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Tema: "Elegía de la tradición de España" (1931), de José María Pemán

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    "Elegía de la tradición de España" (1931), de José María Pemán



    Elegía de la tradición de España:


    ELEGÍA DE LA TRADICIÓN DE ESPAÑA

    Me duele España en mí, como si fuera
    carne en mi carne: siento
    como el temblor de un viejo tronco al viento
    o el desasirse de una enredadera.

    Ramas tronchadas de una primavera,
    siento en mí los sentires más amados
    como Cristos manchados
    de sangre y de saliva: ¡y me duele en el alma, en carne viva,
    la mella de los siglos arrancados!
    [...]

    * * *

    Venimos de otras horas.
    Somos ecos lejanos en los vientres
    azules de los montes del Tiempo.

    Era ya nuestra vida como chispa
    nacida de la llama primera
    de un primer pensamiento,
    cuando todo era masa
    sin formar en las manos del Señor,
    y lamento sin palabra
    ni nombre la futura querella:
    cuando no era la rosa,
    ni la luz, ni la estrella,
    y la caña era virgen del abrazo del viento.
    Y después, cuando el dedo,
    todo luz y armonía, del Señor de las cosas,
    como rayo del día tembloroso entre brumas,
    con cantiles de rocas y guirnaldas de espumas,
    demarcaba un pedazo del planeta, y decía:

    «Esta huerta de flores que yo torno por mía,
    será España, señora de la tarde y la aurora,
    de la paz y la guerra; hija buena y fecunda,
    que tendrá desde ahora una estrella en los cielos
    y un camino en la tierra»:

    Desde entonces, lejana, silenciosa, escondida,
    al compás y medida que iba España naciendo,
    como un tallo de flores, en aquel hervidero
    de promesa y ardores,
    con sus mismas esencias, se iba haciendo mi vida.

    Yo no soy flor nacida para todos los vientos
    ni camino perdido
    para todos los pasos:
    yo no soy pluma suelta
    de destinos y acasos
    arrojada a los aires,
    cual despojo maldito.

    Yo he nacido a la sombra
    de un mandato infinito,
    de un misterio fecundo donde,
    en letras de estrellas,
    mi sendero está escrito...

    ¡Yo he venido a la vida
    con un nombre bendito!

    ¡Yo no soy hospiciano de las patrias del mundo!

    Tengo nombre, y recuerdo,
    y linaje, y pasado;
    tengo un eco de siglos
    conocido y amado
    que acompaña mis pasos y responde a mi voz...

    ¡Yo soy flor en las flores de un jardín bien nombrado
    y mi tierra era tierra bendecida de Dios!

    Cuando España nacía, yo era ya
    una indecisa claridad en su día,
    y un reflejo perdido de la luz de su fiesta,
    y una gota en la fuente de su arroyo primero,
    y una letra futura de su verso y su gesta,
    y una estrella lejana de su noche de enero.

    Cuando España nacía, yo era ya, con mi vida,
    como un ramo de flores para España
    segado del jardín del Eterno:
    yo era ya blanca nieve
    que esperaba su invierno
    y era grano en la espera de los nuevos calores.

    Cuando España nacía, yo era ya un alarido confundido en el cuerno
    que llamaba a sus hijos, por la Cruz, a la lid;
    y era soplo en el viento que agitaba su enseña,
    y era luz en el alba que pintaba, en Cardeña,
    con suspiros violetas, la armadura del Cid.

    * * *

    ¡España, España, España!

    ¡Y quieren arrancarme la memoria
    y vendarme los ojos!
    ¡Y ennegrecer, sobre el azul, los rojos
    y sangrantes ponientes de tu Historia!

    ¡Y quieren separarme de la esencia
    de ti, como la carne de la uña!

    ¡Rosa de Cataluña!
    ¡Encina de Castilla:
    verde plumero heroico
    sobre el casco de Gredos!

    ¡Pinares y robledos: sonoros escuadrones
    frente a los vientos largos de la tarde!

    ¡Rojos muros preclaros,
    regados en la tierra donde arde
    la cosecha entre risas de cigarra!

    ¡Picachos de Navarra!
    ¡Prados de Balsaín, verdes y.claros!
    ¡Y vosotras, las frías
    crestas del Pirineo, y la calzada
    de Galicia, regada de fervores,
    y las blancas aldeas, y las rías:
    puñaladas de azul entre las flores!

    ¡Y Valencia! ¡Y las dos Andalucías:
    la griega y la moruna!

    ¡Todas, todas a una
    las Españas en pie: todas, al viento,
    con la mano en la espada y el aliento
    contenido y la voz ancha y sonora,
    todas puestas en cruz, en esta hora
    de un solo amor y un solo juramento!

    ¡España, España!... Aguza los oídos:
    que con un dulce dejo y dolor blando,
    sombras con luna van por los egidos
    de Salamanca y de Alcalá, llorando...

    Lloran la copla de la mal casada
    que a la orilla del golfo verde y oro,
    sueña el mal sueño de su amor doliente;
    lloran por su rosal y su tesoro,
    perla ayer la mejor de su corona:
    hija de las sirenas del oriente,
    novia del mar azul, luna naciente...
    ¡clara, limpia y perfecta Barcelona!

    ¿Y llegará el momento en que retumbe
    toda España al viento, con los secos
    hachazos de la tala del bosque
    ayer tan prieto y tan tupido?

    ¿Y arrojará algún brazo descreído,
    como un puñado de simiente mala,
    las arras de Isabel, en el olvido?

    Se ha cubierto la tarde de Castilla
    con esa luz opaca y amarilla que presagia tormentas...

    Y yo he visto, bajo la luz agónica y rosada
    con que una lamparilla velaba junto a un Cristo,
    yo he visto, en la capilla de Reyes de Granada,
    donde duerme la Reina enamorada de las altas querellas,
    brotar, soñando yo, de sus pupilas,
    lágrimas que enjoyaban, corno estrellas,
    la mustia flor de sus ojeras lilas.

    * * *
    Me siento solo. Triste y amarilla,
    la puesta del sol arde sobre los montes. Brilla
    la hoguera al lejos; la corneja chilla...

    ¡Tengo miedo, Señor, en esta tarde
    nublada sobre el campo de Castilla!

    Señor, Señor:
    ¡por todas esas cruces
    que disparan al cielo
    los campos españoles!

    ¡Por los tibios resoles
    y las luces
    azules y violetas
    del sol del pueblo sobre el campanario!

    ¡Por la ermita, entre chopos, junto al río!

    ¡Por el Ave-María del Rosario
    del alba, rosa blanca, entre el rocío!

    ¡Por la luz y las flores
    y los siete puñales
    de la Virgen que llora, entre cristales,
    con lágrimas de cera, sus dolores!

    ¡Por el Pilar y Atocha y la Almudena
    y Regla y Setefilla:
    por la Esperanza y por la Macarena!

    ¡Por la luz misteriosa de la noche
    santa y amarga de la maravilla!

    ¡Por la seda y el oro y el derroche
    gitano de los “pasos” de Sevilla!

    ¡Por todas esas flores
    de la casa paterna!

    ¡Por toda aquella tierna
    fe de nuestros mayores:

    ¡En esta hora de angustias y dolores,
    piedad, Señor, para la España eterna!
    ¡Piedad, Señor, para los malhechores
    que riegan sal y ortigas por los suelos!

    ¡Pon los siete colores
    de tu arco de perdón sobre los cielos!
    ¡Hunde en el polvo el odio y la arrogancia

    ¡Siembra rosas de olvidos y perdones
    y unge de compasión y tolerancia
    labios y corazones!

    ¡Danos la paz! ¡Acerca a los hermanos!
    ¡Abre acequias de amor en los secanos
    y pon el agua de la Vida en ellas!

    ¡¡Tú, que tienes el viento y las estrellas,
    Señor de los Señores, en tus manos!!


    (Diciembre, 1931)



    Última edición por ALACRAN; 28/08/2020 a las 13:51
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: "Elegía de la tradición de España" (1931), de José María Pemán

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    El poema lo compuso el autor ante el mal cariz y los siniestros nubarrones políticos que trajo la proclamación de la II República en abril de aquel año. Así lo explicaba el propio Pemán:



    Prólogo a "Elegía de la tradición de España".
    "Está la atmósfera de España cargada de electricidad emotiva. Tiene -fragante de ozono y tierra húmeda- esa limpidez especial que, en las claras de las borrascas, deja ver hasta los últimos términos del paisaje. Se le ve ahora, como nunca, a España, por los entresijos de la borrasca política, la gloria pasada, con una dolorosa y nueva claridad. Y parece además, que todo -los ríos y el viento, la vida y la historia- estuviera inmóvil y callado, como en una emoción de espera. Todo esto parece que invita a rasgar esa atmósfera de cristal y silencio, con el compás de un nuevo verso viril y heroico: dicho en voz alta, con voluntad de lanzarlo, como una piedra, lo más lejos posible.

    "Ya sé que el gusto de hoy -y yo lo comprendo y lo comparto- se inclina hacia la poesía más pura y delgada, dicha, como a media voz, entre selectos. Pero no por eso debe dejarse de oír, en ciertos momentos, esta otra robusta y destocada poesía de multitudes y aire libre: poesía civil de ágora y asamblea, participante de las calidades de la oratoria, hecha para la declamación y la audición colectiva. Poesía es esta que ocupará siempre un lugar en el Arte: pero que además, y sobre todo, ocupará siempre un lugar en la vida: lugar de abuela, canosa y venerable, decidora de mitos, renovadora de recuerdos: aviso constante, en su reclusión hogareña, de la continuidad de las cosas.

    "Y este es momento de cantar así. Vivimos unas horas que, como enanos contra gigantes, se han amotinado contra los siglos. Diariamente se hiere el tronco de la tradición con hachazos de olvidos e infidelidades.
    Yo he querido sencillamente, en estos versos que te ofrezco, lector, hacerte sentir un poco el valor de lo que ahora a España quieren arrancarle: no ya su valor ornamental y poético, tantas veces -y a menudo tan ñoñamente- cantado; sino su valor ornamental humano e individual, como elemento formativo del alma y el cuerpo de cada uno de los que nos llamamos españoles. Porque no somos los hombres átomos sueltos ni plumas al azar del aire. Somos gotas de un río y espigas de un trigal: trigal y río, con sus vallados, sus márgenes y su nombre propio. Cada uno de nosotros es quien es -y no otro- por aquello que, sobre su simple esencia abstracta de hombre, le han dado, al nacer, desde fuera, los padres, la tierra, los siglos y las cosas. Por eso cuando España se estaba haciendo, en su historia, se estaba haciendo algo de cada uno de nosotros. Por eso, herir la tradición y el pasado, no es alancear un cadáver, sino herir algo vivo en nosotros mismos. Se ha cantado demasiado la tradición como muerte: yo he querido cantarla como vida.

    "Esto es lo que he procurado decir en mis versos. Mejor dicho, lo que he procurado hacer sentir y hacer vislumbrar. Porque la palabra, si logra ser poética, más que decir, alude, invita y señala, frente a una celeste lejanía.

    "No son estos, pues, versos de guerra. Son, más bien, versos de dolor y de súplica. Piden paz, comprensión y tolerancia. Abogan, sin odio y sin ira, por las esencias de España.

    "Va esta Elegía dedicada, al margen de toda política de partidos, a todos los españoles mis hermanos, que en esta hora, sientan el dolor de la tradición de España; a todos los que sientan el pasado vivo en su presente, y sientan, por sus venas, la memoria fluida de la España una, grande, hidalga y católica. Casi me atrevo a decir que va dedicada a todos los españoles. Porque el que, de un modo o de otro, no sienta algo de estas cosas o reniegue de ellas, me parece que es un español dimitido.

    "Estamos en momentos de grandes decisiones. Se quieren resolver en horas cosas que pertenecen a los siglos. Se quieren acallar con las cuatro palabras de un precepto legal, episódico, las voces de los muertos.

    "Por eso yo he querido lanzar al aire este grito. Grito de dolor, de súplica y también de advertencia. Quiera Dios que sea oído. Mejor dicho, que contribuya, en su modestia a robustecer la voz unánime y nacional que debe hacerse oír. Si no ocurre así, y los que amamos la tradición llegamos a sufrir el destierro dentro de España misma, servirán, al menos, estos versos, para llorarlos, como salmo de dolor, a orillas de los ríos de España."


    https://humbertoscriptor.blogspot.com/
    Última edición por ALACRAN; 28/08/2020 a las 13:59
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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