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Tema: Carlos Hugo o la colaboración con el liberalismo: Sí a la Constitución de 1978

  1. #1
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    Carlos Hugo o la colaboración con el liberalismo: Sí a la Constitución de 1978

    Carlos Hugo o la colaboración con el liberalismo: Sí a la Constitución de 1978





    "La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. (…)"


    Artículo 57 Constitución de 1978


    Tras el fracaso estrepitoso (PULSAR AQUÍ) de su demagógica y aventurera estrategia de convertir el carlismo en un movimiento a la izquierda del partido comunista, al servicio de su ambición personal, Carlos Hugo demostró cuál era el núcleo y centro de su verdadera ideología política, el más craso y simple oportunismo. Fracasada la “ruptura política” y su intento de convertirse en líder de la revolución. Sin el más mínimo escrúpulo y rubor, Carlos Hugo impuso a su partido carlista el voto afirmativo a la constitución de 1978, en un nuevo bandazo ideológico desde sus alianzas con los maoístas y el marxismo más radical (PULSAR AQUÍ), a la colaboración más servil con el liberalismo. De querer ser la izquierda del PCE a ser un apéndice del PSOE.


    Los desvaríos ultraizquierdistas del huguismo quedaron, pues, atemperados en 1978 con la intención de encontrar un acomodo dentro de una socialdemocracia moderada, “europea” y vacía de contenido y ser aceptado así en en juego electoral neo-liberal. Línea en la que se mantuvo el propio Carlos Hugo aún cuando abandonó la actividad política y qué pretende continuar su hijo Carlos Javier. Sin embargo ni los socialdemócratas se lo tomaron en serio ni los carlistas aceptaron ese nuevo bandazo. En este sentido se produce la campaña del Partido de Carlos Hugo por el SÍ al proyecto constitucional que se votaría el 6 de diciembre de 1978. Campaña donde el llamado partido carlista se gastó treinta millones de pesetas, inversión en este intento de lavado de cara y comprar su asiento en el marco del nuevo régimen. El partido carlista se constituyó así en un colaborador del sistema, del que irónicamente se sentía agredido y atacado (así lo pregonaban) en los sucesos de Montejurra 1976. Esta incongruencia, fue contestada incluso dentro de sus desorientadas filas, donde y a pesar de todo, latían aun desnortadas ciertas pulsiones de la radicalidad antisistema del tradicionalismo visceral. En Navarra los abandonos de militantes fueron abundantes, el diario El País daba la noticia de la deserción de unos doscientos (PULSAR AQUÍ), en Cataluña muchos huguistas votaron en blanco contra las directrices de Carlos Hugo, como recoge Jaume Campás en su texto Apunte biográfico de Salvador Campás; y el dirigente huguista valenciano Xavier Ferrer escribe al respecto:


    “A partir de 1976, el partido carlista se convirtió quizás influenciado por el grupo posibilista en mero colaborador (quizás lo fuera de forma inconsciente) del Neoliberal-capitalismo (…) El partido, luego, en un nuevo error, pidió a sus militantes, afiliados y simpatizantes, el voto afirmativo a una constitución enemiga del espíritu carlista que, entre otras cosas optaba por el sistema político liberal, consagraba el sistema capitalista, decidía que el Jefe de Estado fuera D. Juan Carlos de Borbón (el Príncipe de España del franquismo) y sus herederos, elegía el Estado autonómico, sinónimo de Estado descentralizado administrativamente y como burla al Estado Federal en Autogestión global que, siempre, el Carlismo propugnó. El que en diversas nacionalidades no se hiciera caso de esa petición, votando en contra o absteniéndose, fue por iniciativa de los votantes, que, en ese momento, fueron rebeldes e indisciplinados. Y no lo dudemos, ¡hay que aplaudir esa rebeldía y esa indisciplina!”.




    El hecho fue que Carlos Hugo mostró su verdadero rostro, sólo atento a sus intereses y ambiciones particulares. La conclusión la da el propio Carlos Carnicero, que fuera hombre de máxima confianza y estrecho colaborador de Carlos Hugo, en aquel entonces Secretario de Organización del partido carlista, en un artículo a propósito de la muerte de Carlos Hugo.


    "colaboró (Carlos Hugo) en la consolidación de la Constitución de 1.978 y se abstuvo de plantear en todo momento un pleito dinástico con el Rey Juan Carlos para facilitar una democracia parlamentaria sólida".


    Para esto y sólo para esto, sirvió el partido carlista de Carlos Hugo, y para ello destruyó el carlismo en su ambición personal sin límites. El epígono, a tanto dislate, fue el fracaso electoral de Carlos Hugo en las elecciones generales de 1979, fracaso de ese último intento de buscarse un lugar político bajo el sol, con esa claudicación humillante de acatamiento del texto constitucional que consagraba el restablecimiento del liberalismo en España, contra el cual tanto había luchado el carlismo.


    El auténtico carlismo, siempre se opuso a cualquier proceso constituyente (PULSAR AQUÍ) por ser la radicalización del principio liberal de la soberanía. La de 1978 además era digna continuadora de la II República de 1931, incoando grandes males sociales (divorcio, aborto, centralismo-separatismo, capitalismo, etc.) contra los que siempre se alzaron los carlistas. Y como colofón se establecía por la vía constitucional la pseudolegitimación de la Dinastía usurpadora y se consagraba el parlamentarismo liberal tan nefasto para la verdadera representatividad social (PULSAR AQUÍ). Por eso los carlistas se opusieron con todos sus medios a la Constitución e hicieron una gran campaña por el NO. Además se agraviaba especialmente a Navarra con la Disposición Transitoria Cuarta, con lo que la campaña de los carlistas del Viejo Reyno fue heroica en esta oposición enfrentada a los intereses de los etarras, así como muy destacable la labor deEl Pensamiento Navarro, lo que a la postre supuso su estrangulamiento económico por los poderes centrales.


    El Matiner

  2. #2
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    Re: Carlos Hugo o la colaboración con el liberalismo: Sí a la Constitución de 1978

    Carlos Hugo, amigo de la ikurriña

    Revista FUERZA NUEVA, nº 538, 30-Abr-1977

    ¡Ya está bien!

    (…) Por ahora, el último aluvión es el de un pasquín que muestra (…) a un ciudadano extranjero llamado monsieur Hughes, alias Carlos Hugo, que se cubre con la gloriosa boina roja de los requetés, con flores de lis bordadas en su frente, nadie sabe por qué pues, por la misma razón, podría aparecer con gorro de astracán y titularse príncipe salvador en la Transcaucasia, cartel que, por otra parte, jamás sería tolerado ni intentado pegar en aquellos predios (soviéticos).

    Este ciudadano (francés), que según “El País” vive en una calle sin salida y que se titula “jefe de la dinastía”, afirma que no renuncia a ninguno de sus derechos, al tiempo que se titula jefe de un partido socialista en el que nada tienen que ver ni Dios ni la Patria.

    Entre los derechos de este caballero parece que se invoca el de obtener la ciudadanía española y terminar con su condición de exiliado. ¿Y sabe el lector cuál es la acción meritoria que se intenta para reforzar la “españolía” del pretendiente? ¿Cree el lector que se flanquea la efigie del extranjero, junto a los carteles de “libertad” en varias lenguas vernáculas “del país”, con la bandera nacional, con la que se sublevaron los requetés el 19 de julio de 1936? ¿Cree el lector que se exhibe la gloriosísima bandera de las aspas de Borgoña que pasearon nuestros tercios de infantería por el mundo, en triunfo, y volvieron a pasear en triunfo los carlistas de la Cruzada? No. En el delirante mundo actual, perdida la razón a título colectivo, loca la humanidad con una locura diabólica, el que dicen que aspira a ser español no enarbola la bandera española. Enarbola la purrusalda (“ikurriña”), contra la que dieron el alma y la vida los soldados movilizados por su padre. Enarbola la bandera del partido separatista vasco. Enarbola, en suma, un símbolo que representa no a España sino a la Antiespaña. Buen camino para obtener nuestra ciudadanía. (…)

    José Sánchez Robles
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  3. #3
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    Re: Carlos Hugo o la colaboración con el liberalismo: Sí a la Constitución de 1978

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    Huguistas


    Revista FUERZA NUEVA, nº 541, 21-May-1977

    Huguistas

    El lenguaje actual se presta a ello con sus “expo” y sus latiguillos, llamados “slogans”. Es lamentable.

    Montejurra es el nombre de una montaña sagrada para los carlistas. Montejurra es una batalla histórica. Montejurra es Montejurra, y no puede tener números ni ediciones. ¿Qué tontería es esa de Montejurra 76, Montejurra 77? ¿Nos encontramos ante alguna feria? Así va luego el fomento.

    Y decimos todo esto vista la noticia de que los huguistas, ante el eficaz y atinado aislamiento del monte, “celebraron Montejurra” en otro lugar. A cualquier cosa le llaman chocolate las patronas… Mientras el augusto señor, como reza la esquela de sus leales, ha fallecido, andan por ahí sus hijos fomentando la algarada, subiendo al altar a suplantar al “homilético”. Si otra cosa no, ésta bastará para que los auténticos carlistas sepan a qué atenerse en el futuro.

    De siempre hemos tenido un profundo respeto por don Javier de Borbón, el hombre que en representación de don Alfonso Carlos dio la orden de movilizar al Requeté a las órdenes de Mola, con la bandera nacional de España y no con ninguno de esos extraños signos que han “lucido” en el cartel de propaganda para “Montejurra 77, impunemente, por las calles de Madrid. ¿O es que acaso no es ésa la misma bandera con que ha sido cubierto el féretro de don Javier? Los símbolos son los símbolos y están las cosas bien claras o, como decía mi capi: “Ellos allí, nosotros aquí”.

    No deja de ser curioso, por otra parte, que el ciudadano Zavala haya confesado paladinamente: “Resulta paradójico que con el dictador Franco pudiéramos celebrar los actos de Montejurra durante 39 años consecutivos y que el demócrata Suárez nos lo suspenda”.

    ¿En qué quedamos? ¿Era orégano -nunca mejor dicho- todo el monte? No es democracia todo lo que reluce. A veces se queda en leche y pan para la perra.

    José Sánchez Robles

    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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