Una. No soy médico, pero no hace falta serlo para darse cuenta de que la vida moderna tiene estos gajes. Por mucho que los hombres se empeñen, el paraíso no puede venir a la tierra: ni el paraíso en clave marxista ni el paraíso en clave positivista. La ciencia podrá progresar diagnosticando y tratando terapéuticamente enfermedades que hoy son mortales, pero nunca podremos impedir la emergencia de nuevas enfermedades, cuando las mortíferas sean paliadas y hasta eliminadas.
Dos. El descubrimiento de nuevas enfermedades es proporcional al despliegue de medios que existen para observarlas, detectarlas y publicitarlas. Quiero decir que algunas enfermedades puede ser que nos acompañen desde los tiempos de Adán, pero ahora aparezcan y cobren un nombre.
Tres. Muchas enfermedades, también hay que tenerlo en cuenta, son producidas en laboratorios. La experimentación y manipulación genética actualizan el mito de Pandora: la curiosidad científica abre las puertas a los males. No descartemos tampoco el interés de algunas empresas farmacológicas que, siguiendo el principio capitalista de la oferta y la demanda, pueden inducir la demanda de sus productos propagando enfermedades.
Cuatro. Hubo una vez un tiempo en que los niños vivíamos más en la calle que frente a la videoconsola. Corríamos, saltábamos, nos ensuciábamos, nos apedreábamos, nos heríamos, nos despellejábamos la rodilla... Dábamos mucho trabajo a nuestro ángel de la guarda, la verdad. Hoy, muchos padres preservan asépticamente a sus hijos; si pudieran los meterían en una burbuja. ¿Es bueno eso? Creo que, aunque no sea el caso que nos propone el artículo aquí traído por Hyeronimus, ninguna superprotección puede ser buena a la larga. A los niños habría que educarlos bajo aquella máxima de nuestro refranero:
Lo que no mata, engorda.
P.D.: Es curioso, gracias a este artículo, yo que soy peninsular me enteré de que en las Islas Canarias le hayan dedicado un Hospital al "Doctor Negrín", ese infame agente de la URSS, degenerado putañero y glotón. Con ese nombre execrable de Negrín de por medio, no es de extrañar que haya enfermedades tan siniestras.
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