LIBROS: Mi camino de Santiago. nº 83Comentario de A. Maestro al libro de León Degrelle
LIBROS: Mi camino de Santiago
Degrelle, León: Mi camino de Santiago, ed. Barbarroja, Madrid 1996, 142 págs.
El director de Ediciones Barbarroja, Miguel Angel Vázquez, esforzado en la lucha contracorriente, nos sorprende con una obra inédita. En Mi camino de Santiago, asoma una faceta desconocida del autor. Sería absurdo descubrir al Degrelle luchador político, brillante polemista, o héroe de guerra, aunque en la dictadura partitocrática, la policía del pensamiento persigue, aún después de muerto, su recuerdo. La falsificación de la historia encontró en León Degrelle un chivo expiatorio, con quien, además, el rencor de algunos gobernantes fue llevado a extremos inhumanos.
Resulta impresionante que a los pocos años de su tragedia personal y de su exilio en España tuviese serenidad de ánimo, y esfuerzo no sólo moral sino físico, para realizar el duro Camino de Santiago desde Burguete y Roncesvalles hasta la ciudad compostelana. Y plasmar en un libro felizmente editado en 1996 sus impresiones de tan larga peregrinación.
En sus páginas asoma una faceta que no parece demasiado conocida, la del agudo observador de hombres y de paisajes, de tierras y de sucesos. Un narrador acertado y, a la vez, un sociólogo. Penetra no sólo en la descripción del Camino como conjunto monumental o artístico, con énfasis en la religiosidad, sino en el tejido social de la España de los primeros años 50.
Desde el 20 de junio hasta el 24 de julio de 1951, en que llega a la ciudad del apóstol, asistimos a una exposición, a veces disección, de las gentes y las costumbres de aquella España que hoy parece tan lejana. Resulta de un realismo a veces escalofriante la descripción de una España pobre como la que revelaban en sus viajes más de un siglo atrás Gautier, Irving u otros viajeros. Lo que demuestra el cambio, frente a toda otra consideración subjetiva, realizado en lo material por el nuevo Estado.
Poco hicieron los gobiernos liberal-partitocráticos por España. Recordemos la frase ingeniosa de García Serrano «la industria pesada de la monarquía eran las fábricas de churros y patatas fritas». En lo material, la transformación de los más de mil kilómetros recorridos por Degrelle fue colosal.
El autor relata con una pluma fluida, nada barroca, los lugares y episodios de la ruta jacobea; pero no como algo lúdico, como suele hacerlo hoy la propaganda del «Xacobeo», con un forzamiento lingüístico antinatural. Roncesvalles, Nájera, Santo Domingo de la Calzada, San Juan de Ortega, las tierras altas de Burgos, los monumentos de Palencia, Sahagún, León, y Astorga, son descritos por León Degrelle, en una síntesis de historia y sociología. E igualmente Ponferrada, la dureza de la entrada en Galicia por el Cebrero, y continuando por tierras de Lugo, las históricas Samos, Sarria -por cierto un error de composición añade un acento final a esta histórica villa lucense, llamándola Sarriá, cuando Sarria está mil kilómetros al oeste de la población de Sarriá, hoy ya Barcelona capital-. Hasta llegar por fin a la meta en Santiago.
La dureza del camino, la profunda humanidad reflejada en el cansancio, el descanso cuando se produce, generalmente precario. Hay descripciones de lugares de la estepa castellana, que hoy parecen increibles.
Un punto irónico es su repulsión a las estaciones de ferrocarril, y parece que a los ferroviarios. A este comentarista le asombra a la inversa porque es un entusiasta del camino de hierro.
Unas páginas que vienen a enriquecer la personalidad de León Degrelle. La obra va precedida de un excelente y emotivo prólogo del doctor José Luis Jerez Riesco.
A. Maestro
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