La Santa Inquisición en defensa de las libertades sociales
Cuenta Antonio Pérez, que estando Felipe II en la iglesia de San Jerónimo de Madrid, un orador dijo queriendo adularle, que "el rey era absoluto". Siendo el absolutismo un producto perverso del protestantismo, el auditorio se escandalizó, y fray Fernando del Castillo, del Santo Oficio tomó cartas en el asunto juzgando que tal afirmación era una barbaridad, pues la Iglesia era firme defensora del derecho foral. La "terrible condena inquisitorial" fue ni más ni menos que obligar al adulador a retractarse de dicha afirmación en el mismo púlpito.
(En Españoles que no pudieron serlo, de José Antonio Ullate Fabo)
El Matiner
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