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Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Las partes en cursiva del texto se deben al propio Christopher Ferrara.
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Obispo Conley vs. Obispo Conley. ¿Qué está pasando aquí?
Por Christopher A. Ferrara
12 de Octubre de 2016
Allá por Octubre de 2014, el Obispo James D. Conley de Nebraska dijo esto acerca de las próximas elecciones del 2016:
Siempre que sea posible, los católicos tienen la obligación de votar, particularmente cuando están en juego asuntos críticos. Hoy día, en nuestro país, ciertamente están en juego asuntos críticos (…). El aborto continúa siendo nuestra vergüenza nacional. Nuestro fracaso en proteger al no nacido es un fracaso de la más alta magnitud. El derecho a la vida es el derecho humano fundamental.
¡Bravo por el Obispo Conley!
Durante los últimos dos años, sin embargo, Conley ha padecido una extraña transformación que parece reflejar un desarrollo similar al de otros prelados americanos, como el del Arzobispo Charles (“ninguna cuestión se encuentra en forma aislada”) Chaput. Conley y sus cofrades profesan estar desconcertados –¡sólo desconcertados!– acerca de cuál candidato merece en esta elección el voto católico.
Así, después de declarar que “el aborto es un grave, inconcebible e intolerable mal, y que no podemos apoyarlo en las cabinas para el voto”, como así lo hizo Conley en 2014, Conley procede inexplicablemente a reflexionar del siguiente modo:
(…) Cuando votamos, necesitamos considerar cuidadosamente los detalles específicos de cada carrera electoral. Un partidismo ciego puede ser peligroso, y tenemos que mirar la pasada retórica política y alarmismo de los medios para poder hacer discernimientos prudentes.
En cada carrera electoral, necesitamos discernir si hay un candidato que pueda favorecer la dignidad humana, el derecho a la vida y el bien común. Cuando lo hay, podremos sentirnos libres de votar en favor de ese candidato, con independencia de que sea miembro de un partido mayoritario o no. En circunstancias extraordinarias, algunos católicos pueden decidir, en buena conciencia, que no hay un candidato adecuado para un cierto cargo en particular y abstenerse de votar en esa carrera electoral en particular.
(…) Elegir no votar en favor del “Candidato A” no es lo mismo que votar activamente en favor del “Candidato B”. Ningún católico ha de sentirse obligado a votar en favor de un candidato sólo con el fin de impedir la elección de otro.
En buena conciencia, algunos católicos podrían elegir votar en favor de un candidato que, con cierto grado de probabilidad, sería más probable que hiciera algo bueno, y la menor cantidad de daño, en los asuntos fundamentales: vida, familia, derecho de conciencia y libertad religiosa. O, en buena conciencia, algunos podrían elegir al candidato que mejor represente una visión cristiana de la sociedad, independientemente de sus probabilidades de ganar. O, en buena conciencia, algunos podrían elegir no votar en favor de ningún candidato en absoluto para algún cargo en particular.
Como materia de conciencia, los fieles católicos (…) harán diferentes juicios sobre esas cuestiones, y llegarán a diferentes conclusiones; esto refleja el hecho de que el Señor nos ha dado intelectos libres y voluntades libres.
Esto no es más que un argumento ligeramente velado en favor de la abstención en esta elección, o para emitir un voto inútil en favor del candidato de un tercer partido. Es decir, es un argumento ligeramente velado en favor de la elección de Hillary Clinton. O más bien no tan ligeramente velado: “Ningún católico ha de sentirse obligado a votar en favor de un candidato sólo con el fin de impedir la elección de otro.”
¿De veras? ¿De dónde deriva Conley este principio nuevo de “conciencia”, dado que los católicos tienen el deber de mitigar el daño al bien católico precisamente votando en favor de un candidato para que así uno mucho peor no sea elegido? Esta es la razón por la que el Papa Pío XII declaró que los católicos debían, bajo pena de pecado mortal, votar en las elecciones italianas de 1946 y 1948, a fin de impedir que el Partido Comunista obtuviera una mayoría en el parlamento italiano. Esto necesariamente implicaba votar por candidatos no perfectos a fin de poder bloquear la elección de candidatos comunistas completamente inaceptables.
Ahora bien, por un lado, tenemos a Donald J. Trump:
· Ha prometido nombrar jueces conservatistas para la Corte Suprema, proporcionándonos incluso una lista de 20 jueces conservatistas para nuestro examen o revisión.
· Su compañero de campaña para la vicepresidencia, Mike Pence, promete que el
Roe v. Wade terminará convirtiéndose en un “
montón de cenizas de la historia” si él y Trump son elegidos.
· Ha prometido además defender la Enmienda Hyde, que prohíbe la financiación federal del aborto.
· Ha prometido buscar la abrogación de la Enmienda Johnson, que amordaza a las organizaciones religiosas en relación a las elecciones, silenciando la voz de la religión en la política. Él declaró incluso: “
Me figuro que ésta es la única forma de yo llegar al cielo.”
· Ha establecido un
comité consejero católico de 34 líderes católicos, entre los cuales están algunos de los más prominentes activistas pro-vida en el mundo.
· Ha prometido dejar de dar fondos a Planned Parenthood hasta que ésta deje de proveer abortos.
Ningún candidato republicano había contraído nunca tales específicos e inequívocos compromisos por la suprema causa pro-vida.
En el otro lado, Hillary Clinton promete apretar a través de un aborto federalmente subvencionado a la carta, hasta el momento mismo del alumbramiento, y embalar la Corte Suprema con tres, y quizás hasta cinco, ideólogos rabiosamente pro-muerte y pro-homosexuales, que tiranizarían América durante las siguientes décadas.
Y con todo, a la vista de estos hechos destacados, y olvidando que los católicos tienen una grave responsabilidad moral de votar por aquellos candidatos que están dispuestos a promover leyes basadas en la ley natural y contra aquéllos que promueven leyes que contradicen la ley natural, el Obispo Conley se frota su barbilla retórica y dice: “Hmm, ¡hay aquí una elección muy difícil!”
¿Disculpe? ¿Qué pasó con la declaración de Conley de 2014 de que “Nuestro fracaso en proteger al no nacido es un fracaso de la más alta magnitud” y que “el derecho a la vida es el derecho humano fundamental”? Aparentemente, Conley ha decidido de repente que la magnitud de la matanza masiva de no nacidos no es tan alta, después de todo, y que el derecho a la vida quizás no sea más fundamental que otros derechos (como el imaginario “derecho a la inmigración” sin restricciones).
Vale. ¿Qué está pasando realmente aquí? ¿De qué va todo esto? ¿Por qué el Obispo Conley y otros prelados americanos están tan claramente en el carro de Hillary Clinton? El indómito Chris Manion en el Daily Caller cree que los $80 millones en fondos federales que los obispos reciben cada año por servicios relacionados con la inmigración y otros proyectos, que Trump bien podría eliminar, constituye parte de la explicación. Él escribe:
El Cardenal Timothy Dolan de Nueva York, presidente de la conferencia episcopal en aquel momento, realmente
admitió al Wall Street Journal que los obispos habían sufrido “laringitis” en relación a la enseñanza de la Iglesia sobre matrimonio, familia y moralidad sexual… ¡desde la década de los ´60!
De manera coincidente, fue cuando los dólares federales comenzaron a fluir.
Hoy día un gran pedazo de esos fondos –diez millones al año, como mínimo– van a las agencias de la Iglesia que cuidan de los extranjeros ilegales, como contratistas del gobierno federal.
Curiosamente,
mientras que nuestros obispos han sido ruidosos en su condenación de Donald Trump (igual que Hillary, Dolan avisó lúgubremente de su “nativismo”), han sido extrañamente suaves a la hora de singularizar el historial pro-aborto de su oponente.
Exactamente es así; y supongo que constituye una buena parte de la respuesta. Pero la mayor parte, desde esta perspectiva fatimista, proviene, creo yo, de lo que el Tercer Secreto de Fátima pronostica y de lo que estamos siendo testigos hoy día: la apostasía de la Iglesia que comienza en lo más alto.
Solamente esto explicaría por qué Francisco está constantemente demandando fronteras abiertas, protección medioambiental, inmigración ilimitada y la abolición mundial de la pena de muerte, al mismo tiempo que curiosamente se abstiene de demandar la abolición mundial de la estatalmente patrocinada y estatalmente subvencionada matanza masiva de niños inocentes en el seno de sus madres. Éste es un muy peculiar orden de prioridades para un Romano Pontífice. ¿Qué otra cosa sino la “desorientación diabólica”, por citar a Lucía de Fátima, explicaría esto?
¡Que Nuestra Señora, Patrona de las Américas, interceda por nosotros por vía milagrosa para esta elección! Pues está claro que no podemos esperar ayuda ni del Vaticano ni de la indigna generalidad de los obispos americanos, que nos conducirían a sacrificarnos a cambio de un plato de lentejas federal.
Fuente: FATIMA NETWORK
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
No coincido con la opinión vertida por el articulista.
Debe quedar claro, en primer lugar, que Trump no es contrario al aborto, sino partidario del mismo por medio de los famosos "supuestos": peligro físico de la madre, violación y malformaciones (eugenesia, hablando claro, otro pecado muy grave que, al parecer, no influye a la hora de votar a Trump). Y, en cualquier caso, sólo ha hablado de eliminar la financiación a Planned Parenthood.
Es decir, toda la argumentación a favor de votar a Trump (¡Y no sólo eso, sino toda la argumentación a favor de la obligatoriedad de votar a Trump!) es todavía más endeble que la que se podría haber presentado para votar al PP en 2011. Se puede decir que Trump no ha gobernado mientras que el PP sí lo había hecho antes de 2011 y no prohibió el aborto (en la ley Ledesma 85, más o menos lo mismo que Trump dice defender), pero es que la credibilidad de Trump es aún menor. Aún obviando su etapa "pro derecho a decidir" en los años 80-90, en su actual campaña no ha mantenido, ni de lejos, una postura nítida en el tema. Algo que, por otra parte, es lo habitual en muchos de los llamados "líderes pro vida", que precisamente se definen por no querer penalizar el aborto, sino por querer traficar con él para obtener beneficios políticos o económicos.
Y respecto al ejemplo de Pío XII y las elecciones italianas en el 46 y el 48, hay que ver lo bien que le salió: No hizo falta que ganaran los comunistas para que a Italia llegaran el aborto, el divorcio, el laicismo, etc. Como aquí en España y en todos lados, que aún estamos esperando a la izquierda para que haga todas las tropelías que ya hace rato que ha consumado la derecha.
Y eso por no hablar de la paradoja que supone exigir el voto para Trump desde posturas de ortodoxia cuando la condena al liberalismo y el impedimento del voto al mismo es diáfana según la Doctrina de la Iglesia. O que casi hegemónicamente se apoye a un acatólico como Trump mientras se critican a la ligera (y de manera mucho más dura que las críticas que he dirigido yo a Trump, al que alguna vez he reconocido cosas positivas) otras simpatías que, ni por asomo, están tan alejadas de postulados católicos como lo está Trump...
Con todos los fallos en sus palabras, me parece mucho más razonable lo que dice el obispo Conley: O se votan políticas cristianas o no se vota. Y si al articulista le parece que el obispo -del que no es mi intención erigirme en defensor- prioriza la "inmigración sin restricciones" sobre el derecho a la vida, yo le podría decir que él asoma la patita precisamente por lo opuesto: priorizar la "antiinmigración" sobre el derecho a la vida, porque no me creo que tanta gente se siga tragando el rollo conservador "pro vida" a estas alturas.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
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raolbo
Debe quedar claro, en primer lugar, que Trump no es contrario al aborto, sino partidario del mismo por medio de los famosos "supuestos": peligro físico de la madre, violación y malformaciones (eugenesia, hablando claro, otro pecado muy grave que, al parecer, no influye a la hora de votar a Trump). Y, en cualquier caso, sólo ha hablado de eliminar la financiación a Planned Parenthood.
El articulista ha hablado de otras cosas: nombrar a jueces conservadores para derogar con Roe v. Wade, por ejemplo. Hillary, en cambio, ha prometido nombrar a jueces favorables al aborto y al matrimonio homosexual para consagrar durante generaciones estas aberraciones como derecho constitucional.
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raolbo
Es decir, toda la argumentación a favor de votar a Trump (¡Y no sólo eso, sino toda la argumentación a favor de la obligatoriedad de votar a Trump!) es todavía más endeble que la que se podría haber presentado para votar al PP en 2011.
El PP ciertamente engañó a algunos electores en 2011 prometiendo que reformaría la ley del aborto; sin embargo, a diferencia de España, en Estados Unidos actualmente el aborto está amparado por la Constitución en virtud de Roe v. Wade, que solo puede ser revocada por el Tribunal supremo. Estas elecciones son especialmente decisivas a este respecto ya que recientemente ha muerto Antonin Scalia, uno de los jueces del tribunal de la (ajustada) minoría pro-vida, y será el próximo presidente de EE.UU. quien nombre a su sucesor, lo que consagrará Roe v. Wade durante generaciones o, por contra, permitirá albergar esperanzas en su revocación.
No me cae bien Trump, creo que es un impresentable, al igual que su oponente, y no sé si votaría por él si fuese yankee, pero el sistema estadounidense es bien distinto al español y allí existe un movimiento católico y pro-vida que tiene influencia real. Respeto la opinión de católicos tradicionalistas como Christofer Ferrara, por lo que no tengo tan claro que los dos candidatos sean igual de deleznables.
En cuanto a lo de hacer la frontera hispano-mejicana más impermeable, me parece que es algo a lo que todos los hispanistas deberíamos aspirar. No acabo de entender el posicionamiento totalmente opuesto de algunos foristas. Es ilusorio pensar que Méjico se va a anexionar algún día California o Tejas. Por el contrario, no es descabellado pensar en una unión hispanoamericana que pudiera reducir la influencia y dependencia anglosajona.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
En resumidas cuentas, que si eres católico tienes que votar a Trump por cojones. Nada de votar a otros candidatos (que los hay, aparte de Hillary) ni de abstenerte. Hay que votar a Trump o incurres en pecado mortal. Esperable en el peculiar "tradicionalismo" yanqui de The Remnant y compañía. Incomprensible en el tradicionalismo hispánico.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
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Kontrapoder
En resumidas cuentas, que si eres católico tienes que votar a Trump por cojones. Nada de votar a otros candidatos (que los hay, aparte de Hillary) ni de abstenerte. Hay que votar a Trump o incurres en pecado mortal. Esperable en el peculiar "tradicionalismo" yanqui de The Remnant y compañía. Incomprensible en el tradicionalismo hispánico.
Creo que ningún católico tradicionalista español iría tan lejos. Ahí ciertamente la pifia Ferrara. Creo que podía haber expuesto sus argumentos sin haber recurrido a la falacia del "pecado mortal", que resta credibilidad a todo lo demás. Votar a Clinton a conciencia seguramente sea pecado mortal, pero desde luego no lo es abstenerse de participar en el sistema demoliberal.
Por otro lado, el boom abortista en todo el mundo empezó con Roe v. Wade, por lo que su revocación me parece que también tendría influencia en todo el mundo. Igual sucede con Oriente Medio, donde la política exterior yankee está erradicando el cristianismo de la región. Creo que es normal que a los católicos españoles nos interesen estas elecciones. Ambas posiciones: "da igual quien gane" o "mejor que gane Trump", me parecen respetables. Lo que sería incomprensible es que un católico prefiriese que ganara Clinton.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Rodrigo, mencioné el tema de la inmigración porque al final es uno de los temas centrales de estas elecciones. Y sostengo que muchas veces que se nos habla de apoyar a Trump por lo del aborto (no hablo del articulista, al que no conozco, ni de nadie en concreto) en realidad se está apoyando a Trump por el tema migratorio, siendo el aborto un arma más para enmascarar la cuestión a la que se alude. Y sino, ya se dirá porque el articulista se monta la película de que el obispo está contra Trump por el tema de la inmigración. Podrían decirle lo contrario a él.
Pero en fin, más que el apoyo a Trump, que puedo encontrar comprensible, me parece que en el artículo se hace un patinazo enorme al decir que Trump está dispuesto a hacer leyes basadas en la ley natural (algo que nadie puede tomar en serio), que los citados obispos americanos (que tendrán también lo suyo, desde luego) están "claramente en el carro de Hillary Clinton" o que no votar a Trump es pecado mortal. Y, ahora que lo pienso, la comparación con Pío XII a finales de los 40 está del todo traída por los pelos, porque no se puede comparar la democracia cristiana de antes del Concilio -que aún con todos sus defectos, podía tener mínimamente presente una política cristiana- con Trump. No negaré que todo esto me parece fuera de lugar y aderezado con sentencias muy graves, desde luego.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Celebro que Ferrara tenga la misma posición que yo.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
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raolbo
Rodrigo, mencioné el tema de la inmigración porque al final es uno de los temas centrales de estas elecciones. Y sostengo que muchas veces que se nos habla de apoyar a Trump por lo del aborto (no hablo del articulista, al que no conozco, ni de nadie en concreto) en realidad se está apoyando a Trump por el tema migratorio, siendo el aborto un arma más para enmascarar la cuestión a la que se alude. Y sino, ya se dirá porque el articulista se monta la película de que el obispo está contra Trump por el tema de la inmigración. Podrían decirle lo contrario a él.
No se monta ninguna película. Los obispos norteamericanos están encantados con la inmigración ilegal porque de este modo piensan paliar la extremada reducción del número de fieles católicos en Estados Unidos, donde hay 40 millones de apóstatas (un octavo de la población). De lo que no se dan cuenta, o no se quieren dar cuenta, es que los hispanos que llegan a Estados Unidos abandonan la Fe a un ritmo mayor todavía. En las próximas décadas veremos cerrar, vender y derribar miles de parroquias e iglesias en Estados Unidos y el resto del mundo, particularmente en "Occidente".
Por cierto, el sínodo de la familia y la nefasta Amoris Laetitia hay que entenderlos en este mismo contexto. La comunión para los divorciados amancebados fue promovida por los obispos alemanes, en especial el cardenal Kasper. En Alemania la Iglesia se financia por los fieles católicos que se registran como tales y los números de "registrados" no paran de descender. Allí, a diferencia de España, el que no se registra como miembro de ninguna religión paga menos impuestos. De ahí la urgencia en tratar de contentar a los disidentes.
La trayectoria de Christofer Ferrara es clara. No odia a los hispanos. Será demócrata-cristiano, posibilista o como o queramos llamar en política, pero en religión es tradicionalista. Muchos de sus artículos en The Remnant están traducidos al español en Adelante la Fe - Opinión y noticias católicas
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Martin y Rodrigo, ¿sabéis si John C. Rao ha expresado alguna opinión acerca de Trump?
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
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Martin y Rodrigo, ¿sabéis si John C. Rao ha expresado alguna opinión acerca de Trump?
Que yo sepa no (por lo menos, en sus artículos de The Remnant no lo he visto).
De todas formas, me gustaría aclarar que Christopher Ferrara coincide con John Rao en compartir un mismo pensamiento tradicional en materia político-social: los problemas actuales de Estados Unidos tienen su origen en su misma raíz constitucional, y por tanto, para una verdadera solución, toda su constitución y sistema político deben ser transformados y cambiados por otros radicalmente distintos (en contraposición al pensamiento conservatista, que sólo ve en los problemas actuales una desviación accidental con respecto a las ideas constitucionales que están en el origen de la República estadounidense, y que, por tanto, la solución radica en volver de nuevo a esas bases y fundamentos políticos establecidos en el origen de la República).
Aclarada esta base político-teórica en la que descansa el pensamiento de Christopher Ferrara, es lógico que, cuando se desciende a la emisión de juicios sobre cuestiones político-prácticas, puedan existir discrepancias sobre lo que realmente conviene o no al objetivo previamente citado que sirve de base teórica en materia político-social. Entramos, entonces, en el terreno de lo prudencial, y surgen legítimas opiniones distintas de cuál deberá ser nuestra actuación para el caso en concreto. Aquí es donde creo que el Sr. Ferrara se equivoca cuando utiliza un lenguaje categórico en la determinación de cuál haya de ser el comportamiento de un católico estadounidense en las próximas elecciones.
Hace pocos meses surgió un debate parecido con motivo de las elecciones a la presidencia de la República Argentina. Muchos de los argumentos que se esgrimían entonces han ido aparecido de nuevo al calor de estas nuevas elecciones, esta vez a la presidencia de la República de los EE.UU. La parte que más chirría en la opinión del Sr. Ferrara es la insistencia en esa obligatoriedad en conciencia de, no sólo tener que participar en las elecciones al cargo de Presidente del Gobierno, sino de hacerlo en favor de un candidato en concreto. La razón principal que da es que estamos ante una situación particular que se diferencia de las anteriores, en que los candidatos de los partidos mayoritarios eran inaceptables. Pero creo entender que también el Sr. Ferrara no considera al Sr. Trump un candidato totalmente aceptable para un católico y, por tanto, lo considera más bien como un mal menor. Pero, entonces, ¿en qué se diferenciarían estas elecciones de cualesquiera otras elecciones anteriores, donde también se podría haber realizado ese argumento del mal menor?
El Sr. Ferrara parece entender que la diferencia específica está en que el Sr.Trump es un candidato que no deriva del propio sistema oficial: no ha ocupado cargos públicos previos ni ha formado parte de los partidos políticos oficiales del sistema, sino que se trata de un outsider que, conforme a la peculiaridad del sistema estadounidense, ha conseguido ser el más votado entre los afiliados al Partido Republicano en las distintas primarias celebradas en los Estados (frente a los candidatos oficiosos de los órganos centrales del Partido) y, por tanto, en principio, puede que se trate de un caso realmente distinto del que se le presentaba a los católicos estadounidenses en pasadas elecciones. Para que nos hagamos una idea de este caso particular, yo creo que se podría comparar (salvadas las diferencias de sistema político y electoral) al de un Jesús Gil y Gil, o un Ruiz-Mateos o un Mario Conde, personas todas ellas no aceptables para un voto genuinamente católico; pero que eran personas poderosas por sí mismas, que no formaban parte del sistema oficial, y que no sabías por dónde iban a salir o lo que iban a poder hacer en contra de los dogmas o postulados político-sociales del propio sistema (el cual se encargaría de destruirlos para evitar precisamente eso, cualquier sorpresa desagradable).
Quizás ésta sea la clave de la excesiva confianza que el Sr. Ferrara deposita en el Sr. Trump. Y eso es lo que le hace caer en la, a mi entender, exageración equivocada de tomar la posición de imponer en conciencia a los católicos (so pena de incurrir en una supuesta culpa moral grave para aquél que no haga eso, y sólo eso) la participación en la votación y la emisión del voto en favor del Sr. Trump.
Yo creo que, a diferencia de la opinión del Sr. Ferrara, en este caso particular sería legítimo (es decir, no debería inquietarse la conciencia de ningún católico) tanto votar al Sr. Trump como el no participar en las elecciones, pues a nadie se le puede obligar a realizar un mal, aunque éste sea supuestamente menor. En los ejemplos que pone de Pío XII de las elecciones de 1946 y 1948, se trata de cuestiones particulares totalmente distintas (en tanto que particulares). El sistema de elección era distinto y las candidaturas distintas: me parece, aunque no estoy seguro, que allí sí que se podía votar por candidaturas genuinamente católicas (aunque, desgraciadamente, Pío XII y el Vaticano se posicionaran en favor de los democristianos). Pero incluso un católico italiano de aquel entonces podía haberse legítimamente abstenido de votar, argumentando la farsa del nuevo sistema político italiano de la posguerra (impuesto, por cierto, por los propios EE.UU., como método de control de la propia política italiana).
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
He querido dejar a propósito para este otro mensaje el tema de la lucha por la vida de los inocentes y el tema de la inmigración en EE.UU. (que se mencionan en el artículo de Ferrara), porque creo que merecen una mención aparte.
Para cualquier aspecto referente a la verdadera actitud tradicional en lo político-social en el caso particular de los estadounidenses, nunca se insistirá lo suficiente en recordar (para no errar en estas materias) el criterio establecido por todos aquellos estadounidenses que se dedicaron a recomponer y forjar el pensamiento tradicional en EE.UU. en la década de los sesenta y setenta. Me estoy refiriendo, claro está, a todos aquéllos que se reunían en torno a la revista Triumph y a las asociaciones que estaban ligadas a esa publicación.
En este sentido, es preciso, en primer lugar, recordar aquella famosísima y memorable jornada del 6 de Junio de 1970, en la que un nutrido grupo de tradicionales estadounidenses, dirigidos y capitaneados por el inolvidable L. Brent Bozell, se dirigieron primero a la Iglesia de S. Esteban mártir para celebrar una "Misa Funeral por los Santos Inocentes" (celebrada por cuatro sacerdotes, siendo uno de ellos un afroamericano, otro un chino y otro un hispano); después se dirigieron a la Rotonda Washington en donde, al lado de la estatua ecuestre de George Washington, se realizaron varios discursos; y, por último, el propio Bozell acompañado de un puñado de personas, se dirigió a realizar una protesta, mediante el rezo del Rosario, a la Clínica Hospital de la Universidad George Washington, en donde fueron agredidos por fuerzas policiales. En todos estos sitios estuvieron arropados por miembros de la organización "Los Hijos del Trueno" (capitaneados por Mike Schwartz), provenientes de la Universidad de Dallas (donde tenía su cuartel general Frederick Wilhelmsen), y que portaban por la calles de Washington sus uniformes de Requetés y sus banderas del Vaticano, en lo que vino a ser la primera manifestación pública por la vida del inocente en toda la historia de los EE.UU.
https://upload.wikimedia.org/wikiped...z_6-6-1970.jpg
He querido señalar esto, antes de pasar a resumir la posición de los estadounidenses tradicionales de la revista Triumph en materia de inmigración hispana y de política a seguir con los inmigrantes hispanos, para dejar bien claro que si hay alguien en los EE.UU. que tenga autoridad moral para hablar sobre materia de lucha por la vida inocente y en materia de inmigración hispana, son precisamente los estadounidenses tradicionales (tradicionales, insisto, no sólo en lo religioso, sino también en materia político-social), que reiniciaron (o, casi me atrevería decir, inauguraron) el pensamiento tradicional en EE.UU.
La línea editorial de Triumph era favorable a la inmigración hispana como elemento esencial para la necesaria transformación del sistema político estadounidense hacia posiciones político-sociales genuinamente católicas. Pero también eran realistas, y sabían perfectamente el problema que suponía la pérdida de la fe de sus mayores de muchos inmigrantes hispanos que se "americanizaban" y, por tanto, se perdía esa levadura que los editores de Triumph consideraban necesaria como coadyuvante en el cambio político estadounidense hacia un régimen de genuino orden social cristiano o de genuina constitución político-social cristiana.
Razón, por la cual, entre otras iniciativas, L. Brent Bozell fundó la organización "Misión Guadalupe" en 1985, a fin de que, al mismo tiempo que se daba asistencia material a los inmigrantes hispanos (sin distinción de que fueran legales o ilegales), se les trataba de instruir y enseñar para no perder o para reactivar (si se había perdido) la fe católica de los padres y ancestros de los inmigrantes.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
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Martin Ant
Yo creo que, a diferencia de la opinión del Sr. Ferrara, en este caso particular sería legítimo (es decir, no debería inquietarse la conciencia de ningún católico) tanto votar al Sr. Trump como el no participar en las elecciones, pues a nadie se le puede obligar a realizar un mal, aunque éste sea supuestamente menor.
Es que la discusión, planteada en términos razonables, sería si es lícito para un católico plantearse el voto a Trump -que ni de lejos, como cualquier líder conservador en un país protestante, tiene una serie de propuestas aceptables en ese sentido- simplemente porque éste represente un verdadero mal manor respecto a Clinton. Discusión en la que no pretendo entrar, ni tampoco afirmar que ser partidario de Trumo es pecado mortal o algo similar.
Pero en el artículo se da una vuelta de tuerca, y no sólo se asume que votar a Trump es aceptable, sino que incluso se afirma que es obligatorio bajo peligro de pecado mortal. Simplemente hice constar lo que me parece un disparate, aunque repito que puedo comprender (que no compartir) el apoyo a Trump.
P. D. Por cierto, no me parece descabellado afirmar que Trump es una suerte del equivalente americano de las formaciones identitarias europeas, a las que ciertamente veo con muy poca y decreciente simpatía. Lanzo esta idea a ver qué os parece, porque hay, desde luego, bastantes similitudes a muchos niveles (prosionismo, antiinmigración en clave racista, defensa a ultranza de lo que llaman "valores occidentales", etc).
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
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Martin Ant
Yo creo que, a diferencia de la opinión del Sr. Ferrara, en este caso particular sería legítimo (es decir, no debería inquietarse la conciencia de ningún católico) tanto votar al Sr. Trump como el no participar en las elecciones, pues a nadie se le puede obligar a realizar un mal, aunque éste sea supuestamente menor.
Estoy bastante de acuerdo con su mensaje, incluida la caracterización que hace de Trump como un Jesús Gil y Gil. No obstante, me chirría un poco este párrafo. Si las opciones son votar por Trump o no votar, es casi lo mismo que pedir el voto para Trump, porque de esa manera ganaría Trump igualmente.
No hay que olvidar que, aparte de Trump y Hillary, se presentan otros candidatos que no suelen salir en los medios. ¿Por qué no se analizan sus programas para ver si alguno concuerda más con la doctrina católica? Si aquí se hace un análisis de "voto útil", el mismo sería trasladable a las elecciones españolas para apoyar al PP contra el PSOE. El Partido Republicano, lo mismo que el PP, no va a hacer nada contra el aborto, por mucho que diga el Sr. Ferrara. En ese contexto, si se argumenta el voto útil por el candidato republicano como forma de producir un cambio en el sistema, también se podría argumentar el voto al Partido Democráta por razones patrióticas y religiosas de largo plazo. No en vano, los católicos -también los preconciliares- solían votar por los demócratas porque, a igualdad de condiciones morales, éstos más respetuosos con la presencia católica e hispana. Por otra parte, no me consta que los católicos simpatizasen nunca con un candidato que enarbola el nativismo, como es el caso de Trump.
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raolbo
P. D. Por cierto, no me parece descabellado afirmar que Trump es una suerte del equivalente americano de las formaciones identitarias europeas, a las que ciertamente veo con muy poca y decreciente simpatía. Lanzo esta idea a ver qué os parece, porque hay, desde luego, bastantes similitudes a muchos niveles (prosionismo, antiinmigración en clave racista, defensa a ultranza de lo que llaman "valores occidentales", etc).
Hay una conexión muy clara con las formaciones identitarias europeas. Ayer una coalición llamada FORTRESS EUROPE, cuyo socio español es Respeto, pedía el voto para Trump con este vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=XEK6fJAv6DQ
Aparte de la habitual simpatía de la derecha europea por los republicanos yanquis, el apoyo a Trump viene determinado por sus propuestas contra la inmigración, como tú apuntabas en mensajes anteriores. También influye el hecho de que Trump sea prorruso y sea el candidato que vienen apoyando los medios rusos. Todas las demás razones que se han esgrimido (como su supuesto antiabortismo o antisionismo) no se sostienen y son simples tretas para engatusar a ciertos sectores del electorado.
Me parece comprensible que se apoye a Trump por su antiinmigracionismo y su rusofilia. Aunque yo no lo apoyaría por esas razones, es una opción lícita. Lo que no me gusta es que esos motivos prosaicos se adornen o incluso se tapen con otros más elevados que todos sabemos que no se están ventilando en estas elecciones. También me parece razonable que se apoye a Trump porque se crea que puede producir un vuelco en la situación internacional de predominio estadounidense, como explicó Donoso en su día, aunque esta estrategia no está exenta de peligros.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
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No hay que olvidar que, aparte de Trump y Hillary, se presentan otros candidatos que no suelen salir en los medios. ¿Por qué no se analizan sus programas para ver si alguno concuerda más con la doctrina católica? Si aquí se hace un análisis de "voto útil", el mismo sería trasladable a las elecciones españolas para apoyar al PP contra el PSOE. El Partido Republicano, lo mismo que el PP, no va a hacer nada contra el aborto, por mucho que diga el Sr. Ferrara. En ese contexto, si se argumenta el voto útil por el candidato republicano como forma de producir un cambio en el sistema, también se podría argumentar el voto al Partido Democráta por razones patrióticas y religiosas de largo plazo. No en vano, los católicos -también los preconciliares- solían votar por los demócratas porque, a igualdad de condiciones morales, éstos más respetuosos con la presencia católica e hispana. Por otra parte, no me consta que los católicos simpatizasen nunca con un candidato que enarbola el nativismo, como es el caso de Trump.
Pero es que las peculiaridades del sistema político y electoral estadounidense a las que aludía en mi mensaje anterior son las que han permitido que se haya dado un caso que el Sr. Ferrara, creo yo, considera como particularmente específico, que quizá explique su insistencia (a mi entender equivocada) en la confianza ciega que él deposita en el Sr. Trump y, por tanto, su (a mi entender imprudente) insistencia en la obligatoriedad del voto católico a favor, y sólo a favor, del Sr. Trump.
Una de esas peculiaridades del sistema estadounidense es la de que se puedan presentar candidatos que van por libres y por cuenta propia (sin estar sometidos a obediencias de ningún tipo, pues tienen independencia económica suficiente para ir por libres) en el seno de cualquiera de los dos Partidos Mayoritarios del sistema. Para que nos hagamos una idea: es como si yo me afilio mañana al PSOE, y me presento como candidato a Secretario General del Partido en las próximas elecciones primarias. Si yo estuviera forrado de dinero como el Sr. Trump gracias al dinero de mis supuestas empresas, yo montaría una campaña mediática espectacular, y vencería (o no) a los candidatos oficiosos que tuvieran el apoyo de los órganos centrales que estuvieran rigiendo en ese momento al Partido (hoy en día, la Comisión Gestora).
Pues bien, esto que era imposible hacerlo hasta hace pocos años en los dos Partidos Mayoritarios del sistema "español", siempre ha sido algo supuestamente posible en el sistema estadounidense. Allí la relación entre afiliado y Partido no es tan fuerte como lo ha sido aquí durante el actual régimen: aquí todos los que ostentan cargos legislativos o de gobierno dependen prácticamente del líder del Partido, y prácticamente le obedecen a rajatabla; en cambio, allí no se sienten tan vinculados, y pueden ir en contra del líder de su Partido en los distintos cargos públicos que ostenten las personas que se han presentado a dichos cargos amparándose en las siglas del Partido.
Todo esto que acabo de decir vale, como digo, tanto para el Partido Republicano como para el Partido Demócrata. Pues bien, creo que la razón de que el Sr. Ferrara confíe tanto en el Sr. Trump (hasta el punto incluso, exagerado, de considerar incurso en un acto de omisión culpable a todos aquéllos católicos estadounidenses que no le voten) es por esto que acabo de decir: que la situación particular que se va a dar en las próximas elecciones no la considera de categoría igual a la de todas las anteriores elecciones, en que siempre se presentaban los candidatos oficiosos de uno u otro de los Partidos Mayoritarios. Es decir, aquí, según él, no se trataría de un caso de mal menor entre un candidato oficioso de un Partido y un candidato oficioso del otro Partido (pues, entonces, efectivamente, ¿en qué se diferenciaría este caso actual de cualesquiera otras elecciones pasadas en que se daba la misma situación?), sino de un caso de mal menor (porque el Sr. Ferrara, según he entendido de su artículo, lo sigue considerando un caso de mal menor) entre un candidato libre o no oficioso de un Partido (candidato del cual se podría esperar, según sus promesas, algún cambio accidental en el sistema que justifique el voto católico) y el candidato oficioso del otro Partido (del cual se sabe que seguirá la línea del sistema).
Estos argumentos del Sr. Ferrara son los que me hacen sugerir la no inquietud de la conciencia de un católico que libremente decidiera votar, en estas elecciones particulares, al Sr. Trump. Del mismo modo que considero equivocado al Sr. Ferrara por querer ir un paso más allá, y declarar la obligatoriedad del voto hacia Trump, pues un católico estadounidense puede legítimamente optar por no participar en estas elecciones, pues, como he dicho antes, también en este caso nos encontraríamos ante una situación de mal menor, y a nadie se le puede obligar a apoyar positivamente un mal, por muy supuestamente menor que éste sea.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Cita:
En resumidas cuentas, que si eres católico tienes que votar a Trump por cojones. Nada de votar a otros candidatos (que los hay, aparte de Hillary) ni de abstenerte. Hay que votar a Trump o incurres en pecado mortal. Esperable en el peculiar "tradicionalismo" yanqui de The Remnant y compañía. Incomprensible en el tradicionalismo hispánico.
Es que tampoco hay que llevar las cosas demasiado lejos; el ejemplo de SS Pío XII sólo puede aplicarse a su caso concreto (años 40, comunismo estalinista a las puertas de Roma). No es aplicable a este, y la comparación es improcedente por parte del articulista. Naturalmente, NO ES pecado mortal abstenerse o no votar a Trump; faltaría más.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Por si todavía pudiera haber alguna duda acerca de la licitud de la abstención para un católico en las siguientes elecciones estadounidenses, el propio candidato Trump se ha encargado él sólo de despejarlas. Anteayer, en un mensaje, declaró abiertamente sus dudas sobre la eventual limpieza del próximo proceso electoral. Creo que esta confesión de parte es muy importante de cara a destruir la opinión de la sola legitimidad del voto al Sr. Trump como la única opción obligatoria para un católico estadounidense. Si la Sra. Clinton ganara las elecciones y un votante católico del Sr. Trump increpara a un católico abstinente, podría darse el siguiente diálogo:
Católico votante de Trump: Tonto, por tú culpa ha ganado Clinton. Con tu abstención, tú has contribuido a que ganara el candidato anticatólico que va a seguir perpetuando este sistema político-social anticristiano. Has incurrido en pecado. Vete a confesarte, mal católico.
Católico abstinente: Perdone usted, pero, ¿por qué me había yo de molestar en ir a participar en unas elecciones que estaban amañadas y que, por lo tanto, ya se sabía de antemano el resultado que iban a tener y, por lo tanto, mi voto no habría influido absolutamente nada en el resultado final? ¿Es que acaso la moral católica obliga a un católico a tener que participar en unas elecciones de cuya limpieza procesal se tiene serias y razonables dudas?
Católico votante de Trump: Eso de que las elecciones estuvieron amañadas no es verdad. ¿Acaso estás poniendo en duda el sistema político y electoral de nuestra sacrosanta democracia? ¿Eres un antipatriota?
Católico abstinente: Yo amo a mi patria y, precisamente, porque la amo, quiero su transformación del actual sistema masónico anticristiano a otro genuinamente cristiano conforme lo manda nuestra Santa Madre Iglesia. Pero difícilmente se conseguirá esa transformación participando activamente de una farsa, como lo es la del proceso electoral estadounidense.
Católico votante de Trump: ¡Y dale con lo de la farsa electoral! Eso te lo sigues inventando.
Católico abstinente: No me lo invento yo. Las dudas sobre la limpieza del proceso electoral estadounidense las emitió tu candidato, el Sr. Trump. Así que no me culpes a mí de la victoria de Clinton, ni me atosigues recriminándome una supuesta incursión mía en pecado, pues ya ves que tenía razones muy poderosas para no haber participado en las pasadas elecciones. Si tú pensabas que votar al Sr. Trump era algo lícito para un católico a fin de producir algún cambio en el sistema, yo no te recrimino nada ni te inquieto tu conciencia; pero tú tampoco inquietes mi conciencia por haber optado por la abstención, pues también, como ves, era una opción lícita para un católico estadounidense.
Católico votante de Trump: (...).
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Fuente: El PAIS
Elecciones EEUU
Trump, con los sondeos en contra, agita el bulo del fraude electoral
El republicano, criticado por líderes de su partido, conecta con una amplia desconfianza en el sistema
Marc Bassets
Washington 18 OCT 2016 - 09:07 CEST
Donald Trump, que ha roto tantos precedentes en la política de Estados Unidos, se adentra en otro terreno desconocido. A falta de tres semanas para las elecciones presidenciales, y con los sondeos en contra, el candidato republicano afirma que habrá un fraude electoral masivo para hurtarle la victoria. El bulo, reprobado por varios líderes republicanos, cuestiona algunos fundamentos de la democracia de este país: las elecciones libres y el traspaso sin incidentes del poder. Un 41% de votantes cree que podría haber fraude en favor de la candidata demócrata, Hillary Clinton, según un sondeo.
“Está claro que se ha puesto en marcha un amplio fraude en el voto antes y durante la elección. ¿Por qué los líderes republicanos niegan lo que ocurre? ¡Qué ingenuos!”
El mensaje de Trump en la red social Twitter, el lunes por la mañana, culmina un fin de la semana en el que ha redoblado la retórica conspirativa. Además de poner en duda la legitimidad de las elecciones, Trump ha repetido la petición de que Clinton vaya a la cárcel por crímenes no demostrados, y ha insinuado que esta toma drogas y debería someterse a un control antidopaje antes del tercer y último debate de esta campaña, el miércoles en Las Vegas (Nevada).
“Nuestra democracia se sostiene en la confianza en los resultados electorales, y el speaker confía plenamente en que los estados organizarán esta elección con integridad”, dijo una portavoz del ‘speaker’ o presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, líder de los republicanos en Washington. El gobernador de Indiana y candidato a la vicepresidencia con Trump, el republicano Mark Pence, también se distanció el domingo de su jefe y dijo que este aceptaría el resultado electoral. En EE UU son los estados, mayoritariamente controlados por el Partido Republicano, y las instituciones locales los encargados de organizar las elecciones. Un fraude masivo sólo podría producirse con su cooperación. La teoría conspirativa de Trump implicaría que los republicanos participarán en un fraude en contra de su candidato y en favor de Clinton.
No existen demasiados precedentes de candidatos de un gran partido que de forma explícita, e incluso antes de la jornada electoral, socave la confianza en el mismo proceso que debe llevarle a la Casa Blanca. Los candidatos Richard Nixon y Al Gore perdieron por márgenes muy estrechos en 1960 y 2000, pero aceptaron el resultado y permitieron que la sucesión se desarrollase sin incidentes. Si se hace caso de las palabras de Trump, no es seguro de que esto vaya a ocurrir si el 8 de noviembre gana Clinton.
El temor es que algunos seguidores del republicano puedan tomarse en serio sus palabras y, primero, provoquen incidentes en la jornada electoral y, después, se nieguen a aceptar el resultado.
La primera consecuencia de las palabras de Trump podría ser una reducción de la participación electoral entre los propios republicanos. Pero el mensaje de Trump también tiene atractivo entre quienes creen que las élites han amañado el sistema en su contra y en favor del establishment representado por los Clinton y el propio Partido Republicano de Trump.
Como muchas de las teorías conspirativas de Trump, la del fraude electoral es una versión exagerada de mensajes que el Partido Republicano ha alentado en el pasado. En los últimos años los republicanos han impulsado leyes que endurecen las condiciones para votar con el argumento de que servirían para atajar el fraude electoral.
En la convención de Cleveland, el pasado julio, los delegados republicanos ya entonaron el canto de “¡enciérrenla, enciérrenla!” Allí Trump, que había formulado en el pasado la misma petición, replicó: "Derrotémosla en noviembre".
La huida hacia adelante de Trump —con denuncias de un complot internacional, la insistencia en el fraude electoral y los ataques personales a las mujeres que le acusan de agresión sexual— vulnera todos los manuales de la política electoral estadounidense.
En vez de moderar su mensaje para atraer a los votantes centristas e indecisos, lo radicaliza. Así entusiasma a su base más fiel, con el riesgo de espantar a los moderados. Esto es lo que dice la teoría, pero Trump ya ha roto muchas teorías desde que en junio de 2015 presentó su candidatura sin que nadie apostase por él.
El magnate neoyorquino ha entendido que la desconfianza en las instituciones es un fenómeno extendido y piensa que la idea de que las elecciones están amañadas puede calar. Suele citar el precedente del Brexit, el voto, en contra de los pronósticos, a favor de la salida de Reino Unido de la Unión Europea.
Según un sondeo del diario Politico, un 41% de votantes —y un 73% de republicanos— cree en las teorías de un posible fraude electoral. Otro sondeo, del Pew Research Center, revela que el 78% de votantes de Trump cree que es importante que el perdedor reconozca la derrota. Pese a la amplia desconfianza, los deseos de romper el orden parecen escasos.
Fe de errores
En una versión anterior de este artículo, se daba a entender que Donald Trump no fue el primero en pedir en encarcelamiento de Hillary Clinton, sino que fueron los delegados republicanos en la convención de Cleveland, en julio. En realidad, Trump ya había hecho esta proclama antes, aunque no en Cleveland.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
No tiene sentido alguno defender a Trump más allá del razonamiento pragmático, ya que se trata al final de no hacer nada o de hacer algo que no por principio sino por circunstancias crees que te va a favorecer. Volviendo al ejemplo de hace unas semanas, Tamerlán no tiene nada de bueno pero conviene que derrote a los turcos. Pero aunque Tamerlán gane ¿quién te dice que luego no va a arrasar Roma también? No se puede saber.
Desde un aspecto moral no hay obligación alguna, tampoco creo que nadie dijera en su día que era pecado no luchar en el ejército de Constantino, y obviamente Constantino era mejor que Trump. Aquí es una cuestión prudencial.
Otro aspecto a tener en cuenta son los efectos colaterales de la derrota. Los nazis no eran católicos, pero su derrota suposo la derrota de muchas cosas que sí lo eran y que habían sido asociadas a ellos, como se explicó en un hilo en este foro. La derrota de Trump puede suponer el hundimiento de más cosas que el propio Trump. Y se empeora si encima son los propios católicos los que deciden atarse de esa forma imprudente.
Lo que no está tan claro son los efectos colaterales de la victoria. Por décadas, quizá ya siglos, los católicos se han sumado a bandos y guerras de gente que no era suya (generalmente liberales conservadores) con la esperanza de tener beneficios colaterales de sus victorias, cosa que nunca ha pasado. Con Constantino los cristianos sí tenían su propio plan político que iba más allá de que Constantino ganara, eso no sucede a día de hoy. Por eso probablemente dará igual que gane Trump igual que da igual que el PP todas las elecciones de los próximos 100 años, porque no hay objetivo político propio, sólo somos tropas auxiliares de guerras ajenas.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Vale. Pero me gustaría recalcar que ese razonamiento sobre Ciudadano Trump deberían también hacérselo ver muchos católicos que dan su apoyo moral incondicional al Sr. Putin, y aplicárselo a su vez al jefe político de Rusia.
Dejando al margen los aspectos de política interior (política provida o promuerte, política proinmigración hispana o antiimigración hispana, etc., etc.) si quisiéramos enfocar las próximas elecciones estadounidenses desde el punto de vista de la política exterior o internacional, ciertamente el Sr. Trump es posible que pudiera significar la paz. Es decir, podría significar el fin del Estado Islámico, el restablecimiento de Bashar al-Ásad en el pacífico dominio de los territorios de su jurisdicción, y el fin del conflicto en Oriente Próximo, y todo el mundo de vuelta a su casita (y Dios en la de todos).
Pero lo que no cabe duda alguna es que la Sra. Clinton significa la guerra. Es decir, significa la continuación en la escalada de la política de provocación hacia Rusia llevada a cabo por los Gobiernos de EE.UU. hasta el día de hoy, hasta que al Sr. Putin se le acabe la paciencia y declare la guerra a "Occidente".
Si nos ponemos en plan providencialista, es cierto que Ciudadano Trump podría (o no, ¿quién sabe?) significar un elemento pacificador al estilo de Tamerlán con los turcos, y significar para esta vieja y decrépita Europa una prolongación de su tiempo de paz con vistas al cambio y a la conversión. Pero igualmente, la Sra. Clinton significaría, sin duda alguna, la continuación de la política de provocación, y el Sr. Putin vendría entonces, a su vez, a constituir un elemento de castigo para Europa, pues Europa quedaría englobada dentro de ese genérico ataque a "Occidente", sin necesidad de decir cuáles serán en ese caso los efectos colaterales para los católicos, estando de por medio en mitad del "fregado". (Del mismo modo que a los tradicionales españoles de 1940 no les entusiasmaba ver a los alemanes al pie de los Pirineos, a mí personalmente no me haría ni pizca de gracia tener a los rusos al pie de los Pirineos.)
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Martin, es muy dudoso que de Trump se derive la paz. Pudiera ser, por una carambola de la historia, pero es muy dudoso. El tipo ha hecho declaraciones en las que hablaba con gran naturalidad de invadir varios países. En el pasado apoyó las intervenciones norteamericanas en Oriente Próximo y aún pedía más. Su forma de manejarse en la vida no invita a pensar que adopte posturas responsables en el ámbito militar. El que iría como vicepresidente, Mike Pence, dice en la actualidad que hay que bombardear a Assad.
Por cierto, el candidato que más se significó a favor de Assad fue el denostado Ted Cruz. Cruz habló claramente de apoyar al régimen sirio e incluso envío a un senador a hablar con Assad en Siria. Sin embargo, en los medios rusos se descalificó desde el principio a ese candidato, señal de que aquí el verdadero interés no es Siria.
No estoy al tanto de las posiciones reales de Hillary Clinton. Probablemente sea una bruja, como algunos dicen. Pero, en lo que tengo observado en las últimas décadas, el Partido Demócrata no es tan agresivo en el exterior como el Partido Republicano, por mucho que diga cierta leyenda que los califica de "aislacionistas". Los demócratas han bombardeado países, cierto, pero las grandes intervenciones las llevaron a cabo los republicanos. El jaleo que hay ahora montado en Oriente Próximo tiene su origen en los gobiernos de Bush, padre e hijo.
En mi opinión, Putin apoya a Trump, no tanto porque sea prorruso, sino porque cree que será tal desastre que sumirá a Estados Unidos en el caos y con ello dejará de ser la primera potencia. Claro, que esto se puede se puede volver en contra muy fácilmente. Imagínate que Trump renuncia --a veces da la impresión de que Trump en realidad no quiere ser presidente-- y se pone de número uno Mike Pence, que tiene todas las trazas de ser de la vieja escuela.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Bueno, yo lo planteaba de la siguiente forma:
- Gana Donald Trump: posibilidad de paz o posibilidad de continuación de la política de los anteriores Gobiernos en Oriente Próximo y, por ende, en relación a Rusia.
- Gana Hillary Clinton: seguridad absoluta de continuación de la política de los anteriores Gobiernos en Oriente Próximo y, por ende, en relación a Rusia.
Pienso que con Trump puede haber lugar a la duda o la incertidumbre (y, por tanto, una puerta abierta a la posibilidad de la paz). Con Clinton, en absoluto.
(Dicho todo lo cual, huelga recordar, por supuesto, la carencia de idealismo o altruismo alguno de Rusia en la cuestión siria, sino la mera existencia de un interés tan vital para ella como lo es la tanto tiempo ansiada –y finalmente conseguida– salida al Mediterráneo, con su base naval en Tartus.)
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Quería dejar de participar en el hilo, porque no quiero que de la sensación que soy "fan" de Trump, que no lo soy. Sí veo, no obstante, además de en el tema del aborto y la libertad religiosa, diferencias en cuanto a la política exterior.
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Kontrapoder
El que iría como vicepresidente, Mike Pence, dice en la actualidad que hay que bombardear a Assad.
Trump ha manifestado públicamente que estaba en desacuerdo con Pence respecto a estas declaraciones. De lo que no cabe duda es que es una torpeza llevar como segundo de abordo a alguien que no sigue las directrices del capitán y dice lo que quiere.
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Kontrapoder
Pero, en lo que tengo observado en las últimas décadas, el Partido Demócrata no es tan agresivo en el exterior como el Partido Republicano, por mucho que diga cierta leyenda que los califica de "aislacionistas". Los demócratas han bombardeado países, cierto, pero las grandes intervenciones las llevaron a cabo los republicanos. El jaleo que hay ahora montado en Oriente Próximo tiene su origen en los gobiernos de Bush, padre e hijo.
Las últimas filtraciones de Wikileaks demuestran lo contrario: que Clinton es una fanática prosionista que ha estado apoyando a los terroristas del Daesh para reducir Siria a escombros e impedir así que Irán cuente con un aliado próximo al Estado judío.
De todas formas, todo indica que Trump va a perder, así que creo deberíamos centrarnos en la amenaza de Clinton y lo que espera a EE.UU. y al mundo de esta fanática anticatólica, abortista, aberrosexualista y ultrasionista.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
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Kontrapoder
--a veces da la impresión de que Trump en realidad no quiere ser presidente--
Michael Moore decía hace un par de meses que la candidatura de Trump fue un show que se le ha ido de las manos.
Trump Is Self-Sabotaging His Campaign Because He Never Really Wanted The Job In The First Place | Huffington Post
Trump Is Self-Sabotaging His Campaign Because He Never Really Wanted The Job In The First Place
Friends,
Donald Trump never actually wanted to be president of the United States. I know this for a fact. I’m not going to say how I know it. I’m not saying that Trump and I shared the same agent or lawyer or stylist or, if we did, that that would have anything to do with anything. And I’m certainly not saying that I ever overheard anything at those agencies or in the hallways of NBC or anywhere else. But there are certain people reading this right now, they know who they are, and they know that every word in the following paragraphs actually happened.
Trump was unhappy with his deal as host and star of his hit NBC show, “The Apprentice” (and “The Celebrity Apprentice”). Simply put, he wanted more money. He had floated the idea before of possibly running for president in the hopes that the attention from that would make his negotiating position stronger. But he knew, as the self-proclaimed king of the dealmakers, that saying you’re going to do something is bupkus — DOING it is what makes the bastards sit up and pay attention.
Trump had begun talking to other networks about moving his show. This was another way to get leverage — the fear of losing him to someone else — and when he “quietly” met with the head of one of those networks, and word got around, his hand was strengthened. He knew then that it was time to play his Big Card.
He decided to run for president.
Of course he wouldn’t really have to RUN for president — just make the announcement, hold a few mega-rallies that would be packed with tens of thousands of fans, and wait for the first opinion polls to come in showing him — what else! — in first place! And then he would get whatever deal he wanted, worth millions more than what he was currently being paid.
So, on June 16 of last year, he rode down his golden escalator and opened his mouth. With no campaign staff, no 50-state campaign infrastructure — neither of which he needed because, remember, this wasn’t going to be a real campaign — and with no prepared script, he went off the rails at his kick-off press conference, calling Mexicans “rapists” and “drug dealers” and pledging to build a wall to keep them all out. Jaws in the room were agape. His comments were so offensive, NBC, far from offering him a bigger paycheck, immediately fired him with this terse statement: “Due to the recent derogatory statements by Donald Trump regarding immigrants, NBCUniversal is ending its business relationship with Mr. Trump.” NBC said it was also canceling the beauty pageants owned by Trump: Miss USA and Miss Universe. BOOM.
Trump was stunned. So much for the art of the deal. He never expected this, but he stuck to his plan anyway to increase his “value” in the eyes of the other networks by showing them how many millions of Americans wanted Him to be their Leader. He knew, of course (and the people he trusted also told him) that there was no way he was actually going to win many (if any) of the primaries, and he certainly would not become the Republican nominee, and NEVER would he EVER be the President of the United States. Of course not! Nor would he want to be! The job of being President is WORK and BORING and you have to live in the GHETTO of Washington, DC, in a SMALL 200-year old house that’s damp and dreary and has only TWO floors! A “second floor” is not a penthouse! But none of this was a worry, as “Trump for President” was only a ruse that was going to last a few months.
And then something happened. And to be honest, if it happened to you, you might have reacted the same way. Trump, to his own surprise, ignited the country, especially among people who were the opposite of billionaires. He went straight to #1 in the polls of Republican voters. Up to 30,000 boisterous supporters started showing up to his rallies. TV ate it up. He became the first American celebrity to be able to book himself on any show he wanted to be on — and then NOT show up to the studio! From “Face the Nation” to “The Today Show” to Anderson Cooper, he was able to simply phone in and they’d put him on the air live. He could’ve been sitting on his golden toilet in Trump Tower for all we knew — and the media had no problem with any of that. In fact, CBS head Les Moonves famously admitted that Trump was very good for TV ratings and selling ads — music to the ears the NBC-spurned narcissist.
Trump fell in love with himself all over again, and he soon forgot his mission to get a good deal for a TV show. A TV show? Are you kldding — that’s for losers like Chris Harrison, whoever that is (host of “The Bachelorette”). He was no longer king of the dealmakers — he was King of the World! His tiniest musings would be discussed and dissected everywhere by everybody for days, weeks, months! THAT never happened on “The Apprentice”! Host a TV show? He was the star of EVERY TV SHOW — and, soon, winning nearly every primary!
And then... you can see the moment it finally dawned on him... that “Oh shit!” revelation: “I’m actually going to be the Republican nominee — and my rich beautiful life is f#*@ing over!” It was the night he won the New Jersey primary. The headline on TIME.com was, “Donald Trump’s Subdued Victory Speech After Winning New Jersey.” Instead of it being one of his loud, brash speeches, it was downright depressing. No energy, no happiness, just the realization that now he was going to have to go through with this stunt that he started. It was no longer going to be performance art. He was going to have to go to work.
Soon, though, his karma caught up with him. Calling Mexicans “rapists” should have disqualified him on Day One (or for saying Obama wasn’t born here, as he did in 2011). No, it took 13 months of racist, sexist, stupid comments before he finally undid himself with the trifecta of attacking the family of a slain soldier, ridiculing the Purple Heart and suggesting that the pro-gun crowd assassinate Hillary Clinton. By this past weekend, the look on his face said it all — “I hate this! I want my show back!” But it was too late. He was damaged goods, his brand beyond repair, a worldwide laughing stock — and worse, a soon-to-be loser.
But, let me throw out another theory, one that assumes that Trump isn’t as dumb or crazy as he looks. Maybe the meltdown of the past three weeks was no accident. Maybe it’s all part of his new strategy to get the hell out of a race he never intended to see through to its end anyway. Because, unless he is just “crazy,” the only explanation for the unusual ramping up, day after day, of one disgustingly reckless statement after another is that he’s doing it consciously (or subconsciously) so that he’ll have to bow out or blame “others” for forcing him out. Many now are sensing the end game here because they know Trump seriously doesn’t want to do the actual job — and, most importantly, he cannot and WILL NOT suffer through being officially and legally declared a loser — LOSER! — on the night of November 8th.
Trust me, I’ve met the guy. Spent an afternoon with him. He would rather invite the Clintons AND the Obamas to his next wedding than have that scarlet letter (“L”) branded on his forehead seconds after the last polls have closed on that night, the evening of the final episode of the permanently cancelled Donald Trump Shit-Show.
Postscript:
Don, if you’re reading this, do it soon. Give your pathetic party a chance to pick up the pieces and nominate Ryan or Romney so they can be the ones to lose the White House, the Senate, the House and yes, praise Jesus and the Notorious RBG, the Supreme Court. Don’t be too hard on yourself. You’re only the logical conclusion to a party that has lived off the currency of racism and bigotry and fellating the 1 percent for decades, and now their Trump has come home to roost.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
El sistema ha perdido recientemente dos veces, con el Brexit y con Colombia.
Y con perdido no me refiero a que los que apoyaban la otra opción fueran seres de luz (que aquí rápido se saca punta a todo) sino que la opción que el gobierno mundial promocionaba a diestro y siniestro fracasó.
Así que no descartemos que Trump gane contra pronóstico.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Después de haber visto el último debate, tengo que decir que mis simpatías por Trump han aumentado bastante; es una especie de Jesús Gil pero a lo grande, un poco patán (tirando a mucho) pero nada más, ese hombre no me parece peligroso. Incluso puede resultar hasta simpático y todo (si ignoramos su desconocimiento y sus estereotipos propios de "wasp").
............Pero ella sí que me parece una auténtica bruja, una tía del stablishment en toda regla; es una especie de modelo de progres versión "de luxe". Demagoga y traicionera, falsa como pocas, muy partidaria del discurso "mundialista" y apoyada por los jerarcas de Wall Street. Representa todo lo que detesto de la política actual.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Hombre, Rodrigo, yo después de leer "revelaciones" de Wikileaks como ésta, no sé si prestarles mucha atención:
'Emails' de Podesta: El Vaticano sabe que hay extraterrestres y la guerra espacial es inminente - RT
En relación con lo que decía Martin Ant, lo de la paz es algo muy relativo. Es decir, no cabe duda de que los rusos estarán más tranquilos con una victoria de Trump, pero otros pueblos quizá no lo ven de la misma manera. Por ejemplo, se me ocurren tres pueblos que podrían estar más tranquilos si no sale Trump:
1) Los palestinos. Temen a Trump más que a un nublado y en general a todos los candidatos republicanos.
2) Los iraníes. Trump hizo campaña contra el levantamiento de sanciones de Obama y creo recordar que llegó a hablar de bombardear Irán. Pese a su amistad con Rusia, los medios iraníes presentan a Trump muy negativamente.
3) Los polacos. No he hecho un estudio de campo, pero me da la impresión de que la política de "laissez faire" que propone Trump con los rusos no les tiene muy tranquilos.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
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Kontrapoder
¿Sugieres que sólo hay que prestar atención a lo que dicen los candidatos públicamente y no a lo que digan privadamente? Yo pienso todo lo contrario. Privadamente es mucho más probable que sean sinceros en ciertas cuestiones que no pueden decir en una campaña electoral. Es decir, creo que Trump realmente mete mano a ciertas mujeres de las que se rodea, como alardeó privadamente, y también que Hillary tiene como principal enemigo para sus políticas "progresistas" a la fe católica y que el gobierno Obama ha ayudado a los rebeldes islamistas para beneficiar a Israel, como confiesa en sus correos privados. En ningún momento ha negado Hillary que los correos revelados sean auténticos.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
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Kontrapoder
Hombre, Rodrigo, yo después de leer "revelaciones" de Wikileaks como ésta, no sé si prestarles mucha atención:
'Emails' de Podesta: El Vaticano sabe que hay extraterrestres y la guerra espacial es inminente - RT
En relación con lo que decía Martin Ant, lo de la paz es algo muy relativo. Es decir, no cabe duda de que los rusos estarán más tranquilos con una victoria de Trump, pero otros pueblos quizá no lo ven de la misma manera. Por ejemplo, se me ocurren tres pueblos que podrían estar más tranquilos si no sale Trump:
1)
Los palestinos. Temen a Trump más que a un nublado y en general a todos los candidatos republicanos.
2)
Los iraníes. Trump hizo campaña contra el levantamiento de sanciones de Obama y creo recordar que llegó a hablar de bombardear Irán. Pese a su amistad con Rusia, los medios iraníes presentan a Trump muy negativamente.
3)
Los polacos. No he hecho un estudio de campo, pero me da la impresión de que la política de "laissez faire" que propone Trump con los rusos no les tiene muy tranquilos.
También hay que decir, Kontrapoder, que Trump hizo recientemente estas declaraciones respecto a Irán (Nótese además que la información viene precisamente de Hispan TV):
Trump: Solo Damasco, Rusia e Irán luchan contra Daesh en Siria
Publicado el octubre 11, 2016por Adversario
https://i1.wp.com/217.218.67.233/his...5311411_xl.jpg
Trump: Solo Damasco, Rusia e Irán luchan contra Daesh en Siria
http://www.hispantv.com/noticias/ee-...stado-islamico
Donald Trump considera que solo Damasco, Rusia e Irán están luchando contra los terroristas de Daesh en Siria.
“(El presidente sirio Bashar al-) Asad está exterminando al EIIL (Daesh, en árabe), Rusia extermina al EIIL, Irán extermina al EIIL”, comentó el domingo Trump, candidato republicano a la Presidencia de EE.UU., durante el segundo debate electoral que protagonizó junto a la candidata demócrata Hillary Clinton.
En relación con la crisis siria, el magnate republicano argumentó que, de llegar a ser presidente de los Estados Unidos, los únicos grupos a los que admitiría como aliados para combatir a los extremistas de Daesh serían estos tres países: Siria, Rusia e Irán. Estas declaraciones han provocado gran polémica, sobre todo porque hasta ahora la Administración estadounidense ha hecho hincapié en que Al-Asad debía dejar el poder y, además, negaba su papel en la lucha antiterrorista en Siria.“(El presidente sirio Bashar al-) Asad está exterminando al EIIL (Daesh, en árabe), Rusia extermina al EIIL, Irán extermina al EIIL”, comentó Trump, candidato republicano a la Presidencia de EE.UU.
En el debate aprovechó para condenar el apoyo brindado por su rival demócrata y el actual Gobierno estadounidense a los grupos armados que tratan de derrocar al Gobierno del país árabe, considerados por Washington y sus aliados “rebeldes moderados sirios”. En este sentido insistió en que la estrategia de brindar apoyo armamentístico a grupos opositores del estilo no ha hecho más que acarrear problemas a EE.UU. en anteriores ocasiones y en otros lugares del mundo.
“Ni siquiera sabe quiénes son los rebeldes”, enfatizó Trump. Y es que los grupos que gozan del apoyo de EE.UU. y sus aliados han demostrado que tienen tendencias similares a las de grupos terroristas presentes en el terreno, incluso han jurado lealtad a alguno de ellos.
Rusia, importante actor en la lucha contra Daesh en Siria, ha denunciado sistemáticamente que EE.UU. no es capaz de separar a dichos grupos de los terroristas en el terreno. Además, el presidente sirio asegura que los “rebeldes moderados” son solo un mito.
Las palabras de Trump, no obstante, chocan con las declaraciones de la semana pasada de su candidato a la Vicepresidencia, Mike Pence. Este aseguró que Estados Unidos debe “utilizar la fuerza militar” contra el Gobierno de Bashar al-Asad. Trump aseguró que él no suscribe ni apoya las palabras de Pence al respecto.
EE.UU. y sus aliados iniciaron una campaña de bombardeos en Siria en 2014 —sin autorización del Gobierno sirio ni mandato de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)—, presuntamente con el objetivo de combatir a la banda terrorista de Daesh, peroen muchos casos han provocado víctimas entre la población civil y daños a las infraestructuras sirias.
snr/nii/
https://adversariometapolitico.wordp...aesh-en-siria/
Yo personalmente creo que si Trump, tan enemigo acérrimo del Daesh como es, admite que Irán es de los únicos que le combate, habrá cambiado su postura respecto a él acercándose más, de la misma manera que hace 8 meses o así hablaba de asesinar a Kim Jong Un y hace 5 meses más o menos lo elogiaba, y de hecho Corea ahora ha expresado su apoyo a Trump, por poner un ejemplo. En mi opinión, Trump es un tipo imprevisible, quizás por no tener fondo ideológico o doctrinal, pero también sincero: dice las cosas de manera directa y sin tapujos. Esto yo creo que es un punto a su favor. Y desde luego, a día de hoy ya no sostiene las posturas de hace varios años como cuando hablaba de bombardear Libia. Aunque claro, todo esto hay que cogerlo siempre con pinzas. Quiera Dios que al final no se quede en un fiasco.
Saludos en Xto.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Como bien dice Donoso, aunque todo pinta a favor de Hillary, no se puede descartar una sorpresa como la que ocurrió con el Brexit. Por otra parte, como la de Trump es la opción quizá peor vista, habrá mucha gente que mienta en las encuestas para no quedar mal; con lo que, a lo mejor, las encuestas no están reflejando la realidad. En algún foro he leído que una encuesta independiente daba la victoria a Trump.
ReynoDeGranada y Rodrigo, entiendo lo que decís, pero quisiera formularos una pregunta. ¿A qué atribuís el hecho de que el GEES o periodistas de esta tendencia, como Hermann Tertsch, apoyen a Trump? Tengo la impresión de que si estuviera tan claro ese giro en la política exterior norteamericana con Trump, éstos no le apoyarían.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
A propósito de Donald Trump hay un artículo de "El Despacho de Don Pepone" que deja clara la situación que se encuentra el voto católico en la disyuntiva Trump-Hillary, espacialmente en lo relativo al título de la entrada: razones para preferir al imbécil de Trump que a la bruja de Hillary.
El Despacho de Don Pepone: 20 razones para preferir al imbécil de Trump que a la bruja Hillary
El marketing, la prensa progre, los tópicos de la izquierda y el miedo de la derecha a ser catalogada de carca y poco guay, hace que los europeos vean a Donald Trump como un vaquero rudo y sin cabeza, como un neonazi dispuesto a colonizar el mundo a sangre y fuego, y como un pijo malote que traerá el fin de los tiempos dando rienda suelta a los cuatro jinetes del Apocalipsis desde su hipódromo.
Todo esto son espejismos de los europeos. Sobre todo, porque ellos, al opinar de Trump, no tienen ninguna evidencia de que sea un malvado, carecen de argumentos reales para condenarle. Por lo único que se guían a la hora de juzgarle es por su intuición, por lo que la excentricidad, la vehemencia y los pésimos modales de este “showman” les transmiten, por la sarta de estupideces que han atravesado sus cuerdas vocales, pero no por la crueldad de sus actos. En este continente, nadie conoce sus acciones, sólo su majadera palabrería.
En cambio, a Hillary Clinton, sí se le conoce por sus actos. La candidata a la Casa Blanca es contraria al Presidente de Siria, que lucha contra los yihadistas, y favorable a algunos estados de alrededor que financian esta clase de terrorismo. La líder del Partido Demócrata formó parte de una corporación industrial que, actualmente, vende armas a las sabandijas de Estado Islámico y que ha hecho negocios con las guerras de Iraq y de Libia. La cabecilla del centro-izquierda norteamericano estuvo detrás del derrocamiento del sátrapa Gadafi, sátrapa pero mal menor frente al pistolerismo integrista que su deposición ha traído al país libio y al resto de África.
Hillary Clinton es más belicista que Donald Trump: Quiere un mayor intervencionismo militar, apoyó la Guerra de Iraq, colaboró en un golpe militar de extrema derecha y pretende desencadenar la Tercera Guerra Mundial enfrentándose a Vladimir Putin
Todos los europeos piensan que Donald Trump es belicista y Hillary Clinton, pacifista, y da la casualidad de que cada uno tiene fama de lo contrario a lo que, realmente, es. Mientras el gerifalte republicano hace alarde de su bravura en sus intervenciones televisivas, propone que Estados Unidos se embarque en menos guerras innecesarias. En cambio, su rival, esa adalid nacional del moderantismo, es partidaria de incrementar el militarismo en Oriente Medio. Y esto último, no es nada nuevo, ya que, en el Senado, votó a favor de la Guerra de Iraq, despliegue militar que defendió, en su momento, a capa y espada.
Otra cosa que hace menos deseable o más detestable a Hillary que a Trump es que, frente a las delicadas relaciones de Estados Unidos con Rusia, es partidaria de meter el dedo en la llaga con la disputa de Ucrania y de enfrentarse al kremlin en Siria y en el resto de Oriente Medio. Donald, por su parte, es favorable a tender puentes de paz y reconciliación con el zar del imperio ruso, para evitar, así, una Tercera Guerra Mundial.
Bien es cierto que China tiene un régimen político execrable, pero ello no quita que sea una temeridad declararle la guerra a una potencia militar de semejante magnitud. No es Donald Trump el que pretende provocar a este gigante amarillo, sino la modélica y pacífica Hillary Clinton. La dama del Partido Demócrata está creando alianzas contrarias a Pekín en estados colindantes con el país comunista.
Otra hazaña belicista de Hillary Clinton es que, cuando ocupó el cargo de Secretaria de Estado, dio cobertura diplomática a un golpe militar de derechas en Honduras que destronó a Manuel Zelaya. Desde aquel entonces, este paraje se ha convertido en la capital con más asesinatos del planeta.
Hillary Clinton abandona a la clase trabajadora y Donald Trump le da protección
Es difícil determinar si la clase trabajadora prefiere a Hillary o a Trump, pero sí está claro que Clinton ha perdido apoyos en este estrato social y Donald los está ganando.
Lo que hizo posible que Bernie Sanders, un Pablo Iglesias a la americana, consiguiese incomodar a Hillary Clinton en las primarias del Partido Demócrata es el desinterés que la misma lleva tiempo mostrando hacia la clase trabajadora. Esta político se ha centrado más en afianzarse el voto de los gays y de las mujeres, llevando a cabo la técnica de marketing de “divide y vencerás”, que en tranquilizar al americano medio preocupado por llegar a fin de mes. Por tanto, dentro de este segmento, Trump le está comiendo terreno a Hilaria con un discurso populista y esperanzador orientado a seducir a los “workers”.
Hillary Clinton declara la guerra a la religión e impone el aborto y la ideología de género
La candidata demócrata a la Casa Blanca ha llegado a pronunciar la siguiente barbaridad: “Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales".
Ahora, Tim Kaine, el segundo de a bordo de Hillary Clinton, pretende aprovechar su pertenencia al catolicismo para distinguir entre católicos progresistas y conservadores, y de este modo, enfrentar a los primeros contra las jerarquías eclesiásticas y contra la moral de la Iglesia Católica por ser contraria al matrimonio gay, al aborto y a la ideología de género. En otras palabras, pretende dar una justificación teológica al pecado y cambiar los principios de los votantes demócratas de credo católico.
La multinacional abortista Planned Parenthood dona otros 30 millones para que Hillary Clinton gane a Donald Trump
La mayor aliada de Hillary Clinton para llegar en noviembre a la Casa Blanca es Cecil Richards, la presidenta de la multinacional del aborto Planned Parenthood, que ha decidido invertir otros 30 millones de dólares para terminar de rematar la campaña electoral de la demócrata.
El brazo político de Planned Parenthood realizará este evidente esfuerzo económico para impulsar, más si cabe, las opciones de Hillary contra Trump.
Donald Trump, un salvador de la cristiandad que poco tiene de cristiano
Juan Manuel de Prada escribió, en un artículo de hace dos meses, que aunque la política de Donald Trump y de otros líderes mundiales de pelaje parecido poco tengan de cristianas, ello no quita que su rebeldía contra lo políticamente correcto salve a la cristiandad. Para hacer plausible su teoría, para darle carta de credibilidad, puso el ejemplo histórico de Tamerlán, un guerrero mongol que, al machacar a los turcos, permitió que los pueblos cristianos se recompusiesen de su debilidad.
¿Votaría a Donald Trump si fuese norteamericano? ¿A quién escogerá la mayoría de los católicos que van a Misa, al menos, una vez a la semana?
La mayoría de los católicos que no van a Misa, de los no practicantes, votará al Partido Demócrata.
Quienes acuden, al menos, una vez a la semana, es decir, aquellos que piensan como yo, asistirán a las urnas con un profundo desencanto. Un sector apoyará a Hillary con muy pocas ganas, puesto que piensa que Trump está chiflado. Un porcentaje parecido al de esos que elegirán a Clinton porque no les queda más remedio, dará su confianza a Donald para evitar que la candidata de izquierda siembre la inmoralidad más absoluta en Estados Unidos, y no por afinidad con el dirigente republicano. Y un segmento de fieles de cercano tamaño a los dos anteriores, recurrirá a la abstención por miedo a ambas opciones.
Que prefiera a Trump que a Hillary, no quiere decir que Donald sea santo de mi devoción. Si tuviese la nacionalidad americana, como católico de Misa dominical, podría hacer dos cosas: Una, votar al magnate calvinista con una pinza en la nariz, guantes de látex y traje contra la radioactividad. Otra, abstenerme. La posibilidad de escoger a Clinton, ni me la plantearía.
Chesterton, en su obra Ortodoxia, hace una distinción entre los que actúan como Juana de Arco, como Tólstoi y como Nietzsche. El intelectual católico dice, en su magnífico libro, que los primeros, a la hora de elegir entre varias opciones, dan una por verdadera y la defienden con ahínco. Respecto a los segundos, señala que, en la misma tesitura, no se decantan por ninguna, porque sus escrúpulos morales les llevan a calificar todas las cosas de perversas. En cuanto a los terceros, indica que, al no tener unos principios sólidos, consideran que es igual de lícito escoger cualquiera de ellas. Yo, acogiéndome a esta teoría del pensador británico, podría actuar como los de Juana de Arco, elegir un sólo camino y votar a Donald Trump, o bien, ser más escrupuloso al estilo de Tólstoi, no considerar ninguna senda elegible y abstenerme.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
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Kontrapoder
ReynoDeGranada y Rodrigo, entiendo lo que decís, pero quisiera formularos una pregunta. ¿A qué atribuís el hecho de que el GEES o periodistas de esta tendencia, como Hermann Tertsch, apoyen a Trump? Tengo la impresión de que si estuviera tan claro ese giro en la política exterior norteamericana con Trump, éstos no le apoyarían.
Ciertamente la postura de Trump a veces podría prestarse a un entendimiento ambiguo. Afirmaciones suyas anteriores a la campaña electoral o de principios de ésta se contradicen con las actuales, como dije antes.
Dos de los analistas de los que hago uso para mantenerme al tanto de la situación en tierras yankees como son David Duke o Nathanael Kapner mantienen posturas enfrentadas. Duke apoya a Trump y afirma que es un peligro para la oligarquía, Kapner en cambio siempre trae a colación sus contactos con el sionismo, que ya conocemos. Sin embargo, la política exterior de Trump, si la comparamos con elecciones anteriores, y con sus más y sus menos, está en la línea de anteriores candidatos como Ross Perot, Pat Buchanan o Ron Paul. Es lo más lejos que ha llegado la tendencia aislacionista desde hace años.
Por ello prefiero hacer alarde de optimismo y pensar que todo vínculo sionista que mantenga Trump es solo una estratagema para llegar al poder en un país con 7 millones de judíos donde la liga Antidifamación ejerce como policía del pensamiento, y el apoyo a Israel es prácticamente obligatorio (lo cual realmente hace más meritorio en mi opinión que, a pesar de eso, haya manifestado su apoyo a Siria, Irán, Rusia, etc...). No sé exactamente si el papanatas de Tertsch o los neocones del GEES le apoyan solo por esa afinidad a la entidad sionista de la que ha hecho gala alguna vez, pero al hacerlo, estarían obviando otras muchísimas posturas que sostiene él en política exterior.
Y es preferible que nuestro 'Tamerlán' no se haga esperar, porque si sale Hillary la guerra con Rusia va a ser cuestión de tiempo, y ya sí que no va a haber vuelta atrás. Trump es la última esperanza de ponerle freno al globalismo antes de que sea demasiado tarde. Saber qué hará solo podrá conocerse realmente cuando salga elegido, eso es obvio. De todas maneras, es evidente que votar no puede ser de ninguna manera obligatoria para el católico, y que además de la abstención o Trump, también hay otros partidos como el Reform Party (cuyo candidato Roque De la Fuente es de origen mexicano) o el Constitution Party.
Saludos en Xto.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Teniendo en cuenta que David Duke es un supremacista blanco, ex miembro del KKK y antihispánico visceral, ya se dirá por qué puede ser que apoye a Trump. Para mí es evidente: porque hay que mantener los "valores americanos" y la pureza étnica WASP, y siempre se puede hablar de sionismo y tal para marear la perdiz. El núcleo de lo que defiende Trumo es el racismo anglosajón supremacista, que es lo que vende en ese desdichado país. Pero luego lo adereza con un "antisistemismo" (cuando en Israel están encantados con Trump) facilón para encandilar a los que se supone que deberían estar en frente.
No lo sé, también puede ser que en mi caso el rechazo a todo lo anglosajón sea excesivo, pero ese discurso que hay en el fondo de Trump me resulta enormemente repelente (por no decir otras cosas). Y teniendo en cuenta que lo que dice en política exterior es, como mucho, una de cal y otra de arena, mi postura es clara.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
EL PUCHERAZO
por Juan Manuel de Prada
(ABC, 22 de octubre de 2016)
Los americanos se dedican cada cinco años a fabricar un presidente a la vista del público, hasta que, después de sucesivos filtros de una sustancia democrática bastante problemática, quedan dos “finalistas” que disputan el cetro. La democracia, que allá en Atenas empezó con nueve mil ciudadanos y que en la Bastilla se creyó que era el “pueblo todo”, a fuerza de depuración se ha quedado reducida en Estados Unidos a dos señores elegidos por las oligarquías republicana y demócrata, que son las que manejan las votos en las convenciones que filtran los candidatos. Así ocurrió, al menos, hasta que Trump logró colarse en la disputa final, para desagrado y escándalo de las propias oligarquías republicanas y de los medios de adoctrinamiento que apacientan a las masas, según las consignas del mundialismo.
De una nación cuyas máximas aportaciones a la civilización han sido el trabajo en serie y el derecho del hombre a la “búsqueda de la felicidad” (que es como una caza del gamusino con estación final en el prozac o en el cambio de sexo) nada bueno puede esperarse. Trump es un típico producto americano, el "self made man" que monta un emporio inmobiliario y se dedica en sus ratos libres a tocar el culo (u otra cosa todavía más sucia) a las misses. A quienes, como Baudelaire, sólo creemos en la aristocracia del poeta, el guerrero y el sacerdote, un tipo como Trump nos parece plebeyo, capullo, chuloputas y todo lo que ustedes quieran; pero, comparado con la bruja Hilaria, hija predilecta del mundialismo, adquiere la estatura de Thomas Jefferson (que, por lo demás, tampoco era Julio César). Decía Somerset Maugham que la vida sexual del más anodino de los hombres, expuesta a la luz pública, causaría pasmo y horror; y tal vez por ello, conocedores de este efecto sugestivo que sobre las masas tienen las intimidades de bragueta del prójimo, a Trump le han sacado grabaciones chuscas del año catapún en las que expone sus expeditivos métodos de seducción, a la vez que unas cuantas señoras provectas y tirando a callos, se han empeñado en convencernos --desafiando las más elementales leyes de la verosimilitud-- de que Trump las acosaba (en lo que se probaría que Trump es un pervertido, porque es del género tonto andar acosando a señoras provectas y tirando a callos, teniendo a tantas misses al alcance de la mano). Tales episodios han causado general consternación y escándalo entre los cagapoquitos y boquimuelles de la corrección política, que se han rasgado las vestiduras, mientras las filtraciones de Wikileaks nos confirmaban lo que ya sabíamos sobre la bruja Hilaria: que ha conspirado contra su rival Bernie Sanders, que su fundación se abastece con donaciones tintas en sangre, que es la mamporrera máxima de la plutocracia internacional, que ha formado parte de consejos de administración de empresas de armamento que abastecieron al Estado Islámico, que es responsable directa del caos desatado en Libia, Siria o Irak, que… ¿Pero a quién demonios le importan estas fruslerías, cuando Trump ha estado magreando señoras provectas y tirando a callos?
Los americanos, en fin, tienen que elegir entre una genocida y un rijosillo; y el mundialismo pretende convencerlos a toda costa de que votar al rijosillo es una tragedia. Pero el mundialismo sabe que hay mucha gente que engaña a los encuestadores y se pasa por el arco del triunfo la alfalfa de los medios de adoctrinamiento de masas; y teme que estas elecciones arrojen un resultado tan poco favorable a sus intereses como los recientes referendos en Reino Unido o Colombia. No pueden permitirse otro fallo; y mucho menos un fallo de esta magnitud. Con razón Trump se huele un pucherazo.
Fuente: JUAN MANUEL DE PRADA FACEBOOK
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
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raolbo
Teniendo en cuenta que David Duke es un supremacista blanco, ex miembro del KKK y antihispánico visceral, ya se dirá por qué puede ser que apoye a Trump. Para mí es evidente: porque hay que mantener los "valores americanos" y la pureza étnica WASP, y siempre se puede hablar de sionismo y tal para marear la perdiz. El núcleo de lo que defiende Trumo es el racismo anglosajón supremacista, que es lo que vende en ese desdichado país. Pero luego lo adereza con un "antisistemismo" (cuando en Israel están encantados con Trump) facilón para encandilar a los que se supone que deberían estar en frente.
No lo sé, también puede ser que en mi caso el rechazo a todo lo anglosajón sea excesivo, pero ese discurso que hay en el fondo de Trump me resulta enormemente repelente (por no decir otras cosas). Y teniendo en cuenta que lo que dice en política exterior es, como mucho, una de cal y otra de arena, mi postura es clara.
Por una vez he de discrepar contigo, raolbo, y es que en mi opinión, David Duke es de los pocos hombres respetables (si no el único) que ha dado el Klan. Para empezar, ser miembro del Klan en el Sur de los años 60 (época en la que se une Duke) era tan normal como unirse a un partido político. Y Duke precisamente destacó por querer alejar al Klan de los aires de matonismo supremacista y la parafernalia masónica, intentando hacer de él una organización seria. Entre otras medidas, sustituyó el término de "Gran Mago" por el de director nacional, así como los disfraces con capirote (émulos de baja calidad de nuestros penitentes) usuales por trajes.
Dio fin al fanatismo protestante del Klan permitiendo y promoviendo la entrada de católicos (otra cosa es que sea discutible que un católico pinte algo en el Klan, pero el gesto es lo que cuenta) así como de mujeres. Procuró que el Klan actuase dentro de la legalidad, prohibiendo de esta manera el uso de la violencia excepto en caso defensivo, e insistió en que el carácter del Klan no era anti-negro, sino "pro-blanco" y "pro-cristiano". Terminó abandonando el Klan al no conseguir que los miembros del Klan abandonasen la acción violenta, disgustado por las asociaciones que se hacían del Klan con ésta. Duke nunca ha defendido la supremacía de nadie, sino el derecho de cada pueblo a mantener y defender su herencia e identidad. No hay más que leer sus escritos o ver sus vídeos para darse cuenta que de supremacista, poco. Su libro más famoso se llama, de hecho, "Supremacismo judío" (libro que, por cierto, dedicó al antisionista judío Israel Shahak). Por cierto, que si Duke fuese un "antisemita facilón" y no un antisionista convencido, no hubiera viajado a Damasco para dar un discurso en apoyo al pueblo sirio, ni se hubiera reunido con Ahmadinejad, por ejemplo.
Todo esto, como digo, podrá discutirse, pero repito que lo que cuenta aquí es la intención de Duke.
Hecha esta aclaración, hay que reconocer también que Trump es un tipo de más baja cultura que Duke (para que nos vamos a engañar), y el que él pida una inmigración controlada y el preservamiento de la pureza étnica me parecería perfecto si se volviesen a las fronteras naturales de los EEUU, con el Misisipi al oeste y Florida al sur, devolviendo el resto a México.Ahí los WASP podrían ser todo lo WASP que quisiesen (a mi gusto, eliminando eventualmente la "P").
Como no es el caso, tengo que decir que esa faceta de su política es, junto su sionismo, de las que más me mosquean, aunque como dices, es una de cal y otra de arena. Quizás el aspecto positivo que se le pueda sacar a eso, como Rodrigo creo que ha dicho por aquí alguna vez, es que el muro frenará la influencia mexicana hacia el norte, pero el aislacionismo también hará lo propio con la yankee hacia el sur.
Y que conste que los anglosajones no son santo de mi devoción (más bien lo contrario), pero creo que el granjero anglo-germano del Medio Oeste no es en estos momentos el culpable de lo que está sucediendo en Yankilandia, sino la víctima.
Saludos en Xto.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
ReynoDeGranada, el tema de Duke en el fondo no tiene más importancia aquí que el de una simple anécdota, porque tengo entendido que el propio Trump dijo no saber de quién se trataba (ignoro si eso es cierto) y es obvio que sus visiones políticas no tienen que ser necesariamente coincidentes al completo, como es lógico. Pero bueno, simplemente dicha queda la cosa, porque ya digo que yo no tengo ninguna simpatía por Duke ni por todo aquello del llamado "nacionalismo blanco". Pero eso es otro tema en el que no entraré para evitar que se acabe desviando el hilo.
Y también me gustaría añadir que, por mucho que sea contrario a Trump por lo que en realidad se sabe de él hasta ahora, si éste ganara las elecciones y empezara a adoptar medidas beneficiosas en los diferentes ámbitos, obviamente rectificaría mis posturas y empezaría a aplaudir y apoyar su labor. Creo que, en nuestro caso, el pragmatismo del que hablaba Donoso debería ser la máxima tanto de los que somos contrarios a Trump como de los que mantenéis otras posturas.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Cita:
Martin y Rodrigo, ¿sabéis si John C. Rao ha expresado alguna opinión acerca de Trump?
Kontrapoder, retomo su pregunta porque al fin, por primera vez, he podido tener acceso a algún texto de John Rao expresando su opinión sobre Donald Trump. Fue vertida en el seno de su trabajo presentado en la última Reunión de Amigos de la Ciudad Católica, y cuyo texto escrito ha aparecido en el último número de la revista Verbo. Le transcribo la parte final del trabajo, en donde aparece consignada su opinión sobre el presidente estadounidense.
Pienso que merece la pena ir exponiendo el fraude que ha supuesto finalmente Donald Trump, pues el pernicioso movimiento internacional sionista de derechas que él inició se va extendiendo peligrosamente al ámbito hispánico: véanse, por ejemplo, los casos del masonazo de Jair Bolsonaro en la República de Brasil, así como los gérmenes voxianos que parece que empiezan a vislumbrarse en nuestra vieja y sufrida Península.
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Fuente: Extracto de la ponencia de John Rao en la LV Reunión de Amigos de la Ciudad Católica, titulada “La cultura política de los católicos estadounidenses del siglo XX al XXI”, Verbo, Número 567 – 568, Agosto-Septiembre-Octubre de 2018, páginas 732 – 734.
En resumen, la Iglesia católica en todo el mundo, sea cual sea su tono particular, de una forma o de otra, consciente o inconscientemente, ha sido expuesta a la presión política del sistema americano, agnóstico, irracional e intencionadamente individualista, inspirado en Locke, y también a la presión de los creyentes y no creyentes gozosamente comprometidos con «los negocios de los americanos».
Un brillante ejemplo podría ser la oposición conservadora y tradicionalista americanas al aborto. Es imposible no quedar impresionado por la contribución católica al movimiento provida, que realmente ha sido enorme. A través del activismo organizado por grupos como el verdaderamente ecuménico Movimiento de Rescate, modelado según las directrices de las protestas no violentas por los derechos civiles de los años 50 y 60, la labor provida ha implicado un enorme sacrificio personal, tanto económico como con estancias en la cárcel.
Pero, con notables excepciones, todo el proyecto provida ha sido obstruido desde el principio por el generalmente bastante débil apoyo recibido del episcopado, del clero y del laicado católicos, particularmente por parte de los políticos católicos que han triunfado. Y, una vez más, quienes honradamente ayudan a la causa se ven frenados por su fe religiosa en el sistema político americano, cuyos controles y contrapesos [checks and balances] son una referencia constante a la necesidad de que los juicios morales se hagan según los dictados convencionales de las mayorías democráticas soberanas, ya sea a nivel federal o estatal; y, en última instancia, esos militantes apelan a una «libertad individual» que a nivel económico atrae a muchos provida católicos y a todos los provida protestantes, en cuanto forma parte de su bagaje teológico esencial.
Estas limitaciones convierten la petición de que existan controles sociales de autoridad sólo sobre el aborto en políticamente impotentes y realmente ilógicos. En todo caso, es difícil olvidar que quizá el más famoso y serio provida católico con influencia política, el juez Antonin Scalia, se sentía él mismo constitucionalmente obligado a defender cualquier «derecho» por el que hubiese bastante gente dispuesta a luchar, animando las esperanzas del movimiento provida a conseguir el apoyo del pueblo soberano, presumiblemente estado por estado.
Los católicos provida americanos se han entusiasmado casi universalmente con la presidencia de Trump. Un cierto número de ellos le denominan «Nuevo Carlomagno», quien, con todos sus defectos, da inicio a una auténtica renovación. Tales entusiastas insistían en que apoyar la candidatura de Trump era una obligación moral, y no votar por él «un pecado mortal», en palabras de un influyente analista. Esta euforia ha ido acompañada del rechazo a criticar el resto del programa de Trump, el cual, de hecho, muchos de ellos apoyan también con entusiasmo.
Ese programa, que se autodenomina «populista», refleja realmente una rebelión de las «raíces» contra la «política habitual» (incluyendo una notable xenofobia y la identificación de un conjunto preciso de villanos como responsable de todos los problemas del país) que recuerda la historia de muchas de las anteriores manifestaciones del populismo americano. Por otro lado, el descarado apoyo de Trump a los «privilegios» de los ricos y no a varios programas sociales que ayudaban a las clases medias y a los pobres, sus esfuerzos por eliminar controles gubernamentales sobre la especulación financiera privada, su sustitución de la Amenaza Roja por la «Primera Cruzada» contra el islam que parece favorecer sobre todo al Gran Israel, y su «Segunda Cruzada» contra los inmigrantes iberoamericanos, son medidas que saben a posiciones tradicionalmente conservadoras y neoconservadoras, más que puramente populistas. Por desgracia, en cuanto el péndulo se vuelva contra Trump, los proabortistas que militan en las filas de sus oponentes usarán definitivamente su victoria para perjudicar a la causa provida que ha sido acríticamente asociada con él. Los católicos que militan en las filas anti-Trump calificarán también entonces su triunfo como católico.
A lo largo de la historia, los sofistas –mercaderes de palabras– han aparecido repetidamente con «cuentos de hadas» sobre el carácter extraordinariamente cristiano del Estado particular a cuya causa servían y cuyos beneficios para el catolicismo alababan. A menudo esos beneficios acaban debilitando realmente la labor de transformación en Cristo, o haciéndola impotente. Durante buena parte de esa historia, la Iglesia, el clero y los laicos se han demostrado reiteradamente vulnerables a esos «cuentos de hadas» sobre Estados supuestamente «católicos» comprometidos en realidad con formas imperiales y nacionales de un cesaropapismo peligroso para la vida cristiana.
El padre De Lamennais se sacó de la manga uno de esos cuentos de hadas sobre la importancia de «una Iglesia libre en un Estado libre», que según él liberaría al catolicismo de todos esos riesgos. Por desgracia, la historia ha demostrado que lo que hace es garantizar tales peligros. El sistema que alababa sólo ha sido diferente en su mayor eficacia destructiva, especialmente en su peculiar manifestación estadounidense.
Se supone que los católicos están llamados a comprometerse en política, y a hacerlo de forma realista y prudente bajo todos los sistemas de gobierno. Lo intentaron en Estados Unidos, y es posible que lo hubiesen conseguido si hubiesen aprovechado los legítimos esplendores del sistema americano, a la vez que luchaban con uñas y dientes contra sus miserias, más peligrosas: el individualismo de la Ilustración moderada y materialista inspirada en Locke, con su indiferencia ante las consecuencias de abandonar la fe, y de la razón, como las «últimas y mejores guías de la humanidad».
Y no lo hicieron. Los creyentes llegaron a ver la Vía Americana como una Teología de la Liberación que tenía derecho a denominarse católica en una forma que la Escritura, los Padres y Doctores de la Iglesia y el magisterio pontificio, y anteriores y defectuosos «cristianísimos Estados», no tenían. Acabaron aceptando el decidido individualismo materialista del sistema, despreciando todo intento de criticar este mal como si fuese un crimen contra la «última y mejor esperanza del catolicismo». Han sembrado el viento con su adulación delirante, y han cosechado tempestades. Han contribuido poderosamente a crear «un [huxleyano] mundo feliz» donde la unión, aparentemente inquebrantable, entre «una Iglesia voluntarista y un anti-Estado voluntarista» condena al auténtico catolicismo como enemigo de Dios y del hombre.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
AVISO: la traducción del siguiente artículo no implica que esté de acuerdo con él en todas y cada una de sus partes, sino que solamente lo traigo a colación por si pudiera tener algún interés general.
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Fuente del texto original: THE REMNANT
CARTAS DESDE EL INFIERNO, VI. Lecciones de la Guerra Civil Española para desenmascaramiento de los americanos
John Rao
6 de Octubre de 2020
Verdaderamente estamos viviendo en unos «tiempos que ponen a prueba las almas de los hombres». Todos estamos horrorizados ante el amparo de toda forma vil de locura revolucionaria ejecutada bajo la cínica ala dominante del Partido Demócrata.
¡Por Dios, Por la Patria, y el Rey!
Las fuerzas republicanas españolas que controlaban Toledo al principio de la Guerra Civil en 1936, informaron al comandante nacionalista del Alcázar, situado en el centro de la ciudad, el Coronel José Moscardó Ituarte (1878 – 1956), que matarían a su hijo Luis si no les rendía esta ciudadela. «Encomienda tu alma a Dios y muere como un patriota gritando “¡Viva Cristo Rey!” y “¡Viva España”!», fueron las instrucciones que el agraviado soldado dio a su hijo Luis de veinticuatro años. «Eso, puedo hacerlo», fue la clara respuesta del condenado. Se le mató.
Obviamente él no fue el único. Al menos medio millón de hombres y mujeres murieron en la Guerra Civil Española (1936 – 1939), muchos de ellos sacerdotes y monjas masacrados por razones religiosas; pero la razón por la que aquélla electrizó a todo el mundo occidental no fue por el número de víctimas que conllevó. Las pasiones que despertó, fueron despertadas desde el principio mismo del conflicto. Esto fue así porque España, a través de los muchos grupos que componían los campos opuestos de los Nacionalistas y de los Leales Republicanos, presentaba un microcosmos de toda posible división espiritual, intelectual, política, social y económica que afligía a toda la civilización occidental desde los tiempos de la Reforma en adelante. En otras palabras, todos los occidentales, de una forma u otra, tenían un interés en la lucha y querían que ganara su bando particular.
“Mejor esperar que hacer algo”: esto era lo que cualquier observador inteligente del escenario español conocía ya ser cierto a medida que el país se deslizaba de manera cada vez más inexorable de los disturbios civiles hasta la confrontación militar directa, desde el establecimiento de la República en 1931 hasta el levantamiento armado del 18 de Julio de 1936. ¿Por qué? Porque las facciones de ambos bandos de la Guerra Civil (que se habían constituido en un amplio Frente Popular izquierdista, y, del mismo modo, en un amplio y derechista Bloque Nacional, con el fin de luchar en las elecciones generales de Febrero de 1936) a menudo estaban en desacuerdo con sus aliados tanto como lo estaban con sus enemigos electorales y después bélicos.
Los grupos del Frente Popular, que proporcionaban a los leales defensores de la República durante la guerra, incluían a liberales económicos clásicos decimonónicos y masones anticlericales, junto con nacionalistas regionales cuya unidad en su exigencia de autonomía o independencia para los estados étnicos vasco y catalán quedaba sin embargo turbada por su división interna entre fervientes católicos y enemigos de la Iglesia. Ninguno de estos “izquierdistas tradicionales”, con sus propios contradictorios cismas internos, tenían nada en común con sus futuros “camaradas” anarquistas y estalinistas o trotskistas, los cuales a su vez estaban animados de una mutua aversión.
El único vínculo de todas estas fuerzas era la convicción de que no podrían conseguir sus particulares objetivos sin proporcionarse los unos a los otros una ayuda conjunta sin excepción. Ello representaba un increíble autoengaño para aquéllos de tendencia liberal o nacionalista regional, y algo que en última instancia se demostró ser cierto únicamente para los marxistas estalinistas. Estos tecnócratas maestros de la política sabían cómo maniobrar en la marisma revolucionaria, y trabajaron exitosamente para eliminar a sus competidores radicales trotskistas y anarquistas, mientras que los miembros vascos y catalanes de la coalición iban cayendo por el camino debido al insuficiente vapor que proporciona toda simple posición “moderada”. Como de costumbre, cualquier cosa que contribuyera a desatar a izquierdistas revolucionarios de todo tipo, obraba en beneficio de los más organizados de entre los radicales.
Sin embargo, para destruir a estos radicales, tenían que ser aplastadas al mismo tiempo todas las fuerzas que contribuían al Frente Popular. Con todo, para ganar no sólo la guerra sino también la paz posterior, se necesitaba urgentemente en el campo derechista un abnegado fervor y una claridad de visión en relación a la causa subyacente de este cataclismo.
¿Cuál de entre las muchas facciones de la Derecha era la más capaz de conseguir ambos objetivos? Desde nuestro punto de vista, la respuesta es fácil: los Carlistas, monárquicos sostenedores de la línea masculina borbónica de descendientes de Fernando VII a su hermano Don Carlos, dirigidos en vísperas de la Guerra Civil por Alfonso Carlos (1849 – 1936), que vivía en el exilio en un Austria todavía independiente. Eran los Carlistas quienes más subrayaban la necesidad de construir un orden político justo y estable basado en el Reinado de Cristo. Su lema: “Por Dios, por la Patria, y por el Rey”, reflejaba un concienzudo entendimiento del Magisterio Social de la Iglesia fundado en el reconocimiento de Nuestro Salvador como el fundamental Soberano de todas y cada una de las naciones.
Las enseñanzas del Reinado Social de Cristo subrayaban la verdad de que la patria española y su Monarquía tradicional eran servidas de la mejor manera respetando el principio de descentralización y subsidiariedad; respetando la libertad para todas las instituciones naturales de un orden nacional plural, para que funcionen con sus propias leyes y costumbres innatas. En consecuencia, los Carlistas se ocupaban justamente de asegurar la autonomía regional de las tierras vasca y catalana tanto como aquéllos que militaban en las filas del Frente Popular, pero en tanto que autonomía regional liberada de toda corrupción autodestructiva, materialista, anticatólica, liberal ilustrada. Aunque derrotados en tres Guerras Carlistas en el siglo XIX, su brazo militar, los requetés, demostraría ser el más preparado para la muerte, con aquellas palabras en sus labios que el Coronel Moscardó instó a su hijo Luis: “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España!”, entendidas en su más pleno y más propio sentido.
Los Carlistas, sin embargo, no eran la única fuerza que a sí misma se denominaba “derechista” antirrevolucionaria, si bien los teóricos del Carlismo eran críticos acerca de la veracidad de las credenciales contrarrevolucionarias y de la coherencia lógica de sus aliados del Bloque Nacional y de la Guerra Civil. Tales derechistas incluían, en primer lugar y ante todo, los monárquicos sostenedores de la línea femenina borbónica de descendientes de Fernando VII, que pasó de su hija Isabel hasta el contemporáneo Alfonso XIII (1886 – 1941), cuyo anuncio de que no podía ya más mandar efectivamente y cuyo autoimpuesto exilio habían conducido a la creación de la Segunda República Española. Aunque los Carlistas consideraban a Alfonso un rey ilegítimo, habiéndose corrompido toda su facción con el constitucionalismo liberal izquierdista, los Alfonsinos tenían muchos partidarios básicamente antirrevolucionarios en círculos católicos, conservadores y militares.
Aunque eran fervientes creyentes, no obstante los Carlistas no estaban aunados con la confederación de veinte organizaciones independientes de españoles profesantes de la misma Fe Católica –la Confederación Española de Derechas Autónomas o CEDA–, dirigida por José María Gil Robles (1898 – 1980). Mucho menos podían estar de acuerdo con el movimiento de Falange de José Antonio Primo de Rivera (1903 – 1936). Si bien la Falange estaba orgullosa de la Tradición Hispánica en general y era públicamente procatólica, su declarado “nacional socialismo” y su adopción de un Estado español poderoso, centralizado, obsesionado con el progreso material y aparentemente totalitario, contradecía los principios carlistas de religión, subsidiariedad y regionalismo.
Finalmente –y lo más importante desde 1936 en adelante–, los Carlistas estaban molestos por la influencia Bonapartista sobre la coalición derechista. El Bonapartismo, en sentido amplio, significa la interferencia del Ejército en la vida del Estado. Esto había comenzado como una herramienta de la Izquierda, ya fuese en forma “moderada” con Napoleón, o ya fuese en apoyo de causas más radicales en la experiencia española del siglo XIX, siendo siempre su justificación la de que el Ejército podría proporcionar el cambio necesario manteniendo al mismo tiempo la disciplina y el orden social.
El Carlismo había tenido que lidiar con este fenómeno del “dictador” militar izquierdista desde el principio de su Historia. Pero los posibles usos de los Golpes de Estado militar se expandieron en España como en el resto de Europa a medida que pasaba el tiempo, con fuerzas antirrevolucionarias ansiosas de intervenir en el Gobierno para contrarrestar a la Izquierda apelando también a ellos igualmente. Un uso “derechista” del Ejército en política puede observarse en España con el Golpe y la Dictadura del padre de José Antonio, Miguel Primo de Rivera (1870 – 1930), en la década de los 20, quien obraba bajo la égida del Rey Alfonso XIII, al igual que lo habían hecho los liberales antes de aquél. Pero muchos de estos Bonapartistas también hacían referencia a ideas revolucionarias, profesando abiertamente algunos de ellos sentimientos republicanos y, por tanto, no se les consideraba más que como izquierdistas liberales “moderados” desde el punto de vista Carlista. Y fue una mezcla de tales oficiales militares diversos la que finalmente se levantó contra el Gobierno del Frente Popular, que apenas acababa de conseguir la victoria electoral en Febrero de 1936, implementando programas que horrorizaban a todo el mundo en el Bloque Nacional y tolerando la violencia civil y anticatólica que finalizó con el asesinato del destacado líder derechista José Calvo Sotelo (1893 – 1936) que desencadenó el Golpe de Estado.
Los Carlistas, que ya habían planeado antes que estos oficiales militares un levantamiento en sus fortalezas del Norte de España, se encontraban ahora en una posición incómoda. Esa posición se complicó aún más debido a la muerte por accidente de tráfico del Pretendiente, Alfonso Carlos, en Septiembre de 1936 y la consiguiente división en relación a quién se debía reconocer como su sucesor. Una minoría Carlista estaba dispuesta a aceptar a Alfonso XIII, el pariente de sangre más cercano al Pretendiente. Sin embargo, su asociación con el constitucionalismo liberal le hizo ser un candidato imposible para la gran mayoría del movimiento, el cual siempre se preocupó no sólo por el principio de sangre dinástica sino también por el compromiso con el Reinado Social de Jesucristo. Su elección fue la del hombre que Alfonso Carlos había designado como su “regente”, precisamente por su fiabilidad con respecto a los susodichos principios: Don Javier de Borbón Parma (1889 – 1977), un hombre verdaderamente notable, inteligente y con coraje, que no sólo había luchado en el Ejército Belga en la Primera Guerra Mundial, sino que también había tomado parte en los esfuerzos secretos de paz iniciados por el Emperador Carlos y la Emperatriz Zita a través de su hermano, el Príncipe Sixto de Borbón Parma. Al tiempo que ansioso por derrocar a la República con el alzamiento en el Norte, Don Javier dejó claro a todos los partidos, incluidos los conspiradores militares, los serios desacuerdos que continuaban dividiéndolos.
En cualquier caso, el fracaso de las fuerzas militares para conseguir su objetivo inmediatamente en el 18 de Julio de 1936, permitió a los Leales Republicanos convertir un Golpe de Estado en una Guerra Civil. Esto hizo que el alzamiento en el Norte, que fue un éxito, fuera aún más importante para la jefatura militar, la cual, debido a la inesperada muerte de los otros autores de la revuelta –el General José Sanjurjo (1879 – 1936) y el General Emilio Mola y Vidal (1887 – 1936)– recayó firmemente en manos del General Francisco Franco (1892 – 1975). Pero la relación de Franco con Don Javier, a quien se obligó a pasar casi toda la guerra fuera de España, y con el líder carlista “ejecutor activo” en el frente Manuel Fal Conde (1894 – 1975), fue tensa por decirlo lo más suave posible.
Resumiendo una larga y complicada historia, Don Javier y Fal Conde se dieron cuenta de que los Carlistas no podían abandonar el común esfuerzo bélico, pero que la cooperación contra un enemigo que debía ser aplastado no podía nunca significar la aceptación de todo el programa “Nacionalista” tal como se desarrolló bajo Franco como Caudillo o “Líder”. Pues ello implicaba una unión forzada con –y un control básico por parte de– la Falange, cuyos principios no podían aprobar nunca los Carlistas, en tanto que implicaban un entendimiento “revolucionario” centralizado del Estado español; Franco apoyó aquellos aspectos con los que se sentía capaz de trabajar. Esto significaba una efectiva marginación del Movimiento Carlista, la cual Franco dijo abiertamente a Don Javier que la hizo necesaria la oposición por parte de oficiales militares republicanos al monarquismo verdaderamente serio del movimiento. La firme defensa de Don Javier de la causa, apoyado por Fal Conde, les llevaría a una oposición directa contra gran parte del programa de Franco en los años de la posguerra, a menudo bajo muy difíciles condiciones para ellos personalmente. Simplemente no confiaban en ese programa, ni abrigaban esperanzas de su éxito a largo plazo.
«Levantando nuestros corazones a Dios», decía el mensaje de felicitación de Pío XII a Franco al final de la guerra contra la República, «damos sinceras gracias a Su Excelencia por la victoria de la España Católica». Pero, ¿fue realmente la “España Católica” vencedora junto con los Nacionalistas? ¿Fue realmente el “Reinado Social de Cristo” el objetivo de aquello que públicamente se llamó “La Cruzada” durante los años de guerra? Don Javier, Fal Conde, y los Carlistas que los seguían no pensaban así, y creo plenamente que la Historia ha demostrado que estaban en lo cierto, por razones que encajan muy bien dentro de la recurrente Historia de los problemas que castran las reacciones contrarrevolucionarias contra las locuras revolucionarias desde 1794.
Pues ninguna de estas reacciones “contrarrevolucionarias” fueron lógica y sólidamente de carácter contrarrevolucionario. 1794 y la caída de Robespierre y Saint Just, fue realmente obra de los burgueses y tecnócratas revolucionarios “moderados”, preocupados solamente de su propiedad y de la eficiencia del Ejército. Triste es decirlo: incluso la Monarquía francesa restaurada en 1814 decidió seguir con sus principios básicamente liberales para sobrevivir. Las Jornadas de Junio de 1848, el comienzo del “cambio de tornas” durante una nueva avalancha de actividad revolucionaria, no fue muy diferente, con los burgueses liberales fomentando un “Partido del Orden” contra la “Amenaza Roja” socialista, siendo condición para su establecimiento que los católicos dejaran de llamar “izquierdista” al liberalismo moderado. Y, triste es decirlo, una vez más, las fuerzas “contrarrevolucionarias” posteriores a 1848 en Francia, y luego en Italia y Alemania, fueron juntas con ellos. ¿Triunfó en consecuencia la verdadera contrarrevolución? No. La Revolución continuó por su alegre camino.
La cooperación de Franco con la Falange no podía seriamente sobrevivir en el mundo antifascista de la posguerra. Compartiendo un común enemigo en el Comunismo soviético, la España de Franco, paso a paso, siguió el camino liberal moderado, ahora representado por la América pluralista, a la cual se le unió en sus labores la propia Iglesia Católica Romana desde los años 60 en adelante. Este paseo por el Carril Liberal Pluralista se tradujo en la aceptación de la línea monárquica Alfonsina, su liberalismo constitucional, y la cooperación primero con los elementos históricos del Democristianismo en España, y después con los comprometidamente pluralistas, tecnocráticos, y de mentalidad “comunitaria europea”, conservadores “católicos” del Opus Dei. Con la muerte de Franco y el comienzo del reinado de Juan Carlos en 1975, reforzado por la bendición de una Iglesia Católica que había venido a considerar el Reinado Social de Cristo como un peligro para la libertad, igualdad y fraternidad propiamente definidas solamente por la Revolución Francesa y sus secuelas, la Cruzada de 1936 – 1939 se mostró haber sido un fracaso total a largo plazo.
Con una plaga, y recordando a Tom Paine, nosotros, hoy día, verdaderamente estamos viviendo en unos «tiempos que ponen a prueba las almas de los hombres». Todos estamos horrorizados ante el amparo de toda forma vil de locura revolucionaria ejecutada bajo la cínica ala dominante del Partido Demócrata; todos estamos horrorizados por el desprecio desplegado hacia el Cristianismo y el pasado en su conjunto; todos estamos asqueados por el más irracional, manipulador y tiránico fraude con el que me he encontrado en la Historia tras cuarenta y dos años como Profesor en esa disciplina, expuesto a las enfermedades de la mente y el espíritu humano a lo largo de los siglos; todos sabemos que debemos apoyar la reelección de Donald Trump y no hacer nada que pueda poner en peligro esa victoria. Mutatis mutandis, estamos en la posición Carlista.
Sin embargo, lo mejor que podemos hacer para la defensa a largo plazo de la Iglesia Católica, el orden social, la libertad humana, y los Estados Unidos de América, es continuar nuestras oraciones en nombre del Presidente, no ya sólo para su reelección, sino también para su plena conversión a la Fe. Esto es esencial, porque muchos de nuestros aliados temporales en esta momentánea causa común son aún parte del problema que identifiqué en una anterior entrega de mis Cartas desde el Infierno.
El pecado básico del Liberalismo –la reducción de los asuntos terrenales a un nivel puramente material e individual– constituye todavía la principal obsesión de demasiados Republicanos y Conservadores, en unión con sus aún más radicales enemigos demócratas (en tanta proporción como les gustaría negar esta verdad). Y la Revolución siempre volverá a recuperarse en la medida en que el Pecado Original del Liberalismo –su, de una u otra forma, obsesión materialista, junto con una individualista y antisocial definición de la libertad– no sea completamente borrado del mundo entero. Puedo creer que todo esto es posible mediante nuestras oraciones, precisamente porque, después de haber oído una Ave Maria cantada en la misma Casa Blanca, puedo creer que cualquier cosa es posible.
Estas Cartas desde el Infierno podrían continuar, discutiendo acerca de lo que es probable que ocurra después de las próximas elecciones, una vez que –y si es que– se conocieran sus resultados. Tengo muchos títulos preparados para ulteriores entregas, en las que se reflejan mis predicciones en relación con el más inmediato futuro: “Tormenta de fuego”; “Viaje al centro de la noche”; “Fin del juego”; “Danse Macabre”; “Libertad diabólica para todos”; “El Séptimo Sello”; y “Liber Scriptus Proferetur”, entre otras.
En resumen, estoy seguro de que habrá desórdenes civiles independientemente de quien gane: en diferentes Estados, de diferentes formas, dependiendo de quiénes constituyan la mayoría y la minoría en ellos. En el lado anti-Trump, esta violencia está inevitablemente destinada a focalizarse, en forma abierta o disfrazada, sobre la Iglesia Católica en cuanto Enemigo Número Uno. Ningún sacerdote u obispo podrá ser lo suficientemente liberal o radical como para salvarse de ser alquitranado con la siempre recurrente etiqueta anticristiana de Odiador de la Humanidad (o su versión moderna equivalente) que tan bien conocemos nosotros de los tiempos romanos. En la medida en que se use el nombre de Cristiano, será vilipendiado.
Un artículo titulado “O bien-o bien” explicaría la razón de por qué. La Revolución siempre ha sido la herramienta altamente efectiva que ha estado trayendo trenes llenos de ideas Sofistas, Nominalistas y Libertinas de toda época desde los días de los Socráticos hasta las modernas líneas del frente, para combatir a todos aquéllos que sostienen la causa de la Verdad, el Bien, y la Belleza. A esta causa únicamente se le ha dado su verdadera fuerza solamente como consecuencia de la realidad de la Encarnación y de la enseñanza y gracia de Dios que la Encarnación nos ha proporcionado, transmitidas a través de una Iglesia Católica que proclama el Reinado Social de Cristo. La tormenta de fuego que la Revolución desencadena sobre la Tierra está plenamente respaldada por Satanás y sus secuaces que han dirigido la guerra en el Cielo desde la caída de los ángeles y se estremecen por tener otros en su lado a los cuales puedan arrastrar a la perdición junto con ellos.
El discurso de la Revolución caracteriza a ésta como comprometida en una guerra de “palabras” mentirosas, autodestructivas, y, en última instancia, vacías de sentido, en oposición contra la Palabra salvadora. Ama esconderse detrás de máscaras, a menudo afirmando que no está combatiendo contra la religión, sino simplemente –como ocurría con la Reina Isabel, defendiendo patrióticamente a Inglaterra contra sus enemigos Católicos extranjeros, o como ocurre con los peligrosos ideólogos médicos, magnates ladrones farmacéuticos, y sus compañeros de viaje del Partido Demócrata que nos están atormentando hoy día– protegiendo altruísticamente la salud pública contra oscurantistas que dejarían a la Parca causar sus estragos.
A la larga, resulta ser “o bien” la Revolución y todo el mal que representa, “o bien” la Iglesia Católica y el Reinado Social de Cristo. Cualquier otra cosa constituye una medida provisional. Quitémosle la máscara al rostro de la Revolución este Noviembre de forma que completemos el trabajo plenamente en beneficio del mundo, de los Estados Unidos, de todos y cada uno de nosotros, y de nuestro futuro compañero católico Donald Trump.
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Re: Opinión de Christopher Ferrara para las 58ª elecciones a la presidencia de EE.UU.
Donald Trump puede ser el Presidente más pro-judío jamás habido
Por Josh Hammer
22 de Octubre de 2020
https://nypost.com/wp-content/upload...8&h=410&crop=1
En estas elecciones no hay un subgrupo para quien las apuestas estén más altas que el de mis correligionarios judíos.
Esto es así porque, para empezar, Donald Trump es muy posiblemente el Presidente más pro-judío jamás habido (o, al menos, desde la famosa vez en que George Washington aseguró a los Judíos de Newport, Rhode Island, que todo hijo del “rebaño de Abraham se sentaría para siempre a salvo bajo su propia viña e higuera”).
Con palabras y hechos, el Presidente Trump –padre de un Judío observante, y abuelo de niños Judíos– se ha considerado repetidamente como un verdadero amigo y guardián del pueblo de la alianza. Y en la era post-1948 del Sionismo, Trump ha sido de lejos el más leal y dinámico amigo del único Estado Judío del mundo.
Trump terminó con décadas de timidez presidencial y promesas rotas, moviendo finalmente la Embajada de los Estados Unidos a Jerusalén. Retiró a los Estados Unidos de la horrenda capitulación que fue el acuerdo nuclear de Obama-Biden con Irán y ha impuesto sanciones paralizantes a la “mulocracia” [1].
Diezmó al “Califato” del Estado Islámico y decapitó al architerrorista iraní Qassem Soleimani, amenazas ambas para Israel y para los Judíos de cualquier parte. Clausuró la Misión en Washington de la terrorista Organización de Liberación Palestina y dejó de financiar a la propia Autoridad Palestina debido a sus bárbaras ayudas a asesinos.
Trump también cortó la financiación o la retiró por completo a tres cuerpos de la ONU anti-israelíes: al (muy mal llamado) Consejo de Derechos Humanos de la ONU; a la UNRWA [2]; y a la UNESCO.
Y sólo estamos empezando. El Equipo de Trump ha defendido valientemente los “asentamientos” israelíes en Judea y Samaria. El Presidente reconoció formalmente la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán, y desenrolló el plan de paz más pro-israelí con los árabes palestinos que jamás haya avalado Presidente estadounidense alguno.
Y lo que es más extraordinario: el hombre que escribió “El arte del trato”, pastoreó por medio de, no uno, sino dos (¡por ahora!) acuerdos distintos de normalización de relaciones entre Israel y el mundo arábigo [3]. Esto constituye probablemente el triunfo diplomático positivo más importante para Israel (y para el mundo Judío, que se beneficia de un Estado Judío fuerte) en décadas. Imaginen lo que nos podría traer un segundo mandato.
En el frente doméstico, Trump firmó una Orden Ejecutiva revolucionaria para proteger, bajo el ámbito estatutario del Título VI, a estudiantes universitarios Judíos y Sionistas que fuesen acosados: una maniobra dinámica que ya ha conducido a un acuerdo de resolución de primer nivel entre el Departamento de Educación y la Universidad de Nueva York. Esta Orden constituye quizás la más enfática acción pro-judía que jamás haya tomado un Presidente en el cargo.
En relación a la libertad religiosa, Trump ha nombrado a innumerables firmes defensores de la Primera Enmienda por todo lo largo y ancho de la judicatura federal. También ha fomentado normas administrativas para salvaguardar a los proveedores religiosos de servicios sociales y a las agencias de adopción religiosas de la discriminación. Y con Trump, el Departamento de Justicia ha defendido rutinariamente a las comunidades Judías que estaban bajo amenaza. Y, por supuesto, los Judíos se han beneficiado de los tremendos logros económicos que ha habido con Trump.
Comparen todo esto con una Administración Biden-Harris, que prestaría voz a odiadores de Judíos como Linda Sarsour e Ilhan Omar, y, ciertamente, es probable que deshiciera la mayor parte de (por no decir todos) los avances de Trump.
Un Presidente como Joe Biden resucitaría seguramente el acuerdo nuclear con Irán que puso a Israel (y a otros) bajo una amenaza existencial, y volvería a alzar a los cleptócratas árabes palestinos respaldados por el terrorismo hacia posiciones de prominencia. Los antisemitas se verían reforzados a lo largo y ancho de los campus universitarios y de la América corporativa “woke” [4], a través de toda la burocracia federal, y en los miserables intestinos de Bay Turtle [5].
En resumen, Biden-Harris nos conducirían a otro rescate financiero en favor de una envalentonada, buscadora de armamento nuclear, Irán; y a un desencadenamiento a nivel nacional del fanatismo antijudío, particularmente procedente de la izquierda.
Hay mucho en juego también. En efecto, la propia noción de América –una América que ha estado más que a la altura de la promesa de Washington, y ha servido como el más vital y el más bienvenido refugio de los Judíos durante más de dos siglos– está en riesgo.
Trump, tal y como dijo en su discurso del Día de la Independencia, representa el espíritu de 1776: el ethos nacional de la meritocracia, la libertad, el orden, y el imperio de la ley. Biden, por el contrario, apenas se atreve a denunciar la destrucción y violencia que se ha derivado de los movimientos Antifa y Black Lives Matter, y abraza el “wokeismo” interseccional, los remedios pseudointelectuales, y una economía de lucha de clases que vendría toda ella a expensas de los Judíos.
Claramente, a los Judíos americanos les irá mejor sólo con una de estas dos visiones. Y no es la Biden.
Josh Hammer es el editor de opinión del Newsweek, e investigador en la Fundación Edmund Burke.
[1] Nota mía. Nombre despectivo para referirse al régimen político iraní, o régimen de los “Mulás” (personas versadas en el Corán).
[2] Nota mía. Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo.
[3] Nota mía. Se refiere a los dos acuerdos de normalización de relaciones diplomáticas de Israel con Bahrein y con los Emiratos Árabes Unidos, formalizados el pasado 15 de Septiembre de 2020, en Washington D. C.
[4] Nota mía. El término “woke” se ha venido utilizado últimamente en los sectores más progresistas de la llamada República de los Estados Unidos para hacer referencia a aquellas personas que son “culturalmente conscientes”, es decir, que han interiorizado plenamente las ideologías características de la posmodernidad.
[5] Nota mía. Barrio de Nueva York, donde se encuentra la sede de las Naciones Unidas.
Fuente: NEW YORK POST