PARA UNA MEMORIA HISTÓRICA SIN CENSURAS
Conjunto escultórico del imaginero murciano Francisco Salcillo.
PROPÓSITO DE ESTAS APORTACIONES ANECDÓTICAS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.
Con el propósito de contribuir al rescate de la memoria histórica –pero sin amputaciones ni sesgos- heme aquí, dispuesto a ilustrar el trilema republicano, heredado de esa “hermanita de la solidaridad” llamado Robespierre, y que vocea: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Así que me he propuesto contar una anécdota verídica y real -de las que me contaron a mí mis mayores- por cada palabra de ese eslogan demagógico de la Revolución Francesa, tan querido por los revolucionarios de todas las épocas y latitudes.
Empezaré con la palabra "LIBERTAD" (palabra hermosa como muy pocas, pero que haremos bien en temerla, cuando nos la restriega un Estado, un Gobierno, un Régimen o cualquier cosa que no sea la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana). Y sea nuestra primera historieta, la de un personaje que me fue simpático desde el primer día en que me hablaron de él: Jesús el de los Bigotes.
CON LA PROCESIÓN POR DENTRO
Torredonjimeno, 1936. Una de las procesiones más populares de los tiempos anteriores a la guerra civil era aquí el Señor de los Azotes, que hacía su penitencia la noche de cada Viernes Santo desde tiempo inmemorial. Salía el Señor de los Azotes de la Sacra Iglesia Mayor Parroquial de San Pedro Apóstol, recorría su itinerario tradicional y regresaban con las andas y las imágenes para depositar la sacra imagen en su sede hasta la siguiente Semana Santa. Desde antiguo era ésta la cofradía de los panaderos, por lo que los obradores de pan, que no paraban ningún día del año, se cerraban esa noche del Viernes Santo como excepción, para permitir que los panaderos pudieran portar las andas de ese conjunto escultórico.
El grupo imaginero representaba a Jesucristo, con el dorso desnudo, atado a una columna mientras era azotado por unos sayones. Para exagerar la fealdad de alguien, solía decirse hasta hace poco tiempo en Torredonjimeno: "Eres más feo que el judío del cambrón", en alusión a una de las imágenes de encanallados sayones que fustigaban las espaldas del Señor.
El mandón de andas, capataz de los anderos, del Señor de los Azotes era Jesús Trigo, a quien todos en el pueblo apodaban “Jesús el de los Bigotes”, por el tamaño descomunal de sus mostachos. No era Jesús que digamos un hombre muy de Iglesia, su oficio en la panadería era buena excusa para no ir a Misa, huelga decir que salvando la noche del Viernes Santo. Era de ver -por lo que me contaron- con qué sentimiento el de los Bigotes se ponía delante del paso, dando órdenes a sus forzudos anderos para llevar lo más lucido al Señor cada Viernes Santo. Paraban, y Jesús el de los Bigotes sacaba su tabaco de la petaca, liaba su cigarro y daba la voz de marcha. Otra vez las andas echaban a andar, y al iniciarse la marcha, ante la imagen del Señor de los Azotes rompía Jesús el de los Bigotes a decir: “Vamos con “cudiao”… con mucho “cudiaico”. No me maltratéis más al Nazareno que es mi Tocayo, ¿no véis cómo le han azotado los judiazos?... Pues no lo maltratemos nosotros los cristianos…”
Estalló la guerra civil el 18 de julio de 1936. Torredonjimeno quedó bajo dominio republicano. Las milicias se organizaron. Se apresó a todo aquel que anudara una corbata a su cuello, a cualquiera que tuviera fanegas o, simplemente, a quien fuese conocido por ser hombre de Iglesia. Las iglesias fueron expoliadas, quemadas las imágenes sacras –muchas de ellas de portentosa factura se perdieron en las hogueras de la barbarie roja. Se cerraron los templos, se profanaron y se exhumaron algunas tumbas. A Jesús el de los Bigotes, como no iba a Misa no lo encarcelaron. Pero por mucho miliciano que se jactara de adueñarse de la calle, puño en alto y pistolón en la mano con gatillo fácil, Jesús el de los Bigotes no se afeitó sus mostachos. Tampoco se quitó del tabaco de picadura, aunque lo tuviera racionado. Como tantos trabajadores sencillos, Jesús el de los Bigotes –en esos tiempos de guerra- seguía haciendo vida normal, lo que quiere decir que no descansaba de sus labores ningún día del año… Excepto el Viernes Santo.
Cuentan que el Viernes Santo de 1937 y el Viernes Santo de 1938, estando todavía Torredonjimeno a merced de las arbitrariedades de los milicianos, pudo verse a Jesús el de los Bigotes salir de su humilde morada, más peripuesto que un San Luis a pincel. Recorría las solitarias calles torredonjimeneñas hasta llegar a la puerta de la Sacra Iglesia Mayor de San Pedro Apóstol, frente a la que se ponía a la hora que marcaba la tradición, puntual más que un reloj.
Jesús el de los Bigotes floridos, más solo que la una, se liaba su cigarrillo y musitaba: “Vamos despacico, con “cudiao”… Con mucho “cudiaico”… No me maltratéis al Nazareno, ¿no veis que los judíos nos lo han quemado?... Pues no le hagamos más daño los cristianos…”.
Y cuentan que aquel cristiano sencillo recorría solitario las calles desoladas, mientras las buenas gentes que no habían sido asesinadas todavía se guardaban en sus casas, temerosas de encontrarse con milicianos borrachos y brutales. Jesús hacía su noche de penitencia, tal y como si no estuviera implantado el estado del terror rojo, como si su Señor de los Azotes fuese por las calles a hombros de sus anderos. Y Jesús rezaba por lo bajini: “Vamos despacico, con mucho cudiaico… que los judíos han quemado al Señor, pero yo lo llevo en mi corazón…”.
Cuando terminaba el itinerario, regresando a la parroquia de San Pedro, matriz de su cofradía, desde la que había arrancado su “procesión”, Jesús el de los Bigotes rezaba su padrenuestro, sus tres avemarías y su gloria. No había banda de música. Tampoco se había congregado el gentío expectante. Pero, dichoso de haber “devuelto” al Señor a la Parroquia, Jesús liaba su cigarrillo y se volvía a su casa, atusándose los bigotes. Cuando se cruzaba con algún paisano, éste le preguntaba: “¿Y de dónde vienes, Jesús?”. Y Jesús el de los Bigotes, guiñándole un ojo de complicidad, le decía: “De ver a un Tocayo mío a quien aprecio mucho, compadre.”
Jesús el de los Bigotes falleció hace muchos años, pero todos los que lo conocieron aseguran que, el mismo día de su entierro, vino Jesús Nazareno el de las Barbas y, sin que nadie los viera a los dos, Jesucristo se lo llevó a su santa gloria, donde los milicianos no podrán quemar las tallas ni fusilar a los cristianos. Allí se estará liando sus cigarrillos de picadura, bendito sea.
Publicado por Maestro Gelimer
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