Aunque ya ha pasado el día, no importa. Es un buen recordatorio para la próxima vez. Yo, por mi parte he trabajado hoy.


Sábado laborable a todos los efectos

Celebrar la Constitución de 1978, enésima bastarda del Estatuto de Bayona de 1808 y marco legal en el que los españoles han ido perdiendo las pocas cosas buenas que les quedaban, es un disparate. Mantener contra viento y marea un día festivo a dos días de la fiesta de la Inmaculada, ésta sí Patrona de España, es un sinsentido. O no. El seis de diciembre, ¡pobre San Nicolás de Bari!, quizá sea la antifiesta. La fiesta de la Antiinmaculada. La celebración de la Antiespaña. ¿Debería ser éste el escudo de la España constitucional?

Una Constitución, por otra parte, que es puro papel mojado. Además de haber sido modificada fundamentalmente varias veces, de tapadillo o vía tratados internacionales, su parte declarativa es pura filfa. Como en un reciente artículo escribía el profesor José Miguel Gambra, de la Universidad Complutense de Madrid:
Algún ingenuo todavía será capaz de creer que la Constitución de 1978 establece unos límites infranqueables, sin darse cuenta de que sus artículos son voluntariamente ambiguos y elásticos. Sólo un ejemplo: el artículo 31 dice que el sistema tributario «en ningún caso, tendrá carácter confiscatorio». Pero como eso es cuestión de unos porcentajes que no se indican, resulta que si el límite de lo confiscatorio lo fija el Gobierno en un 99% de nuestros bienes y sueldos, se cumple la supuesta norma. Y, si por casualidad la Constitución ofrece alguna dificultad, en manos de los partidos está cambiarla. Nada cabe esperar del Tribunal Constitucional, cuyos miembros están designados por los partidos, ni tampoco de la libertad de expresión y manifestación. ¿Qué efecto han tenido, por ejemplo, las inmensas manifestaciones contra el aborto, fuera de las molestias que producen en el tráfico?
Así que hoy trabajemos, compremos, vendamos. Mañana y pasado holgaremos.

Voluntad