FRANCMASONERÍA.
Para los que no lo sepan, bueno será introducirlos un poco en lo que es la
francmasonería, pues hay mucho mito sobre esta sociedad secreta.
¿QUÉ ES LA MASONERÍA?
La franc-masonería, también masonería a secas, es uno de esos asuntos que siempre despertará el interés, amén de suscitar la polémica. Ello se debe a las reminiscencias que sugiere la misma palabra "masonería". De todos son conocidos los dicterios y anatemas formulados contra la masonería en tiempos del franquismo. No vamos a entrar en las razones de la persecución a que sometió Franco a la masonería, pero tenemos que admitir que, merced a esa demonización operada por el Generalísimo, la masonería llega a nuestros días envuelta en un halo de misterio, en una nube de conspiracionismo (y si no, recordemos aquellas palabras del general Franco en la plaza de Oriente: "el contubernio judeo-masónico"). Para una política paranoica -y toda política es susceptible de "emparanoiarse"- es fácil recurrir al conspiracionismo, culpando de todos los problemas que se generan en la sociedad a un grupo humano determinado, igual que ayer eran los "masones" los culpables de todo, hoy la opinión pública culpa de todo a la "extrema derecha".
En un primer momento, "masonería" nos sugiere rituales secretos, en un mundo hermético donde se trafica con influencias y se conspira contra el orden constituido (contra el Altar y el Trono, o sea, contra la Iglesia Católica y la monarquía católica). Sin embargo, además de esas ideas generales, es bien poco lo que realmente sabemos de la masonería. Veamos, sucintamente, qué hay en todo ello de verdad y de mixtificación.
Contra toda esa opinión y mala prensa que la estigmatiza sin paliativos, la masonería se define a sí misma como: "un sistema particular de moral, que se enseña mediante alegoría y se ilustra por medio de símbolos"; al definirse de esta manera se aplica a sí misma el título de filosofía "simbólica", a distinguir de la filosofía conceptual y clásica que se imparte en la Universidad y en 1º y 2º de Bachillerato.
El origen de la masonería, como parece de sobras demostrado por los estudios históricos más solventes, se remonta a los gremios de albañiles de la Edad Media, los constructores de las catedrales que dejaron en sus piedras la huella de sus arcanos profesionales: los símbolos de cantería. Nace como un corporalismo de oficio que, en un primer momento, mancomuna un sector profesional -los albañiles, maçons en francés- con vistas a la ayuda mutua, así como a la conservación y transmisión de los saberes propios del oficio alarife. A esta masonería sus estudiosos le han llamado "masonería operativa", para diferenciarla de la "masonería especulativa". La transformación de la primera en la segunda se obra en Inglaterra, allá por el siglo XVII, en un clima crispado por guerras dinásticas que pretenden el trono británico, guerra civil entre confesiones religiosas que reúnen en sus respectivas filas a los católicos y a los anglicanos. Un motivo recurrente de la masonería especulativa será la disolución de los conflictos religiosos en el deísmo, doctrina que abogaba por una religión natural ajena a las iglesias y que alcanzó su paroxismo en la Ilustración.
En 1717 aparece la Gran Logia londinense (verdadero inicio de la "masonería especulativa"), y se expande por el mundo como la pólvora. Ya no son albañiles, sino aristócratas y burgueses, que ingresan en las logias sirviéndose de todo el aparato ritual y simbólico acumulado en siglos de albañilería gremial. Desde el principio se aprecia en la masonería un excesivo gusto por lo secreto, rayano en la clandestinidad, que la hace sospechosa a los ojos del poder establecido, mientras, en su seno, la masonería va conformando un cajón de sastre de ideas y teorías que proponían, contra la guerra de religiones que había estragado Europa, la unificación de todas las ramas del cristianismo en un eclecticismo impregnado de deísmo y gnosis. Al Dios cristiano se le sustituye por un dios "Gran Arquitecto del Universo" (el lector recordará la canción que tanto éxito tuvo hace unos años en los círculos católicos post-conciliares en la que se decía aquello de "Creo en Dios, Arquitecto e Ingeniero..."); un dios trasunto del Demiurgo gnóstico que nada tiene que ver con el Dios cristiano. El deísmo, que en principio se presentó como un ideal irenista -solución pacifista a la guerra de religiones- se transforma en una secta filosófico-religiosa que, poco a poco, se irá apartando cada vez más de su cristianismo originario. En ese estado de permeabilidad el deísmo será penetrado por la gnosis, que desde los primitivos tiempos del cristianismo fue tan combatida por los Padres de la Iglesia, entre ellos San Agustín de Hipona. Es, decimos, en el siglo XVIII cuando la masonería empieza a reivindicar el legado de los enigmáticos rosacruces alemanes, los alquimistas, y también el que aportan los presuntos herederos del catarismo y de la Orden del Temple (orden religioso-militar tan famosa en nuestros días, suprimida en la Edad Media por la monarquía francesa y por el Papado, bajo la sospecha de practicar cultos satánicos, adoración a dioses paganos de la antigüedad -como, por ejemplo, Abraxas- y tener costumbres sodomitas). Todas esas familias ocultistas, como podrá comprobar el lector, están siendo rehabilitadas hoy en día en las revistas y medios esotéricos; en verdad, nunca dejaron de estar ahí. Sólo hay que abrir alguna de las muchas revistas esotéricas que oferta cualquier quiosco para "conocer" más (pero PEOR) el misterio cátaro, los templarios, la alquimia, los rosacrucianos, etcétera. También el cine de nuestros días ("Stars War"), así como la literatura (pensemos en el éxito alcanzado por libros como "El nombre de la Rosa" de Umberto Eco, "Sangre de reyes" de Peter Berling, o en España "La lápida templaria" de un tal Nicholas Wilcox, que escribe bajo pseudónimo, o la polémica novela "El código Da Vinci" de Brown) están impregnados, decimos, de ese pseudomisticismo gnóstico. El movimiento "New Age" (Nueva Era) también es hijo bastardo del mismo árbol genealógico, proponiendo un pastiche espiritualista. Pero aunque todo tiene que ver y no deja de estar conectado, en esta aproximación lo que nos interesa es el fenómeno de la masonería aislado.
Dada la mixtura ideológico-religiosa en que degeneraron esas antiguas asociaciones de albañiles no ha de extrañarnos que la francmasonería, al pasar de "operativa" a "especulativa", fuese proscrita por el Papa Clemente XII en la bula "In eminenti apostolatus specula" del año 1738. Con ella el Romano Pontífice excomulgaba a los masones de la Iglesia, y la guerra invisible entre masones y católicos se abría, llegando incluso a nuestros días. Benedicto XIV refrendará la condena pontificia. Y pocos pontífices han dejado de renovar este anatema, incluso Su Santidad Juan Pablo II incluyó esta condena en su declaración sobre la francmasonería en la Congregación para la Doctrina de la Fe, de 26 de noviembre de 1983.
LA MASONERÍA EN ESPAÑA: EL DUQUE DE WHARTON
A la difusión de la masonería en el continente europeo contribuiría un personaje, siniestro y contradictorio: el Duque Felipe de Wharton. Felipe de Wharton nació en 1698, y en 1716 prestó fidelidad al Estuardo que pretendía la corona británica. Cuando regresó Jorge I de Hannover a Inglaterra, Wharton es designado lord lugarteniente de Irlanda, llevando a cabo en este dominio británico una política de mano dura y represión implacable contra los católicos gaélicos. Fue Jorge II quien le dio el título de Duque de Wharton, y por esas fechas es cuando Wharton creó lo que se llamó el "Club del Fuego del Infierno", que reunía bajo este siniestro nombre a la pandilla de amigos que lideraba el joven duque, señoritos todos de alta alcurnia, juerguistas y libertinos, que celebraban sus reuniones en el más recóndito de los conciliábulos y con un sillón vacío: el que reservaban al Presidente Honorario e invisible del Club, Satán, el ángel caído por su soberbia. Los miembros del "Club del Fuego del Infierno" protagonizaron varios escándalos sociales en los que la irreverencia y el sacrilegio eran las notas dominantes, todo ello venía envuelto en un ambiente en el que los descubrimientos científicos hacían concebir la autosuficiencia humana y la consecuente emancipación de la humanidad de toda religión, considerada ésta como baluarte del oscurantismo y la superstición, y lastre para el "progreso". Con este currículo, Felipe de Wharton ingresó en la Gran Logia de Inglaterra, siendo elegido en 1722 Gran Maestre de ella, y ejecutándose, bajo su mandato, la redacción de las llamadas "Constituciones de Anderson", documento en que se relataba el mítico origen, constitución y ritual -pretenciosamente más purista- de la masonería según la versión del autor, James Anderson, un pastor presbiteriano.
Cuando en 1723 Wharton no resulta reelegido en el cargo de Gran Maestre encaja muy mal este revés, y, despechado, rompe con la masonería y se dedica a ridiculizarla. Decide dejar las islas británicas y viene al continente, acatando la corte estuardiana en el exilio; por esas muestras de lealtad al Estuardo, se le nombrará Duque de Northumberland.
En 1726 Wharton está en Madrid, y se prenda de una mujer, la irlandesa María Teresa O'Neill. Es entonces cuando el sanguinario represor de los irlandeses, patricio crápula, adorador del demonio y luego Gran Maestre masón, Felipe de Wharton, se convierte por amor a la religión católica. Aquí en España, Wharton prosigue su obra de propagación masónica. Es así como, a requerimiento de una pequeña colonia de ingleses afincados en la capital de España, constituye en Madrid la primera logia española, que se bautizó con el nombre de "Las Tres Flores de Lis", también llamada "Matritense". Antes de empezar el año 1729, Wharton, aprovechando sus visitas a Francia, había hecho ímprobos esfuerzos por coaligar a todas las logias francesas que estaban dispersas. Tengamos en cuenta, no obstante, que en estos años en que Wharton actúa en España y Francia como "apóstol masónico", la masonería todavía no ha sido condenada explícitamente por el Papa Clemente XII, eso sucederá, como hemos dicho más arriba, en 1738.
Ante la imposibilidad de medrar en la corte del rey estuardiano sin corona, Wharton pasó a prestar sus servicios a Felipe V de Borbón, rey de España, que le concedió un empleo en el regimiento Hibernia como coronel agregado. Por solicitar un mando en el primer asedio de Gibraltar al servicio de la corona española, Wharton sería declarado reo de alta traición por la corte británica. Más tarde sus haciendas en Inglaterra le fueron confiscadas, teniendo que vivir el resto de sus días de la soldada que España le ofrecía. El padre de la masonería española, y unificador de la francesa, moriría en el monasterio de Poblet, con el hábito del Císter, el 31 de mayo de 1731. Había recorrido un largo camino, desde el satanismo hasta el catolicismo, pasando por la masonería especulativa todavía no fulminada por el Papa.
En 1738, Clemente XII condena la masonería, pero ya es tarde: la semilla ha sido sembrada en Francia y España, y en el resto de Europa; y mucho antes en las colonias inglesas del Nuevo Continente americano. A finales del siglo XVIII los franceses fundarán el Gran Oriente Nacional, un intento de agrupar a todas las logias en una sola obediencia, organizándose de tal manera que nadie puede hoy, legítimamente, disminuir el papel jugado por la masonería en la gestación de la Revolución Francesa de 1789. La revolución norteamericana, que se había producido años antes, dando como resultado la emancipación de las colonias británicas de la corona inglesa, también había sido obra de ilustres masones como George Washington, quien en justicia pasa por padre fundador de los Estados Unidos de Norteamérica.
El abate Barruel así como otros religiosos del siglo XIX, como el Beato Palau, se aplicaron al estudio de la masonería como foco revolucionario que barrenaba los cimientos de la sociedad del llamado Antiguo Régimen. Según el Beato Palau, a la masonería cabe definirla como "Cuerpo Místico de Satanás" en paralelismo antagónico con el "Cuerpo Místico de Cristo", la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Y en buena medida, la mayor parte de las sectas operantes en la actualidad tienen su conexión con esta sociedad secreta -revolucionaria y esotérica.
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