Felipe II desmitificado
Una biografía de Felipe II desmonta la creencia de que fue un rey fanático y una persona lugubre
El historiador Henry Kamen revisa críticamente las ideas hechas sobre la España imperial
El libro de Henry Kamen ofrece la imagen de otro Felipe II, radicalmente distinto del que emerge de su leyenda negra. El historiador británico pone en cuestión no sólo la idea imperial de España, sino que esa idea se materializara de algún modo durante el reinado de Felipe II, lo que rompe muchos y muy arraigados clisés dados por ciertos acerca de la persona del monarca y de su obra política.
De dónde arranca, la leyenda negra de Felipe II? Henry Kamen es en este punto contundente: proviene de su poder. Y "de los italianos", añade, "gracias a la oposición del papado a la presencia española en Italia; y también de los holandeses, a causa de la religión. Luego les llega el turno a los ingleses, a causa de las luchas por la competencia. Es algo que no debe extrañarnos. También está extendido en nuestros días un feroz antiamericanismo. Y esto es por fuerza una consecuencia, un estricto producto del ejercicio del poder".Sin embargo, tal vez lo más sorprendente de esa leyenda negra sea el éxito interno que ha tenido en España. Descontados los periodos en que el tronante nacionalismo español quiso hacer de la figura política y humana de Felipe II el punto de referencia de la contemporaneidad -la consabida frase: "En los dominios de España no se pone el sol"-, la imagen española del rey Felipe viene asociada a la opresión y al fracaso. "¿Por qué? No tengo ninguna respuesta para esa pregunta. De verdad, no la tengo. Es un hecho indiscutible, fuera de toda duda, pero no hay respuesta para él", zanja Henry Kamen.Tampoco hay respuesta conocida -tal vez sería la misma- para un insólito agujero negro existente en nuestra cultura: si se descuenta la rudimentaria nota biográfica que escribió en el siglo XVII Cabrera de Córdoba, no contamos con ninguna biografía del rey en idioma español.
Las únicas biografías de Felipe II que existen están escritas en inglés, y son incompletas. Ese tipo de páramos es lo que convierte a la historia en tierra abonada para el florecimiento de las leyendas. Por el contrario, los datos recopilados por Henry Kamen nos presentan un rey inesperado aquí, donde reinó: la idea común de que Felipe II era fanático y lúgubre no le parece fundada, al historiador británico. Por el contrario, afirma: "Fue un rey que gozó del sexo, de los bailes y hasta de los picnics".
La relación que mantuvo con su padre, Carlos V, no ofrece un misterio especial para el historiador británico. No le parece a Kamen que sea cierto que Carlos V predijera para el reinado de su hijo especiales desgracias, ni que desconfiara de su talento y de su valor. Por su parte, Felipe II veneraba a su padre, aunque mantuviera con él algunas diferencias. Y añade Kamen: "La más importante de estas disensiones entre el padre y el hijo es que éste no quería destinar dinero a la guerra. Pero, en términos generales, en ambos existía una gran confianza recíproca".
Para Kamen, la llamada "decadencia española" ha sido, y es, un concepto de manejo usual, no sólo vulgar. Quien colocaba a Felipe II en el cénit solar de su época añadía al tiempo, como consecuencia inexorable, que con él empezaba el crepúsculo. "Es ésta una tesis insensata", afirma Henry Kamen, ablandando con su sonrisa la dureza del calificativo.Y prosigue: "Desde el primer día de su reinado, Felipe II, en 1556, se encuentra con un Estado en bancarrota". El razonamiento del historiador, sin embargo, va mucho más allá. No podía haber decadencia porque en realidad no había poder. Ni económico ni tampoco militar. "Ni siquiera existía el Ejército español. El Ejército, el llamado Ejército imperial, se recluta según la necesidad de cada momento".
"Por ejemplo", añade el historiador, "¿sabe usted quién ganó en realidad la batalla de San Quintín ... ? La ganó un ejército donde los alemanes y los holandeses eran mayoría. Y donde sólo el 12% eran españoles. Esa batalla, y otras tantas batallas, forma parte, según el autor de Felipe de España, de la habitual mitología nacionalista. Igualmente, a juicio de Henry Kamen, forma parte de esta mitología otro hecho esencial, que rebaja también el carácter imperial del reinado de Felipe II: "España no era un país, sino una confederación de Estados", afirma. "Lo español era inexistente, más allá de las localizaciones geográficas. Y, desde luego, lo que digo acerca de España vale también, por ejemplo, para Francia. En los siglos XVI o XVII, por ejemplo, tan sólo una minoría de franceses hablaban el francés".
“La verdadera fe es incolora, por decirlo así, como el aire y el agua; medio transparente a través del cual el alma ve a Cristo. Nuestros ojos no ven el aire y de la misma manera nuestra alma no se detiene a contemplar su propia fe. Cuando, por consiguiente, los hombres toman esta fe como si dijéramos en las manos, la inspeccionan curiosamente, la analizan, se absorben en ella, se ven forzados a materializarla, a darle color para que pueda ser tocada y vista. En otros términos, sustituyen a ella, colocan sobre ella, cierto sentimiento, cierta impresión, cierta idea, cierta convicción, algo en fin en que la atención pueda prenderse. Cristo les interesa menos que lo que llaman ellos sus experiencias. Los vemos trabajando para seguir en sí mismos los signos de la conversión, la variación de sus sentimientos aspiraciones y deseos: los vemos ponerse a conversar con los demás sobre todo esto. ”. John Henry Newman
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