Este tipo de escritos [las revelaciones del alma de la reina Isabel de Borbón a Sor María, poco después de la muerte de aquélla] no se confían a una correspondencia regular, como se señala en el prólogo. En las cartas siguientes el rey [Felipe IV] no hace ninguna alusión a estas revelaciones; sin embargo, será patente su alegría al leer las revelaciones de Sor María tras la muerte del príncipe Baltasar Carlos. Parece que la salida de los monarcas del purgatorio solía tener testigos: Fray Luis González Méndez presenció el juicio divino al Emperador Carlos, cuatro años después de su muerte, visión en la que el Señor confirma que algunas de sus decisiones más polémicas se debían a revelaciones directas de Dios; el Venerable F. Domingo de Jesús vio a Felipe II salir del purgatorio acompañado por San Luis y Santa Teresa; el alma de Felipe III pasó por la celda de la Venerable madre Casilda de Valladolid a pedirle oraciones y luego fue vista por esta misma monja al subir al cielo. Véase J. L. Sánchez Lora, Mujeres, conventos y formas de la religiosidad barroca, Madrid, FUE, 1988, págs. 335-6.
Fuente: “Correspondencia con Felipe IV. Religión y razón de Estado”. María de Jesús de Ágreda. Editorial Castalia, 2001. Nota 52 de Consolación Baranda Leturio. Páginas 89 y 90.
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