Salen a la luz los papeles del pacto de 1875 entre el gobierno y los rebeldes

El Estado pagó a los jefes carlistas en 1875 el equivalente a 59.000 euros








JOSEP MARIA SÒRIA - 02/04/2006
Barcelona

El Estado español de la primera Restauración pactó en 1875 con los últimos jefes carlistas el fin de la guerra a cambio de la garantía de preservar sus grados militares, de ofrecerles compensaciones monetarias y "sin sumisión a revisión alguna, ni a causa ni expediente de ninguna clase", según se desprende de una serie de documentos que están a punto de salir a la luz. Hace ahora poco más de 130 años que las partidas carlistas que comandaba en la zona centro (Maestrazgo) el general Antonio Dorregaray, el héroe de Montejurra, depusieron las armas y se trasladaron en una buena parte a Francia, mientras que el resto permaneció pacíficamente en España, tras recibir garantías por parte del gobierno de Su Majestad que presidía Cánovas del Castillo.

En aquella negociación secreta, que sale ahora a la luz pública, participaron tres catalanes, ilustres miembros del partido conservador y alfonsinos. El jurisconsulto Manuel Duran i Bas, el periodista Josep Mañé i Flaquer y, sobre todo, el abogado Josep Vilaseca i Mogas. Este triángulo, por encargo de Cánovas del Castillo, estableció contacto con el jefe carlista Dorregaray para negociar la paz. De hecho, fue Vilaseca i Mogas el que, mediante un salvoconducto, viajó con absoluta discreción por el Maestrazgo, Valencia, Madrid, Francia y Suiza, para cerrar el pacto, de acuerdo con las directrices que iba recibiendo del gobierno, a través de Duran y Mañé.

Las negociaciones se iniciaron el 8 de junio de 1875, concluyeron a finales de julio y su aplicación culminó en octubre siguiente, cuando la mayoría de los jefes carlistas ya se encontraban en Francia, tras haber atravesado Catalunya con salvoconductos expedidos por "P. de Rivera, secretario de Estado y del despacho de la Guerra, el 28 de junio de 1875". En estos pasaportes se ordenaba a las autoridades que nadie "ponga ningún impedimento, ni embarazo alguno en su viaje, antes bien le hagan dar y faciliten toda la asistencia que necesitare y el alojamiento, bagaje y víveres que pudiere". El firmante de la orden era Fernando Primo de Rivera, tío del futuro dictador Miguel Primo de Rivera, que era ministro interino de la Guerra y que más tarde fue capitán general de Madrid y de Filipinas. El hecho de las conversaciones, del pacto y de su contenido se ha mantenido en secreto hasta ahora, cuando los descendientes directos de Josep Vilaseca i Mogas y continuadores de la saga de abogados que aquél inició ultiman la entrega de los documentos que acreditan aquel pacto al Arxiu Nacional de Catalunya.

La historia había mantenido hasta ahora que la segunda guerra carlista (1872-1876) - o la tercera, si se incluye la guerra dels matiners terminó en la zona centro después de que las tropas del general Martínez Campos ocuparan militarmente Cantalavieja (Teruel), el 6 de julio de 1875, e hicieran unos 2.000 prisioneros y los trasladaran a Morella, todo a mayor honra de los ejércitos de Su Majestad. En la mitología e historiografía carlistas, en cambio, aquella presunta derrota es conocida como la "traición del Centro", por cuanto se tenía el convencimiento de que Dorregaray y sus compañeros de armas habían sido actores de una deslealtad, aunque se desconocía cómo y en qué términos. De hecho, desde que el mítico general carlista tortosino Ramon Cabrera, el león de Morella,acató desde Inglaterra la figura del monarca Alfonso XII, en marzo de 1875, hasta el final de aquella guerra en el País Vasco, en febrero de 1876, la sombra de la traición acompañó el fin de unas escaramuzas que habían ensangrentado España durante años.

Fue Vilaseca i Mogas quien medió en secreto con los jefes carlistas, con los que acordó que "debidamente autorizado por el Gobierno de S. M. el Rey, Don Alfonso XII (q. D. g.), declaro que presentándose o marchando voluntariamente al extranjero los Señores... en virtud de lo con los mismos acordado, les serán reconocidos en debida forma, lo mismo que a los demás Jefes y Oficiales que les acompañen, los grados, títulos y condecoraciones que tienen en el ejército Carlista, no siendo ninguno de ellos superior al de Teniente General, y se les autorizará a permanecer en España a su voluntad, donde tendrán situación activa pasado el término que se convenga, disfrutando desde luego en el punto donde residan de la subvención correspondiente. Barcelona, 17 de julio de 1875".

Los elementos de "lo con los mismos acordado" habían quedado establecidos un mes antes. Sucintamente, consistía en que los militares carlistas - de los que se citan entre otros los nombres de Dorregaray, Álvarez, Oliver y Adelantado- que depusieran las armas recibirían inmediatamente su pasaporte para el extranjero, "de donde podrán volver en el plazo de tres meses". Transcurrido un año "o cuando termine la guerra civil", el gobierno se comprometía a reconocer los empleos, títulos, honores y condecoraciones, pasando todos los militares a situación activa, "con mando y empleo dentro de la península". "Durante el tiempo que medie hasta el reconocimiento formal y público, recibirán reservadamente del Ministerio de la Guerra el sueldo correspondiente al empleo que hoy disfrutan en el campo enemigo en situación de cuartel".

Entre los documentos hay cartas de Cánovas del Castillo a Josep Vilaseca, así como notas, firmas, nombres y cargos de militares carlistas que participaron en el acuerdo. Hay también una Memoria de los hechos con relación a la pacificación del Centro en 1875, a la que pertenecen los entrecomillados anteriores, que es un impagable testimonio, escrito casi día a día por el propio Josep Vilaseca, y en el que explica a Cánovas del Castillo los pasos que da para llegar a un acuerdo.

En una de las cartas de Cánovas del Castillo, tras dar su beneplácito a las propuestas de arreglo, en honores y en metálico, el político de la Restauración advierte a los mediadores que "lo único que exijo, y les conviene a ellos y a nosotros, es cambiar la fecha y el motivo del arreglo, puesto que aquella y esta han cambiado". Y añade Cánovas: "Que sepan estos amigos que no regateo las condiciones, sino la ocasión y el motivo, porque no quiero quitar al ejército del Rey el mérito contraído hasta hoy en la campaña suponiéndolo obra todo de nuestras combinaciones. Fácilmente comprenderán los altos y desinteresados motivos que me inspiran este punto de vista". Cánovas pretendía disimular el acuerdo como establecido con restos de partidas carlistas de Catalunya con el fin de no restar ningún mérito a la acción militar de las tropas de Martínez Campos sobre los rebeldes y de evitar que los jefes carlistas fueran considerados traidores por los suyos.

Al final del proceso, Vilaseca i Mogas se desplazó a Perpiñán y a Suiza. Documenta el 11 de agosto de 1875 que "escribí participando que varios jefes rebeldes del Centro se habían separado de las filas y se hallaban escondidos en la frontera, habiéndoles dicho yo que fueran a Perpignan, donde yo mismo estaría el 18 por la noche. Trasladé lo que los interesados me decían sobre esperar que el Gobierno comprendería cuánto valía su retirada del Centro trayendo a la frontera toda su gente, por considerar ésto lo más decoroso para ellos y para el Gobierno. Consigné que se lamentaban aquellos de haberse visto contrariados, de una parte por no habérseles empujado a pasar la frontera cuando su gente se hallaba en el estado más deplorable, y de otra por una acusación de traición que vino del Cuartel General de Don Carlos".

A su vuelta a Barcelona, el 18 de septiembre, Vilaseca apremia a Madrid cumplir lo pactado con "los consabidos señores (que) andaban apurados y que en Marsella se me habían presentado algunos pidiéndome el cumplimiento de lo prometido". Una semana después, un telegrama del ministro de la Gobernación al gobernador civil de Barcelona dice que "puede comunicar a los señores Vilaseca y Durán y Bas que pueden girar los veinte y cinco mil francos contra el Habilitado del Ministerio de la Guerra. Mañana escribiré sobre este asunto".

En el mes de octubre de 1875, Vilaseca realiza en Francia un primer pago de 25.000 francos entre los jefes carlistas, cantidad que corresponde en la actualidad a unos 59.000 euros, es decir unos 11,5 millones de pesetas. "Los veinte y cinco mil francos fueron pagados en Madrid é invertidos sin dilación para las atenciones debidas, habiéndose enviado veinte mil a Marsella y repartido los cinco mil restantes entre las familias de algunos ausentes y algunos individuos que ya habían regresado, todo por conducto de persona autorizada". En 1876, Vilaseca concluye su memorando a Cánovas del Castillo escribiendo: "Recordado después el cumplimiento en distintas ocasiones, se ha llegado a la situación actual, en que los interesados, pacificada ya por completo la península, piden el reconocimiento de sus grados y el pago de sus intereses". El post scriptum de la Memoria dice que "el original fue entregado por mí mismo en manos del Sr. Cánovas en 11 de Mayo de 1876 a las dos de la tarde en el Palacio de la Presidencia".

Ahí terminaba la mediación de Josep Vilaseca i Mogas, tarea por la que fue nombrado en 1878 caballero de la Gran Cruz de la Orden del Mérito Militar por sus "servicios especiales (...) cooperando a la pacificación de Cataluña durante la Guerra Civil", según se insistía en la nota oficial para mantener la discreción.


2/4/06
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