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Tema: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

  1. #21
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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    21. Persecuciones religiosas

    9 de abril de 1950

    La publicación por L'Osservatore Romano de un trabajo sobre "La Iglesia y la masonería", del que es autor el maestro de Teología del Sacro Palacio Mariano Cordovani, muerto en estos mismos días, en el que con la autoridad del órgano del Vaticano y de la competencia teológica del autor se protesta enérgicamente contra ciertas noticias circuladas de pretendidos contactos entre polos tan opuestos, ha sido causa de que se haya exteriorizado en el campo masónico esa hostilidad siempre renovada contra la religión y la Iglesia, que el eminente padre Mariano Cordovan, nos recuerda en su escrito.

    Salen a la luz con este motivo voces intencionadas que pretenden quitar trascendencia a la trayectoria de las sectas masónicas, haciéndolas aparecer como asociaciones más o menos frívolas que no merecen las excomuniones y reprobaciones de que la Iglesia Católica les hace objeto. Mas la Iglesia, en su infinita sabiduría, mantiene en sus cánones 684 y 2.335 la condenación de la masonería y la excomunión a todos cuantos dan el nombre propio a la masonería, sin distinción de rito, apercibiendo de este modo a los católicos para que no caigan en el engaño que las apariencias exteriores les presentan y en su ignorancia pueden llegar a creer que se puede ser católico y masón.

    El que algunas logias, por la calidad media de las personas, por el ambiente de paz en que se desenvuelve la política local en el país o por otras causas, aparezcan como no hostiles a los principios de la fe católica y sus fines parezcan reducirse a bailes, cabalgatas o diversiones profanas sin otra trascendencia, no quiere decir el que formen organización aparte que las exceptúe de aquel entredicho y excomunión. La Iglesia, como bien dice el teólogo italiano, "tiene un contenido doctrinal divino que es revelador de Dios, una coherencia de vida que es una condición para la salvación eterna. Y sobre estos elementos esenciales no puede haber compromiso, sino fidelidad absoluta".

    Todas las persecuciones que la Iglesia Católica viene sufriendo de los Poderes públicos en los últimos dos siglos han sido obra exclusiva de la masonería y de sus hijos. El que el comunismo polarice hoy, por la violencia de sus persecuciones contra la Iglesia Católica, la atención mundial, no quita trascendencia a la obra constante y renovada de los que le enseñaron el camino, destruyendo en cuanto estuvo en su mano la autoridad moral y los principios de una fe que hubieran hecho imposible las monstruosas persecuciones de los comunistas de hoy. Ellos allanaron el camino en el centro de Europa para que el comunismo penetrase, y su hipocresía, su malicia y su trabajo en la sombra han sido cien veces más peligrosos que los ataques agudos que estimulan a la defensa.

    A la masonería hay que juzgarla en los dos aspectos: el del orden práctico y el doctrinal. Si examinamos sus hechos la encontramos, al correr de dos siglos, constituyendo el vehículo de las revoluciones políticas liberales y más tarde izquierdistas dentro de una sociedad burguesa. Ha sido el arma más terrible esgrimida, bajo el secreto de las logias y los talleres, para la persecución de la fe católica y de sus instituciones, así como para la destrucción sistemática del espíritu católico de los pueblos a través de la escuela, la Universidad, la Prensa y el libro. Instrumento de los imperialismos, ha venido siendo esgrimida para preparar en la sombra de sus tenidas las revoluciones emancipadoras de los pueblos de América. Los tronos que en Europa cayeron y siguen cayendo lo han sido por la intriga y la conspiración masónicas, que durante lo que va de siglo vienen explotando la revolución de las masas a través de sus jefes, afiliados y subordinados a las logias.

    No se trata de acusaciones gratuitas que la Historia no haya reconocido, sino de lo que las propias logias proclaman después de cada uno de sus triunfos. En propios documentos masónicos y publicaciones ha quedado registrado el parto masónico de las nuevas Repúblicas.

    Pudiera por esto parecer que por la parte principalísima que la masonería tuvo en la emancipación de ciertos pueblos debiera ésta recoger el galardón que hábilmente pretenden explotar de sus servicios a la libertad e independencia de las sociedades humanas. El fin de la masonería, al trabajar por la emancipación de determinadas comarcas y acoger en su seno a los caudillos y primates de la revolución, no lo ha sido por su amor a la libertad ni por servir a las doctrinas sobre la autodeterminación de los pueblos, sino por ayudar con ello al imperialismo propio o pretender causar el máximo de daño a las naciones rivales. A través de la masonería y de los hombres de esta doble disciplina, las naciones poderosas han venido mandando y sojuzgando a muchos pueblos. Así, que ni en el orden patriótico, ni en el religioso, ni tampoco en el moral puede aceptarse la masonería, por los que la sufren, como algo inocuo y sin trascendencia.

    Si del orden práctico nos trasladamos al doctrinal, al que nos presentan los estatutos y la documentación pública de las sectas, en ella encontramos, a través de los distintos grados, el mantenimiento de su carácter de sociedad secreta, en la que el misterio y el secreto se van acentuando conforme se asciende en grados, haciéndose los juramentos más solemnes y terribles. Si la masonería careciese de malicia, ¿por qué ese Secreto y ese hermetismo ante la sociedad y esas invocaciones a la responsabilidad que van a contraer los que se inicien en un grado y que los grandes maestres les encarecen con conminaciones terribles? El bien no teme la luz; sólo lo ilícito, los malhechores o los criminales se ocultan en la oscuridad o en las sombras.

    ¿Por qué esa ocultación, incluso a los propios miembros, de las razones y de los fines, de las resoluciones de la secta, que sólo los altos iniciados conocen, obligándose a los demás a una colaboración más o menos consentida para el logro de objetivos que ignoran? Este secreto básico de las logias constituye uno de los aspectos más esenciales para su general reprobación.

    El carácter judaico de la masonería se acusa a través de su literatura y de sus ritos. El problema de si la masonería es una obra eminentemente judía o un instrumento de que el judaísmo se aprovecha a partir del siglo XIX, no tiene para nosotros trascendencia. El hecho es que marchan inseparablemente unidos y que los judíos suelen ocupar en muchas de sus logias los principales puestos.

    Pero así como la masonería ha logrado dominar sobre la mayoría de los sentimientos de sus miembros no ocurre lo mismo con el judaísmo; el hebreo es antes judío que masón y subordina a su creencia y a su pasión judaica todos los intereses de la orden, no obstante lo cual aparece ocupando los principales puestos de la masonería. Esto justifica el que el ateísmo tradicional que en los países católicos la masonería arrastra, se una en su actuación universal al odio atávico que desde la venida de Cristo, su muerte y su resurrección siente el judío hacia la religión verdadera, que alimenta su espíritu de lucha y de destrucción del orden existente.

    Mas dejemos para otro día el seguir examinando aspectos tan interesantes de la doctrina y estatutos masónicos, que aclararán muchos de los sucesos internacionales de los que venimos siendo espectadores, ya que por hoy basta lo expuesto para justificar ampliamente la condenación que de la masonería viene haciendo nuestra Madre la Iglesia.
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

  2. #22
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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    22. Masonería anticatólica

    16 de abril de 1950

    Muchos hablan de la masonería y pocos los que se han detenido a estudiarla y analizarla. De la masonería hay una parte conocida y pública que figura en sus reglamentos y publicaciones, y otra oculta cuyo secreto se guarda con gravísimos juramentos y amenazas. Por eso cuando se habla de la masonería hay que acudir a hechos incontrovertibles de su historia o a los textos y documentos oficiales que de las logias se conocen, materia ésta farragosa en que la literatura judaica se mezcla a una parodia de religión, con su liturgia, templos, mandiles, candelabros, altares y atributos.

    Todo ello es causa de que muchos se pregunten: ¿Qué es la masonería? ¿Un sistema filosófico, un nuevo orden moral, un postulado político o una organización benéfica? Nosotros podríamos contestarles que de todo ello quiso la masonería participar, pero que lo que pretendió ser una nueva filosofía no pasó de ser un torpe anticatolicismo; lo que aspiró a constituir un sistema moral, degeneró en instrumento destructor de los principios de la verdadera ética; la que aspiró a encarnar la representación de la más pura justicia, prostituyó ésta con la impunidad masónica para sus afiliados, y la que ante los Poderes públicos alardea de apolítica y neutral, patrocina las pasiones políticas más desatadas y dirigió la mayoría de las revoluciones; y hasta la etiqueta benéfica de que frecuentemente alardea no está respaldada por ninguna obra de este género que se conozca.

    Mas no es necesario ahondar en su historia ni penetrar en sus grandes secretos para su condenación; nos basta simplemente con asomarnos a sus estatutos, a sus reglamentos o ritos para que salga a la luz la completa incompatibilidad de sus doctrinas con los principios de la fe verdadera, de la Iglesia Católica.

    En los 33 grados que la masonería comprende, tres simbólicos, 15 capitulares, 12 filosóficos y tres sublimes, a través de los cuales se hace la formación completa del masón, aparecen repartidos los distintos puntos que las doctrinas masónicas comprenden, unos de carácter político y otros religioso. Los de carácter político, por haber sido en general incorporados a la legislación liberal de la mayoría de los países, han ido cayendo en desuso en la casi totalidad de las naciones, y los grados en que estos postulados figuran suelen ser concedidos varios en una sola iniciación, y aunque se jura el cumplir sus preceptos, viene careciendo en la práctica de la mayoría de los pueblos de eficacia. Los de carácter religioso, al contrario, permanecen vivos, ya que vivo está el objetivo perseguido, y aunque se abordan progresivamente en mayor o menor escala en todos los grados de la masonería, se localizan principalmente en los llamados grados capitulares, y entre ellos, en los más importantes.

    En el grado 13, de los "caballeros del real arco", el gran maestre recuerda al que va a ser recibido: "Cuando fuiste iniciado en nuestra Orden manifestasteis la idea de Dios según vuestro criterio y en armonía con vuestras creencias religiosas. Aunque aprobando nosotros vuestra manera de pensar sobre este importante asunto, deseamos que os sirváis amplificar aquellas primeras opiniones acerca de la existencia de Dios y decirnos si habéis establecido alguna modificación a cuanto entonces expresasteis, como consecuencia de los estudios masónicos o de los dictados de vuestra conciencia. Los francmasones no pueden fomentar la existencia de Dios en el concepto sometido al efecto por las religiones positivas, porque en este caso tendrían que mostrarse partidarios de una u otra creencia religiosa, y bien sabéis que esto se opondría al principio de máxima libertad consignado en sus estatutos."

    "El estudio de Dios entra en el de nuestro pensamiento debidamente aconsejado por la razón, y cada hombre es dueño de rendirle culto del modo que juzgue más en armonía con su razón, concretándose nuestra augusta institución al reconocimiento de la existencia de un principio regulador, absoluto e infinito con el nombre de Gran Arquitecto del Universo, bajo cuya advocación, según sabéis, trabajamos todos los francmasones."

    Aquí vemos cómo el masón, que en los primeros grados se le respetó hasta cierto punto su concepto de lo sobrenatural, en este de "caballero del real arco" se le aprieta y se le examina para garantizarse del desarraigo de sus ideas religiosas y la aceptación de la diosa razón por la que la masonería labora.

    En el grado 14, después de pasarle revista a los conceptos filosóficos desarrollados en anteriores grados sobre los conceptos de la creación, la vida y la muerte se contrae el siguiente juramento, que por su forma y expresión viene a constituir una parodia indigna de las religiones, a saber: "Juramos ante esta copa sagrada unirnos para siempre con el vínculo de la fraternidad y sostenemos y defendernos contra todos los que se opongan a la proclamación de los derechos y deberes del hombre”. Y después de otra serie de frases de menor interés, termina "Lo que une la virtud no puede separarlo la muerte." Bebe un poco de vino contenido en la copa, la pasa al recipiendario, que hace lo mismo, y todos los hermanos la devuelven al gran maestre, éste la levanta en alto y dice: "La copa está agotada. Hemos comido del mismo pan y bebido del mismo vino. ¡Somos hermanos! ¡La misma sangre corre por nuestras venas! ¡Que ningún otro liquido pueda servirse en esta copa ni otros labios puedan profanarla!" La arroja contra el suelo y la hace pedazos.

    La ceremonia no necesita comentarios. Muchas veces hemos visto en el "cine" o en el teatro ese final aparatoso de la rotura de copas, sin pensar en el origen masónico de la costumbre.

    El grado 18 de "caballero rosa-cruz", supremo entre lo capitulares, es uno de los más importantes de la masonería, su presidente, así como el capítulo ejercen una acción decisiva sobre los otros grados inferiores, a los que intervienen e inspeccionan. En él se define: "... que el bien y el mal son siempre resultados de las relaciones entre los seres y no productos de entidades sobrenaturales". Considera la ciencia como patrimonio de la Humanidad, y procurando elevar a los hombres a la mayor altura en sabiduría, no reconoce más criterio de verdad para la inteligencia que el de la experiencia y la razón.

    Al dirigirse el muy sabio maestre a los reunidos, en el que llaman "santuario de la masonería", que dicen ha de estar en un sitio escabroso y oculto para que ningún profano pueda vislumbrarlo, dice aquél: "Para recorrer el largo y penoso sendero que a este santuario conduce, es preciso poseer entereza de carácter, gran firmeza de voluntad y una fe hija de la razón y de una convicción tan profunda que muy pocos pueden adquirir por falta de algunos de estos requisitos."

    La definición de la fe la establece de la siguiente manera: "La fe no es para nosotros el sentimiento inconsciente que arrastra al individuo hacia la creencia de una cosa, aun no reconociéndola los sentimientos ni comprendiéndola la razón. El hombre que posea tal concepto equivocado de la fe, va en su ceguera a precipitarse en la sima del fanatismo, no puede distinguir lo justo de lo injusto, el bien del mal; cree, pero no sabe y su creencia está formada tan sólo por la imaginación, no por el entendimiento. Es la fe, según os hemos dicho, la luz brillante de la libertad que ilumina nuestro espíritu en el difícil a la par que glorioso camino de la ciencia."

    En los principios de orden político que la masonería sostiene, y que el que llega a los distintos grados jura por todos los medios defender, figuran muchos en abierta pugna con doctrinas de la Iglesia Católica. Así, en el grado 19, llamado "del gran pontífice" -el nombramiento ya se las trae-, se propugna el principio de la ley del divorcio y se contrae la obligación de emplear todos los medios para implantarlo. La República masónica que España padeció tuvo ésta por una de sus principales preocupaciones. Se les había prometido a los españoles una República de curas, pero se les servía una ley de divorcio.

    En el grado 20, en que se define el principio de la libertad de enseñanza, pero que es el fundamento de la persecución en la enseñanza religiosa, el espíritu antirreligioso impregna toda la literatura del grado. Su parcialidad llega a extremos como los siguientes, que figuran en el interrogatorio del gran maestre, jefe de la cámara, el recipiendario: "Nosotros queremos para conseguirlo arrancarle el arma más poderosa que le sostiene y que el mismo adelanto de la civilización puso a su alcance: la educación de las masas. La confió al clero, que recogió el botín hasta que el primero nos postró a todos a sus plantas y reyes y vasallos quedaron a merced del gran pontífice del templo de lo absoluto." "El exceso de la tiranía sacerdotal sublevó a los pueblos y la primera explosión del cráter revolucionario destronó la unidad católica con el protestantismo, y a cada sacudida del coloso van desapareciendo para siempre las obras estupendas del orgullo de los viejos gobernantes."

    En esta hipócrita libertad de enseñanza se ha venido fundando, a través del último siglo, la persecución contra la enseñanza religiosa. En las frases apuntadas se ve todo el odio a lo católico que destila la organización de la masonería.

    En el grado 30, del "caballero Kadox" (palabra hebrea que significa: consagrado, santo, purificado), el más importante, sin duda, entre todos los grados que la masonería registra, y en cuya cámara secreta se dicen y planean lo que llaman "castigos de la secta", el gran maestre en su discurso nos revela hallarnos ante una pretendida religión al pronunciar las siguientes palabras: "Al venir aquí con la serenidad de juicio que requieren los conocimientos masónicos que posees, habrás deducido de tus estudios que los grados filosóficos están dedicados a la fundación de una religión universal y regenerada, que deberá conducir a la Humanidad a la participación relativa de los resultados obtenidos por la práctica de los principios sustentados por la institución francmasónica".

    Culminan en este grado lo que llaman estudios filosóficos de la masonería, y en él se llega a la siguiente conclusión: "Colocado entre estos dos infinitos, el iniciado admirará el orden maravilloso que reina en la Naturaleza y llegará poco a poco a penetrarse del deber que tiene de que todos sus actos estén en armonía con las leyes inmutables en cuya virtud los seres en número infinito evolucionan en el espacio también infinito".

    "Adquiere entonces la noción del Gran Arquitecto del Universo y comprende que esta potencia suprema no guarda relación alguna con el Dios de las religiones positivas, ser hibrido creado por el hombre a su imagen y semejanza y, por lo tanto, teniendo, como éste, sus vicios, su vanidad, su deseo de dominación y hasta su crueldad e injusticia."
    "Se ha hecho, en fin, sacerdote de esta religión natural; pero al contrario de los sacerdotes de algunas religiones, que han justificado el antiguo aforismo que dice "que el sacerdocio nace de las tinieblas y con él se extinguen todas las luces", este sacerdocio masónico ha nacido de los brillantes resplandores de las bellísimas auroras que esparcieron sobre el mundo sus luces creadoras y fecundas."

    ¿Puede alguien dudar, ante tan claras confesiones y tamañas blasfemias, las vehementes razones que a la Iglesia Católica y a sus supremas jerarquías vienen asistiendo para condenar y fulminar a los católicos que den su nombre a tan funesta secta?
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

  3. #23
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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    23. Las logias son políticas

    23 de abril de 1950

    Siempre que se plantea el problema de la masonería en una nación pretende aquélla presentarse como apolítica, reclamando los derechos inherentes a toda sociedad legalmente constituida, merecedora del amparo de los Poderes públicos.

    Así sucedió en tiempos de la Dictadura del general Primo de Rivera, en que las logias masónicas de Andalucía se dirigieron al, a la sazón, subsecretario de la Presidencia pidiéndole el amparo de los Poderes públicos para el funcionamiento de las logias y que fuesen reintegrados a su función los jefes de las de Córdoba y Málaga, al parecer detenidos por la autoridad gubernativa por sus actividades clandestinas de carácter masónico. En la exposición que a los Poderes públicos hicieron entonces afirmaban el carácter apolítico de la masonería y su alejamiento de toda actividad política. El subsecretario les escuchó con complacencia, prometiéndose que si los hechos eran como los relataban no tendrían nada que temer y que se daría orden inmediata a los gobernadores para que fueran puestos en libertad los detenidos y se permitiese pleno funcionamiento a aquellas logias andaluzas, como así se cumplió. En los boletines oficiales de la masonería andaluza quedó registrada esta efemérides, y hasta consta en sus publicaciones el proyecto de realizar un acto de adhesión de aquellas logias a la Dictadura, que, según se expresa, evitó la oportuna intervención de su jefe supremo, el "hermanito" Martínez Barrio, que, con buen sentido, consideró no convenía comprometerse en una declaración de adhesión semejante cuando este acto no era indispensable; mas pese a las promesas y definiciones; falsas hechas en aquella ocasión a los Poderes públicos, no pasó mucho tiempo sin que las logias aparecieran dirigiendo toda la conspiración política, primero contra la Dictadura e inmediatamente contra la Monarquía, que condujo a la instauración de aquella República que a sí misma se definió como la más masónica que hubiera existido.

    Que la masonería es eminentemente política lo demuestra su historia y sus propios estatutos, donde al lado de los fines antirreligiosos que en otros trabajos demostramos, y que ya en sí encierran una posición política eminentemente anticatólica, existen en casi todos sus grados unos objetivos políticos definidos, que vienen nutriendo los programas políticos liberales o radicales de la mayoría de los países.

    Ella misma se define declarándose en sus textos liberal y progresiva, o sea política, constituyendo su ideal la forma republicana y propugnando la soberanía de la asociación humana, defendiendo el principio de la delegación voluntaria de los asociados en sus representantes. Sus palabras en el grado séptimo, son: "El pueblo elige y depone, hace y deshace; es el que tiene la voluntad y el movimiento propio. Suyo es el Poder legislativo", aunque de cómo se cumple luego la voluntad del pueblo hay mucho que hablar.

    No es que pretendamos con esto condenar los conceptos que vamos a recoger, en gran parte incorporados al derecho público universal, sino el demostrar su entraña y sus fines, por ellos mismos definidos de eminentemente políticos.

    Hay grados exclusivamente dedicados a las definiciones políticas, y que por haber sido incorporadas al derecho positivo de los pueblos han caído, en general, en desuso. Tal ocurre con el grado séptimo, que define los derechos del hombre: "Naturales, civiles y políticos." Sin embargo, como de llevarse a cabo una interpretación fiel de estos derechos podía peligrar el Poder en alguna de aquellas naciones a las que la masonería sirve, fue necesario ponerle un estrambote, y por ello se aclara: "Que para la distribución de los derechos políticos se necesita el mayor tino y discernimiento con especialidad en países de distintas razas y en los que los intereses encontrados existen en lucha permanente." Hijuela de la masonería son esas sociedades internacionales de los derechos del hombre, que, extendidas por la masonería en todas las naciones, atraen, con el señuelo de la defensa de esos derechos, casi universalmente aceptados, a elementos intelectuales con los que se hace amistad y a los que se atrae hacia la Orden.

    La administración de Justicia es otro tema también objeto de definición en la masonería, sentando como principio la subordinación a ella del Poder ejecutivo, la administración del derecho de gracia, la constitución de los Tribunales Supremos, la institución del Jurado, la extradición y su excepción cuando los motivos sean religiosos o políticos. Todo se examina y se define en la iniciación para algunos de los grados de la Orden.

    La organización del Municipio y del Estado, el concepto sobre contribuciones y exacciones, los principios de educación y libertad de enseñanza, los derechos de libertad e independencia de todas las naciones, la proclamación del derecho de reunión, son objeto de definiciones concretas que el masón ha de jurar defender. Todo el grado 17, de "caballero de Oriente y de Occidente", está precisamente dedicado a la defensa de ese derecho de reunión sin limitaciones, que permite a la sociedad masónica discurrir y conspirar contra la sociedad en general cuando ésta no se acomoda a su criterio.

    La ley del divorcio, definida como garantía de los derechos matrimoniales; la teoría del libre cambio en beneficio de las naciones mejor dotadas; el habeas corpus de la magna carta de Inglaterra, todo se especifica y jura defender el masón en los distintos grados, lo mismo que una igualdad social considerada como ley de la Naturaleza, que, sin embargo, viene contradicha por la subordinación al principio liberal de la explotación del hombre por el hombre, que predomina en Ia secta y que tiene su más torpe expresión en el grado 22, de "caballero de la real hacha a príncipe del Líbano", en el que al preguntar el "maestro muy sabio" al hermano masón que se va a recibir:"¿Creéis, hermano, que el pueblo tenga derecho al trabajo o que el Gobierno debe proporcionárselo si le falta?", a lo que el recipiendario debe contestar: "Ese es un delirio, y si tal error no pudo reinar en las edades de ignorancia en que se suponía que el Gobierno era el padre de la nación, hoy seria necedad detenerse a combatirlo. La perfección económica está en la independencia absoluta de los trabajadores, como la política en la de los ciudadanos. El trabajo, lo mismo que la conciencia y la razón, no sufren autoridades. Son fuerzas o facultades primitivas y creadoras que obran por el derecho propio, y el porqué de su existencia es el hombre mismo. Cada uno debe buscarse trabajo, y si no hay el que le acomode en un lugar, que pase a otro. Los imbéciles son los que necesitan de tutores que los apadrinen, no los pueblos."

    ¡Su elocuencia no puede ser más arrebatadora! Sin embargo, ello no es óbice para que en la masonería figuren captados por las logias y traicionando a los obreros la mayoría de los jefes de sus asociaciones. Así, en España, como en Francia, Inglaterra y otros países, los primates socialistas políticos suelen ser siempre masones, y a la masonería pertenecen muchos otros jefes de las organizaciones obreras. No podía aquella perderse baza tan importante.

    Si los propios estatutos de la masonería la definen como eminentemente política, y por solemnes juramentos se obligan a cumplir los masones sus preceptos y doctrinas y los masones están obligados a ejecutar en los países la política que las logias les dicten, aun suponiendo que fuera licito lo que aquéllas les mandasen, como tales políticos están a su servicio por encima del de sus mandatarios, falseándose en el grado máximo el principio democrático. De aquí que nos aparezca la masonería como incompatible con una leal interpretación de la democracia, ya que por encima de la voluntad del pueblo se coloca la omnímoda y secreta de la masonería, la que parasitando los partidos políticos y filtrándose en ellos los sujeta a la obediencia de unos poderes ocultos por encima de la propia conveniencia de la mayoría de las naciones. Cómo se constituyen y a quiénes sirven estos poderes será objeto de un próximo trabajo.


    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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    Re: Franco (“Jakim Boor”): gran estudioso e historiador de la "Masonería" (1952)

    24. Maquinaciones bélicas

    30 de abril de 1950

    Muchas son las ocasiones en que los escritores católicos se ocupan de los altos poderes masónicos y de su influencia nefasta en la vida de los Estados, sin que nadie se haya detenido a analizar la forma en que aquellos poderes están constituidos y los fines que sus actividades persiguen, lo que permite a la malicia masónica, perfectamente organizada, el extender la especie de que se trata de un fantasma creado por la imaginación fanática de algunos católicos apasionados.

    Entre los tolerantes con la masonería existen también quienes no aciertan a comprender nuestro empeño de atacar tan grave mal, considerando que si verdaderamente el poder de la masonería alcanza tal grado pudiera perjudicarnos el poner a la luz sus estatutos, maquinaciones y fines secretos y condenables; los que así piensan ignoran o no quieren conocer el que la masonería no descansa ni cede en sus objetivos, y que la mediatización y anulación de nuestra nación, por ser España y por católica, vive perenne en el propósito de la masonería, cualquiera que sea el meridiano donde se ubiquen sus logias; tendríamos que renunciar al resurgimiento español, a nuestra Independencia y a los principios de esa espiritualidad tensa de nuestra fe católica si aspirásemos a que la masonería nos dejase tranquilos; más ventajas y respeto obtendremos conociéndola y sabiendo defendernos de ella que no abandonándole nuestras posiciones y permitiendo nos introduzca en su "caballo de Troya" el germen de la traición.

    No tuviera la masonería como fin la destrucción de la fe católica y la de nuestra independencia y soberanía y la dejaríamos tranquila, sin ocuparnos de ella; pero no realizaron nuestras juventudes una revolución para que, como españoles e hijos fieles de la Iglesia, conociendo el mal, dejemos de atajarlo, al menos en lo que esté en nuestra mano. Si de otra forma procediésemos pecaríamos gravemente contra Dios y nuestra Patria y traicionaríamos la sangre de los que cayeron con sus nombres sagrados en los labios.

    Bastaría el que la masonería huyera de la luz para sumergirse en las sombras de las logias, bajo el secreto de sus juramentos y venganzas como lo punible y delincuente; que examinada desde los puntos de vista católico, histórico español y político nos demuestre sus actividades condenables; y que al constituir un poder irresponsable y secreto, por encima de toda otra consideración e interés legítimo popular, anule las esencias de la democracia, para que las naciones tuviesen que inquietarse por la existencia en ellos de esa dictadura secreta e irresponsable, que extiende sus tentáculos por todos los lugares de la nación; mas si a todo esto añadimos su carácter internacional y los objetivos que a este tenor persigue, veremos que no basta que sea extirpada en un país para que éste se vea libre de ser sujeto pasivo de su saña y de sus conjuras.

    Nace la masonería en Inglaterra como una secta nacional a principios del siglo XVIII, con un carácter fisiológico e intelectual que pronto y a hombros de las clases aristocráticas, va a ser acogida con entusiasmo por la nobleza decadente de la nación francesa, que inconscientemente alimentará el instrumento que en muy poco tiempo habrá de destruirla. Si dentro de las fronteras la vemos perseguir objetivos religiosos, filosóficos o políticos, llevada al área del exterior se convierte desde su nacimiento en instrumento de influencia y de mediatización de otros países.

    Con las luces de la enciclopedia penetra la masonería en la mayoría de los países europeos, deslumbrando en todas partes el torpe mariposear de las aristocracias decadentes y sin un quehacer, que quemándoles las alas las va a dejar por muchos años prisioneras del extranjero.

    La fundación de las logias de una determinada disciplina en un país creaba, al lado de unos derechos para la fundadora, una dependencia y subordinación para las nuevas difíciles de sacudir. Han pasado los años y muchas de las logias de Hispanoamérica todavía discurren bajo la obediencia de las grandes logias europeas. Nos encontrábamos en los primeros años del presente siglo y todavía la influencia de las grandes logias de Inglaterra y Francia se hacía sentir sobre la mayoría de los países europeos. Sin embargo, el espíritu nacional pronto aparece en pugna con aquella subordinación y dependencia, y al organizarse en la mayoría de las naciones grandes logias, grandes orientes o supremos consejos con carácter nacional, se debilitan los lazos de aquella dependencia. Esta evolución nacional se retrasó bastante en los países católicos, en los que,viviendo la masonería bajo el peso de las condenaciones de la Iglesia, cuando no fuera de la ley, hubo de vivir bajo la protección solapada de confesiones disidentes o de influencias extranjeras.

    Esto ocurre durante cerca de dos siglos con las logias de nuestra nación, que poco a poco invaden a las clases directoras: nobleza, aristocracia, intelectuales de izquierda, políticos liberales, progresistas, republicanos, primates socialistas y algún que otro conservador militante en el conservadurismo para mejor servicio de las logias, a los que resiste el pueblo católico y la Iglesia. Está harto probado que nuestras desventuradas empresas en estos años no se perdieron en los campos de batalla, sino en los talleres de la masonería, con los que a través de ministros y parlamentarios masones, el extranjero regía nuestros tristes destinos.

    Aquella independización progresiva de las masonerías de los diversos Estados con la debilitación de las influencias masónicas de las naciones poderosas, en contraste con el área cada vez mayor, de sus intereses, aconsejó a éstas el tratar de integrar a la masonería bajo una suprema dirección, que por ellas manejada pudiera ejercer su autoridad sobre las grandes logias, los grandes orientes o los supremos consejos de todos los países. Una especie de Sociedad de las Naciones masónica, sin luz ni taquígrafos, donde en la irresponsabilidad del secreto masónico se interviniese y se mandase sobre los principales Gobiernos.

    Se aprovechó la victoria aIiada en la primera guerra universal para restablecer en el Continente aquella hegemonía inglesa, que un día había logrado la logia madre de Inglaterra través de las masonerías europeas de ella dependientes, constituyendo una asociación masónica internacional bajo ese signo, que tiene su alumbramiento el año 1921; sin embargo, la subida al Poder de Mussolini en Italia y más tarde de HitIer en Alemania dieron al traste con las previsiones aliadas y la masonería sufrió en uno y otro país la más honda de las crisis, teniendo que volver en ellos a las sombras de la clandestinidad, a la labor de zapa y a esa filtración que había de fructificar en los días malos de la guerra en el complot real contra Mussolini y en el más vasto del atentado contra el Führer de Alemania.

    La segunda guerra mundial y la victoria sobre los países del Eje en Europa reforzaron de manera considerable la influencia y el poder masónicos. La guerra, con sus sistemas de excepción y plenos poderes, la falta de normas para la utilización del personal, llena las oficinas de la Administración y las direcciones principales de los Estados beligerantes con las clientelas masónicas de los masones en el Poder. A todo se atreven éstos con la disculpa de la guerra.

    El carácter secreto de la masonería y las vinculaciones entre las logias favorecen el establecimiento de los servicios de espionaje fructíferos, y la máquina, que siempre se ofreció maravillosa para amparar las revoluciones, se presenta igualmente eficaz para las intrigas de la guerra. El poder que con ello la masonería alcanza es después difícil de desmontar.

    La existencia al frente de los destinos de los principales países de presidentes, reyes y gobernantes masónicos caracteriza el afianzamiento de la invasión masónica en la Administración de los Estados, que con los masones exilados había de llevar a los países liberados el espíritu de pasión y de revancha para la persecución y anulación de sus más importantes enemigos. Y, así, mientras a reyes, príncipes y gobernantes masones colaboradores de Alemania e Italia se les perdonan sus ayudas y su entendimiento con el Eje, a otros, como el católico Rey de los belgas o a la nación española, se los sitia y se los busca como blanco de la persecución masónica.

    En el occidente del Continente europeo existe una suprema autoridad masónica internacional creada en el año 1921, que, reforzada considerablemente por esta situación derivada de la guerra, ejerce su poderosa acción sobre la mayoría de los Gobiernos nacionales desde las sombras de su templo.

    Su organización y sus actividades las dejaremos para nuevo trabajo.
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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    25. Internacionalismo

    17 de mayo de 1950

    Hemos anunciado en trabajos anteriores la existencia en el mundo internacional de unos altos poderes masónicos que desde la sombra de su templo mueven los hilos de la política y de las relaciones entre los pueblos; sin embargo, la creencia, muy generalizada, que echa sobre el judaísmo internacional el peso de la conspiración descristianizadora que el mundo sufre, viene desviando la atención pública de la causa verdadera, al ser la masonería internacional el instrumento esencial del que unos y otros se sirven para esa acción.

    La conspiración taimada que las fuerzas del mal han venido haciendo en el interior de las naciones a través de la masonería se eleva al orden internacional con la constitución de la Asociación masónica, que da carácter de universalidad a las conspiraciones, antaño encerradas en el seno de las naciones y que no solían rebasar el área bilateral de la nación influyente y de la influida.

    Si este acceso al área de lo internacional aparece siguiendo a la primera gran contienda, y sus actividades dan comienzo en el año 1921 al lado de la antigua Sociedad de las Naciones, sin embargo, su auge y su eficacia son relativamente modernos, ya que los primeros años constituyeron para la Asociación masónica una etapa de grandes dificultades, de resistencias que se presentaban como insuperables, de pugnas doctrinales entre las masonerías anglosajonas con reservas cristianas y el espíritu antidogmático y ateo de las continentales, aportándose desde los primeros momentos de la Asociación y quedando fuera de ella, con las logias norteamericanas, las de la disciplina inglesa y de los Países Bajos y prohibido su funcionamiento en Rusia, Alemania e Italia.

    El haber alcanzado la Asociación a los diez años de constituida el reunir en su seno a 34 potencias masónicas de Europa y América, obligó a la masonería inglesa, para no perder su influencia, a pensar en incorporarse a la organización de que tanto recelaba, y en la que llegó a tomar asiento con los honores e influencia correspondientes a la considerada como logia madre, fundadora de logia y sin la cual la Asociación masónica veía muy menguada su eficacia. La derrota de Alemania e Italia posteriormente y la vuelta a la influencia en esas naciones de los masones exilados, permitió completar el cuadro de los miembros de la Asociación, alcanzando un poder e influencia hasta entonces insospechados.

    Tras una declaración de principios de respeto a la soberanía de las distintas potencias masónicas, de considerarse una institución tradicional filantrópica, filosófica y progresiva basada sobre la exaltación del principio de que todos los hombres son hermanos y por fin la busca de la verdad y el estudio y la práctica de la moral y de la solidaridad, intenta presentársenos a A. M. I. como persiguiendo el perfeccionamiento intelectual y social de los humanos, a los que pretende extender los lazos fraternales que unen a los francmasones.

    Sus estudios, por lo demás muy sintéticos, se ocupan de establecer las bases de la Asociación, cuyo órgano soberano lo constituye el convento internacional en que cada dos años se reúnen los delegados de las potencias masónicas asociadas. A él se reservan las grandes decisiones de carácter público, la aprobación de cuentas y resoluciones administrativas. El poder ejecutivo descansa en un Comité ejecutivo compuesto por representantes de las potencias masónicas designados por el convento, y cuyo número no puede ser superior a la cuarta parte de sus miembros. Un Comité consultivo integrado por antiguos miembros de la Asociación en número no superior a tres, y nombrado a propuesta del Comité ejecutivo, con voz, pero sin voto, colabora y da continuidad a las decisiones del Comité ejecutivo. Una Cancillería, bajo la autoridad soberana del convento y del Comité ejecutivo, ejecuta las decisiones de éstos y mantiene la actividad masónica y las relaciones con las potencias masónicas. Su personal pertenece íntegro a la masonería en sus grados superiores.

    Este Comité ejecutivo de la Asociación Masónica Internacional constituye el órgano secreto de gobierno que maneja los hilos invisibles que mueven el tinglado de la política internacional, y del que parten las órdenes y consignas que en servicio de sus fines cree prudente tomar. Se reúnen todos los días laborales, y en él se examinan los problemas más importantes y graves que afectan a la política del mundo. Mantiene un enlace íntimo con las potencias principales a él asociadas y recibe completa información de las potencias afiliadas, que le permite estar al tanto y prevenir los distintos acontecimientos.

    Si nos limitamos a leer sus estatutos y por ello creemos juzgar de los fines que persigue, se nos presenta como una Asociación pacifista que, sin embargo, no le impidió en la última contienda tratar por todos los medios de incluir en ella a las naciones neutrales. Sucede con la organización internacional masónica lo mismo que con las masonerías nacionales, que necesitan vestirse con el ropaje exterior de lo lícito para ocultar sus verdaderas actividades. Sin embargo, en las distintas declaraciones recogidas en las actas de sus conventos se anuncia como propósito: "el lograr una A. M. I. grande, fuerte y gloriosa"; "intentar todo lo necesario para hacerse un organismo sólido capaz de hacer reinar la masonería en el mundo"- "dar a la A. M. I. el reinado que debe tener'; "constituir un instrumento secreto y poderoso de las grandes logias ejecutoras de sus fines en lo internacional"; "su decisión de participar en la constitución de un mundo nuevo edificado sobre los principios de la moral masónica"; "su propósito de establecer entre las potencias masónicas solidaridad y contactos permanentes, con lo que su fuerza individual será acrecentada y su reino extendido". Sus ambiciones de dominio no pueden estar más claras.

    Se presenta en público la Asociación como los paladines más preclaros del pacifismo, después de haber patrocinado todas las revoluciones internas de los pueblos durante siglo y medio. Si todo fuese licito, ¿para qué ese secreto y esos terribles juramentos y amenazas con que se pretende encadenar a los asociados?

    Cuida mucho la masonería internacional de aparecer como apolítica, de no presentarse públicamente entremetiéndose en las actividades de los Estados; pero, sin embargo, en la propia documentación de los congresos masónicos y publicaciones queda huella perenne de esos fines políticos. Son apolíticos y neutrales mientras se les permitan sus actividades clandestinas, infiltrarse en los países y gobernarlos a su antojo; pero cuando la gran mayoría de la nación se planta y se enfrenta con la conspiración o la traición, entonces se muestra activamente política. En el convento internacional de 1927, de París, ha quedado registrado cómo el hermano Costa Santos del gran oriente de Portugal, llevó a aquella reunión de la Asociación Masónica Internacional los lamentos de la masonería portuguesa, que dice estar "bajo el golpe de una dictadura militar feroz". El presidente de la asamblea les ofrece ayuda, quedando registradas sólo las palabras prudentes:

    "Hagamos de forma que ningún eslabón de la A. M. I. sea roto." Igualmente, con ocasión del convenio del año 1925, en que el hermano Barcia asistió representando a la masonería española, publicó éste una memoria en que explica cómo se suscitó en la asamblea de Ginebra de la A. M. I. la cuestión de "intervenir o provocar la intervención en Italia para proteger a sus afiliados" oprimidos, a lo que se opuso el delegado del gran oriente italiano, general Capello, que se negó resueltamente a esa iniciativa, afirmando de un modo solemne que se trataba de un problema que exclusivamente tocaba resolver a la francmasonería italiana. Las palabras del militar evitaron entonces toda polémica, y la A. M. I., "después de ofrecer su apoyo y su amparo a los hermanos de Italia", acordó abstenerse de toda intervención.

    A continuación refiere el mismo masonazo español que "en el ánimo de los espíritus más avisados, de los hombres cumbres que dirigen la Asociación nació una inquietud, brotó un nuevo sentimiento de sus deberes, surgió una idea que habrá de ser objeto de reflexión y estudio y que seguramente constituirá en el porvenir un empeño de la A. M. I.", haciendo la siguiente afirmación: "Si la francmasonería constituye una minoría caracterizada por los principios morales que la informan, en disidencia y oposición con una mayoría que le es hostil, mayoría que no la respeta, mayoría que por fuerza llega a influir en los Poderes públicos, negando y desacatando esos magnos preceptos de la tolerancia en la esfera del espíritu, en el campo de las ideas y de los sentimientos, ¿no podría ser planteado el caso en la Sociedad de las Naciones como de obligada protección a una minoría perseguida? He aquí un problema que preocupa a estas horas a los hombres que asumen la representación y son, a la vez, el órgano ejecutivo de la A. M. I."

    Como se ve, trasluce el intento de intervención extraña cuando, por voluntad de la gran mayoría de un país, se sacude o se imposibilita el progreso de esa lacra que en el cuerpo nacional constituye la masonería. Y en la misma memoria, en la página 29, explica "Como una de las cuestiones que siempre se trata y motiva cambio de impresiones y "diálogos confidenciales" entre los más calificados miembros de la A.M.I. (que no pasan a las actas) es la relativa a las condiciones en que vive y se desenvuelve la orden dentro de cada país".

    Y no hablemos, pues lo dejamos para otra ocasión, de las muchas diligencias desarrolladas por la masonería española antes de la guerra en los años de la Monarquía, en la guerra de Liberación, en la guerra universal y en los tiempos actuales, para lograr de la Asociación Masónica Internacional y de las masonerías extranjeras una acción común contra su Patria, y de cuya ejecución los españoles tienen amplia prueba.

    Si la masonería internacional constituye el compendio y suma de las masonerías nacionales, forzosamente habrá de participar de las características que las potencias masónicas como miembros le aportan, y lo mismo que en el área nacional toda la política es interferida por la influencia nefasta e irresponsabilidad de las logias, lo mismo en lo internacional la Asociación masónica, a través de sus grandes logias y orientes de ella dependientes, viene ejerciendo su acción en las resoluciones de los grandes asuntos interiores e internacionales. El hecho de que la masonería americana permanezca apartada y escindida de la masonería europea, si bien resta a la Asociación masónica parte del poder omnímodo que de otra forma tendría, no está de ella tan lejos que no permita los mutuos servicios masónicos y que a través de las logias dependientes todavía de las masonerías europeas ubicadas en América, y que Norteamérica aspira a incorporar, se realicen gestiones y se busquen apoyos de la masonería americana.

    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

  6. #26
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    26. Asociaciones y congresos

    21 de mayo de 1950

    Publicado en su tiempo el texto adoptado por el Congreso masónico internacional de Génova, que tuvo lugar del 19 al 23 de octubre de 1921, con su declaración de principios y adiciones votadas en el convenio de 1923 y 1927 y el baremo de las contribuciones anuales votadas por el convenio de 1930 para su sostenimiento, así como los boletines oficiales de sus legislaciones y Congresos durante casi veinte años, nadie puede negar ya la existencia de una suprema organización masónica que, reuniendo en su seno a la totalidad de las masonerías europeas y a la mayoría de las iberoamericanas, dirige la acción masónica internacional en una extensísima área.

    La actividad constante de sus Comités consultivo y ejecutivo, reunidos a diario en la evacuación de las consultas y resolución de pleitos entre las obediencias, la reunión cada dos años de sus Congresos, que vienen dejando huella en sus boletines, demuestra, aun sin necesidad de introducirnos en el campo de sus actividades secretas, la existencia de una actividad masónica internacional sobre la casi totalidad del universo.

    Conviene no incurrir en esto en confusión, como a algunos sucede, y distinguir a la "Asociación masónica internacional" que nos ocupa de la "Liga internacional de francmasones", que, aunque de existencia anterior, lleva vida precaria, pues aun coadyuvando a un mismo fin aquélla es poderosa y une a las potencias masónicas colectivamente organizadas, ejerciendo sobre ellas una acción oficial, mientras la otra sólo acerca individualmente a hermanos de distintas procedencias, persiguiendo que se traten y conozcan.

    La "Liga internacional de francmasones" fue en los primeros años de este siglo la patrocinadora y el paladín en la propagación del esperanto como lengua de entendimiento universal, adquiriendo entonces algún prestigio al dirigirla como presidente el que fue gran maestre de la masonería portuguesa, Magalhaes Lima, muerto hace algunos años.

    Existía también entonces un "Bureau masónico internacional", patrocinado por el muy destacado masón Quartier La-tante, con el que la Liga estableció relaciones de inteligencia, que vino a perturbar el estallido de la primera gran contienda universal.

    Al concretarse en la Asociación masónica internacional, al final de la primera gran contienda, los ideales y propósitos que a Quartier La-tante y a tantos otros masones animaban, y adherirse a ella desde los primeros momentos las más importantes logias europeas, desaparecieron los papeles que desempeñaban el Bureau y la Liga; y pese a los esfuerzos que por sobrevivirlos vienen haciendo sus partidarios, al compás que la A. M. I. adquiere más pujanza languidece la Liga en sus actividades.

    Si se examina la vida de la Asociación masónica internacional en estos veinte años, se ve que uno de los problemas que le dio más fuerza y prestigio entre las "obediencias" fue el haberse encarado desde un principio con el problema de la territorialidad: consumía a los masones el cáncer de las divisiones y constituía una aspiración de las distintas masonerías el llegar a ejercer el monopolio de la masonería en sus naciones respectivas.

    El que no pudieran en ellas crearse logias de otras obediencias, y que si se creaban tropezaran con el boicot de las demás masonerías regulares, privándolas de la solidaridad internacional; si a esto se unía el hondo problema de soberanía, planteado de fecha remota en muchas de las que habían sacudido de hecho su dependencia de las fundadoras se comprende el apoyo que había de recibir de la masonería de la mayoría de las naciones pequeñas y medias, deseosas de refrendar su independencia, y las reservas y apartamiento que había de provocar entre las grandes logias fundadoras, que veían amenazados su predominio e influencia.

    En los estatutos de la Asociación quedó establecido: que ninguna obediencia adherida a la A. M. I. podría crear logias sobre territorio sometido a la jurisdicción de otra, excepto para aquellos extranjeros a los que se les negase la entrada en las logias nacionales. Y aunque se respetaban las situaciones interiores, la A. M. I. hizo todos los esfuerzos para alcanzar la unidad de las masonerías nacionales.

    Todo ello fue motivo de que, a su amparo, se regularizase la situación de muchas obediencias y fuesen aceptadas por las naciones fundadoras las autonomías conquistadas de hecho, así como que se sometiesen a dependencia de los grandes orientes y grandes logias nacionales, logias de disciplina extranjera enquistadas en el territorio de su soberanía. La masonería alcanzaba así la unidad y universalidad que constituían la base de su ideario.

    El mantenimiento de las logias de Norteamérica fuera de la organización masónica internacional, siguiendo el primer impulso de la masonería anglosajona de separación de la masonería atea y antidogmática del continente europeo, sirviendo aparentemente al sentir del sector protestante de aquella masonería, encubre en el fondo el deseo de seguir una política de manos libres y de unificación masónica americana bajo la égida de los Estados Unidos, que en los últimos diez años viene señalándose.

    El imperio del dólar trasciende así lo masónico y son muchas ya las Logias captadas por la influencia norteamericana y muchísimas también las nuevamente fundadas por Norteamérica que reciben a los masones pasados de las otras. Las conquistas realizadas por Branden en este orden ante los países iberoamericanos han sido tan notorias, que han llegado a alarmar a la masonería europea, que viene echando en la cuestión el peso del prestigio e influencia de las viejas logias y la experiencia de la logia madre inglesa, tan acostumbrada a estas batallas; mas la escisión sigue, sin embargo, en pie por el abismo que el asesinato del almirante Darlan abrió entre las dos masonerías, y que los magnates de la masonería americana se encargan de mantener.

    Si la masonería, en el orden interior de las naciones en la que constituye una exigua minoría, viene durante los dos últimos siglos patrocinando las revoluciones interiores, amparando a delincuentes y revolucionarios, minando los tronos estimulando su derrumbamiento, utilizándose como instrumento para fomentar la traición en el campo de las naciones rivales y combatiendo por todos los medios el desarrollo y la propagación de la fe católica, pese al principio democrático de la ley de mayorías, burladas por la hipocresía y la traición masónicas, hay que imaginarse lo que pasará en el orden internacional sin mayorías interesadas que se opongan y en el que la confabulación de los masones viene colocando a las naciones ante hechos consumados; pero el problema éste es en sí tan importante que bien merece trabajo aparte.


    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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    27. La diplomacia del triángulo

    28 de mayo de 1950

    Hemos venido demostrando con citas de sus propios estatutos y de los boletines masónicos como la masonería persigue en el interior de los pueblos miras eminentemente políticas, dirigidas al establecimiento de Gobiernos de carácter masónico, y hemos analizado cómo en los distintos grados se va definiendo su ideario, lo mismo en lo religioso que en lo político. Si observamos, en cambio, su táctica, la vemos perseguir la conquista metódica de los puestos clave que permita a una reducida minoría el dominar y gobernar al resto del país. La acción subsiguiente de la masonería, desarrollada desde los puestos de poder y de influencia, facilita el progreso masónico, al atraer, por la protección que ofrece, nuevos afiliados a la masonería.

    La táctica masónica es harto flexible, adaptándola a las circunstancias y a las necesidades de los tiempos. Así, en su primera época, invade las organizaciones políticas, a los partidos turnantes en el Gobierno, especialmente los de carácter liberal o progresista; y cuando no logra alcanzar por los caminos naturales sus objetivos, patrocina las revoluciones que le permitan el lograr establecer a sus facciones en el Poder. Penetran en la Universidad bajo la capa del patrocinio de las ideas enciclopédicas, estimulando en aquélla el desvío de lo religioso. Se filtran en el Ejército y socavan su disciplina, si así conviene al interés político revolucionario o secesionista. Se introducen en la Prensa cuando ven a ésta alcanzar influencia y poder, siendo pocos los periódicos diarios que se libran de la filtración masónica. Atraen a las logias a los cabecillas sindicales cuando se aperciben que el peso de sus masas va a ser decisivo en la política; y, así, en la sombra y sin dar la cara, una exigua minoría francmasona manda y dispone sobre la mayoría en gran parte de los países.

    Cuando, con motivo de la primera guerra mundial, toma importancia en los Estados la política exterior, la masonería se adelanta a aprovecharse de su hora, ya que no en vano lleva cerca de dos siglos preparándose para dominar en este campo. Si se analizan los momentos en que fue concebida la primera Sociedad de las Naciones, antes de terminar la primera gran contienda, por un masón, el diputado André Lebey, miembro del Consejo superior del Gran Oriente de Francia, que reunido con otros significados miembros de la masonería en un Congreso masónico en París, que tuvo lugar del 28 al 30 de junio de 1917, y en el que tomaron parte los representantes de las grandes logias de Inglaterra, Francia y de los Estados neutrales, presentó un proyecto de la organización de una Sociedad de las Naciones concebida sobre los mismos términos que más tarde dieron vida al pacto de la Sociedad de las Naciones, que fue aceptado con entusiasmo por los reunidos; y si se revisan los acuerdos de aquel Congreso, publicados en la Prensa masónica de aquellos días, se demostrará la identidad entre lo concebido por los masones y lo más tarde instaurado.

    Un solo párrafo de aquellas conclusiones nos dará una muestra de su paternidad masónica: "Si en 1789 se proclamaron los derechos del hombre, la Liga de las Naciones tendrá que proclamar, ante todo, los derechos de los pueblos. Ninguna nación tiene el derecho de declarar la guerra a otra, puesto que la guerra es un crimen de lesa humanidad. Toda disputa entre naciones será juzgada por el Parlamento internacional. La nación que obre contrariamente a esta ley se colocará fuera de la Liga de las Naciones." Los otros pormenores de la asamblea del Consejo del Tribunal de Arbitraje parecen casi calcados en los estatutos de la Sociedad de las Naciones.

    La constitución en el año 1921 de la Asociación masónica internacional con la misma sede, en Ginebra, que la Sociedad de las Naciones, después de las declaraciones del publicista francés Valot en una logia de Viena, en la que anunció el proyecto de establecer un círculo en Ginebra donde se reunieran los masones que asistan a las asambleas de la Sociedad de las Naciones, demostró la íntima relación que se buscaba entre las dos organizaciones.

    La circunstancia de pertenecer Chamberlain, Briand, Benesch y una gran mayoría de los miembros fundadores de la Sociedad de las Naciones a la masonería, así como Alberto Thomas, también masón, presidente de la Oficina Internacional del Trabajo de la Sociedad de las Naciones, diese a conocer sus estatutos a una asamblea de la Asociación masónica internacional, y que posteriormente Stresemann, secretario de Estado alemán, al ingresar en la Sociedad de las Naciones, en uno de sus discursos aludiese con desenfado al "Gran Arquitecto del Universo", justifican suficientemente la acusación que a la Sociedad de las Naciones durante mucho tiempo se le ha venido haciendo de encontrarse bajo el dominio y la influencia decisiva de la masonería.

    Si, por otro lado, se tiene en cuenta la gran pretensión masónica de definirse como la institución pacifista por excelencia y considerarse los paladines más esforzados de la paz y la fraternidad universales, se comprende el que aprovechasen aquellos momentos en que los gobernantes masones de las naciones aliadas eran omnipotentes para asentar su influencia decisiva en los destinos internacionales.

    Mas antes de seguir adelante no podemos dejar sin replica esta pretensión masónica de erigirse en campeones del pacifismo y de la fraternidad, tantas veces desmentido durante dos siglos de revoluciones, de derramamientos de sangre, de guerras civiles por ella estimuladas, cuando no dirigidas. Su pacifismo se asienta, como el soviético, sobre el principio previo de la unificación y el dominio sobre todos los países del universo, el sueño eterno de todos los imperios.

    Muchas veces se vino acusando a la Sociedad de las Naciones de existir entre su sede y la de la Asociación masónica internacional de la calle Bovy Lysberg una comunicación directa por la que se consultaba a los altos magnates de la A. M. I. antes de decidir cualquiera cuestión. Si este hecho pudo ocurrir en alguna ocasión, hemos de reconocer que no lo necesitaba, pues normalmente los representantes masones en la Sociedad, que constituían legión, y entre los que figuraban los delegados de los países más influyentes, asistían frecuentemente a la sede de la masonería, de la que recibían sus consignas.

    La vida de la Sociedad de las Naciones fue, sin embargo, bastante precaria. La ausencia de ella de los Estados Unidos de América, la de Rusia hasta los últimos tiempos y su total ineficacia frente a las conquistas de Abisinia y a la invasión de Finlandia, acabó sumiéndola en el más grande de los desprestigios, del que la masonería, que la había fundado y mantenido hábilmente, se zafó para, con tenacidad digna de mejor causa, renacer, cual nueva ave fénix, de sus cenizas, patrocinando, al revuelo de una situación parecida, a la nueva Organización de las Naciones Unidas.

    Las circunstancias que concurrieron en el nuevo parto son harto conocidas: aniquilada Alemania y destruido el fascismo en Italia la masonería cobraba su victoria, los masones exilados se encaramaban en el Gobierno de los pueblos y las persecuciones, la depuración de los tribunales populares, los asaltos a las cárceles y las ejecuciones sin proceso permitían saciar la venganza masónica en sus más preclaros y distinguidos enemigos. Mientras, en la primera asamblea de la O. N. U. en San Francisco se abría pródiga la nómina de la nueva Sociedad de las Naciones a varios miles de masones, de los más conspicuos, en una verdadera apoteosis de la masonería.
    Última edición por ALACRAN; Hace 4 semanas a las 19:59
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