Re: ¿Por qué son tan tóxicos los grupos de WhatsApp?
Pues lo cierto es que las redes sociales desde que empezaron a funcionar y yo conseguí, ¡oh venturoso descubrimiento! empezar a entender de qué iba aquello, me han venido dando mucho repelús. Me registré en "feisbuc" porque me lo pidieron algunos familiares y amigos..., "así siempre estamos como conectados", o sea, espíritu de colmena, para encontrarme con que me salían más "amigos" que saltamontes en un secarral de verano. Gente que no sólo no sabía quien era, sino que, además, me importaban un soberano rábano. Era raro el día en el que en el correo electrónico no me aparecían avisos de nuevas solicitudes de amistad. Amistades a quienes jamás veré, y con las que nunca sabré si me llevaría a matar en persona. Por tener, tengo hasta una "amiga" australiana y un "amigo" que es, o eso dice, actor de Hollywood. Seguro que no me envía ninguna entrada para el estreno de alguna de sus hipotéticas películas.
Pero esta experiencia tuvo algo positivo, y es que me ha librado de ser un "tuitero". Vamos, que jamás abrí cuenta alguna en esa abstrusa red. Por lo que sé de ella a través de un miembro de los cuerpos de seguridad del Estado destacado en delitos informáticos, en España hay unos cuatro mil tuiteros registrados, o al menos esa era la cifra que había cuando lo escuché, y esos cuatro gatos mal contados son los que dicen que representan a la opinión pública (la del populacho, claro está, dado el nivelazo que muestran la mayoría), y son los que deciden a su modo qué artista es mejor, o qué equipo de fútbol no es digno de seguir en ésta o aquélla competición. En resumen, una pandilla de gamberros insoportables, parásitos inútiles que infectan la sociedad.
De ahí pasamos al "guasá" del que tampoco participo... y que me convierte automáticamente en sospechoso de algo . Incluso hay un grupo de éstos en mi familia y así saben a diario donde está cada uno, qué hace, si hoy come lentejas y mañana filetes empanados de carne picada. Lo único que sé, porque así se me ha comentado, es que soy una especie de familiar ectoplasmático, o sea, que no existo porque no estoy: "cómo no estás, pues claro, no te enteras de que..." Y yo digo a continuación: ¿Y para qué tenéis teléfono fijo, móvil, correo electrónico y tradicional porque vivís en algún sitio con dirección, o no, el ordenador, la tableta, el "ayfod", las maracas y el bongo?
Al final uno llega a la conclusión de que no quiere participar de esta absurda colmena que acaba, extermina más bien, a la sociedad, la familia tradicional, lleva al individuo a la mayor de las idiocias (mírese a la gente en la calle pendiente de un cacharro en las manos, los ojos pegados en él, y con las orejas tapadas por otros dos artefactos), lo que hace extremadamente vulnerables los individuos y sujetos a toda clase de sometimientos y esclavitudes que los listos luciferinos, que tanto abundan entre las huestecillas de Satanás, aprovechan en su exclusivo beneficio. Masa consumista parasitada por una legión de explotadores. Yo mientras aprovecho este medio que es Internet en busca de mi "paraíso perdido" en algún rincón del mundo, donde no llegue la tecnología y donde para ver a mi vecino más próximo tenga que usar un telescopio.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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