Alberto Bayo Giraud no era Comandante, sino Capitán de Aviación en esos días. En algunas de las fotos que se le han tomado dirigiendo las operaciones de embarque, se ven las tres estrellas de Capitán en la bocamanga.
Hace muchos años, en la Armada, hablé con un antiguo tripulante de un submarino republicano, que estuvo cerca de las playas de desembarco, y me contó que el caos y el desorden de la fuerza desembarcada era total. Habían llevado o encontrado un piano y lo estaban tocando en pleno campo. Mi informante y otros compañeros de la dotación del submarino lo veían desde el periscopio de su buque, que estaba en superficie, y lógicamente no podían creer lo que veían.
La operación anfibia, donde una fuerza que va a desempeñar un objetivo terrestre, pero tiene que embarcar, desembarcar y reembarcar, y además necesita ser apoyada por el fuego naval y aéreo, es la más complicada de las operaciones militares, por su complejidad y necesita un planeamiento muy detallado y ejecución al milímetro, por supuesto con un contingente de fuerza entrenado para estos menesteres. Nada digamos de la logística a suministrar.
Todo ello faltaba en las fuerzas del Capitán BAYO. El desastre era inevitable, con o sin la patrulla de CR-32 italianos.
Una fuerza de esa envergadura como la que actuó en AGO-SEP 36, medianamente organizada y entrenada se hubiese hecho con la isla de Mallorca perfectamente, y se habría eliminado todo el futuro de la Escuadra franquista paseandose por el Mediterráneo durante el resto de la Guerra, y utilizando la isla como base aeronaval, como así ocurrió.
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