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Honores1Víctor
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Tema: Refutación del Romanticismo

  1. #1
    tautalo está desconectado Uno más... que no se rinde
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    Refutación del Romanticismo

    Hace tiempo que llevo pensando que el Romanticismo, al menos lo peor de él, todavía sigue agitándose entre nosotros. He pensado que no estaría mal echar un vistazo a los errores del romanticismo que han propiciado todo un linaje de errores que hemos heredado.

    Los rasgos del romanticismo:

    1. Egocentrismo: Este egocentrismo en gran parte remite al filósofo Fichte: el Yo es la única realidad existente, pues "no hay más objetos que aquellos de los cuales tienes conciencia. Tú mismo eres tu propio objeto". Por tanto sólo el Yo es real, es el Absoluto, y la poesía permite hacer sensible y comunicativa esta experiencia en tanto que es representación del alma y representación del mundo interior en su totalidad. El poeta es alma y Universo. El romántico vive enamorado de sí mismo y todo lo que "ama" fuera es reflejo y proyección de sí mismo. Es un ser infeliz y desgraciado por su intrínseca incapacidad de abrirse a los demás.


    2. La Libertad: El reino de la libertad absoluta es el ideal romántico, el principio de toda ética romántica: libertad formal en el arte, entendida como necesidad del individuo para explorarse y explorar el mundo exterior, y para lograr la comunicación del Uno con el Todo, en una marcha progresiva hacia la infinitud, sin plegarse a las reglas que marca la tradición. El romántico se concibe como un ser libre que busca la verdad. No puede aceptar leyes ni sumisión a ninguna autoridad. Muchos románticos heredaron la crisis de la conciencia europea que la Ilustración provocó al cuestionar, en nombre de la razón, los dogmas religiosos. De la crítica de estos dogmas religiosos se pasó a cuestionar -criticar- toda autoridad, no sólo la religiosa, sino también la artística, la política...


    3. El amor y la muerte: El romántico asocia amor y muerte, como ocurre -en la ficción literaria- con el Werther de Goethe, o como acontece -en la historia real- a Heinrich von Kleist que termina levantándose la tapa de los sesos. El amor atrae al romántico como vía de conocimiento, como sentimiento puro, fe en la vida y cima del arte y la belleza. Pero el amor acrecienta su sed de infinito. En el objeto del amor proyecta una dimensión más de esta fusión del Uno y el Todo, que es su principal objetivo. Pero no alcanzará la armonía en el amor; pues la realidad no cumple ni satisface las expectativas egocéntricas del romántico. El romántico ama el amor por el amor mismo, y éste le precipita a la muerte y se la hace desear, descubriendo en ella un principio de vida.
    En el amor romántico hay esterilidad y una peligrosa aceptación de la autodestrucción. En el amor se encarna toda la rebeldía romántica: "Todas las pasiones terminan en tragedia, todo lo que es limitado termina muriendo, toda poesía tiene algo de trágico" (Novalis). El amor romántico, como casi todo lo romántico, es una enfermedad. Cuando Goethe adjura del romanticismo dice: "Se me ha ocurrido una frase que me parece bastante expresiva: llamar sano a lo clásico y enfermo a lo romántico".


    4. La religión de los románticos: Las posturas románticas acerca de la religión son variadas. No obstante, en general la creencia no la fundan los románticos en ninguna norma establecida, en ninguna moral instituida, sino en un sentimiento interior y en una intuición esencial de lo divino que conduce a una unión mística con Dios (así el teólogo protestante romántico Schleiermacher).
    Lo que hay de esencialmente nuevo en la religión de los románticos, sobre todo en Alemania, es este sentimiento interior. Pero, ¿puede reducirse la religión a un sentimiento? Hegel, pese a todos sus errores, llegaría a decir que si la religión era ese "sentimiento de dependencia" que postulaba Schleiermacher... "El perro sería el mejor de los cristianos".
    Por otra parte, el intercambio o comunicación entre el individuo y el universo denota una vida superior, y la primera condición de la vida moral. La conciencia de pertenecer a un todo, de formar parte de él desde la propia individualidad, conlleva una responsabilidad moral. Pero muchos románticos que entendieron que el mundo era un organismo vivo dotado de Alma (Ánima mundi, el Alma del Mundo), disolvieron la religión en la magia. Todo lo contrario a la religión: pues si en la religión el individuo somete su voluntad a la voluntad de Dios, en la magia lo que se pretende es someter las fuerzas de la naturaleza a la voluntad del individuo.
    Para todos los románticos no existe Dios fuera del mundo y del hombre, y los románticos actuarán motivados por el entusiasmo y el amor ("sintiéndose lleno de Dios", F. Schlegel), pretendiéndose una comunicación directa entre el hombre y la Naturaleza, el hombre y Dios, el Uno y el Todo. Pero, ¿es "eso" Dios o un Dios a la medida del hombre?


  2. #2
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    Re: Refutación del Romanticismo

    Amigo, es un tema muy importante el que tocas. El romanticismo ha engendrado auténticos monstruos en España; desde los románticos anglos y franceses al andalucismo; o el mismo nacionalismo vasco. Y eso por no decir que no hay mito más " romántico-oriental " que el de la " raza aria ". Igual Chateaubriand es de lo mejorcito que ha dado este estilo....

  3. #3
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    Re: Refutación del Romanticismo

    Sí, Ordóñez, el romanticismo es un foco de revolución. Despacito y con buena letra, iremos desgranando aquí todo lo que hay que decir del Romanticismo. Como tú apuntas, tal vez el Vizconde sea el único que pueda salvarse.


  4. #4
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    Re: Refutación del Romanticismo

    El vocablo "romántico".


    Será oportuno, creo yo, precisar un poco más la etimología del vocablo "romántico". ¿Qué es romántico? Se dice de una canción de Julio Iglesias que es "romántica", se habla de novelas llenas de romanticismo y hasta hay culebrones que de románticos se pasan a "empalagosos"... Veamos, en principio, la genealogía de la palabra "romántico".

    En 1666 Samuel Pepys califica el castillo de Windsor como "the most romantic castle that is in the world". En un principio la palabra "romantic" aparece en Inglaterra allá por el siglo XVII con el simple significado de "like the old romances" (como los viejos romances). Los racionalistas la emplearán en un sentido peyorativo, significando para ellos: bombast, unnatural, chimerical (ampuloso, desnatural, quimérico). Todo aquello que expresa alejamiento de la realidad y desmesurada fantasía puede calificarse, en ese tiempo, como "romántico". El Doctor Johnson hablará de "romántico" como sinónimo de: superfluo, ridículo, absurdidad, ficción increíble...

    Pero a la vez se empleará el término para describir determinados paisajes, especialmente caracterizados por su aspecto irreal, grandioso o desolado. Eso quería decir Samuel Pepys cuando llama al castillo de Windsor como el castillo más romántico del mundo. Los franceses van a traducir "romantic" por "romanesque" (fabuloso, irreal...) o "pittoresque" (pintoresco). Será Rousseau, uno de los padres de la modernidad, el que dé un nuevo sentido a la palabra "romántico". El vocablo no indicará a partir de Rousseau una descripción de un objeto (paisaje, castillo, cosa...), sino que desde Rousseau "romántico" indicará una sensación, unos sentimientos del sujeto.

    Con este significado pasa la palabra "romántico" a la Alemania agitada por el Sturm und Drang. Jean Paul incorpora la palabra como categoría estética central de la nueva sensibilidad. Lo romántico indicará ahora un estado especialísimo del espíritu, ese por el cual el hombre, extrayendo energía creadora de su desencanto y su desolación, busca, a través de la imaginación y del sueño, el camino de la plenitud y de lo ilimitado.


    Ilustración y Prerromanticismo


    El romanticismo es una revolución artística, política, social e ideológica tan importante que todavía hoy perviven muchos de sus principios: libertad, individualismo, democracia, nacionalismo, etc. Según Rafael Argullol, el romanticismo "es la auténtica raíz de todo el pensamiento trágico moderno".


    Entre 1770 y 1800 "Europa se acostó absolutista y neoclásica y se levantó demócrata y romántica". Gracias a la revolución industrial inglesa (1760-1840), que desarrolla una clase burguesa y sienta las bases del liberalismo; gracias igualmente a la revolución americana con su Declaración de Independencia (1776), que hace de los derechos del hombre su centro y establece la república como forma de gobierno y al pueblo como fuente exclusiva del poder; gracias a la revolución francesa (1789), que proclama los principios de libertad, igualdad y fraternidad (ideales emanados de la Ilustración y llevados a su máximo paroxismo por la organización iluminista de Adam Waishaupt en Baviera -Alemania- cuyos sectarios se infiltraron en los clubes jacobinos)... El Antiguo Régimen -la sociedad tradicional organizada por estamentos sujetos de privilegios y obligaciones- es derribado por la Revolución; los monarcas absolutos -pese a que muchos habían aceptado el Despotismo Ilustrado con las mejoras que entrañaba para el pueblo- temen la amenaza que se cierne sobre sus testas coronadas. La Revolución va a poner en práctica las teorías de Locke -tolerancia y liberalismo; de Montesquieu -división de poderes (legislativo, judicial y ejecutivo); de Rousseau -Voluntad General como Soberana, suplantando la antigua soberanía que era del Rey por voluntad divina.


    Pero el siglo XVIII no es sólo despotismo ilustrado, racionalismo y neoclasicismo. Conviven con estas tendencias dominantes las corrientes deístas y pseudo-místicas del irracionalismo (el polifacético artista y poeta William Blake o el teósofo Inmanuel Swedenborg son ejemplos de ello), y se reivindica también el valor de los sentimientos y de la pasión. Tradicionalmente la valoración de lo irracional y sentimental se otorga al siglo XIX, pero en la centuria anterior también se había asumido la importancia de estas zonas de la psique humana, pensemos en la importancia que el siglo XVIII da a la sublimidad (el filósofo Inmanuel Kant dedicará un opúsculo a los conceptos de bello y sublime).


    Diderot y Rousseau rehabilitan la sensibilidad, la pasión y el amor por la naturaleza.


    No obstante, mientras el pensador ilustrado puede descubrir el valor de la sensibilidad, no hace de ella el núcleo de la existencia humana, mientras el romántico concibe para sí y en sí mismo un alma que experimenta intensamente el amor por la naturaleza, que se consume en sus emociones y en sus dolores, y que en el fondo siempre se busca a sí misma en todo lo que hace.


  5. #5
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    Re: Refutación del Romanticismo

    EL ROMANTICISMO

    Es difícil definir qué sea el romanticismo. Su carácter revolucionario es incuestionable. Supone una ruptura con una tradición, con un orden anterior y con una jerarquía de valores culturales y sociales, en nombre de una libertad que queda por definir. Se proyecta en todas las expresiones artísticas y constituye la esencia de la modernidad.


    Aunque la unanimidad del movimiento romántico reside en una manera de sentir y de concebir al hombre, la naturaleza y la vida, cada país produce un movimiento romántico particular, distinto; incluso cada romanticismo nacional desarrolla distintas tendencias. En Francia o en España se suele distinguir un romanticismo de apariencia católica y nacional de otro más liberal y materialista. En Alemania o Inglaterra se diferencia un primer romanticismo de un segundo movimiento, más maduro y menos teórico.


    El Romanticismo significó un cambio de gusto de la época y de las teorías estéticas de la creación. Lo moderno frente a lo neoclásico, simbolizado en lo francés y en la imitación de los modelos antiguos. Lessing ataca el teatro francés clasicista, propone imitar a Shakespeare y crear un drama nacional. Herder defiende la existencia de un espíritu nacional ligado al idioma cuyo desarrollo es la historia de cada país; la manifestación de ese espíritu en las creaciones del pueblo y en los grandes poetas, sobre todo en la Edad Media cristiana. Afirma el nacionalismo y el populismo que Schiller pondría sobre las tablas en sus piezas de teatro. En Inglaterra revive el interés por la mitología y tradiciones medievales escandinavas o celtas (Ossian) y se cultiva un nuevo sentimiento ante la Naturaleza (Wordsworth y Coleridge). Goethe, en "Las cuitas del joven Werther", dibuja el "mal del siglo" (el amor contrariado), y en su "Fausto", busca un sueño imposible de inmortalidad.


    F. Schlegel, contra la necesidad defendida por los neoclásicos de ajustar la creación a unas reglas o leyes, sostiene que la poesía crea sus propias normas pues es engendrada por la fuerza original invisible de la humanidad, Schlegel sigue a Schiller, que oponía la poesía ingenua y sentimental (moderna) a la poesía objetiva. Esta tenía por objeto la perfección formal, que se conseguía a través de sus limitaciones, mientras la moderna y sentimental subordinaba lo formal al contenido, que era una aspiración al infinito.


    Francia había representado la vanguardia del Neoclasicismo, y a pesar de las tempranas manifestaciones que surgen dispersamente en este país y en Inglaterra preludiando el advenimiento del romanticismo, la vanguardia romántica nace en Alemania, bajo el principio kantiano del progreso hacia el infinito de los seres racionales finitos y en las inmediatas manifestaciones nacionalistas alemanas. Herder, máximo animador del movimiento "Sturm und Drang" (Tormenta e Ímpetu) habla de una nueva literatura, moderna, frente a la clásica francesa. La búsqueda de una identidad nacional se hace coincidir con la necesidad de impulsar una cultura propia.


    Pero el Romanticismo muestra dos tendencias en principio contradictorias:

    -La tendencia tradicionalista: Friedrich von Handerberg "Novalis" (1772-1801) en Alemania, pese a estar influido por las corrientes pseudo-místicas del irracionalismo nórdico, vindicó la Cristiandad como común denominador de los pueblos de Europa. En Inglaterra, Walter Scott buscó inspiración en la Edad Media cristiana, exaltando los valores de la caballería en sus novelas historicistas. En Francia, el Vizconde de Chateaubriand, escribía su "Genio del Cristianismo" y ejercía una ímproba actividad literaria y política al servicio de la Restauración tras la derrota de Napoleón Bonaparte. En España, tendremos, como exponente de este romanticismo tradicionalista, a José Zorrilla. Estos románticos buscaron la evasión de un mundo que no les gustaba -el de su época- recurriendo a la Historia nacional de sus pueblos respectivos y al acervo folclórico (leyendas y romances).


    -La tendencia revolucionaria: Como antítesis de la anterior, el concepto de libertad en la tendencia romántica revolucionaria adquiere una dimensión capital. Libertad, ante todo, del individuo. Lord Byron será representante de esta tendencia que en su caso incluso adquiere tintes satánicos. Los románticos revolucionarios se volcarán en la lucha política, teniendo como paradigma de rebelde a Prometeo y al mismo Lucifer. Así, en Inglaterra, Lord Byron (cuya vida incestuosa e irreverente era una continua ofrenda a Satán). En Rusia, Alejandro Serguief Puschkin (desterrado por sus actividades revolucionarias, y más tarde muerto en un duelo). En Alemania, Friedrich Hölderlin (entusiasta ferviente de la Revolución Francesa y empeñado en invocar a la Grecia clásica y pagana; muerto tras décadas de locura) o Heinrich Heine (judío alemán materialista, ateísta y neopagano como se nos muestra en su libro "Los dioses en el exilio"). En Italia, José Carducci (involucrado en las actividades revolucionarias de la "Nueva Italia" y con poesías como su "Oda a Satanás"). En España, José de Espronceda (combatiente febril del liberalismo, primero en la asociación secreta "Sociedad Numantina" y luego en otras organizaciones; con el irreverente protagonista de "El Estudiante de Salamanca").


  6. #6
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    Re: Refutación del Romanticismo

    Nacionalismo romántico y Literatura


    La reivindicación del espíritu nacional (Volkgeist), la manifestación de ese espíritu en las creaciones del pueblo y en los grandes poetas y la oposición al clasicismo francés favoreció el cultivo de literaturas nacionales modernas o románticas.


    El Romanticismo en literatura significa libertad, en la elección de la forma y en la elección del contenido. Se trata de una literatura revolucionaria por cuanto supone la liquidación de la norma clásica y la oposición a los neoclasicistas. En Francia se dio la más cruenta batalla entre clásicos y románticos.


    Si bien la poesía vio la aparición de nuevas formas como el lied alemán, la balada o el poema dramático, es en el teatro donde se producen los mayores cambios respecto a la normativa neoclasicista. El drama nuevo exige una libertad que sólo se había alcanzado en la obra de Shakespeare, y en casi todos los países europeos es producto entre otros factores de un desarrollo del espíritu nacional y nacionalista que propugna la necesidad de suprimir la influencia extranjera y la importación del programa clásico procedente de Francia, y de crear una literatura nacional. De ahí que los temas históricos y nacionales desempeñen en este nuevo drama un papel de suma importancia, en la medida que se reivindica la propia identidad.

    Frente a las unidades que los clásicos defendían como necesarias para componer un drama, los románticos consideran que cada tema impone reglas particulares. Es decir que la forma debe ser orgánica y no mecánica. Los temas los prefieren históricos y que expresen los derechos de los oprimidos. Shakespeare, Lope de Vega, Calderón o Schiller pasan a ser los modelos invocados.


    La nueva novela se convierte en un medio de describir sensaciones y pasiones, y se crea la novela histórica, cuyo maestro fue Walter Scott. El protagonista frecuentemente es el doble del autor, el cual penetra en su interior y describe sus sentimientos, al igual que recrea lo maravilloso, lo exótico o la aventura. Werther, de Goethe, fue para los románticos el modelo bajo la forma una novela-diario que penetra en la interioridad del personaje, comunica sus sentimientos, y los hace universales. Chateaubriand encuentra su "otro yo" en su personaje "René", sin que pueda deslindarse el contenido biográfico -más psíquico que exterior- del autor con respecto al personaje.


    Paradigmas románticos de la subjetividad.


    El rasgo distintivo del movimiento romántico es su subjetividad sin solución. El centro, el principio de organización es el sujeto, concebido como Yo individual. Los románticos convirtieron al sujeto individual en el punto de vista desde el que había de considerarse el mundo, por lo que tuvo este movimiento un carácter profundamente introspectivo. De modo que el verdadero tema de la literatura o el arte romántico no suele ser el tema externo, sino la vida psicológica íntima. El espacio psíquico se hace cada vez más profundo y abismal.


    El Yo prometeico


    Además de basar el mapa de la psique en los contornos del deseo, los románticos hicieron del deseo el núcleo de una figura arquetípica del Yo. Vinculada a Prometeo y Lucifer, esta figura proporcionaba una identidad, un centro, al impulso apetecedor y su lucha contra un mundo que se resiste (Yo frente a no-Yo). La rebelión romántica es un tipo de Yo prometeico; la energía irrefrenable del deseo del rebelde, que reclama libertad y poder, hace estallar todo tipo de barreras, políticas, estéticas, físicas y morales. Lord Byron, que fusiona vida y literatura, resume la coincidencia de lo erótico y lo político del prometeísmo romántico.

    El mito prometeico también arroja aspectos negativos: tanto el Titán Prometeo como Lucifer, son condenados al castigo y al dolor eternos por su primigenia rebeldía. Del mismo modo, el sujeto del deseo romántico inextinguible padece una fiebre fatal, pues el deseo nunca alcanzará su objetivo de fusión con el objeto. De modo que el sujeto romántico del deseo, representado como rebelde contra las limitaciones del mundo objetivo, fracasa siempre en su intento de imponer su propia imagen a la realidad.

    A Byron el fracaso histórico de la Revolución Francesa, y el fracaso personal de la aspiración prometeica le lleva a la ironía, mientras que los demás poetas románticos ingleses subliman el deseo no satisfecho mediante una construcción imaginativa del Yo poético.


    El Yo solitario: la alienación


    La alienación es para Bloom un aspecto fundamental del Yo romántico. El ejemplo central de los arquetipos románticos es el solitario, el hombre alienado de todos y de él mismo por una conciencia de sí excesiva.
    Esta versión del Yo exagera la distinción Yo/no-Yo. El Yo se define en los términos de su diferencia de la realidad externa: su profunda sensibilidad contra la insensibilidad del mundo (social o natural), sus aspiraciones ansiosas contra la presencia bruta de la realidad. Mientras el Yo prometeico se centra en el deseo en relación a su objeto, el Yo solitario está construido en el espacio vacío inevitable que hay entre ambos.

    En la poesía inglesa, la alienación del sujeto solitario suele presentarse en relación a la naturaleza, pero en el continente europeo el mundo del que está alienado tiende a ser el mundo social e histórico.

    El Werther socialmente inadaptado de Goethe es uno de los primeros ejemplos del modo de subjetividad alienado y consciente de su propia alienación encarnado en el solitario. En Francia, el René de Chateaubriand caracteriza el mal del siglo típico del romántico alienado, la insatisfacción dolorosa de la edad moderna.

    El sujeto se aparta del mundo histórico que lo rodea, representándose como víctima de una sociedad hostil y como alma superior que rechaza una sociedad artificial, falsa e inauténtica. El Yo que padece el mal del siglo se sume en la introspección, pues su fascinación con el juego interior de la fantasía, el impulso y la emoción compensa el dolor de su frustración y su soledad.

    Refiriéndose a la Francia post-revolucionaria, se caracteriza el mal del siglo del siguiente modo:


    "Ocurrió algo importante [la R. Francesa] que conmovió las mentes y los corazones, que dio un rumbo nuevo a las energías. Y entonces, en el escenario de las antiguas hazañas, se estableció un mundo medio acabado. Algunos hombres se habían establecido, satisfechos, dominantes, complacientes. Pero la juventud, por el contrario, se aferraba al recuerdo de algo intenso".


    El sujeto dividido


    Los románticos conceptuaron el Yo como desdoblado en un Yo-social y un Yo-profundo, herencia de Rousseau que condenó la sociedad como algo que corrompía al Yo-profundo que era en su origen inmaculado y puro. La individualidad, y especialmente el Yo no social más profundo -las "cavernas del espíritu" de Shelley- es el punto de partida inevitable para una literatura romántica. Buscando la base del Yo irreductible, los románticos emprendieron procesos mentales apartados del control de la conciencia racional, experimentados como "diferentes".


    La herencia romántica


    Las actitudes románticas se siguen manifestando en literatura, música, pintura, etc. El término se sigue utilizando y sus connotaciones han evolucionado, a veces banalizándolo.


    El advenimiento de la modernidad está contenido en el Romanticismo, por cuanto este supuso una regeneración o una reconstrucción frente a la decadencia estética del Neoclasicismo. Pero el Romanticismo no sólo supuso la irrupción de la modernidad a principios del siglo XIX, sino la creación de la esencia de lo moderno incluso tal como se entiende hoy día, por cuanto legitimó la libertad de la forma artística, concibió al hombre como una unidad en el seno de una unidad superior, y le hizo aspirar al infinito mediante la reconciliación de su mundo interior con el mundo exterior. Todo el arte actual deriva en cierto modo de la revolución que supuso el Romanticismo.

    La clave unificadora del complejo fenómeno que es el romanticismo radica en que éste invierte el orden de aproximación humana a la realidad. El individuo modela el mundo, lo interior condiciona lo exterior sin admitir nada que de fuera constriña el Yo. Libertad interior, libertad, meta suprema.

    Esta libertad ha presidido el proceso libertador del mundo actual hasta hoy mismo: liberación del individuo frente a la sociedad (anarquismo), de la mujer frente al hombre (feminismo), de la región frente a la nación (micro-nacionalismos), de la colonia frente a la metrópoli, o del obrero frente al burgués (marxismo). Pero esta liberación también se pretenderá hacer desde la "voluntad de poder" (Nietzsche) o lograrse a través de la imposición de una Raza que se cree superior y absoluta (el nazismo).

    Toda esta "liberación" tiene un precio: el hondo sentimiento de soledad y vacío. Romper con un orden, con una seguridad, con una obediencia lleva consigo ese doloroso desgarramiento en que el individuo se encuentra de pronto consigo mismo, sin nadie más. Aquí radica sin duda el pesimismo, la angustia, la melancolía, el "mal del siglo" con su insatisfacción imposible de colmar, que tan admirablemente expresaron los románticos y, tras ellos, sigue expresando la cultura occidental moderna.


  7. #7
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    Re: Refutación del Romanticismo

    ESPAÑA Y EL ROMANTICISMO.


    El Romanticismo nace en Inglaterra y Alemania hacia 1800, pasando luego a Francia, donde no triunfará hasta 1830 con la publicación de "Hernani" de Víctor Hugo. España, más que un país de románticos, es un país romántico. Así lo entendieron los románticos que visitaron nuestro país a lo largo de todo el siglo XIX. España era para los románticos europeos -y americanos (Washintong Irving)- destino obligado. En España -creían los románticos- pervivía todavía un estilo de vida muy diferente al europeo; el rico patrimonio histórico, artístico y folclórico de España inspiró a los románticos (Lord Byron hizo sus respectivas versiones de "Los Infantes de Lara" y "Don Juan"); el "Quijote" era símbolo para los románticos del idealismo contrariado por la realidad; los valores medievales pervivían en el pueblo español -según la idealizada visión romántica. También ocurría que los muchos siglos de Islam en nuestro suelo hacían de España un país que los románticos entendieron mezcla de Europa y África ("Cuentos de la Alhambra" de Irving). Medievalismo y exotismo eran combinaciones muy queridas al espíritu romántico. Por eso no es de extrañar que España se impusiera en la mentalidad de los románticos europeos.

    No obstante, España cuenta con un precursor del romanticismo. Nos referimos a José Cadalso y Vázquez, autor que hay que entenderlo como perteneciente a la Ilustración, pero que con sus "Noches lúgubres" Cadalso, anticipándose al romanticismo propiamente dicho, lo inaugura en 1798.

    Sin embargo, la introducción del romanticismo en España es lenta. Es a partir de 1810 cuando comienza la tímida difusión de las teorías románticas alemanas y con ellas la defensa de la tradición literaria española. Pero el triunfo del romanticismo en España será en 1835 con el estreno de "Don Álvaro o la fuerza del sino" del Duque de Rivas.

    La penetración del romanticismo en España se efectúa por dos caminos: Cataluña y Andalucía. Por la parte levantina nos llegará un romanticismo de tendencia tradicionalista (la revista "El Europeo" y las muchas traducciones de Walter Scott y Chateaubriand son prueba de ello). En cambio, Andalucía -y luego Madrid- reciben la corriente revolucionaria romántica (encarnada en Europa por Byron y Hugo).

    Las influencias extranjeras sobre el romanticismo español son variadas, pero prevalecen las de signo francés.

    Podemos distinguir tres fases del Romanticismo español:

    -La primera la representan el periodista Mariano José de Larra y el político Martínez de la Rosa.

    -La segunda estaría representada por el Duque de Rivas y José de Espronceda: es el fervor del romanticismo.

    -La tercera -donde culmina la nacionalización del movimiento romántico- está encarnada por la figura de José Zorrilla.


  8. #8
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    Re: Refutación del Romanticismo

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    El de Zorrilla es un romanticismo un tanto sui generis, porque aunque tiene muchos elementos del romanticismo (como el gusto por lo antiguo, lo misterioso y lo sobrenatural) es bastante cristiano. Zorrilla no tiene reparos es escribir poesías ensalzando al Señor o a la Virgen, y no olvidemos su relato en verso de la bellísima leyenda toledana del Cristo de la Vega. Y en su hermosa versión del Tenorio, al contrario que en las versiones anteriores, al final Don Juan se arrepiente y se salva. Esto habría sido impensable en un Espronceda, por ejemplo. En el romanticismo era más habitual la rebelión contra Dios llevada incluso al extremo del suicidio y el condenarse antes que doblegar la libertad humana ante la autoridad de Dios. Zorrilla es una rara avis dentro de los románticos.
    ReynoDeGranada dio el Víctor.

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