I : La plataforma compleja del Compromiso de Caspe
II: Las posiciones antagónicas en torno al Compromiso de Caspe
III: El problema de la decadencia catalana tras el Compromiso de Caspe.
I : La plataforma compleja del Compromiso de Caspe.
Situando la plataforma real de una de las cuestiones más candentes de la historia hispana, J. VICENS VIVES (Els Trastámares) la línea de evolución que dibujan los acuerdos tomados en Caspe:
“Las relaciones dinásticas prepararon el advenimiento de la unidad monárquica –de la monarchia hispana- desde el momento que hicieron factible el establecimiento de una misma familia, la de los Trastámaras, en los tronos reales de Castilla y Aragón.
La muerte de Martín el Humano, el último rey de la estirpe condal barcelonesa en la Corona de Aragón condujo... al Compromiso de Caspe, del que surgió la designación de Fernando I, nieto de Enrique II (de Castilla) como nuevo monarca aragonés (1412).” (Aproximación a la Historia de España).
Agregando seguidamente:
“Esa fue para Castilla una coyuntura afortunada, pues pudo aprovechar la riqueza fabulosa concentrada en manos de la rama menor de los Trastamaras (conversos burgaleses y medinenses, Orden de Santiago, dinero de la Mesta) para atraerse a las facciones que en Valencia y Zaragoza se habían levantado contra Jaime de Urgel. Y no tanto contra este pretendiente, sino, sobre todo, contra la incapacidad de la burguesía de Barcelona de hallar una fórmula que la reconciliara con la aristocracia y que diera a la corona de Aragón una solución concreta al dilema político planteado: o bien pactismo, hasta las últimas consecuencias de una república aristocrática; o bien, el autoritarismo regio, con el inevitable cortejo de reformas sociales, políticas y administrativas”.
Puntualizando, por otra parte:
“El establecimiento de una misma dinastía en Castilla y Aragón fue un factor no despreciable en el camino de la unidad de la monarquía de las Españas, a pesar de que debamos desterrar la idea romántica de que los soberanos de una y otra de las dos ramas no descansaron hasta lograr tal propósito”.
Por su parte, S. SOBREQUÉS –en casi abierta oposición frente a otros criterios más o menos románticos que cargan excesivamente el acento de la responsabilidad de la decadencia catalana sobre la nueva dinastía- señala que:
“La entronización de la dinastía Trastámara en Aragón... imprimió al imperialismo catalano-aragonés en el Mediterráneo, cauto y prudente durante el ciclo de la dinastía catalana (de la Casa de Barcelona) un extraordinario dinamismo y una ambición desproporcionada incluso a la potencia efectiva de los pueblos integrantes de la Corona, en crisis económica desde la segunda mitad del siglo anterior.
Fernando I desarrolló en los cuatro años de su reinado... una actividad diplomática intensísima y de suma ambición.
Una espesa trama de enlaces matrimoniales... demostró las ambiciones de la rama menor de los Trastámaras respecto a los demás reinos ibéricos.
Su hijo Alfonso V el Magnánimo pudo desarrollar ampliamente estas directrices políticas durante su largo reinado (1416-1458) y completar los dominios de la corona de Aragón en el Mediterráneo con la conquista del extenso y poblado reino de Nápoles... que convirtió a Alfonso V en árbitro de Italia y en gran figura de la Europa de su tiempo”. (La época del patriciado urbano, en Historia social y económica de España y América. vol II)
Asimismo precisa dicho autor:
“Dueños de extensas posesiones en Castilla, los Trastámaras aragoneses, y particularmente el mayor de los hermanos de Alfonso V, Juan, duque de Peñafiel (futuro Juan II de Aragón) aspiraron a dirigir el gobierno de Castilla”.
Como contrapunto a esa problemática, J. VICENS VIVES subraya:
“En líneas generales –y es ése un problema muy importante-, la merma del potencial demográfico de la Corona de Aragón en el siglo XV es la causa fundamental de su desaparición como Estado independiente en la gran constelación de los poderes del Renacimiento”. (Historia económica de España)
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