Re: ¿Ocasión frustrada? (Blas Piñar)

Iniciado por
Martin Ant
La cuestión no es ésa. Ciertamente se puede encontrar en la Constitución de Franco, al igual que en algunas de las Constituciones revolucionarias del siglo XIX, bellas declaraciones de catolicidad y de profesión pública católica. La Constitución de Cádiz incluso comienza con una invocación a la Santísima Trinidad. Yo eso no lo niego.
La cuestión SÍ es esa. En cuanto a la declaración de catolicidad en esas constituciones ¿revolucionarias o no absolutistas? se basa en que en aquellos tiempos la gente todavía creía en Dios y se aplicaba esa sentencia neotestamentaria que afirma que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Usted equipara la errónea e incorrectamente llamada "constitución de Franco", y que expresa con toda la intención, por supuesto no positiva y muy propia de un rojo, en lugar de llamarla por su nombre declarado: LEYES FUNDAMENTALES DEL REINO, que contiene varios FUEROS. Sería de agradecer que usted deje de una vez de tergiversar y retorcer las cosas.
Pero, repito, ésa no es la cuestión. La cuestión es si el propio articulado del ordenamiento constitucional franquista permitía modificar o derogar en su totalidad. De ser así, esa Constitución no se diferenciaría substancialmente en nada de esas otras Constituciones revolucionarias del siglo XIX, pues todas ellas se fundamentarían en un mismo principio, el principio de la Revolución por antonomasia: el principio de la soberanía nacional. Eso no lo puede aceptar ningún legitimista en conciencia.
Y yo le repito e insisto en que SÍ es la cuestión, y la respuesta es NO, no se podía modificar, ni cambiarla en su totalidad, NO, y sino lea usted con detenimiento y sin sus particulares condicionantes ideológicos, simpatías o antipatías, sin prejuicios personales, sin juicios morales y poniéndose en la mentalidad de la época, no con la de la actual.Por que a usted es igual lo que se le diga, se le mete algo en la cabeza como si fuese un tornillo y no hay quien se lo saque. Hay que ver la que tiene aquí liada con UNA, sólo UNA, cuestión.
En cuanto al resto de su comentario hace más aguas que un colador y por varias partes. Dejando la cuestión de seguir en el empecinamiento de llamar "constitución" a lo que no lo era, y que ningún constitucionalista "revolucionario", sea colorado, sea demoliberal, jamás contempla, el principio de la soberanía nacional, en efecto, existe como, sustituto del principio de la soberanía real, surgido de la revolución, y que legitima a los partidos políticos. Pero también hay que ir a los hechos consumados, y es que si no existe la dualidad rey y pueblo como un sólo ente, no puede haber soberanía real, pero sí nacional. Y el motivo es que sin pueblo, no hay rey que valga ni aquí ni en Tombuctú, pero demostrado está por muchos casos que sí puede haber pueblo sin rey.
Le recuerdo que el principio real se basa en el primus interpares, no en el primus sobre todas las cosas, incluida la Patria, y si no hay rey, la Patria como sujeto y efecto de la propia Tradición de sus hijos, o sea, el Pueblo, tiene todo el derecho a seguir existiendo.
Y ahora viene lo mollar: ¿qué rey tienen los que se autodenominan legitimistas en la actualidad? Salvo un Abanderado soltero, sin hijos propios, ni ahijados, y sin otra continuidad que sea aceptable por todos los legitimistas, y no estándo aceptado ni él, ¿qué futuro le espera a "ese" legitimismo? La única alternativa es un nuevo "Compromiso de Caspe" y no se apure, que lo habrá, significando el final del "legitimismo borbónico". Y lo que en modo alguno vamos a permitir los españoles, con legitimismos de libro y mesa camilla, o sin ellos, es la destrucción de España como Patria y como Nación.
No venga usted a imponer aquí la misma visión a TODOS los legitimistas, pues ya en el Siglo XIV hubo una guerra civil y una revolución Trastámara, pues el mismo concepto de revolución tiene distintos significados en política (en otros ámbitos no es más que un préstamo), siendo el que usted emplea el de que se produjo en la llamada revolución francesa.
No quiero acabar sin la mención expresa a la Constitución de 1812, ciertamente liberal, ciertamente inspirada ya en los principios revolucionarios franceses, pero no deje usted de mencionar también que "por abandono" de los titulares de la Corona Española entonces, y en medio de un asedio francés que impidió el quorum necesario para su verdadera aprobación, por tanto no fue más legal y legítima que lo que se permitieron unos pocos procuradores encerrados allí en Cadiz y que pronto D. Fernando VII, el mismo que se pasó por el arco de triunfo todo lo habido y por haber, derogó, algo absurdo por cuanto dicha constitución dadas las circunstancias era nula de Derecho. Pero él sí que se cargó toda la legitimidad anterior, y no lo hizo un republicano revolucionario, lo hizo un rey absolutista, el único que ha tenido España.
Última edición por Valmadian; 22/10/2020 a las 13:57
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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