EJERCER LA "DICTADURA CULTURAL"
Friedrich Schlegel
DICTADURA CULTURAL DE LOS BUENOS O DICTADURA CULTURAL DE LOS MALOS
Creo que uno de los genios más injustamente olvidados fue Friedrich Schlegel (1772-1829). Con una asombrosa energía siempre estaba dispuesto a aprovechar el tiempo para configurar su obra -su obra que no eran solo sus escritos, sino su misma imagen en la eternidad: aquello que Eugenio d'Ors llamó "el ángel":
-Cuando me despierto comienzo a trabajar en mi obra, y termino cuando me acuesto. En la alternancia de escribir, pensar, leer, extractar no tengo ninguna regla fija. -le respondió a su hermano August Wilhelm, en cierta ocasión en que éste le preguntó por su orden de la jornada.
Los más metódicos pueden achacarle a Friedrich Schlegel un cierto desorden en su actividad intelectual (no sabemos si decir artística: él no era amigo de separar arte y ciencia, filosofía y religión). Otros piensan que Schlegel seguía un plan predeterminado. Fuere anárquico o guardara un método bajo la abigarrada actividad que desplegó (también en los salones de la vida social), Schlegel fue un visionario. No había nacido Nietzsche y Friedrich Schlegel descubrió por sí mismo, en sus estudios del mundo griego, eso que luego ofuscaría a Nietzsche: el elemento dionisíaco. Pero no quiero extenderme más sobre Schlegel, puedo recomendar uno de los más esclarecedores ensayos que se han hecho sobre el romanticismo, donde se incluyen estos datos que aquí pongo: "Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán", de Rüdiger Safranski.
Lo que me ha hecho pensar y es lo que traigo hoy son estas palabras de Friedrich Schlegel a su hermano August Wilhelm (1767-1845):
"...en que nos granjearemos una gran autoridad en la crítica, lo suficiente como para erigirnos en dictadores críticos de Alemania en un plazo de cinco a diez años...".
Estos renglones los escribe Friedrich a August Wilhelm con el propósito de implicarlo en la fundación de la revista "ATHENAEUM". En efecto -con Ludwig Tieck (1773-1853), que sería el traductor de nuestro Quijote al alemán-, los hermanos Schlegel fundaron Athenaeum y lo editaron desde 1798 a 1800. La revista llegó a ser un instrumento que se mostró apto para la propagación del movimiento romántico alemán y, durante su existencia (prolongándose tras su desaparición) ejerció una auténtica dictadura crítica.
¿Pero qué será eso de la "dictadura crítica"?
Se nos ha condicionado (skinnerianamente) para que, nada más que escuchar la palabra "dictadura" evoquemos toda una serie de monstruosidades que nos bloqueen a la hora de entender cualquier otra cosa que se diga después. Le haré al lector la gentileza de pensar que seguirá leyéndome, después de haber dicho "dictadura". Sí: dictadura.
La "dictadura crítica" es algo que continuamente se ejerce -no tiene usted otra cosa que hacer que poner la televisión y, por ejemplo, ver a Gran Wyoming "dictando" lo que es ridículo, "dictando" lo que es "simpático"... Desde otro frente, se nos "dicta" las novelas y los libros que hay que leer (quien no los lea es como si no estuviera al cabo de la calle). En fin, ya vemos que lo de la "dictadura crítica" sería parte de eso que podríamos denominar como "dictadura cultural".
La "dictadura cultural" funciona desde que el hombre vio la posibilidad de ejercer influencia en otros. Si a una sociedad -como la nuestra- se le brinda una formidable oferta de bienes culturales -pensemos, por un momento, en las estanterías de una librería- la "dictadura crítica" se encarga de aconsejarnos o desaconsejarnos unos determinados libros: aquellos que resultan contra-producentes a los que alimentan los medios y las comparsas de esa "dictadura crítica". Es así de sencillo. Con las modas pasa otro tanto.
Mucho tiempo llevamos escuchando y leyendo lo que pudiéramos llamar la larga y yerma quejumbre de los buenos. Los buenos se quejan del poder de los malos. Los buenos se quejan de la hegemonía del mal. Los buenos se quejan de la corrupción de las costumbres. Los buenos se quejan de los libros que escriben, publican y venden los malos. De las películas que producen, dirigen y realizan los malos. En fin, se quejan de los malos. Del asombroso poder que parece que ostentan los malos. Pero, ¿qué hacen los buenos?
Los buenos y la tontería están peligrosamente relacionados. Es una ingeniosidad mía, desde luego que sí. Pues la realidad dice que nada menos bueno que un tonto. Pero no podemos dejar de advertir que, entre esos que se llaman buenos; que se tienen por buenos y que, seguramente, serán buenos no faltan tontos. Y, la verdad, tontos de capirote.
Nosotros nos hemos quejado como los que más. Pero lo que nos distingue de estos tontos es que se quejan y su queja es estéril. Están paralizados, asistiendo a diario cómo los malos le dicen -si no a ellos, sí a sus hijas- las bragas que tienen que llevar, para que sea más cómodo quitárselas; están petrificados, viendo cómo el mal actúa. Se consuelan -no hay tonto que no se consuele- y terminan pensando que, después de todo, alguien lo arreglará.
Es la ilusión del que se queja estérilmente: que la cosa se arregle por sí misma, sin meterse él en faena. Entre otras cosas por no saber ni por qué están pasando estas cosas que pasan.
La otra ilusión del tonto se produce cuando el tonto ha sido capaz de descubrir que existe una "dictadura cultural" (con su "dictadura crítica"). En este caso, el tonto no es tan tonto: le huele mal que haya tanta mierda en el mundo. Incluso llega a leer un libro sobre conspiraciones y descubre que -muy probablemente- lo que ocurre no sea fruto de la casualidad. Pero el tonto persevera en su tontería, ahora la ilusión que se apodera de él es la siguiente:
"Existe una "dictadura cultural". Exacto. Hay que hacer todo lo posible para escapar de ella, para librarnos de ella."
Vale. ¿Y qué ponemos después?
Respuesta del tonto:
-Habrá libertad.
No. Sabemos que eso no se producirá en este mundo. Lo que el tonto no ha descubierto es que para combatir la "dictadura cultural" de los malos hay que imponer un "dictadura cultural" de los buenos.
Y si no vamos en ese sentido. Si todos los buenos no se curan de la tontería. Si no ponen manos a la obra para dictar culturalmente lo que vale y lo que no, de nada servirán los medios de comunicación en manos de los buenos. De nada servirá que los buenos hayan llegado -por la razón que sea- a ocupar un puesto en -llamémosle así- el frente cultural (desde una cátedra docente hasta una columna de opinión: también un blog).
Y los tontos seguirán quejándose. Los malos dictando. Y los buenos predicando en el desierto... O tal vez no.
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
Excelente artículo, amigo Hyeronimus.
La DICTADURA CULTURAL DE LOS BUENOS... ¡¡Sí señor!! esa es la palabra correcta: DICTADURA... y sin miedo. Pero cuidado, porque luego vendrán los "listos" de siempre a intentar confundir nuevamente a los tontos, en servicio de los malos... y relativizando nuevamente los conceptos, intentado borrar la línea divisoria existente entre ellos y los que siempre fueron BUENOS. Y ahí es donde el cristianismo se hace imprescindible, por lo que uno de los primeros objetivos sería terminar con el laicismo que sufre nuestro estado moderno, y volver al catolicismo como fuente inspiradora de las leyes y conceptos surgidos de la Administración. Yo, por mi parte, ya he comenzado hace tiempo, siendo intolerante con los falsos conceptos.
Un saludo
Última edición por jasarhez; 28/05/2012 a las 19:44
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