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tautalo
EL NACIONALISMO Y LAS REVOLUCIONES BURGUESAS
Con las Revoluciones norteamericana y francesa entra en crisis definitivamente la idea de la legitimidad dinástica y teocrática y se afirma una idea absolutamente revolucionaria: la de soberanía nacional. Únicamente la idea de "nación" demostró tener el suficiente atractivo para desbancar, como fuente de soberanía y legitimidad, a la idea de que el poder descansaba sobre los derechos dinásticos otorgados por Dios, idea ésta que gozaba de todo el prestigio que le otorgaban la Religión y la Tradición. La fidelidad a los reyes empieza a ser sustituida por la idea de fidelidad a la nación.
Además, la idea de "nación" representaba la idea del bien común por encima de los privilegios corporativos (los de los gremios), estamentales (los de nobleza y clero) y también de los de algunas regiones que gozaban, en las antiguas monarquías, de ventajas tales como privilegios fiscales, exención de reclutamiento, etc. Todo este sistema de privilegios, típico del Antiguo Régimen, que los revolucionarios aspiraban a destruir, solo podía ser demolido poniendo en el centro del discurso la idea de "nación".
Las potencialidades del nacionalismo como motor de las masas se vieron pronto: cuando las monarquías europeas se coaligaron para acabar con el experimento revolucionario francés, los jacobinos, que estaban sumiendo al país en una orgía de sangre, difícilmente hubieran movilizado a los ciudadanos apelando a la defensa de la guillotina, ni tan siquiera a la defensa de sus ideas radical-ilustradas (que en realidad eran incomprensibles para la inmensa mayoría de los franceses de esa época). Para conseguir que todo el pueblo francés se les uniera apelaron, con éxito, a la idea de nación.
Durante la Revolución francesa, los jacobinos establecieron por vez primera la ecuación: un Pueblo = una Nación = un Estado.
La idea de que era la "nación francesa" (y no la Revolución) la que estaba "amenazada de muerte" por los "extranjeros", sería la utilizada por los jacobinos para galvanizar a las masas, hacer que se unieran en torno a su gobierno y engrosaran en masa el nuevo ejército revolucionario (la "levée en masse"): la "nación en armas". Surge así un patriotismo nacional y revolucionario contra los extranjeros "contrarrevolucionarios".
Después, Napoleón tratará de superar la gran ruptura histórica que suponía la Revolución francesa, uniendo en una misma línea de continuidad histórica a las grandes dinastías francesas con el más inmediato pasado revolucionario. El Gran Corso, al restaurar la monarquía en su persona, no dudó en presentarse como la encarnación de toda la historia francesa, desde los Capetos y los Merovingios hasta los jacobinos. Esto sólo podía lograrlo poniendo en el centro de su discurso una idea sacralizada de la nación, la exaltación de la "grandeza de Francia", que daba una supuesta continuidad histórica a Carlomagno, Luis XIV y Robespierre.
El nacionalismo como fenómeno de masas y fuente de legitimación del poder será, en definitiva, el gran hijo de la Revolución francesa. Hay que insistir una y mil veces en ésto, ya que lo corriente hoy en día, en las criticas que se dirigen al nacionalismo, es presentarlo como una ideología que es un vestigio, no ya del Antiguo Régimen, sino del pasado tribal de la Humanidad. Por el contrario, el nacionalismo es una consecuencia de la Ilustración y de la Revolución burguesa, concretamente de la Revolución francesa.
Durante ella se producen tres fenómenos de gran trascendencia:
1) Se rompe con la idea de Soberanía Real y se afirma la de Soberanía Nacional. Vale la pena subrayar que esto exigirá hacer coincidir los límites del Estado con los de la nación, con lo que se inicia la práctica, hoy habitual, del "etnocidio", es decir la eliminación —por absorción o por métodos más drásticos— de las culturas nacionales minoritarias dentro de un Estado. En el caso de Francia, al estallar la Revolución Francesa, ni siquiera un 50% de los "franceses" (súbditos del Reino de Francia) hablaban francés; el alemán (en Alsacia y Lorena), el corso, el italiano (en Saboya), el bretón, el catalán, el vasco o el neerlandés (en Flandes) eran otras tantas lenguas habladas por los habitantes de esa monarquía. Ahora, al convertirlos en "ciudadanos" de Francia, se les impondrá la obligación de aprender y utilizar sólo y únicamente la lengua francesa.
2) La idea nacional es utilizada por vez primera de forma sistemática y consciente como elemento de movilización de las masas. En episodios históricos anteriores, como la rebelión de los Países Bajos contra la monarquía española, el sentimiento nacional neerlandés de los rebeldes holandeses pudo jugar un papel importante, pero no menos importante eran otros como el religioso (calvinismo contra catolicismo) o la defensa de privilegios territoriales frente al centralismo creciente de las monarquías. Es decir, este tipo de fenómenos no son puramente nacionalistas. En el caso de la rebelión holandesa vemos claramente cómo los neerlandófonos septentrionales (los actuales holandeses) que se enfrentan al rey de España eran calvinistas, mientras que siguen fieles a ese mismo rey los neerlandófonos meridionales (los actuales flamencos de Bélgica). Ahora bien, los revolucionarios jacobinos franceses, con la "levée en masse", descubren que sólo apelando a la idea de la nación en peligro es posible hacer que vibren y se exalten las masas, sacándolas de su apatía y movilizándolas al servicio de los proyectos del gobierno.
3) La idea de nación es utilizada para superar la ruptura traumática que suponen los procesos revolucionarios, afirmando la existencia de una continuidad histórica subyacente, que legitima de esta manera al nuevo poder constituido."
El concepto "nación" sólo adquiere su significado político con la revolución, enemiga del Altar y del Trono, eso es lo que defiende el artículo inicial. También defiende que, por su antigüedad, el término Patria se muestra más conveniente para la lucha contra-revolucionaria. Nada más, solo eso.
Un saludo
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