Lecciones históricas sobre la importancia de la demografía
Contrariamente a lo afirmado por el refrán popular, la historia casi nunca se repite, o al menos rara vez se repite en las mismas condiciones y con idénticas consecuencias, y eso siempre deja una puerta abierta a la esperanza. Pero conviene recordar algunos ejemplos históricos de civilizaciones que perecieron a causa de su incapacidad para competir demográficamente con las civilizaciones rivales, y extraer las lecciones pertinentes. La evolución terminal de las antiguas culturas griega y romana presenta paralelismos asombrosos con la trayectoria europea del último medio siglo.
A mediados del siglo II a.C., en pleno ocaso de la civilización griega, escribía el historiador Polibio las siguientes reflexiones:
"Cuando se trata de acontecimientos de los que podemos descubrir las causas que nos explican su origen y su fin, creo que no conviene atribuirlos a intervención divina. Pienso, por ejemplo, en el siguiente: en nuestros días, en toda Grecia, la natalidad ha descendido a un nivel muy bajo y la población ha disminuido mucho, de forma que las ciudades están vacías y las tierras en barbecho, a pesar de la ausencia de largas guerras o epidemias. [...] Las gentes de este país han cedido a la vanidad y al apego a los bienes materiales, se han aficionado a la vida fácil y no quieren casarse o, si lo hacen, se niegan a mantener consigo a los recién nacidos o sólo crían uno o dos[1], como máximo, a fin de procurarles el mayor bienestar mientras son pequeños y dejarles después una fortuna considerable. De ese modo, el mal se ha desarrollado con rapidez sin que nadie se haya dado cuenta. En efecto, cuando sólo se tienen uno o dos hijos, basta con que la guerra se lleve a uno y la enfermedad al otro para que los hogares, inevitablemente, quedan vacíos. Entonces, al igual que los enjambres de abejas, las ciudades se vacían de su sustancia y se extinguen poco a poco. No es necesario preguntar a los dioses de qué modo podríamos librarnos de esta calamidad. Cualquier recién llegado nos dirá que la solución depende sobre todo de nosotros, y que lo único que tenemos que hacer es alimentar otras ambiciones o, a falta de ellas, aprobar leyes que obliguen a los padres a criar a sus hijos." (Polibio: Historia, libro XXXVI, V, 17.1)
******
Por su parte, tanto los historiadores y filósofos de la antigua Roma como sus gobernantes comprendieron muy pronto el peligro que encerraba la brusca reducción de la natalidad que experimentó la sociedad romana desde que el afán de riqueza y la prosperidad ocuparon, ya en los albores del imperio, el lugar de la tradicional austeridad republicana. A comienzos del siglo I d.C., el emperador Augusto promulgó, sin gran éxito, las primeras leyes destinadas a corregir la tendencia decreciente de las tasas de natalidad. El historiador Amaury de Riencourt resume así los efectos de esa involución demográfica:
"El triunfo del primer movimiento feminista plenamente desarrollado de la historia tuvo, como consecuencia final, el anquilosamiento de la estructura familiar en Roma y, en gran medida, destruyó la lealtad y solidaridad de la familia. [...] Mientras tanto, aquejada de una creciente falta de vitalidad y corroída por la depravación, la población total de Italia empezó a disminuir alarmantemente. Varios emperadores (Aurelio, Aureliano, Valentiniano e incluso Constantino) tuvieron que recurrir a la importación masiva de bárbaros para compensar el descenso de las tasas de natalidad. [...] Ya los documentos legales del reinado del emperador Septimio Severo hacen referencia a la penuria hominum, una catastrófica escasez de recursos humanos.
Víctimas inconscientes de la injustificada prioridad dada por la cultura grecorromana a los valores exclusivamente masculinos, las mujeres romanas "modernas" menospreciaban la procreación como indigna de sus talentos. Por desgracia para ellas, otras mujeres, dentro y fuera del imperio romano, seguían siendo inmensamente fértiles. Mientras que los bárbaros y los orientales aumentaban a buen ritmo su población total, Italia y Grecia registraban una mengua progresiva de su densidad demográfica. Incluso la Galia romana estaba contagiada por la enfermedad. Todo había empezado con el movimiento feminista de las clases superiores; a medida que avanzaba la igualdad democrática durante el Imperio de los Césares, ese movimiento se había extendido de forma ascendente y descendente hasta alcanzar al proletariado urbano y al campesinado rural. El infanticidio pasó a ser una práctica generalizada, y la lascivia sexual contribuyó, sin duda, a reducir la fertilidad de hombres y mujeres; el matrimonio se aplazaba con frecuencia o se evitaba por completo. Al término de esa evolución, el Imperio Romano de Occidente se estaba convirtiendo rápidamente, a efectos demográficos, en una cáscara vacía. En realidad, los romanos perecieron víctimas del suicidio étnico." (Amaury de Riencourt, Sex and Power in History, Delta Books, 1975, páginas 126 y 127).
******
Como contraste, Amaury de Riencourt cita el ejemplo de la civilización china que, en la misma época que la Roma imperial, sufría las acometidas invasoras de otros pueblos bárbaros y varios desmembramientos de su Estado "universal", hechos que no causaron mella alguna en su vitalidad como civilización. Amaury de Riencourt lo explica así:
"El suicidio étnico parece haber sido uno de los resultados a largo plazo del movimiento feminista de Roma. Mientras que el Imperio Romano se convertía con rapidez en una cáscara vacía, en el otro extremo del mundo, la sociedad china no parecía afectada por ninguna dolencia interna de ese tipo. El sistema familiar mantuvo su vigor a lo largo de toda la historia china y fue capaz de absorber biológicamente a la mayor parte de los invasores bárbaros mediante un proceso de chinización y, de ese modo, logró preservar intacta la civilización china hasta el siglo XX" (ibid., págs. 207 y 208).
******
Lecciones de la Historia que hemos olvidado por completo, pero que, quizás ahora más que nunca, deberíamos tener presentes.
[1] Se refiere Polibio a la costumbre de los griegos de "exponer" a los recién nacidos, es decir, abandonarlos a su suerte en el campo. Recuérdese, como ejemplo destacado, el mito de Paris, abandonado por sus padres en el monte Ida para evitar que se cumpliese la predicción que le achacaba la ruina futura de Troya.
FUENTE: Lecciones históricas sobre la importancia de la demografía
Marcadores