ESPAÑA LIBERAL, ESPAÑA SOMETIDA A INGLATERRA
James Rothschild, de quien su misma madre llegó a decir:
"Si mi hijo no quisiera, no habría guerra". Se nota que su hijo no era pacifista: el siglo XIX estuvo cuajado de guerras.
DE LAS GRANDES FORTUNAS QUE VIENEN Y VANOficiales británicos posan con sus cipayos en India. También hubieran podido posar con sus cipayos en España: la mayor parte de los gobiernos liberales del siglo XIX.
INTROITO
Es uno de nuestros propósitos, en esta bitácora, hacer saltar por los aires ciertas tesis históricas establecidas como incontestables. Así lo hicimos con las Tres Culturas, y venimos haciéndolo sobre la suerte corrida por España durante el siglo XIX; prácticamente, desde el final de la Guerra de la Independencia librada contra Napoleón que es decir: librada contra la revolución francesa... Y decir contra la revolución francesa es decir contra la Masonería del Grande Oriente de Francia.
España, bien es verdad, combatió heroicamente y venció a la francmasonería gala. Pero otra francmasonería de actividad más solapada iniciaba el asalto a nuestra Patria, tras la expulsión de las tropas napoleónicas: la Gran Logia Unida de Inglaterra, matriz de todas las masonerías regulares e irregulares.
Su acción corrosiva fue mucho más profunda, más duradera y, para nuestra desgracia, más eficaz que las bayonetas napoleónicas. Hasta que nosotros -en LIBRO DE HORAS- no hemos levantado el hacha de guerra, los estudios históricos concernientes a la España del siglo XIX apenas se han percatado de esto. Si el lector echa mano de cualquier manual de Historia, por bueno que sea (actualmente no se hacen muchos buenos, pero los hay), todo parece transcurrir como si lo que sucediera en España, a lo largo del siglo XIX, no fuese otra cosa que la lucha por la implantación de las "ventajas" modernas -la implantación del Estado moderno- contra los restos supérstites del Antiguo Régimen: el Estado liberal lucha contra los vestigios del Antiguo Régimen. Pero todo es presentado como si de una lucha interna se tratara. Nosotros hemos cambiado la perspectiva: no es una lucha interna, por más que cuente con cómplices españoles del extranjero (los liberales). De tal manera que la lucha de los carlistas decimonónicos fue la prolongación de la Guerra de la Independencia; pero con la gran diferencia de que a Napoleón se le podía combatir. A los ingleses, encubiertos tras los liberales, no se les podía combatir abiertamente.
Los carlistas estaban desprevenidos ante esta nueva amenaza. Su inocencia era tal que incluso tantearon la posiblidad de captar la ayuda británica contra María Cristina de Borbón y luego contra Isabel la llamada II; ni que decir tiene que estas "embajadas" fueron de todo punto infructuosas para el carlismo. Inglaterra contemplaba a los liberales como los mejores candidatos a ser convertidos en cipayos suyos. Los carlistas no sólo representaban, sino que eran -y somos- la auténtica esencia de España. Y a Inglaterra no le convenía.
Combatieron, pues, la España liberalesca y la España tradicional. Pero, a efectos reales, decir "España liberalesca" es decir la Anti-España. Por más que hubiera liberales -vamos a ser caritativos- bienintencionados, su actividad redundó siempre en beneficio de Londres y en perjuicio de España. Así fue como, señores historiadores que no se quitan las anteojeras, España se convirtió en dominio de Inglaterra. No era ya Gibraltar, no: la presa era España entera. Esta es la dominación que denunciamos aquí. España se convirtió en colonia británica, gracias a los liberales. Fueron muchas convulsiones, es cierto, las que se produjeron en la España del XIX. Fueron muchos los factores que concurrieron a configurar la España que hoy tenemos. Pero, aunque se retardara el proceso, el proceso ha sido consumado con la democracia surgida después de 1975. Claro está, ahora no es Inglaterra nuestra dueña. Ahora, invisiblemente, los dueños de España son las logias. Y, económicamente, la familia de banqueros judíos Rothschild con todos sus tentáculos y derivados.
Aunque en otro contexto, empero sin que se aparte del mismo orden de cosas, un filósofo argentino supo verlo como nadie. Nos referimos a Nimio de Anquin. En su magnífico opúsculo titulado "Mito y política" (1958) , el filósofo argentino advertía con clarividencia:
"6.- Creer que la democracia liberal juega algún papel positivo en la historia universal, es ingenuidad, o ignorancia, o mala fe.Objetivamente, la democracia de hoy es una forma de dominación de los Estados omnívoros, fomentada sistemáticamente en los Estados mediatizados. Los casos mas ejemplares son las dos Alemanias e Italia. España se libró de ser mediatizada gracias a la Revolución Nacional que le restituyó la libertad soberana y aventó la democracia. El día que España sea democratizada será el día de su aniquilamiento: se dispersará como polvo, y se habrá cumplido el deseo satánico de Cromwell que en 1656 declaraba al español "el enemigo natural, el enemigo providencial" ("the natural enemy, the providential enemy”) y exhortaba a sus súbditos a no darle tregua hasta destruirlo."Extraemos, del párrafo citado, el pasaje más significativo:
"El día que España sea democratizada será el día de su aniqui-lamiento: se dispersará como polvo, y se habrá cumplido el deseo satánico de Cromwell que en 1656 declaraba al español "el enemigo natural, el enemigo providencial" ("the natural enemy, the providential enemy”) y exhortaba a sus súbditos a no darle tregua hasta destruirlo."Ignoramos en qué fuente leyó Nimio de Anquin la declaración de Oliverio Cromwell, pero el deseo de Cromwell se ha visto satisfecho con creces de unas décadas a esta parte.
José María de Salamanca y Mayol, retrato de juventud
LAS EXTRAÑAS RIQUEZAS DE JOSÉ MARÍA DE SALAMANCA Y MAYOL
Por eso hemos leído uno de esos libros que tanto nos iluminan para dar cuerpo a esta tesis histórica que sostenemos. Se trata de una biografía escrita por D. Álvaro de Figueroa. Y el biografiado es un personaje clave para entender los avatares político-económicos de buena parte del siglo XIX: José María de Salamanca y Mayol (1811-1883). Nuestro propósito no es recensionar el libro en cuestión, ni tampoco hacer ninguna biografía.
Nació Salamanca en 1811 en Málaga en donde por aquel entonces prosperaba una "colonia inglesa" a la cual Salamanca se apegaría desde muy joven, hasta prácticamente operarse una inculturación perfecta:
"Andando el tiempo se descubre en Salamanca y en sus costumbres cierto sabor exótico que acusa esta influencia".Su liberalismo es, pues, muy temprano y no cabe duda que el molde del mismo es de sello británico. Incluso se especula que, en sus años de juventud cuando estudió Leyes en el Real Colegio de los Santos Apóstoles San Bartolomé y Santiago el Mayor de Granada, se enamorara perdidamente de la mítica Mariana Pineda. Sus vínculos con la familia de Torrijos también están comprobados. Por recomendación de Cea Bermúdez es nombrado alcalde de Monóvar (Alicante). El gobierno cristino atraviesa una de sus muchas crisis financieras. Inglaterra aprieta las clavijas y el ministro, digamos que de Economía (no me hagan mucho caso con la nomenclatura, pues cito de memoria), llama a Salamanca, le expone el problema y Salamanca se ofrece a resolverlo yendo personalmente a Londres. La negociación que realiza el malagueño en Londres es ventajosa coyunturalmente para el gobierno y el mozo chalán regresa para gozar el triunfo, y para montar su primer negocio. Un negocio del que, enigmáticamente, nos dice su admirado biógrafo:
Dice su biógrafo.
"Renunciamos a averiguar cómo Salamanca reunió el capital indispensable para su primer negocio".
Pero sí que el autor de la biografía, para nada sospechoso de tenerle aversión al biografiado, nos da una velada pista que apunta a la familia Rothschild:
"En los años a que nos referimos, la vida política y económica dependía de ellos, la suerte del mundo estaba en sus manos, con razón la madre de James podía decir: "Si mi hijo no quisiera, no habría guerra"."No se nos ofrece con exactitud el lugar ni el día en que Salamanca se asocia con Buschental. Pero así será como estos espabilados -y, nominalmente, Salamanca- se adueñan del monopolio de la sal hasta tal punto que, poco después de abrirse las hostilidades entre Salamanca y D. Ramón María de Narváez, el Espadón de Loja podría decir de Salamanca, con graciosa ironía: "No es pájaro de cuenta; es muy "salao"". También adquiere ventajosamente el monopolio de la Renta de Aduanas. Y, mientras acumula beneficios, Salamanca ayuda a financiar la guerra contra los carlistas.
Tras el gobierno Pacheco, los ingleses animan desde su prensa la instalación de un gobierno progresista en España, Lord Palmerston apoya la línea progresista, dado que "se había forjado la ilusión de que un gobierno progresista favorecería abiertamente la expansión librecambista de Gran Bretaña". El embajador inglés en España durante aquellos días era el hermano de Sir Edward Bulwer-Lytton, que resultaría expulsado por uno de los gobiernos impuestos por Narváez. También Salamanca conocería el exilio en más de un cambio de signo político entre moderados y progresistas.
Agustín Muñoz, llamado Duque de Riánsares, consorte morganático de María Cristina de Borbón, socio de muchos chanchullos de Salamanca
Pero continuemos con Salamanca. Siempre con ávido de incrementar sus riquezas prueba también a hacer negocio con el ferrocarril, lo cual salpicaría a María Cristina y a su segundo marido morganático, el guapo Muñoz, "Duque de Riánsares". Resulta curioso -y abona la conjetura de que Salamanca no fuese otra cosa que un agente de los Rothschild- que, después de tejer las redes ferroviarias, generosamente concedidas por la Casa Real usurpadora, Salamanca venda a los Rotschild las líneas realizadas. Así nos lo dice el Conde de Romanones:
"La Casa Rothschild le compró una vez terminada, la línea de Aranjuez a Alicante en el precio de 131 millones de pesetas; hicieron los Rothschild un buen negocio, pues con tal adquisición se adueñaron de lo que había de ser la base de las dos principales redes de ferrocarriles nacionales".Salamanca también es uno de los primeros españoles que especula con obras de arte, sobre todo pictóricas españolas, adquiridas en almoneda por él. Valiosísimos óleos y otras piezas de arte, procedentes de los conventos desamortizados, así como de linajudas familias venidas a menos -como es la rancia Casa de Altamira, tesorera de una de las mayores colecciones pictóricas de la época-, van a parar a sus garras. En 1867, ante una de las muchas quiebras que sufre este agiotista, Salamanca subasta a precios irrisorios estas obras maestras de nuestro arte nacional en la Exposición Universal de París. Cuadros de Goya, de Velázquez, de Murillo se dispersarán por las colecciones privadas de la burguesía financiera de la Europa de aquel entonces, para paliar las heridas arcas del millonario.
Y es que Salamanca experimenta, a lo largo de toda su carrera de negociante, algunas bancarrotas de las que se restablece. El biógrafo, rendido admirador de Salamanca, quiere que esa capacidad de recuperación sea debida estrictamente a las capacidades del genio de Salamanca, pero resulta verdaderamente sospechoso que se produzcan tantos altibajos. Siempre, eso sí, persiste en Salamanca el gusto formado a la inglesa. Cuando construye sus residencias palaciegas en Madrid, lo hace lo más fiel a las hechuras de los palacios Rothschild que tuvo ocasión de visitar tantas y tantas veces:
"El palacio se construyó con rapidez, según el proyecto de un arquitecto francés, como lo muestra su estilo. La distribución del interior fue del propio Salamanca, copiándola de las residencias de los Rothschild y otros potentados de Europa, de los cuales había sido huésped".Mal acabó Salamanca, pese a haber gozado del éxito bursátil y haber sido ennoblecido por Isabel II con varios títulos nobiliarios, entre los que hay un Marquesado de su apellido. Terminó pésimamente, arruinado, aunque no tanto como para no seguir siendo compañero de cacerías de Alfonso el llamado XII.
El biógrafo de Salamanca tenía razones para admirar al empresario, pues el mismo biógrafo fue considerado en su época el hombre más rico de España. Pero, al margen de las cualidades que pudiera tener para ganar y rehacerse, para nadar en la abundancia y ser reconocido socialmente por la agradecida familia de María Cristina, Muñoz e Isabel la llamada II, Salamanca no deja de ser otro paradigma más del agente liberal de los Rothschild en España, al igual que lo fue el nefasto ministro judaico Álvarez Mendizábal.
Si Salamanca tuvo alguna cualidad no la puso al servicio de España, sino al servicio de su enriquecimiento sin escrúpulos, incluso a costa de vender la sal (y el pan) del pueblo español a sus sórdidos socios radicados en Londres, esos que vivían en los palacios que el nuevo rico malagueño, maravillado por el lujo moderno, trataba de emular en España, probando así una falta tanto de gusto español como de lealtad patriótica.
Salamanca, cipayo de Inglaterra. Salamanca, lacayo de aquellos que no evitaban las guerras cuando podían lucrarse con ellas, tal y como sus mismas madres eran capaces de admitir.
*
Las citas, menos la de Nimio de Anquin, son todas del libro:
"Salamanca", del Conde de Romanones.
Maestro Gelimer
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores