JUAN MANUEL DE PRADA
TURISTIFICADOS
Aparte de regar de cemento el litoral y extenuar nuestros recursos, el turismo de masas ha generado una economía basura
CHESTERTON nos ensenaba que el capitalismo, al igual que el carterista, es un gran amigo de la propiedad, con la condición de que sea ajena. En esta fase global del capitalismo, en la que unos pocos carteristas han conseguido acumular casi toda la riqueza del planeta, surge la sarcásticamente llamada «economía colaborativa», ultima mutación con la que el capitalismo quiere despojar las Ultimas rebañaduras de propiedad ajena que aún no ha podido birlar. En las últimas semanas se han multiplicado los casos de propietarios desesperados que, para recuperar las viviendas que alquilaron, tienen que alquilarlas a precios estratosféricos a sus propios arrendatarios desaprensivos, que las han realquilado a turistas en una de esas plataformas de «economía colaborativa». Tales casos delatan la situación de extrema precariedad en la que se halla el derecho de propiedad en España, vaciado de contenido y garantías, expuesto a la rapiña de «okupantes» y arrendatarios sin escrúpulos, victima de «vacíos legales» que permiten su expolio al abrigo de una «economía colaborativa» que, bajo su designación eufemística, favorece la precarización del empleo y destruye las economías nacionales.
Esta gran concupiscencia que el capitalismo muestra hacia la propiedad ajena no es, en realidad, sino una expresión más de su profundo nihilismo gargantuesco, de su voraz e incesante necesidad de triturar cuanto halla a su paso, para convertirlo en mercancía: la tierra, los bosques, el agua, las catedrales y las playas, pero también las tradiciones de los pueblos y los vínculos humanos, auspiciando formas de vida aberrantes y apetitos excéntricos. Como nos recordaba Chesterton, el capitalismo no es una mera forma de organización económica, sino una amenaza antropológica que no se detendrá en su labor destructiva mientras reste un pueblo todavía fiel a sus tradiciones, mientras quede una familia aun leal a las viejas virtudes domesticas.
Y una de las vanguardias de esta plaga la constituye el turismo de masas. Durante mucho tiempo, el capitalismo nos convenció de que el turismo de masas generaba riqueza y nos tapamos los ojos ante los destrozos materiales y espirituales que estaba perpetrando. Los ecologistas que nos advertían de los destrozos urbanísticos o del expolio de recursos básicos como el agua que el turismo de masas causaba se nos antojaron perroflautas aguafiestas. Pero ahora descubrimos que, aparte de regar de cemento el litoral y extenuar nuestros recursos, el turismo de masas ha generado una economía basura que convierte a nuestros hijos en kellys y camareros indignamente remunerados. Y descubrimos también que ha tornado inhabitables nuestras ciudades, convirtiéndolas en hormigueros sórdidos. en parques temáticos con olor a orines rancios y orgullosas retambufas. Mediante el turismo de masas, el capitalismo ha realizado su sueno mas húmedo: el mundo entero convertido en objeto de consumo, devorado por una plaga de langosta que, a cambio de defecar unas propinillas, arrasa cuanto halla a su paso y abastece las flores pútridas de la «economía colaborativa».
Convendría una reflexión seria sobre las desastrosas consecuencias ecológicas, económicas y morales del turismo. Y convendría que esa reflexión empezase por señalar nuestra propia responsabilidad en la «turistificación» del planeta. En lugar de reclamar un nuevo Protocolo de Kioto, como hace el antícapitalista vocinglero, el anticapitalista chestertoniano debe abogar por un Protocolo de Quieto que invite a la gente a quedarse quietecita en su tierra, disfrutando de las muchas bellezas escondidas que le brindan su provincia, su comarca, su pueblo, su barrio.
Fuente: ABC
Última edición por Kontrapoder; 08/08/2017 a las 04:39
«Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.
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