Pretendo reavivar el recuerdo de dos hechos históricos en verdad admirables: que las dos órdenes caballerescas medievales más ilustres de Europa, la Jarretera y el Toisón de Oro, deben su fundación, respectivamente, a dos hermosísimas mujeres, reinas las dos, aunque algo fulanillas : la condesa de Salisbury y María de Cambrugge.
¿Causas? Una, que a la hermosísima amante de Eduardo III, el monarca medieval más insigne de Inglaterra, en el momento más solemne de un baile palatino, se le soltase el lazo azul de una de sus ligas; la otra que, la no menos hermosísima amante veneciana de Felipe III de Borgoña tuviese una fascinante cabellera roja como llama de fuego.

Como los Ingleses siempre fueron muy serios en sus cosas, apenas fue fundada La Jarretera, la acataron la codiciaron y se libraron muy mucho de ponerla pegas o burlas. Pero veamos brevemente precisar cómo fue “la cosa”.
La condesa de Salisbury en verdad no se hizo célebre por su hermosura sino precisamente porque se le descolgara a tiempo el lazo azul de su liga. En 1345 (o 1349) se celebró un fastuoso baile en el Palacio de Windsor. Bailaba el monarca con la condesa, y muy a gusto, cuando a ésta se le deslizó la liga de la pierna Izquierda.
El rey la recogió inmediatamente; pero advirtió el estupor de los cortesanos y algunas sonrisitas maliciosas, y se apresuró a irritarse y a decir en tono solemne y retador: “Honni soit qui mal y pense” (¡Infame sea quien piense mal de esto!)
El rey, luego de solemnizar el apuro galante, añadió: ¡Y juro que algunos de cuantos se han reído de la liga de la condesa, se considerarán muy dichosos de ostentar una semejante en semejante parte de su anatomía”. Ese mismo año quedó instituida la Orden de la Jarretera; la cual, en efecto, fue codiciada por todos los nobles y lo sigue siendo. Sus insignias son una liga azul colocada en la pierna izquierda y al pecho un sol esmaltado que lleva como leyenda de las palabras eduardinas “Honni soit qui mal y pense”.

Pero no ha tenido igual suerte la Orden del Toisón de Oro, tanto en la fijación de su fundamento como en su significado:
A los eruditos eclesiasticos y laicos no les pareció serio que fuera causa de su fundación la cabellera roja veneciana, deslumbrante, de María de Cambrugge. Y lógicamente encaminaron sus investigaciones por caminos de la honestidad: en 1429, don Felipe III «el Bueno” instituyó la Orden del Toisón de Oro para conmemorar su matrimonio con la feúcha doña Isabel, hija del rey don Juan I de Portugal.
A los imaginativos, no les gustó esta causa tan sosa: los helenistas decidieron que el Toisón de Oro recordaba la famosa expedición a la Cólquida de los argonautas capitaneados por Jasón, en busca de la piel de carnero que se decía estaba colgada de un árbol y defendida por un espantable dragón, y por los más irresistibles hechizos de la hechicera Medea, patéticamente enamorada de Jasón a quien le puso en bandeja el alcance de la famosa piel enlanada en oro.
Los hebraístas buscaron la solución que les fue más fácil y votaron por origen bíblico del Toisón : la conmemoración del vellocino (lana de oveja o de carnero) que sacrifico a Jehová el caudillo Gedeón para celebrar su triunfo sobre los madianitas.
Pero como yo rechazo como fundamento de la institución del Toisón de Oro cualquier teoría que no sea la más antigua y fascinante de ellas: la cabellera fogosa veneciana da la hermosísima María de Cambrugge, tan honorable que su pasión no motivó que su real amante Felipe III perdiese el calificativo de “Bueno”.

Como notas curiosas, nuestro emperador Carlos I consiguió que el maestrazgo de la Orden quedara vinculado a la Corona de España, confirmando más tarde su decisión los Pontifices Gregorio XVI, en 1574, y Clemente VIII, en 1600. Pero como los Borbones se sentaron en el trono español en 1700, los emperadores de la Casa de Austria rama alemana se creyeron con derecho a recobrar el maestrazgo del Toisón. Y como los Borbones no renunciaron a él, el Toisón fue concedido a dos bandas. Y menos mal que finiquitó la dualidad al consolidarse la unidad del imperio alemán en la dinastía Hohenzolern prusiana.