Sin embargo, la joya del "Banquete" platónico es, sin lugar a dudas, y como siempre, la intervención de Sócrates, quien había sido el maestro de Platón. Sócrates cita el discurso que había escuchado años atrás de una mujer que él mismo considera como "sabia", diciendo a sus interlocutores: "Os contaré el discurso sobre Eros que oí un día de labios de una mujer de Mantinea, Diotima, que era sabia en éstas y otras muchas cosas". (Sócrates, 201d). Las palabras de Diotima, además de ser sumamente interesantes en cosas sobre el amor al margen del debate hetero vs. homo, contienen además una verdadera apología del amor heterosexual como acto creativo:
―¿De qué manera y en qué actividad se podría llamar amor al ardor y esfuerzo de los que lo persiguen? ¿Cuál es justamente esta acción especial? ¿Puedes decirla?
―Si pudiera ―dije yo―, no estaría admirándote, Diotima, por tu sabiduría, ni hubiera venido una y otra vez a ti para aprender precisamente estas cosas.
―Pues yo te lo diré ―dijo ella―. Esta acción especial es, efectivamente,
una procreación en la belleza, tanto según el cuerpo como según el alma.
―Lo que realmente quieres decir ―dije yo― necesita adivinación, pues no lo entiendo.
―Pues te lo diré más claramente ―dijo ella―. Impulso creador, Sócrates, tienen, en efecto, todos los hombres, no sólo según el cuerpo, sino también según el alma, y cuando se encuentran en cierta edad, nuestra naturaleza desea procrear. Pero no puede procrear en lo feo, sino sólo en lo bello. La unión de hombre y mujer es, efectivamente, procreación, y es una obra divina, pues
la fecundidad y la reproducción es lo que de inmortal existe en el ser vivo, que es mortal. (206bc).
De momento, Sócrates ha elogiado la sabiduría de la señora, mientras que ella ha hecho un canto al amor heterosexual como "obra divina". Más adelante, se fija en la Naturaleza para sonsacar lecciones de conducta para los hombres civilizados:
Si bien ―dijo― podía pensarse que los hombres hacen esto [los sacrificios asociados al apareamiento y el cuidado de la prole] por reflexión, respecto a los animales, sin embargo, ¿cuál podría ser la causa de semejantes disposiciones amorosas? ¿Puedes decírmela?
Y una vez más yo le decía que no sabía.
―¿Y piensas ―dijo ella― llegar a ser experto algún día en las cosas del amor, si no entiendes esto?
―Pues por eso precisamente, querida Diotima, como te dije antes, he venido a ti, consciente de que necesito maestros. Dime, por tanto, la causa de esto y de todo lo demás relacionado con las cosas del amor.
―Pues bien ―dijo―, si crees que el amor es por naturaleza amor de lo que repetidamente hemos convenido, no te extrañes, ya que en este caso, y por la misma razón que en el anterior,
la naturaleza mortal busca, en la medida de lo posible, existir siempre y ser inmortal. Pero sólo puede serlo de esta manera: por medio de la procreación, porque siempre deja otro ser nuevo en lugar del viejo. (207bcd).
Por si no ha quedado clara la actitud de Sócrates con Diotima cuando ante sus discípulos se refiere a ella como "sabia", cuando elogia "su sabiduría" ante ella, cuando admite que ella tiene más conocimiento que él mismo o cuando dice que "ha acudido a ella consciente de que necesita maestros", valga el cierre que hace cuando reconoce que quedó "lleno de admiración" (208b), llamándola en persona"sapientísima Diotima" (ídem) y dirigiéndose de nuevo a sus discípulos diciéndoles "Esto, Fedro, y demás amigos, dijo Diotima, y yo quedé convencido". (212b).
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