POR MILAGROS ASENJO




Los conceptos multiculturalidad, integración o tolerancia se han adueñado de la escuela española de nuestro tiempo. Un fenómeno nuevo, polémico, pero insoslayable, pues tan sólo en una década el número de alumnos procedentes de familias inmigrantes se ha multiplicado por ocho, lo que significa que de los 57.406 matriculados en el curso 1995-96 se ha pasado a los 600.000 del vigente año.

Un nuevo paisaje escolar que plantea nuevos desafíos y exige fórmulas imaginativas para garantizar la convivencia y el enriquecimiento mutuo en las aulas.

Cada vez más centros abren nuevas vías para acoger e integrar a otras culturas y etnias. Aunque la polémica, inevitablemente, se centra en torno a la integración de los niños musulmanes, que acuden en su mayoría a centros públicos y concertados.

Los directores de estos colegios aseguran que, en general, no hay grandes disfunciones y que los problemas que surgen son aislados y esporádicos. Pero es que en España se apuesta por evitar los problemas con mucha mano izquierda. Se transige y desdramatiza. Se evita el enfrentamiento y se rebaja lo polémico.

A menudo se hace la «vista gorda» en el uso del velo islámico para no complicar las cosas, sobre todo en los colegios donde se exige uniforme. Para no entrar en polémica se esgrime entonces el argumento de que en el reglamento sobre vestimenta no se dice nada del pañuelo ni de otros complementos, cuya prohibición queda a criterio de la Dirección.

Respetar las normas
El portavoz del Centro Cultural Islámico de Madrid, Mohamed el Afifi, indica que, si los padres pueden elegir el tipo de colegio, no habrá problemas y que, en el caso de los concertados que exijan uniforme, los alumnos, y sobre todo las alumnas, deben respetar esta norma y no pretender, por ejemplo, utilizar el pañuelo.

Es un proceso complejo en el que también hay colegios muy avanzados. Es el caso del Daniel Vázquez Díaz, un centro público que nació hace 37 años en el madrileño barrio de Valdezarza. Una zona, cuyas humildes viviendas están ocupadas en gran parte por familias inmigrantes. y en la que el colegio actúa como uno de los principales instrumentos de integración.
El programa de acogida para facilitar la adaptación de los nuevos alumnos —sean o no inmigrantes— está formado por un conjunto de actividades destinadas a lograr un ambiente cálido, que haga posible «el proceso de adaptación entre los que llegan y los que los reciben», dice el director, Pedro Pablo Morilla.

El Vázquez Díaz cuenta con 255 alumnos de Infantil y Primaria (de tres a once años) y en el centro está ubicada también una casa de niños con 44 alumnos de entre uno y tres años. El 26% de los escolares pertenece a familias inmigrantes, aunque algunos de ellos ya han nacido en España; el 20% proceden de Iberoamérica; el 13% son marroquíes y el 2% de otras nacionalidades. El 10% de los alumnos son musulmanes (magrebíes, egipcios, sirios y argelinos). La experiencia del centro en integración se remonta al curso 1998-999, aunque en los últimos años la exigencia ha sido mayor.

Dada su composición étnica y cultural, los letreros que indican las diferentes dependencias aparecen escritos en español, inglés y árabe. Los escolares conviven sin dificultades aparentes, y en el comedor no hay distinciones entre unos y otros, pese a que los musulmanes observan los preceptos de su religión sobre los alimentos.

El menú de un día cualquiera incluye como primer plato judías con chorizo, un manjar prohibido para los musulmanes. Pero todo está previsto, y los niños de religión islámica tienen judías sin chorizo u otra comida apropiada, sin cerdo claro.

«Nunca ha habido problemas en este sentido», señala Pedro Pablo Morilla, quien advierte de que, incluso cuando los alumnos salen de excursión, en los bocadillos se cambian los embutidos por pavo.

Bajo nivel académico
Las mayores dificultades son de tipo académico. Los chicos se incorporan al colegio sin apenas saber nada de castellano y con una muy débil formación a sus espaldas. Lo que obliga a incluirlos en programas de educación compensatoria para subsanar desigualdades.

El 18% de los matriculados en el Vázquez Díaz —no sólo musulmanes— acuden a esas clases. Otros chavales intentar superar sus problemas de castellano o de formación académica en las denominadas aulas de enlace, enmarcadas en los programas de bienvenida, donde permanecen entre tres y nueve meses. Después vuelven a sus colegios de origen; aunque en varias ocasiones lo hacen en un curso inferior al que les corresponde.
Rosana Zúñiga subraya que los niños marroquíes no cuentan con apoyo en casa, por lo que deben seguir actividades de refuerzo casi por sistema.

Ramadán
También es verdad que los alumnos son muy pequeños, pero algunos van a la mezquita e incluso cumplen el Ramadán. En tal caso, «durante las comidas van a clase de informática» y ninguno de sus compañeros se extraña por ello.

La utilización de símbolos como el velo apenas tiene relevancia, porque «las alumnas del centro son demasiado pequeñas», indica la jefe de Estudios, Rosana Zúñiga, quien señala sin embargo que una antigua alumna que ya cursa Secundaria en un instituto «utiliza el velo por propia voluntad, porque su madre no lo hace». Es curioso que las jóvenes a veces sean más rigurosas que sus propios padres. Asimismo, la jefa de estudios observa que las mujeres musulmanas son mucho más estrictas en la observancia de las normas de su religión cuando regresan de vacaciones desde sus propios países. Incluso refiere casos en los que habían abandonado el uso del velo y lo retomaron tras una temporada en su lugar de origen.

En el programa de acogida es muy importante la participación de las familias. La Dirección del colegio está en permanente contacto con ellas. Atiende sus necesidades acudiendo si es preciso a los servicios sociales. Y en primavera organiza una fiesta en la que los representantes de cada país instalan sus puestos con los productos típicos. «La participación de los marroquíes es excepcional», dice el director. Además, añade la jefa de estudios, «son muy detallistas y nunca dejan de obsequiarnos cuando regresan de las vacaciones en su país».

Ha habido algún curso en el que se ha impartido clase de Religión islámica, pero ahora no se hace por falta de profesores. Los escasos tutores que en España están oficialmente capacitados para impartir esta enseñanza tan sólo ejercen en Ceuta y Melilla y en algunos colegios de Andalucía.
Cuando llega la hora de dar clase de Religión católica, los niños musulmanes cursan la altenativa que ofrece el centro a los alumnos que no quieren formación religiosa. Pero hay también casos de integración positiva. En Navidad, por ejemplo, participan en las fiestas que el colegio organiza para todos. «Intervienen en la preparación del Belén viviente, e incluso alguna niña es personaje del mismo». En el concurso de villancicos «hemos llegado a adaptar alguna estrofa para que participaran», asegura el director, que muestra una vez más la cintura y la muy alta dosis de transigencia con la que intenta allanar distancias.

Pero si en Primaria las dificultades para adaptar e integrar a los alumnos son menores, en Secundaria Obligatoria (ESO), la situación se complica mucho más.
Los alumnos de Secundaria tienen graves problemas en su rendimiento académico y muchos no logran acabar la ESO. El Instituto de Educación Secundaria Virgen de la Paloma, uno de los centros más significativos de Madrid, escolariza a unos 70 adolescentes musulmanes, la mayoría de ellos en programas de Garantía Social, que preparan para el mundo del trabajo a los estudiantes que no han podido obtener el título de ESO. «En realidad, su desinterés por los estudios es notable y sólo aspiran a tener la formación profesional mínima que les permita trabajar», dice el director del Instituto, Ángel Ledesma.

En estos centros, los adolescentes y jóvenes musulmanes «muestran cierto rechazo hacia la autoridad de la mujer», es decir, «les cuesta aceptar la autoridad de las profesoras». Además, no tienen ninguna intención de modificar sus planteamientos sobre cuestiones ideológicas o históricas. «Es imposible desmontarles sus ideas, ni te escuchan», aseguran los profesores.

Ángel Ledesma advierte de que esto «no significa que sean descorteses o maleducados. No entran a discutir, y punto». Como única respuesta pueden decir: «Eso es mentira». Asimismo, los chicos de Secundaria o de Garantía Social «tienden a hacer grupos». No a socializar, sino a aislarse en su propio y claustrofóbico círculo social. Excepcionalmente, «participan en algunas actividades con el resto de los alumnos o juegan al futbol. Y poco más».

La presencia de alumnas musulmanas en los institutos, sobre todo en Formación Profesional, es muy reducida. En el Virgen de la Paloma apenas hay dos o tres, y sólo una de ellas utiliza el pañuelo. Una circunstancia que ha provocado alguna pequeña protesta de los varones, porque el centro les prohíbe usar gorras. Claro que bastó una pequeña explicación de la Dirección o de los tutores para zanjar la cuestión.

Como en el caso del colegio Vázquez Díaz, tampoco aquí se imparten clases de Religión islámica. En los programas de Garantía Social no existe esta materia; y en la ESO, por el momento, tampoco, debido a la falta de profesores. Claro que, según nos explican, «los alumnos tampoco muestran mucho interés. Prefieren hacerlo fuera del ámbito escolar e ir a la mezquita». En la hora de Religión católica acuden a la alternativa establecida. También hacen el Ramadán y son extremadamente exigentes en las celebración de sus fiestas, especialmente la del final del ayuno y la del cordero. «Faltan a clase sin que nada ni nadie pueda impedírselo».
También, cuando se trata de chicos de Secundaria, la participación de las familias es más difícil. Es más, muchos de los estudiantes están en centros de acogida y han llegado a España como «menores sin compañía».

Libro de texto sobre el Islam
Han surgido estos días varias críticas por la aparición del primer libro de texto de Islam en Primaria, Pero El Afifi nos asegura que son suspicacias y ataques de lo más injusto. Más 500.000 musulmanes cotizan a la Seguridad Social en España, nos explica, y por tanto tienen derecho a que se les financie ese texto.

El Afifi, representante del Centro Cultural instalado en la mezquita de Madrid, donde existe también un centro de formación infantil, asegura que trabajan por la integración de los musulmanes «sin perder su identidad» y califica de «polémicas y estereotipos» las manifestaciones críticas de ciertos sectores sobre el uso del velo o el papel de la mujer. «Hay una imagen deformada en este sentido», concluye. «A nosotros nos interesa mucho la integración de los musulmanes».

Y mientras haya mano izquierda, probablemente, no habrá motivos de queja. Claro que, a veces, también sería conveniente cierta flexibilidad por parte musulmana.

http://www.abc.es/20061022/prensa-do...610220828.html