Reportaje - recuperando nuestro pasado: el laboratorio de restauración del Museo Arqueológico Nacional

Espada del depósito de la Ría de Huelva durante su intervención. Autor: MAV
Los equipos involucrados en la reapertura del Museo Arqueológico Nacional siguen trabajando a pleno rendimiento en la puesta a punto de una de las claves para la comprensión de nuestra historia. Mediterráneo Antiguo ha tenido la ocasión de visitar las instalaciones del moderno laboratorio de restauración que se abrió en octubre de 2012 y que, en palabras de su directora, Teresa Gómez Espinosa, “va a un ritmo de trabajo diferente al habitual, pues tenemos que ir dando soporte al montaje de las salas”. Según nos cuenta “hay intervenciones que vamos a hacer completas, como la de la Dama del Cerro de los Santos, que además es una intervención totalmente mecánica; pero otras en las que solo estamos haciendo labores de conservación previas a su colocación. Una vez que concluyan todos los trabajos para la reapertura, iremos profundizando en su tratamiento”. Gómez nos detalla que “el laboratorio tiene tres restauradores fijos en plantilla, más las colaboraciones que vamos recibiendo de otros centros de investigación”. Un equipo perfectamente cualificado, dotado de la tecnología más moderna, al servicio de uno de los museos más importantes de Europa, que ya afronta la cuenta atrás para su apertura definitiva.



Intervenciones en sala
Cristo románico durante su intervención en sala. Autor: MAV
Un ejemplo de intervención en sala es el del Cristo románico del siglo XII que estaba trabajando in situ Cristina Salas, del Instituto de Patrimonio Cultural de España. “Lo que hacemos es fijar las partes con peligro de perder pintura. Inyectamos cola de conejo purificada, que es un adhesivo, para consolidar las zonas más débiles y ponemos papel japonés para proteger la pintura, aplicando una espátula térmica que aporta presión y calor”. El Cristo es una madera tallada, con muchos repintes que, en palabras de Cristina, “requeriría una intervención más profunda, que contribuya a limpiar todas las capas modernas para dejar la original”. Lo que ha permitido que el Cristo llegue hasta nosotros es una tela que asentaba la estructura y que hacía de ligazón entre las piezas del brazo y del tronco.


El laboratorio por dentro
De vuelta al laboratorio, hablamos con Mario Danze, un italiano de Palermo que se encuentra temporalmente en nuestro país. Mario ha estado trabajando sobre una escultura ibera, que recibe el nombre de “bicha”, pero se asemeja más a un ciervo. “Se ha realizado una limpieza para retirar la capa de suciedad más superficial. Ha sido una limpieza no agresiva, solo con agua, que es el disolvente más sencillo” nos explica. La intervención ha permitido poner de relieve algunos restos de policromía, preparaciones y marcas de los instrumentos de cantería. Danze está trabajando ahora en una pieza de cerámica protohistórica en la que “estoy retirando las reintegraciones cromáticas para hacer otras más próximas al original, de acuerdo con los criterios de restauración más actuales”. Lo que más llama la atención es el arenero sobre el que trabaja, “sirve para poder mover la pieza sin que sufra impactos que puedan afectar a su integridad”.
Vasija protohistórica sobre manto terroso. Autor: MAV
Durgha Orozco se encuentra trabajando dos espadas procedentes del depósito de armas de la Ría de Huelva. Nos explica que “muchas de las piezas que pasan por aquí tienen ya tratamientos de restauración anteriores, muchos de ellos electroquímicos. Lo que estoy tratando de hacer es limpiar y consolidar el material, para evitar que el proceso de deterioro, por el que el metal tiende a convertirse en mineral de nuevo, se frene”. Durgha nos enseña también unos bronces de Azaila “como ves, tienen incrustaciones de tierra que vamos retirando hasta llegar al material noble”.
En una cámara de extracción aguardan unos materiales que han sido tratados con productos tóxicos, para evitar su corrosión; mientras que una de las últimas adquisiciones del museo, la base de una pila bautismal de mármol, ha sido tratada de dos formas distintas, una parte con láser y otra parte por procedimientos mecánicos tradicionales. “La parte tratada con láser ha recuperado su blancura original, pero la parte tratada manualmente, conserva residuos todavía”, nos explica Durgha.
María Antonia Moreno Cifuentes, restauradora de una dilatada experiencia en proyectos nacionales y expediciones en el extranjero (Pompeya y Egipto, entre otros), nos enseña una espada de bronce procedente de Linares. “Ha sido tratada con electrólisis, que no es un método ni mejor ni peor. El problema es que en este caso no se ha neutralizado, por lo que los productos siguen actuando, afectando a su conservación”. María Antonia nos explica que “la electrólisis era un procedimiento muy utilizado, especialmente por los militares, a los que se encargaba antiguamente el tratamiento de estos materiales, quizás por su experiencia en este campo”.
Vista general del laboratorio. Autor: MAV
Parte inferior del vaso de los ciervos, con los pequeños orificios. Autor: MAV
Un pequeño plato ibérico destaca bajo una lámpara, María Antonia nos explica que acaba de terminar esta pieza: "lo que había que hacer era retirar los residuos que la escayola utilizada para unir las piezas había dejado en algunos fragmentos de pintura, ocultando el original. No he querido quitar toda la escayola para no someter a la pieza a más tratamientos”. Al lado de esta obra, se encuentra el famoso vaso de los ciervos, encontrado en el yacimiento de Los Millares. “Es una pieza magnífica, restaurada por el mismo Siret durante las excavaciones. Tiene pasta de papel con cola, que se utilizó para las reintegraciones. No lo voy a quitar porque forma parte de la historia de la propia obra”, nos explica Moreno Cifuentes. “En la parte inferior, la pieza presenta unos taladros que pudieron realizarse para unir las piezas que conforman el vaso, bien en el momento de su restauración, o bien originalmente”.
María Antonia recuerda que el laboratorio de restauración del museo se creó en 1867, cuando se inauguró el propio museo, que se encontraba en el Casino de la Reina. “Esto ha permitido que conservemos un archivo fotográfico enorme, que nos resulta muy útil a la hora de enfocar la restauración de las piezas”, nos dice.

Autor
Mario Agudo Villanueva


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