A los que afirman que la Inquisicion era un instrumento de Felipe II, se les puede salir al encuentro con una anécdota, que por cierto no es muy á propósito para confirmarnos en esta opinion. No quiero dejar de referlirla aquí, pues que á mas de ser muy curiosa é interesante, retrata las ideas y costumbres de aquellos tiempos. Reinando en Madrid Felipe II, cierto orador dijo en un sermon en presencia del rey, que los reyes teman poder absoluto sobre las personas de los vasallos y sobre sus bienes. No era la proposicion para desagradar á un monarca, dado que el buen predicador le libraba de un tajo, de todas las trabas en el ejercicio de su poder.
Á lo que parece, no estaría entonces todo el mundo en España tan encorvado bajo la influencia de las doctrinas despóticas como se ha querido suponer, pues que no faltó quien delatase á la Inquisicion las palabras con que el predicador habia tratado de lisonjear la arbitrariedad de los reyes. Por cierto que el orador no se habia guarecido bajo un techo débil; y así es que los lectores darán por supuesto, que rozándose la denuncia con el poder de Felipe II, trataría la Inquisicion de no hacer de ella ningun mérito. No fué así sin embargo:
la Inquisicion instruyó su expediente, encontró la proposicion contraria á las sanas doctrinas, y el pobre predicador, que no esperaría tal recompensa, á mas de varias penitencias que se le impusieron, fué condenado á retractarse públicamente, en el mismo lugar, con todas las ceremonias de auto jurídico, con la particular circunstancia de leer en un papel, conforme se le habia ordenadoras siguientes notabilísimas palabras : Porque, señores, los reyes no tienen mas poder sobre sus vasallos, del que íaj permite el derecho divino y humano; y no por su libre y absoluta voluntad.» Así lo refiere D. Antonio Pérez, como se puedo ver en el pasaje que se inserta por entero en la nota correspondiente á este capítulo. Sabido es que D. António Pérez no era apasionado de la Inquisición....
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