ALABANZA DE ESPAÑA.
METAFÍSICA DE ESPAÑA:
464
“Cuartel el mas occidental de Europa, encerrado por la naturaleza entre los Pirineos y los mares, divididas sus comarcas por profundos ríos y montañas elevadísimas, como delineadas y colocadas por la mano misma del grande artífice, parece fabricado su territorio para encerrar en sí otras tantas sociedades, otros tantos pueblos, otras tantas pequeñas naciones, que sin embargo han de amalgamarse en una sola y común nacionalidad que corresponda a los grandes límites que geográficamente le separan del resto de las otras grandes localidades europeas. La historia confirmará los fines de esta física organización.
...Grupos primero, tribus después, pueblos y naciones mas adelante, llegan a guerrear entre sí, o por la necesidad de ensancharse, o por incompatibilidad de intereses, o por rivalidades que siempre se suscitan entre vecinos pueblos, tratándose como extraños, y olvidándose al parecer de su común origen. Pero en medio de esta diversidad de tendencias y de genios, se conserva siempre un fondo de carácter común, que se mantiene inalterable al través de los siglos, que no bastan a extinguir ni guerras intestinas ni dominaciones extrañas, y que anuncia habrá de ser el lazo que unirá un día los habitantes del suelo español en una sola y gran familia, gobernada por un solo cetro, bajo una sola religión y un sola fe. Y cuando con el trascurso de los tiempos se cumple este destino providencial del pueblo español, entonces conservando España su fisonomía especial, se desarrolla su vida en orden inverso. Antes, al través del fraccionamiento y de la variedad manteníase vivo un fondo de carácter que recordaba la identidad del antiguo origen y hacía presagiar la unidad futura; después, en medio de la unidad conservan los pueblos sus especiales y primitivos hábitos, y con el recuerdo de lo que fueron, las tendencias al aislamiento pasado. Antes, la unidad en la variedad; después la variedad en la unidad. Pueblo siempre uno y múltiple, como su estructura geográfica, y cuya particular organización hace sobremanera complicada su historia, y no parecida a la de otra nación alguna...
El valor, primera virtud de los españoles, la tendencia al aislamiento, el instinto conservador y el apego a lo pasado, la confianza en su Dios y el amor a su religión, la constancia en los desastres y el sufrimiento en los infortunios, la bravura, la indisciplina, hija del orgullo y de la alta estima de sí mismo, esa especie de soberbia, que sin dejar de aprovechar alguna vez a la independencia colectiva, le perjudica comúnmente por arrastrar demasiado a la independencia individual, germen fecundo de acciones heroicas y temerarias, que así produce abundancia de intrépidos guerreros, como ocasiona la escasez de hábiles y entendidos generales, la sobriedad y la templanza, que conducen al desapego del trabajo, todas estas cualidades que se conservan siempre, hacen de España un pueblo singular que no puede ser juzgado por analogía. Escritores muy ilustrados han incurrido en errores graves y hecho de ella inexactos juicios, no imaginando que pudiera haber un pueblo cuyas condiciones de existencia fuesen casi siempre diferentes, muchas veces contrarias a las del resto de Europa...
Y no obstante, cuando este país, habitualmente inactivo, rompe su natural moderación, y rebosando vida y robustez se desborda con un arranque de impetuosidad desusada, entonces domina y sujeta otros pueblos sin que baste nada a resistirle, descubre y conquista mundos, aterra, admira, civiliza a su vez, para volver a encerrarse en sus antiguos límites, como los ríos que vuelven a su cauce después de haber fecundado en su desbordamiento dilatadas campiñas.”
MODESTO LAFUENTE (1806-1866), ‘Historia General de España’, 1850.
ELOGIO DE ESPAÑA:
465
“¿Qué era, decidme, la nación que un día
reina del mundo proclamó el destino,
la que a todas las zonas extendía
su cetro de oro y su blasón divino?
Volábase a Occidente,
y el vasto mar Atlántico sembrado
se hallaba de su gloria y su fortuna.
Do quiera España: en el preciado seno
de América, en el Asia, en los confines
del África, allí España. El soberano
vuelo de la atrevida fantasía
para abarcarla se cansaba en vano;
la tierra sus mineros le rendía,
sus perlas y coral el Oceano,
y dondequier que revolver sus olas
él intentase, a quebrantar su furia
siempre encontraba costas españolas.
...¡Salud, oh padres de la Patria mía’,
yo les diré, ‘salud’! La heroica España
de entre el estrago universal y horrores
levanta la cabeza ensangrentada,
y, vencedora de su mal destino,
vuelve a dar a la tierra amedrentada
su cetro de oro y su blasón divino”.
MANUEL JOSÉ QUINTANA (1772-1857), ‘A España después de la Revolución de Marzo’, 1808.
466
“...¡Lejos de mí la historia tentadora
De ajena tierra y religión profana!
Mi voz, mi corazón, mi fantasía
La gloria cantan de la Patria mía.
Venid, yo no hollaré con mis cantares
Del pueblo en que he nacido la creencia,
Respetaré su ley y sus aliares;
En su desgracia a par que en su opulencia
Celebraré su fuerza o sus azares,
Y, fiel ministro de la gaya ciencia,
Levantaré mi voz consoladora
Sobre las ruinas en que España llora.
¡Tierra de amor! ¡tesoro de memorias,
Grande, opulenta y vencedora un día,
Sembrada de recuerdos y de historias,
Y hollada asaz por la fortuna impía!
Yo cantaré tus olvidadas glorias;
Que en alas de la ardiente poesía
No aspiro a más laurel ni a más hazaña
Que a una sonrisa de mi dulce España.”
JOSÉ ZORRILLA (1817-1893), Introducción a los Cantos del Trovador’, 1840.
467
“Por lo que hace a nuestra España, ningún resplandor iguala al resplandor de su historia. Una provincia bastó para conquistar el Oriente: Cataluña. Una para conquistar a Nápoles: Aragón. Una para conquistar América: Castilla. Cuando esas varias provincias, en su dichosa conjunción, y bajo el cetro de los Reyes Católicos, dieron a luz a España, el mundo presenció un espectáculo que aun no habían presenciado las gentes: el espectáculo de tres grandes epopeyas, llevadas por unos mismos héroes y aun mismo tiempo a un felicísimo remate: la expulsión de los agarenos, la conquista de América y la sujeción de la Italia. Entonces sucedió que el pueblo español, no cabiendo dentro de sus límites naturales, se derramó como conquistador por el mundo; como se había derramado por el mundo como conquistador el pueblo romano. Todas las naciones civilizadas nos rindieron vasallaje: la Italia fue vencida; la Francia, humillada; la Alemania cayó bajo nuestro imperio; la Inglaterra, protegida por las tempestades, si no sujeta, quedó a lo menos turbada y temerosa. Los españoles pusieron sus fronteras en donde la civilización había levantado sus columnas.”
JUAN DONOSO CORTÉS (1809-1853), ‘Las reformas de Pío IX’ 1847.
468
“España, tierra de antiguo renombre, tierra de maravillas y de misterios... España ocupó siempre un lugar considerable en mis sueños infantiles, y las cosas españolas me interesaban por modo especial... que me indujo en edad temprana a aprender su noble idioma, y a conocer su literatura, su historia y tradiciones, de modo que al entrar en España me sentí como en casa. En España pasé cinco años que, si no los más accidentados de mi vida, fueron, no vacilo en decirlo, los más felices de mi existencia. Y ahora que la ilusión se ha desvanecido para no volver jamás, siento por España una admiración ardiente; es el país más esplendido del mundo, probablemente el más fértil y con toda seguridad el de clima más hermoso. Si sus hijos son o no dignos de tal madre, es una cuestión distinta que no pretendo resolver; me contento en observar que entre muchas cosas lamentables y reprensibles he encontrado también muchas nobles y admirables...
El argumento más fuerte que, a mi parecer, puede aducirse como prueba del vigor y de los recursos naturales de España y de la buena ley del carácter de sus habitantes, es el hecho de que hoy día el país no se halle extenuado ni agotado, y que sus hijos sean aún un gran pueblo de muy levantados ánimos...
Diré de los españoles que ningún pueblo muestra en sus relaciones sociales un sentimiento más justo de lo que constituye la dignidad de la naturaleza humana, ni que entienda de mejor manera cuál debe ser la actitud de cada uno con relación con sus semejantes. España es una de las pocas tierras de Europa donde la pobreza no es tratada con menosprecio y, puede añadirse, donde el poderoso no está ciegamente erigido en ídolo”.
JORGE BORROW (1803-1881), ‘La Biblia en España’, 1843.
469
“Ya ves, aun permanezco en España; me inspira tanto interés este noble país y estas nobles gentes que, cuantas veces he formado el propósito de abandonarlo y he hecho los preparativos, otras tantas veces he aplazado mi partida”
WASHINGTON IRVING (1783-1859), ‘Cartas’.
ELOGIO DE LOS ESPAÑOLES:
470
“Yo creo, señores, y lo creo con envanecimiento, que ha habido en la tierra dos pueblos que han sido elegidos y predestinados; el pueblo judío y el pueblo español. Los que no crean la verdad de lo que digo, creerán las pruebas que voy a dar.
El pueblo judío fue el representante, el solo representante en la antigüedad de esta idea religiosa, de la unidad, de la espiritualidad de Dios entre los demás pueblos idólatras y materialistas; el pueblo español ha sido el representante del catolicismo entre los pueblos protestantes. El pueblo judío derramó su sangre por su fe en el Asia, y el pueblo español en las regiones de Europa y en el Continente americano. Véase si la semejanza no es cabal, si la semejanza no es cumplida, si la semejanza no es honrosa. Pues bien: yo pido al pueblo español lo que hizo el pueblo judío; el pueblo judío ha conservado intacta su fe a pesar de su dispersión, de su cautiverio; y yo pido que el pueblo español conserve intacta su fe a pesar de las revoluciones.”
JUAN DONOSO CORTÉS (1809-1853), ‘Discurso sobre culto y clero’, 1845.
471
“Nací español; lo sabes por mi trato
franco y leal, y por mis nobles hechos;
que no hay en mi país doblez ni engaños
en palabras de nobles, ni en sus pechos
miras serviles, cábalas ni amaños.”
JOSÉ ZORRILLA (1817-1893), ‘Leyendas: La pasionaria’.
472
“Considero al pueblo español como al representante vivo de la Edad Media. Desconoce muchas pequeñas realidades por las cuales sus vecinos sienten una vanidad pueril; pero posee de una manera profunda las grandes verdades de la vida y tiene suficiente carácter e inteligencia para llevarlas a sus últimas consecuencias. El carácter español da un bello contraste con la dócil inteligencia francesa. Es duro, brusco, poco elegante; está lleno de orgullo salvaje y no se preocupa por la opinión de los demás: es exactamente el contraste que ofrece el siglo XV y el XVIII en Francia.
STENDHAL (1783-1842), ‘De l’amour’, cap. XVII.
HEROÍSMO DE LOS ESPAÑOLES:
473
“¿Cuál es la nación que no tiene sus héroes propios a quienes admirar y seguir? ¿Cuál la que no ha sufrido vicisitudes del bien al mal y del mal al bien, que es cuando se crían estos hombres extraordinarios? No lo será ciertamente aquel pueblo que alzó en las montañas septentrionales de España el estandarte de la independencia contra el ímpetu fanático de los árabes. Allí no sólo se mantiene libre de la opresión en que gime el resto de la Península, sino que, adquiriendo fuerzas y osadía, baja a derrocar a sus enemigos de la larga posesión en que estaban. Ningún auxilio, ningún apoyo en príncipe o gente alguna; dividido entre sí, ya por las particiones de los estados, imprudentemente establecidas por sus reyes, ya por las guerras que estos estados se hacían, verdaderamente civiles; al mismo tiempo nuevos diluvios de bárbaros que el África de cuando en cuando envía para reforzar a los antiguos; y todo esto junto mantiene la lucha por siete siglos enteros y forma una serie terrible de combates, de peligros y de victorias. Salen, en fin, los musulmanes de España, y entonces, a manera de fuego que comprimido violentamente rompe y se dilata a lo lejos en luz y en estallidos, se ve el español enseñorearse de la mitad de Europa, agitarla toda con su actividad ambiciosa, arrojarse a mares desconocidos e inmensos, y dar un nuevo Mundo a los hombres. Para hacer correr a una nación por un teatro tan vasto y desigual son necesarios sin duda caracteres enérgicos y osados, constancia a toda prueba, talentos extraordinarios, pechos capaces de la virtud y el vicio, pero en un grado heroico y sublime.”
MANUEL JOSÉ QUINTANA (1772-1857), ‘Vidas de los españoles célebres’, 1807.
VIRTUDES DE LOS ESPAÑOLES :
474
“Y no porque deje de haber en los españoles calidades y virtudes propias de los pueblos libres. Yo reconozco en ellos muchas dignas de alabanza; y largo tiempo antes de ahora discurriendo los dos sobre este punto, hallábamos, milord, que de todos los pueblos del continente, éste era acaso el más a propósito para recibir con fruto el germen de la libertad. Templado, frugal, sufridor de trabajo y de fatiga, grave, consecuente y algún tanto altivo, sujeto a un régimen y a unas leyes civiles que, si bien defectuosas por otro aspecto, no favorecen demasiado a las clases altas con degradación y vilipendio de las humildes; acostumbrado por más de un siglo a ver entregada la dirección de los grandes negocios del Estado a ministros sacados de la clase media y aun ínfima de la nación, era preciso esperar que recibiese sin repugnancia y se habituase gustoso a un sistema político análogo y consiguiente a tan bellas disposiciones.”
MANUEL JOSÉ QUINTANA (1772-1857), ‘Carta a Lord Holland’, 1823.
475
“El valor, primera virtud de los españoles, la tendencia al aislamiento, el instinto conservador y el apego a lo pasado, la confianza en su Dios y el amor a su religión, la constancia en los desastres y el sufrimiento en los infortunios, la bravura, la indisciplina, hija del orgullo y de la alta estima de sí mismo, esa especie de soberbia, que sin dejar de aprovechar alguna vez a la independencia colectiva, le perjudica comúnmente por arrastrar demasiado a la independencia individual, germen fecundo de acciones heroicas y temerarias, que así produce abundancia de intrépidos guerreros, como ocasiona la escasez de hábiles y entendidos generales, la sobriedad y la templanza, que conducen al desapego del trabajo; todas estas cualidades que se conservan siempre, hacen de la España un pueblo singular que no puede ser juzgado por analogía.”
MODESTO LAFUENTE (1806-1866), ‘Historia General de España’, 1850.
DOLOR POR ESPAÑA:
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“¿Qué se hicieron tus muros torreados?
¡Oh mi patria querida!
¿Dónde fueron tus héroes esforzados,
tu espada no vencida?
¡Ay!, de tus hijos en la humilde frente
está el rubor grabado:
a sus ojos caídos tristemente
el llanto está agolpado.
Un tiempo España fue: cien héroes fueron
en tiempos de ventura,
y las naciones tímidas la vieron
vistosa en hermosura.
Cual cedro que en el Líbano se ostenta,
su frente se elevaba;
como el trueno a la virgen amedrenta,
su voz las aterraba.
Mas ora, como piedra en el desierto,
yaces desamparada,
y el justo desgraciado vaga incierto
allá en tierra apartada.
Cubren su antigua pompa y poderío
pobre yerba y arena,
y el enemigo que tembló a su brío
burla y goza en su pena.
Vírgenes, destrenzad la cabellera
y dadla al vago viento:
acompañad con arpa lastimera
mi lúgubre lamento.
Desterrados ¡oh Dios!, de nuestros lares,
lloremos duelo tanto:
¿quién calmará ¡oh España!, tus pesares?,
¿quién secará tu llanto?”
JOSÉ DE ESPRONCEDA (1808-1842) ‘A la Patria’.
477
“O España mía, Madre idolatrada,
¡Ay cual te veo trémula y llorosa!
Dime ¿qué fue de tu brillante Armada?
¿Qué fue de esa opulencia tan colmada
Que el inmenso tesoro
Hundía al peso de tu plata y oro?
¿Qué fue de tantos ínclitos varones,
En sucesión gloriosa,
Pasmo, envidia y pavor de mil naciones?...
Ya Lerma, ya Olivares,
Ya Godoy, ya José, mil viles entes
De nombres y de bandos diferentes,
Con signo atroz de trágicos azares,
Tu lozana pujanza mancillaron
Y tu fecundo seno desgarraron.
¡Ay exánime esclava, en paz y en guerra,
De la insaciable y bárbara Inglaterra,
Tras ensayos sin fin, nunca el sendero,
Sabes hollar de tu nivel certero!
En perpetuo vaivén, víctima ansiosa
De sed avara o de ambición rabiosa,
En giro sempiterno
De loco, absurdo y ciego desgobierno,
La vocinglera y criminal comparsa
Pregonando sin fin felicidades
De bárbaras soñadas teorías,
Y en tropel redoblando realidades
De incesantes y horrendas demasías.”
JOSÉ MOR DE FUENTES (1762-1848), ‘Isabel II’, 1843.
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