Revista FUERZA NUEVA, nº 69, 4-May-1968
Un homenaje y una carta
Un homenaje surgido a flor de corazón: el tributado por la Hermandad de la División Azul al general Díaz de Villegas y al periodista Fernando Vadillo, por sus libros “La División Azul en línea” y “A orillas del Voljov”, documentos inolvidables para la historia de una gesta gloriosa. Juntos entre sus camaradas, los camisas azules que fueron a tierras de Rusia a defender a Europa contra el comunismo (cual adelantados de un Occidente que hoy, en otros lugares del mundo, tiene que hacer frente a la amenaza de Lenin, cuya frase no podemos dejar de recordar: “El camino de Europa pasa por Pekín y por África…”), José Díaz de Villegas y Fernando Vadillo: el primero, jefe de Estado Mayor de la División, y Vadillo, un esforzado voluntario. Esto es muy elocuente, pues significa la unidad del Ejército y el pueblo, donde reside el futuro de España.
Carlos Pinilla, presidente de la Hermandad de la División Azul, pronunció unas palabras al ofrecer el homenaje, cuya valentía, lealtad y claridad merecieron la entusiasta adhesión de unos hombres que representaban a miles de españoles. Pinilla habló con diafanidad, con mesura y con ese estilo que para algunos “bandeirantes” parecía ya pasado de moda. Se refirió al presente de España, a una paz que intentan perturbar, mediante una cobarde subversión, los “tontos útiles” y aquellos que sirven a un mercenarismo cuyo objetivo es atacar los principios de la autoridad. Habló de la Universidad y también de determinados problemas que afectan a la economía de nuestro país. Con frases precisas expuso que quienes formaron en las filas de la División Azul no pueden consentir la agitación ni tampoco la ambición de un capitalismo desaforado que dificultan gravemente, intentando vanamente truncarlos, los ideales de un Movimiento en marcha, cuyos militantes mantienen en su alma, incólumes, los principios del 18 de Julio y su inquebrantable lealtad a Franco. Y de esta lealtad al Caudillo son vanguardia, como se puso de manifiesto en un acto trascendente dentro de lo político, los antiguos divisionarios contra el comunismo, que conservan ese espíritu joven del servicio a la Patria, residente en una veteranía, en una abnegación y en una esperanza ante el mañana que debe ser escuchada y atendida.
Díaz de Villegas expuso con la experiencia de un hombre de estudio, atento a los problemas mundiales, el peligro comunista y advirtió el engaño de algunos que estiman que ha evolucionado un sistema enemigo número uno de España, destacando la adhesión al Generalísimo Franco de aquellos que combatieron un día en tierras de Europa oriental.
Fernando Vadillo habló con el entusiasmo de una juventud que hoy más que nunca tiene fe; lo hizo con el corazón, y sus frases, muy concisas, manifestaron la vigencia de los anhelos falangistas por una España mejor, que, como decía José Antonio, amamos tanto porque todavía no nos gusta…
Quizá la nota más destacada de una reunión de hermandad y camaradería fue la carta de adhesión enviada por más de un centenar de estudiantes de la Universidad de Madrid, haciéndose solidarios de un acto donde se defendieron claros ideales, al mismo tiempo que, por la voz de Carlos Pinilla, se vino a decir: ¡Ya está bien!... Y en verdad, sin pasión, que ¡ya está bien!, pues la paciencia tiene un límite y en ocasiones, la prudencia puede ser interpretada por los imbéciles como ausencia de gallardía.
La carta de los universitarios -que reproducimos seguidamente- a los miembros de la División Azul resulta muy aleccionadora. La juventud actual, en su enorme mayoría, es sana y merece comprensión, dentro de sus afanes lógicos, pero también en el seno de la misión que le ha sido confiada, como portadora de un relevo, cuyo destino es ocupar un día cargos de responsabilidad. La misión de la juventud -lo dijo Carlos Pinilla- es estudiar, y la de los profesores -que deben percibir retribuciones honorables-, enseñar. Hacer política es salirse del marco de unos deberes que ha y que cumplir para exigir derechos, que no negamos existen.
“La División Azul en línea” y dispuesta a no olvidar jamás las “Orillas del Voljov”. Esto, sépase bien, debe tenerse muy en cuenta, en estos momentos, por aquellos que estiman estultamente que la sangre de los héroes y de los mártires puede ser traicionada o vendida por “cuatro dineros”…
Ramiro SANTAMARÍA
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JÓVENES EN LÍNEA
¿Podrá ocurrir que dentro de 40 o 50 años, estos españoles, que hoy son jóvenes y entonces serán ancianos, contemplen a distancia, con angustia y tristeza, cómo fue desaprovechada, cómo resultó fallida la gran coyuntura de este momento, y ello por su cobardía, por su deserción, por su debilidad?”.
(Ramiro Ledesma Ramos)
“Al general Díaz de Villegas.
Al camarada Fernando Vadillo.
A todos los presentes, combatientes divisionarios en Rusia.
Somos un grupo de universitarios que hemos querido aprovechar este merecido homenaje para adherirnos de todo corazón a la idea que representáis y a la empresa que realizasteis. No es fácil encontrar hoy apologistas de la División Azul, y es por ello por lo que queremos hacer patente nuestra admiración, nuestra gratitud y nuestro respeto a dos hombres que aún no han arriado la bandera.
La mayoría de nosotros no conoce vuestros libros: ya sabéis, entre estudiantes abundan más las apologistas de Marx, Engels, Castro o Guevara. Pero la gesta de la División Azul es lo suficientemente conocida como para que haya llegado a nosotros con toda nitidez. Días malos se avecinan. Pues los enemigos con los que os enfrentasteis, primero en España y luego en los campos de Rusia, se hallan nuevamente en el primer campo donde el comunismo sufrió una derrota. Es en la Ciudad Universitaria de Madrid, regada por la sangre generosa y valiente de los que murieron “por una concepción cristiana de la vida y de la Historia” (a los enemigos muertos hay que perdonarle su grave equivocación, aunque sus hechos no deben olvidarse). Han vuelto, lo sabéis todos, con una virulencia en muchos casos más exaltada que la de antes, los enemigos de España; el enemigo, el comunismo.
De la contemporización se pasó el diálogo; de éste a veleidades democráticas; de ellas, a pedir el amor libre, a insultar a España, a destruir todo orden, constituido o no, que no sea el suyo. Muchos síntomas nos hacen ver cosas algo raras, que preferimos no comprender: repasad la prensa de todos los días y veréis benévolas alusiones a sus actividades, pidiendo comprensión para los que jamás la tuvieron, salvo la del tiro en la nuca y el aceite hirviendo. Muchas personalidades, especialmente académicas, enquistadas desde antes o después de la Cruzada en puestos de trascendencia, en cátedras, en tantos y tantos sitios, les apoyan constantemente, sin que los que debían actuar de una forma patriótica, dada su ideología y dados a veces los caminos de favoritismo con los que consiguieron su puesto, hagan en contra suya nada. Ya se queman banderas españolas y se tiran Cristos por las ventanas, y acabarán quemando en satánica hoguera, si les dejamos, el ser y la esencia de la Patria. Todo lo que no sea luchar contra estos elementos y contra los que les apoyan será suicida o cobardía. No eran comunistas los occidentales de la II Guerra Mundial, pero ahí tenemos media Europa sometida a la peor dictadura que vieron los siglos.
En la Universidad española se debaten una vez más, como os sucedió a vosotros, hace algunos años, dos concepciones de la vida y de la Historia que nunca podrán coexistir. Es Patria o es comunismo, y nada más que esto, no os engañéis, lo que se debata en el “campus” de Madrid, como hace treinta años. Y en esta situación sólo caben, como entonces, dos posturas: una a favor y otra en contra. Los del centro no son moderados, sino enemigos. Hay una carta de la Pasionaria, fechada en 1963, que habla con toda claridad: en ella se indica que es esencial hacerse con los estudiantes: “a un universitario, con doce razones firmes que le des, lo tienes convencido”. Habla de atraer a los católicos e incluso los falangistas, y que con una buena campaña pacifista y la pronunciación de palabras como libertad y democracia se convence a los jóvenes y se agrupan diferentes ideologías para amasarlas en un fin premeditado de antemano. En otra carta tranquiliza a los “camaradas españoles”, diciendo que cargos decisorios del país se encuentran en sus manos.
Se vive, asimismo, intensamente en la Universidad, la tremenda crisis religiosa que afecta al mundo entero, en la que no es ajena la acción del comunismo, que hoy, reconociendo su error pasado, prefiere, con maquiavélica astucia, actuar desde dentro de la propia Iglesia y atraerse a los católicos por medio del progresismo, que no es sino un quiste maligno que está minando los fundamentos del catolicismo. Pues bien: ante todo esto, ciertos responsables eclesiásticos, con honrosísimas excepciones, no muestran sino miedo o falta de interés, permitiendo que el mal se desarrolle y ponga en peligro la secular fe católica español. Recientemente visteis cómo elementos eclesiásticos, ante el vil sacrilegio del Cristo profanado, nos pusieron pegas y trabas sin número para celebrar los actos de desagravio, que, como tenía que ocurrir, pues la fe del pueblo sigue en pie, luego fueron un rotundo éxito, ante la vergüenza y el ridículo de los oponentes.
Ciertos políticos de nuestra nación tampoco son para nosotros hoy un ejemplo. En ellos domina la inseguridad, la flaqueza y el miedo, como si el ejemplo que vosotros disteis hubiera sido vano. Se nos persigue, se nos va a buscar a nuestros propios domicilios, se nos expedienta impunemente, y ante todo esto esos políticos, muchos de ellos detentadores de cargos, se cruzan de brazos y prefieren dedicarse a especular y a calificarnos de “extrema derecha”, con lo que intentan colocarse en una vergonzosa y poco viril posición de “centro” con vistas a futuras evoluciones de nuestro sistema político.
Nos preguntamos si la situación actual es semejante a la de los años de la República, pues ya han empezado los “paseos” a la Casa de Campo (los casos de los estudiantes Chacón y Yáñez aún están recientes), las sanciones a los estudiantes que hacen alarde de anticomunismo militante, e incluso las condenas o linchamientos por “tribunales del pueblo” se hacen en la más completa impunidad.
Por otro lado, empezamos ya a perder las esperanzas que teníamos en vosotros: bien es cierto que nos indigna no veros en los cuadros de mando de la nación, pero asimismo echamos de menos el oír vuestra voz en protesta y reivindicación por el terreno que condescendientemente se está cediendo al enemigo, y echamos de menos el no ver vuestros plantes y vuestra oposición enérgica ante determinadas decisiones y abstenciones de ciertas autoridades políticas y académicas.
Pero es el momento de evitar diferencias entre nosotros. Nos entristece ver que hoy, entre los grupos y personas que un día estuvieron luchando contra la invasión del comunismo, no hay sino diferencias, y cada día en aumento, sin ver la verdadera guía o fin que a todos nos une y que es la única salvación para la España inmortal. En este sentido, vosotros podríais hacer una incalculable labor, pues vosotros, eso esperamos por lo menos, aún conserváis encendido y libre de mancha la llama del fuego eterno del Movimiento Nacional.
En cualquier caso, nuestra acción sigue en marcha, y llegaremos hasta el final en la defensa de nuestros signos y nuestros ideales, ya tengamos ayuda, ya no la tengamos, pues son sentimientos hondamente enraizados en lo más profundo de nuestro ser, que aprendimos precisamente de vuestro ejemplo de ayer.
Terminamos esta carta recordándoos que la bandera aún está alzada en vuestras manos, y hay que defenderla claramente, honradamente, lejos de los festines de los fariseos, limpiando en la pureza de su raíz el oprobio y la vergüenza de los que intentan corromperla, como es mandato ineludible de una legión de caídos”.
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