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Tema: Historias militares y gloriosas Hispanas

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  1. #1
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    Re: Historias militares y gloriosas Hispanas




    Servicio de carreteras de la Benemérita.1890



    Tcol. del regimiento de caballeria Alcántara, 1911, este regimiento está acantonado en la actualidad en Melilla y es de caballaria acorazada(carros de combate en toda regla).Es el heredero directo de la orden de caballeria Alcántara que tiene sus orígenes en la Reconquista.




    Escuadrón 1º de Caballería de Valencia.1875



    Comandante de infantería con uniforme de paseo.La primera vez que lo ví pensé era un pijama.




    Cabo de infantería de línea en 1840.

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
    infernales;
    mas los buenos religiosos
    gánanlo con oraciones
    y con lloros;
    los caballeros famosos,
    con trabajos y aflicciones
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  2. #2
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    Re: Historias militares y gloriosas Hispanas

    Vamos con unas imágenes algo más antiguas.



    Visigodos




    Más visigodos.





    La siguiente ilustración de McBride representa a un guerrero visigodo del siglo V d.C.






    Guerreros cántabros.

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
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  3. #3
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    Re: Historias militares y gloriosas Hispanas

    Vayamos con algo que tiene que ver más con el espíritu del hilo.

    Trajano, como privado Marcus Ulpius Traianus, como emperador Imperator Caesar Divi Nervae filius Nerva Traianus Augustus, tras su apoteosis Divus Traianus. (septiembre de 53 - agosto de 117). Emperador romano (98-117), nacido el 18 de septiembre de 53 dC en la ciudad de Itálica (la actual Santiponce), a escasos kilómetros de Hispalis (Sevilla), adscrita a la provincia romana de Baetica. Su padre, del mismo nombre, había sido uno de los seguidores más importantes de Vespasiano tras la muerte de Nerón. También él era fiel a la casa de los Flavios y siguió la carrera habitual de senador romano, el (cursus honorum), siendo designado por Domiciano como cónsul ordinario para el año 91. Inició la tradicionalmente llamada dinastía Antonina o, según reciente propuesta, Dinastía Ulpio-Aelia[1]
    Contrajo matrimonio con Pompeia Plotina, aunque no tuvieron hijos.
    Durante el mandato de Nerva era gobernador de la Germania Superior. Nerva le adoptó en su ausencia y le hizo participar en su gobierno. Una posible explicación es que buscaba el apoyo del estamento militar, que confiaba en Trajano tras una brillante carrera, con fama de ser uno de los mejores comandantes.
    Tras la inesperada muerte de Nerva, Trajano se mantuvo cerca de las fronteras del Rhin y del Danubio. Una de sus primeras actuaciones fue mejorar la red de carreteras entre Mogontiacum (Maguncia) y Augusta Vindelicorum (Augsburgo). Además inició la construcción de un limes para asegurar los Campos Decumanos (Agri decumates, tierras germanas en el lado derecho del Rhin), que habían sido ganadas para el imperio bajo Domiciano.
    Fue adoptado por Nerva en el año 97 y asociado a la sucesión imperial. Con el gobierno terrorífico de Domiciano aún reciente, fue recibido con los brazos abiertos por el Senado.





    Las guerras contra los dacios

    En 101, Trajano inició su primera guerra contra los dacios, un pueblo que habitaba en la actual Rumanía, cuyo líder era Decébalo. La guerra terminó al año siguiente con la victoria romana en la batalla de Tapae. Entre 105 y 106 siguió la segunda guerra de los dacios, durante la cual los romanos tomaron la capital dacia, Sarmizegetusa, y anexionaron Dacia como provincia del imperio. Estas guerras se reflejan en la columna de Trajano, que se levantó conjuntamente con el Foro (Foro de Trajano), donde fue colocada para celebrar la gran victoria.
    Aproximadamente al mismo tiempo, se integró sin lucha al imperio el reino de los nabateos, convirtiéndose en provincia romana con el nombre de Arabia Pétrea.
    Artículo principal: Las guerras dacias

    El Imperio Romano en su máxima expansión (117, al final del reinado de Trajano)



    Las guerras contra los partos

    En 113 Trajano comenzó una guerra victoriosa contra los partos (ver Imperio Parto); Armenia, Asiria y Mesopotamia fueron integradas en el Imperio. Éste alcanzó con las conquistas su máxima extensión. Problemas logísticos, rebeliones y una enfermedad seria de Trajano impidieron conquistas más allá de estos límites. Murió en el viaje de vuelta de la campaña parta, en Selinus, cerca del Mar Negro, el 9 de agosto de 117.

    Un gobierno liberal

    Sus prolongadas estancias en la guerra exterior no impidieron a Trajano llevar a cabo una intensa política interior, motivo de encendidos elogios en la historiografía romana, portavoz de la opinión del Senado, una antigua institución que reunía en su seno a la aristocracia y añoraba el poder del que había gozado en el régimen republicano anterior a la instauración del Principado por Augusto.
    El ascenso al poder de Trajano supuso para el senado la recuperación de la libertad perdida, «un tiempo nuevo», dice Plinio. Con la colaboración del senado, donde instauró el voto secreto, Trajano trazó un plan de regeneración moral y política que tuvo consecuencias en la administración, la justicia y la economía. Se preocupó especialmente de aumentar los recursos del fisco, con el fin de llevar a cabo su política de construcciones y mejoras de la infraestructura. Trajano incluso ideó contruir una especie de "metro" subterráneo en Roma, cosa que no logró. Sería también el impulsor de un plan de ayuda a los propietarios agrícolas consistente en la concesión de crédito a bajo interés y cuya originalidad consistía en que los intereses que se recaudaban se destinaban a la alimentación de los niños de condición libre. Así favorecía al tiempo el desarrollo de la natalidad, que había caído hasta índices alarmantes.

    "El vivir que es perdurable
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  4. #4
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    Re: Historias militares y gloriosas Hispanas

    Invasión de Buenos Aieres y el tercio de Gallegos

    A principios del siglo XIX, cuando la Ciudad de Buenos Aires fue invadida por tropas británicas, un grupo de gallegos crearon un regimiento, cuyo protagonismo excedió el plano de lo puramente militar, contribuyendo a la gestación de Argentina como nación

    Vencida la flota franco-española en Trafalgar, el Imperio Británico queda dueño de los mares, teniendo como objetivo conquistar las más destacadas posesiones españolas de ultramar. Así, en junio de 1806, una expedición militar británica comandada por el general John Beresford, desembarca en Buenos Aires. El virrey del Río de la Plata, en una decisión que le costaría un merecido ostracismo, resuelve huir con su familia y los caudales, dejando orden de rendir la plaza a discreción. Con sus banderas desplegadas, a paso marcial y al son de las gaitas y tambores del 71º Regimiento de "Highlanders" de Escocia, toman la ciudad. La impotencia contenida del pueblo de la capital rioplatense, se desata en la furiosa jornada del 12 de agosto cuando, liderados por el capitán de navío Santiago de Liniers, se reconquista la ciudad a sangre y fuego. El pueblo alzado en armas de una lejana aldea de ultramar, había dejado claro que, ni con las armas de la más poderosa fuerza militar de la época se quebraría su dignidad.



    Conocida la intención británica de volver a saldar la deuda, el nuevo virrey Liniers, resuelve la creación de un ejercito voluntario destinado a la Defensa de estos territorios. Así nace el germen de lo que luego sería el Ejército Argentino: La Legión de Patricios Voluntarios Urbanos, Arribeños, Húsares de Pueyrredón, entre los regimientos americanos. Ese mismo 17 de septiembre de 1806, se formaba el Tercio de Voluntarios Urbanos de Galicia - o Tercio de Gallegos -. Era designado como Comandante, el ingeniero voluntario del Ejército, D. Pedro Cerviño. Alma Mater del regimiento y Primer Director en funciones de la Escuela de Náutica de Buenos Aires, fundada en 1799, por el Padre Intelectual de Argentina, el abogado porteño, D. Manuel Belgrano.



    Esos 600 hombres básicamente surgen de dos instituciones: la "Congregación del Apóstol Santiago el Mayor, de Hijos y Oriundos del Reyno de Galicia" y la Escuela de Náutica, cuyo director fue el creador y comandante del Tercio, el ya mencionado ingeniero gallego Pedro Antonio Cerviño. En esta institución se impartía instrucción militar, ya que en ese momento los mercantes estaban artillados por los ataques de los piratas, por lo cual también se lo puede considerar el primer colegio militar de Argentina.

    La larga tradición marinera del pueblo gallego hizo que la Escuela de Náutica se encontrara realmente acaparada por personas de ese origen o de sus descendientes. Por eso, entre los profesores y alumnos que secundaron a Cerviño se destacaron como los más notables, el vice director, Juan Carlos O'Donnell Figueroa, nacido en Galicia pero con ascendencia irlandesa; los cadetes Bernardino Rivadavia, quien posteriormente fue el primer presidente argentino en 1826 - que además era familiar de Benito González Rivadavia, uno de los fundadores de la Congregación del Apóstol Santiago e integrante del Tercio -, y Lucio Norberto Mansilla, criollo de origen gallego, que luego cruzó los Andes con el General San Martín y después comandó las tropas en batalla más significativa de la soberanía argentina: el combate de la Vuelta de Obligado.

    En cuanto a la Congregación del Apóstol Santiago, que se había constituido en 1787, aportó la gran mayoría de hombres que integró el Tercio y también el segundo comandante, José Fernández de Castro. En las banderas de aquellos voluntarios figuran los símbolos del estandarte de la Congregación. Esta agrupación, que unía a los gallegos en Buenos Aires, era una organización que prestaba ayuda, con lo cual probablemente sea la primera institución mutual gallega en el exterior, algo para tener muy en cuenta dada la notable trascendencia que la emigración ha tenido por siglos en el pueblo gallego.

    Tanto la Escuela de Náutica, como la Congregación del Apóstol Santiago, constituyen dos instituciones que también fueron protagonistas de esta historia, pero nos referimos a ellas con más detenimiento en otros artículos que próximamente aparecerán en Sitio al Margen.

    Para el 20 de septiembre el Cabildo aprueba el reglamento de esta unidad, en el que se destaca que sus comandantes y oficiales eran elegidos democráticamente por la tropa. Otro aspecto para tener en cuenta, y que surge de una notificación que Fernández de Castro envía al Cuartel General de Armas, era la consideración acerca de la buena instrucción que demostró, desempeñándose con solvencia e idoneidad, con la clara especificación que nunca colaboró ningún militar de la guarnición de Buenos Aires. Así se hacen 8 compañías de fusileros y una de granaderos, estos últimos eran los encargados de tirar granadas para romper las paredes o los cercos y que pudiera pasar el resto de la tropa.

    Una acontecimiento anecdótico, pero que revela una incoherencia en la organización militar de Buenos Aires, fue denunciado por líderes del Tercio de Gallegos. Se ordenó que las armas y municiones se guardasen en el arsenal de armas de los cuarteles y las llaves quedaran en manos del Cuartel Maestre General de Armas, con el argumento de disminuir el delito y los problemas que generaba la soldadesca cuando se emborrachaba. La disposición desvirtuaba el carácter de milicias urbanas que tenía la fuerza militar de la ciudad, ya que los soldados-vecinos necesitaban pasar por el cuartel a buscar sus propias armas cuando se los convocara.


    Desembarcan nuevamente en Buenos Aires 12.000 hombres de la más selecta y experimentada tropa inglesa, vaciando las entrañas de la más grande flota que jamás surcara las aguas del "Río Color de León". A paso forzado se dirigen a la capital.



    Luego de una escaramuza a las puertas de la ciudad, el 5 de julio amanece con el estrépito de los 36 cañonazos de bala que marcaban, a una vez, la orden de marcha, la intimación de ceremonia y el anuncio de una carnicería que envolvería a todo el pueblo.


    Desde la primera a la ultima contienda, los 600 hombres del Tercio de Gallegos desplegaron su valor y patriotismo. Detrás de sus banderas con el Escudo del Reyno de Galicia y la Cruz del Apóstol Santiago, y tras los acordes de sus gaitas (tomadas al 71º de Highlanders), riegan la ciudad con su sangre, cubriéndose de gloria en el Retiro donde logran romper un cerco británico que los multiplicaba en número, con el ultimo cartucho y a bayoneta calada. Finalmente, el ultimo bastión inglés también se rinde a manos de un capitán del Tercio de Gallegos.


    En 1995, luego de un injusto sueño bicentenario, la Escuela Nacional de Náutica donde viera la luz, recupera la Gloriosa Historia del Tercio de Galicia, designándolo Guardia de Honor Oficial de esta prestigiosa academia marítima, y luciendo sus uniformes, banderas, armas e instrumentos.


    Desde entonces participa en todo tipo de eventos oficiales y públicos, culturales, históricos y académicos, a lo largo de toda la extensa geografía argentina, e incluso en España. Su historia y actuales actividades son difundidas en todo el mundo, a través de distintos medios (libros, revistas especializadas, notas televisivas, radiales, gráficas, Internet, conferencias, jornadas, recreaciones de batallas, etc.). Asimismo, ha recuperado la consideración merecida, habiendo sido condecorado con la "Medalla de Buenos Aires" (Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires); la Medalla de Oro "Distinción al Valor en Defensa de la Patria" (Hble. Congreso de la Nación Argentina) y la Medalla de Plata de Galicia (Xunta de Galicia).


    Oficial y Bandera del Tercio de Gallegos.

    Uniforme de soldado de linea del Tercio de Gallegos

    ¡Por España Siempre!

  5. #5
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    Re: Historias militares y gloriosas Hispanas

    Lenda do Milagre de Ourique



    A Batalha de Ourique é um episódio simbólico para a monarquia portuguesa, pois conta-se que foi nela que D. Afonso Henriques foi pela primeira vez aclamado rei de Portugal, em 25 de Julho de 1139. Foi no campo de Ourique que se defrontaram o exército cristão e os cinco reis mouros de Sevilha, Badajoz, Elvas, Évora e Beja e os seus guerreiros, que ocupavam o sul da península. A lenda conta que um pouco antes da batalha, D. Afonso Henriques foi visitado por um velho homem que o rei já tinha visto em sonhos e que lhe fez uma revelação profética de vitória. Contou-lhe ainda que "sem dúvida Ele pôs sobre vós e sobre a vossa geração os olhos da Sua Misericórdia, até à décima sexta descendência, na qual se diminuirá a sucessão. Mas nela, assim diminuída, Ele tornará a pôr os olhos e verá." O rei deveria ainda, na noite seguinte, sair do acampamento sozinho logo que ouvisse a sineta da ermida onde o velho vivia, o que aconteceu. O rei foi surpreendido por um raio de luz que progressivamente iluminou tudo em seu redor, deixando-o distinguir aos poucos o Sinal da Cruz e Jesus Cristo crucificado. O rei emocionado ajoelhou-se e ouviu a voz do Senhor que lhe prometeu a vitória naquela e em outras batalhas: por intermédio do rei e dos seus descendentes, Deus fundaria o Seu império através do qual o Seu Nome seria levado às nações mais estranhas e que teria para o povo português grandes desígnios e tarefas. D. Afonso Henriques voltou confiante para o acampamento e, no dia seguinte, perante a coragem dos portugueses os mouros fugiram, sendo perseguidos e completamente dizimados. Conforme reza a lenda, D. Afonso Henriques decidiu que a bandeira portuguesa passaria a ter cinco escudos ou quinas em cruz representando os cinco reis vencidos e as cinco chagas de cristo, carregadas com os trinta dinheiros de Judas.



    A Morte do Lidador Num dia longínquo de 1170, Gonçalo Mendes da Maia, nomeado Lidador pelas muitas batalhas travadas e ganhas contra os Mouros, decidiu celebrar os seus 95 anos com um ataque ao famoso mouro Almoleimar. Da cidade de Beja saiu o Lidador naquela manhã com trinta cavaleiros fidalgos e trezentos homens de armas, sabendo de antemão que o exército de Almoleimar era muitas vezes superior. Perto do meio-dia, pararam os cavaleiros para descansar perto de um bosque onde emboscados aguardavam os mouros. A primeira seta feriu de morte um guerreiro português, o que fez com que o exército cristão se pusesse em guarda. Frente a frente se mediam a destreza e perícia árabes, invocando Allah, e a rudeza e força cristãs, clamando por Santiago. A batalha começou e ambos os exércitos se debateram com coragem, até que num dado momento Gonçalo Mendes e Almoleimar cruzaram espadas em cima dos seus cavalos. Um dos vários golpes desferidos atingiu Gonçalo Mendes que, mesmo ferido, atacou com raiva Almoleimar, que ripostou. O resultado foram dois golpes fatais, um dos quais matou o mouro e outro que deixou Gonçalo Mendes Maia ferido de morte. O Lidador, moribundo, perseguiu com os seus homens os mouros que debandavam em fuga até que o esforço de um último golpe sobre um cavaleiro árabe lhe agravou os ferimentos. O Lidador caiu morto na terra juncada de mais de mil corpos inimigos. Os cerca de sessenta cristãos sobreviventes celebraram com lágrimas esta última vitória do Lidador. Um sacerdote templário disse em voz baixa as palavras do Livro da Sabedoria: "As almas dos justos estão na mão de Deus e não os afligirá o tormento da morte".

    texto de http://lendasdeportugal.no.sapo.pt/distritos/beja.htm

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  6. #6
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    Re: Historias militares y gloriosas Hispanas

    Irmao ¿es esa batalla la que tomais como principio de la Reconquista portuguesa?

    "El vivir que es perdurable
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  7. #7
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    Re: Historias militares y gloriosas Hispanas

    Amigo Mazadelizana, la Batalla de Ourique fue la primera ocasión en que D. Afonso Henriques fue aclamado Rex Portucalensis - el primero acto de la independencia que se vendria a firmar en Zamora en 1143.

    Claro que antes de eso, el Condado Portucalense, encuanto parte del Reino de Gallicia primero y de la Corona de León después, participó con los otros gallegos y leoneses en la reconquista cristiana de la Península.

    ?Has visto como el Lidador quise celebrar su 95º cumpleaños? !Pasando a moros por fio de espada! Que tiempos...
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  8. #8
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    Re: Historias militares y gloriosas Hispanas

    Cita Iniciado por Irmão de Cá Ver mensaje

    ?Has visto como el Lidador quise celebrar su 95º cumpleaños? !Pasando a moros por fio de espada! Que tiempos...
    ese señor es mi nuevo héroe.


    Mejores tiempos sin duda alguna.

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  9. #9
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    Re: Historias militares y gloriosas Hispanas

    El Cid, Rodrigo Díaz De Vivar.

    Héroe nacional por excelencia Rodrigo Díaz, el Cid, el más universal de los burgaleses, encarna el prototipo del caballero con las máximas virtudes, fuerte y leal, justo y valiente, prudente y templado, guerrero y culto...
    A pesar de la distancia que nos separa de su vida, conocemos con bastante exactitud su vida y obra. Mucha leyenda le rodea, pero, su figura ha sido estudiada con gran rigor por grandes especialistas, como Menéndez Pidal. Gracias a estas personas, conocemos la personalidad del caballero burgalés, los hechos que hicieron sus días, su vida familiar, y hasta su caballo y espadas son por todos conocidos.
    Sus restos y los de Jimena, su esposa, descansan en el centro de la catedral de la capital de Castilla, Burgos(lugar que he tenido la suerte de pisar varias veces en mi vida), pero su espíritu está con nosotros aún presente.


    II.- Biografía del Campeador.
    Rodrigo Díaz nació en Vivar, pequeña aldea situada a 7 kilómetros de la ciudad de Burgos en 1043. Hijo de Diego Laínez, noble caballero de la Corte Castellana y de una hija de Rodrigo Alvarez. Descendiente es por línea paterna de Laín Calvo, uno de los dos Jueces de Castilla.
    A los 15 años quedó huérfano de padre y se crió en la corte del rey Fernando I junto al hijo del monarca, el príncipe Sancho. Ambos crecieron juntos y trabaron buena amistad durante cinco años. También se educó en las letras y en las leyes, seguramente en el monasterio de San Pedro de Cardeña, lecciones que le servirían posteriormente para representar en pleitos al mismo monasterio y también al mismísimo Alfonso VI el cual confió al burgalés numerosas misiones diplomáticas en las que debía conocer perfectamente las leyes.
    Entre los años 1063 a 1072 fue el brazo derecho de don Sancho y guerreó junto a él en Zaragoza, Coimbra, y Zamora, época en la cual fue armado primeramente caballero y también nombrado Alférez y "príncipe de la hueste" de Sancho II.
    A los 23 años obtuvo el título de "Campeador" -Campidoctor- al vencer en duelo personal al alférez del reino de Navarra.
    A los 24 años era conocido ya como Cidi o Mío Cid, expresión de cariño y admiración.
    Con la muerte de Sancho II en el cerco de Zamora y tras la jura de Santa Gadea tomada por Rodrigo al nuevo rey castellano, Alfonso VI, la suerte del Cid cambió y su gran capacidad fue desechada por la ira y envidia del nuevo monarca.
    En 1081 el Cid es desterrado por primera vez de Castilla. 300 de los mejores caballeros castellanos le acompañaron en tan difícil situación. Esta etapa duró unos 6 años los cuales fueron aprovechados por Rodrigo y sus hombres para hacer de Zaragoza su cuartel general y luchar en el Levante.
    Vuelve a Burgos en 1087 pero poco duró su paz con el rey por lo que marchó de hacia Valencia donde se convirtió en el protector del rey Al-Cádir y sometió a los reyezuelos de Albarracín y Alpuente.
    El almorávide Yusuf cruza en 1089 el estrecho de Gibraltar y el rey Alfonso pide ayuda al caballero castellano, pero por una mal entendido entre ambos surge una nueva rencilla entre el rey y su leal súbdito y el monarca le destierra por segunda vez en 1089.
    En los diez años siguientes, la fama del Cid se acrecentó espectacularmente al contrario que el reinado del rey. En menos de un año el Cid se hizo señor de los reinos moros de Lérida, Tortosa, Valencia, Denia, Albarracín, y Alpuente.
    En torno al 1093, matan a su protegido de Valencia Al-Cádir, ciudad que fue tomada por Ben Yehhaf. El Cid asedió durante 19 meses la ciudad y finalmente entró triunfal en junio de 1094.
    Rodrigo se convirtió en el señor de Valencia, otorgó a la ciudad un estatuto de justicia envidiable y equilibrado, restauró la religión cristiana y al mismo tiempo renovó la mezquita de los musulmanes, acuñó moneda, se rodeó de una corte de estilo oriental con poetas tanto árabes como cristianos y gentes eminentes en el mundo de las leyes, en definitiva, organizó con grandísima maestría la vida del municipio valenciano.
    Aún habría de combatir numerosas batallas, como la que el mismo año le enfrentó al emperador almorávide Mahammad, sobrino de Yusuf, el cual se presentó a las puertas de Valencia con 150.000 caballeros. La victoria fue total, tan grande fue el número de enemigos como grande fue el botín a ellos recogido.
    En 1097 muere en la batalla de Consuegra su único hijo varón, Diego.
    El domingo 10 de julio de 1099, muere el Cid. Toda la cristiandad lloró su muerte.

    III.- El Destierro.
    Al morir Fernando I (primer rey de Castilla), divide su reino entre sus hijos. A Don García le da Galicia, a Don Alfonso León, Castilla a Don Sancho y Toro y Zamora a Doña Elvira y Doña Urraca respectivamente. Sancho no contento con el reparto intenta unificar los territorios con la ayuda de su alférez El Cid.
    Juntos lucharon en varias batallas, entre ellas, el duelo judicial o campo de la verdad en el que el Cid derrotó al navarro Jimeno Garcés obteniendo el título de Campeador. también lucharon en las batallas de Llantada y Golpejar, en las cuales vencimos y derrotando a los leoneses, Alfonso pierde la corona de León en favor de Sancho, rey de Castilla. También acompañó el Cid al cerco de Zamora, donde el rey Sancho fue asesinado a traición por Bellido Dolfos.
    Por ser el Cid jefe de las tropas del rey Sancho y por sus conocimientos jurídicos en Derecho Castellano, fue el mismo quien tomó juramento en la Iglesia de Santa Gadea de Burgos, a Don Alfonso, de no haber tenido arte ni parte en la muerte de Don Sancho.
    Debido a esta razón, entre otras seguramente, el nuevo rey de Castilla, Alfonso VI, destituyó a Rodrigo de su cargo y nombró Alférez real a García Ordóñez, pasando el Cid a un segundo plano en la corte.
    Tras esto, el Cid tomó matrimonio con Jimena, hija del Conde de Oviedo, nieta de Alfonso VI y biznieta de Alfonso V el 19 de Julio de 1074.
    En 1079, se dirige a Sevilla para cobrar los tributos (parias) del rey de Sevilla a Alfonso VI. Esta en ello cuando él y el rey de Sevilla fueron atacados por el rey de Granada y García Ordoñez. Las mesnadas del Cid consiguen vencer a los asaltantes y Rodrigo humilla a García Ordóñez en el castillo de Cabra, pero a la vuelta a Burgos, este último, y Pedro Ansúrez, desencadenan traición contra el Cid, consiguiendo que Alfonso VI le destierre, y prohibe a todos los burgaleses darle ayuda o aposento alguno, como así dicen los versos del Cantar:
    " Ya entra el Cid Ruy Díaz por Burgos;
    sesenta pendones le acompañan.
    Hombres y mujeres salen a verlo,
    los burgaleses y burgalesas se asoman a las ventanas:
    todos afligidos y llorosos.
    De todas las bocas sale el mismo lamento:
    ¡Oh Dios, qué buen vasallo si tuviese buen Señor! "
    Mio Çid Roy Díaz por Burgos entrove, En sue compaña sessaenta pendones;
    exien lo ver mugieres e varones,
    burgeses e burgesas por las finiestras sone.
    De las sus bocas todos dizían una razóne:
    " Dios, que buen vassallo, si oviese buen señore! "

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
    infernales;
    mas los buenos religiosos
    gánanlo con oraciones
    y con lloros;
    los caballeros famosos,
    con trabajos y aflicciones
    contra moros".

    http://fidesibera.blogspot.com/

  10. #10
    Avatar de Irmão de Cá
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    Re: Historias militares y gloriosas Hispanas

    El Cid fue, de todos los tiempos, la mas acerada espada de Díos... !Salve Castilla por tan glorioso hijo!
    res eodem modo conservatur quo generantur
    SAGRADA HISPÂNIA
    HISPANIS OMNIS SVMVS

  11. #11
    Avatar de FACON
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    Respuesta: Historias militares y gloriosas Hispanas

    Cita Iniciado por mazadelizana Ver mensaje
    Empiezo con este nuevo hilo en el que vamos a tratar batallas en las que hayamos participado españoles y portugueses(juntos o separados).

    Empiezo con la batalla de clavijo:

    Dícese de la batalla que sostuvo Ramiro I de León contra los musulmanes en el año 844. El lugar de la batalla fue en el monte Lanturce, a unos 25 kms al sur de Logroño, y muy cerca a la estratégica posición de Albelda. El motivo pudo ser, al parecer, la negativa de Ramiro I a allanarse a la pretensión del tributo de las cien doncellas.
    La suerte fue desfavorable para las armas cristianas, que quedaron cercadas en el monte Lanturce. Las persepectivas de aniquilamiento para el día siguiente eran seguras. Pero durante la noche se le apareció, al rey Ramito, el Apóstol Santiago en sueños, el cual, le animó para el combate al día siguiente, asegurándoles la ayuda.
    Al día siguiente, 23 de mayo del año 844, efectivamente, en plena batalla, se apareció el Apóstol ayudando a los ejércitos cristianos. Al grito de Que Dios nos ayude y Santiago los musulmanes fueron completamente derrotados. La insignia del Apóstol era una cruz roja en forma de espada.
    En agradecimiento de esta ayuda y para implorar la protección del Apóstol Santiago sobre España, el rey Ramiro I se comprometió para su reino y sus descendedientes, con el Voto de Santiago: un voto sagrado y solemne con el compromiso de abonar las primicias de las cosechas de cada año y el equivalente al gasto de un caballero en combate para la diócesis de Santiago.
    Algunos autores sitúan la batalla de Clavijo en el año 856 con el rey Ordoño I, y otros sitúan la intervención del Apóstol y la institución del Voto, en la batalla de Simancas, año 939, con Ordoño II.
    Otros autores niegan la existencia misma de la batalla(seguramente a fines a nuestro actual desgobierno) y del tributo de las cien doncellas. No explican estos autores entonces el origen del Voto de Santiago (vigente hasta su abolición por las Cortes de Cádiz en 1812).
    Sorprende que una de las primeras medidas de las Cortes de Cádiz, en 1812 fuera la abolición del Voto de Santiago (muy testimonial en términos ecónomicos). Sorprende también que el incumplimiento del Voto por parte de la Nación española haya sido el prólogo al hundimiento de España como potencia en el S.XIX.
    volviendo a esta primer batalla que me fascina, he encontrado por internet el documento q relata la visión que tuvo Ramiro I (que nombrazo!! ) rey de Asturias de Santiago Apostol. segun un documento de Pedro Marcio (canónigo de la catedral de Santiago) del siglo XII. Lo coloca también Esparza en su libro de la "España Épica" (por cierto que les parece José Javier Esparza?) y que aquí reproduzco:

    Y estando yo durmiendo, se dignó aparecérseme, en figura corporal, el bienaventurado Santiago, protector de los españoles; y como yo, admirado de lo que veía, le preguntase ¿quién era?, me aseguró ser el bienaventurado apóstol de Dios, Santiago. Poseído yo entonces de mayor asombro, que en modo extraordinario me produjeron tales palabras, el bienaventurado apóstol me dijo:

    “¿Acaso no sabías que mi Señor Jesucristo, distribuyendo las otras provincias del mundo a mis hermanos, los otros apóstoles, confió por suerte a mi tutela toda España y la puso bajo mi protección? (...) Buen ánimo y ten valor, pues yo he de venir en tu ayuda y mañana, con el poder de Dios, vencerás a toda esa gran muchedumbre de enemigos por quienes te ves cercado. Sin embargo, muchos de los tuyos destinados al descanso eterno recibirán la corona del martirio en el momento de vuestra lucha por el nombre de Cristo. Y para que no haya lugar a duda, tanto vosotros como los sarracenos, me veréis sin cesar vestido de blanco, sobre un caballo blanco, llevando en la mano un estandarte blanco. Por tanto, al punto de rayar el alba, recibido el sacramento de la penitencia con la confesión de los pecados, celebradas las Misas y recibida la Comunión del Cuerpo y la Sangre del Señor, no temáis acometer a los escuadrones de los sarracenos, invocando el nombre de Dios y el mío, teniendo por cierto que ellos caerán al filo de la espada”.
    El noble es aquel:
    que tiene alma para sí y para otros.
    Son los nacidos para mandar.
    Son los capaces de castigarse y castigar.
    Son los que en su conducta han puesto estilo.
    Son los que no piden libertad sino jerarquía.
    Son los que sienten el honor como la vida.
    Son los capaces de dar cosas que nadie obliga y abstenerse de cosas que nadie prohíbe. Son los...

    ("El nuevo gobierno de Sancho" Leonardo Castellani)

  12. #12
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    Aquí pongo un video que me ha emocionado.

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  13. #13
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  14. #14
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    Respuesta: Historias militares y gloriosas Hispanas

    Estos vídeos son increíbles.

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
    infernales;
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  15. #15
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    Borro el mensaje, estaba equivocado.

  16. #16
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    Bueno como veo que el vídeo que puse anteriormente lo eliminaron ,pongo este que es casi idéntico.

    http://www.youtube.com/watch?v=_nOdjPZEjoc

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  17. #17
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    Últimamente Youtube está baneando mucho vídeos.

    "El vivir que es perdurable
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    en que moran los pecados
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  18. #18
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    Pedro Menéndez de Avilés, «El Adelantado de la Florida»

    JOSÉ RAMÓN MARTÍNEZ RIVAS

    ROGELIO GARCÍA CARBAJOSA

    SECUNDINO ESTRADA LUIS*


    Pedro Menéndez de Avilés nació en 1519, en la villa asturiana de Avilés. Aún no había cumplido los 14 años cuando escapó de casa dirigiéndose a Santander, donde embarcó como grumete en una escuadra española que se disponía a zarpar para perseguir corsarios franceses. Dos años después regresó a Avilés, donde sus parientes, para retenerlo, lo casaron con una jovencita de 10 años llamada Ana María de Solís. Pero su espíritu inquieto y aventurero le hace abandonar, a las pocas semanas, su ciudad natal. Todavía no tenía 20 años cuando, con un navío y 50 hombres, apresó a dos barcos piratas franceses, liberando a 60 prisioneros españoles.
    En 1544, el corsario Jean Alphonse de Saintonge capturó, a la altura del cabo Finisterre, 18 embarcaciones vizcaínas, llevando sus presas al puerto de La Rochela. Pedro Menéndez de Avilés persiguió al pirata francés hasta dicho puerto, donde recuperó cinco de los barcos y abordó a la capitana pirata Le Marie, dando muerte personalmente al mismo Alphonse y a muchos miembros de su tripulación. Haciendo caso omiso de las amenazas del gobernador de La Rochela, Pedro Menéndez salió de allí con las presas capturadas. El emperador Carlos V le autorizó a continuar persiguiendo facinerosos, pudiendo quedarse con todo lo que les tomase. De este modo, Pedro Menéndez de Avilés limpió de piratas las costas cantábricas y gallegas. Su fama y valentía eran ya tan notorias que Carlos V le encargó que le condujese a Flandes.
    A partir de 1552 se tienen noticias de que el avilesino comienza a realizar viajes al Nuevo Mundo comandando diversos buques. Dos años más tarde, Felipe II le nombró «Capitán General de la flota de las Indias é por su Consejero, para que le fuese sirviendo dende la Coruña á Inglaterra, cuando se fué á casar con la C.R. María de Inglaterra, y ansí le sirvió muy bien» (Gonzalo Solís de Merás).
    En 1556 y 1561 conduciría sendas flotas al Nuevo Mundo. En este último año, además de los barcos normales de la Armada, al avilesino se le encargó también que llevara dos navíos con 120 soldados para combatir la rebelión de Lope de Aguirre y sus «marañones».
    A mediados de 1561, los 49 navíos que componían la Armada zarpan de Cádiz rumbo a las Indias. En el Caribe Pedro Menéndez divide la flota y manda a su hermano el Almirante Bartolomé Menéndez que lleve una parte a la ciudad panameña de Nombre de Dios, mientras él conduce el resto de los barcos a México.
    Al regresar a España, Pedro Menéndez fue preso sin motivo aparente que lo justificase por los funcionarios de la Casa de Contratación de Sevilla. En la cárcel se encontró con su hermano Bartolomé, encarcelado también injustamente. Los jueces de la Casa, envidiosos de la suerte de los avilesinos, alargaron injustamente su prisión, tratándolos peor que a criminales convictos. Cuando ya llevaban cerca de dos años encarcelados y en vista del mal estado de salud de Bartolomé y de que los jueces de la Casa pretendían retenerles indefinidamente en prisión sin juzgarles, Pedro Menéndez de Avilés, por consejo de algunos amigos, logró su libertad bajo fianza y consiguió entrevistarse con Felipe II. Al poco tiempo se celebró su juicio y el de su hermano, siendo condenados, sin saber en qué cosas se basaban, a pagar solamente unas multas de 1.000 y 200 ducados respectivamente.
    Pedro Menéndez de Avilés tenía un hijo llamado Juan, que, en uno de sus viajes, naufragó a la altura de las Bahamas. Según creía su progenitor, Juan Menéndez, con otros españoles lograron salvarse y alcanzar la costa de La Florida, donde fueron capturados por los indígenas. Por ello, deseoso de encontrar a su hijo, había decidido ir al Nuevo Mundo para buscarlo. Pero al tener conocimiento de que el rey Felipe II preparaba una gran armada para expulsar a los protestantes hugonotes de La Florida, se ofreció para dirigir tal empresa, ofrecimiento que el monarca aceptó, pues el avilesino era el hombre más idóneo para llevar a buen fin tales planes.
    Inmediatamente, Pedro Menéndez empezó a organizar una gran flota en los puertos de Cádiz, Gijón, Avilés y Cantabria. Estando en estos menesteres recibió un comunicado del embajador español en Francia indicándole que el capitán Jean Ribault había zarpado del puerto de La Rochela hacia La Florida con tres barcos de gran porte y 600 piratas. Con intención de adelantarse a ellos y prepararles en La Florida el recibimiento que merecían, el Adelantado, sin esperar a la flota del Cantábrico, zarpó, el 28 de julio de 1565, de Cádiz rumbo a las Canarias. Su flota la componían 11 navíos, a bordo de los cuales iban 995 soldados, 117 labradores con sus familias y algunos religiosos. En las Canarias tenía que incorporarse la flota del Cantábrico mandada por Esteban de Alas. Según Solís de Merás, la escuadra en su conjunto constaba de 26 barcos y 2.646 personas, sufragando la mayoría de los gastos el propio Adelantado, invirtiendo cerca de un millón de ducados.
    Mal empezó la expedición, pues en mitad del Atlántico la flota fue sorprendida por un huracán que la dispersó, obligando a alguna de ellas a retornar al punto de inicio de la travesía. La nave capitana, El Pelayo, y un patax consiguieron llegar a Puerto Rico, aunque en muy precarias condiciones. Días después, el 9 de agosto, arribaron a la isla otras cinco naves en parecido estado. En Puerto Rico, Pedro Menéndez embarcó más hombres y diverso material, dirigiéndose sin más escalas a La Florida. El 28 de agosto de 1565 arribaron a sus costas y exploraron un puerto natural, que bautizaron con el nombre de San Agustín en honor al santo del día.
    Los indígenas a quienes interrogó le indicaron que los franceses estaban más al Norte. Siguiendo la dirección apuntada, los españoles avistaron, el 4 de septiembre, a cuatro galeones franceses fondeados a la entrada del río San Juan. A unos cientos de metros de allí, río arriba, en Fort Carolina, estaban anclados otros siete barcos hugonotes de menor porte. El Adelantado convocó consejo de guerra, comunicando a sus oficiales su intención de atacar de inmediato a aquéllos, pero trataron de disuadirle argumentando que era una temeridad hacerlo en aquel momento, pues la flota francesa era muy superior a la española –seriamente dañada a causa de la acción del huracán sufrido en la travesía del Atlántico–, y que era mejor esperar a que llegasen los demás navíos. Pero el avilesino logró imponer su voluntad. La sorpresa y la audacia serían sus mejores armas.
    A medianoche los barcos españoles entraron en el río colocándose entre la costa y los navíos franceses para impedirles el desembarco, y en una acción muy propia del Adelantado, éste colocó la proa de El Pelayo a pocos metros de la proa de la capitana francesa. Terminada la maniobra, el Adelantado ordenó encender las luces y tocar las trompetas y clarinetes, preguntando a los otros de dónde eran, qué hacían allí y a qué religión pertenecían. Los hugonotes respondieron que eran de Francia, que traían hombres y providencias a La Florida y que su capitán era Jean Ribault. Luego de identificarse, Pedro Menéndez les invitó a que se rindiesen, recibiendo como respuesta risas burlonas e insultos. Pero los franceses, cuando vieron que los españoles iniciaban el abordaje, rompieron las amarras y huyeron a mar abierto. Toda la noche los persiguió el asturiano sin lograr darles alcance, regresando al puerto de San Agustín donde como primera medida ordenó edificar un fuerte en torno a una gran choza que les dio el cacique del lugar. Después, el día 6, hizo desembarcar 200 hombres y al día siguiente mandó entrar en el puerto a los tres barcos de menor calado, de los cuales bajaron 300 hombres, provisiones, municiones y aperos de labranza. El día 8, el Adelantado bajó a tierra con gran pompa y disparos de artillería. Celebróse una misa y acto seguido el avilesino tomó posesión de la tierra en nombre del rey de España. Todo ello bajo la curiosa mirada de numerosos indígenas que habían acudido a ver a los extranjeros, dándoles los españoles de comer a todos.
    Temiendo que los piratas se apoderasen de dos de los barcos que por su mayor calado y los bajíos del litoral no podían entrar en el puerto, el Adelantado ordenó el desembarco al resto de los hombres y el diverso material que transportaban, despachándolos acto seguido uno a España y el otro a Santo Domingo para que esperase al resto de la escuadra que aún no había llegado. A las pocas horas de haber zarpado los dos barcos, llegaron a la vista de San Agustín cuatro galeones y dos pinazas franceses con 600 hombres a bordo y fuerte artillería. Durante horas los piratas merodearon en torno al puerto sin atreverse a atacar. En esto se desencadenó un huracán, tan frecuente en la zona, obligando a los franceses, mandados por el propio Jean Ribault, a alejarse de San Agustín en busca de un refugio seguro. Sospechando que la flotilla francesa no regresaría a Fort Carolina por culpa del temporal, Pedro Menéndez tuvo la temeraria idea de asaltar directamente la base pirata. El día 16, tras dejar a su hermano Bartolomé como gobernador interino de San Agustín, se puso en marcha al frente de 500 soldados.
    Como guías llevaba a dos caciques indígenas y a un francés prisionero que meses antes había estado en Fort Carolina. Para aligerar la marcha, cada hombre llevaba sus armas y una mochila con víveres para ocho días. En vanguardia caminaba el Adelantado al frente de 20 asturianos y vizcaínos abriendo con sus hachas y espadas camino por entre la intrincada selva. Las lluvias torrenciales habían sacado de madre a los ríos de la región, convirtiendo la zona en un continuo pantano. Después de cuatro días de fatigosa marcha llegaron a pocos kilómetros del fuerte francés, pasando la noche en un pantano cuyas aguas les llegaban por la cintura y todo ello bajo una torrencial lluvia que les inutilizó sus armas de fuego. Algunos de los expedicionarios dicen, en voz alta, lo que piensan del asturiano, nada bueno por cierto. Éste los oye pero prefiere callar.
    Al amanecer, una avanzadilla descubre Fort Carolina y liquida a los centinelas. Luego penetra en el recinto matando a quienes hallaba al paso. Minutos después, Pedro Menéndez entra con el resto de sus hombres ordenando tajantemente que se respete la vida a las mujeres y niños menores de 15 años. El alboroto en el patio del fuerte despertó a todos los piratas que se hallaban tranquilamente durmiendo. El alcalde de la fortaleza, René Ludonnière, y otros 60 hugonotes consiguieron, en la confusión, saltar la muralla y escapar con lo puesto a la selva. Los demás, unos 142, fueron muertos, salvándose solamente las mujeres y los niños, unos 70 en total. Los atacantes, por su parte, sólo tuvieron un herido.
    Pero la lucha aún no había concluido. Anclados junto al fuerte se encontraban dos barcos españoles, que había capturado Jean Ribault en su travesía del Atlántico, otro que estaban construyendo y tres naves de mayor porte mandadas por Jacques Ribault, hijo de aquél. Pedro Menéndez se apoderó de los tres primeros barcos que estaban desprotegidos e invitó a los ocupantes de los otros navíos a que se rindiesen, prometiendo dejarles regresar en una nave a Francia con las mujeres y niños del fuerte. Al ser rechazada la propuesta, los españoles dispararon con uno de los cañones del fuerte con tan buena puntería que dio de lleno en uno de los barcos piratas hundiéndolo en pocos minutos. Sus tripulantes pasaron rápidamente a las otras naves, que huyeron río abajo hacia el mar.
    Inmediatamente, el Adelantado despachó varias patrullas en persecución de los franceses que habían huido a la selva. Una veintena de ellos fueron abatidos a arcabuzazos. Los indígenas capturaron a otros 12, que entregaron al jefe español, quien los envió, junto con los demás prisioneros, a España.
    En el fuerte conquistado, que los españoles bautizaron como San Mateo, se encontraba gran cantidad de armas, municiones y, sobre todo, gran abundancia de víveres y ropa, que tanto necesitaban los expedicionarios españoles.
    Temiendo que en su ausencia el grueso de la flota de Jean Ribault atacase San Agustín, Pedro Menéndez, dejando el fuerte San Mateo al capitán Gonzalo de Villarroel con 300 soldados, emprendió el regreso a la recién fundada colonia. La vuelta fue aun más extenuante que la ida. Seguía lloviendo torrencialmente y la selva estaba completamente anegada. El ritmo que marcó el Adelantado fue tan acelerado que en tres días llegó a San Agustín, dejando a muchos de sus acompañantes rezagados. Días después de su llegada recibió a varios nativos que le revelaron que varios centenares de franceses habían naufragado al sur de allí. El 28 de septiembre, el avilesino, con 40 hombres, salió a comprobar la noticia, hallando al otro lado de un brazo de mar a 200 piratas. Escondiendo a sus hombres para que el enemigo no advirtiese su escaso número, Menéndez de Avilés interrogó a los piratas, quienes afirmaron que pertenecían a la flota de Jean Ribault, la cual había naufragado en la costa a consecuencia del huracán y que pensaban dirigirse a Fort Carolina. Al saber que el fuerte tenía otros dueños, los piratas se rindieron sin condiciones. Recordando las tropelías que éstos habían cometido contra ciudades, barcos y pasajeros españoles, el Adelantado ordenó degollar allí mismo a los prisioneros. Sólo se salvaron ocho, que confesaron ser católicos.
    El 10 de octubre llegó a San Agustín otro grupo de indios informando a los españoles que en el mismo sitio de antes se encontraba gran número de piratas. Pensando que quizá se tratase del mismo Jean Ribault con el resto de sus hombres, Pedro Menéndez se dirigió de nuevo hacia aquel lugar con 150 soldados. Ciertamente era este jefe pirata quien con 350 hugonotes pretendía convencer al asturiano para que los dejase pasar libremente, incluso le ofreció más de doscientos mil ducados. Pero todo fue en vano. Por último, 150 franceses, con Ribault a la cabeza, decidieron rendirse sin condiciones. Éstos no ignoraban que Pedro Menéndez había mandado dar muerte al anterior grupo de hugonotes, pues él mismo se lo dijo. En cambio, 150 franceses rechazaron la idea de entregarse, prefiriendo internarse en los bosques. Como la vez anterior, el Adelantado ordenó atar a los prisioneros y conducirlos detrás de unos matorrales, donde fueron todos ejecutados. Sólo salvaron la vida «los pífanos, atambores é trompetas é otros 4 que dixeron ser católicos, que eran en todos 16 personas: todos los demás fueron degollados» (Gonzalo Solís de Merás). Este lugar se conocería en el futuro como Matanzas.
    Unas semanas después, unos nativos dieron cuenta a los españoles de que no lejos del cabo Cañaveral se encontraba otro grupo de franceses que construía un fuerte y un navío. Pedro Menéndez, al frente de 150 soldados, se dirigió por tierra hacia aquel lugar. Siguiéndole iban por mar tres navíos que transportaban 100 hombres, municiones y provisiones para 40 días. Al llegar a la altura de los enemigos, éstos huyeron a los bosques inmediatos. Envió, por entonces, el avilesino tras ellos a un trompeta francés con la promesa de que si se rendían les respetaría la vida y los trataría como a españoles. Ciento cincuenta de ellos así lo hicieron, pero otros 20 se negaron, prefiriendo internarse en la selva y morir a manos de los indios. Como había prometido, el Adelantado trató a los rehenes humanitariamente y, pese a la escasez de alimentos, les proporcionó las mismas raciones de comida que a sus compatriotas.
    Tras quemar el fuerte y el navío, los españoles prosiguieron el camino hacia el sur, ahora con intenciones exploratorias. El 4 de noviembre llegaron a una aldea india llamada Ays, siendo recibidos amistosamente por el cacique de la zona. Como la falta de provisiones apremiaba, Menéndez de Avilés decidió dejar aquí a gran parte de sus hombres e ir personalmente a Cuba a buscar víveres. Para evitar roces entre los europeos y los indígenas, trasladó a sus hombres a tres leguas de Ays, donde edificó un fuerte de madera que llamó Santa Lucía, dejando como jefe de la guarnición al capitán Medrano, dirigiéndose luego a Cuba con 50 soldados y 20 prisioneros franceses.
    En La Habana se encontró con su sobrino, Pedro Menéndez Marqués, quien había llegado días atrás con varios barcos de la flota del Cantábrico. Varias semanas permaneció el avilesino en la isla caribeña buscando más socorro para los colonos de La Florida. Pero el gobernador de Cuba, García Osorio, envidioso de los éxitos de aquél, le obstaculiza en lo posible negándole la ayuda que le pedía.
    A principios de enero de 1566, arribaron a La Habana dos barcos de la flota del Cantábrico, capitaneadas por Esteban de las Alas. Posteriormente llegó un emisario real comunicando al Adelantado que los franceses preparaban una gran armada para conquistar La Florida e islas del Caribe. Para contrarrestar tal fuerza, Felipe II le enviaba una flota de socorro de 17 buques y 1.500 hombres al mando del general Sancho de Arciniega.
    El 10 de febrero de ese mismo año, Pedro Menéndez, al frente de una pequeña flotilla, zarpó de La Habana en dirección a la costa occidental de La Florida fondeando cerca de un pueblo de los indios calusas. Según sus informes, en esta zona había varios náufragos, españoles prisioneros de los nativos. El cacique del lugar, Carlos, acogió pacíficamente al jefe español, quien con regalos y buenas maneras consiguió que aquél liberase a un grupo de náufragos españoles –ocho hombres y dos mujeres–, pero para su desilusión ninguno de ellos era su hijo Juan. En prueba de amistad, el jefe indio dio al español una hermana suya como esposa. Luego de enviar a doña Antonia –como bautizaron a la india– a La Habana para que fuese instruida en la religión católica, el Adelantado se dirigió a San Agustín, encontrando a la población de la colonia totalmente alterada.
    En su ausencia habían tenido lugar en San Agustín y en San Mateo diversos tumultos provocados por los soldados y colonos que, descontentos a causa de la pobreza de la región y la miseria continua en que vivían, se habían amotinado contra sus jefes, apoderándose de varios barcos con el objetivo de dirigirse a Cuba para luego pasar al Perú o México. Pedro Menéndez logró atajar drásticamente la sublevación permitiendo a los descontentos –unos cien– trasladarse a Santo Domingo. Más tarde, el inquieto avilesino se dirigió al actual Estado de Georgia donde según sus informes habían recalado algunos de los franceses huidos.
    Con tres barcos y 150 hombres exploró las costas de Georgia y la zona meridional de Carolina del Sur, visitando las tribus indias de la zona, tratando siempre con afabilidad a sus miembros. Reconcilió a viejos enemigos, como los caciques de Gaule y Orista. Por todos los lugares que pasaban los españoles venían a visitarles numerosos indígenas que les decían que «querían ser cristianos y que les diese una cruz y algunos de los suyos para que los enseñasen en su tierra» (G. Solís de Merás). Antes de regresar, los expedicionarios españoles edificaron en el territorio de Orista, en Punta Elena –Carolina del Sur–, un fuerte de madera, el San Felipe, dejando en él una guarnición de 110 soldados a las órdenes del capitán Esteban de las Alas.
    El abastecimiento de víveres constituía el principal problema con el que se enfrentaban los colonos de La Florida. De vez en cuando llegaban barcos con provisiones, pero a todas luces eran insuficientes. Como último recurso los españoles se dedicaban a buscarlos en la selva o en las aldeas indias cercanas, encontrando siempre la hostilidad de los guerreros del cacique Saturiba. Este poderoso jefe indio controlaba el territorio comprendido entre San Agustín y el fuerte San Mateo. Saturiba, gran amigo de los franceses, haciendo caso omiso de los mensajes de paz y amistad que le enviaban los españoles, se dedicó a atacar a las patrullas de soldados que se internaban en los bosques en busca de alimentos, llegando incluso a sitiar e incendiar el fuerte de San Agustín.
    Con este panorama se encontró el Adelantado al llegar a la capital de la colonia. Tras reedificar en mejor sitio el fuerte de San Agustín, se trasladó a Cuba en busca de auxilio. Pero de nuevo las autoridades de la isla le negaron todo tipo de ayuda. Como último recurso vendió sus joyas, comprando maíz y cazabe que llevó en tres navíos a La Florida, encontrándose al llegar al fuerte de San Mateo con la agradable noticia de que la flota de Sancho de Arciniega –17 barcos, 1.500 hombres y abundante comida– había arribado a San Agustín. El general Arciniega traía, además, para el asturiano unos despachos reales en los que Felipe II le encargaba que fortificase las principales islas del Caribe para repeler el presunto ataque de la escuadra francesa. Mientras se descargaban los navíos, Pedro Menéndez decidió explorar el río San Juan. Con tres barcos y 150 hombres remontó el citado río a lo largo de 150 km. Visitó las diversas tribus indias ribereñas, haciendo las paces con los caciques de esta región, prohibiendo siempre a sus soldados que molestasen a los aborígenes y que robasen en los poblados que encontraban abandonados. Según los nativos, el río San Juan nacía en una gran laguna llamada Maimi. El Adelantado quiso llegar hasta allí y ver si la laguna comunicaba con el territorio del cacique Carlos, pero no pudiendo remontar más el río regresó a la costa, dirigiéndose entonces a los fuertes de San Mateo y San Felipe para inspeccionarlos. Desde este último lugar, despachó al capitán Juan Pardo junto con 150 soldados, encargándole que explorase el interior del país en dirección a México, que hiciese amistad con los indígenas que hallase y que edificase algunos fuertes en los sitios que mejor estimase. En Guale, a petición de los indígenas del lugar que les pedían «cruces é cristianos para que les enseñasen á ser cristianos» (G. Solís de Merás), el Adelantado dejó a un capitán con 30 soldados. También envió al territorio de los calusas al capitán Francisco de Reinoso con otros 30 soldados para que edificasen un fuerte y adoctrinasen a los nativos.
    A diferencia de la mayoría de los conquistadores españoles, que aprovechaban las rivalidades existentes entre las diferentes tribus indias para consumar su dominación, Pedro Menéndez puso siempre todo su empeño en poner fin a las guerras tribales, haciendo todo lo posible para la reconciliación de los jefes indios enemistados. Así, nada más terminar su misión de fortificar las principales poblaciones de las islas de Cuba, La Española y Puerto Rico, se dirigió al territorio de los calusas, poniendo fin a las diferencias de su jefe con Tequesta –otro cacique que habitaba en el extremo sur de La Florida– y con Tocobaga, que controlaba un amplio territorio alrededor de la bahía de Tampa. En los dominios de estos tres jefes nativos constituyó el Adelantado tres fuertes, dejando en ellos pequeñas guarniciones de soldados junto con algunos religiosos para que realizasen su misión evangelizadora entre los indios.
    Para conseguir la amistad del influyente Saturiba, único cacique de La Florida que aún no se había sometido a los españoles, Pedro Menéndez concertó con él una entrevista cerca del fuerte de San Mateo. Saturiba acudió al lugar de la reunión pero se negó a entrevistarse personalmente con el jefe español. Éste, al percatarse de que varios centenares de indígenas le esperaban emboscados para atacarle nada más desembarcar, regresó a San Agustín haciendo saber a Saturiba «que siempre había deseado ser su amigo, y entonces lo deseaba también, é que le pesaba mucho porque él no lo quería ser, é que, dende entonces en adelante, le tuviese por su enemigo, é que por los cristianos que á traición le había muerto, él le mandaría cortar la cabeza, ó echar de su tierra» (G. Solís de Merás). Días más tarde, el avilesino organizó una expedición de castigo con resultados negativos, pues Saturiba había huido sin dejar rastro.
    La situación crítica en que se hallaba la colonia –falta de víveres, malestar de la tropa por el retraso en abonar su salarios, etc.– decidió a Pedro Menéndez a volver a España para solicitar ayuda. Felipe II no sólo se la dio, sino también le nombró gobernador de Cuba. El 29 de junio de 1568, el Adelantado se hallaba de nuevo en San Agustín con refuerzos. En los años siguientes su actividad se multiplicó: fundó en Cuba un seminario para instruir a los indígenas de La Florida, se trasladó a Axacán, misión situada en la bahía de Chesapeake (Estado de Virginia) para castigar a los nativos que asesinaron a los misioneros jesuitas allí establecidos, exploró gran parte de las costas de los actuales estados de La Florida, Georgia, Carolina del Sur y del Canal de Bahamas, limpió de corsarios las costas americanas.
    El 10 de enero de 1574 Felipe II le nombró capitán general de la poderosa armada que se preparaba en secreto para ayudar a Requesens a sofocar la rebelión en Flandes –bajo dominio español–. El 8 de septiembre de ese mismo año se posesionó en Santander la flota, que se componía, según asegura su cuñado, el cronista Gonzalo Solís de Merás, de 800 velas y 20.000 hombres, pero ese mismo año enfermó gravemente –víctima de un «tabardillo maligno»–, falleciendo el 17 de septiembre, a la edad de cincuenta y cinco años. Su cadáver fue enviado a Avilés, siendo sepultado en la iglesia de San Nicolás. En 1957 fueron trasladados sus restos a la iglesia de San Francisco.

    ¡Por España Siempre!

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    Respuesta: Historias militares y gloriosas Hispanas

    EL COMBATE DE EDCHERA Y LA XIII BANDERA.
    En enero de 1958, Marruecos redobló su dedicación a la campaña contra España, reorganizando todas las unidades militares en territorio español, como el Ejército de Liberación Sahariano. Mientras tanto, la IX Bandera de la Legión es enviada al Sáhara español a reforzar las tropas allí estacionadas.
    El 12 de enero, una columna del Ejército de Liberación Sahariano atacó la guarnición española en El Aaiún. Derrotados y forzados a retirarse por los españoles, esta columna centró sus esfuerzos en el sureste de la colonia. La oportunidad se presentó al día siguiente en Edchera, donde dos compañías de la Decimotercera Bandera de la Legión estaban llevando a cabo una misión de reconocimiento. Deslizándose sin ser vistos por entre las dunas junto a las columnas españolas, los marroquíes abrieron fuego.
    Emboscados, los legionarios lucharon para mantener la cohesión, repeliendo los ataques con fuego de mortero y armas ligeras. El episodio principal de la lucha lo protagonizó el primer pelotón, el cual se negó obstinadamente a retroceder ante el fuego marroquí, hasta que el enorme número de bajas le forzó a retirarse. Los sangrientos ataques continuaron hasta la caída de la noche, cuando las fuerzas marroquíes, demasiado desperdigadas y sin hombres suficientes para continuar el ataque, se desvanecieron en la oscuridad.
    También la Orden de la Comandancia del día 30 de diciembre de 1957, publica una felicitación del Coronel Comandante Militar del Aaiún, a las fuerzas de la XIII Bandera que realizaron la operación sobre el Meseieid el día 22, citando como distinguidos al Comandante Jefe de la Bandera, al Capitán Jefe de la Agrupación de vanguardia, Agustín Jáuregui Abella, y al Cabo 1º de la 2ª Cía. de la misma Bandera, Jaime López Núñez.
    A principios del año 1958 se encuentra toda la XIII Bandera reunida en su acuartelamiento del Aaiún, sin novedades dignas de mención, hasta el día 13, en que ha de empeñarse en el combate más cruento e importante de todos los que tuvieron lugar durante la Campaña de Ifni-Sahara.

    El día 13 de enero de 1958, la XIII Bandera al mando del Comandante Rivas Nadal, salió de El Aaiún a las 7 de la mañana, ahora por la orilla derecha de la Saguia, en dirección a Edchera, con la misión de ejecutar un reconocimiento sobre esta zona y obtener información de contacto. En vanguardia marchaba la 2ª Compañía, al mando del Capitán Jáuregui, con la misión de alcanzar rápidamente el paso de Edchera por el este. La 3ª Compañía, mandada por el Teniente Vizcaíno, progresaba por el mismo borde de la Saguia cubriendo el flanco derecho del dispositivo. La 1ª Compañía, del Capitán Girón Mainar, en reserva, vigilaba el flanco este. La 5ª Compañía, de apoyo, mandada por el Capitán Villar, contaba con 1 pelotón de ametralladoras y 1 Sección de morteros de 81, ya que el resto de las armas habían sido asignadas a las Compañías de fusiles.
    La Bandera progresaba rápidamente por los llanos de Ammat Amasir y tras rebasar el pozo de Bujcheibia y encontrándose a unos 2.000 metros de Edchera, recibió los primeros disparos de un enemigo que ocupando bastante frente estaba perfectamente cubierto de vistas y fuegos aprovechando las trincheras y oquedades en el borde este de la Saguia. En la otra orilla, en la zona del Meseied había otro grupo que intervino con posterioridad. La Compañía de vanguardia avanzó para establecer contacto con el enemigo y fijarlo, por lo que la Sección del Teniente Gamborino marchaba en primer escalón y estaba dotada de vehículos ligeros, se lanzó a toda velocidad sobre el adversario, siendo detenida enseguida por el intenso fuego que recibió a resultas del cual fue muerto su Teniente.
    La Bandera inició un movimiento de envolvimiento por el sur que llevó a cabo la 1ª Compañía, mientras la 2ª y 3ª fijaban al adversario. Estas, a pesar de la fortísima resistencia que encontraron, avanzaron hasta alcanzar una línea jalonada por el borde de la Saguia a unos 100 ó 300 m de las posiciones enemigas. No obstante, el Capitán Jáuregui, con la Sección del Teniente Carrillo, logró adelantarse y alcanzar el paso, llegando hasta el fondo de la Saguia en una zona en que su lecho estaba salpicado de numerosos y pequeños montículos, mientras que la otra Sección de la Compañía, mandada por el Teniente Ochoa, intentaba sin éxito el asalto sobre una de las pequeñas alturas al oeste de la entrada del paso.
    El Capitán Jáuregui, llevado de un enorme espíritu de acometividad y tratando de impedir el posible repliegue del contrario a través del cauce hacia Tafudart, siguió avanzando con sus legionarios, teniendo que sostener un violentísimo combate a corta distancia con un núcleo que los envolvió al que se añadió otro muy numeroso que descendió del Meseied, muriendo él y todos los hombres que le seguían.
    Mientras tanto la 3ª Compañía que, como dijimos anteriormente, marchaba flanqueando por el mismo borde este de la Saguia, al alcanzar un gran espolón que se adentraba sobre su cauce, recibió un fuego muy nutrido del enemigo, resultando muerto el Teniente Gómez Vizcaíno y herido el Teniente Lafuente. A continuación, el adversario intentó desbordar a la Compañía por el norte, por lo que se decidió sacar a la 1ª Compañía de la posición alcanzada al sur de Edchera, dándole la misión de reforzar a la 3ª al mismo tiempo que una de sus Secciones, la del Brigada Fadrique, fue asignada a la Compañía del Capitán Jáuregui. El enemigo, cuyos efectivos se estimaron en unos 500 hombres, rompió el contacto durante la noche debido al enorme quebranto sufrido retirando el armamento de sus bajas
    En el reconocimiento efectuado al amanecer se evacuaron a nuestros muertos y se encontraron unos 50 cadáveres del adversario estimándose que sufrió otras 200 bajas más. Por nuestra parte hubo que lamentar las muertes del Capitán Jáuregui, Tenientes Gómez Vizcaíno y Martín Gamborino, Brigada Fadrique, Sargentos Simón González, Arroyo y Fernández Valverde, 4 Cabos primeros, 4 Cabos y 22 legionarios, en total 37 muertos. Heridos: 2 Tenientes, 2 Sargentos, 3 Cabos primeros, 6 Cabos y 37 legionarios, en total 50. A estas bajas hay que sumar las de 1 Cabo primero muerto y un Cabo herido de la 2ª Compañía de la IV Bandera que había acudido a reforzar a la XIII. Por esta acción les sería concedida la Cruz Laureada de San Fernando al Brigada Francisco Fadrique Castromonte (un veterano del 3er Tercio) y al legionario Juan Maderal Oleada con fechas 10 de enero de 1961 y 5 de enero de 1966.
    También fueron citados como distinguidos varios Suboficiales y personal de tropa de la XIII Bandera.
    La Batalla de Edchera se saldó con 37 legionarios muertos y 50 heridos, unas cifras que podrían haber sido mucho mayores si no hubiese sido por el sacrificio de los dos laureados. Por su parte, tras el combate se encontraron 50 cadáveres de los combatientes saharauis que se estima que murieron alrededor de doscientos.
    A pesar de la heroicidad de estos hombres, su historia es completamente desconocida para la mayoría de españoles. En cualquier otro país, esta batalla sería conocida por todos, pero sin embargo la mayoría de los españoles ni siquiera han oído hablar del conflicto del cual formó parte, y es por ello que la Guerra de Ifni es también conocida como Guerra Olvidada. Peor aún resulta el hecho de que si hoy, día 13 de enero de 2008 buscamos la palabra “Edchera” en el buscador de noticias de Google tan solo obtenemos dos resultados, ambos de diarios regionales. Ni siquiera los diarios nacionales presuntamente patriotas se hacen eco de esta efeméride.
    Transcurrió el resto del mes, así como parte de febrero con relativa tranquilidad, hasta el día 10 de este mes, en que formando parte del Grupo de Combate Norte de la Agrupación A, recibió de llevar a cabo un reconocimiento ofensivo de la Zona de la Saguía hasta Edchera y ocupación de este paso, llegando sin novedad a las 10.00 horas. A las 12.00 horas recibió orden de atravesar la Saguia para unirse al resto de la Agrupación, que se encontraba al Sur de la misma, y al efectuar este movimiento fue atacada la extrema retaguardia por núcleos de bandas armadas que abrieron fuego intenso sobre ella. La 1ª Cía. que formaba parte de dicho escalón, reaccionó rápidamente y repelió el ataque. La 2ª Cía. tuvo como misión reforzar la vanguardia de la Agrupación que había establecido contacto con el enemigo, contacto que se mantuvo hasta las 17,45 horas. El resto de la Bandera ocupó el terreno Sur de la Saguía, protegiendo a la 1ª Cía.. Una Sección de esta recibió orden a las 20.00 horas de proteger los automóviles acorazados que quedaron averiados en el paso de la Saguía, manteniendo, desde esta hora hasta las 06.15 horas del día siguiente, fijado al enemigo. A dicha hora recibió la orden de unirse a su Compañía, una vez recuperados los dos vehículos.
    La moral de la Bandera fue excelente durante toda la jornada, combatiendo con verdadero espíritu legionario. Por nuestra parte tuvimos un Cabo 1º y dos legionarios heridos, que fueron evacuados en helicóptero al Aaiún.
    Continúan los días siguientes del mes de febrero, las misiones de reconocimiento ofensivo, sin encontrar enemigo ni resistencia alguna, teniendo que luchar solamente con el fuerte viento Siroco, que hacía muy penoso y dificultaba el avance.
    El día 18 la 3ª Cía. de la Bandera releva en Edchera a la 11ª Cía. de la IX Bandera, que guarnecía dicha posición.
    El día 20, encontrándose la Bandera en Smara, se recibe la siguiente felicitación del Coronel Jefe de la Agrupación A: Finalizando brillantemente el ciclo de operaciones, tengo el honor de poder felicitar efusivamente a cuantos formando parte de la Agrupación A, habéis estado bajo mis órdenes, dando ejemplo, desde el 2º Jefe hasta el último soldado, de valor, abnegación, espíritu de sacrificio, patriotismo y voluntad sin límites, para vencer toda clase de dificultades, contribuyendo con ello, eficazmente, al logro de todos nuestros objetivos.
    El día 21 de abril de 1958 se recibe la siguiente felicitación de la Jefatura de Tierra, Mar y Aire de Canarias y A.O.E.:
    S.E. el Generalísimo se ha dignado dirigir a las tropas de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire que operan en los territorios de Ifni y Sáhara, su felicitación y saludo con motivo de la reciente Campaña. Al hacer públicas estas honrosas manifestaciones, me es grato transmitirlas por medio de la presente Orden, a los Generales, Jefes, Oficiales, Suboficiales y Tropa de las expresadas tropas armadas para su estímulo y satisfacción.- López Valencia.
    Con esta felicitación, parece darse por finalizado el periodo de operaciones de guerra, como sucedió en efecto, pues ya no hubo más encuentros con partidas armadas del enemigo. La Legión, como en anteriores Campañas, cumplió fielmente todos los espíritus del Credo legionario que dictó su Fundador D. José Millán Astray.
    El día 27 de agosto de 1958, recibe la XIII Bandera orden de dirigirse a la playa de H. Aotman para embarcar con rumbo a Sidi-Ifni, en la fragata “Magallanes” y en el minador “Eolo”, zarpando el mismo día la fragata y al día siguiente el minador, que al amanecer del día 29 se encuentran frente a las playas de Sidi-Ifni, no pudiendo efectuarse las operaciones de desembarco por medio de barcazas anfibias, a causa del mal tiempo y del estado de la mar.
    Hasta el día 2 de septiembre permanece la XIII Bandera en los citados barcos de la Marina Española, sin poder desembarcar por persistir el fuerte temporal. Dicho día zarpan ambos buques hacia Las Palmas de Gran Canaria, con objeto de reponer víveres y hacer aguada, regresando a las costas de Sidi-Ifni el día 5 de ese mismo mes a las 08.00 horas, permaneciendo la fuerza a bordo hasta que al fin el día 6, calmada la mar, se inician las operaciones de desembarco de personal y material, que quedan terminadas el día 7, instalándose la XIII Bandera en el Acuartelamiento que había ocupado la VI Bandera hermana, en las proximidades de la Plaza.

    Desde esta fecha, la XIII Bandera al mando de su Comandante, alterna marchas, convoyes y entrenamientos con el trabajo para mejorar y ampliar su Acuartelamiento, situado en las inmediaciones de Sidi-Ifni, al pie del monte Bul A Lam, consiguiendo, como es norma en La Legión, poseer un Acuartelamiento magnífico, dotado de toda clase de servicios y comodidades, mereciendo especial mención el moderno polideportivo, con pistas para todos los ejercicios físico-militares.
    El día 7 de diciembre de 1960 asciende a Teniente Coronel el Comandante Jefe de la Bandera, Ricardo Rivas Nadal, haciéndose cargo de dicho mando, con carácter accidental, el Capitán más antiguo, quien lo ostentó hasta el día 5 de febrero de 1961, en que por haber sido nuevamente para su mando el citado Teniente Coronel, se hace cargo de ella, cesando el mencionado Capitán.
    El día 20 de febrero de 1966 el Teniente Coronel Jefe de la Bandera es destinado como Jefe de Estado Mayor a la Brigada de Alta Montaña, por O.C. de 10 del mismo mes, haciendo entrega del mando accidental al Comandante de Infantería José Rojas Sans, a quien por ordenanza correspondía.
    En abril de ese mismo año se celebra en la Bandera un solemne y emotivo acto: El día 24 se hace entrega por el Comandante Jefe Accidental, ante la Unidad formada, de la Cruz Laureada de San Fernando a los padres del legionario Juan Maderal Oleaga, muerto heroicamente en la acción de guerra el día 13 de enero de 1958 en el combate Edchera. Esta recompensa le fue concedida por D.O. nº 5 de fecha 5 de enero de 1966.
    Con otros actos solemnes, trabajo y dedicación de esta Bandera, se llega hasta un día de junio de 1066 en que se cierra otro capítulo de esta heroica Bandera, que desaparece como tal Unidad yendo sus componentes a engrosar las filas de los Tercios Saharianos 3 y 4, en el Aaiún y Villa Cisneros.
    El guión de la XIII Bandera va a descansar en un museo. Ya no flameará al soplo del viento del Atlántico por los montes Bul A Lam y Buyarifen, pero en las mentes y en los corazones de todos cuantos han pertenecido a ella, vivirá siempre el recuerdo de los hechos realizados en tierras saharianas, y al recordarlos, brotará de lo más íntimo de sus almas una oración por los que cayeron en el desierto.

    ¡¡Viva España!! ¡¡Viva la Legión!! ¡¡Vivan los paracaidistas!!

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
    infernales;
    mas los buenos religiosos
    gánanlo con oraciones
    y con lloros;
    los caballeros famosos,
    con trabajos y aflicciones
    contra moros".

    http://fidesibera.blogspot.com/

  20. #20
    Avatar de Lizcano de la Rosa
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    Respuesta: Historias militares y gloriosas Hispanas

    http://www.youtube.com/watch?v=fFo_R3isTdY

    Si bien Jaume Miravitlles, antiguo oficial del Ejército compañero de Lizcano de la Rosa, se equivoca o miente. El cristiano no alberga odio en su corazón, y menos al morir como tal. Está claro que esta confesión de parte buscaba la famosa "teoría del empate", pero su testimonio no hace sino realzar la majestuosa figura de los que supieron morir con honor de católicos y españoles.

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