LA MEMORIA HISTÓRICA
Carlos Ibáñez Quintana (01/08/06)
Eso de la memoria histórica por parte de los socialistas, no raya en la locura: es la misma locura. Pretenden borrar toda huella de lo que ellos denominan “franquismo” y que no es sino la tremenda derrota que les fue infringida por el pueblo español y que ellos se la merecieron sin ningún atenuante.
Se la merecieron por chorizos. Porque cuando salían al extranjero en compra de armas no se preocupaban más que de “sacarles” comisiones a los traficantes y descuidaban la calidad y eficacia del material adquirido. Así recibieron grandes remesas de auténtica chatarra.
Se la merecieron por cobardes. Porque cuando recibieron las armas de los depósitos de Madrid y Barcelona se dedicaron a “limpiar” la retaguardia en vez de atacar al enemigo. De los fusiles repartidos no llegaron al frente ni la tercera parte. La columna catalana que debía de atacar Huesca se entretuvo varios días en Barbastro asesinando religiosos y sacerdotes. Ello dio tiempo al mando de Huesca a preparar la defensa.
Se la merecieron por indisciplinados. Se creían que aquello era una huelga en la que bastaba expresar unas reclamaciones y armar alboroto. La guerra era otra cosa.
Se la merecieron por tontos. Por confiar en unos dirigentes que les traicionaron. Que les enviaron a la lucha sin preocuparse de la intendencia y la sanidad. Se morían de hambre en el frente (la película “La Vaquilla” lo refleja claramente) y en los botiquines de los batallones no había ni aspirinas para administrarles. Las memorias del Beato Pere Tarrés son suficientemente expresivas de estos hechos. Mientras tanto los oficiales se pasaban los días de francachelas de modo que por la noche tenían que ser transportados a sus alojamientos por el coche del batallón.
Se la merecieron y por eso perdieron la guerra. Les durmió la Pasionaria con su “no pasarán”, cuando tenían que haber atacado en los primeros momentos, aprovechando la escasez de tropas de los nacionales. Y los hechos no tienen vuelta de hoja.
Hablan de suprimir el escudo que corona los edificios oficiales que fueron construidos. No importa que ello obligue a unas obras costosas. Ellos no lo pagan. Lo pagamos nosotros. Incluidos los tontos que les votan, aplauden y….llegan mal a fin de mes.
La Generalidad ha dedicado un presupuesto para que desaparezcan las placas que se colocaron en los edificios subvencionados por el Estado. Así el pueblo no podrá comprobar que aquellos se preocupaban de que hubiera viviendas, mientras que éstos especulan con terrenos y se enriquecen cobrando comisiones a las constructoras.
Puestos a borrar, que destruyan el Alcázar, que arrasen Oviedo y las ruinas del antiguo Belchite. Mientras esos nombres se conserven, perdurará la memoria de las gestas que allí tuvieron lugar. Ellos no pueden presentar nada parecido. Porque carecían de lo que animó a los defensores de los bastiones mencionados: la fe. Y fe religiosa en la mayor parte de los casos. Un profesor de espíritu militar nos contaba en la Milicia Universitaria, que en una visita a las ruinas de Belchite había leído una inscripción, protegida pos un cristal, que decía: “aquí murió por Dios y por España un requeté aragonés”.
Que recuerden lo que en la transición se acordó olvidar. Saldrá a relucir la verdad. Las injusticias de uno y otro bando. Pero también el heroísmo y la gloria. Aún quedamos bastantes que lo vivimos para recordarlo. Y lo recordaremos, puesto que nos obligan a ello.
EL 18 DE JULIO EN TERRITORIO VASCO
Carlos Ibáñez Quintana (21/07/06)
Con ese título ha aparecido en “El Correo” de Bilbao un artículo que firman cinco señores que hacen constar su condición de Profesores de la UPV/EHU (Universidad del País Vasco). Constituye un elogio a la actuación de los nacionalistas en los once meses de su mandato. Plagado de exageraciones y flagrantes mentiras.
Habla de una política de creación institucional y pone por ejemplo la Universidad Vasca. En otras ocasiones he leído algo relacionado con una Facultad de Medicina que dicen que funcionó. No me imagino cómo pudo ser ello si los posibles estudiantes estaban todos movilizados. Si otras instituciones docentes que ya funcionaban desde años atrás permanecieron cerradas. La Escuela de Ingenieros Industriales se convirtió en cuartel de milicias anarquistas y su Director, Don Luis Checa Toral fue fusilado.
El Vicario General, deseoso de que los seminaristas no perdieran curso, intentó organizar unas clases. Hubo de desistir ante la imposibilidad de que los seminaristas recibieran en imprescindible permiso de sus Jefes de unidad.
Dicen que la política de seguridad desplegada por el Gobierno vasco hizo calificar de “oasis vasco” al territorio de este país. “Con la contradicción esporádica de atrocidades cometidas con ocasión de los asaltos populares a las cárceles de Bilbao o al buque prisión “Cabo Quilates”.
Cierto es que los crímenes de los rojos fueron en Vizcaya menores, en proporción, que los de Santander; por poner una provincia comparable. Pero aquí hubo paseos, asesinatos de sacerdotes que fueron cazados a tiros por los caminos, como D. Fabián Elespuru y el Beato Vicente Cabanes. Los asaltos a las cárceles no tuvieron nada de populares. ¿Cómo iba el pueblo, que se supone desarmado, a forzar la guardia de los centros de reclusión? Consta que el asalto a los barcos del 2 de octubre de 1936 fue obra de los marinos del Jaime I y el de las cárceles de Bilbao del batallón socialista Fulgencio Mateos. Por cierto, nunca me cansaré de repetirlo, que aquellos bravos defensores de la libertad, dotados de equipo de combate, no se atrevieron a entrar en la prisión de “el Carmelo” donde los reclusos más jóvenes se defendieron con trozos de ladrillo y botellas de agua. Y no fue el Cabo Quilates el único barco prisión. Era tal el número de presos que también fueron utilizados con ese fin el Altuna Mendi y el Aranzazu Mendi.
Se refieren al respeto por la vida y los bienes. Ya hemos visto lo que se refiere a la vida. Con relación a los bienes, que nos expliquen de dónde procedían los valores que llevaba un barco que una tormenta le obligo a recalar en La Rochelle y las joyas que contenía otro que se refugió en Rótterdam por la misma razón. El contenido de ambos fue entregado a las autoridades nacionales. El del primero por decisión de las autoridades francesas y el segundo por decisión de un tribunal holandés, después del consiguiente pleito. Por cierto que cuando José Antonio Aguirre relata el episodio holandés, hace constar que el abogado que representó los intereses nacionales era judío.
Se refieren a la eficacia del ejército de operaciones de Euzkadi y como prueba recuerdan que en conquistar Vizcaya se tardó casi tres meses. Se callan que doce mil hombres fueron incapaces de conquistar la desguarnecida Vitoria y que seiscientos o setecientos contrarios les frenaron en Villarreal de Álava. Que los efectivos nacionales en el memento de iniciar la ofensiva no llegaban a 30.000 hombres, lo que impidió realizar el ataque por varios puntos.
Se callan que las grandes unidades, brigadas y divisiones, del ejército rojo no se organizaron hasta finales de abril, por la oposición de Aguirre, que no quería ver a sus gudaris mezclados con milicianos. Y pasan por alto la capacidad defensiva del territorio de Vizcaya por su orografía.
También hablan de un ejército vasco compuesto de voluntarios. Ocultan que las movilizaciones de reemplazos fueron constantes desde octubre de 1936, que todavía en mayo de 1937 llamaron a los de treinta años, improvisando unidades que se entregaban sin pelear.
A pesar de lo que hoy digan sus panegiristas, la actuación de Aguirre y su gente fue un desastre. Mandaron a sus milicianos a Villarreal sin haber previsto los hospitales y la evacuación de heridos. En el orden industrial fueron incapaces de aprovechar las fábricas de Vizcaya. La producción de Altos Hornos de Vizcaya durante los once meses fue prácticamente nula y los aceros obtenidos inútiles para la fabricación de armas. Los comités impusieron su ley en los talleres y así salían las cosas.
Así se recupera la memoria histórica. Así se miente. Y eso lo hacen personajes que se presentan como profesores de una universidad, desprestigiándola y, de rebote, desprestigiando a los titulados que salen de ella.
Carlos Ibáñez Quintana. Ex profesor de la ETS de Ingenieros Industriales de Bilbao.
Nota: es la primera vez que hago constar mi condición de tal al firmar un escrito político
DE ORDUÑA REQUETÉS
Carlos Ibáñez Quintana (20/07/06)
De Orduña requetés,
Ciudad de tradición,
Se aprestan a luchar,
por Patria y Religión
(Del himno a los requetés de Orduña)
Cuando se condena el levantamiento de 1936, falseando los hechos, voy a recordar aquellos días del Alzamiento tal como ocurrieron en mi pueblo. Yo estaba a punto de cumplir los seis años. Muy poco vale lo que puedo aportar de mis propios recuerdos. Pero terminado el conflicto, y a lo largo de muchos años he mantenido conversaciones con los principales protagonistas de aquellos hechos.
A principios del año 1936 visitaron en Orduña a Juan Vildósola dos enviados del Requeté de Bilbao. Se trataba de organizar a los jóvenes carlistas de Orduña para un levantamiento militar. Vildósola comenzó a comprometer gente, encuadrarla y hacer algunos ejercicios de tiro con pistola en la Sierra Salvada. Posteriormente los requetés de Orduña, por razones logísticas, pasaron a depender de Álava.
Se preparó la recepción de armas. Vildósola quedó de acuerdo con Abelardo Colechá, encargado de los arbitrios municipales, para que hiciera la vista gorda cuando llegasen. Incluso tenía preparado el escondrijo para las mismas. Las armas no llegaron.
Pocos días antes se recibió un telegrama cifrado que decía: “El movimiento tiene carácter militar”.
Llegó el día 18. Vildósola esperaba órdenes que tenían que venir desde Llodio (Álava). El domingo día 19 se reunió Vildósola con sus colaboradores en la taberna de las hermanas Iza, con el pretexto de merendar un gato. Unos eran partidarios de levantarse con las escopetas y pistolas de que disponían. No sabían cual sería la postura de la Guardia Civil y de los Forales. Suponían que los primeros se sumarían al Alzamiento, dada la orientación ideológica de los componentes del puesto. También contaban con adictos entre los segundos. Pero en ambos grupos primó la disciplina y se declararon por el Gobierno.
Al anochecer estaban paseando con sus respectivas novias Eloy Landaluce y Serafín Fernández de Aguirre. Cada uno con su pistola en el bolsillo. Llegó un guardia civil, acompañado de dos elementos de la Agrupación republicana en busca de Eloy. Eloy llevaba la oficina de la cantera de yeso. Le buscaban para que les entregase las llaves del polvorín y la dinamita existente en el mismo, que pasó al centro republicano.
Ante la falta de noticias y órdenes, Vildósola decidió enviar en busca de ellas a Vitoria. Fueron elegidos tres requetés. Eloy Landaluce y José Mari Huertos saldrían de la Ciudad por un camino. José Mari Lecanda, por otro.
Llegaron a Izarra, que dista veinticinco km de Vitoria. Allí se encontraron con un turismo ocupado por un grupo de falangistas armados que les trasladó a Vitoria. En ésta se hallaba ya el Capitán Perea, jefe de la demarcación de Llodio de la que dependía Orduña.
Mientras tanto los jefes del Requeté de Álava habían dado orden de que se concentrasen todos en la Capital. El Regimiento de Artillería estaba por el Gobierno, Caballería de Numancia, por el Alzamiento. Y Flandes (infantería) dudoso, a pesar del compromiso de su Jefe, Camilo Alonso Vega, que contaba con algún oficial adicto.
Volvieron a Orduña Eloy y José Mari Huertos. Llegaron a la huerta de “Martinico”, tío de Eloy, y le encargaron transmitiera la orden a Vildósola. A su vez, Cristeta Cuadra, una joven de Artómaña, se encargó de llevar la orden a Arceniega. Ignoro el medio de transporte que empleó.
A todo esto, apoyados por la Guardia Civil, los republicanos se habían hecho dueños de la situación. Le preguntaron a Vildósola:
-¿Qué hacéis vosotros?
- Cosas de militares – contestó – Ya sabéis que contra ellos hemos luchado en dos guerras.
A la siguiente mañana, muy temprano, tomó su caja de herramientas y salió por la carretera de Vitoria. Nadie le detuvo. Por si le preguntaban, tenía preparada la coartada de que iba a arreglarle al Cura de Aloria.
Obedeciendo la orden los requetés fueron abandonando la Ciudad. La mayor parte camino de Vitoria, como decía la orden. Los menos al Valle de Losa por la Sierra Salvada. Los primeros que llegaron a Vitoria se encuadraron en una compañía que partió inmediatamente a Somosierra. Con ellos iba de Capellán don Alberto López de Berganzo, a quien los comunistas de Saracho le habían quemado la iglesia unos meses antes.
Los demás formaron el núcleo de la Cuarta Compañía de Álava, que luego se encuadraría en el Tercio de la Virgen Blanca. Los que pasaron al Valle de Losa constituyeron valiosos auxiliares del médico de Quincoces, Don Valeriano Loma Ossorio, en la organización de los requetés que ocuparon el murallón de la Sierra Salvada que contuvo a la milicianada de Bilbao. Quedarían encuadrados en el Tercio de Santa Gadea.
En días posteriores fueron pasando otros que no estaban comprometidos de antemano. Se trataba de carlistas de edad que huían de la persecución roja. De ser detenidos y apresados en Bilbao. Incluso algún no carlista detenido por dos veces por su vinculación con las obras parroquiales. Llegó a la plaza un camión de milicianos y comenzó a leer una relación de socios del Círculo que debían ser detenidos. Entre ellos estaban mi primo Ricardo Robledo y su amigo Julio Gamboa. Catorce años el primero y quince el segundo. A oír sus nombres, no esperaron más: a la Sierra Salvada como camino más corto. Modesto Cereijo no tuvo tanta suerte. Con sus catorce años fue apresado y vivió el cautiverio hasta la liberación de Bilbao.
Hasta setenta figuran en la lista, que hemos hecho de memoria, de los incorporados en los primeros momentos.
Dado el carácter de la acción, Vildósola no había contado con unos pocos jóvenes de familias forasteras, aunque eran socios del Círculo. Fueron detenidos y llevados a Bilbao. Liberados en junio de 1937 se incorporaron al Tercio de Nª. Sª. De Begoña.
No nos alargaremos relatando sus aventuras bélicas. Algunos no volvieron a Orduña. Yacen en tumbas improvisadas en los montes que defendieron contra milicianos y gudaris. De los que volvieron ninguno trajo más que la satisfacción del deber cumplido. Algún honor, como la Medalla Militar Individual de Serafín Fernández de Aguirre ganada en el Ebro. Vildósola volvió a abrir su barbería. Trabajando hasta el último día murió con setenta y dos años en 1958. Mi amigo José Ízaga le preguntó en cierta ocasión:
-¿Cómo Vd. habiendo sido Teniente no ha conseguido ningún enchufe?
- Porque yo salí a luchar por una Idea, no para conseguir un enchufe.
Como él todos. Yo los he conocido y he hablado con ellos. Eran mis héroes. Ya se vislumbraba el cambio político y el fracaso del Alzamiento, por la traición de quienes ocuparon los cargos directivos. Con tristeza comentábamos los acontecimientos. En medio del pesimismo terminaban con la misma idea:
LO HICIMOS POR DIOS.
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