La Soberanía "por la Gracia de Dios"
Lo que se deduce del dato dogmático del Reinado de Cristo es que los que aparecen como “soberanos” temporales, deben actuar, en todo momento, como mandados por ese poder divino originario. Ese era el sentido que tenía la antigua fórmula del poder de los reyes “por la Gracia de Dios”. Con esa frase no se venía tanto a afirmar el carácter divino del poder real cuanto a subrayar la dependencia de éste respecto al realmente soberano de Jesucristo. Por ello, el renunciar a esa fórmula, más que un síntoma de humildad, viene a ser una forma de negar tal subordinación a Jesucristo Rey.
El protestantismo, al alejar la presencia de Dios de la vida temporal, no empezó por negar la derivación divina del poder real entonces reconocida, sino que favoreció la idea de que ese poder era, sí, por voluntad de Dios -“Dios elige al Rey”-, pero que tal elección no tenía luego ya trascendencia alguna, de modo que el Rey elegido por Dios no tenía que gobernar como vicario divino, sino por su absoluto arbitrio: “Dios pone al Rey, pero el Rey pone la ley” es la fórmula del absolutismo. De este modo, entre Dios y la ley actual se interponía la voluntad omnímoda del Rey. Y este absolutismo derivado de la herejía protestante se trasfundó fácilmente en los poderes democráticos que sobrevinieron en lugar de antiguas monarquías, con la agravación de prescindir totalmente del origen divino del poder, ya que la voluntad del pueblo vino a quedar divinizada, en sustitución de la voluntad de Dios.
En qué gran medida esta revolución democrática deriva de las doctrinas conciliaristas que se introdujeron en la Iglesia a causa del Cisma de Occidente, esto no puede explicarse aquí sin desviarnos de nuestro actual propósito, pero la casualidad también en esto es notoria. No es menos cierto, sin embargo, que en la misma doctrina de la Iglesia llegó a tener aceptación la idea de que el poder derivado de Dios pasaba al actual gobernante a través de la comunidad por él gobernada, podemos decir, el “Pueblo”.
Álvaro D´Ors. La Violencia y el Orden. 1987.
La Soberanía "por la Gracia de Dios"
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