Billete de ida y vuelta » La novela inconclusa de Evelyn Waugh
Por Luis M. Alonso (2 de Abril, 2009)
Se publica «Obra suspendida», una ficción olvidada del mejor escritor de la generación de los «children of the Ritz»
Por lo que a mí concierne, Evelyn Waugh (1903-1966) es el mejor escritor de su generación y uno de los grandes prosistas satíricos en inglés del siglo XX. Sin embargo, su abominable carácter y, a veces, insufrible esnobismo, le llevaron en el camino de vuelta de una visión cínica, proyectada en sus mejores novelas, a un aburrimiento posterior bastante contagioso para el lector. La mujer con la que mayor correspondencia mantuvo, la escritora Nancy Mitford, le preguntó en una ocasión cómo podía comportarse de manera tan detestable con los demás considerándose a sí mismo un católico practicante. Y Waugh le respondió: «No tienes idea de cuánto más repugnante sería si no fuera católico. Sin la ayuda sobrenatural difícilmente se me podría considerar un ser humano».
La explicación de por qué Waugh sólo escribió dos capítulos de Work Suspended (Obra suspendida) se puede hallar en su caprichosa y desconcertante personalidad. También, en la certeza de que su mejor literatura tenía un destinatario que se esfumaba en el decorado prebélico, a la vez que los children of the Ritz, generación de la que formaba parte. De ese tiempo sentimental y cínico son Decadencia y caída (1928), Cuerpos viles (1930), Merienda de Negros (1932) y la divertidísima ¡Noticia bomba! (1938), sobre el azaroso mundo de los corresponsales y los periódicos. Waugh aprovechó su experiencia personal, no en vano «The Times» lo había enviado en 1930 a cubrir la coronación del emperador de Abisinia, el Ras Tafari, llamado también Haile Selassie I, rey de reyes. Su primera impresión de Adis Abeba fue que era una ciudad tan nueva que todas las casas estaban sin acabar.
Después, ya por su cuenta, prosiguió un periplo por África que dio lugar al descacharrante libro Remote People. «Me encontraba en Aden por puro infortunio, y no esperaba que me gustase. De hecho, tenía una imagen mental bastante clara de cómo sería: un clima con fama de corroer todo intelecto o iniciativa; un paisaje desprovisto de cualquier tipo de vida o vegetación; una comunidad, llena de plácida autoestima, típica en parte de la Welwyn Garde City, y en parte de los bares del Trocadero; conversaciones plagadas de deprimentes términos comerciales entre los hombres, y de ásperos comentarios esnobs entre las mujeres. Lo comparé, enfadado, con el encanto y la rica belleza que esperaba hallar en Zanzíbar. Qué equivocado estaba», escribió. Welwyn Garden City sigue siendo la idílica ciudad jardín del condado de Herfordshire diseñada por Louis de Soissons en los años veinte, y Trocadero, la céntrica zona de compras y ocio en Picadilly Circus. Waugh admitiría más tarde que eran los lugares plagados de sugerencias románticas como Zanzíbar o el Congo los que no le produjeron ninguna emoción, mientras que los que esperaba detestar, Aden o Kenia, eran los que le habían resultado más interesantes.
Pero vayamos a Obra suspendida, que ahora edita Treviana con impagable esmero en uno de sus preciosos libritos, incluyendo la carta al crítico de «The New Yorker», Alexander Woollcott, que fue suprimida en la versión mutilada que se publicó en 1949. Con innegable estilo, Waugh escribió en 1942 a Woolccott, que había saludado An handful of dust (Un puñado de polvo) como la mejor novela del siglo, pidiéndole, en virtud de lo amable que hasta el momento había sido con él, aceptase el fragmento inacabado de Work Suspended como parte de su mejor obra literaria. Woollcott, que moriría un año después, decía de los ingleses que tenían una capacidad extraordinaria para volar con gran calma. Y hasta el último momento vigiló el vuelo intermitente de Waugh.
Anthony Powell lo reconoció como el mejor de su generación así como también su amigo Cyril Connolly, que lo incluyó en una relación como el único humanista sin aprecio por la humanidad. P.G. Wodehouse, con quien uno se podría entretener el resto de la vida, le devolvió su admiración cuando calificó de obra maestra Decadencia y caída. Waugh se había enfrentado a John Wain, un joven crítico airado, que se encargó de denostar la obra de Wodehouse. «Durante años hice críticas para el Observer. No es que tuviéramos una gran dedicación, pero sí ciertas ideas anticuadas respecto al juego limpio. Una de ellas era que no se podía demoler un libro al menos que se hubiera leído», escribió.
Los dos capítulos de Obra suspendida y el precipitado epílogo con que el autor salda la novela se tienen como una prefiguración de Retorno a Brideshead, su mayor éxito literario y también uno de sus libros más queridos pero también más absurdamente trascendentes. La gran miniserie televisiva ha contribuido al mito de esta historia, de la que se ha hecho una película recientemente que se podrían haber ahorrado.
De la misma manera que hay una obra suspendida, Waugh también tiene su autobiografía parcial, Una educación incompleta. En ese caso no fue el capricho; simplemente no hubo tiempo para un segundo volumen. La muerte lo pilló con el puro encendido.
Categoría: Bloc de Notas | Abril 2009 |
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