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  • 1 Mensaje de jasarhez

Tema: El totalitarismo masificador franquista

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  1. #1
    jasarhez está desconectado Proscrito
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    Re: El totalitarismo masificador franquista

    Los remedios empleados fueron las tasas de precios, de alquileres, de los cánones arrendaticios, la intervención de ciertos productos, de las importaciones y exportaciones, y el trato fiscal de los beneficios extraordinarios.

    El estraperlo sorteó la tasa y el racionamiento de los productos alimenticios, y el dinero afluyó a los labradores.
    La conferencia del sr. Goytisolo, de la cual extraigo este único párrafo para no extenderme en la cita, me suena a doctrina liberal.

    ¿Frente a la división cotidiana y amorfa de "izquierdas" y "derechas", por qué no dividimos el mundo entre liberales e intervencionistas y cada cual nos marchamos a vivir al lugar del mundo que mas nos guste?. A los que piensan que el mercado negro ilegal (el estraperlo, por ejemplo...) simplemente "sorteaba las tasas y los racionamientos" para permitir que el dinero fluyera libremente, en lugar de decir que el estraper lo robaba comida y recursos a los que mas la necesitaban, yo no los querría conviviendo en el mismo lado que el mío.

    Sinceramente, pienso todo lo contrario de lo que opina el señor Goytisolo. Únicamente bajo una política de racionamiento se puede asegurar el mínimo indispensable para toda la población. En situaciones de emergencia económica es la opción mas justa y por tanto, desde un punto de vista político, también la mas cristiana. El Estado no puede confiar en la caridad... sino en la Justicia. Los estraperlistas deberían de haber sido fusilados al amanecer, pero lamentablemente, no lo fueron.

    Ni tampoco voy a comentar nada sobre esa afirmación que hace este señor, según la cual antes de la existencia de la Seguridad Social y la sanidad públicas, los que no tenían dinero para pagar un tratamiento médico (es decir, los pobres), eran atendidos gratuítamente en los hospitales municipales y provinciales, que prestaban asistencia gratuita de manera espontánea, esmerada y eficaz por los médicos por una gratificación simbólica, y a cambio de acreditarse ante su clientela privada. Sencillamente, no me lo creo... ni es lo que me han contado en mi familia (le aseguro que mis abuelos vivieron y padecieron el enorme sufrimiento de ver a un hijo enferme y no tener dónde llevarle por no tener dinero...). Ahora va a resultar que la caridad y las casas de socorro municipales suplían al Seguro Médico Estatal que mas tarde nos regaló el Caudillo a todos los obreros. Por eso, como le digo, tantísimas veces mi abuelo nos contaba lo mal que lo pasaban, él y mi abuela, cada vez que alguien enfermaba en la familia... No sabe Vd. las veces que he escuchado contar en mi casa, y de boca de los que realmente sufrieron esa basura y toda esa pobreza que existía durante la monarquía de Alfonso XIII y durante la II República, en lugar de oir las palabras de todos estos ilustrísimos teóricos.

    ¡¡No sabe Vd. lo mucho que mis padres y mis abuelos celebraron la creación de la Seguridad Estatal franquista!!. Para ellos se acabaron todos esos quebraderos de cabeza a los que habían estado sometidos antes de que el Generalísimo (ese "socialista", que diría Esperancita... y va a ser verdad al final...) les diera dignidad también en la enfermedad, sin tener que mendigar la atención de un médico. Ah..!! y no piense Vd. que mi familia era especialmente pobre, simplemente mi familia era una familia obrera. Pero es que, en los tiempos de los que habla este señor, la mejor palabra con la que se podía definir cómo era la vida de los obreros, es solo ésta: POBREZA. De eso trataba la foto que había pegado en el correo que me fué editado en mi anterior mensaje, por "estar fuera de tema"... A ver qué pasa con éste ahora.

    A ver si ahora va a resultar que la beneficencia construyó en España mas hospitales que el franquismo...
    Lo siento, paso olímpicamente... Sinceramente, detesto la forma de pensar de este señor. Jamás estaré en el mismo lugar político donde estén éstos tipos. Prefiero que me llamen otra vez ROJO y tener que comprarme otra vez un pasaje a la extinta Unión Soviética.

    Un abrazo en Cristo


    P.D.: Rojo sí soy... en realidad lo soy por dos veces. Porque mi bandera es la ROJA- NEGRA y ROJA.
    Última edición por jasarhez; 16/01/2013 a las 21:38
    ALACRAN dio el Víctor.

  2. #2
    Martin Ant está desconectado Miembro Respetado
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    Re: El totalitarismo masificador franquista

    El siguiente escrito está tomado de la Revista católica tradicionalista Verbo, de su número 123 (págs. 315-318), del año 1974.


    COFRADIAS, HERMANDADES Y GREMIOS

    POR J . GIL MORENO DE MORA.

    Es probable que las primeras asociaciones profesionales en la Edad Media tomasen el nombre de cofradía siendo acaso las de pastores pirenaicos las primeras. En todo caso la primera razón de reunión parece haber sido benéfica, de mutua ayuda, poniéndose bajo el patronazgo de un Santo y muy poco después realizar el fin de ponerse de acuerdo sobre problemas de pastos o mestas.

    También se llamaron hermandades sin clara diferencia como las de pescadores, pero bajo el nombre de hermandad también se unieron caballeros (la de Santiago, origen de la Orden), ciudades, valles, nobles, como por otra parte oficios y letrados.

    En todo caso, tanto cofradías como hermandades son apelaciones para uniones de carácter abierto, es decir, que en ellas podía ingresar todo aquel que lo solicitase y manifestase algún interés común. Sin embargo estas antedichas dieron luego lugar a los gremios cuya característica parece ser la de cerrarse de forma que se requería un examen de aptitudes para ingresar y esto si no se volvieron hereditarios en el sentido de que se reservaba el aprendizaje a hijos de miembros del oficio. El gremio parece ir más allá del carácter benéfico y dirimidor de litigios que tenían cofradías y hermandades y emprende una verdadera batalla contra el intrusismo, y por el control de la calidad, reglamentación del trabajo, defensa contra la administración o pactos con ella, etc.

    Lo cierto es que hay momentos en que es muy difícil delimitar estas definiciones y que el tránsito de unas a otras más o menos rápido siempre tuvo lugar.

    Lo que caracteriza estas asociaciones, o mejor dicho, corporaciones de oficio es su origen espontáneo en una necesidad natural de aquellos que se encontraban con los mismos problemas, lo cual se confirma comprobando que sus formas son muy variadas acoplándose los estatutos o fundaciones al contexto natural en que se encuentran. Desde muy pronto fueron un obstáculo para la arbitrariedad de reyes y señores cuando la había, y despertaron recelos profundos que causaron que varios reyes castellanos las prohibieran sin lograrlo. Y en ciertos casos su peso llegando a ser excesivo puso serias dificultades al ejercicio del poder del estado. No es de extrañar, pues la mejor de las cosas puede ser mal empleada. Sin embargo, la Edad Media y el Renacimiento nos muestra que estas corporaciones de oficios llegaron a asumir y resolver muy satisfactoriamente la vida del trabajo y la organización económica del Municipio, incluyendo sorprendentes realizaciones de seguridad social con seguros de paro, enfermedad, viudedad y orfandad, accidente que dados los medios de aquellas épocas aun podrían enseñar muchas cosas a los modernos seguros del trabajo, pues los conceptos de justicia, más presentes que ahora por no conocer la demagogia actual, llegaban a menudo mucho más lejos que los seguros pensados y realizados por funcionarios. Llegaron incluso a fundar universidades que no se llamaron laborales pero llegaron, como una de las de Barcelona, a ser verdaderamente buenas.

    No es posible en un forum como este dar una historia prolija ni la cantidad de detalles verdaderamente impresionantes de estas antiguas corporaciones, ni es posible tampoco estudiar todo lo que de aprovechable como idea contienen.

    Mas bien sería de interés centrar nuestro pensamiento sobre un punto, el siguiente: Hoy en día no existen estas corporaciones sino los sindicatos y aun con las grandes diferencias de país a país, es un hecho que la fórmula sindicalista adolece de alguna enfermedad, pues en todos los países hay problemas con estos sindicatos. Fuera de España los sindicatos no son simples asociaciones profesionales, y aunque normalmente desprovistos de poder jurisdiccional, son políticos en el preciso sentido de politizados, con lo cual es frecuente que una misma profesión y lugar conozcan varios sindicatos según las ideologías a que se afilien sus miembros. Con ello se quiebra la representatividad, pues ninguno puede hablar lícitamente en nombre de todos los miembros de la profesión. Aquí hay una diferencia importante con los gremios antiguos, pues ellos sí reunían a la totalidad de los profesionales orgánicamente. En España los sindicatos han tomado otra forma y conozco el problema de los del Campo que es de heterogeneidad pues, por ejemplo, el sindicato de la Vid reúne en una misma representación a los viticultores, los comerciantes, los exportadores, los destiladores, los fabricantes de licores, los cerveceros, etc., lo cual quiere decir que el presidente de este sindicato es como un abogado que represente a las dos partes en litigio, pues litigio hay siempre entre el productor que vende y el comerciante que le compra, siendo notable, por ejemplo, en el caso citado, que la mayoría de los componentes del sindicato es la de los interesados en que el productor venda barato, con lo cual ya se puede suponer cómo pueden encargarse de defender los intereses de la producción.

    Por otra parte, los Sindicatos responden a una intervención de la administración que a menudo se reserva el nombramiento de los mandos sindicales muy diferentemente al espíritu gremial, en el cual sólo los miembros del gremio eligen a su máximo representante en forma compromisaria. Otra diferencia profunda está en la uniformidad que la Ley obliga para las organizaciones sindicales, lo cual las hace ser frecuentemente inadecuadas, sea al lugar, sea a la idiosincrasia de los hombres, y, por fin, estos sindicatos actuales siguiendo el molde de las administraciones francesas, son centralizados rígidamente complicando la burocracia sindical y encareciendo la vida sindical con ello. También la pertenencia a los gremios era libre, mientras que los sindicatos son obligatorios.

    Pero, además, si se compara su función actual con la función de los gremios, constatamos la completa incapacidad de asumir la vida económica de los municipios, incapacidad de legislar, a pesar de que las Cortes tengan muchos procuradores sindicales y lo más claro es que los sindicatos actuales cuando no son para organizar algaradas políticas al servicio de quienes los controle, como sucede en Francia, ven su acción limitada a muy poco más que a informar si se les quiere escuchar y a encargarse del funcionamiento de la seguridad social. Por ejemplo, en las actuales hermandades de trabajadores la tarea que absorbe todo el tiempo del secretario es la corresponsalía del INP que, por lo demás, paga una verdadera miseria a estos empleados sin nómina aprovechando la buena fe que suelen aportar en defensa de los vecinos del pueblo.

    El hecho es que en la actualidad ninguna administración encuentra serios problemas en dominar a los sindicatos mientras estos no lleguen como en Norteamérica a tener equipos de gansters a su servicio. Y el único recurso que les queda es el uso de la huelga y las reivindicaciones salariales y fuera de esto en occidente es escasísima la vida corporativa profesional. Menuda carcajada proferiría el Estado Moderno si los sindicatos, por ejemplo, reivindicasen el control de la calidad y la política de precios a seguir, o las obras públicas.

    Nuestro mundo no es el de la Edad Media, y pensar que aquellas formas gremiales podrían tal cual resolver los problemas de hoy es soñar. Pero cabe la pregunta de cuál sería la actividad actual de los gremios si el absolutismo, el pensamiento revolucionario y, en fin, el Estado Hegeliano, que es inconfesado modelo de muchos, no hubiesen truncado la vida de aquellas corporaciones naturales. Gambra añade que la decadencia de los gremios empieza cuando Luis XIV los utiliza con fines fiscales, en la primera tecnocratización de los oficios. El Estado llega a vender los cargos gremiales. Los historiadores tergiversan el problema pues presentan a los gremios como defensores del absolutismo y al liberalismo como restaurador al abolir los gremios. No es cuestión de volver atrás sino de tratar de ver si el Estado en que se hallaría hoy el antiguo gremio por natural evolución en el tiempo no resolvería los problemas actuales de manera más satisfactoria que los actuales sindicatos.

    El forum está esencialmente encaminado al debate y mi función aquí no es sino suscitarlo; ruego a todos se manifiesten sobre este tema y esta última pregunta.


    Fuente: FUNDACIÓN SPEIRO

  3. #3
    Martin Ant está desconectado Miembro Respetado
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    Re: El totalitarismo masificador franquista

    Uno de los sectores más castigados por las políticas de los tecnócratas de Franco fue el del Campo. Gran conocedor del mundo rural, el que fuera Presidente de la Cámara Agraria de Tarragona, Gil Moreno de Mora, resume de esta manera el resultado de la puesta en práctica de las políticas masificadoras llevadas a cabo durante el Régimen. Personalmente, creo que alguno de los comentarios expuestos por Gil Moreno de Mora necesitarían de cierta precisión o concreción para evitar alguna ambigüedad en lo que se refiere a la crítica que hace del Estado de Bienestar y de la Economía, pues ciertamente estos conceptos podrían reorientarse en un sentido económico tradicionalista no tecnocrático. Pero salvo estas salvedades meramente accidentales o secundarias, en general el artículo está muy bien.

    El texto está tomado de la famosa Revista católica tradicionalista Verbo, nº 148-149, págs. 1107-1112, del año 1976.



    EL CAMPO, HOY

    POR J . GIL MORENO DE MORA.

    Cuarenta años son período dilatado en la vida de un hombre y durante este tiempo no hay humano que sólo pueda hacer balance de lo activo, porque la congénita fragilidad, siempre sujeta a error, da también lugar a un pasivo. Balance es el recuento y la comparación entre el activo y el pasivo. De locos o angelistas sería componer un balance únicamente con los éxitos o sólo con los fracasos, porque tal postura, o cierra toda posibilidad a corregir los errores, o imposibilita la conservación de aquellos logros tan difícilmente conseguidos.

    El pensamiento recto y honesto es aquel que, buscando siempre el perfeccionamiento, usa del discernimiento para distinguir los aciertos de los errores y, en consecuencia, se esfuerza en guardar y conservar los primeros y en corregir los segundos como dice la voz popular que es de sabios hacerlo.

    El Campo ha sido uno de los capítulos de la vida española en el que durante cuarenta años menos aciertos y más errores se han dado, acaso por influencia de corrientes generales en Occidente, y seguramente por el predominio concedido a las gentes e intereses de aquellas ciudades que han crecido hasta ser "grandes Urbes". Las políticas del "Gran Madrid", del "Gran Barcelona", copiadas por Bilbao, Zaragoza, Valencia, Sevilla, etc., han sido auténticamente hostiles al Campo.

    Para dar una idea gráfica tomamos unos datos del número 120 de la Revista Sindical de Estadística en el trabajo de Julio Alcaide Inchausti sobre la Renta Nacional (págs. 2 a 30). Los datos computan 1973.

    Barcelona, Madrid, Vizcaya, Guipúzcoa y Tenerife suman el 30,4 % de la población, tienen el 40 % de la renta total y ocupan el 4,6% del territorio.

    Pontevedra, Valencia, Alicante, Las Palmas y La Coruña suman el 15 % de la población, tienen el 13,9 % de la renta total y ocupan el 6,5 % del territorio.

    Sumadas ambas partidas tenemos que diez provincias suman el 45,4 % de la población, tienen el 54,5 % de la renta y ocupan el 11,1 % del territorio.

    Si se les suma Cádiz, Málaga, Baleares, Oviedo y Sevilla, que juntan el 13 % de la población, con el 12 % de la renta y el 8,8 % del territorio tenemos un conjunto cantábrico, levante, Islas y Madrid con el 59,2 % de la población, el 66,5 % de la renta y sólo el 19,9% del territorio. Dejando treinta y seis provincias con el 41,8 % de la población, el 33,5 % de la renta y el 80,1 % del territorio.

    Barcelona, Madrid y Vizcaya tienen alrededor de 500 habitantes por kilómetro cuadrado.

    Guadalajara, Soria, Teruel y Cuenca tienen menos de 12 habitantes por kilómetro cuadrado; veintinueve provincias tienen menos de 60 habitantes por kilómetro cuadrado y sólo catorce provincias superan los 100 habitantes por kilómetro cuadrado.

    También sólo catorce provincias superan las 100.000 pesetas de renta per capita y dieciseis no llegan a las 75.000 pesetas.

    Es de notar que Madrid, Barcelona y Vizcaya tienen menos del 7 % de su empleo en agricultura y pesca; Madrid tiene el 58,2 % de su población en el sector servicios, Barcelona y Vizcaya tienen el 56,94 % y el 53,88 %, respectivamente, de su empleo en la industria. Dieciocho provincias tienen más del 40% de su empleo en agricultura y pesca, doce provincias tienen entre el 30 y el 40 % en agricultura y pesca.

    De lo que cabe deducir que ha habido una política contraria al sector primario produciendo desertización de más de la mitad del territorio y grandes concentraciones con favorecimiento de los sectores industria y servicios en poco más del 10% del territorio.

    Con ello, probablemente, el Régimen ha dañado profundamente su más firme puntal, pues en los pueblos y las tierras estaban las gentes arraigadas, que tan sólo por serlo eran los verdaderos partidarios del orden y la evolución sin rupturas, en oposición a las desarraigadas gentes de las urbes proletarizadas y partidarias del desorden y de la Revolución, madre de todas las rupturas. Si ahora el país se ve presentar la cuenta de este error no debe extrañarse y menos aún aquellos responsables que hace años, en el anuncio del Primer Plan de Desarrollo, le dieron estado de doctrina oficial.

    En aquellos tiempos fue adoptada desde las alturas del Estado la doctrina de la economía de consumo, puesta en manos de una tecnocracia rectora especialmente ciudadana. De modo inconsciente, el predominio de los valores económicos y materiales sobre todos los demás condujo a una dialéctica y una praxis que en su quintaesencia responde a las tesis marxistas, aunque los hombres del poder se hubiesen horrorizado si tal se les hubiese declarado, porque el materialismo de Occidente está próximo al de Oriente, único que con tales premisas conserva cierta lógica.

    Verdaderamente fue un error de simple materialismo que en todo implantó la "Economía", el "Bienestar", como meta y medio supremo, practicando el hedonismo creciente de un pueblo que durante un largo silencio aséptico tampoco desarrolló ni fomentó ideas, doctrinas y pensamientos positivos que fueran antídotos de las ideologías materialistas. Y cuando gran parte del Clero, implicándose en lo político y lo social, abandonó los temas propios del espíritu, el movimiento deslizante ya no tuvo ningún freno y el español medio se recostó en la pendiente del placer, el dinero y el sexo que concretaron la aspiración hedonista.

    El Campo se vació con el aplauso de los tecnócratas encaramados en sus estadísticas. Se vació de gente porque fue vaciado de contenido. No es lo peor que se le privara de rentas y se le forzara al endeudamiento actual desde lo alto del poder; lo peor es que en el pensamiento nacional se le haya desvalorizado sistemática y encarnizadamente. Disperso e indefenso a lo ancho del territorio, truncada su representación por los nombramientos a dedo y la anidación del sistema gremial, sin posibilidad de conflictividad brusca y ruidosa, reducido a signo externo de subdesarrollo, el adjetivo "campesino" dio en ser el más peyorativo en la valoración social. Controlados férreamente sus precios, privándoles de inversión en las subestructuras, reducido a nivel de vida fuertemente inferior al de cualquier suburbio urbano, no puede ya ofrecer atractivo alguno para la juventud, que al marcharse en masa deja hipotecado el futuro de la Nación en su mayor fuente de materias primas. Prácticamente se le obligó a pagar todo el costo del Desarrollo de los años 60 sin contrapartida ni propósito de dársela, en un criterio de Justicia social reservado en beneficio de otras actividades, criterio generalizado hasta en las jerarquías eclesiásticas diligentes en hablar de cualquier sector menos del rural.

    Toda España ha sido cómplice de este proceso, toda la España de las ciudades que ha ayudado a su ejecución, desde el comerciante que se enriqueció con el valor añadido, el importador que contribuyó con las importaciones llamadas de choque, al industrial que se benefició de mano de obra fácil, pasando por el gobernante o funcionario que aprovechó la dócil mansedumbre natural del campesino y su indefensión ante la presión fiscal.

    Durante muchos años y no sólo desde hace ocho meses, hablar del Campo ha sido predicar en el desierto de la indiferencia burlona. Cabe que ahora algunos sindicalistas profesionales, algunos políticos en busca de originalidad quieran explotar el filón de esta injusticia. Cabe que unos empleen esta bandera para acusar al Régimen o que otros la usen intentado derribar el poder. Ninguno es sincero ni está libre de culpas: ni los tecnócratas, ni los demócratas, ni los socialistas, ni los comunistas y los demás totalitarismos, ni partido alguno de los hoy en liza hizo nada por el Campo. Ninguno contiene propósito de equidad, ninguno ha empezado siquiera a elaborar una doctrina del Campo que le pueda devolver una dignidad social ya que no el dinero y el trabajo perdidos. Todos ellos han comido y bebido en su pan y en su vino el sudor mal pagado y las lágrimas no enjugadas del campesino, no renunciando al provecho que obtuvieron con su inmolación. Todos son culpables. ¡Ay de mi España! ¡Ay de mi Campo!

    El porvenir es imprevisible, las ahogadas voces que desde hace años claman siguen desoídas. Las consecuencias se verán cuando desaparezcan los pocos que ahitos de desengaños y sufrimientos quedan en la tierra.

    Sólo si en el más alto lugar de la Nación se despierta la consciencia de una deuda hacia el Campo, si con voluntad y método se emprende con urgencia la tarea de cambiar las mentes, no de los campesinos, sino del resto de la Nación, sólo si se ponen todos los medios para curar este mal, cabe una esperanza. De no hacerse así la Nación entera exclamará un día como el moro ante lo perdido: ¡Ay de mi Campo! ¡Ay de mi España!


    Fuente: FUNDACIÓN SPEIRO

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