El reinado del lumpen, o Trump
Estudiantes, profesores, seudo artistas, especuladores acorbatados, medios progres: tales son los principales hinchas de la bruja Hilaria. Su principal argumento es que Trump es un degenerado; mas, como escribió De Prada, indudablemente es preferible un degenerado a una genocida. Pues la bruja es eso, lo oculten o no esos pazguatos: es de público conocimiento (al menos, si uno lee otros medios) que financió al Estado Islámico y que promovió las guerras en Medio Oriente.
Pero claro, el hipster estudiante, que abreva las fuentes de los aún peores profesores, no conoce esas cosas, siquiera las intuye. Él está a favor del bardaje, del chicano, del negro, del reggaetón, de la porno, de todo lo que implica delicuescencia; y de la economía especulativa, aquella del esquizofrénico de Wall Street; pues en su vida ha sudado la gota gorda, ni ha experimentado la economía real, ni ha visto como un marrón le quita su fruto a punta de pistola; contrariamente, se ha dedicado a frecuentar opíparas fiestas nocturnas, entre estimulantes deletéreos y endriagos calenturientos.
Por otro lado, está el votante de Trump: viril, bravío, terrenal, sudador de la gota gorda: “el verdadero guapo que los lunes de mañana se levanta sin chistar.” El que tiene que lidiar día a día para abastecer a su mujer e hijos; el que no cree en la pantomima de lo “políticamente correcto”, dado que sabe que aquello estimula todo lo que de purulento y bajo tiene este mundo. Él produce, él materializa; él cree en la justicia, en el dar a cada uno lo que corresponde: no le vengan con amanerados clichés, ni con argumentos de salón.
Un encuentro entre estos dos tipos humanos sería de órdago: imagino al hipster entre sus pueriles caprichos y bochinches, casi plañidero, ante la evidencia de ese hombre corajudo, sensato desde la experiencia, y no especulador desde el púlpito.
Los más ramplones de los seudo artistas apoyan a la bruja; los orondos economistas de las más progresistas facultades, también. ¡Qué horror si gana ese degenerado, qué horror, qué horror, qué horror!, parecen repetir, entre sus prosaicas puestas en escena y sus montones de libracos bizantinos.
En la otra senda, entre las sombras, se encuentra el votante de Trump: no ve la hora de que llegue uno de los suyos al gobierno, y se acabe con el reinado del lumpen.
BRUNO ACOSTA
Última edición por brua; 06/11/2016 a las 22:53
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