NOTA DE DON JUAN SÁENZ DÍEZ A LA RESPUESTA DEL GOBIERNO A LA INTERPELACIÓN QUE LE FUE DIRIGIDA POR UN GRUPO DE PROCURADORES
Con motivo de la expulsión de España de la familia Borbón-Parma, los cuatro Procuradores que firmaban la interpelación, afirmaban principalmente los puntos siguientes:
a) que ninguno de los expulsados ha incurrido en hechos que objetivamente puedan ser causa de las medidas adoptadas y, por supuesto, no han perturbado el orden público;
b) que Don Javier de Borbón-Parma es públicamente conocido como el Representante de la Dinastía Carlista y que en virtud de esta Representación estuvo al frente del Carlismo en los trabajos de conspiración que precedieron al Alzamiento Nacional, firmó el Pacto de la Comunión Tradicionalista con el Ejército y dio la orden de movilización de los Requetés;
c) y que indiscutible la nacionalidad española de Don Javier de Borbón y su familia, aunque por inexplicables retrasos administrativos no se haya hecho todavía el reconocimiento legal. Por consiguiente, la expulsión o la falta de reconocimiento de nacionalidad, que prive a las Cortes la posibilidad de tomar en consideración a una familia real en todos los casos previstos por la Ley de Sucesión, sería juzgar a priori en una cuestión de capital importancia y en base a unos hechos previamente forzados.
En la Respuesta del Gobierno no se contesta con argumentos a los puntos a) y b), sino que se centra toda la preocupación en el punto c) con la ilusión de que si se demuestra que Don Javier y su familia son franceses, ya debe darse por admitido que es delictiva su injerencia en los asuntos españoles y que, como extranjero, no puede tener representación alguna de cualquier grupo político, y mucho menos quedar incluido en la posibilidad monárquica de España. Esta argumentación se pretende rebozar, por si resulta molesta para los requetés que tanto significaron en la guerra, con unas amables frases laudatorias del sacrificio de sus voluntarios y la promesa de que «el Gobierno jamás flaqueará en el empeño de mantener viva la llama de la tradición española». No es la literatura lo que cuenta en esta cuestión política, sino su fondo real.
El punto b) se soslaya totalmente en cuanto al reconocimiento de la participación de Don Javier en los trabajos preparatorios del Alzamiento Nacional. Se dice en la respuesta, simplemente, que los requetés (página 22471) salieron a la guerra «respondiendo al llamamiento de la Patria y a la voz de Don Alfonso Carlos». Así, sin más, como una cosa espontánea que no necesitaba una grandísima labor previa. Es cierto que en aquellos años el Rey era Don Alfonso Carlos, pero con esa frase –siempre el halago literario pero no el rigor histórico– lo que se trata es pasar por alto rápidamente para no tener que mencionar la directa intervención de Don Javier. Es más, esta forma de exposición parece afianzar la insinuación malévola que por algunos se hace –con desconocimiento de los hechos– de que su actuación pudo ser incluso negativa. Esta tergiversación y la misma falta de reconocimiento de la verdad histórica, es inadmisible en una contestación solemne del Gobierno a través de las Cortes. Hay documentación pública suficiente. Basta con repasar los libros de dos testigos presenciales: Antonio Lizarza («Memorias de la Conspiración») y Félix Maíz («Alzamiento en España»). El primero actuó en nombre de la Comunión Tradicionalista como Delegado Nacional de Requetés para Navarra, y el segundo como enlace del General Mola. Sus testimonios son coincidentes en lo esencial y Arrarás les da todo su valor en su «Historia de la Segunda República», tanto en el Texto Abreviado, como en el Tomo IV de la obra completa.
De toda esta documentación se aprecia claramente la dedicación de Don Javier –entonces representante de Don Alfonso Carlos, pero con intensa actuación personal, a la preparación del Alzamiento.
La Comunión Tradicionalista había establecido en San Juan de Luz una oficina coordinadora de los trabajos preparatorios, compuesta por elementos militares y civiles «bajo las directas órdenes del Príncipe Javier de Parma» (Lizarza, pág. 60). En mayo de 1936 se trasladó don Javier a Lisboa para entrevistarse con el General Sanjurjo y quedaron de acuerdo en que éste asumiese la Jefatura militar de los requetés. Dice Informaciones de 8 de junio de 1956 en un artículo necrológico del General Rada que «en estaba oficina estaba constantemente el Príncipe Don Javier de Borbón y que por ella pasaron las negociaciones y acuerdos que la Comunión Tradicionalista suscribió con Italia y Portugal para la colaboración de estos países, colaboración en la que se comprometieron aportaciones que más tarde se hicieron efectivas al producirse el Movimiento militar. Allí se centralizaban las conversaciones con el General Mola y se recibían instrucciones del General Sanjurjo». Lo mismo reseña Arrarás (pág. 494 del texto abreviado), quien sitúa la constitución de la Junta a finales de 1935 y dice que estaba «a las órdenes del Príncipe Javier de Borbón Parma».
Toda esta actuación de Don Javier pretende ser desvirtuada por algunos, alegando una supuesta oposición suya al Movimiento militar. Nada más falso. Lo que ocurrió fue que hasta última hora se manifestaron unas discrepancias de criterio entre la Comunión Tradicionalista y el General Mola, Director en la Península de la preparación del Alzamiento militar. Discrepancias naturales por la diversa condición y formación ideológica de las personas que actuaban en uno y otro de los grupos paralelos. Vale la pena recoger todo esto con detalle.
Cuando ya la Comunión llevaba muy adelantados sus trabajos de organización, empezaron los oficiales de la guarnición de Pamplona a preparar por su parte un Alzamiento militar. De forma más decidida, después de las elecciones de febrero de 1936. Entonces, 14 de marzo, llegó Mola a Pamplona para hacerse cargo del Gobierno Militar; el 19 de abril se puso al frente de los trabajos conspiratorios del grupo de oficiales de Pamplona, Logroño y Burgos. «A mediados de junio (Arrarás, tomo IV, pág. 306) todavía el General Mola no ha dialogado con representantes de las fuerzas tradicionalistas. El General procede como si no creyera preciso pactar con aquéllos, convencido de que en el momento crítico no faltarían a la cita». Y dice Arrarás que Mola concibe la sublevación a manera de los «pronunciamientos» clásicos, por lo que no considera esencial la participación civil, a la que adjudica «el papel de coro griego». Por eso, sin duda, acoge con recelo y suspicacias las condiciones de la Comunión Tradicionalista que le son entregadas en una nota el 11 de junio. En ella se pedía fundamentalmente (L. página 93) «la bandera bicolor, como símbolo de la vuelta a la auténtica y tradicional España, la disolución de todos los partidos políticos –incluso la Comunión Tradicionalista– y la estructuración Corporativa de la Nación, como fin del Movimiento, conforme a lo acordado en marzo de 1934 con Mussolini por los representantes del Ejército, de Renovación y del Tradicionalismo».
En nueva entrevista, el 15 de junio, Mola presenta una contrapropuesta (L. página 97) en la que entre otras cosas decía: «Se constituirá un Directorio que integrarán un Presidente y cuatro vocales militares. El Directorio tendrá la iniciativa de los Decretos-Leyes que se dicten, los que serán revisados en su día por el Parlamento constituyente elegido por sufragio. Los primeros Decretos-Leyes que se dicten serán: d) Defensa de la Dictadura Republicana. Las sanciones, de carácter dictatorial, serán aplicadas por el Directorio sin intervención de los Tribunales de Justicia… j) Separación de la Iglesia y el Estado, libertad de cultos… El Directorio se comprometerá durante su gestión a no cambiar en la nación el régimen republicano». «Como puede fácilmente deducirse –comenta Lizarza– había varios puntos excesivamente alejados del pensamiento tradicionalista expuesto a grandes rasgos en aquella nota primera. Se hizo, pues, necesario un tercer contacto personal».
Éste tuvo lugar el 2 de julio y en él se entregó nueva nota de la Comunión en la que únicamente se ponían dos condiciones: la primera, que, aceptada por la Comunión la presidencia del General designado, llevasen la dirección política –no la de Gobierno en sentido estricto de orden público y administración general– dos consejeros que la Comunión designase; la segunda era la cuestión de la bandera, de obligada lealtad a las masas carlistas que no podían comprender el ir a la muerte para la defensa de la bandera republicana y lo que ésta significaba. Es de advertir que uno de los dos puestos de designación que se reservaba la Comunión, se le había ofrecido a José Antonio Primo de Rivera (L. pág. 101). No hubo tampoco acuerdo, ni ya posibilidad de alcanzarlo por el trato directo.
Así lo confirma Maíz, enlace de Mola (págs. 278 y 279): «Las relaciones entre el General Mola y la Jefatura superior del Partido Tradicionalista están en punto muerto. Las posiciones que han adoptado ambas partes en los escasos puntos que son los que por ahora producen el desacuerdo, merecen respeto ante la gravedad que encierra la determinación que persiguen. Sin un acuerdo previo y absoluto de las altas autoridades del Tradicionalismo, el General Mola no se lanza al Movimiento. No es decisión particular suya. Lo ha consultado. Sin un acuerdo de respetar y admitir ciertos principios que la Jefatura Tradicionalista considera dignos de respeto, ésta no puede dar su consentimiento».
Como era capital el conjuntar con el Ejército la actuación de la Comunión Tradicionalista, desde San Juan de Luz ordenaron a Lizarza que fuese a Lisboa para exponer a Sanjurjo el estado de la cuestión. Lizarza llegó a Lisboa el 8 de julio y se entrevistó con Sanjurjo los días 9 y 10. Sanjurjo tenía la doble condición de Jefe del Ejército y Cabeza militar de los Requetés (L. pág. 63) y así pudo resolver, con una carta que fechó el 9 de julio, las diferencias entre la Comunión y el General Mola.
Durante la estancia de Lizarza en Estoril, ocurrió un hecho generador de importantes complicaciones. Por iniciativa del director de Diario de Navarra, Mola se entrevistó con el Conde de Rodezno y éste le sugirió al General que se entendiese para todo lo relacionado con los carlistas de Navarra, con la Junta Regional. Mola aceptó satisfecho esta posibilidad de lograr por un camino desviado lo que hasta entonces no había conseguido. Por otra parte «si la Junta Regional (L. pág. 104) se alzaba con el poder, Rodezno automáticamente recobraría la posición que perdió en 1934».
Al regresar Lizarza a España, portador de dos cartas del General Sanjurjo, iguales, una para el General Mola y otra para Fal Conde (que seguía en San Juan de Luz) entregó la del General a uno de sus ayudantes, a primera hora de la mañana del 12 de julio. En esas cartas de Sanjurjo se trataba de «solventar las diferencias» con el fin de llegar a «un acuerdo tan necesario y que no debe demorarse». (L. pág. 107).
El Ayudante de Mola llegó a la casa de Lizarza una hora después con la contestación verbal del General y que era «que aunque reconocía que la firma de la carta era del General Sanjurjo, el contenido de la misma no era suyo» (L. página 108). «Me produjo tal extrañeza y tan dolorosa sorpresa –sigue diciendo Lizarza– que hice ver al Ayudante la gravedad de cuanto había dicho, porque hacía suponer, nada menos, que toda una falsificación o suplantación, pero el Ayudante me replicó que todo ello se lo había hecho ver al General». Aunque Lizarza no lo dice, porque quizá en aquel momento no conocía aún la entrevista de Rodezno con el General Mola, es de suponer que esta sorprendente contestación de Mola estaba influida por su creencia de que podría conseguir el apoyo de los Requetés sin tener que desmontarse él de su equivocada posición ideológica y política.
Lizarza salió inmediatamente para San Juan de Luz a dar cuenta al Príncipe Don Javier, a Fal Conde y a la Junta militar del Requeté de la contestación del General por boca de su Ayudante. Al contarles lo sucedido (L. pág. 108) «me fue ordenado que diese por terminada toda relación con Mola, puesto que dudaba de la honorabilidad de la Comunión».
En aquella misma tarde, estando todavía Lizarza con el Príncipe y con Fal Conde, se presentó allí (según refiere en págs. 109 y 110) la Junta Regional de Navarra «para entrevistarse con el Príncipe y con Fal Conde y suplicarles autorización para movilizar a los Requetés de Navarra en un Movimiento militar que iba a dirigir el General Mola y que, según sus noticias, sería en un plazo de tres o cuatro días. El Príncipe les preguntó:
– ¿Qué condiciones han pedido ustedes al General Mola para ir al Movimiento?
– Mola nos ha prometido, bajo palabra de honor, que en cuanto se triunfe se decretará que la enseña nacional sea la bandera bicolor y que, desde luego, los Ayuntamientos de Navarra serán carlistas.
S.A. el Príncipe, completamente asombrado, replicó:
– ¿Y a esto supeditan ustedes todo el historial y todo el futuro de la Comunión Tradicionalista, a que los Ayuntamientos de Navarra sean carlistas?
A pesar de esa respuesta, la Junta volvió a insistir, pidiendo la autorización para apoyar a Mola.
– Esto yo no lo puedo autorizar bajo esas condiciones. Pero no obstante, si mi Tío, el Rey Alfonso Carlos, que está en Viena, da su conformidad, él tiene la última palabra. Yo le escribiré hoy mismo y supongo que la contestación la tendré dentro de tres días.
– Pero, ¿y si el Movimiento estallase antes de esos tres días? –apuró la Comisión.
S.A. entonces les dijo:
– Si, como ustedes dicen, el Movimiento se inicia antes de esa fecha, podrán ustedes ir a él, pero lo mejor será esperar la decisión del Rey.
– Dentro de tres días vendremos por la contestación, Alteza, contestaron los de la Junta». Hasta aquí Lizarza.
Como consecuencia de todo ello, Lizarza dio el día 13 orden a todos los Jefes de Requeté de Pamplona (L. pág. 111) «de no acatar orden alguna que no llegase por su conducto». Lizarza había establecido muy buena relación con todos los oficiales jóvenes de guarnición en Pamplona que estaban comprometidos para el Alzamiento. El día 14 vio a algunos de ellos, que, enterados de lo que ocurría y deseosos de suprimir diferencias, por insinuación de Lizarza se ofrecieron a ver al General Mola y recabar de él un documento de aceptación de la carta de Sanjurjo. Aquella misma tarde consiguieron el documento que dieron a Lizarza y éste llevó inmediatamente a San Juan de Luz, donde se reunió con el Príncipe y con Fal Conde para entregárselo. Mostraron su conformidad los dos y regresó Lizarza a Pamplona llevando en su coche al Teniente Coronel Rada para que éste comunicase a Mola el acuerdo de la Comunión.
Al día siguiente pasó Maíz a Francia, por encargo de Mola, para recoger el documento oficial, que decía así: «La Comunión Tradicionalista se suma con todas sus fuerzas en toda España al Movimiento Militar para la salvación de la Patria, supuesto que el Excmo. Sr. General Director acepta como programa de gobierno el que en líneas generales se contiene en la carta dirigido al mismo por el Excmo. Sr. General Sanjurjo, de fecha de 9 último. Lo que firmamos con la representación que nos compete. Javier de Borbón-Parma. Manuel Fal Conde».
Aún queda un detalle de interés. Lo refiere Maíz en su libro, págs. 284 y 185. Al hablar de su regreso a Pamplona, portador del documento de la Comunión para entregarlo al General Mola, dice: «A las doce y media depositaba el documento en sus manos. Nunca vi más alegre su cara. Puesta su mano sobre mi hombro, dijo: “¡Mañana a Bayona! ¡Ha llegado la hora!” A las seis y media de la mañana siguiente cruzaba de nuevo la frontera. En la central de Telégrafos de Bayona depositaba los cifrados para el General Franco, el General Sanjurjo y el Teniente Coronel Seguí: ATENCIÓN ÁFRICA. Un testigo presenciaba el cumplimiento de la misión: Su Alteza el Príncipe Don Javier de Borbón-Parma».
Es sorprendente que exista un silencio en la Respuesta del Gobierno a los procuradores sobre una actuación que tuvo tales relieves. Pero es más inexplicable que también el Gobierno no diga nada sobre toda la actuación de Don Javier con relación a España, en los años subsiguientes. Inexplicable porque en la Nota del Gobierno se trata de superar el aspecto legal cuando se hace la siguiente pregunta: «¿Cuál es el vivir personal y cómo participa en la realidad española el Príncipe don Javier?» Resulta paradójico que a esta fundamental pregunta –si de verdad se quiere ilustrar a los españoles a través del Boletín de las Cortes– se conteste, no con lo que Don Javier haya hecho o dicho con relación a España, sino con unos artículos de periódicos franceses y párrafos entresacados –y mal traducidos– de dos libros de Don Javier. Pero sin citar ni una vez lo que se refiere a España, que es en realidad lo que interesa a los españoles.
No vamos a entrar –por demasiado prolijo– en el aspecto jurídico de la nacionalidad española, nacionalidad que no queda desmentida por la Respuesta del Gobierno (que además ha sido rebatida por nuevas puntualizaciones de los Procuradores) ni en el aspecto político de que el Gobierno se inmiscuya en una discriminación de quiénes pueden o no pueden ser candidatos al Trono –labor que nadie le ha encomendado–, sino que vamos a ceñirnos a esa pregunta antes citada de cuál es el vivir personal y la participación en la realidad española. Lo mejor será referirnos a sus escritos.
Ya hemos visto su Orden de movilización de los requetés de 15 de julio de 1936. En aquel mismo año falleció Don Alfonso Carlos y ante su cadáver pronunció Don Javier el 3 de octubre el siguiente juramento: «Vengo en este inolvidable momento a renovar mi juramento de ser el depositario de la Tradición legitimista española y su Abanderado hasta que la sucesión quede regularmente establecida. Así como la vida del Rey que lloramos nos estuvo consagrada hasta su último trágico suspiro, así estará la mía hasta que Dios me otorgue la merced de terminar la misión de que estoy investido, tal como lo hubiera hecho el mismo Rey Alfonso Carlos».
25 de julio de 1945.- «Fiel al compromiso jurado ante el cadáver del Rey y libre ya de los invencibles obstáculos que me han incomunicado con vosotros estos años, me propongo firmemente, con la ayuda de Dios y vuestro generoso esfuerzo, llevar a buen término íntegramente los ideales de nuestra santa causa».
25 de junio de 1949.- «En la tarea restauradora de la Monarquía tradicional, necesaria para España, y por reflejo para el mundo, me corresponde a mí, por el especial mandato del último Rey, la gran responsabilidad que entraña su cumplimiento, obligación que sigue pesando sobre mi ánimo y que ni por un momento ha dejado de ocupar mi atención y cuidado».
8 de mayo de 1950.- En la Audiencia concedida por el Papa a la peregrinación carlista: «Como hijo sumiso de la Iglesia, Vuestra Santidad conoce de antiguo mis fervientes deseos de servirla; como Príncipe de la Casa Rea de España y Ducal de Parma, estos deseos se acrecientan por la gloriosa herencia de mis mayores. La Providencia ha querido echar sobre mis hombros la gran responsabilidad de regir en tiempos tan graves y difíciles esta centenaria Comunión Tradicionalista. Aquí la tenéis, representada por mí y por estos otros peregrinos».
25 de junio de 1950.- «Con profunda emoción vuelvo a pisar esta noble tierra de España y se me aviva el recuerdo de aquellos días en que por delegación de mi augusto Tío el Rey e interpretando sus deseos di la Orden de que salieran a la guerra los Requetés en defensa de los valores fundamentales de la Sociedad española… Mi deber me llama a ofrecer al pueblo español la posibilidad su pervivencia y estabilidad política, sirviendo yo, con la ayuda de Dios, para la Restauración de la Monarquía Tradicional. Me impulsa a ello mi triple vinculación a los destinos de esta generosa nación española: la sangre que corre por mis venas como descendiente agnado de Felipe V, cuya Ley de Sucesión, consagrada en Cortes como Pacto solemne de la Nación, defendió con las armas mi Padre, Infante de España, al lado de mi tío Carlos VII, y mantengo yo con igualdad lealtad; el mandato recibido del último Rey, que me escogió y designó para Regente, cargo cuyas obligaciones juré cumplir; y finalmente mi constante, firme y resuelta adscripción a los principios seculares que inspiraron las mejores gestas del pueblo español. Resuelto a cumplir mi misión en la Restauración de la Monarquía española, confío en que para tan alta y noble empresa, no me han de faltar la ayuda de Dios y la colaboración de todos los buenos españoles».
3 de abril de 1954.- (Se había producido ya la aceptación en Barcelona, cuando el Congreso Eucarístico, de la plenitud de la herencia de Don Alfonso Carlos y la expresión es otra). Ante la Gruta de Lourdes y presidiendo también otra peregrinación: «Virgen Inmaculada, ante Ti, en este lugar de tus apariciones, me postro para ofrendarte mi consagración como Rey de la Monarquía Tradicional española. Recibe, Señora, el rendido homenaje del pueblo carlista, aquí representado».
3 de abril de 1954.- Con esta misma fecha dio un nuevo Manifiesto: «Generaciones de Reyes y de leales: Esa es la Comunión Tradicionalista, con su Rey a la cabeza; la interpretación genuina de la Monarquía, un pueblo monárquico y un Rey para su pueblo. La Sociedad constituida según su propio ser, con sus entidades plenas de personalidad, sus fueros, sus libertades y su auténtica representación. Esta es la Monarquía a la que estoy adscrito. La herencia del Rey Don Alfonso Carlos me impone a mí y a mis sucesores gravísimos deberes, porque España debe recuperar su propia manera de ser al mismo tiempo que debe concurrir a las tareas del mundo en esta hora grave para todas las naciones de origen cristiano».
10 de marzo de 1955.- En la conmemoración del centenario del primer Rey carlista, Carlos V: «En un siglo de lucha se han ido agotando una a una todas las falsas soluciones que se han intentando. El prodigio de nuestra supervivencia es la mejor prueba que seguimos una causa justa y que ésta es la causa de la auténtica España. Sólo en la fidelidad al significado doctrinal de Carlos V puede fundarse la Monarquía Tradicional, cuyo servicio es un gran deber de mi conciencia al propio tiempo que un derecho mío y de mis sucesores agnados, por los mismos indeclinables principios dinásticos que inspiraron la gloriosa gesta del Rey, cuya voz conserva su eco en vuestros nobles corazones».
12 de diciembre de 1957.- «Desde que por orden de mi tío el Rey Alfonso Carlos, me puse al frente de los trabajos de la Comunión Tradicionalista, de preparación del glorioso Alzamiento Nacional, me he mantenido en la misma línea de nuestra Santa Causa, que es la de España y de la Cristiandad».
28 de enero de 1958.- «España tiene derecho a que la Monarquía que nuevamente se instaure, como consecuencia lógica de la Cruzada, sea sustancialmente distinta de la que provocó, por sus concesiones a la revolución, las graves consecuencias de las que la Nación sólo ha podido salvarse a costa de los mayores sacrificios. Cuantos han ido a Estoril, ni tenían cargos en la Comunión, ni podían considerarse siquiera dentro de ella. Nadie ha tenido o puede tomarse el derecho de hablar o tratar en nombre de la Comunión Tradicionalista más que el que fue habilitado y designado por el Rey Alfonso Carlos para esta misión, que altamente mantengo y reclamo como un derecho y un deber. Tengo la tranquilidad de que cuando Dios me llame a su Seno, mi amado hijo seguirá la misma línea de conducta. A ello se comprometió ante vosotros en el acto de Montejurra».
2 de junio de 1960.- «La garantía de continuidad política del verdadero espíritu del Movimiento Nacional sólo puede hallarse en la instauración de la Monarquía Tradicional. Así lo ha entendido, acertadamente, el General Franco al promulgar los Principios Fundamentales del Movimiento. Esa Monarquía siempre la han defendido los carlistas, lo mismo en el terreno doctrinal que en el de la lucha política o guerrera, según lo exigían las circunstancias de la Nación. A su defensa ha estado adscrita mi familia y a ella tengo consagrada mi vida. Bien lo sabe comprender el lealísimo pueblo carlista que, con instinto de pueblo de Dios, corresponde con obediencia y amor insuperables al leal servicio que le hacen sus Reyes legítimos».
Al lado de todos estos textos concretos, (y otros muchos que no se citan por no alargar demasiado estos comentarios) ¿qué valen unos esporádicos artículos de prensa que airea la Nota y que no recogen ningún hecho ni ninguna posición que invalide una posición constantemente mantenida? Son además textos, en su mayoría, de personas ajenas; que nada prueban en cuanto a la nacionalidad francesa que es la obsesión –casi patológica– de la Nota. Si de textos ajenos se trata podría la Respuesta del Gobierno haber citado la Sentencia del Tribunal Civil de Blois, de 30 de junio de 1925, declarando que Don Javier y los demás Príncipes de la Casa de Parma son de nacionalidad incierta y que en Francia debe considerárseles apátridas. Lo mismo dice la Sentencia de la Sala Civil de Tribunal de Apelación de Orleans de 29 de febrero de 1928, que reproduce casi en sus propios términos el Considerando anterior. Y por fin se manifiesta en los mismos términos el Tribunal Supremo de París, declarando que Don Javier debe ser considerado, a efectos civiles, como apátrida. Estas tres sentencias dejan sin ningún valor la afirmación de la Respuesta de que Don Javier, nacido en Italia, es francés de naturaleza. Estas sentencias parece que tienen algún mayor valor jurídico que, por ejemplo, el Souvenir Vedeen que publicaba en diciembre de 1937 el número 18 y en septiembre de 1961 el fascículo 56, o sea que aparece un número cada ocho meses ¡a pesar de lo cual parece ser el plato fuerte de la Respuesta del Gobierno!
Aun a riesgo de alargar con exceso estos comentarios, vale la pena dejar constancia del poco rigor de la Nota cuando aporta unas citas concretas de textos de Don Javier de Borbón Parma. En la página 22472 del Boletín de las Cortes, recoge la Respuesta del Gobierno unos textos de dos libros de Don Javier: «Les accords secrets Franco-anglais» y «La République de tout le Monde». Hay que hacer constar que ambos libros son de vindicación de personas calumniadas: el Mariscal Pétain, en cuya defensa actuó también con gallardía Don Javier en el proceso que se le siguió después de la guerra mundial, y el Conde de Chambord, tío suyo. Es natural que en libros dirigidos al público francés, un Príncipe de la Casa de Borbón emplee las palabras «nuestros»«nuestras» para referirse a las cosas de Francia y demuestra poca cultura histórica el pretender sacar consecuencias desorbitadas de este tipo de expresiones.
Pero en la Respuesta del Gobierno se hace más: no sólo se cae en ese absurdo, sino que para reforzar una posición preconcebida se falsean los textos o las traducciones:
«LES ACCORDS SECRETS».- Dice la Nota del Gobierno: «Por contraste, cuando se refiere a España y los españoles lo hace en idéntica manera a como cita a Inglaterra y a los ingleses y a Norteamérica y los norteamericanos. Con ello viene reiteradamente a considerarse miembro de esa gran nación y buena amiga de España que es Francia». Consecuencia totalmente gratuita, que además se basa en una falsedad. El libro se refiere a unos episodios de la guerra mundial, en los que España no figuraba para nada y por eso nada se dice de España y los españoles en el libro. Se cita una vez a Salamanca y dos o tres a Madrid, pero puramente como lugares geográficos. De quien únicamente se habla, una vez, es del General Franco y a título elogioso. Precisamente en las mismas páginas 56 y 57 en las cuales ha recogido con pinzas el Gobierno dos palabras y en cambio ¡lapsus extraño! se le ha olvidado consignar que Don Javier dice que «Franco, seguro del apoyo del Mariscal, había maniobrado con mucha sangre fría y habilidad para evitar que Alemania se apoderase del territorio español y de Marruecos».
«LA REPUBLIQUE DE TOUT LE MONDE».- Es curioso que la Respuesta del Gobierno quiera hacer mucho hincapié en los deseos de los vendeanos de que Don Javier aspire al Trono de Francia. Lo que no pasa de ser un deseo de unos monárquicos entusiastas le parece muy importante, pero en cambio no recoge, ni comenta, aunque la cita, una frase auténtica de Don Javier, la primera con que se abre este libro en la que él afirma «que no es un Pretendiente que se presenta» (verbo que parece reflejar más exactamente el révèle francés). Por lo demás, la traducción de la Respuesta no es fiel al texto así como también se acoplan frases que en el original van en párrafos separados, con lo que se altera el significado que el autor quiso darles. Compárense los textos originales con los del Boletín de las Cortes:
Dice así el Boletín |
Dice el original |
«No es un pretendiente que se revela.
Es un francés que habla a franceses.
Un francés de esa familia de los Capetos,
tan profundamente ligado a la Patria,
que se llama la Casa de Francia.» |
«Ce n´est point un prétendent qui se
révèle. C´est un français qui parle à
des Français. Un français de cette famille
capétiene si profondement liée à
la Patrie qu´elle s´apelle la Maison de France» |
No es lo mismo que él esté ligado o que esté ligada la familia. Nótese la malicia de las dos comas del texto español que quieren resaltar esa ligazón, sin caer en la cuenta de que la frase ha quedado sin sentido.
«Hijo de Reyes que han hecho Francia
con la cooperación de todos los franceses,
no he aceptado jamás la derrota
que destruía en mi Patria la obra de
mis padres y de los suyos…» |
«Fils des rois qui ont fait la France
avec le concours de touts les Français,
je n´ai jamais accepté la défaite qui
détruisait dans la Patrie l´oeuvre de
mes Péres et des leurs». |
También aquí la variante es significativa: «mi Patria» por «la Patria» y algo extraño, el uso del singular en vez del plural. «Hijo de los reyes» parece que coloca en mayor lejanía histórica el arrastre familiar. Por eso se habrá sustituido.
«Ninguna ambición personal me impulsa
a publicar estas páginas. Pero en conciencia
creo que con ellas continúo sirviendo
a Francia.» |
«Aucune ambition personnelle ne me
pousse à publier ces pages. Mais j´ai coscience
de continuer par elles à server
la France en attirant…» |
No hay párrafo sin diferencias y todas apuntan en una misma dirección. No es lo mismo creer en conciencia que se debe hacer una cosa –respondiendo así a un deber ¿de francés entre líneas? – que tener conciencia de que se hace un servicio, lo que en puridad nos obliga a todos siempre que podamos.
«Es para trabajar en ello que, como depositario
de los deberes que se imponen
a la rama primogénita de la Casa
Real de Francia publico estos textos…» |
«C´est pour y travailler que, gardien des
devoirs qui s´imposent à la brance
âinée de la Maison Royale de France,
je publie ces textes lumineux devenís
introuvables.» |
Puede haber un ligero matiz entre custodio y depositario; pero aquí lo importante es la colocación de este texto (¡sutil matiz!) inmediatamente después del anterior, cuando en el original francés lo que le sigue es «llamando la atención sobre los grandes principios recordados a sus contemporáneos por mi tío abuelo, el Conde de Chambord». Lo que en el Boletín aparece tan significativamente después, en el libro figura cinco páginas más adelante, cinco páginas de exaltación del Conde de Chambord y de sus doctrinas. En esas páginas intermedias dice que si se le hubiese escuchado entonces, no habríamos caído en la penuria en que estamos. Por eso quiere reproducir «los textos luminosos que no se encuentran fácilmente» y por eso los publica.
Puede afirmarse, después de todo lo escrito, que no hay precedente de ninguna nota de Gobierno tan desafortunada. No sólo sus redactores desconocen lo que es la Comunión Tradicionalista, los antecedentes del Alzamiento, las vinculaciones nacionales de las familias reales de Europa, sino que en defensa de una tesis preconcebida caen ya en lo que no es honesto, a saber, la ocultación a los españoles de antecedentes que deben conocer para juzgar en su día de graves decisiones que haya que tomar, y lo que es más grave, la alteración deliberada de los textos que se esgrimen como argumentos.
Por si esto –que se refiere principalmente a cuestiones que podríamos benévolamente llamar de forma– fuera poco, lo más grave de toda la Respuesta del Gobierno es la tesis que quiere demostrar, sin conseguirlo, afortunadamente. Se quiere presentar a Don Javier de Borbón-Parma y Braganza como francés y para lograrlo se retuercen argumentos y se callan cosas fundamentales. Que Don Javier es francés y que, además, no tiene vínculo ni relación alguna con la Comunión Tradicionalista. Pues bien: todo ese gran esfuerzo de la Respuesta, ¿tiene una intención determinada? y con ella:
¿Quiere el Gobierno en pleno, decir que el Ejército pactó con un extranjero, que nada tenía que ver con asuntos internos de España, para que él, sin relación tampoco, ni vinculación, con un importante grupo político, indujese a sus componentes, con engaño, a que se lanzasen contra otros españoles en una tremenda matanza? ¿Cabe injuria más grave al Ejército? ¿Se trata de brindar ese argumento a los rojos? ¿No se comprende que si la Respuesta tuviese razón quedarían viciados en su mismo origen los fundamentos de este Régimen?
Dejamos a cada uno de los Ministros –y especialmente a los militares que abundan en el Gobierno– la contestación a estas preguntas.
Los que no tenemos en ella responsabilidad creemos que la Respuesta es frívola e impremeditada. Impropia de un Gobierno de este Régimen.
2 de mayo de 1969.
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