Papá Fandango
Escribe: Antonio Moreno Ruiz.- A finales del siglo XV, recién arribada España al Nuevo Mundo, en los puertos andaluces se está produciendo una fusión musical interesante: Por un lado, ritmos orientales condensados por los moros; por otro lado, van entrando músicas de la tradición europea como la pavana, la gallarda o la romanesca. Asimismo, tanto en Sevilla como en Cádiz, desde finales del siglo XIV, había pequeñas comunidades de negros, cuyo recuerdo aún pervive en Sevilla en la Hermandad de Nuestra Señora de los Ángeles, que el pueblo siempre conoció como “Hermandad de los Negritos”. Estos africanos, descendientes de los esclavos de los musulmanes, eran libres y aportaron sus toques especiales a las músicas que ellos escuchaban. Muchos embarcaron para América, siendo conocidos en Cuba como “negros curros”, dedicándose a la música. Imaginémonos a estos negritos por las calles de La Habana con sombrero de ala ancha, pañuelito rojo y facón en las calzas, por si pasaba algo, claro… Y con acento andaluz.
Así las cosas, es a finales del siglo XV que aparecen músicas como el fandango. Como documentan los hermanos Hurtado Torres en el libro La llave de la música flamenca (Signatura Ediciones), algunas palabras relacionadas con la música corresponden a la desinencia afro “ngo”: Fandango, tango, milonga… O incluso también zarabanda.
Y que no se olvide que es en Sevilla, que durante tres siglos fue la capital económica y hasta cultural de las Españas, fue una especie de Nueva York de la época, y los nombres de sus calles aún lo delatan: Muro de los Navarros, Catalanes, Francos, Alemanes, Placentines (de Piacenza); y también Canarios. Y ya en el siglo XVI, en Sevilla se les atribuye a los nativos de las Islas Canarias la incorporación a los bailes de la época el zapateado vigoroso de punta y talón que será adoptado por los bailarines educados en la tradición musical europea. Y “canarios” también es el nombre de un estilo musical, que con zarabandas, fandangos, jácaras, folías y etcétera, también pasará a América.
Así las cosas, el fandango viaja desde los puertos andaluces y retorna a lo largo ya del XVII, insertado en el mundo cultural barroco, transformado en otra cosa. Acriollado. A tal punto que el Diccionario de Autoridades de 1735 lo define como un baile muy alegre que han traído los que han estado en las Indias. Y así se extendió desde Canarias y Andalucía por toda España (y Portugal); siendo que España influenció a América pero también se influenció de América. Como se dice en el flamenco: Ida y vuelta.
Con todo, esta base musical que parece haber sido una especie de rock del barroco, se fue extendiendo y evolucionando por los distintos repertorios culturales y musicales; actuando como papá de diversas músicas, a tal punto que su influjo es tan visible en la marinera peruana como en buena parte del flamenco.
Asimismo, cuando escuchamos zarabandas y canarios, no podemos evitar sentir el inmenso parecido que hay para con la música criolla peruana. Y utilizo “criollo” tal y como lo usaba el escritor cubano Alejo Carpentier, para quien tal término significaba “lo que había venido de los barcos”.
Lo dicho: Ida y vuelta. Interacciones del mundo hispánico a través de la diversidad de gentes y mares, pero filtrándose en un hilo cultural impresionante.
Papá Fandango - La Abeja
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