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DOBLE AGUILA
Estimado Valmadián, lo primero felicitarte por haber dado el "Víctor" a Juan Manuel de Prada en este antológico artículo, aunque no sea "santo de tu devoción"; y lo segundo, me voy a permitir responderte (dentro de la admiración intelectual que te tengo), a una especie de duda que parece que tienes con respecto al nivel de putrefacción de nuestra patria en estos tiempos, que según afirmas te deja bastante anonadado; e incluso te lleva a pensar en que quizá fuera mejor que se autodestruyese ya, acabando de ese modo la agonía del moribundo.
Pues bien, los que hemos tenido de antiguo familia católica, que en su momento hizo la guerra hasta "físicamente" al Maligno (supongo que tu también la tendrás); y además nos ha tocado vivir "la delicia" de este tiempo de gran tribulación, comprobamos con horror hasta que punto es capaz el Traidor de utilizar sus recursos y estratagemas, que son innumerables, para vengarse y destruir hasta los mismos cimientos, a los descendientes de aquellos que sólo con la GRACIA de Dios pudieron vencerle en alguna ocasión señalada de la historia. Su ataque es más elaborado e insidioso entonces, porque sabe quienes somos, y se acuerda de sus derrotas, no pudiendo soportar en la locura de su soberbia que seres tan inferiores PUEDAN ser depositarios del favor divino, y además en perjuicio suyo. Lo malo, es que las jerarquías son las jerarquías, y dado que nosotros NO estamos a su nivel, y además nacemos ya dañados, se aprovecha de nuestra fatiga moral (él, que jamás siente fatiga pues es otra su naturaleza), y renueva su asedio sin pausa hasta que sucumbamos, en la creencia de que cada año que pase estamos más lejos de Dios como sociedad.
Dado que la familia es el germen de la nación, y España es, junto a su madre Roma, la que más ha hecho por llevar la Verdad de la Palabra a todos los rincones del mundo; el odio espantoso que despertamos en el Enemigo es si cabe aún mayor, y busca con ahínco entre nuestras muchas debilidades modernas y antiguas, los flancos descubiertos por donde arremeter hasta nuestra total perdición; y a ser posible, que no quede de nuestra identidad ni siquiera el recuerdo de nuestros mayores. Si no lo ha conseguido ya, es porque aún nos queda algo de crédito, a los ojos del Padre; pero, las naciones son siempre empresas humanas, y a los humanos corresponde el trabajo de mantenerlas o no, pues su existencia y finalidad es algo que Dios ha dejado casi totalmente en nuestras manos. Si recuperamos una España católica (porque merece la pena), o mantenemos una nación neopagana del primer mundo, o demolemos del todo lo que todavía existe, la responsabilidad recae exclusivamente en nosotros, y dependerá el resultado final de a qué o quién nos encomendemos como pueblo: Si a Dios, o por el contrario a los diosecillos demoniacos de la modernidad. Porque recordemos que también Roma cayó, en circunstancias parecidas.
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