...“MENSAJE DE LA ALEGRIA”
II
La Diosa Alegría lanza a España su palabra de mensaje.
Ha llegado la hora del pleno cumplimiento de su misión providencial.
Para significar esta misión, de brazo de Dios, de Roma y del Espíritu,
narra la parábola de la Reina Isabel y el Cardenal Mendoza: bodas de
la Iglesia y España.
Termina la Alegría su mensaje profetizado, tras la victoria, un nuevo
Imperio para España lleno de sentido humano y espiritual.
I
Hijos de una raza solar; alados hijos
de España, tierra de olivos y de vides prodiga:
Escucha el mensaje
que la celeste Alegría, como lluvia
de abril, sobre vosotros, hecha verso y medida,
número exacto y dulcedumbre, canta:
Hijos de una raza solar, vuestras gargantas
tensas, como en el arco del hondero
impaciente la flecha, se dispongan
al canto jubiloso:
Porque España retorna, coronada de estrellas,
al antiguo destino que es mandato de Dios:
porque - ronda de niños – mano en mano, las olas,
dicen versos alegres desde Vigo a Brasil,
porque hay cuernos de caza por los picos de Europa,
porque hay risas de infantas por el verde Aranjuez,
porque tiemblan palomas en las viejas almenas
de la Mota y Simancas, de Segovia y Monzón;
porque al sol del domingo que ilumina sus torres
ha sacado su ropa de amazona Isabel.
Porque tienen, de nuevo, voluntades de lanza
temblorosas, las ramas de los fresnos al sol.
II
Y así dice el Mandato que cantó la Alegría:
España, hija de fuego de una raza solar, España escucha.
Alégrate en tus huesos, y tendrás carne joven,
alégrate en tus muertos y tendrás nueva flor.
Alégrate en tus claras hogueras
y tendrás luminaria de fiesta en el camino,
Alégrate en tus secos silogismos
y tendrás versos épicos y alados.
Alégrate en tus altos caballeros cejijuntos
y serán flores tus nietos.
Alégrate en la Audacia y la Locura
para tener razón este siglo.
Alégrate en la lanza de tú señor y padre Don Quijote
y tendrás pan en tus alforjas.
Porque ésta es la hora inmensa en que la vida
hay que ganarla a fuerza de canciones.
Soñar es el vivir de este momento.
No hay negocio mejor que la Cruzada.
No hay prudencia mejor que la aventura
¡Tendrá la tierra el que más tenga a Dios!
III
“PARABOLA DE LA REINA Y EL CARDENAL”
Y porque sepáis, hijos de una raza solar, como Lo tuvo
España en sus raíces, os contare una dulce
parábola del siglo del yugo y las flechas:
Hubo una vez, España, una amazona
de ojos claros y azules y cabellos de trigo.
Era su Pensamiento mayor que su Corona.
Su decir era un franco decir de buen amigo.
Contra el aire delgado de Fitero y de Oca
cabalgaba en su mula como una aparición.
La silla es de velludo y es de plata el arzón.
Como un nardo es su cuerpo que, místico y alado,
apoya en los estribos las puntas de sus pies.
Cubre las duras ancas un paño ajedrezado
como un prado con trozos de rastrojo y de mies.
¡Tan mujer y tan Reina! ¡Tan exacto y seguro
su ademán, y su gesto tan lleno de ilusión!
En las cejas los arcos de un imperio futuro;
en los ojos nostalgias de flores de Aragón.
En puertas de Segovia, vestidos de alta yedra
está el mejor alcázar español.
Cual la trompetería de un órgano de piedra
se apiñan veinte torres contra la luz del sol.
Descabalga la Reina
Le da un paje las bridas.
Es un temblor su cuerpo de hogueras encendidas
por la negra escalera de piedra retumbante.
Ya está sobre la mesa de velludo su guante
señalando el destino con gesto de impaciencia.
“Decid, presto señores”…
La licencia
tiene son de mandato.
Suena firme y cohibido el alegato.
Estos cristianos viejos de entrambas las Castillas
hablan claro a su Reina… pero hablan de rodillas.
España está en pedazos. Todo es como un hervor
de bandos de zenetes y zegriés.
Las sendas de Castilla marcan con su dolor
las huellas mendicantes de aquellos borceguíes
de un Rey sin esperanza y sin amor.
Isabel tiene un gesto de poder sobrehumano.
Castilla, por sus hijos, ante sus pies implora.
Y le dejan en ella cuando besan su mano
el paño y las agujas de la remendadora.
Isabel se sonríe como se abre la aurora…
España es una sarta de perlas sin unir,
y una palabra sin decir.
Tiene la incertidumbre de un sueño y de una idea
y el frescor de rocío de una alegre tarea.
Tiene la misma hondura que su mirada triste:
tiene la misma altura que su alto corazón.
¡Precisamente porque nada existe
puede ser todo igual que su ilusión!
¡Oh qué dulce tarea para el Ama de España!:
Volver aquella casa solar a su decoro,
barrer aquella sala de la ardiente meseta;
cepillar los tapices del Duero azul y oro;
y guardar en la arqueta,
entre espliegos, la gracia de las telas mejores:
y poner nuevas flores
en las jarras azules, y velar con malicia
sobre el paje, las dueñas y el lacayo truhán;
y aromar los estrados de una nueva Justicia
que reparta el derecho como un trozo de pan.
Y después, en la noche, cuando ya los luceros
ponen paz en los aires y en el hondo jardín,
con el lacio abandono que ha dejado el trajín
de la tarde en su mano de señora aldeana,
por descanso del día sin sosiego, mirar
acodada, de pechos, en la abierta ventana,
soñadora de mundos, las anchuras del mar…
El pensamiento es alto: pero ¿Quién lo sostiene?
La Reina Isabel tiene
enjuta la escarcela sí lleno el corazón.
A la corte callada, como un triste pregón,
la Señora de España con dulzura tendía
la patena de plata de su mano vacía
y la llama de fuego de su inmensa ambición.
Y en un rincón oscuro de la sala, derecho
como la vara de un rosal,
con un guante de hierro que bendice y que mata
–la armadura de plata y la capa de sangre- se erguía el Cardenal
de España: sangre moza, pupilas de misterio.
Cardenal de la Iglesia: se apellida el doncel.
Y al ser algo de Roma, ya es ser algo de Imperio…
¡Comprendía los sueños de la clara Isabel!
“Mi Señora Reina, las Iglesias de España
tienen ricos tesoros”: clama, recia su voz..
Sus riquezas mayores
son presentes de bodas de ocho siglos de amores
de estos Reinos y Dios.
Se los dieron en prenda de un honrado querer
vuestros padres, en horas de abundancias y brillos.
Tomad de ello, señora cuanto hayáis menester.
¡Y que canten juglares este trueque de anillos
de la Iglesia y de España, cual marido y mujer!
Y el Cardenal de España se arrodilla: y de hinojos
concierta el mejor trato con la Reina mejor:
por fiadores, sus ojos;
por notario, el amor;
y por renta futura, la locura española
que paga al mil por ciento con afanes de Cruz
¡Las rentas de ese trato se llamarán Loyola,
Juan Ávila, Cisneros, Teresa de Jesús.
Porque esta tarde España
ha firmado en los vientos su más claro destino.
Sus cimientos se han hecho con un oro divino.
Ha quedado por tierras de misión su camino
para siempre trazado.
Y al cabo de siglos con un grito angustiado,
desde Cádiz a Oviedo, nueva trompetería
convocando a Cruzada, rasga el aire marcial,
es que Isabel no tiene pagado todavía,
el préstamo dorado del viejo Cardenal.
Y es que aún dura el reflejo de aquella ora nupcial
que unió en el dulce miedo
del esposo y la novia
las torres del Alcázar de Segovia
y las altas ojivas de Toledo,
y en que, mientras los pinos cantaban su salmodía,
riberas del Eresma, con una inmensa voz,
España se iba haciendo con plata de custodia
y con oro de vasos que tuvieron a Dios.
IV
Hijo de una raza solar, entended mis palabras:
Vosotros sois los fieles: vosotros hijos claros
de la Reina Isabel; noble progenie
de los Reinos fundidos con cálices de oro.
Cuando el mundo cantaba cancioncillas de rosas
vosotros, en el coro tallado, cantando eternas Vísperas.
Cuando la isla de Francia suavizaba las “erres”
vuestras “jotas” sonaban como tristes sollozos.
Cuando Meudon reía
Ávila suspiraba dulcemente.
Cuando en Paris cantaban las gracias de la Reina
seises negros cantaban el Credo en Uruguay.
(¡Ay la voz de los niños guaníes:
el viento de la selva hecha plegaria!)
Cuando la Reina Virgen negociaba en canela,
pensaba el Rey Felipe las cuentas del Rosario.
Cuando Ancona y Ragusa esperaban, sumisas, la llegada del turco
se embreaban las naves de Don Juan en el muelle.
Cuando Lutero dice: ¡Servidumbre!
Dice el Eximio: ¡Libertad y gracia!
La Cristiandad se ha roto.
Nuevas naciones jóvenes y rubias
cantan en rueda una canción lasciva:
Pero fuera del corro
hay una niña triste que no canta…
V
Clara progenie de la luz, alados
hijos de una raza solar, escuchad cómo
en esta lengua dulce, “compañera
del Imperio” que dijo el Nebricense;
pronuncio mi palabra de Esperanza y amor.
¿No veis que hasta los pechos nos llegan las espigas?
¿No veis que ya revientan los trigales de sol?
“A ti te toca España”;
ha escrito con palabra de trueno el Señor.
La gran lección de España fue aquella de sentarse
sobre las piedras milenarias y
las tumbas: y estarse allí consigo mismo y Dios.
Y ahora este Viejo Mundo del Occidente, empieza
a embridar sus corceles, y a darle la razón.
El César se sentado bajo el arco de Tito,
El Füher se ha metido por las selvas adentro.
El Ghazi de Turquía desempolva tapices.
Y el “padrecito” ruso, rebusca entre la nieve
y el viejo mito eslavo de la Bestia sin Dios.
¡Las voces de los muertos legislándolo todo!
¡Todo el mundo sentado sobre las tumbas con sol!
(¡Y en España jergones de sucios milicianos
junto a la tumba del Emperador!
¡En España: la tierra de las eternidades;
la que para evitarse la vuelta escarmentada
a la eterna Verdad, no se movió!)
Pero hay muertes calientes que reclaman luceros
y que dicen: España, cumplirás tu misión…
Y España ha derribado su cabeza de espiga
y ha dicho: Soy la esclava del Señor…
Muertos de España: no hozarán los cerdos
sobre vuestros sepulcros; ni los nombres
de vuestros hijos pisará el traidor.
Porque vosotros sois la sementera
la palabra y el sol…
¡Patria quiere decir tierra de padres!
¡Por los muertos tenemos la vida y el honor.
VI
Y la ley de los Muertos sigue siendo la misma.
¡La Media Luna tuvo la forma de una Hoz!
Y por la concha azul del golfo de Lepanto
yo vi flotar astillas de galera
y el desnudo angelote de la talla de un inmenso farol.
Y en el fondo del agua, junto a rotas gumías,
hay lindas ropas francas de lindos caballeros
Rey Francisco, aquél que se alió
por afán de su huerta, de su noria y de su río,
contra Nuestro Señor
¡Ay dulce Francia cortesana, como
te miras, hace siglos, desnuda, en los cristales
del Loira y del Garona, con enfermizo amor!
Francia de San Luis, tus malas amistades,
hoy como ayer serán tu perdición
¡Por defender el cuerpo vas a perder el alma!
¡Morirás de un hartazgo de ajena fruta verde!
¡Negada te será la paz de Dios!
¡Porque tú eres un trozo de tierra dulce y húmeda:
pero España es un trozo de Verdad y Razón!
¡Porque España es volumen y tu eres sólo aroma!
¡Porque España es un árbol y tu eres una flor!
VII
Y el enemigo sigue siendo el mismo
Oriente pecador.
No hay más: Carne o Espíritu.
No hay más: Luzbel o Dios.
¿Frente a la España de San Juan, un mundo
sin más danza que el paso de combate
ni más ritmo ni verso que la angustia infinita
pendular del “un, dos”!
Y a su frente el fantasma de los ojos dormidos;
Lenin; el leño seco y el arenal sin sol.
El que, como un pecado, retiraba la mano
cuando se le iba, blanda, por la frente de un niño
o por las hojas de una flor.
Lenin, el que ocultaba como un crimen, sus lágrimas,
oyendo una sonata de Bethoven: ¡traidor!
¡Traidor a la Tristeza y a la Pena y al Ansia:
traidor a la Ternura, traidor al Corazón!
¡Yo te maldigo en nombre de los enamorados
de los novios, las madres, los niños, los poetas,
los sauces y las flores, por traidor!
¡Yo te maldigo en nombre de todos los crepúsculos
y de todas las rosas: yo
te maldigo en el nombre de Venecia y sus góndolas,
de Viena y sus violines,
de Sevilla y su sol.
¿Yo te maldigo en tu fracaso, porque
tú eres el Anti-Espíritu y el Espíritu es Dios!
¡Tú estás seco, entre nieves, allá en la Plaza Roja!...
¡Pero en Granada sigue cantando el ruiseñor!
VIII
Y no es un tenue encaje de ilustres bocamangas:
la red con que queremos detener al traidor.
¡Alma del pueblo es la que ha despertado!
¡Alma del pueblo en flor!
Trepando a robar nidos por tierras de Romaña
endureció sus brazos el César: y el germano
por ruidosos tugurios, entre rubias cervezas,
su alto empeño soñó.
Y José Antonio es grande
de España por la casta, y grande
por el furor
clásico, popular y jerezano
de su embestida ciega: ventorro, salto, puños, grito y sol.
La Petenera y el Zorzico, juntos
por la cintura, como dos amantes,
con nuevo paso hinmnario, dirán un nuevo Amor.
¡Boinas de campesinos y blusas de trabajo
pintarán en España la alborada de Dios.
IX
Y no será de esclavos la progenie que nazca.
Hija será de Roma: suprema conjunción
de Oriente y Occidente:
palo de crucifijo entre dos mares;
tierra de Cristo y el Emperador.
Hay una voz que canta por los vientos:
“Palabra del Señor:
Al Cesar dad lo que se le debe al Cesar
y a Dios lo que es de Dios”.
Esta es. Brazo de Roma, la palabra de España,
Su promesa infinita, su infinita lección.
Ni dioses faraónicos que aplasten a los hombres,
ni soberbias carnales que maldigan de Dios.
Sino un Dios humanado que por Amor se agacha,
y un hombre que se eleva por misterio de Amor.
Libertad y Realeza; Jerarquía entre hermanos;
cetro florido en rosas… ¡eso es ser español!
Porque ésta es la divisa de su escudo
y el mote es éste en su blasón:
“Como deben sentirse las estrellas, arriba,
tan siervas de sus curvas, y tan libres …
¡así me siento yo!
X
Y esto que digo no es vana palabra:
la hora nueva ha llegado: la cosecha está en flor
Escuchad esas voces que hacen eco a la mía.
Mi palabra es de Dios.
LA VOZ DE SÉNECA
“Años vendrán en que los verdes mares
alzaran sus barreras: y una nueva extensión
de tierra habrá sobre el reino de Thetis:
Tule no será límite y raya
del Universo”
LA ALEGRIA
Y años vendrán, añado yo,
en que, como los mares ayer, se abrirá el cielo.
Se forzaran los limites de esa otra
Tule de los imperios de Luz, que es el amor:
y los hombres tendrán un nuevo Mundo
sin que sufran los Orbes en sus virginidades
de tierra y mar, rotura ni dolor.
Porque será ese mundo concebido
sin pecado, por obra del Espíritu
de Dios.
LAS SIRENAS DEL ATLANTICO
¡Alegraos, espumas, del celeste mensaje!
¡Empavesad, los vientos, vuestras alas de sol!
LAS AZORES
Hermanas solitarias de los mares: Molucas
de basamento de coral; vosotras
dulces Antillas de la flauta verde
de cañas, y vosotras
blancas Bermudas silenciosas: ¡Dios
repite su prodigio! ¡Está la Tierra
florecida de nardos como en la Anunciación!
CRISTÓBAL COLON, EL ALMIRANTE
Por la cintura verde y vegetal del mundo
yo fui prendiendo, como perlas, nombres
de reyes y de dioses: Fernandina,
Navidad, Isabela, Guadalupe, San Juan, San Salvador!
Por mí las playas de dos mundos
como labios con miel y leche, dicen
palabras de cristal, en español.
LA ALEGRIA
Ahora Almirante, el mundo que esperamos
es el que con el pan de cada día
le pedimos a Dios.
“Venga a nos el tu reino”: esa es la carta y la derrota
de la nueva y audaz navegación.
De santos ni de reyes toma nombre este Mundo.
A un grano de mostaza, le compara el Señor.
Invisible y enorme, cobijándolo
todo sin llenar extensión,
su frontera es el viento, sus almenas los astros,
y su bandera el sol.
PEDRO DE ALVARADO
Hernán: lo que nosotros
ganamos fue el camino.
ALONSO NIÑO
Sí: las perlas de
Margarita y Cumaná esperaban
la frente del Señor.
VICENTE YAÑEZ
Mi tierra Firme fue tierra de paso.
PONCE DE LEÓN
Y mi Florida vida y muerte juntas,
como cosas de flor.
NUÑEZ DE BALBOA
Hermanos: los cóndores
Que aleteaban en los Andes
¡eran una oración!
LA ALEGRIA
Pero hubo algo inmortal en vuestras obras:
algo inmortal como el amor.
Cuando unos labios negros se oprimieron
bajo el beso cristiano de un hidalgo
de Extremadura o León,
aquel día empezaba a descubrirse
de verdad otro Mundo, que era el Reino de Dios.
¡Y esa es tu gloría, España!
¡Y es ahora tu destino y tu misión!
(Profundo silencio en el espacio
Y en los mundos).
España, España, eternamente España!
Quiero sentirte igual que una armadura,
Sobre mi carne en flor.
Quiero decirte, España, que tus trincheras tienen
curvo el regazo, como carabelas,
que ven hacía una nueva expedición.
La metralla perfora tu tierra, como en busca
del Potosí infinito cuya plata es amor.
¡Reverdece el Imperio con fronteras de luces!
¡Reverdece en el aire la palabra de Dios!
VOCES DE ÁNGELES
Otro Imperio sonoro de yunques y de ruedas
se asfixia con el oro de su propia abundancia
y la hiel de su propio rencor.
Se pierde el hombre viejo
en el bosque que el mismo plantó.
VOZ DE SANTIAGO
Pero queda en la tierra
como en el suelo de un pinar, un trozo
manchado de oro y sol.
LA ALEGRIA
¡Juan de la Cosa: pinta con afiles de Cielo
y pinceles de cisne, la figura sin forma
de este Imperio español!
LOS ÁNGELES
Si se puede pintar la Esperanza
¡Píntalo!
SANTIAGO
¡Píntalo si se puede pintar
La Alegría, la Fe y el Amor!
LA ALEGRIA
Pero puede sentirse si al pintarse no puede.
Escuchad el mensaje de la Gran Ilusión.
El imperio no es tierra todavía
pero ya empieza a ser dolor.
Dolor de costas y fronteras.
Dolor de aire y de mar. Dolor de Historia
grande en vaso pequeño: de ilusión
con las alas cortadas; de flechas sin destino,
de pájaros sin voz.
Otra vez, como sangre de salud y de fuerza,
por las mejillas, contra viento y sol,
Se te asoma la vida por muelles y por torres
buscando continentes y luceros,
hecha, España, conquista y oración.
Y no es un querer vano
Ni una vana ambición.
Es la certeza -¿no la veis?- que nace
de la gran certidumbre del amor.
Es la certeza -¿no escucháis? Que todos
los poetas de este mundo guardan como yo.
Hay un crujir de quilla bajo el suelo de España
y un levar de cadenas hay en cada ilusión.
Palos tiene otra vez contra el crepúsculo
relumbra de farol.
y San Vicente, cara al mar, señala
con la audacia florida de un viejo grimpolón.
Todo el mar se ha rayado de una luz infinita.
El palo de Mesana se ha vestido de de sol.
¡Aureos pilotos de la España Nueva!
¡Levad los remos!
¡¡ A la vista de Dios!!
FINIS OPERIS
|
Marcadores