La Biblioteca Nacional y Las Academias
Con motivo de la introducción de las últimas reglas de uso del español por parte de la RAE, que no han sido muy bien recibidas en general, me viene a la cabeza el origen de esta Institución de la que no existen similares en otros países.
Pero en el título menciono a la Biblioteca Nacional y la antepongo. Y es que, en efecto, es anterior a las academias. La ordena fundar Felipe V en 1712 con un total de 8.000 volúmenes, parte de los cuales procedían de Francia así como otros que se extrajeron de una antigua biblioteca palatina. Gran parte de la constitución de la Biblioteca se debió al jesuíta Guillermo Daubeton, que formó a hombres y eruditos que la pudieran dirigir y administrar, así como al acrecentamiento de sus fondos. Con posterioridad, en 1809, José Bonaparte hizo que fuese trasladada al Convento de los Trinitarios Descalzos para pasar, con posterioridad, a la casa del Marqués de Alcañices y terminar, finalmente, en su emplazamiento actual en 1894, año en que se abrió al público la Biblioteca Nacional.
Siendo Mayordomo Mayor de SM Don Felipe V, el Señor Don Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, solicitó protección real a efectos de fundar una Academia que se encargase de velar por la pureza de la lengua española.
La iniciativa arrancó de los hombres más eruditos de aquel tiempo, siendo uno de ellos el duque de Montellano que fue quien propuso que la proyectada Academia tuviese un lema, el mismo que sigue teniendo desde entonces: "Limpia, fija y da esplendor". La primera obra que salió de la Academia fue el Diccionario de Autoridades, publicado entre 1726 y 1739. En 1780 se encargó de dirigir una soberbia edición de El Quijote, así como la traducción del Fuero Juzgo, mientras promovía varias ediciones del Diccionario y de la Gramática.
A su vez, la Real Academia de la Historia nace en 1735 en una tertulia que era habitual en casa de Don Julián de Hermosilla y a la que tenían por costumbre acudir un cierto número de eruditos. En sus comienzos fue llamada Academia Universal, pero poco después adoptó el nombre actual. Desde el principio sus miembros se orientaron a impulsar excavaciones arqueológicas, a adquirir códices y archivos para su investigación, dando prioridad a los estudios históricos nacionales.
Pero también hay una faceta muy poco conocida que es el caso de las Academias particulares, que nada tienen que ver con la imagen que tenemos de esos centros privados. Inicialmente tuvieron una finalidad literaria, y una famosa en su tiempo fue la Academia del Buen Gusto (francesa) que fue abierta en el palacio de la condesa de Lemos en Madrid allá por 1749 y que era a imitación de las tertulias francesas del palacio de Rombouillet. A ella acudían con asiduidad personajes de la época como un tal Saldañuela, Velázquez y Porcel y Nessarre.
Nicolás Moratín fundó otra, llamada Academia o Tertulia de San Sebastián, en un café con este nombre y en el que estaba prohibida la entrada a las mujeres, y cuyo programa sólo permitía hablar allí de teatro, toros, amoríos y versos. Era un nido de afrancesados y entre los contertulios figuraron Cadalso e Iriarte. También en provincias hubo algunas como la del Trípode en Granada, abierta por el conde de Torrepalma. Y, ya durante el reinado de SM D. Carlos III se habían establecido dos corrientes: la gálica y la española. Y estas dos Escuelas fueron verdaderamente antagonistas, enfrentándose en numerosas ocasiones la Escuela Antigua Nacional con la Clásico-Francesa.
(FUENTE: Historia de la Literatura Española y Universal Alberto RISCO S.I. Editorial RAZÓN y FE, Madrid 1954)
Última edición por Valmadian; 07/12/2010 a las 15:52
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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