Macarena Olona opina sobre el tema lo mismo que el "papa" Francisco. No sé por qué va tener más culpa que él.
De Juan Manuel De Prada, a falta de otros textos más recientes que no desdigan aquellas opiniones favorables, hay que suponer que sigue pensando lo mismo que entonces. Vds que son tan celosos de sus textos podrían aportarnos alguno y sacarnos del error.
Precisamente se puede juzgar de la veracidad y sinceridad del proceso de conversión católico-tradicional de Juan Manuel de Prada por sus críticas hacia la desgraciada deriva posconciliar del aparato público de la Iglesia, lo cual le ha conllevado la animadversión de los sectores oficiales de la misma. Véase, como botón de muestra, su comentario a la última Encíclica del Papa Francisco. Por lo tanto, en este aspecto, la actitud de Juan Manuel de Prada es loable al disentir de las ideas oficiales u oficiosas que hoy en día se difunden en nombre de la Iglesia o del Papa, y, por el contrario, vituperable la actitud de Olona.
Me pide usted textos de Juan Manuel de Prada condenatorios de estas ideas aberrantes, y, en verdad, lo que habría que preguntarse es en qué texto ha dejado de denunciar últimamente ese escritor todos los males derivados u originados de la ideología liberal (podría usted darse una vuelta por este Foro, que está plagado de ellos). Esta ideología se presenta actualmente con los nombres de "conservatismo" o "libertarismo", pero sigue siendo el mismo mal esencial de siempre, y Juan Manuel de Prada denuncia constantemente las perniciosas (y lógicas) consecuencias que produce, tanto a nivel comunitario-sociopolítico como a nivel personal-antropológico, a través de las consabidas fórmulas de la "autodeterminación" o la "autorrealización".
Véanse, por ejemplo, el artículo "Autodeterminación" (18/09/2017):
«Autodeterminación» es un término filosófico acuñado –¡cómo no!– por Hegel. La libertad había sido definida por Aristóteles como la capacidad humana para obrar con discernimiento moral, para decidir entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto. Pero Hegel, el antiaristóteles por excelencia, proclama en su Fenomenología del Espíritu una «libertad absoluta» para la cual «el mundo es simplemente su voluntad». Esta libertad hegeliana ya no actúa conforme a una capacidad para discernir categorías morales externas, sino que se convierte en un poder para realizar su voluntad. Tal poder exige un itinerario que Hegel describe en sus Fundamentos de la filosofía del Derecho; y su última estación es la «autodeterminación». La voluntad humana se convierte así en práxis en estado puro: ella es su propio objeto y no reconoce límite exterior alguno. La voluntad que ha alcanzado la autodeterminación sólo obedece una ley, que es la suya propia, la ley que funda su propio vivir, la ley que es ella misma. Y esa ley no es otra que la «libertad del querer», que es «verdaderamente infinita» (wahrhaft unendlich), porque su objeto no es para ella un otro ni un límite, sino que es ella misma.
Esta autodeterminación de la voluntad es un error asimilado por todas (¡toditas!) las ideologías modernas sin excepción. Para todas las ideologías, el hombre tiene libertad absoluta para autoafirmarse, para autodefinirse, para construir su biografía sin otras reglas o límites que su propia voluntad, que no acepta los límites que le impone la naturaleza (por eso puede, por ejemplo, cambiarse de sexo) y mucho menos la Historia (que configura según su «libertad del querer»). El hombre concebido como voluntad autodeterminada es un dogma incuestionable de todas las ideologías modernas.
O el artículo "Autodetermínate" (11/02/2019):
Fue Hegel quien acuñó el concepto de autodeterminación, que es la última estación de la voluntad humana, convertida ya en praxis en estado puro que no reconoce límite exterior alguno. Esta autodeterminación, erigida en «libertad absoluta» para la que «el mundo es simplemente su voluntad», es piedra angular del pensamiento político liberal. Frente a la libertad aristotélica, que es obrar como se debe (apoyando nuestro discernimiento sobre el orden del ser), la libertad liberal permite a los hombres abandonar el orden del ser para desenvolverse en el orden del devenir, donde el hombre tiene libertad absoluta para autoafirmarse, para autodefinirse, para construir su biografía sin otras reglas o límites que su propia voluntad. Así el hombre (¡y la mujer!) podrá, por ejemplo, romper su familia cuando le pete, dejando al otro cónyuge en la estacada y a sus hijos en soledad y llanto, si su «libertad del querer» lo exige (o sea, si su bragueta esta inquieta). Así, la mujer podrá liberarse del hijo que crece en sus entrañas y arrojarlo a una trituradora, para que hagan con él albóndigas. Así, incluso, el hombre o la mujer podrán cambiarse de sexo como quien se cambia de camisa.
Por eso digo que no sé por qué trae usted aquí a Juan Manuel de Prada, quien representa todo lo contrario a la ideología liberal (y, por consiguiente, a todas sus lógicas y normales consecuencias, como, por ejemplo, la pretendida "justificación social" del vicio de los sodomitas) que abrazan gustosamente y con orgullo el partido político VOX y sus dirigentes, incluida la Sra. Olona.
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