, muerte que tenía merecida.
Los suevos que habitaban en Lugo acometen de pronto, en los días de Pascua, a los romanos, cuando éstos más confiados estaban por el respeto que tales días inspiran. Dando muerte a algunos de ellos y al noble magistrado que los gobernaba,
[1]IDACIO: Crónica de.... Traducción española de Marcelo Macías, << Boletín de la Comisión de Monumentos>>. Orense, 1898-1901
Última edición por Nok; 21/06/2006 a las 15:17
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